Aventuras del Moro (3: Menage a trois)

¡El cabrón se sale con la suya! La madre y la hija reciben su merecido.

Patricia no salía de su asombro ("qué chico tan raro" pensaba).

  • Pe... pero...
  • Vamos -le dijo el Moro y se señaló la mejilla.

Patricia respiró hondo y, sin saber bien por qué, lo hizo. No fue demasiado fuerte.

  • ¿A eso llamas una bofetada? Es como una cosquilla.

En aquel momento, la radio de la cocina comenzaba a transmitir una de las canciones favoritas de Noelia. Ésta subio el volumen a tope mientras retocaba los últimos detalles de los pinchitos.

  • Mira: -dijo el Moro- ESTO es una bofetada.

¡¡¡PLAFFF!!!

Fue como un relámpago por lo rápido y una coz por lo fuerte. Patricia tuvo que sujetarse del borde del lavabo para no caer. Le había volteado la cara. Era la primera que recibía en su vida adulta. Se llevaba la mano al cachete y procuraba comprender, jadeante, qué demonios estaba pasando.

  • Ah, ah... Pero...

El Moro, sin embargo, hablaba con un tono de voz académico e inocuo, como un profesor que, simplemente, expone la parte difícil o incómoda de una lección o como un médico que no puede evitar hacer algo de daño con sus manipulaciones. Patricia se preguntó si no sería ridículo reclamarle. Después de todo, ella había preguntado. ¡Pero... qué tremenda ostia! ¡Qué fuerza tenía! ¡Casi la había tirado al suelo!

  • ¿Ves? Tienes que proyectar todo tu cuerpo, desde el hombro por lo menos, todo tu peso... Inténtalo de nuevo.

Patricia se recuperó y respiró hondo. Un momento pensó en cortar el juego de raíz. Pero, ahora, la posibilidad de cobrarse por aquel bofetón le sedujo. Ésta que le mandó ahora fue mucho más fuerte.

  • ¡Plaf!

La mejilla del Moro estaba roja. Patricia se miró la mano derecha con orgullo.

  • Eso está mejor...- dijo el Moro.
  • ¿Verdad que sí... AYYYYYYY!!!!

No se lo esperaba ni pensó que pudiera caerle una más fuerte -pero varia veces más- que la anterior. Simplemente salió girando como un trompo, volando a través de toda la sala. Cayó, pasmada y aturdida, sobre el piso.

  • Ah, ah...
  • Pero éste fue mejor todavía - Patricia sintió las manos del Moro tomándola de la cabellera.
  • ¿Ves? -le dijo- Ésta es la primera fase del castigo. No te asustes, sólo te estoy explicando...-le dijo el Moro mientras la arrastraba de los pelos a través de toda la sala.
  • Ah, sí... ?ero para ya, chico... que me haces daño... ¡¡¡Ayyyy!!!

Ahora una lluvia de bofetadas caía sobre el rostro de Patricia. No podía entender de dónde venían. Cómo podía alguien ser tan veloz. ¿Cómo hacía si una de las manos la tenía sujeta por el pelo? Sólo tenía una mano libre y, sin embargo, parecía tener un millón. Nunca se había sentido tan a la merced de un hombre.

  • ¡¿Cómo se te ocurre abofetear a un huésped?! ¿No te han enseñado modales, so puta? (PLAFF, PLAF, PLAF, PLAF!)
  • ¡Ay, pero.. AYYYY!!! ¡Tú me dijiste... AYYY!!!

Patrica era muy bella y el Moro no quería dejarle la cara perdida y llena de manos. Con un habil movimiento, le hizo un torniquete y colocó su cuello entre su brazo y su torso. Allí vinieron las nalgadas.

  • ¿Y no te dije que el tinto me gusta con una zarzamora? (¡PLAF, PLAF, PLAF, PLAF!)
  • ¡¡¡Ay, ay, mi culo, ay!!! ¡¡¡ Discúlpame, no lo volveré a… AYYYYYYYYYYYYYYYYYYY!!!!

Era una posición un poco incómoda, así que se la subió al hombro izquierdo y prosiguió con la sesión de spanking. Patricia chillaba y pataleaba como una chiquilla y, sin saber bien por qué, comenzó a mojarse. Sí, se estaba excitando.

