Aventuras en la Ruta 116

Jamas me imagine el bocado que esa mañana comería...

AVENTURAS EN LA RUTA 116.

Hace algún tiempo yo trabajaba en una ciudad de la zona central del país que se encuentra a aproximadamente 60 kms. de la capital. Es un viaje de una hora en autobús. Muchos empleados viajabamos a diario hacia esa ciudad desde la capital, entre ellos médicos, enfermeras, profesoras, agrónomos, empleados de diferentes dependencias gubernamentales. Generalmente abordabamos el bus de las 6:30 de la mañana que llegaba a la otra ciudad como a las 7:30, justo a tiempo para llegar a los respectivos lugares de trabajo con calma.

Me considero un hombre normal, con una verga normal, pero con un deseo descomunal por el sexo. Mis amigos dicen que soy un pícaro de primera marca, siempre buscando donde meter la verga y sin dejar pasar un culito apeticible.

Resulta que esa mañana ya iba tarde y el bus estaba por arrancar cuando me vió el cobrador y logré alcanzarlo. Mi sorpresa fue mayúscula cuando solo había un asiento disponible junto a una señora (la llamo "señora" porque es casada) que trabajaba de cajera en un Banco del pueblo, ella es morena, todo un monumento, con facciones muy bonitas, tetas pequeñas, pero con un culo grande, redondo, bien parado, simplemente exquisito, una mujer que con solo tenerla enfrente dan ganas de pajearsela. Sin embargo, es una señora casada con una agrónomo del pueblo, "persona respetable". Siempre que yo iba a ese Banco trataba que ella me atendiera, solo para saludarla y verla con deseo. Para mi suerte era el último asiento donde ella estaba sentada y el asiento de al lado no había nadie ya que habían colocado una llanta de repuesto. No podía pedir más. La saludé y ella me respondió moviéndose al lado de la ventana y yo quedé al lado del pasillo del autobús. Recién comenzó el bus a moverse y nosotros comenzamos a platicar cosas sin importancia, que estaba en una Universidad haciendo unos cursillos esa semana y que por eso venía en el bus, etc.

Por mi parte, yo siempre andaba con un maletín de mano, el cual ponía sobre mis piernas para poner mis brazos encima de él y con los codos poder comenzar a rozarle las tetas a la compañera de viaje que me tocara. (Esto es para otra historia, ya confesé y lo acepto, soy un pícaro de primera) Pues en esta ocasión no podía hacer una excepción y comencé mi ritual. Puse mis brazos encima de mi maletín y comencé a hacer intentos hasta que le comencé a rozar las tetas a esta señora. Ella se dio cuenta y no dijo nada. Al contrario: le gustó y se calentó por que se arregló en el asiento de una forma que yo ya no necesitaba mover mucho el codo para tocarle la teta.

Platicabamos y platicabamos y yo se las apretaba y se la estrujaba, movía el codo de una lado para otro, apretándole la teta. Ella solo hablaba y veía para otro lado. Después de estar haciendo esto como por una media hora, ella ya no aguantaba y tuvo un orgasmo. Me tomó del brazo, cerró sus ojos y daba gemiditos de placer, agachaba su cabeza y gemía, mientras me jalaba el brazo para que le apretara más la tetaza. Cuando llegamos al pueblo ambos nos bajamos en el mismo lugar que es el parque central. Ella vivía a cuadra y media de la oficina donde yo trabajaba. Después que nos bajamos le pregunté si estaba bien y ella me dijo:

-Vos que creés? Mira como me traés!,

mostrándome la parte de atrás de la falda que vestía: tenía una gran mancha mojada, como si se hubiera orinado.

Y yo le respondí: Mireme a mí y le enseñé mi pantalón la gran mancha de la corrida que me había dado.

-Por qué no vamos a mi oficina y allí la voy a limpiar, le dije.

-Cómo? Me dijo, haciéndose la pendeja.

-Vamos a la oficina y la voy a limpiar –le repetí.

-Pero y si alguien nos mira?

-No se preocupe, le dije. Me voy a adelantar y voy a dejar la puerta del zaguán abierta solo para que entre. No se preocupe. Ella solo me miraba a los ojos y veía mi paquete y le daba risa pícara.

-Es que no sé. Me pueden ver!

-No se preocupe. Nadie nos va a ver. Solo entre y no vea para ningún lado.

