Aventuras incestuosas de Mauro - 4
La madre "sorprende" a sus hijos follando en el dormitorio de ella. Mirtha y su hermano la "convencen" de que se les una. En tanto, Mauro empieza a planificar su visita a su tía Lidia.
Autor: Salvador
Dirección: demadariaga@hotmail.com
Aventuras incestuosas de Mauro
4: Laura y Mirtha
Laura y su hijo afinaron los detalles del plan que éste había concebido para lograr que su hermana Mirtha se les uniera en la cama. El plan era simple: Laura los sorprendería mientras follaban y Mauro la “convencería” para que se integrara a la cópula incestuosa. Claro que ella debiera poner algo de resistencia al principio para que Mirtha no sospechara de que todo estaba planificado, pero confiaban en que la naturaleza ardiente de la muchacha, de la que Mauro daba fe, terminaría por vencer cualquier atisbo de resistencia que pudiera presentar.
Un plan simple pero que Mauro expuso de manera tan elocuente que Laura no tuvo más remedio que convencerse que parecía dispuesto a tener buen éxito.
Ese sábado, que Mauro tenía libre en la oficina, Laura anunció a sus hijos que después de almuerzo iría a visitar a Lidia, su hermana, donde esperaba pasar toda la tarde. Y, de acuerdo a lo convenido con su hijo, volvería a la media hora con el pretexto de que su hermana no estaba en casa. Media hora era todo lo que Mauro le pedía para estar en la cama con Mirtha follando y que ella los sorprendiera.
Se despidió de ellos convencida de que al cabo de media hora Mirtha sería sorprendida teniendo sexo con su hermano, con lo que daría inicio al plan ideado por Mauro. Lo que Laura ignoraba era que Mauro, a su vez, había concebido otro plan con Mirtha, y que era el que harían todo para que su madre los sorprendiera mientras follaban. Ambas mujeres ignoraban que la otra estaba al tanto de lo que sucedería y que en definitiva todo era un plan de Mauro para que su madre y su hermana se involucraran lésbicamente.
Mauro estaba en una espiral de morbosidad que parecía no tener límite. No se conformó con follar a su madre y después a su hermana. Ahora deseaba que ambas tuvieran sexo estando con él. Y en sus planes estaba el obtener los favores de su tía Lidia, a la que pensaba visitar pronto.
Para él, las mujeres de su familia no implicaban ningún tipo de sentimientos. Eran instrumentos que satisfarían su enorme caudal erótico, desviado por fantasías que su madre y su hermana le habían permitido hacer realidad y que esperaba llevar al límite. El suyo era un caso patológico cuyas consecuencias no vislumbraba.
Pasado el plazo convenido, Laura volvió a casa. Invadida por los nervios, abrió suavemente la puerta. Cerró silenciosamente y esperó por si escuchaba algún ruido y aguzando el oído le llegaron los rumores que bajaban del segundo piso, donde estaban los dormitorios. Al parecer las cosas se estaban dando como lo había planeado pues los ruidos que alcanzaba a escuchar no dejaban lugar a dudas respecto del tipo de actividades que se estaba desarrollando en el dormitorio de ella.
Cuando logró follar con Mauro, Laura entró en un laberinto incestuoso del que ya no saldría pues su naturaleza fogosa le incitaba a seguir probando las mieles pecaminosas de las relaciones sexuales en su círculo familiar, como lo hiciera antes cuando era joven y logró seducir a su padre. Fue ella la que tomó la iniciativa con su madre y con su hermana, sus primeras experiencias sexuales familiares. Ahora fue ella la que le propuso a su hijo integrar a Mirtha a sus juegos incestuosos. Estaba consciente de que el sexo que más le atraía era el que llevaba esa cuota de morbosidad y tabú que le proporcionaba el hacerlo con los miembros de la familia. Cuando se casó, enamorada como estaba, había dejado este tipo de actividades pero después de la separación, cuando se sintió atraída sexualmente por su hijo, se despertó en ella toda su naturaleza incestuosa dormida y ahora estaba completamente desatada. Había empezado con su hijo y no sabía hasta donde llegaría ni como terminaría en este camino que había elegido. Era como una droga de la que no podía desprenderse y que después de ese tiempo de abstención que fue su matrimonio se había despertado en ella con más energía que antes, tal vez porque ahora era una mujer madura, plena y sin trabas. Quería disfrutar el sexo sin limitaciones y lo que más le atraía era el incesto.