  • ¿Cómo demoraste tanto en invitarme a pasar? ¿Cómo no me ofreciste de comer y yo tuve que decirlo? (¡PLAF, PLAF, PLAF!)
  • ¡¡¡¡AYYYYYY!!!! ¡¡¡¡Mi culo, por favor, ya entendí!!!!

El Moro le dio unas cuantas vueltas para marearla un poco y la tiró sobre el sofá. A Patricia se le salió una teta de la blusa. Era magnífica.  Sólo jadeaba. No atinó a ponerla de nuevo en su lugar. Esperaba cualquier cosa, si se le tiraba encima en el sofá, lo aceptaría. En aquel momento le parecía lo natural y ofrecer resistencia al Moro, un absurdo. Sin embargo el Moro no se le tiró encima. La tomó de los pelos y la bajó del sofá, arrastrándola de nuevo por toda la sala hasta quedar junto a la barra. El Moro apoyó un codo en la misma. Su tono de voz, sin embargo, cambió y se volvió, de nuevo, aséptico y académico.

  • ¿Ves cómo ahora te sientes totalmente en mis manos?
  • Ahhh... Síiii...

El Moro se mordió los labios. Patricia estaba de rodillas a sus pies, algo grogui y con la teta afuera. Poco a poco iba recuperándose. El Moro volvió a la carga, tan didáctico como siempre.

  • Ahora viene la segunda fase. Tengo que obligarte a hacer algo. Luego, cuando comience a gustarte y lo hagas por tu libre y espontánea voluntad, estaremos en la tercera fase. Pero... ¿Qué puede ser?
  • Ahhh... ¿Otro tinto?
  • No, tonta, algo más.. ¡¡¡Ya sé!!! No te vayas a asustar, sólo te lo estoy explicando como ejemplo- dijo el Moro, y sacó AQUELLO.
  • ¡Dios mío! -grito Patricia, abriendo los ojos como platos. ¡Qué obra de arte! En su vida había visto un pollón como ése. No sólo largo y grueso, sino bien formado, con una punta circuncidada, brillante, oscura, una especie de cúpula de ébano que coronase el minarete de alguna exótica y suntuosa mezquita. Las venas adornaban tanto el espléndido tronco como un buen par de huevos bien agarrados que complementaban el conjunto que, por cierto, también estaba depilado.
  • ¿Ya ves por qué me dicen "El Moro"?
  • ¡Vaya que lo veo! -Patricia no podía quitar los ojos de esa cosa. olvidó el dolor y el aturdimiento. El Moro la sujetó fuertemento por la cabeza y empujó.
  • ¡Venga, a lo tuyo y cuidado con los dientes!
  • ¡¡¡Peroooooo... mmmmmglubbbbbbbbb...!!!

La "o" final de la palabra "pero" se transformó en la posición ideal para que la boca recibiese aquel pedazo de verga. El Moro se lo empujó sin piedad, hasta la garganta, haciéndole llorar y provocándole arcadas. Inútilmente, Patricia intentó ofrecer resistencia apoyándose en los muslos del invasor, para hacer contrapeso. No sirvió de nada. Pero sintió aquellos músculos tan tonificados y duros, casi tanto como esa maravilla de la naturaleza que llenaba su boca, y se dijo que, ya que nada podía hacer, lo mejor era adaptarse. Acarició los muslos, luego el vientre y, por último, se aferraba a las nalgas del Moro, como si temiese que su adorada golosina se le fuese a escapar, clavando en los glúteos sus largas uñas pintadas con esmalte de la mejor marca. Muy rápidamente había pasado de la segunda a la tercera fase.

  • Bien, así, buena, chica... ¿Qué se dice por la lección gratis?- dijo el Moro, aflojando un poco el apretón y acariciándole la cabeza.
  • Mglufff... gracias ¡slurb!

En aquel momento entró Noelia con varias bandejas en difícil equilibrio en ambos brazos. La expresión de sorpresa de su rostro es imposible de describir. Varias bandejas cayeron al piso. Otras las logró salvar colocándolas a duras penas sobre algunos muebles cercanos.

  • Pe... pero ¿qué es esto?
  • Nada, Noelia, sólo le explico algunas cosas a mi suegrita.

Patricia, ya con las  dos tetas afuera, volteó hacia Noelia, sin dejar de acariciar las nalgas del Moro. Un pelo adornaba su boca.

  • Mmmmmfff... Me está enseñando...
  • ¡¿Enseñando qué?! ¡Mamá, le estás haciendo una mamada!

Patricia se enojó.

