Aventuras incestuosas de Mauro - 1

Mauro seduce a su madre que está deseosa de que su hijo se la folle. Y empiezan la serie de confidencias incestuosas.

Autor: Salvador

Dirección: demadariaga@hotmail.com

Aventuras incestuosas de Mauro

1: Laura

La situación no da lugar a dudas: ella intenta seducir a su hijo y termina siendo seducida por este. Lo que Laura imaginó como una situación que  podría manejar sin problemas había terminado siendo sobrepasada por  Mauro y su  experiencia en el campo sexual, lo  que ella ignoraba. Las palabras de segunda intención con que inició el juego de seducción fueron utilizadas por su hijo para llevarla a su propio terreno sin que ella se diera cuenta sino hasta cuando era tarde. Y ahora era él quien tenía las riendas de la situación y la estaba dirigiendo al incesto, que se veía como inevitable. Era eso lo que ella había deseado desde hacía semanas y ahora era ella la víctima en este juego de seducción.

La ocasión era propicia: Mirtha, su hija mayor, se quedaría donde una tía Lidia esa noche y la casa estaría completamente a su disposición para concretar sus planes. La soledad a la que estaba sometida desde hacía más de un año desde la separación de su esposo la obligaba a satisfacerse con sus propios medios en la soledad de su cuarto, intentando no hacer ruido para que su hija no se percatara de sus solitarias actividades nocturnas. Con la llegada de Mauro recién terminado su servicio militar, hacía ya tres semanas que no tenía manera de satisfacerse pues casi siempre andaba alguien cerca suyo, quitándole la privacidad que requería para sus caricias íntimas. Cuando se le daba la oportunidad, se encerraba en su dormitorio, generalmente con una película porno arrendada y al calor de las imágenes metía sus dedos en su vulva y masajeaba su clítoris hasta agotarse, en busca de un orgasmo que le hiciera recordar aquellos que sentía en brazos de su esposo antes que éste la abandonara.

Laura es una mujer ardiente, nacida para gozar del sexo y estaba segura que esa no pudo ser la razón del alejamiento de su marido. Por eso el dolor de la pérdida para ella era aún mayor cuando su cuerpo le reclamaba aquello que ya no tenía. Pero no era del tipo de mujer que buscara en otros hombres satisfacer sus necesidades sexuales. No. Ella aún amaba a su marido, a pesar de la lejanía, y no podría entregarse en brazos de otro hombre que no fuera él.

Bueno, eso pensaba ella hasta que Mauro vino a pasar las vacaciones a la casa materna.

Su hijo, que había llegado a casa después de cumplir con su servicio militar, se había convertido en un hombre buen mozo y de porte atlético,  cambios  físicos que la llenaban de orgullo. Es que Mauro había vuelto convertido en un hombre de muy buena presencia y de hermosos rasgos que le recordaban a su padre. Pero habían en él otros cambios, que ella sólo comprobaría cuando intimara más con él.

Laura es una mujer de 42 años que conserva toda la belleza de sus mejores años, con un cuerpo agraciado en el que resaltan un par de senos aún erectos y desafiantes y unas piernas esculturales que luce con orgullo pues sabe bien el efecto que produce entre los varones. De tez clara, pelo negro, largo, su rostro lucía dos ojos que ponían la nota alegre a su semblante y unos labios carnosos que parecían hechos para besar u otros menesteres más íntimos. Pero toda su hermosura no pudo con la juventud de la muchacha que logró conquistar a su esposo, dejándola sumida en una soledad de la que en más de un año no ha podido salir, rechazando cualquier otra compañía masculina. Es el amor a su marido que aún se anida en su pecho y la esperanza de que vuelva a sus brazos lo que la aleja de cualquier otro hombre. Además, está el temor a la reacción de sus hijos y, principalmente, por el trauma que le dejara el sentirse rechazada, dejando su auto estima por los suelos, lo que la sumió en un ostracismo del que se siente incapaz de salir y que la acostumbró a buscar salidas solitarias a sus deseos. Es que ella era mujer de un solo hombre y no cabía en su mente la posibilidad de entregarse a otro que no fuera aquel a quien le hiciera la promesa matrimonial. Pero ese hombre ya no estaba, la había rechazado, y cada día que pasaba se daba cuenta con mayor certeza que él no la poseería ya más, que no volvería a tenerlo entre sus brazos, que no sería invadida nuevamente por el sexo de ese hombre que fuera el primero y único en su vida. Todo ello la estaba sumiendo en un abatimiento doloroso, al que no veía salida. Y para ahondar más su dolor, su hijo, al que había visto en pocas oportunidades durante el proceso del abandono de su esposo, le recordaba a su marido en muchos aspectos, haciendo su herida más insoportable.

