Aventuras incestuosas de Mauro - 2

Mauro le narra a su madre la manera en que logró follar con su hermana. Y ambos tienen una idea que esperan llevar a la realidad: hacer un trio de madre e hijos.

Autor: Salvador

Dirección: demadariaga@hotmail.com

Aventuras incestuosas de Mauro

2: Mirtha

Había vuelto a la casa materna después de un fracaso matrimonial y con un hijo de 6 meses. Su madre la había recibido con los brazos abiertos y fue la ayuda que la muchacha necesitaba en un momento tan infeliz de su vida. No había alcanzado a soportar dos años los malos tratos y decidió que era mejor seguir su vida sola. A sus 22 años cargaba en sus hombros un fracaso matrimonial y la responsabilidad de alimentar y educar a su hija, pero su madre le brindó la acogida que ella precisaba, ayudándola en el cuidado de la bebita mientras Mirtha iba a trabajar. Su soledad actual era preferible a la vida de golpes, malos tratos y vejaciones que fuera su matrimonio.

Todo transcurría apaciblemente en la casa materna, pero el clima se tornaría bruscamente tormentoso con las desavenencias entre sus progenitores, las que finalmente desembocaron en la partida de su padre, dejando a su madre en la misma situación de la hija: sola y sin marido. Afortunadamente en esa época vino Mauro a pasar sus vacaciones de invierno y su presencia ayudó a aliviar el ambiente de pesadumbre que reinaba en casa. Los hermanos departían tardes completas, como nunca antes, ya que había dos años de diferencia entre ambos. Hasta ese año las relaciones de los hermanos habían sido relativamente distantes, ya que la diferencia de años que antes les separaban ahora empezaban a desaparecer por la madurez de ambos. La situación de Mirtha pareció ser el elemento catalizador que les facilitó el acercamiento y la comunicación, la que se hizo cada vez más estrecha, sin imaginar ninguno de los dos hasta que punto.

La belleza de Mirtha no le pasó desapercibido a Mauro y los encuentros de los hermanos para el empezaron a ser instancias para espiar sus piernas, sus pechos y echar a volar su imaginación con situaciones eróticas en que ambos eran protagonistas, lo que finalmente terminaba en masturbaciones solitarias en el baño o en su dormitorio, dedicadas a su hermosa hermana. Para el muchacho todo en la vida se reducía a sexo y todo en el giraba en torno a la manera de satisfacer los enormes apetitos que le invadían y su hermana parecía un objetivo lógico, sin importarle el lazo familiar. El hecho de que ella estuviera separada, que no tuviera pareja, le hacía pensar que era una mujer dispuesta al sexo, lo que acicateaba su imaginación con escenas que suponía podrían llevar a cabo, las que invariablemente terminaban en torrentes de semen que expelía al final de masturbaciones que se hacía pensando en su hermana.

Para Mirtha, en tanto, la presencia de su hermano empezó a cambiar desde el confidente que era en un principio al hombre que estaba al lado de ella y que evidentemente la deseaba. De ello se había percatado en más de una oportunidad. Incluso, la sorpresa inicial cuando le oyera masturbarse en el baño gimiendo su nombre quedamente, dio paso a la curiosidad y al deseo insatisfecho, haciendo que también ella se imaginara teniendo sexo con su hermano, lo que le hizo acudir a su mano para satisfacerse en la soledad de su dormitorio.

Era evidente que las suposiciones de Mauro no eran equivocadas, ya que su hermana se sentía deseosa de tener a un hombre, su cuerpo lo reclamaba, y el era el único cercano que pudiera sacar los deseos insatisfechos de su cuerpo. El deseo estaba instalado en la mente de Mirtha, la que estaba segura que tenía que ser ella quien tomara la iniciativa, dada la inexperiencia de su hermano.

Una tarde particularmente calurosa, ella acudió al dormitorio de su hermano con el pretexto de pedirle una revista, pero con el firme propósito de sentirlo más como hombre. Su madre había salido por toda la tarde y el muchacho dormía placidamente. Y ella deseaba a su hermano, ahora mismo, pues su cuerpo ya no aguantaba de deseo y tenía que satisfacerse a como diera lugar.

