Aventuras de verano - 9

Ese chico consigue que me olvide de mis defensas y prejuicios y acaba durmiendo en mi cama y algo mas.

VÍSPERA DE BODA - 2

Después de comer nos fuimos todos a la ciudad, ellas se fueron a sus cosas y los niños y yo a pasear. Les gustó mucho, paramos a comprar helados, hicimos fotos y luego cenamos unas raciones de tortilla en un bar. Nos recogieron ya de noche y volvimos a casa todos juntos.

Ely colocó el vestido de novia en la percha en su habitación para que lo vieran los niños, y luego lo tapó con la funda. Ya tenía todo listo para el gran día. Nos fuimos a dormir, los niños estaban rendidos y a mí me habían cansado. Debía de estar haciéndome mayor.

Hicimos como todas las noches, y Carlos se desnudó mientras yo arreglaba un poco la ropa como de costumbre y antes de acostarse me preguntó, como siempre, si se podía meter en mi cama. Le hice ver que no estaba bien.

  • a tu madre creo que no le gustaría si se enterase. Dice que ya te gustan las chicas, ¿Qué me dices?

  • no lo sé. Me gustar dormir abrazado a ti. Antes me abrazaba a mi madre cuando me dormía, pero hace mucho tiempo que no me deja.

  • ¿tu le has pedido ir a su cama igual que a mí?

  • no…

  • ¿y por qué quieres dormir en mi cama y en la de tu madre no?

  • no sé. Me gusta estar a tu lado. Hablamos… y me dejas que me acerque a ti y se duerme muy a gusto.

  • si supongo que sí, que te sientes a gusto, porque el pito se te pone bien duro.

  • bueno, no sé por qué ocurre. Me da vergüenza que te hayas dado cuenta, pero no sé qué me pasa.

Me pareció oír tristeza en su voz, oculto debajo de la sabana de la cama y me dio pena. A lo mejor era tan inocente como parecía y yo estaba otra vez interpretando mal algo que él no tenía la culpa ni podía evitar. Le dije que se viniera a mi cama, pero que no se pegase a mí como otras noches. Se metió conmigo y se quedó quitecito en su lado.

A medianoche le sentí otra vez arrimado a mí, pero el pobre seguía en su sitio, era yo la que me había acercado a él y estaba medio recostada, con mi pierna por encima de su cuerpo y sintiendo su pene duro bajo mi muslo.

Retiré mi pierna y él suspiró. Tenía mi cara pegada a la suya y le pregunté - ¿estás dormido?

  • no – me contestó.

  • ¿Qué te pasa? ¿Por qué no te duermes?

  • estoy nervioso y si te digo le que me pasa te vas a enfadar.

Se le veía dudando, como si no se atreviese a seguir y sentí sus dedos tocar mi pecho tímidamente  Deslicé mi mano por su cuerpo hasta que encontré su pene y lo agarré con mis dedos. Pegó un respingo y lo sentí crecer un poquito y el palpitar de sus venas al fluir la sangre por su interior con fuerza, haciendo que fuera cogiendo consistencia. Lo abarqué con toda la mano y estaba ardiendo según crecía y mi mano se fue ensanchando, empujada por su rápido desarrollo.

  • ¿es por esto?

  • sí, no sé qué me pasa. Me gusta, pero me asusta. No sé porque se pone así.

  • ¿No te ha contado tu padre esas cosas y lo que diferencia a un chico de una chica?

  • sí, pero poco. Sé que sirve para tener niños y nada mas.

  • ¿a ti te gusta cuando te acercas a mi? ¿Sientes algo en tu pito cuando estas junto a una chica?

  • es que nunca he estado junto a una chica, solo con mi prima.

  • lo que sientes es deseo sexual. El hombre y la mujer se desean uno al otro. Cuando el deseo es muy fuerte y se aman, el hombre introduce su pito en la mujer y tienen sexo. Ya lo harás cuando sea mayor y te gustará.

  • ¿a ti también te gusta? ¿Tú lo haces?

  • sí, con mi marido.

  • ¿y a mí me quieres? ¿Conmigo lo harías?

  • ¿contigo? No. Tú eres un niño. Eso es cosa de mayores.

  • no soy ningún niño, ya lo puedes ver. Y además alguna vez tendré que hacerlo, ¿cómo sé cuando seré mayor? Si nos queremos ¿por qué no lo podemos hacer, a ver que se siente?

  • porque yo te quiero de otra manera, como a mi hijo. Duérmete.

Dejé mi mano sobre su pene, pero ya sin agarrarlo. Creo que se durmió, aunque todavía le oí suspirar un par de veces.

