Aventuras en el camping
Conocí a Laia mientras trabajaba en el super del camping.
Este verano estoy trabajando en el supermercado de un camping.
Después de cenar me gusta ir un rato al bar del camping a tomar alguna copa antes de salir de ligoteo. Mientras que me la tomo, me gusta observar a la gente y en ocasiones trato de localizar algún posible ligue. Hasta ahora no me ha ido bien.
Hoy hay un enorme grupo de chicas y chicos nuevos sentados al fondo del bar. Por sus risas y gritos se nota que deben haber llegado hoy, están eufóricos y con muchas ganas de pasarlo bien. Por el contrario yo estoy un poco cansado y me voy a dormir.
Aunque comparto apartamento con otros compañeros, algunas veces me quedo a dormir en una de las dos tiendas grandes que el camping tiene reservadas para los trabajadores.
Nadie las utiliza pues se descansa poco debido al ambiente nocturno del camping. A mí la verdad es que no me importa demasiado, pues duermo como un tronco.
Entre sueños oigo las risitas de una chica y los tropezones con los vientos de las tiendas de otro. Supongo que vienen algo bebidos, es lo habitual. Me doy la vuelta y continúo durmiendo.
Al rato, me despierto y oigo alguien se desnuda apresuradamente en medio de la oscuridad. No se han dado cuenta que en un lado de la tienda hay alguien...yo.
Supongo que han pensado que sería un sitio escondido y discreto para echar un polvo.
Dudo entre levantarme y mandarlos a la porra (estropeándoles el plan) ó callar y aguantar el chaparon lo mejor posible.
¡Que hagan lo que quieran ... allá ellos!.
Además, con lo rápido que van, seguro que en cinco minutos están listos y me dejan tranquilo.
Como estaba cantado, después de varios gemidos de ella y resoplidos de él, el silencio a vuelto a la tienda. Supongo que él se ha dormido y resopla con fuerza.
Me parece oír como unos gemidos apagados, y un roce indeterminado. Sí, estoy seguro, la chica se está masturbando. Supongo que el lance anterior con su pareja no la ha satisfecho y no puede dormir con tanta calentura acumulada.
Parece que prisa no tiene, pues lo va alargando todo lo que puede. Cuando su respiración se acelera más y sus gemidos se hacen más continuos, se detiene unos pocos instantes después continua.
Sin desearlo, esto me ha excitado y sigo con atención todos sus movimientos, mientras que me voy tocando la polla que también se ha despertado.
Por fin parece que ya viene, sus gemidos resultan incontenibles y se le escapa un pequeño grito satisfeacción, oigo como una mano se dirige hacia su boca para tratar de ahogar aquellos gemidos.
Su respiración se torna más calmada y parece que empieza a vestirse. Solo puedo ver su silueta y su larga melena contra la luz de la farola cercana.
Ya al salir, mientras a tientas busca la salida, tropieza con mi pierna. La toca y en cuanto se da cuenta de lo que es, sale disparada como si hubiese visto un fantasma. Supongo que se ha llevado un susto de miedo. Lo siento mucho pues no era mi intención.
Ahora, me he quedado solo con la “bella durmiente” y con un empalme doloroso. Opto por hacerme una paja a la salud de mi anónima amiga y mañana será otro día.
Segunda parte
Durante todo el día en el supermercado del camping donde trabajo, he estado pendiente de todas las chicas que entraban a ver si era capaz de identificar a mi “visitante nocturna”. También lo he intentado a medio día en la piscina. Ha sido inútil.
Después de cenar, me paso por el bar a tomarme un buen café con hielo. De paso, observo a los clientes (básicamente a las clientas) para ver cómo se desenvuelven.
Hay un grupo numeroso en una esquina. Como ayer, son ruidosos y se muestran eufóricos.Tras un largo rato de muchas copas, se levantan todos y se van.
Mientras los demás se alejan, una de las chicas, se queda rezagada, caminando poco a poco llega hasta la terraza y se sienta sola.
Al salir a la terraza, me pide fuego y enseguida empezamos a hablar. Es muy simpática me explica que tiene un esguince en el tobillo y que no puede salir esa noche.
Tras unos minutos de charla, comprendo que estaré más entretenido charlando con ella que yendo de pub en pub o en la disco.
Tiene el pelo muy negro y recogido en una especie de moño. Sus ropas son amplias y estando sentada no me permiten apreciar muy bien su tipo, pero sea cual sea merece la pena su compañía y conversación. Me siento seducido por su carácter alegre y el enfoque que le da a las cosas.
Poco a poco nos vamos contando cosas algo más íntimas y me doy cuenta, que con mucha sutileza me hace preguntas que se podrían resumir en:
- “¿Tú no serás de esos presuntuosos que van contando sus aventuras por ahí y que además, llegada la hora de la verdad, no saben tratar a una mujer?”
