Aventuras de verano - 6
Unos compañeros del novio nos obsequian con un nuevo encuentro sexual y me aparece un nuevo y joven admirador.
PREPARATIVOS DE BODA -2
Juan se despidió de mí, dándome un beso y acariciando mi espalda desnuda y se fue. Cuando oí el ruido del motor, subí al cuarto de mi prima. Quería que me contase que tal le fue anoche, y decirle las tareas del día.
despierta dormilona, que hay trabajo.
déjame un rato mas. Todavía tenemos tiempo. Ven conmigo.
Me metí en la cama con ella, y nos abrazamos. Le fui acariciando la cara para que se fuera despertando.
¿estuvo bien anoche?
sensacional. Te lo perdiste.
la próxima vez me apunto.
hubiera sobrado para las dos.
tenemos que ir a recoger a tu cuñada
sí, ya me levanto.
En vez de eso, me empujó y acabamos revolcándonos por toda la cama, metiéndonos mano hasta que me rendí y quedó encima de mí, abrazada. A mí eso me excitaba, me gustaba sentir y tocar su piel suave, oler su perfume. El olor de una mujer después de una noche entre las sabanas es único. Supongo que a ella le pasaría lo mismo. Nos gustaba juntar nuestros cuerpos desnudos, besarnos, pero no deseábamos ir mas allá.
El tren llegó muy puntual y su cuñada bajó haciendo gestos de alegría hacia nosotras. Venía con su hijo y una niña pequeña, una sobrina. Era una mujer muy guapa, tendría cuatro o cinco años mas que nosotras y con una figura esplendida. El niño, tendría unos trece o catorce años, era delgado, rubio y con una cara muy infantil. Si no me lo dicen yo le hubiera echado solo diez u once años y la niña parecía casi de la misma edad y también era rubita.
Mari Carmen, Maika, como la llamaban todos, sin ser sevillana, había adquirido la gracia y un poco el acento del sur. No paró de hablar y hacer planes hasta que llegamos a casa, nos ayudó a servir la mesa y a recogerla. Los niños estaban cansados y los acostó, y dijo que se echaría una hora o poco menos y enseguida estaba con nosotras. Desplegaba una actividad exagerada en todo lo que hacía.
Solo de verla casi nos cansó, pero ya me advirtió Ely que era mejor dejarla a su aire. Cuando nos sentamos en el jardín a tomar el sol y mientras me contaba un poco sobre la familia de Juan y sobre todo de su hermana, ella se iba quitando la ropa, como todos los días, y se tumbó en bragas.
oye, que dijo Maika que bajaría enseguida.
sí, no te preocupes, desnúdate si quieres. Maika lo hará en cuanto llegue y como tampoco habrá traído bikini tendrá que quedarse así.
Bueno, pues si ella lo hacía pues yo también. Mi braguita era muy pequeña, tipo tanga, pero tampoco iba a ir a cambiarme ahora. Me siguió contando cosas de la familia y luego hablamos de la despedida de soltero de los chicos, aunque ella no sabía nada de detalles, pero le convenció a Juan para que viniera a dormir con ella.
Decía que así no se iría con la pelandusca del striptease, aunque de todas maneras no pensaba que lo hiciera, y me dijo que si quería podía dormir con ellos. Le reiteré lo del día anterior, no me parecía procedente, y mas ahora, que además de la hermana había dos niños. Como había dos habitaciones con dos camas quedamos, a la espera de lo que opinara su cuñada, que podían dormir los niños en una y nosotras en la otra.
En esto estábamos cuando bajó Maika, riéndose al vernos casi en pelotas y le dijo a Ely.
bien, veo que seguimos con las buenas costumbres, pero lo normal es que estuvierais en bikini o con el culo al aire. ¿Ahora la moda es ir en bragas?
es que yo no traje bikinis, no pensé que hiciera tanto calor - (¿Cuántas veces había dado ya está explicación?)