Me desperté muy temprano. Estaba inquieta y desasosegada. La conversación de por la noche no me había gustado. Era problema de sus padres enseñarle esas cosas. Pero ese no era el motivo principal. Me pareció tierno y cariñoso y toda la noche tuve en mi cabeza imágenes de ese duro pene en mi sexo. Era una barbaridad, pero no pensaba en otra cosa.

En ese momento hizo el gesto de siempre, pasó su pierna sobre la mía y me agarró un pecho. No quería pero algo me incitaba, era superior a mi voluntad entonces le fui colocando para que quedase tumbado encima de mí, su cara sobre mi pecho y sus manos en mis hombros.

Sentí su pene incrustado entre mis muslos, crecía abriéndose paso, delgadito pero firme. No estaba dormido, pero debió de pensar que yo sí, porque bajó una mano me separó una pierna y me colocó la punta sobre el  pelo recortado del pubis.

No aguanté mas y le ayudé, porque si no, no lo hubiera conseguido nunca: me moví hasta que quedó justo a la entrada, aparentando que  estaba cambiando de postura, y luego bajé un poco el cuerpo hasta que su punta se deslizó un poco hacia dentro de mi vagina.

Me quedé quieta, respirando como si estuviera dormida, y él después de un rato cogió confianza, y empujó despacito hasta que la metió del todo. La verdad es que en un principio apenas si la sentía en mi interior, era muy pequeñita, me hacia cosquillas, pero al rato empezó a engordar y coger tamaño y dureza, y sentí el primer atisbo de gusto recorrer mi cuerpo.

Le deje que siguiera pensando que estaba dormida, así no nos daría corte a ninguno de los dos.  No tenía muy claro si estaba haciendo bien pero pensé que él necesitaba esa experiencia y no me importaba ofrecérsela, siempre que no pareciese que yo colaboraba o le incitaba. Se movió un poco y el roce le debió gustar, pero lo hacía muy despacio para no despertarme.

Su respiración cambió y se movía un poco más rápido. Ya no lo sentía pequeño: era de un tamaño mas bien regular y sobre todo, muy duro. Las paredes de mi vagina lo notaban claramente y aunque no llegaba muy dentro, su roce sobre las paredes vaginales eran cada vez más sensibles.

Noté un ramalazo de gusto, pero me contuve. Enseguida se envaró, soltó unos chorritos de esperma y se recostó suavemente encima de mí.

Por la mañana despertamos como siempre, agarrado a mi pecho. Le di un beso y le dije que si nos íbamos a desayunar. Se levantó un poco cabizbajo y temeroso, no creo que arrepentido, pero si con miedo a lo que había sucedido.

Entró al baño y yo me levanté y me puse algo encima; luego entré yo, mientras él se ponía el pijama. Todos seguían en la cama, desayunamos solos y no dijo ni media palabra. De vuelta al cuarto mientras nos vestíamos le pregunté.

  • ¿Qué te pasa? Estás como preocupado ¿Te ocurre algo?

  • es que no sé cómo decírtelo

  • ¿decirme el qué? Me estas asustando.

Casi llorando me dijo lo que había hecho por la noche mientras yo dormía, asustadísimo por si ahora íbamos a tener un niño, y arrepentido de haberse aprovechado de mi.

Contuve mi risa, pero decidí ser dura con él, para que viera que había hecho mal, pero que no tenía tanta importancia como pensaba.

  • pero… nunca le puedes hacer eso a una mujer. Ella tiene que querer y aceptar. Es un acto muy importante entre dos personas. Lo que has hecho es algo muy feo.

Me pareció que me estaba pasando un poco, porque en realidad yo le había casi empujado a hacerlo, así que fui suavizando un poco la regañina, diciéndole que quedaría entre los dos y le perdonaba, siempre que me prometiese que nunca en la vida haría con una chica lo que ésta no quisiera. Me lo prometió, le di un beso y nos aseamos para preparar el desayuno de los otros.

Ely se fue a hacer unas cosas de la parroquia con Juan y volvería a mediodía. Nosotras arreglamos un poco la casa y luego salimos a tomar un rato el sol, pero mientras nos desnudábamos pensaba que a lo mejor estábamos provocando demasiada excitación en un chico inocente y sin experiencia y mas cuando su madre comentó:

  • a veces me da no se qué que Carlos me vea así

  • ¿no te ha visto nunca desnuda?

  • esto es lo mas. En la playa si no hay mucha gente hago topless, a mi marido le gusta, pero me parece que todo el mundo me mira. ¿Tú no has notado si Carlitos te mira cuando te vas a la cama?

  • pues si… me mira, pero igual que yo a él. No sé cómo explicarte, parece tan natural. Yo no veo que me mire de una forma extraña.

  • es una edad tan rara. Venga vamos al agua.

