Aventuras en el instituto 2

Alfonso se avergüenza de lo que ha pasado y se pasa una semana sin volver a las clases "particulares" con Daniel. Daniel no le da más importancia y así se lo transmite al chico, que realmente lo que quiere es...

AVENTURAS EN EL INSTITUTO 2

Después de aquel día, las visitas se espaciaron un poco. Me imagino que él, después de pasar la calentura del momento, pensó un poco mejor lo que había hecho y no estaba muy convencido de aquello. Yo sabía que le gustaban las chicas y debía estar completamente confundido, así que decidí hablar con él. Un día después de la clase, le pedí que se quedara un momento y le dije:

-Alfonso, después de lo que pasó el otro día, entendería que no quisieses volver a mi casa. Lo único que quiero, si te parece, es quedar un rato una tarde para hablar contigo sobre lo que sucedió. Sobre todo para que estés tranquilo.

-Vale, si quieres esta tarde podemos quedar.- me dijo cabizbajo y casi avergonzado.

-Bien. ¿Te parece a las cinco?.-le pregunté intentando tranquilizarlo.

-Está bien.-dijo.

Quedamos en un bar no muy concurrido no demasiado cerca del instituto. Llegué a la hora acordada y allí estaba él esperándome. Le saludé y pedí un café para mí y una coca-cola para él.

-Bueno, ¿como van las asignaturas?- le pregunté interesándome por sus progresos.

-Parece que voy mejorando. Me han felicitado las profes de mate e inglés y noto que estoy más seguro y que entiendo mejor los ejercicios que hacemos.-me aclaró él, con una alegría inusitada.

-Me alegro mucho de que te vaya mejor. Parece que nuestras clases están dando sus primeros resultados.... No obstante, lo que quería hablar contigo no es sobre las asignaturas, sino sobre lo que pasó el otro día en casa.-le dije lo más franco que pude. Estaba allí mirándome con aquellos ojos preciosos que daban ganas de comérselo. Me tuve que reprimir de saltarle encima y follármelo allí, delante de todos los clientes del bar.

-Ya, lo suponía.-me dijo él sin quitarme los ojos de encima.

-Quiero que sepas que por mi parte no estoy avergonzado de nada y no creo que tú debas estarlo. Los dos somos mayores de edad y decidiste algo en aquel momento que no te debe condicionar nada. Por lo que a mí respecta, si no quieres volver lo entenderé; y si quieres volver lo entenderé también. Si decides seguir como hasta ahora, que sepas que no voy a estar esperando que vuelvas a plantear algo parecido. A mí me encantó, pero entiendo que tú puedes estar confundido y que ahora lo veas como algo que está mal. Lo que tú decidas, bien hecho está. No voy a hacerme ilusiones de nada porque no hay nada por lo que hacerse ilusiones, ¿me comprendes?.-le pregunté lo más sincero que pude.

-Sí, lo entiendo, pero es que... es que yo quiero más. Si no he vuelto a tu casa, ha sido porque me daba vergüenza pedirte repetirlo y no quería abusar de tu confianza.-me dijo dejándome perplejo, y continuó...

-Me lo pasé muy bien y quiero seguir aprendiendo más, siempre si tú quieres.-me dijo rozándose un pezón con la mano.

Este tío estaba más salido que yo y estaba intentado seducirme en un bar delante de otras personas. Yo era idiota, acababa de caer en su trampa: no era yo el cazador sino el cazado. Le propuse seguir hablando en otro sitio y me preguntó si no podíamos seguir en casa.

-Por supuesto.-conteste yo, un tanto noqueado por el devenir de los acontecimientos.

Fuimos dando un paseo y poniendo al día lo que había pasado, lo que más le había gustado y me habló sobre algunas fantasías que tenía; entre ellas que yo follase con alguien mientras él miraba. Aquella fantasía era difícil de cumplir, ya que allí yo no conocía a nadie que supiera que le gustase tener sexo con hombres y menos, que le apeteciese que alguien nos mirase mientras echábamos un polvo.

