Aventuras incestuosas de Mauro - 3
Mirtha le cuenta a su hermano su experiencia lesbica con su tía, mientras ultiman los planes para hacer un trío con la madre de ambos. El decide que debe visitar a su tía.
Autor: Salvador
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Aventuras incestuosas de Mauro
3: Lidia
Cuando Mauro le propuso a su madre que le dejara a solas con su hermana ese domingo, no pensó en el giro que tomarían las cosas a raíz de la experiencia que Mirtha había vivido la noche del sábado en casa de su tía Lidia.
El muchacho esperaba tener un día de sexo con su hermana y cuando se diera la ocasión, le contaría lo que había entre él y su madre y de ahí pasaría a proponerle hacer un trío con ellas dos. Pensaba que al igual que con Laura, el hecho de haber hecho recién el amor le facilitaría las cosas. Y, si no habían complicaciones, podría gozar de los favores de su madre y de su hermana. Pero ese domingo los hechos tomaron un rumbo inesperado y los planes de Mauro cambiaron para terminar resultando muy diferente a lo que pensaba en un principio.
Lo primero que le llamó la atención fue la fogosidad con que su hermana respondió a sus requerimientos, entregándose a él como pocas veces antes, con ímpetu que a Mauro le pareció excesivo, considerando que venían teniendo sexo a lo menos un par de veces a la semana, por lo que no se explicaba tanto ardor en ella. Cuando hubieron acabado, interrogó a su hermana para saber la razón de su comportamiento. La revelación que hiciera la muchacha cambiaría todos los planes que se había forjado.
- Algo pasa contigo, hermanita
- ¿Por qué dices eso?
- Tu comportamiento de hoy no es normal. Algo ocultas.
- ¿De donde sacaste esa idea?
- Estoy seguro que tienes un secreto.
- ¿Por qué lo dices?
- Tu comportamiento de hoy lo revela
- ¿Cómo así?
- Te portas como si quisieras demostrarte algo a ti misma
- Tienes razón, hermanito
- ¿Ves? Es como si no estuvieras totalmente segura de ti
- Si, eso es
- ¿Y de qué no estás segura?
- ¿La verdad? No estoy segura de que me gusten los hombres
- ¿Cómo?
- Si, así como suena, hermanito. Por eso estaba tan ardiente
- ¿Para demostrarte a ti misma que aún te gustan los hombres?.
- Si, justamente.
- ¿Y esto por qué?
- Me cuesta contártelo, pero si no lo hago contigo, no sé a quién decírselo.
- Tienes razón, hermanita. Soy tu hermano, amante y confidente.
- Es que anoche estuve con otra mujer e hicimos el amor
- Pero si ayer fuiste a casa de la tía Lidia.
- Justamente
- ¿No me digas que lo hiciste con la tía Lidia?
- No sé como sucedió pero pasamos juntas la noche.
- Y por lo visto te gustó lo que hicieron
- Ese es el problema. Me encantó
- Hermanita, no seas tontita. Eso no te hace lesbiana, chiquilla
- ¿Estás seguro?
- Pero claro, fue una experiencia nueva y nada más
- Pero me gustó.
- Y puedes volver a hacerlo con ella, pero seguirás siendo toda una mujer
- ¿Por qué?
- Por la forma en que hemos hecho el amor desde que empezamos. Por eso.
- ¿Tu crees?
- Pero claro, niña, lo de la tía es una novedad, nada más.
- Pero una novedad muy exquisita
- Lo admito, pero por eso no dejas de ser toda una mujer como lo eres
- Me tranquilizas, hermanito
- Ahora cuéntame cómo fue esa experiencia con la tía Lidia.
- Todo empezó después que acostamos a la bebita. . . .
Lidia, cinco años menor que Laura, se conservaba estupendamente y se veía casi tan joven y rozagante como su sobrina. Laura y sus hijos querían mucho a Lidia pues cuando el marido abandonó a Laura, ella se acercó a su hermana y fue su compañía para esos negros días. Los lazos entre ellas, que se habían distanciado después del casamiento de Laura, se estrecharon después de la separación y Lidia fue en más de una oportunidad el paño de lagrimas de su hermana y apoyo de sus sobrinos, especialmente Mirtha debido a su experiencia similar a la de su madre.