Ahora que Mauro se había  convertido en hombre, a sus 20 años se parecía cada vez más a su padre, con sus mismos gestos, la mirada penetrante y su manera de hablarle,  Laura empezó a buscar en su compañía  un remedo a la presencia del gran ausente. Sin proponérselo, Mauro empezó a  hacerse imprescindible en la vida de su madre, la que le buscaba para pasar junto a él largas jornadas en que ella, interiormente, se imaginaba estando con el padre de éste. Y no es que ella buscara intencionalmente reemplazar la ausencia del padre con la presencia del hijo sino que en su interior se fue creando un lazo inconciente, que la fue atrapando sin que se percatara de ello hasta que fuera demasiado tarde.

Fue una noche, en la soledad de su dormitorio, cuando pensaba en la conversación que había tenido con su hijo esa tarde que se le hizo patente que se sentía atraída por el joven, al que deseaba como hombre sin habérselo propuesto. Era un deseo que había germinado en su interior en las largas jornadas juntos, compartiendo sus recuerdos y vivencias. Fue la intimidad entre madre e hijo lo que posibilitó en ella que el deseo de la carne se hiciera fuerte, incontenible. Y fue esa noche, mientras su pecho se agitaba por ese sentimiento recién descubierto, que sus manos exploraron su cuerpo en busca de la gruta de amor tantas veces visitada, pero ahora con un solo pensamiento, una sola imagen en su mente: su hijo. Ni siquiera como remedo del lejano marido. No. Era su hijo al que deseaba y no al otro en el cuerpo del muchacho. Aunque su hijo se lo recordara permanentemente, esa noche tomó conciencia de que quería sentir a su hijo haciéndola mujer y mientras más pensaba en ello,  el padre empezaba a entrar en sus recuerdos. Le parecía increíble que la mejor terapia que había logrado para borrar a su infiel esposo fuera la figura de su hijo.

Cuando tomó conciencia de ello se sintió liberada de la cadena que ella misma había construido con el recuerdo de su marido y el conocimiento de un deseo prohibido por su hijo no la inquietó mayormente. Es que en su mente la realidad estaba confundida con el deseo de lograr lo que sabía nunca más tendría. En su mente estaba reemplazando a su esposo por su hijo en sus afectos y no había ninguna posibilidad de que viera en ello algo impropio, ya que era una disociación de la realidad que se estaba forjando en  su mente, que estaba construyendo otra realidad, una acorde a sus deseos. Y sus deseos estaban centrados en la figura de su hijo.

A partir de esa noche Laura decidió que poseería a su hijo y que éste se convertiría en su amante. Y para ello pondría todo su empeño y artes de seducción, de las que no carecía.

Lo que ella ignoraba era que su hijo deseaba lo mismo. Mauro era amante de su hermana y deseaba a su madre también.

Para el joven, las conversaciones a solas con su madre le permitía deleitarse con la visión del cuerpo de esta, cuando en algún movimiento inconciente le dejaba ver parte de sus piernas o de sus senos, que disfrutaba gozoso. Y la conversación invariablemente llegaba a las relaciones que Mauro había tenido antes de entrar al servicio militar, en el colegio, a las niñas con las que hubiera salido, las fiestas a las que asistía. Y siempre era el quien llevaba la conversación por ese terreno, para dejarle en claro a su madre que no tenía ni novia ni amiga y que no salía a fiestas. Quería que su madre se hiciera a la idea de que su muchacho no se fijaba en otras mujeres, que su experiencia sexual era escasa. Ya llegaría el momento de sacarla de su error.