Cuando llegamos a casa y mientras estaba intentando abrir la puerta, se me echó encima, golpeándome la cara contra ella. Me acercó la boca a mi oreja y me dijo que había soñado un montón de veces con aquella otra fantasía de sobar a alguien contra la puerta de su casa. Tenerlo sujeto mientras le metía mano.

Allí estaba yo: pegado a mi puerta mientras un alumno me sobaba el culo y me metía mano al paquete por debajo de las piernas, el cual, a estas alturas, ya estaba a reventar. Yo también me aproveché, ya que tiré de mi mano hacia atrás y le sobé todo el paquetón, el cual tenía completamente hinchado (esa es una cosa que me excita mucho: el sobar a alguien por encima de su ropa sin dejarle que se desvista). Le bajé la cremallera como pude y metí mi mano intentando acariciar su bestia carnívora; y ¡vaya si la acaricié! Por encima de la tela del pantalón estaba palpando un rabo enorme, tieso como una vela, que debía estar en todo su esplendor.

Después de un rato de provocaciones y metidas de mano, le pedí que entrásemos, pues nos podían ver en el pasillo de la escalera. Accedió y como pude abrí la puerta y entramos. Me apoyó contra la puerta de espaldas y bajó palpándome todo el torso hasta llegar a los huevos. Me sacó el cinturón y me bajó los pantalones y los bóxer de golpe, quitándomelos y tirándolos al medio del pasillo. Así en pelotas de cintura para abajo, se puso de rodillas y me la chupó.

No fue la mamada de unos días antes. Ahora parecía un experto. Me la sujetó con una mano y me pajeaba mientras con los labios succionaba mi glande con mucho interés, proporcionándome unos espasmos que casi no controlaba. Estaba empalmadísimo y no podía creer la situación en la que me hallaba en aquel momento. Con la otra mano, se había bajado la bragueta y sacó su preciada arma, la cual veía entre su cara mientras me la seguía comiendo. Me estaba dando la mamada del siglo y de repente noté que algo pasaba en mi culo. Se había metido un dedo en la boca y con su saliva, me estaba dedeando el ano. El gusto era indescriptible. Pasados unos segundos, su dedo índice comenzó a atravesar mi preciado anillo y mis paredes anales recibieron con gran alegría al nuevo intruso.

Yo estaba retorciéndome de placer mientras me la chupaba entera (desaparecía entera dentro de su boca para aparecer al momento), me metía ya dos dedos por el culo y se pajeaba su precioso rabo. Estaba en la gloria, cuando noté que me faltaba muy poco. Se lo hice saber y paró en seco diciéndome que ya seguiría después. Se puso de pie y me cogió una mano que la llevó a su polla. Se la cojí y él posó su mano sobre la mía indicándome cómo quería que se la pelase. Así lo hice. Se la casqué despacio, mirándole a los ojos y observando sus reacciones. En un momento determinado cerró los ojos y estaba dejando escapar un hilillo de saliva por la comisura de los labios. Sin pedirle permiso, me acerqué y le pasé la lengua atrapando su saliva. Aquello le sobresaltó pero se tiró hacia mí para besarme. Besaba de una manera muy alterada, como si estuviese nervioso.

Poco a poco lo fui calmando con besos por toda su cara y se fue relajando. Yo seguí pajeándolo de pie. Tenía la polla durísima, así que me puse de rodillas y le traté de hacer la mejor mamada que le hubiera hecho a nadie. Me la tragué entera, dejando que su capullo traspasase mi campanilla, lo que le provocó un escalofrío que le movió todo el cuerpo. Su polla entraba y salía de mi boca como Pedro por su casa, entraba entera y bajaba por mi garganta con una facilidad que rápidamente tomo forma en una follada de mi boca con todas las letras. Mi nariz chocaba en cada embestida contra sus pelos púbicos, que tenían un olor embriagante. Me cogió la cabeza por detrás y me iba follando la boca como si fuese el coño de una chica a la que se estaba cepillando. Al cabo de unos minutos, yo tenía la mandíbula casi dislocada del polvazo que me estaba pegando. Empezó a tensarse y mirándome a los ojos me hizo saber sin hablar que se corría. Mi garganta sufrió los trallazos de su rabo, que se había hinchado todavía más de lo gordo que ya era. Me tragué toda su leche; no dejé escapar ni una sola gota. Le temblaba el culo y todos los músculos del cuerpo. Acababa de tener un orgasmo magnífico y así me lo comunicó.