Mirtha visitaba asiduamente a su tía, con la que pasaban días enteros conversando de esas cosas que las mujeres conversan y que los hombres no pueden entender cómo les puede tomar tanto tiempo. Y ese sábado la sobrina iba a pasar la noche con su tía para resolver unos problemas domésticos con la ayuda de su querida tía.
Después de acostar a la bebita, tía y sobrina fueron al dormitorio de Lidia, donde continuaron charlando, pero ahora al calor de unos tragos que se prepararon entre risas y juegos. Ya iban por el tercer vaso cuando la conversación empezó a hacerse más densa y las miradas de la tía a las piernas de la sobrina fueron evidentes, a lo que esta no dio mayor importancia en un principio. Pero, cuando las miradas de Lidia se hicieron más osadas, Mirtha sintió que un escalofrío la recorría, producto del nerviosismo y de una sensación nueva que invadía su cuerpo. Estaba conciente que los tragos ayudaban a que las sensaciones que recorrían su cuerpo fueran más fuertes y frecuentes, pero seguía bebiendo porque le agradaba sentir lo que sentía. Y a mayores tragos, mayor osadía, mayor sensación de placer. En definitiva, las cosas empezaron a precipitarse entre ambas.
Estaban sentadas en la cama, con las piernas recogidas. Mirtha con sus muslos a medio cubrir por una minifalda que, por la posición, se le había subido a media pierna, en tanto Lidia, que usaba una falda amplia, la había recogido de manera que también dejaba a la vista de su sobrina buena parte de sus muslos, que mostraban sus blancas carnes. En un momento dado las dos mujeres miraban los muslos de la otra con un interés innegable y no hacían nada por cubrir los propios. Los tragos estaban haciendo efecto en las dos, especialmente en Mirtha, con menos experiencia en esto de beber, por lo que su actitud era más evidente que en Lidia, que se mostraba mucho más segura de si misma, como dominando la situación. ¿O tal vez por mayor experiencia en estas lides?
- ¿Has hecho el amor después de tu separación?
- ¿Con quien? Si no hay nadie que valga la pena
- Tienes razón, Mirtha, por eso yo también estoy en ayunas en cuanto a sexo
- Es cierto. Mas vale sola que mal acompañada
- Pero tu tienes a tu hermano
- . . . . .
- Seamos francas, Mirtha. Mauro está en edad de hacer feliz a una mujer
- Pero tía, es mi hermano
- A ver, seamos sinceras o mejor no conversemos más de esto, ¿ya?
- Bueno, tía, seamos sinceras.
- Entonces dime, ¿te has acostado con Mauro?
- Mmmm, si
- ¿Ves? Si yo también fui joven y sé que la sangre es más fuerte
- Tienes razón
- Y cuando la naturaleza llama, nada la detiene, ni los lazos familiares
- Es cierto
- Pero yo no tengo un hermano cerca que me ayude
- Pobrecita tía.
Mirtha, sonriendo, puso su mano en la pierna de Lidia, a manera de consuelo, lo que produjo en esta un estremecimiento que no pasó desapercibido a la muchacha. Ese temblor fue un acicate para la sobrina, que dejó su mano en la pierna de su tía mientras seguían conversando, en tanto Lidia abría poco a poco sus piernas, para que su sobrina tuviera una completa visión de sus muslos.
- Si, pobrecita de mí
- ¿Y cómo te consuelas, tía?
- No me queda otra cosa que gozar a escondidas, con mi mano
- O con un consolador, imagino
- No, prefiero la mano, que es más rico
- ¿Por qué más rico que un consolador?
- Porque puedo mover mis dedos alrededor de mi cosita.
- Yo lo hago a veces también, pero no he sentido nada especial
- ¿Comparado con la verga de tu hermano?
- Si, la cosa de mi hermano es mejor
- Es que tal vez no sabes acariciarte como debes hacerlo
- No sé, yo creo que lo hago bien, como todas las mujeres.
