Aventuras incestuosas de Mauro - 6

La madre revela a sus hijos su propio pasado incestuoso. Nuestro protagonista empieza a ver complicada su vida sentimental y vislumbra que pronto deberá tomar una determinación, la que será muy dificil y que le traerá consecuencias no gratas.

Autor: Salvador

Dirección: demadariaga@hotmail.com

Aventuras incestuosas de Mauro

6: Laura y Lidia

Laura, con los pies colgando de la cama y sus piernas abiertas, soportaba estoicamente las embestidas de su hijo, que agarrado de sus nalgas para afirmarse, metía y sacaba su polla de la vulva materna.

Si, así, hijitoooooooooo

Toma, mami, tomaaaaaaa

Los dos acabaron juntos y quedaron abrazados sobre la cama y con los pies en el suelo, respirando agitadamente buscando recuperar la normalidad. Al cabo de un rato se levantaron y fueron al baño a asearse. Los dos en la ducha se enjabonaban mutuamente entre risas. Cuando ella pasaba el jabón en la verga de su hijo, que tenía entre sus manos, él aprovechó para confesarle.

Mami, estuve con la tía Lidia

¿Cómo está ella?

Muy bien. Estuvimos follando

Laura quedó muda durante unos momentos y después siguió pasando el jabón en las bolas de su hijo.

Como ves, he follado contigo, con tu hermana y con mi hermana

Así veo

Supe que tu y ella….

Laura detuvo la enjabonada, quedando en silencio.

Y me encantó saberlo, ¿sabes?

¿por qué?

Bien, ya lo admitió ”, se dijo para sí el muchacho. Ahora sería más fácil continuar.

Por que imaginarte desnuda con ella es un cuadro muy erótico y viendo lo ardiente que son las dos, debe haber sido un momento increíble, ¿no crees?

Ella no dijo nada. Seguía en silencio. Entonces Mauro la tomó de la mano y se agachó hasta quedar de rodillas delante de ella, metiendo su boca entre las piernas maternas y con su lengua empezó a explorar la cueva de Laura, que no pudo resistirse a la exploración del muchacho y empezó a soltar sus jugos.

El se levantó y le abrió las piernas, metiéndole su polla completamente, mientras ella intentaba apoyarse en la pared del baño.

Mmmmm, mijitoooooooooooo

Mamiiiiii, ricaaaaaaaaaaaa

Mássssss, mássssssssssssss,

Estás gozando?

Siiiiiiiiiiiiiii

¿Cómo gozabas con Lidia?

Ella calló

¿Cómo cuando lo hacías con Lidia?

El aumentó sus embestidas.

Siiiiiiiiiii.

Ella terminó copiosamente y él prefirió guardar energías para cuando llegara su hermana y estuvieran en la cama, donde esperaba las confidencias de su madre.

Cuando arribó Mirtha, Mauro la puso al tanto de lo sucedido con su tía y le dijo que cuando estuvieran los tres en la cama le pediría a su madre que les contara su historia con Lidia. La muchacha se mostró encantada pues esto le abría nuevos derroteros en este sendero de morbosidad que estaban recorriendo.

Después de tomar un refrigerio, fueron al dormitorio y se desnudaron. El cuerpo de su madre aun conversaba algo de la lozanía de la juventud y su sola contemplación excitaba a Mauro, que estaba en la etapa más ardiente de la vida. Ni que decir de Mirtha, que estaba disfrutando el sexo a toda máquina, casi con desesperación.

Después de coger a plenitud, cuando los tres  descansaban, Mauro retomó la conversación.

Mami, ¿gozaste con la tia?

Cariño, ambas éramos jóvenes

Y calientes, me imagino

Si, las dos calientes. Parece un mal de familia.

Mirtha intervino en ese momento para aumentar la confianza de su madre y facilitar así el que les contara la historia de ella y la tía Lidia.

Mami, yo también estuve con la tía y tuvimos sexo rico.

Por lo visto Lidia es una viciosa.

¿Y nosotros?

Los tres rieron con la salida de Mirtha y Mauro creyó llegado el momento de las confidencias de parte de su madre.

Yo no tuve reparos para contarte de Mirtha. Ella te contó de Lidia, ahora, cuéntame de ti y de tu hermana.

¿Por qué quieren saberlo?