Dadas así las cosas, madre e hijo se buscaban, se deseaban y ninguno sabía que era correspondido, aunque Mauro, por su experiencia anterior con mujeres mayores vislumbraba que iba muy bien encaminado para cumplir sus objetivos con ella.

Ese viernes precipitó los acontecimientos con la ausencia de Mirtha.

Mauro  entró en la pieza de su madre y empezaron a conversar, obligándola a apagar la tele y dejar para otra oportunidad la película porno que pensaba disfrutar en otra de sus noches de satisfacción a solas. El estado de excitación de Laura era particularmente grande esa noche debido a los planes que había forjado  y la presencia de ese muchacho tan cerca suyo, al que deseaba tanto, le hizo comprender que había llegado el momento para concretar sus fantasías.

Sea lo que fuere, Laura sintió que esa noche sería diferente para los dos. Tenía que serlo, ya que estaba decidida a pasarla en sus brazos y sentirse nuevamente mujer deseada.

- Hmmm, veo que has tomado algunos tragos a solas, mami

- El trago me acompañaba a pasar la soledad, hijo

- Espera, voy a buscar más licor y así bebemos mientras conversamos, ¿te parece?

- Me parece estupendo, hijo

Cuando el muchacho bajó a buscar la botella de licor y un vaso para el, ella aprovechó de ir al baño a arreglarse para quedar seductora y mientras lo hacía no podía dejar de pensar en que ese muchacho estaría con ella en su dormitorio, lo que le produjo sensaciones eróticas que casi la hacen acabar de pie frente al espejo, producto de la excitación que le habían producido los tragos que había ingerido antes. Y ahí decidió, aprovechándose de la supuesta falta de experiencia de su hijo, que llevaría la conversación de manera que al muchacho no le quedara otra alternativa que fijarse en sus encantos, que ella se encargaría de poner a su vista, y caer rendido en sus brazos que lo acogerían felices. No quería pensar en lo que terminaría este juego de seducción, prefería desecharlo de su cabeza, aunque estaba consciente del peligro a que se exponía. Es que las nubes del alcohol nublaban su entendimiento y solo pensaba en seguir adelante, sin querer saber las consecuencias de lo que pretendía hacer con su hijo. Para ella el mañana no existía esa noche. Solamente sabía que ella lo deseaba y que quería que la poseyera, sin pensar en nada más que en ello.

Volvió a la cama y esperó al muchacho, dispuesta emplear su artillería a fondo, sin imaginar que ella era el objetivo del muchacho, que tenía mucho más experiencia en cosas del sexo de la que su madre suponía. Laura ignoraba que su hijo estaba decidido a poseerla esa noche, para lo cual se emplearía a fondo en seducirla.

Ambos se deseaban. Los dos querían poseerse. Y el juego de seducción se vería facilitado por la buena disposición de los dos a jugarlo y a caer rendidos en él.

Cuando Mauro volvió al dormitorio, su madre estaba sentada con los pies cruzados sobre la cama y vestida solamente con una enagua que no dejaba mucho a la imaginación, pero que ella intentaba pudorosamente cubrir con su hermoso cuerpo.

- Listo, mami. Salud

- Salud, hijo

- Ahora dime, ¿Por qué te sientes sola? ¿Aun extrañas a papá?

- No es eso, es algo mucho más que eso, hijo

- No entiendo

- ¿Podemos hablar en confianza?

- Pero claro, mami. Creía que había confianza entre los dos.

- Pero quiero que conversemos como amigos, no como madre e hijo.

- Bueno ma… bueno Laura. ¿Ok?

- Me parece bien, Mauro

Ella le tomó de la cabeza con delicadeza y le besó en la mejilla, con una sonrisa de complacencia, gesto al cual el respondió con igual entusiasmo, feliz de poder ser un amigo de su madre, ya que por ese camino se facilitaban sus planes. Si lo veía como un amigo y no como su hijo, sería más fácil que le viera como hombre y de ahí para adelante las cosas se le facilitarían.

- Tu sabes que tengo casi 42 años

- Si

- Bueno, me siento una mujer joven aún

- Y lo eres

- Y siento lo que siente toda mujer joven

- Te entiendo

- Por eso la soledad me duele mucho a ratos

- ¿Cómo ahora?