Pero Laura sabía muy en el fondo de ella que esto no era más que el canto del cisne antes de morir, pues a su edad lo que tenía más cerca era la vejez y que la juventud se había ido de su vida irremediablemente. Lo que pretendía ahora al lanzarse con todo su ser en este mar de perversión no era sino una manera de negarse a si misma que estaba viviendo una juventud que no tenía y que muy pronto la realidad le cobraría con creces el pasaje a la fantasía. Y lo que no quería ver era lo que se le vendría más pronto que tarde: la constatación que con el sexo desatado con sus hijos solo lograría tener momentos de supuesta felicidad pero un futuro sin cariño, de soledad y desesperanza.
O tal vez lo vislumbraba pero en su desesperación por llenar el vacío que su marido le dejara estaba lanzándose a una piscina sin agua en busca de un remedo de felicidad, dejando en el camino todos los valores morales que hasta ahora guiaron sus pasos.
Pero ahora que estaba por “sorprender” a sus hijos follando le invadían los nervios, tal vez por el hecho de que no había tenido un encuentro previo con Mirtha que le permitiera cierta seguridad respecto del terreno que pisaba. Era Mauro quien había hecho todo el trabajo de preparación para cuando ella entrara en escena. Le había asegurado que los hilos de la situación los tenía en sus manos y que estuviera tranquila pues la muchacha estaría dispuesta a que hicieran un trío. Ella no estaba tranquila pues le faltaba la seguridad que le daría el hecho de haber sabido de primera mano que las cosas estaban bien encaminadas, pero debía confiar en que su hijo habría hecho bien su trabajo, ya que había resultado ser un excelente compañero de juegos sexuales y que, al parecer, no conocía límites en materia de morbo, lo que a ella le había agradado mucho pues se sentía muy compenetrada con él.
La hora de la verdad había llegado.
Subió con sigilo y mientras se acercaba al dormitorio empezó a distinguir muy bien los ruidos que venían de la pieza, típicos de una pareja que está teniendo sexo. Suspiró larga y calladamente y puso su mano en el picaporte. En ese momento escuchó nítidamente lo que la pareja decía.
Papito, rico, así, asíiiiiiiii
Toma, mijita, toma
Más, mijito, dame massssssssss
Ricoooooooooo
Era el momento adecuado para “sorprenderlos” pues se suponía que a esas alturas los amantes incestuosos no podrían parar por estar en el clímax de la follada y eso facilitaría el trabajo que se supone tendría que hacer Mauro para convencer a su hermana de que su madre se les uniera. Lo que Laura ignoraba era que Mirtha estaba deseosa de que su madre se les uniera y había aceptado con mucho gusto la proposición de su hermano, sin revelarle a este sus verdaderas intenciones. Su experiencia con su tía Lidia le había abierto un mundo nuevo en lo sexual y su madre era una candidata perfecta para seguir incursionando en el campo del lesbianismo. La cara de caliente que había vislumbrado en su madre le decía que esta sería una fiera en la cama.
Abrió la puerta y los vió en el momento más ardiente de su follada. Quedó sin habla al ver la fogosidad de los amantes, que se movían sin control buscando el clímax. Mirtha, su hija, con las piernas abiertas y cruzadas sobre la espalda de Mauro, su hijo, se movía como una loca desatada mientras éste empujaba con todas sus ganas su miembro dentro de la vulva de su hermana. Los dos se dieron cuenta que su madre había entrado, pero no hicieron caso de ella pues se suponía que si los veía follar como lo estaban haciendo se calentaría y les sería más fácil convencerla de participar, algo de lo que estaban muy equivocados pues Laura no necesitaba que la convencieran para unirse a ellos. Pero había que seguir el plan.
¡Mirtha!, ¡Mauro!
Los jóvenes la miraron, pero sin dejar de moverse. Mirtha fijó la vista en su madre y aumentó sus movimientos, para que viera bien cómo lo estaba gozando.
Mami, es exquisito
Laura, con una cara de sorpresa que disimulaba la calentura que ya sentía, le dijo “¿ Cómo puedes hacer eso, con tu hermano?” Y Mirtha, sin dejar sus movimientos pelvianos, a la par que elevaba sus piernas, como preámbulo de su inminente acabada, le respondió “ es tan rico, mami, sigue mijitoooo”
Laura se quedó parada, sin hacer nada, viendo como sus hijos acababan en medio de grititos de placer.
Mijitaaaaaaaaaa”
Papiiiiiiiiiiii”
Cuando se hubieron calmado, Mauro se levantó y se acercó a su madre, con su verga colgando y con restos de semen cayendo de ella. Laura permanecía en silencio, aunque su cara de sorpresa estaba siendo reemplazada por una expresión de deseo que no podía disimular. Mauro se plantó delante de ella y le habló, seguro de que su hermana creyera que intentaba “convencer” a su madre.
Mami, Mirtha y yo nos deseamos y nos gusta follar, no nos importa ser hermanos. Nos deseamos y punto. Eso es lo que cuenta.