Por la misma razón por la que tu me pediste que te contara lo nuestro: morbo.

Bueno, fue en mi dormitorio. . . .

La tarde era fresca y más aún en el dormitorio, a donde los rayos del sol no llegaban. En su cama, Laura leía una novela y el sueño empezaba a alcanzarla. Sentía los párpados algo pesados y presentía que muy pronto iniciaría una reparadora siesta, cuando fue interrumpida por la llegada de Lidia, que entró y se sentó a los pies de su hermana, con claras intenciones de iniciar una conversación.

Lidia, a sus quince años, parecía mayor en su uniforme colegial de falda escocesa, camisa blanca y corbata también escocesa. Los calcetines blancos resaltaban sus hermosas piernas y la transparencia de sus panties las hacían verse más robustas de lo que eran. Su pecho, en que se insinuaban unos senos respetables, se agitaba por la emoción que la embargaba.

Laura, un hombre me manoseó en el bus.

Laura dejó el libro a un lado y prestó atención a su hermanita menor. Se olvidó de su incipiente somnolencia y se olvidó de la siesta que pensaba tomar. Toda su atención se centró en Lidia, su querida hermanita a la que había cuidado como a una hija desde que la madre de ambas falleciera trágicamente.

¿Qué pasó?

Lidia se acomodó a los pies de Laura, la cual no se percató de que sus piernas estaban abiertas y que el blanco de su calzón resaltaba al final de sus hermosos muslos. A Lidia no le pasó desapercibido este detalle y algo inquieto empezó a rondarla, tal vez como consecuencia de lo sucedido en el bus con ese desconocido. No lo sabía a ciencia cierta, pero de lo que estaba segura era de que el espectáculo de las piernas abiertas de su hermana mayor le agradaba y le producía sensaciones nuevas, parecidas a las que ese desconocido le hizo sentir cuando sus manos apretaron sus muslos en el bus.

El bus venía lleno y de pronto un hombre mayor se paró tras mío y empezó a apretar su cuerpo contra el mío. Sentí que su cosa se apretaba contra mi trasero, pero no podía hacer nada pues íbamos completamente apretujados y pensé que tal vez eran ideas mías. Pero su apretón siguió y de pronto su mano se puso al pie de mi falda y empezó a apretarme el muslo. En  ese momento me alejé,, me bajé del bus y me vine caminando.

El pecho de Lidia continuaba agitado y sus ojos no dejaban de mirar los muslos de su hermana.

Laura la escuchó con atención y comprendió que la belleza de su hermanita se estaba haciendo demasiado evidente para los hombres y no cabía duda que la niña estaba consciente de ello. La manera en que relató lo sucedido le dio a entender que Lidia no era ignorante al influjo que ejercía su cuerpo en los hombres. La pregunta era si lo que su hermanita le contaba lo hacía como producto de una experiencia nueva que le había agradado o desagradado. Conociendo el carácter apasionado y sensual de las mujeres de la familia, lo más probable es que Lidia haya quedado atraída por la morbosidad de lo sucedido en el bus.

Ella misma, a esa misma edad, había tenido su primera experiencia sexual en manos de su padre, con el cual seguían siendo amantes después de tres años. Y se sentía completamente realizada como mujer apasionada e insaciable en los brazos de ese hombre con el que había viajado todos estos años por los caminos de la perversión, viviendo el sexo a plenitud.

“Es muy probable que mi Lidia tenga muy pronto su primera experiencia sexual”, pensó para sí. Pero se rectificó cuando acudió a su mente el pensamiento de aquella ocasión en que besó y chupo la tierna vagina de su hermanita, cuando esta tenía apenas tres años. Claro que en esa oportunidad Lidia no tuvo ni idea de lo sucedido, así que como experiencia sexual podría decirse que no contaba, aunque a Laura le dejó un recuerdo imborrable las tiernas piernecitas abiertas, sus calzoncitos bajados y sus pequeños labios vaginales que ella chupaba con deleite mientras su hermanita reía nerviosa, suponiendo que se trataba de un juego más entre las dos ( Ven nota ).

Sumida en sus pensamientos, no se había percatado de que sus piernas estaban abiertas, mostrando su blanco calzón y que Lidia no despegaba los ojos de sus muslos. Cuando la miró, vio en los ojos de la muchachita el deseo.