  • ¡Noelia, basta de tonterías, déjanos solos!
  • ¡¿Qué?!
  • ¡Enciérrate en tu cuarto y déjanos solos!

Esta frase despertó recuerdos en Noelia. Ya la había escuchado. Más de una vez, en su infancia, había llegado a casa alguno de los amigos de su madre. Y, después de un rato y algunas copas, su madre le había dicho esas mismas palabras. ¡La muy puta, ahora lo recordaba, había tenido amantes en el pasado! Casi había desterrado ese recuerdo de su conciencia pero ahora volvía. Pero Noelia ya no era una criatura y ya no podía aceptar eso.

Como si le leyera el pensamiento, el Moro intervino.

  • No, hombre, Patricia, que tu hija ya es grande. Noelia, trae acá -señaló la barra- los pinchitos y ayuda a tu madre.

Esta vez las que coincidieron en el asombro fueron madre e hija.

-¡¿QUÉ?! - Lo que escuchastéis. Échale una mano... y una lengua.

Patricia levantó una mirada casi suplicante hacia el Moro, sin dejar de acariciarlo.

  • Pero...

La única respuesta fue una mirada implacable que transmitía "no estoy de broma". Patricia se estremeció mientras Noelia avanzaba lenta y temblorosa. La madre sentía celos de su potencial competidora más joven. A la vez, sin embargo, sentía que no podía defraudar ni desobedecer a aquel macho y aquella polla. Pero, aunque sometida al Moro, procuró mantener su posición de autoridad frente a Noelia.

  • ¡Ya escuchaste, Noelia, ven y ayúdame!
  • ¡Mamá!
  • ¡Basta, Noelia, ven y ayúdame!

Noelia sentía indignación y rabia contra los dos pero, a la vez, un cierto orgullo por ser ya lo suficientemente mujer como para compartir un amante con la zorra de su madre y para competir con ella. ¿Cuál sería mejor, a juicio del Moro? Colocó las bandejas en la barra, al alcance de la mano de su macho.

  • Ya hablaremos- le dijo, temblorosa. Se sacó las tetas.

El Moro se rió.

  • Seguro...- respondió a la vez que la tomaba de la cabeza. Pronto, Noelia estaba arrodillada. Ambas se acomodaron. Patricia se la tragaba entera. Noelia se concentró en los huevos. Cada una de ellas sentía, en su mejillas,  el resuello, el pulso, la salivación, el sudor, los jadeos y los gemidos (ambas eran de esas putas que gimen aún con la boca llena) de la otra. El Moro las asía firmemente y les marcaba el ritmo. Cerró los ojos pero pudo escuchar sus murmullos.

  • Perogggglllubbbb mamáaaahhhh ¿cómo puedes hacer est... ¡glub, sob, mmmfhhhh!!!??

  • Cállate y chupagggluuuuubbbb.. mmmmhhhh!!! Mira qué polla tieneggggllllglogloglóglógló....

Largo rato siguieron así, turnándose polla y huevos y, también, dándose algún morreo de vez en cuando, aunque no muchos. Y preferían, aun, pensar que era un accidente. Exploraban la entrepierna de su amo, yendo incluso hacia el camino entre los huevos y el culo, procurando satisfacerlo.

  • Bien -dijo el Moro- lo hacéis bien y merecéis una recompensa. Las dos, moveos al sofá y poneros de cuatro, con las manos en el suelo y con el culo en pompa.

El respaldo del sofá era lo suficientemente bajo como para permitir una follada en esa posición. Noelia, ni corta ni perezosa, saltó y quedó allí, con su esplendido y blanco culito y su chochito mojado a la disposición del Moro. Patricia le dio unos cuantos besos a Su Majestad El Falo antes de obedecer -esto lo perdonó, indulgente, el Moro, pues era más signo de devoción excesiva que de desobediencia- y quedar allí, en el sofá, con sus medias con liguero y sus zapatos de taco (llevaba esos que tienen un correaje y no se caen; Noelia, por su parte, llevaba un calzado deportivo que ya se había quitado, quedando sólo en mediecitas blancas), exponiendo también esas magnificas posaderas.

El Moro se paseó, satisfecho y y con el nabo enhiesto, como quien pasa revista a sus tropas.

-Vaya, vaya... Puro jamón ibérico... -Ah, deja de jugar por favor... -dijo Noelia. - ¿Jugar? Qué buena idea.