Al decir esto, me separé de ella como unos cien metros y miraba para atrás para ver si me seguía. Al llegar al zaguán, le quité llave y dejé la puerta topada sin llave. Sentía que el corazón se me salía y me puse junto al portón, la verga bien parada y goteándome, cuando sentí su taconeado, empujó la puerta y se metió de un solo. La miraba y no creía el culo que me iba a echar. Me vió atrás de la puerta, puso cara de enojona y me agarró de las mejillas y comenzamos a besarnos con lujuria. Me besaba como loca, metiéndome la lengua, besándome la barbilla y el cuello. Yo le apretaba el culo y le subía la falda, le jalé la tanga y se la metí toda en la raya del gran culazo parado que tiene. Se lo apretaba y le metía la mano en la torta llena de pelos.

-Mi amor que riiiiiico. Ahhhh Ahhhh. Qué riiiiico. Pero y si alguien se da cuenta? Ahhh Ahhh Mientras yo la besaba y le apretaba el culote.

-Vamos para arriba, le indiqué. En el segundo piso de esa casa habia un cuarto desocupado y con una baño completo. Como todo pícaro, yo había comprado una cama y una mesa de noche. Allí tenía lociones, jabón especial y toallas. Le daba una mensualidad al ordenanza para que siempre me mantuviera el cuarto bien aseado y trapeado.

Mientras subíamos por las gradas le tocaba el culo y solo pensaba en el manjar que iba a darme en unos segundos. Llegamos y comenzamos a besarnos otra vez como locos, mientras ella se quitaba los zapatos y yo también me desvestía. Nos detuvimos un poquito por que ella necesitaba ir al baño. Yo sentía que los huevos me estallaban y ya planeaba la estrategia de ese gran pize que iba a dar. Regresó y se tiró a la cama y se puso encima mío, diciéndome:

-Sos un gran pícaro. Todo el camino me venías tocando.

-Pero te gustaba –le dije

-Tenía años de no sentirme así como una bicha de 15 años. Gracias...mientras comenzaba a agarrarme la verga y darme una mamadita de unos 30 segundos.

Yo no le contesté y después que se quitó de mi verga comencé a besarla en los labios, mientras que con una mano la metía primero un dedo y después dos dedos en su vagina.

-Ahhhh papi que riiiiiico ahhhhhh papi

-Te voy a hacer bien rico, estás bien deliciosa y ese gran culo que tenés hoy va a ser mío.

La seguí besando, le bajé el calzoncito hasta la rodilla, como es mi estilo y comencé a mamarla. Tenía la torta bien super mojada. Le metía la lengua en todo su sexo y le daba el famoso "Beso Negro" el cual no falta en mi repertorio. Le pasaba la lengua por el hoyo del culo, cuando dio un gran grito:

-Aaaaaaaaaaaaaaaaay! AAAAAAAAAAY!

Se revolcaba y me apretaba la cabeza con sus piernas, teniendo un orgasmo. Mi cara estaba llena de sus líquidos. Yo los saboreaba y me regresaba a besarle los labios.

-Metémela ya papito, me decía -ya no aguanto, pizame de una sola veeeeez!

Le tomé las piernas gruesas, me las puse en los hombros y comencé a metérsela. La penetraba y ella gemía de placer.

-Date vuelta –le dije. Se dio vuelta y comencé a mamarle la vagina y el culo. Le metía la lengua por todos lados.

-Que ricooooo mi amoooooor. Ayyyy! Ayyyy!

Comencé a introducirle el pene en su culo que ya lo tenía bien lubricado y listo para la acción. Se la metía a la mitad, se la sacaba y la mamaba. Ella solo se retorcía de placer y gemía diciendo aays! Aays! Aays! Hasta que se le metí toda y comencé a bombearla.

-Metémela más aaaay aaaay qué riiiiiicoooooo! No te vayás todavía!!! Aaaaaaayyy!! Ummmmm! Gemía y se movía haciendo el culote para atrás. De repente con la verga dentro de su culo levantó la espalda y comenzamos a besarnos de lado. Con una mano la sostenía de su cadera y con la otra le masejeaba la vagina.

-Papito rico metémela más fuerte. Haceme que me corra otra veeeeeeez! Seguí metiéndosela hasta que juntos terminamos. Estábamos exhaustos y sudando. Me echaba un brazo, me acariciaba la cara y me daba besitos.

-Esto sí ha estado rico mi amor. El jueves voy a venirme a la misma hora, para que viajemos juntos, si vos querés –me dijo. Pero no hablemos mucho en el camino porque la gente se fija y mi marido se puede dar cuenta –volvió a decirme. Y veo que te ha gustado –me dijo riéndose fijándose que yo ya estaba listo de nuevo para la guerra.

Después de esta grandiosa sesión de sexo, ella se aseó, nos vestimos y yo salí primero por la puerta del zaguán para ver que nadie fuera pasando y nos delatara. No hay moros en la costa –le dije y ella pudo salir sin mayor problema. Volvimos a hacerlo muchas veces más, siempre a la entrada y salida con la discreción debida.

Anónimo.