Pero según salíamos para tumbarnos en la toalla a secarnos al sol, volví a comprobar que bañarse en bragas tenía sus inconvenientes hasta que se secaran así que nos dimos prisa en llegar.

  • tienes igual de moreno todo el cuerpo.

  • cuando tengo ocasión me despeloto del todo.

  • ¡que envidia! Yo no creo que fuera capaz.

  • ¿por qué no? Tienes una figura magnifica. Yo te veo muy bien

  • tengo las tetas muy grandes y unos michelines de mas.

  • pues si yo te veo en pelotas por la playa volvería la cabeza.

Cuando llegó Ely se desnudó también y nos sentamos en el borde de la piscina para hacer planes. Los chicos se acercaron un poco para escuchar, y Maika observo que su hijo la miraba muy fijo.

  • ¿Qué te pasa? ¿Qué miras?

  • eres muy guapa mamá

  • tú también eres muy guapo hijo mío.

Le abrazó contra su pecho, aplastándole casi con sus grandes tetas y le dejó en el suelo, después de darle besos por todos los lados.

Después de comer nos fuimos todos al restaurante del hotel, y como le había comentado a Maika que el sábado por la noche nos quedaríamos mi familia y yo a dormir allí después de la cena y el baile y no íbamos a ir a casa de Ely, aprovechó entonces para reservar para ella y su hermana.

De vuelta a casa, estábamos en el baño lavándonos los dientes y Carlos se fue a la cama mientras yo terminaba de ducharme para darle tiempo a que se durmiera. Pensé si no debería acostarme desnuda como siempre, pero después de todo iba a parecer que algo había cambiado y decidí que era mejor aparentar que no había pasado nada, dejé la toalla un lado y me acosté. El me miraba desde la suya, con ojos tristes y serios.

  • ¿sigues enfadada conmigo?

  • ¿enfadada? No. Somos amigos; los amigos no se enfadan.

  • ¿me vas a perdonar lo de ayer?

Parecía que se iba a echar a llorar en cualquier momento. Me enterneció, no pude resistir esos ojos y le dije que se viniera a mi cama.

Cruzó de un salto y se quedó en el borde, tapándose con la manta. Parecía feliz otra vez.

  • no hay nada que perdonar, ven a mi lado. Dame un beso y duérmete

Pasé mi brazo por sus hombros y le acerqué a mí. El no se acercaba mucho y cuando le junté un poco más, sentí otra vez su pene duro, pegado a mi pierna.

  • ¿Otra vez estas así? ¿Qué te ocurre?

  • no sé. No sé qué ocurre. Nunca antes me había pasado.

Le agarré el pito con una mano y le froté un poco de arriba abajo y intentando bajarle la piel de la cabecita, pero no pude. Lo que si noté es como se ponía un poco más grande y más duro.

Sabía que no estaba bien y que debería dejarlo estar, pero alguna vez lo haría con alguien que quisiera y se olvidaría de esta noche. Y la verdad que no quería confesarme a mi misma es que me notaba caliente, que deseaba un poco de sexo, de ternura, me notaba húmeda y expectante y a él nervioso y excitado, y sabía que los dos lo necesitábamos, precisábamos desahogarnos y sentirnos físicamente juntos.

Tiré de él para colocarle encima de mí, acerque su pene a mi entrada y le dije que empujara. Entró todo, sentía sus muslos pegados a los míos, y al igual que ayer, se notaba como engordaba a toda velocidad ahí dentro. Le enseñé como tenía que moverse y muy pronto aprendió. Sentía su placer y a mí esta vez también me lo estaba dando.

Coloqué sus manos en mis pechos, enseñándole como acariciarme para darme gusto y que me excitara a su contacto y llegó un momento en que me hizo sentir un calor agradable y la sensación del orgasmo que se avecinaba. Fue todo muy rápido, no pudo aguantar mucho y mis movimientos y jadeos, precipitaron su eyaculación. Se corrió con suspiros apagados, apretando con fuerza su pelvis en mi vientre; luego cayó rendido encima de mí.

Le abracé y le di un beso:

  • es la última vez que duermes en mi cama. Ahora eres un hombre y no estaría bien. Nunca hablaremos de esto y lo olvidaremos para siempre.

  • nunca podré olvidarme de ti.

Si, tenía razón. Nunca se olvida el primer amor, ni la primera vez que alguien toca tu cuerpo con deseo, estrenando tu piel a las caricias del otro sexo. Ni el primer beso, ni el primer acto de amor con alguien a quien quieres. Y yo tenía la suerte de estar casada con el hombre que me había descubierto todo eso en unas fechas ya muy lejanas, pero que siempre recordaba. Y me gustó haber sido yo la primera de ese chico, tan dulce y bueno.