Y comenzó, con la punta de la polla, a hacer aquel juego infantil que aprendió una vez en Brasil y que consiste en decir "petín merín de do pingüé" a la vez que se hace saltar el dedo entre dos o más opciones para quedarse con una. Sin embargo, no lo hizo precisamente con el dedo. Y, además lo hizo con la suficiente lentitud y entrando lo suficiente como para volver locas a esas dos que estaban como perras en celo.

  • Petín....
  • Ahhhhh.... Yaaaaaaaaa...
  • Merín....
  • ¡Fóllame, cabrón!

Finalmente, el Moro dijo, "los honores a la dueña de casa" y le comenzó a dar lo suyo a Patricia a la vez que, de vez en cuando, ayudaba un poco a Noelia, que se estaba frotando como una loca, con su mano derecha. Patricia estaba más mojada que un pantano y la verga del moro hacía un ruido de los mil demonios en el mete y saca... Chloffff-Chloffff....

Patricia volteó hacia su hija.

  • Pero, Noelia, no pongas esa cara...
  • Que no ponga esa cara, ¿tú estás tonta o qué?
  • Pero es nuestro invitado tenía que entretenerlo de algún modooooooooooohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh....

Patricia resultó ser multiorgásmica. Vinieron como tres seguidos.

  • Joder, cómo folla tu novio.

Se venía una nueva tanda y el Moro la acompañó de una sarta de mordiscos.

-Un recuerdo para tu marido.

Patricia quedó derrengada, casi como dormida.

-Venga Noelia, te toca a ti.

Noelia ya conocía aquel pollón y lo bien que lo movía pero, de todos modos, nunca dejaba de sorprenderla. De repente, sintió un dedo con lubricante donde no debía estar.

-¿Qué haces? ¿No pensaras en... AYYYYYY!!!!

¡Sí, ese cabrón le estaba rompiendo el culo!

-¡No, por allí no, por favor, no! ¡¡¡Ayyyyyyyyyyyyyyy!!!!

Patricia se despertó y, por un instante su instinto maternal dominó su calentura.

  • ¿Pero qué le estás haciendo?
  • ¡¡¡Ayyy, mamáaa, me está rompiendo el culo!!!
  • Pero, ¿con ESA COSA? ¿Estás loco? -sin embargo, una ráfaga de fugaz envidia cruzo por su mente, ¿por qué no la tomó a ella por allí? ¿Acaso su culo no era tan o más lindo que el de Noelia?

  • Venga, Patricia, basta de tonterías y dáme un masaje -dijo el Moro.

La mamá obedeció, mientras besaba por el cuello y acariciaba a su amante.

-Eres increíble... - Lo sé- dijo el Moro. - ¿Pero no vas a hacer nada mamáhhhhh??? -A su pesar, Noelia empezaba a gozar, creía que le iba a salir por la boca pero, precisamente, era esa sensación lo que le gustaba. - ¡Patricia, es nuestro invitado, aguanta! Además, si no te gusta, ¿por qué mueves el culo en círculos? - ¡¡¡ME CORRO, ME CORRO, DIOS MÍO!!!!! ¡¡¡¡AHHHHHHHHHH!!!!

El Moro salió del culo de Noelia y le dijo a Patricia.

-¿Sabes que no eres una madre muy ejemplar? Mereces un castigo...

Inmediatamente, Patricia se arrodillo e hizo lo suyo.

  • Glub, glub, glub... ¿Está bien así?
  • No es tan fácil, ahora te toca a ti.

¡El culo! No, eso no. Patricia ya había tenido sexo anal pero no con algo como eso. Se dio la vuelta e intentó escapar. El Moro la sujetó de los tobillos y la sujetó fuertemente contra el piso. Más por el efecto psicológico que por la real necesidad que tuviera de su ayuda le dijo a Noelia.

  • Sujétala.

Dicho y hecho, en pocos minutos Noelia la sujetaba por delante y el Moro por detrás.

  • Puta -dijo Patricia, con rabia.
  • Quien habla, mamá.
  • Pero yo soy tu madre y ¡¡¡¡ahhhhhh… ohhh!!!!! ¡¡¡¡uhhhh!!!!

Lo cierto es que, a pesar del intento de fuga, el proceso de adaptación de la mamá fue mucho más rápido que el de Noelia ("la hija es puta pero la madre es superputa" pensaba el Moro) y, en pocos minutos estaba ya moviendo el culo con gran destreza. Por delante, se morreaba con su hija y, poco después, por increíble que parezca, le estaba comiendo el coño.