Laura seguía sin decir nada, esperando que su hijo continuara con la comedia de persuasión delante de su hermana, la que se suponía que nada sabía del plan de ellos.
Ella está sola, no tiene un hombre cerca, excepto yo. Y contigo pasa lo mismo. Yo soy el único hombre confiable que tienen para satisfacer sus necesidades de sexo.
Pero hijo. . .
Córtala con lo de “pero hijo…”. Necesitas un hombre y yo puedo ser ese hombre. Acéptalo, soy lo único confiable que tienes a mano y yo estoy dispuesto a hacerte feliz. Y tu hija está de acuerdo, ¿verdad Mirtha”?
Su hermana se acostó de espaldas y sonriéndole a su madre, respondió.
Completamente de acuerdo. Ven mami, quedarás encantada, te lo aseguro .
Mauro tomó a su madre del brazo y la llevó a la cama, donde esta quedó parada delante de su hija que, con las piernas abiertas, mostraba aún restos de semen escurriendo por sus muslos. A Laura le sorprendió esta actitud tan impúdica de su hija, a la que suponía renuente a este tipo de situaciones y que se suponía debían intentar convencer. Para eso habían montado esta comedia. Parada, con las piernas ligeramente abiertas, miraba a su hija, mientras Mauro parado detrás suyo la abrazaba tomando sus senos y acariciándolos pegaba su verga al culo materno.
Mirtha observaba fascinada la maniobra de su hermano, creyendo que su madre no reaccionaba debido a la sorpresa, sin imaginar que todo era parte de un plan para lograr que ella aceptara la relación de madre e hijo, aunque ella estaba fascinada con el rumbo que las cosas estaban tomando. Decidió tomar parte y sin dejar su posición sobre la cama, tomó la punta de la falda de su madre y empezó a tirar de ella, mientras intentaba “convencerla”.
Vamos mami, tranquila, déjate llevar.
Y seguía tirando de la falda. Su madre se fue acercando paso a paso al lecho donde reposaba su hija, a la que deseaba poder comerle el chocho. Estaba sorprendida con la buena disposición de su hija, ya que había supuesto que pondría trabas para concretar el trío, pero ahora comprobaba que la muchacha deseaba participar tanto como lo deseaba ella. Increíble, su hija sería la tercera mujer de la familia que se comería.
Mauro empezó a desabrochar la blusa de Laura y dejar libres sus senos, que saltaron como deseosos de quedar en libertad.
Tu también necesitas de mi polla, mami. Escucha a tu hija.
Si, mami, déjate hacer. No somos tus hijos, somos dos amantes que quieren que te unas.
Mauro tomó los senos de Laura y empezó a masajearlos. Ella ya no podía contener el deseo de follar, especialmente al ver la pasión que se reflejaba en el rostro de su hija, que estaba ardiendo de calentura. Laura se olvidó del plan urdido con su hijo y lo único que quería ahora era estar ya entre los muslos de su hija, por lo que decidió terminar con la comedia y saltarse todas las etapas intermedias para ir derechamente al final. Era evidente que Mirtha la deseaba tanto como ella a su hija. ¡A qué seguir esperando!
Ay, hijo, no aguanto más. Haz lo que quieras hacer, pero hazlo ya.
Bien dicho mami. Déjate hacer.
Mauro le desprendió la falda, dejándola solamente en calzones. La empujó en la cama y Mirtha la recibió poniendo un beso en su boca, al que ella respondió simulando timidez. Su hija se subió sobre ella y abriendo su boca la besó, a lo que Laura respondió sacando la lengua y metiéndola en la boca de su hija. A partir de ese momento ambas perdieron toda compostura y se entregaron con todas sus ganas a gozar.
Mauro se puso encima de las mujeres y hundió su polla en la vulva de su hermana, que continuaba con las piernas abiertas sobre su madre. Mientras madre e hija se besaban apasionadamente y refregaban sus senos una contra la otra, Mauro metía y sacaba su herramienta del interior de su hermana, chocando su pelvis contra las nalgas de Mirtha, que se movían sin control.
Ricas, ricas las dos. Ahora, mami, abre tus piernas que te lo voy a meter.
Sacó la polla de la vagina de su hermana, la que se levantó un poco para permitir la penetración en su madre. Y Mauro hundió su herramienta en el chocho de Laura, que la recibió fascinada. Estaba follando con su hijo y tenía a su hija sobre ella, el sólo pensar en la situación la calentaba en extremo, pero el estar viviéndolo sobrepasaba todo. La sensación que ambos jóvenes le producían fue mucho para ella y terminó soltando sus jugos en medio de estertores y grititos de placer.
Mirtha se levantó y se sentó sobre el rostro de su madre, poniendo su chocho sobre la boca materna.
Es tuyo, mami. Chúpalo, mámalo.