- Si, como ahora

- ¿Por eso estabas bebiendo sola?

- Si, para intentar olvidarme que estoy tan sola

Mauro la abrazó y la estrechó con suavidad, mientras volvía a besar su mejilla. Ella se dejó hacer y aprovechó la oportunidad para que sus senos se apegaran al pecho de su hijo, para que este sintiera la dureza de sus globos sedientos de ser tocados, besados, mamados, chupados. Cuando Laura se dio cuenta que Mauro había sentido la presión de sus senos en su pecho, decidió iniciar el juego de la seducción, aprovechando que el muchacho ahora la empezaría a ver con otros ojos, con los mismos ojos de deseo de su padre, cuando éste estaba con ella, cuando la poseía, cuando ella era feliz en sus brazos. Su hijo sería el clavo que le sacaría el otro clavo.

- Pero tu eres demasiado joven para comprenderlo, Mauro

- ¿Por qué dices eso?

- No sabes nada de la vida aún.

- ¿Quieres decir que no puedo comprenderte porque soy muy joven?

- Bueno. . .si.

- Estoy seguro que puedo comprenderte bien, a pesar de mi edad.

- ¿Por qué estás tan seguro de ello?

- Bueno, porque creo conocer lo que piensa y desea una mujer mayor que yo

- ¿Cómo lograste conocer eso si no es con experiencia, la que no tienes?

- No necesariamente.

- No comprendo. Explícame

- He leído mucho y creo saber bastante al respecto.

- El que hayas leído mucho no es suficiente.

- No olvides que ya cumplí los 21 años, que ya tengo experiencia en el sexo.

- Pero aún así….

- A ver, ponme a prueba

Para Laura las cosas se estaban dando más que bien. El muchacho había caído completamente en el tema que ella había propuesto y lo estaba guiando a donde estaba segura terminaría por caer en sus brazos. Lo que ella no quería ver, porque el deseo nublaba su entendimiento, era que su hijo estaba manejando la conversación y era él y no ella quien había logrado que la conversación se hiciera tan íntima en tan poco tiempo. Insistía en verlo como un jovencito, sin detenerse a pensar que su hijo era un varón adulto y que, obviamente, ya había incursionado en el sexo.

- Mmmmm, ya. Dime, una mujer en mi situación, ¿qué es lo que necesita?

- Un hombre que la satisfaga, evidentemente. Que la haga olvidar su soledad.

- Bien. Has respondido muy bien. Ahora dime, ¿qué tipo de hombre?

- Uno que sepa sacar de ella sus deseos más íntimos, que la libere de sus trabas.

- Realmente sabes bastante. ¿Cómo lo harías tú?

- ¿Suponiendo que tu eres esa mujer?

- Sí, digamos que así es.

- ¿Y suponiendo qué estamos en una situación como la que estamos ahora?

- Mmmm, sí.

- Entonces me sentaría frente a ella, le miraría a los ojos y tomaría sus manos.

- ¿Y?

- Le pediría que abriera sus piernas, poco a poco.

- ¿Para qué?

- Para que me regalara visión de sus muslos

Mauro se sentó en la cama, frente a su madre, la que le extendió las manos, que el tomó con delicadeza. Ambos estaban llevando a cabo lo que el muchacho decía, sabedores que a partir de ese momento  la relación entre ambos había pasado a otro estado, a uno del que no podrían volver. El deseo que les unía no les permitía pensar en ninguna otra cosa que no fuera lo que vivían en esos instantes y en lo que estaban por vivir, barriendo con todas las barreras morales que se les interpusieran.

- ¿Así?

Dijo con voz enronquecida Laura mientras sus piernas se abrían lentamente, dejando ver la blancura de la carne de sus muslos interiores, hasta el negro de la tela de la tanga que cubría su paquete, que ya empezaba a mostrar signos de humedad.

- Si, así.

- ¿Y?