Sin dejar ver mi jugada, trato de infundirle confianza en mi. Es verdad que nunca me ha gustado contar “mis cosas” a nadie (salvo ahora que os lo cuento a vosotros y esto es una excepción).
- “Por ejemplo, ayer donde estuviste?”, pregunta Laia, que es como se llama ella.
- “Pues hice más o menos lo mismo que hoy y a estas horas me fui a dormir tranquilamente”, respondo con naturalidad.
Seguimos la conversación y nos tomamos unos cubatas los dos juntos, sentados en la terraza del bar tomando el fresco, con mucha tranquilidad. Pasado un buen rato, decidimos ir a dormir. La acompaño hasta su tienda ya que camina con dificultad.
A la hora de la despedida no sabemos que decir. Nos miramos de forma intensa, casi sin querer nuestros labios se acercan y se rozan levemente. Nos retiramos rápidamente, pero enseguida volvemos a besarnos, esta vez con mucha pasión.
Casi sin darnos cuenta, nos encontramos dentro de su tienda quitándonos mutuamente la ropa.Solo con la ropa interior nos hacemos caricias de todo tipo, mientras nos besamos con infinita pasión. En la semi oscuridad nuestras manos se pasean por el cuerpo del otro descubriendo sus intimos secretos.
Le desabrocho el sujetador y lentamente hago descender mi mano desde el hombro hasta su vientre, arrastrando el sujetador hacia abajo dejando al descubierto sus redondeados pechos como una mandarina.
Luego mis dedos juguetean junto al borde de sus braguitas que termino por quitarle. Me termino de desnudar y me coloco encima de ella apoyando el peso de mi cuerpo en mis antebrazos y en la punta de los pies.
Aunque nuestros cuerpos están en contacto, prácticamente estoy suspendido en el aire. Nos besamos de nuevo. Después me apoyo sobre un brazo, mientras que la mano libre baja a buscar mi pene.
Lo encuentra y lo encara hacia el sexo de Laia. Doy un pequeño empujón, pero no entra. Aunque su cuerpo enardecido me pide a gritos que lo posea, los nervios se interponen entre nosotros.
Vuelvo a nuestros besos y caricias. Cuando estoy cerca de su cuello le susurro como un perro listo para morder: "Brrrrr....Brrrrr", le mordisqueo con cariño en el cuello y las orejas. Luego me levanto un poco y empiezo a aullar flojito: "auuuuuh....auhhh". A continuación más fuerte: "auuuuhhhh...aauuuuhhhhhh!".
Laia, entre risas me recrimina:
- "calla tonto...que te van a oír...pensaran que estás loco"
Yo continuo. Laia se da por vencida y se relaja esperando a que termine mi aullido. Sin que ella se haya dado cuenta, he apuntado de nuevo. Tras un sorpresivo empujón, la punta ya está dentro.
Siento una enorme presión, que poco a poco disminuye. Poco a poco la voy metiendo. Cada centímetro requiere una pausa. Retrocedo un poquito, empujo abriendo camino y paro. Vuelvo a retroceder, empujo y paro. Así, poco a poco se la meto un poco mas de la mitad de mi polla.
Sus gemidos cada vez son más sentidos y me detengo. Luego, balanceo todo el cuerpo lentamente hacia delante y hacia atrás, a un lado y a otro. Esto hace que nuestros cuerpos se froten intensamente y que mi polla clavada en su chochete urge en su interior.
Parece gustarle mucho y tras varios minutos siento como una sacudida recorre su cuerpo, y como su interior se retuerce y contrae aprisionando aún más mi polla. Dejo a Laia gozar de esta sensación tan intensa y luego descansa unos instantes.
Cuando vuelve a ser dueña de sí, me coge la cara con las manos y me besa. Luego las desplaza a lo largo de la espalda y las coloca sobre mi culo.
Abre sus piernas y estira de mí. Mi polla se va clavando lentamente pero vigorosamente, aprovechando que ahora está todo más húmedo. Cuando ya está toda dentro, Laia da un último apretón y me clava sus dedos en el culo. Luego gime quejosa, como si la sintiera demasiado dentro.
Me retiro suavemente y luego empiezo a meterla y sacarla repetidamente; cada vez con una amplitud diferente y con ritmos cambiantes; unas veces poco y despacio, mientras que otras de arriba abajo y deprisa.
Así estamos varios minutos, hasta que una nueva sacudida recorre el cuerpo de Laia de pies a cabeza. Como contagiado de tal descarga, yo también siento como un caliente chorro de leche me abandona y un calambre generalizado me invade todo el cuerpo.
Pasamos unos minutos uno junto al otro intentando recobrar el ritmo de respiración; ella juguetea con los pelos de mi pecho y yo le paso la mano por encima de sus caderas y por la redondez de su culo.
Deverano.