Y Laura no se hizo repetir la orden, aplicándose de lleno a meter su lengua en el sexo de su hija, a apretar con sus labios los labios vaginales de Mirtha, tomándola de las nalgas y apretándolas, mientras Mauro, enardecido por la escena que madre e hija protagonizaban, se puso entre las piernas de Laura y se dedicó a darle el mismo tratamiento que esta le daba a su hija.
Laura enloqueció con la chucha de Mirtha en su boca y con la boca de Mauro en su chucha. Su cuerpo se encabritó y en medio de saltos convulsos sintió que un nuevo orgasmo se habría paso en su interior y salía hasta alojarse en la boca de Mauro, que tragó lo más que pudo del torrente que su madre expulsaba. Mirtha, por su parte, inundó la boca materna con sus propios fluidos, en medio de gritos de placer.
Ambas mujeres quedaron acostadas de espalda, intentando reponerse, y Mauro parado frente a ellas exhibía su herramienta aún con deseos de buscar un alojamiento. Su madre tomó el toro por las astas y besando apasionadamente a su hijo, le hizo señas a Mirtha para que se pusiera en cuatro pies. Cuando la muchacha estuvo en la posición “a lo perrito”, Laura se puso encima. De esta manera madre e hija mostraban sus nalgas y sus chochos a Mauro, para que dispusiera de ellos.
Hijo, fóllanos a las dos.
Encantado, mami
Veamos si puedes hacer acabar a tu madre y a tu hermana al mismo tiempo.
Mmmm, empezaré por ti que eres la más caliente de las dos
Y Mauro hundió su polla en la vulva de su madre, que a estas alturas estaba sumamente sensible y empezó a moverse con desesperación en busca de otro orgasmo, el que muy pronto se hizo sentir cuando su cuerpo empezó a descontrolarse. En ese momento, Mauro sacó su verga y la hundió en el chocho de su hermana, ubicado abajo, y que esta había estado masajeando cuando Mauro follaba a su madre, por lo que se encontraba en un estado tan sensible como el de Laura. Y ambas mujeres empezaron a gemir, a dar gritos de placer y a soltar sus jugos, en tanto Mauro acababa junto a sus dos amantes.
Los tres cuerpos se tumbaron en la cama envueltos en traspiración y jadeando como si les faltara el aire. Tal era el estado de excitación que habían vivido.
El resto de la tarde y parte de la noche lo pasaron conversando, bebiendo y follando, en un estado de calentura que parecía no tener fin. Cuando el sueño los venció cada uno prácticamente se arrastró a su dormitorio y durmieron hasta bien avanzada la mañana del domingo.
El ambiente familiar se tornó alegre durante el resto del día y los tres reían felices, sabiendo que había algo que los unía y que podrían disfrutar a plenitud del nuevo rumbo que había tomado la relación madre e hijos.
Durante la semana, debido a su trabajo, a Mauro se le hacía difícil mantener el ritmo de su madre y de su hermana, las que no perdían el tiempo y casi todos los días andaban buscándose. El deseo entre ellas era tan intenso que cada vez que se involucraban parecía ser la vez primera, por su intensidad.
El muchacho, por su parte, seguía pendiente de Claudia, su compañera de trabajo, a la que empezó a brindarle las mejores de sus atenciones de manera de atraerla. Y esta labor ocupaba gran parte de su tiempo libre durante la semana, por lo que de lunes a viernes mantenía a sus amantes libradas a su suerte. Claro que estas no tenían nada de qué quejarse en este sentido.
Las largas pláticas con Claudia se hicieron habituales y Mauro esperaba ansiosamente los momentos en que después de salir de la oficina buscaban el Café donde pasaban horas conversando de sus vidas. Así fue como se enteró de que ella era hija única, que vivía con sus padres y que había tenido un solo novio en su vida, con el cual pensaba casarse cuando lograran afirmarse económicamente. El, a su vez, le contó de su infancia, de sus estudios, de su vida familiar, pero, obviamente, omitiendo toda referencia a la situación actual con su madre y su hermana, situación que le avergonzaba cuando estaba con Claudia
Para la muchacha estas conversaciones se fueron haciendo tan necesarias al final de la jornada de trabajo que cuando no podía encontrarse con Mauro para “conversar un cafecito” sentía que el día no estaba completo.
Así fue como entre los dos se fue estrechando un lazo de afecto que les hacía sentirse muy gratos cuando estaban juntos.
La vez que Claudia no fue a trabajar debido a que se quedó en casa resfriada, él aprovechó esa tarde para visitar a su tía, a la que le debía una visita para comprobar si realmente era tan ardiente como su hermana y su sobrina. Iba decidido a lograr por todos los medios que su tía cayera en sus brazos y así completar el círculo familiar incestuoso que estaba formando.