- Besaría sus senos, delicadamente, para que ella se excitara al máximo

Laura cerró los ojos y adelantó su pecho, en muda ofrenda, que Mauro aceptó encantado sacándolos al aire y pegando sus labios a los pezones que se le ofrecían. Besó con delicadezas cada uno, hasta que comprobó que estaban tan  duros por la excitación que era preciso pasar a cosas mayores. Seducir a su madre le estaba resultando mucho más fácil de lo que había supuesto y ella se dejaba hacer mientras con los ojos cerrados y los labios apretados gemía quedamente.

- Después me sacaría la verga para que ella la viera completamente parada

- Mmmmmmm

- Pero esperaría a que ella me pida primero que se la muestre

- Mmmmmmm

- ¿Qué dices?

- Mmmmmmm, siiii

- Pídelo, Laura

- Quiera verla

Mauro sacó su verga, la que estaba roja de la sangre que contenía en sus venas y parecía tener vida propia por los movimientos que hacía, ya que el muchacho tuvo cuidado de sacarla y no tomarla con su mano, para que quedara en libertad, bamboleándose frente a su madre.

- Ahora le demostraría a ella lo mucho que la deseo

- ¿Cómo se lo demostrarías?

- Le pediría que se sacara el bikini, primero

Laura no necesitó invitación esta vez, pues sin decir palabra se despojó de su bikini, sin dejar de mirar intensamente a los ojos a su hijo.

- Verás cuanto te deseo, Laura

- ¿Me vas a poseer?

- No todavía, pues mi deseo por tí es mucho más grande .

- No entiendo, Mauro

- Voy a acabar con solamente mirar tu chochito, sin tomar mi verga

- Me gustaría ver eso

El puso sus manos en la cintura de ella y la atrajo, levantándola de manera tal que su vagina se acercara a la verga que lucía esplendorosa. Ella comprendió y ayudó para que su vulva se acercara a el, que no apartaba los ojos de la mata de pelo que cubría el tajo que ella lucía entre sus piernas. Los ojos de Mauro parecían desorbitados, como si nunca antes hubiera visto una vulva, mientras su frente se perlaba de sudor y su rostro enrojecía de deseo, hasta que de pronto su verga empezó a moverse descontroladamente y a expulsar semen en todas direcciones. Ella contemplaba el espectáculo embelezada.

- Increíble, y todo por mí

- Si, solamente por ti. Así de tanto te deseo

- Gracias.

- Ahora vas a probar algo más contundente, ¿te parece?

- Si, por favor.

Puso sus manos sobre el pecho de ella y la empujó suavemente sobre la cama. Abrió sus piernas y hundió su cara entre sus muslos, besando su vulva que ya expelía sus jugos iniciales. Ella no pudo contenerse y casi de inmediato acabó en la boca de su hijo, que bebió con fruición los jugos de la matriz materna.

No bien ella terminó de acabar, Mauro reinició los besos en la gruta de amor, logrando prontamente una nueva eyaculación de Laura, esta vez más prolongada. El muchacho estaba conciente de que su madre llevaba mucho tiempo sin probar sexo de verdad, por lo que se esmeraba en que tuviera el mayor número de orgasmos y con ello sabía que se ganaría su complacencia por el gusto que le estaba proporcionando en esta primera vez, lo que evidentemente le permitiría seguir gozando de sus favores en el futuro.

Mauro se irguió y poniéndose entre las piernas maternas, llevó su instrumento a la entrada del tajo que Laura lucía entre sus piernas, enmarcado por una mata frondosa de pelos rizados, que esperaba ansiosa por la primera verga que tendría después de más de un año de abstinencia. Pero el paseó su instrumento entre los labios vaginales, sin meterlo aún.

- Por favor, métemelo

- No. Quiero que lo desees más aún.

- Lo deseo, cariño, lo deseo

- Pídelo con más ganas

- Amor, hazlo, métela, ya, por favor

- ¿Quieres que te lo meta?

- Si, lo deseo tanto, amor

- ¿Deseas que tu hijo te lo meta?