Lo encontró dormido sobre la cama y ella le despertó. El se irguió presto, como adivinando que algo importante estaba por pasar. Mirtha se sentó también, frente a el. Cruzó sus piernas pero tuvo cuidado de no mostrar nada por ahora. La conversación versó sobre temas familiares intrascendentes, hasta que ella decidió tomar el toro por las astas.

- ¿Desde cuándo que te masturbas con mi ropa interior?

- ¿Por qué dices eso?

- No me mientas, que te he sorprendido varias veces, en el baño

- No. . .

- Y también en tu dormitorio

- Pero. . .

- Y usas los bikinis que dejo para lavar

- Es que. . .

- No seas tonto, si no estoy enojada. Solamente te pregunto por curiosidad

- Bueno. . . .

- Anda, no seas malito, dime cuando empezaste a masturbarte

- . . . desde que llegué a cada a pasar las vacaciones

- ¿Antes no?

- Tu no estabas

- Pero ¿no te calientas con otras niñas?

- No se comparan contigo

- Gracias, hermanito. Me gusta.

- Es que es la verdad

- ¿Y qué piensas cuando lo estas haciendo?

- En ti

- Si, lo sé. Pero, ¿qué te imaginas haciendo conmigo?

- Bueno, pienso en tus piernas, en tus muslos

- ¿Te gustan?

Y mientras preguntaba, Mirtha abrió lentamente sus piernas, mostrando a su hermanito sus muslos y al final de estos un blanco bikini, cuya tela cubría el paquete de su sexo.

- Si…… Eres exquisita

- ¿Y en qué más piensas?

- En tu cosita, cuando huelo tu bikini

- ¿Te gusta olerlo?

- Es que me imagino el olor de tu cosita

- Mmmmm.

Sin decir palabra, Mirtha estiró sus piernas, se sacó su bikini y se lo pasó a su hermano

- Toma, huelelo

- Mmmmm. Rico

- ¿Te calienta?

- Mucho, mucho

- Entonces, hazlo delante de mí

Mauro dudó unos instantes, pero la situación era demasiado evidente como para ignorarla, por lo que se decidió, abrió su bragueta y sacó su herramienta, la que empezó a masajear con brusquedad. La presencia de su hermana, el bikini que esta le había pasado, fue demasiado para su infantil imaginación y acabó más pronto de lo que hubiera deseado.

- Eres muy brusco, hermano

- Disculpa. . .

- Hay formas mas delicadas para hacerlo, mas ricas

- Mmmmm

- A ver, déjame enseñarte

Y Mirtha se apoderó de la herramienta de su hermano y empezó a masajearla suavemente, sin dejar de mirarlo a los ojos. Mauro estaba embelezado con el trabajo de su hermanita, que movía sus dedos con delicadeza, arriba y debajo de su pedazo de carne, que palpitaba del deseo. Ella acercó su boca a la cabeza de la verga y abrió los labios como para tragarla, pero no lo hizo. Fue una insinuación de lo que pretendía hacer más adelante. Pero fue suficiente para el pobre Mauro, que volvió a acabar, esta vez en la mano de su hermana mayor.

- ¿Viste la diferencia?

- Tienes razón, fue muchísimo mejor

- Ahora dime, ¿lo has hecho alguna vez?

- Algunas veces.

- ¿Te gustaría hacerlo?

- Pero claro

- El problema es que acabas muy luego

- Pero puedo aguantarme

- Te voy a poner a prueba. Si la pasas, lo haremos entre los dos

- Listo, lo que tu quieras

- Me vas a besar mi cosita y me harás acabar, pero sin que tu acabes

- Ya

-

Se abrió de piernas, dejando expuesta a la vista de su hermanito el hermoso espectáculo de la mata de pelo y el tajo entre sus hermosos muslos. Su hermano se precipitó desesperado entre las piernas de Mirtha y empezó a mamar y besar la vulva de su hermanita, que esta movía con maestría, agarrando la cabeza de Mauro para guiarlo en sus movimientos. El muchacho se aferró a sus glúteos y empezó a bombear en el túnel de amor de ella, hasta que esta sintió que una corriente de energía subía por su cuerpo  se precipitaba fuera en forma de un torrente de jugo vaginal, que inundó la boca de Mauro, que sorprendido no atinó a otra cosa que a intentar tragar lo que pudiera.