- No, pues. A ver, muéstrame como lo haces
- Pero tía, me da vergüenza
- ¿Te molestaría si te muestro como lo hago yo?
- A ver, muéstrame por favor
Le petición de Mirtha fue hecha con voz enronquecida por el deseo. Lidia levantó completamente su falda e hizo a un lado su calzón, dejando al aire un par de labios rosados rodeados por un monte de Venus cubierto de rizados pelos que llamaron la atención de su sobrina, que no apartaba la vista del sexo de su tía.
- Siempre lo hago frente a un espejo
- ¿Por qué?
- Para ver la cara de viciosa que pongo cuando me caliento
- Te pasaste, tía
- Nunca me saco toda la ropa, para dejar algo a la imaginación. Es como si viera a otra mujer masturbándose. ¿Me comprendes?
- Me parece interesante. No se me había ocurrido
- Después empiezo a pasar dos dedos a lo largo de mis labios vaginales
- Mmmmm
- Suavemente, lentamente. Arriba y abajo
- Mmmmm
- Intentalo
- ¿Así?
- No, tontita, arriba y abajo, sin meterlo
- Ya, así, ¿verdad?
- Espera, deja que te enseñe
Y lidia puso su mano sobre la de Mirtha y empezó a guiar sus dedos sobre la rajita de su sobrina, que mostraba evidentes signos de excitación por la cercanía de su tía.
- Asi, ¿ves?
- Mmmmm
- ¿Aprendiste?
- Si, tía, pero no saques los dedos, por favor
- ¿Te gustaría que siga?
- Si, está rico
- Mírame a los ojos mientras te acaricio la cosita
- Tiita
- Mijita.
- Es rico, tía, muy rico
- Puedes hacérmelo si quieres
- Si, tiita
- Mmmmm, lo haces tan rico, mijita
- Tiita linda
- Bésame
Tia y sobrina se fundieron en un beso apasionado, en que las lenguas buscaban penetrar lo más profundo de sus bocas, en tanto sus dedos se cubrían del jugo seminal que brotaba de las rajas de tía y sobrina.
- ¿Viste que puede ser exquisito?
- Si, tienes razón, es tan rico como la verga de Mauro
- Y eso puede ser mejor aún
- ¿Mejor aún?
- ¿Quieres probar?
- Si, tiita, dame a probar
- Desvístete y ponte de espalda en la cama
Mirtha no se hizo esperar, pues estaba lanzada de lleno a gozar de los placeres de la carne y se desnudó completamente, acostándose en la cama con las piernas abiertas, como cuando esperaba la verga de Mauro. La tía se puso entre sus piernas, metió la cabeza entre los muslos de su sobrina y empezó a lamer la rajita de Mirtha, que aún tenía gotas del efluvio anterior. Cuando la muchacha sintió la maestría con que su tía metía la lengua para explorar el interior de su túnel de amor, levantó las piernas y emitió unos grititos de gozo que delataban el deleite que estaba sintiendo con la lengua de Lidia, la que aumentó los movimientos para hacer de esa acabada de su sobrina algo que recordara por mucho tiempo. Finalmente Mirtha lanzó chorros de líquido seminal en la boca de su tía, que tragaba como si fuera un helado.
- ¿Y?
- Fue increíble, tía
- Ya es hora que me digas Lidia, ¿no crees?
- Bueno, Lidia. Quisiera devolverte el favor
- Encantado, mi cielo
- No lo haré como tu, pero por empeño no me quedaré, te lo aseguro
La muchacha se refugió entre los muslos de su tía y hundió su cabeza hasta que su lengua encontró la gruta peluda que Lidia le ofrecía. Aunque con algo de brusquedad, pero no sin menos entusiasmo, Mirtha le aplicó a la raja de su tía un tratamiento que esta supo agradecer, regalándole con una copiosa acabada que dejó feliz a la muchacha por el efecto que había logrado en su primera mamada lesbiana.
- Me encantó pasar mi lengua por tu cosita, Lidia
- Es rico, ¿no es cierto?