¿Lidia lesbiana? Pensó para ella y una sonrisa acudió a su rostro, recordando sus experiencias en ese campo con su tía, con su madre y con sus amigas, todas las cuales habían quedado encantadas con su entrega y pasión al momento de disfrutar a otra mujer o de entregarse al disfrute de ellas. Era increíble, pero todas las mujeres de la familia habían probado el sexo entre ellas y ahora Lidia parecía querer ingresar al club. Y sería en sus manos, las más apropiadas para guiarla en los senderos de la perversión.

“¿Qué miras, Lidia ?” Preguntó con una sonrisa en la boca, abriendo más aún sus piernas.

“¿Te gusta lo que ves?” Y llevó una mano a sus muslos, como para hacer más insinuante la pose en que estaba.

Lidia se ruborizó al sentirse pillada en falta y levantó la vista, para encontrar a su hermana sonriendo, como invitándola a seguir mirando.

“Tienes lindas piernas” , dijo casi en un susurro, con voz ronca. “ Tal vez de deseo” , pensó Laura, que decidió que había de poner las cartas sobre la mesa. En este caso, las piernas sobre la cama sería más apropiado decir.

¿Me muestras las tuyas? Le invitó, sin borrar su sonrisa, infundiendo confianza en la muchacha, que sin decir nada, se sentó frente a su hermana y abrió sus piernas, sin ningún pudor.

“Son preciosas, Lidia. Exquisitas” . Lo dijo con un brillo en los ojos que delataba el deseo que se había apoderado de Laura, lo que a su hermanita no le pasó desapercibido. Subió su mano por su muslo y la dejó muy cerca de su calzón, como si estuviera acariciándose mientras miraba los muslos de Lidia. Esta sintió una oleada de calor al ver a su hermana acariciándose voluptuosamente, sin dejar de mirar sus muslos,

¿Quieres tocarme? Le preguntó quedamente, sin apartar sus ojos de la muchachita. Ya no había sonrisa en su rostro. Era puro deseo el que sus rasgos dejaban ver. Lidia se sintió cohibida, sin atreverse a aceptar la invitación. Pero Laura tomó su mano y lentamente, muy lentamente, la llevó hasta su calzón y la puso sobre su vagina, un precioso paquete que se formaba bajo la blanca tela, que ya delataba la humedad que sentía. Dejó la mano de su hermanita apretando y se echó de espalda en la cama, cerrando los ojos. “ Aprieta, aprieta” . Y empezó a mover su cuerpo lentamente, como imitando una cópula.

Lidia apretó, suavemente al principio pero cada vez más fuerte, impulsada por un deseo recién nacido. Sentía que era la gloria sentir el bulto entre sus manos, transmitiéndole un calor nuevo, que presentía que era deseo en estado puro. Y en ese momento comprendió que las sensaciones que le produjo el desconocido en el bus era lo mismo, deseo por tener sexo. Por primera vez estaba consciente de lo que era desear a alguien. Y ese alguien era su hermana mayor, esa mujer con la que había compartido toda su vida, la que la cuidó como madre y se preocupó siempre de ella. Guardaba hermosos recuerdos de su hermana, todos placenteros. Pero ahora comprendía que tras esos sentimientos que parecían tan puros se ocultaba el deseo por su hermana. No comprendía cómo podía haber nacido tanto deseo por alguien que solo le había brindado amor. Muy pronto sería la misma Laura quien le aclararía todo.

Laura se levantó y mirándola fijamente, la empujó suavemente de espalda y sin dejar de mirarla a los ojos, subió su falda y le bajó el calzoncito. Lidia miraba asombrada a su hermana y deseaba ardientemente que lo que iba a hacer lo hiciera pronto. Laura abrió sus piernas y se puso entre ellas, empezando a besar la suave piel de su hermanita, que inmediatamente sintió fluir los líquidos de su primer orgasmo.

Laura recordó las veces en que cuando Lidia era niñita ella le había abierto las piernas y había besado su sexo, metiendo su lengua en esa cuevita virgen. Ahora su hermanita era toda una mujer y ella misma se ofrecía a que le besara la vulva, una vulva de mujer, aunque aún virgen. Si ella fuera hombre estaba segura que sería el afortunado llamado a desvirgarla, pero a falta de verga usaría su lengua para llevar a su hermanita al goce pleno, convirtiéndola en mujer.