  • Bueno, chicas, vamos a terminar como comenzamos...

Ambas se pusieron lenguas a la obra. ¡Dios santo, ¿cuanto tiempo llevaban follando?! ¿Cuántas veces se había corrido cada una? Esta vez el moro estaba en el sofá y sus dos hembras haciendo lo suyo en su entrepierna. Pero recomenzaron las discusiones.

  • Mamaggglglll, no entiendo realmente cómo has podido hacer esto ¡sob! ¡mmmmhhh!!! ¡¡¡Eres de lo que no hay!!!
  • Quién hablaglubglub, menuda pájara debes ser para (¡mmm!¡qué rica!)meterte con este semental... ¡slurp! Ya estoy cansada de ¡glub! tus tonterías... Te vas de ...mgluffff...
  • Quien se va eres tú... mmmm..

La paciencia del Moro llegó a su límite.

-Putas de mierda, a ver si chupáis y dejáis de decir bobadas que me falta de poco.

Noelia lo miró con rabia.

  • Maricón de mierda.

El Moro se rió.

  • ¿Escuchaste, Patricia? Insultó a un huésped. Venga, castígala.

Pero no se esperaba la pelea que se armó, ambas rodaron clavándose las uñas y jalándose los pelos, casi completamente desnudas. Sin duda, era todo un espectáculo. El Moro las contempló un rato y, finalmente, intervino.

  • ¡¡¡PLAFFF!!!!¡¡¡PLAFFF!!!!

Fue una ostia de ida y vuelta que cruzo las mejillas de ambas y las puso en su lugar y a hacer lo suyo.

  • Bien, así, está bien... Oh, ya no falta casi nada.

Por ser la primera vez con Patricia se la enterró a ella hasta la garganta. Ésta dirigió una mirada suplicante a Noelia, como pidiendo ayuda o consejo. Noelia le apretó la mano con ternura.

-¡¡¡Traga, mamá traga!!!! ¡¡¡AHHHH!!!

Porque Noelia también se corrió de lo excitada que estaba. De hecho, fue triple. El Moro emergió y se fue, dijo su acostumbrado cumplido de "buena chica". Patricia cayó derrengada hacia adelante, con el culo en pompa y la cara contra la loza del piso y, otra vez, semidormida, casi inconciente. A Noelia le ocurrió otro tanto, sólo que cayó de espaldas. Su vientre bajaba y subía rítimicamente y, en la punta de uno de sus pies, colgaba su braguita. Los pezones de sus dos esplendidas tetas seguían erectos.

Al rato escucharon el ruido del baño. El Moro se duchaba. No comentaron nada.

Poco después, reapareció. Llevaba un bolso de viaje, perteneciente al ausente padre de Noelia y marido de Patricia, en el que, seguramente, había puesto su ropa (unos vaqueros y una camiseta). Pero no estaba desnudo. Llevaba un magnífico traje Armani y unos zapatos de cuero que, también, pertenecían al ausente, cuya talla era, más o menos, la misma que la del Moro.

  • ¿Qué tal? -dijo el Moro.

Patricia entreabrió los ojos y levantó un poco la cabeza. No dijo nada verbalmente pero sí con la mirada. Estaba para comérselo. Volvió a su postura de la mejilla contra el piso porque estaba demasiado laxa para mantener un esfuerzo físico mínimo. Noelia sólo veía el techo y pensaba que el encanto no se había roto y no parecía fuese a romperse en el corto plazo. De hecho, a este paso este cabrón seiba a follar a toda la familia.

  • ¿A qué hora llega el cornudo? –preguntó el Moro.
  • A las seis- dijo Noelia, sin indignarse por el trato que se daba al dueño de casa. -Entonces hay tiempo. Voy a ver un rato la tele... Me lleváis los pinchitos y otro tintorro. Venga, a mover el culo- Al pasar, dio una buena y sonora nalgada a Patricia.

  • ¡¡Ayyy!!!

Ésta pareció espabilarse un poco. Abrió un poco la boca y un hilillo de semen que, al parecer, no había tragado, se desprendió y cayó al piso.

  • Ya escuchaste, Noelia....
  • Ya voy, mamá, ya voy… Uff… ¡Será cabrón?

FIN

Dedicado a "lagolfillawapa".