- Es una experiencia increíble, completamente nueva para mi
- Diferente, pero igualmente exquisita que tener una verga dentro, ¿verdad?
- Cierto. Son dos cosas diferente pero igualmente ricas
- Y aún queda mucho por aprender, mijita
- Por mí, encantada, Lidia
- Saliste bien caliente, cariño
- Si, Lidia, soy caliente, soy una puta
- Mi putita caliente
- Si, mijita, tu puta caliente
- Perra, dame tu boca, bésame
Lidia se subió sobre su sobrina y la besó con pasión, apretando sus senos a los de la muchacha, que la abrazó con pasión. La tía llevó su sexo de manera de ponerlo sobre el de Mirtha y pasando una pierna entre las piernas de esta, empezó a restregarle su raja contra la de la sobrina, que empezó a moverse como si estuviera follando.
- Uyyyyy, qué rico
- Si, mijita, toma
- Mijita, sigue, sigue
- Cielito, toma, toma
- Ayyyy, tiiiita linda, mijitaaaaa
- Toma, goza mi amor
- Siiiiiiiiii amorcito
- Aghhhhhhh, yaaaaaaaaaaaaaaaa
-
Tía y sobrina, fundidas en un abrazo, quedaron extenuadas sobre la cama, respirando con dificultad después del intenso orgasmo que les produjo la copula lesbiana.
Cuando se durmieron lo hicieron felices y con la promesa de repetir la experiencia pronto.
Al día siguiente, cuando se levantaron, en sus rostros se reflejaban los efectos de la intensa noche de amor vivida, pero ambas actuaron naturalmente, cosa extraña entre dos personas que estaban solas y que no tenían que fingir ante nadie. Para Mirtha lo sucedido entre ambas le dejó una profunda inquietud, que trataba de disimular con una actitud de “aquí no pasó nada”. Y es que el gusto que le produjo el sexo lésbico fue tan intenso que le había hecho incluso dudar de su inclinación sexual. ¿Sería que había encontrado en su tía la ruta sexual que le llevaría a la felicidad? ¿Y qué pasaría con su hermano o con los hombres en general? Sí, porque no había descartado hasta ahora la posibilidad de volver a incursionar sexualmente con otros hombres aparte de su hermano. Pero ahora dudaba incluso de esta posibilidad.
Lidia, por su parte, tenía un sentimiento de culpa por haber seducido a su sobrina y haberla hecho partícipe de su extravío sexual, introduciéndola en un mundo que sabía desviado, no natural. Mirtha era una muchacha con todo un mundo de posibilidades para ser feliz con un hombre y hacer feliz a un hombre. Y ella de alguna manera estaba truncándole esa posibilidad. Pero disimuló sus aprensiones con una actitud de indiferencia respecto de lo sucedido.
Mirtha pronto clarificaría sus dudas cuando conversara con su hermano, pero Lidia no te a quién participar de su dilema. Y eso la mortificaba.
- Hermanita, fuiste feliz y eso es lo importante
- Gracias por tu comprensión
- Ya verás que puedes gozar conmigo y con la tía Lidia
- ¿Tu crees?
- Pero claro. Solo que . . .
- ¿Qué?
- Mami
- ¿Qué pasa con mamá?
- Tía Lidia, tu y yo nos tenemos para ser felices, pero ella está sola
- Cierto, ¿pero qué podemos hacer?
- También tiene derecho a gozar, ¿no crees?
- No te entiendo
- Me gustaría hacerla feliz
- ¿Tu? ¿Cómo se te ocurre?
- ¿Por qué no?
- ¡Porque es tu madre, por eso!
- Pero tu eres mi hermana y Lidia es tu tía
- . . . . .
- Si nosotros podemos, ¿por qué no ella?
- Pero ella nunca aceptaría
- Mira, ella es mujer, y aún es joven. Tiene sangre que aún hierve en sus venas.
- Pero eso no es suficiente para que acepte acostarse con su hijo
- Claro que no. Pero una ayudita serviría
- ¿Cómo es eso de una ayudita?
- Es cosa de despertar en ella el deseo, incitarla
- ¿Y cómo podría ser eso?