Metió su lengua y Lidia reaccionó nuevamente, volviendo a soltar sus fluidos, que inundaron la boca de Laura. Esta siguió metiendo su lengua, disfrutando el chochito juvenil de su hermanita, que parecía gozar tanto como ella con este acto lésbico.

Lauraaaaaaa, ricoooooooooooo. Siiiiiiiiiii

Y volvió a acabar, abundantemente, en la boca de su  hermana, que se levantó sonriendo de entre las piernas de Lidia y se acostó a su lado.

¿ Te gustó?

Fue exquisito. Fue increíble.

Y no es primera vez que te chupo el chochito, ¿sabias?

No entiendo

Cuando eras niña varias veces abrí tus piernitas y te lo comí, mientras tú reías creyendo que era un juego.

Qué manera de ser caliente. Tal vez por eso es que me gusta tanto que me lo hagas.

Callaron y se miraron a los ojos. Sin decir palabra, acercaron sus rostros y abrieron sus labios, que se encontraron en un beso prolongado. Laura metió su lengua en la boca de Lidia, que la recibió gustosa, trabándose entre ellas una lucha encarnizada.

Mmmmm

Mmmmm

Una mano de Lidia se apoderó de los senos de Laura y empezó a acariciarlos, sin dejar de besarla. Su cuerpo sobre su hermana intentaba apretarse de manera que sus sexos se juntaran, refregándose entre sí. Laura, con más experiencia en estas lides, subió su ingle de manera que sus sexos se apretaran más aún, moviéndose de manera de imitar los movimientos de la copula, hasta que las dos sintieron fluir los jugos de sus respectivos orgasmos, que salían atropelladamente.

Uffff, eres increíble, Lidia.

Al parecer lo aprendí de ti, ¿no crees?

Eres una excelente alumna, hermanita

Ahora falta que yo haga contigo lo que me hiciste cuando chica, ¿no crees?.

Me parece justo, hermanita

Y Lidia metió su cabeza entre las piernas de su hermana mayor, que las abrió gustosa de someterse a la boca de esa muchacha que desde niña la había hecho gozar tanto. Levantó sus piernas por sobre los hombros de su hermanita y esta quedó con toda la chucha de Laura a su disposición, para que hiciera con ella lo que quisiera.

Mientras Lidia chupaba, besaba y lengüeteaba la vulva de su hermana, esta gemía pensando en las veces que ella le había chupado el chochito a su hermana cuando niña. Y una idea se fue adentrando en su mente: hacer participar a su hermanita en sus encuentros con su padre. El solo pensamiento de su padre con ella y su hermanita la hizo acabar nuevamente.

Nota: La historia a que se refiere Laura no es posible publicarla por la edad de Lidia en esa época.

Los días siguientes, Mauro se dedicó con ahínco a su relación con Claudia, con quien compartió asiduamente, lo que hizo que ambos jóvenes estrecharan sus lazos, al punto de que sus compañeros de trabajo empezaron a hacerles bromas que ellos aceptaban alegremente, como si les divirtiera la situación.

Una tarde, mientras tomaban un café, Claudia extendió su mano y tomó la de Mauro. Se miraron a los ojos y ella le confesó.

Terminé con mi novio. Estoy libre.

El quedó mudo de la impresión. Impresión que era doble, ya que primeramente le tomó por sorpresa la noticia y porque inmediatamente dedujo que la relación entre ambos cambiaría radicalmente a partir de ese momento. Y ello implicaba que él tomara una decisión que afectaría su vida y la de ella.

Ese fin de semana ser vería con su madre y su hermana, en uno de sus habituales encuentros sexuales, que ahora empezaban a parecerle poco atrayentes. Se sentía atado a los deseos de ellas y algo en su ser empezaba a rebelarse, pero intuía que no le sería fácil terminar esta relación y que muy pronto tendría que escoger entre el ambiente incestuoso en su casa y su futuro junto a Claudia, un futuro completamente ajeno a la vida que estaba viviendo con Laura y Mirtha, las que intuía que pronto pasarían a formar parte de su pasado. Pero romper esas cadenas no le sería fácil, lo sabía.

Apretó la mano de Claudia y sonriendo le respondió:

Te felicito.

Pero un rictus de preocupación se dibujó en su rostro y nubló su alegría. Era el recuerdo de su madre y su hermana.