Mirtha quedó más que satisfecha con el trabajo de su hermano y decidió que era momento de probar su herramienta, por lo que le hizo señas para que se subiera encima suyo y con su mano se aferró del trozo de carne, que dirigió a la entrada de su gruta de amor, de la que aún destilaban gotas del efluvio que su hermanito le había provocado.

- Por favor, no acabes muy pronto

- Me voy a aguantar lo mas posible

- Es que deseaba tanto sentir una verga dentro, que quiero gozarla mucho

Puso la verga a la entrada e instintivamente su hermano empujó hasta alojarla completamente. La muchacha empezó a moverse desesperada, abrazada a su hermano, que se movía con parsimonia, aguantando el deseo para que ella gozara todo lo posible, llegando a poner sus pensamientos en otra cosa, para no pensar en lo que estaba haciendo, de manera de que así pudiera dilatar la llegada del orgasmo final. Ella se soltó completamente y subiendo las piernas sobre la espalda de su hermano empezó a galoparlo con desesperación, entre gritos de deseo y gozo.

- Si, mijito, si

- Toma, mijita, toma

- Eres tan rico, mijito

- ¿Te gusta?

- Siiiii, te deseaba tanto. Cójeme, cójeme.

- Toma, mijita, toma

- Cojes rico, mijito. Cójeme

- Si, mijita rica, si

- Mételo, mételo más, mijito rico.

- ¿Lo sientes, mijita?

- Si, rico, mijito. Aghhhhhhhhhhhh

Mirtha perdió toda compostura, levantó las piernas y en medio de quejidos acabó de manera estrepitosa, con gritos fuertes que delataban el estado de agitación a que su hermano la había llevado. Mauro estaba feliz pues había logrado hacerla acabar antes de que el lo hiciera, por lo que siguió moviéndose con más calma, intentando gozar plenamente cada metida y sacada. Su hermana se repuso luego y encantada comprobó que su hermanito seguía metiendo y sacando su verga de dentro de ella, por lo que  se prestó gustosa a secundarlo.

- ¿Quieres seguir?

- Si, mijita

- Así, mi amor, así.  Con calma.

- ¿Sientes como te entra y te sale?

- Es exquisito, mijita

- ¿Te gusta como te lo hago?

- Lo haces rico, amor. Cojes muy rico

- ¿Te gusta como te cojo?

- Siiiiii. Culeas  exquisito

- Me gusta culearte, hermanita

- Si, hermanito, culeame harto

- Soy tu hermano que te culea, hermanita

- Si, hermanito. Y yo soy tu putita

- Si, putita rica. Mi hermanita puta

- Si, tu puta. Tu perra caliente

- Si, perra caliente. Mi hermanita caliente. Mi putita

- Aghhhhhhhhhhhhhhhhh

Mirtha no pudo aguantar más la calentura que le producía el lenguaje soez que estaban empleando y nuevamente le regaló a su hermano una acaba, tan intensa como la primera, con las piernas en alto y con gritos destemplados que delataban el nivel de gozo que había sentido entre los brazos de su hermano que, completamente satisfecho de lo que había logrado con su hermanita, sintió llegado su momento y sus movimientos se hicieron ahora convulsos, desesperados, en busca del ansiado orgasmo.

- Hermanita, ahora me toca a mi

- Si, mijito, acaba dentro de tu hermanita, la puta

- Si, mi putita, muévete mientras te cojo más

- ¿Te gusta como se mueve tu perra caliente?

- Si, perra caliente, puta, rica. Ayyyyyyyyyyy

- Aghhhhhhhhhhhhh

Y ambos quedaron tendidos en la cama, sudorosos, abrazados y fundidos en un beso apasionado.

Al cabo de un rato, ya recuperada la respiración normal, los hermanos se miraron, se dieron un beso y bajaron a la cocina a esperar a su madre que no tardaría en volver.