Sin perder ni un minuto, lo tumbé en el suelo. Estaba todavía vestido y sólo tenía la polla fuera, la cual todavía no había perdido su consistencia. Me subí a horcajadas sobre él y me la clavé de un golpe. Puso los ojos en blanco cuando notó su primera penetración. A mi me dolió un poco pero decidí darme un placer que llevaba días contenido. Comencé a cabalgarlo sin piedad. Su rabo entraba en mi culo y exploraba todo su interior de la fuerza con la que yo subía y bajaba por aquel palo duro. Viendo lo que yo estaba haciendo por él, me cogió la polla y comenzó a masturbarme a una velocidad tan frenética como la que yo llevaba. Tardé dos minutos en decirle que me corría. Me levanté como pude y apunté contra la pared del pasillo para no salpicarle la ropa con mi próxima corrida.

Estando a punto de correrme, se me acercó por detrás y de pie, me la clavó de nuevo, lo cual me hizo desmayar de placer. Casi no sentía las piernas del gustazo que me estaba dando en el culo, mientras que de mi polla brotaba mi lava ardiente, cual volcán en erupción. Él seguía bombeándome el culo, explorando con su falo todo mi interior. Menos mal que me tenía ensartado en aquella maravilla, ya que si no hubiese sido así, me habría caído al suelo al no notar las piernas. Con sus manos me agarró de mi cintura, me eché hacia delante y conseguimos una follada riquísima, que nos estaba proporcionando el mayor placer del día.

Yo, por mi parte, estaba encantado con que alguien me sujetase para no caerme y, a la vez, me follase el culo con aquellas ganas con las que lo hacía Alfonso. Me apoyé contra la pared del pasillo y cada vez notaba más fuertes sus embestidas; seguro que al día siguiente me acordaría de su madre durante todo el día, sobre todo cuando me sentase. Me dio rabo con todas las ganas, además tardó un ratito que se me hizo corto, ya que acababa de correrse hacía poco tiempo.

Al poco rato, empezó a jadear de una manera muy sensual, y me dijo que ya estaba a punto.

-¿Dónde quieres..ah,ah...que me corra?-.me dijo casi sin aliento.

-A ti, ¿qué te parece?. Te quiero dentro de mí. Quiero sentir en mi culo lo que te gusta hacerlo conmigo.-le dije intentando calentarlo más.

Y dicho y hecho. El chaval se esforzó y consiguió que yo fuese consciente de lo que le gustaba mi culo. Parecía una manguera soltando leche. Cuando vio que ya no le quedaba tiempo, se paró en seco, me tomó fuerte de las caderas, me la clavó entera y de su rabo infinito comenzó a salir su néctar, con el que fue regando las paredes de mi culo. Notaba trallazo a trallazo, sin que él apenas se moviera. Estuvo como dos o tres minutos dentro de mi, tirado literalmente sobre mi espalda, hasta que decidió salir de mi interior. Sentí una bocanada de aire entrar por mi orificio anal y, al momento, un torrente de lefa comenzó el descenso desde mi agujerito (agujerazo más bien), pasando por mis muslos y cayendo directamente al vacío y estrellándose contra el suelo del pasillo. A medida que me incorporaba, más leche caía.

Estuve así un rato, hasta que noté que mi agujero se estaba cerrando y que dejó de brotar el jugo de Alfonso. Así que me fui al baño a darme una ducha. Alfonso había llegado antes.

-Ha sido espectacular, joder. Nunca me imaginé que algo así pudiese ser cierto. Tengo la polla al rojo vivo de la intensidad del polvo.-hablaba sin parar, como quien acaba de presenciar algo muy importante en su vida.

-Ha estado bien, si. Eres muy buen alumno, has aprendido mucho en nuestras lecciones.-le animé para que se sintiese importante y que lo había hecho muy bien.

Dicho esto, me metí en mi ducha y, al instante, Alfonso me preguntó si podía ducharse conmigo.

CONTINUARÁ...

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