- Si, hijito, siiiiii

- Mami, vas a probar la verga de tu hijito

- Métela, hijo, hasta el fondo, ya

Mauro arqueó su cuerpo y hundió su verga en el interior de su madre, que la recibió en un estado tal de excitación que la hizo acabar casi de inmediato, mientras el muchacho iniciaba un lento mete y saca. Ella volvió a acabar mientras Mauro seguía poseyéndola con calma, sin apuros. Cuando ella sintió que le venía el tercer orgasmo el muchacho apuró sus movimientos hasta lograr acabar junto con ella, quedando ambos abrazados y exhaustos sobre la cama, respirando entrecortadamente.

- Bueno, ¿te sigo pareciendo sin experiencia?

- Ay, cariño, eres increíble

- Y vas a seguir conociendo más cosas que te harán feliz,  te lo aseguro

- Eso espero, pues esto es el inicio solamente, ¿verdad?

- Creo que este verano va a ser bien agitado para los dos

- Me has hecho completamente feliz

- Y eso que dudabas de mi experiencia

- Dime, ¿Dónde aprendiste tanto?

- Bueno, no es mucha la experiencia, pero el deseo creo que es suficiente

- Si, pero esa verga se nota que ya ha tenido trabajos anteriores

- Si, es cierto, aunque no mucho

- Pero, en la escuela no pudo ser y  menos en el regimiento. Entonces, ¿dónde ?

Mauro comprendió en ese instante que podría sacar provecho de la situación, ya que no podría mantener el secreto de su relación con su hermana mientras se acostaba con su madre. Muy pronto ellas se darían cuenta del engaño y eso podría acarrearle problemas que no deseaba, como la pérdida de los favores de ambas mujeres. Pensó que lo mejor era dar vuelta la situación y aprovechar la ventaja que había adquirido con su madre para lograr que ella aceptara la situación que estaba viviendo con Mirtha. Ya llegaría el momento de hablar con su hermana, pero por ahora debía lograr la complacencia de Laura, la que no podría escandalizarse que su hijo se metiera su hermana si ahora mismo estaba follando con ella. Se decidió a contarle todo, aunque matizándolo de manera de aprovechar en su provecho el estado de excitación de su madre y si después de que ella escuchara como había llegado a poseer a Mirtha se entusiasmaba y volvían a follar ya no podría reprocharle nada en el futuro, pues si volvían a follar después de esa revelación era porque ella la aceptaba y le gustaba. Por lo tanto, debía ser un relato erótico, morboso, que avivara el deseo de Laura, a la que estaba descubriendo como una mujer mucho más ardiente de lo que se había imaginado antes.

- Creo que después de lo que hemos hecho no puede haber secretos, ¿o no?

- Tienes razón, no puede haber secretos entre nosotros después de esto

- Cierto, lo que hemos hecho nos hace cómplices de algo que nadie entendería.

- Claro. Solamente tu y yo. Y nadie más.

- Por eso creo que puedo contarte lo que voy a contarte

- No seas misterioso, cariño

- Bueno, mi primera experiencia fue con Mirtha

- ¿Tu hermana?

- Si, hace un año, cuando estabas separándote de papi.

- ¿Y cómo fue eso?

La pregunta no se la esperaba. No hubo ningún rechazo inicial sino curiosidad. Por lo visto su madre era más manejable de lo que pensó en un primer momento. Si había logrado conseguir sus favores con tan poco esfuerzo quería decir que no le sería difícil que aceptara su relación con su hermana. Se preguntó si su madre siempre fue así de morbosa y cuál sería su historia sexual, la que esperaba saber alguna vez.

- ¿Por qué quieres saberlo?

- No son celos, te lo aseguro, hijo. Es curiosidad

- Yo creo que más bien es morbo

- Nuevamente tienes razón, muchacho. Si, es morbo

- ¿Te excitaría saber los detalle de cómo poseí a mi hermana?

- Si. De hecho ya estoy excitada

- Ay Laura, te lo contaré todo, pues no puedo negarte nada, vida

- Gracias, amor

- Bueno, todo empezó el verano pasado, una tarde calurosa. . .

Y mientras continuaba su relato, Mauro metió nuevamente su verga en la vulva materna, que lo recibió encantada. Al placer de sentir dentro suyo el pedazo de carne de su hijo ahora se agregaba el relato que esta le hacía, el que avivó su imaginación con las escenas que en su mente se iban formando.

No cabía dudas para Laura que este sería un polvo de antología.