Terminada la confesión, Mauro miró a su madre que, con los ojos vidriosos por la excitación que le produjera el relato de su hijo, quiso saber más.

- Pero esa no fue la única vez que lo hicieron, imagino

- No madre, ese fue solamente el inicio

- ¿Y aún lo hacen?

- ¿Y con quien más esperas que Mirtha se satisfaga si no es conmigo?

- Tienes razón. Ella está en la misma situación mía.

- Correcto. Y yo soy el varón indicado para ayudarlas a las dos.

- Lo que me contaste me dejó muy excitada

- Bueno, es fácil ponerle remedio a ello, ¿no crees?

- Mmmmm, y por lo visto tu herramienta está lista otra vez

- Mami, para ti siempre estará dispuesta

Mauro puso a su madre en cuatro pies y le abrió las piernas, poniéndose el detrás y su herramienta a la entrada de la vulva materna. Se agarró de los senos de Laura y empujó, hasta que sus bolas golpearon contra los glúteos de ella. Y empezaron un movimiento de meta y saca en que ambos ponían todo sus esfuerzos.

- Eres exquisita, mami

- Sigue, hijito, sigue. Más

- Toma, mami, toma

- Me encanta como me lo haces, amor

- Eres tan caliente, mami. Tan caliente

- Y tu también, mijito. Cójeme, cójeme

- ¿Te gustan las palabras fuertes también?

- Si, amor. También soy tu puta

- Mi puta, mi perra caliente

- Siiiiiiiii, aghhhhhhhhhhh

Laura acabó mientras Mauro seguía bombeando en su interior, aferrado a sus senos, que estrujaba entre sus manos mientras metía y sacaba su verga de la vulva materna, en tanto la grupa de su madre se movía descontrolada, atrás y adelante, como buscando y huyendo del trozo de carne que implacable terminaba alojado completamente en el túnel que le acogía con gozo. Cuando acabaron, en medio de gritos de profunda excitación, Mauro quedó tendido sobre el cuerpo de su madre, con su verga aún hundida en ella, en tanto los jugos de ambos escurrían por los muslos maternos.

Esa noche fue intensa y larga para madre e hijo, pero ambos sabían que había algo que debían resolver: la situación con Mirtha. Y fue Laura quien planteó a Mauro la posibilidad de compartirlo entre ambas, después que su hijo le pidiera que le chupara la verga, lo que ella hizo con mucho placer, aplicándose a darle la mejor mamada que alguna vez diera en su vida.

Pero la propuesta de Laura  implicaba que Mirtha se enterara de lo que había entre madre e hijo y que lo aceptara. Y eso podía abrir un frente inédito en sus relaciones, lo que Mauro captó inmediatamente. Y mientras le pedía a su madre que se sentara encima suyo y se dejara caer sobre su herramienta, que lucía desafiante, él imaginaba las posibilidades de un trío de madre y sus dos hijos.

Mientras se aferraba a los senos maternos que subían y bajaban en tanto la vulva de Laura se hundía sobre la verga de su hijo, tragándosela completamente, para volver a aparecer, en movimientos que cada vez se hacían más descontrolados, Mauro pensó que no sería difícil lograr que su madre aceptara participar de sus planes. De lo que no estaba seguro era de la reacción de su hermana, pero si se manejaba bien, como lo había hecho hasta ahora, creía que todo podría desarrollarse de acuerdo a sus deseos.

Mauro pensaba que si madre e hija eran tan calientes como se habían mostrado con él, no sería difícil lograr formar un trío, por lo morboso que resultaría para ellas la situación. Y estaba seguro que su madre aceptaría pues adivinaba en ella una mujer con experiencia en situaciones morbosas, las que al parecer gozaba a fondo. ¿Qué historias tendría Laura para contarle? Esperaba poder sacarle confesiones en ese sentido, pues sospechaba que su madre no era la primera vez que incursionaba en folladas incestuosas. ¿Su tía Lidia, algún primo? Quién sabe, pero esperaba enterarse.

Mauro le propuso que el domingo le dejara a solas con Mirtha, para explicarle todo, a lo que ella accedió encantada.