- Imagina que nos sorprende cogiendo a ti y a mi
- Se armaría la grande, puedes estar seguro
- No, te apuesto que no
- ¿Por qué estás tan seguro?
- Porque primero la prepararía
- No entiendo
- Simple, hermanita, me insinuaría, prepararía el terreno
- ¿Y si te manda al diablo?
- Entonces sabría que no hay caso y ahí dejamos todo
- Claro, pero si no dice nada es porque tienes alguna posibilidad, ¿verdad?
- Exacto
- Eres un pillo, hermanito
- Entonces, ¿me ayudarás?
- Bueno, veamos que resulta de todo esto.
Mauro le pidió a su hermana que se pusiera en cuatro pies y le puso la verga a la entrada de la vulva, por entre los cachetes de la muchacha, que lo esperaba con ansiedad debido a la excitación que le produjera la conversación reciente.
El trozo de carne se hundió en el interior de Mirtha, que movía su cuerpo descontrolada mientras las bolas de Mauro golpeaban los cachetes de esta. Los senos de la muchacha se bamboleaban al compás de los movimientos de su cuerpo.
- ¿Te gusta la pija de tu hermanito?
- Si, mijito. Es rica
- ¿Sientes como te entra y sale?
- Siiiiiii, mijito
- ¿Eres mi perra caliente?
- Siiiiiiiiii, soy tu perra caliente
- Toma, puta caliente, perra
- Siiiiiiiiii, sigue
- Toma, toma.
- Aghhhhhhhhh
Los hermanos acabaron juntos y quedaron tendidos en el suelo, felices por la experiencia vivida y por los planes que tenían para con su madre. Mauro pretendía que Mirtha aceptara su relación con Laura, pero a su hermana la movía otro interés, nacido de su relación con su tía Lidia, un interés que calzaba perfecto en los planes de él. Un trío implicaba que en algún momento ellas tendrían que tener sexo lésbico y eso para Mauro era la culminación de esta experiencia sexual.
Pero estaba el caso de Lidia. Al parecer su madre y su tía tenían más de algún secreto entre las dos, a juzgar por lo que Lidía le dijo a Mirtha. Si las dos hermanas eran tan calientes a esta altura de sus vidas, era de suponer que en su juventud también hicieron cosas como las que él estaba haciendo con su hermana y su madre. Parecía que la calentura les venía en la sangre, por el lado materno.
Mientras su verga expelía sus jugos en el interior de su hermana, Mauro pensaba que era la oportunidad de visitar a su tía y comprobar qué había de cierto en sus sospechas.
Pero primeramente debían llevar a cabo sus planes con Laura.
Pero los planes se dilataron un tiempo aún debido al nuevo trabajo que consiguiera Mauro, que le quitó gran parte del tiempo libre de que disponía. Y las preocupaciones de su nueva ocupación contribuyeron a que su creciente y extraviado apetito sexual se calmara un poco y relegara sus actividades incestuosas para el fin de semana.
Por otra parte, empezó a frecuentar una compañera de trabajo que se mostró muy cordial y servicial con él. Mauro se sentía muy a gusto con ella y el tema sexual no parecía ser prioritario en su relación, que por ahora se mostraba puramente de compañeros de trabajo.
No fue sino hasta un par de meses después que Mauro se planteó seriamente su relación con Claudia, su compañera de trabajo, cuando esta le confesó que se iba a comprometer con su novio de toda la vida, lo que para nuestro joven constituyó un golpe inesperado que le produjo una oleada de celos que le sorprendió pues hasta ese momento no pensó que sus sentimientos hacia Claudia fueran más allá del trabajo.
Se hizo el firme propósito de conquistar a su compañera, pero en su afán no había una intención sexual. No. Era más bien un deseo muy intenso de hacer todo lo posible para que ella no se alejara de su vida. No deseaba perderla.
Mauro aún no se daba cuenta, pero estaba enamorándose de Claudia.
Pero esta es otra historia, que aunque marcha paralela a la historia incestuosa de Mauro, finalmente terminarán fundiéndose en una sola, con consecuencias trágicas.