Desnuda me confirmó lo que pensé sobre su figura. Un poco rellenita pero no gorda, el pelo negro, pero si le daba el sol parecía rojo y unas tetas grandes y casi nada caídas, con un pezón pequeñito. El pelo del pubis se lo había recortado un poco, sin cortárselo del todo y parecía una sombra clarita entre sus muslos. No obstante lo primero que atraía de ella era su espontaneidad y su increíble actividad.
Le contamos como habíamos pensado repartirnos para la noche pero nos dijo que prefería que su sobrina durmiera con ella, era muy pequeña y se despertaba a veces por la noche y prefería estar a su lado, y su hijo dormiría en un sillón o le poníamos un colchón en el suelo y así no nos daba mas molestias. Lógicamente no lo permití. El niño podía dormir en mi cuarto, en la otra cama, era un crío y no molestaría. Les pareció bien y pasamos a otra cosa.
Le hablamos de las despedidas de soltero. En la de chicos no se metió porque no le pudimos contar nada, pero cuando le dijimos como iba a ser la nuestra dijo que de ninguna manera. Se fue a por un teléfono le hizo marcar el numero a Ely y lo cogió para hablar ella. En cinco minutos le dio la vuelta a todo. Por supuesto barra libre, cuatro o cinco chicos, espectáculo completo, desnudos y que llevasen cantidad de condones. Supongo que el chico del bar se estaría riendo, como nosotras, al oírla hablar, con esa decisión y rapidez y las gracias que iba intercalando en la conversación.
Colgó, dejó el teléfono, y se fue hacia el agua, mientras nosotras la mirábamos sin todavía creer que en cinco minutos había decidido lo que nosotras llevábamos dando vueltas dos días.
- menos mal que he llegado a tiempo para arreglarlo. Venga vamos al agua.
No nos atrevimos a llevarla la contraria, y nos metimos las tres en pelotas, tan a gustazo. Flotando en el agua y dándonos el sol se notaba algo de calor, porque el agua ya no estaba como el mes anterior. Yo me junté un poco a mi prima, siempre le he tenido un poco de miedo al agua y nadé a su lado.
Me senté enseguida en el borde y Maika se acercó a mí. Me preguntó por mi vida, mi familia, mis gustos. Yo soy bastante reservada para mis cosas, pero creo que al final del interrogatorio sabía de mí bastante mas que yo misma.
Sentí frío y noté la carne de gallina. El momento de salir del agua, hasta que te secaba el sol un poco, era el peor. Se acercó a mí y me cogió el pezón con los dedos. Me retiré sobresaltada, no por su mano sino por la sacudida interna que sentí.
La retiró apresuradamente, pensando que me había molestado; puse las dos manos sobre sus tetas y le acaricié las puntas; con las yemas de los dedos rocé sus pezones y le miré a la cara; pegó el mismo bote que yo, pero no retiré mis dedos. Se rió al ver en su carne el efecto que me había causado con su caricia y me miraba medio sorprendida, mientras yo me iba deslizando hacia el agua.
vaya… creo que eres mas lanzada de lo que pensé
no la conoces todavía, si no te darías cuenta de que es bastante mas atrevida que tu y que yo – intervino mi prima.
me alegro, haremos un buen grupo.
no me pongáis mala fama, que yo soy una persona seria.
no, si se puede ser seria y tener ganas de cachondeo.
No les hice caso y seguimos hablando allí, a la orilla el agua, de modo que no oímos llegar el coche. Apareció Juan de improviso y se quedó mirándonos en el borde.
Ely salió tan tranquila, en pelotas, para darle un beso, pero Maika y yo nos pegamos un poco mas al borde y ella asomó solo la cabeza para dar un beso a su hermano. La cara de éste era de puro regocijo.
¿Qué pasa, ya no das un abrazo a tu hermano
eres tonto. Podías avisar que venias o tocar la bocina
venga, sal, dame un abrazo.
déjame. Date la vuelta y vete un poco más allá.
Al fin salió, mientras Juan hacía que se volvía para mirar y la ponía más nerviosa. Nos enrollamos en las toallas y nos sentamos los cuatro alrededor de la mesa, con unas bebidas que trajo Ely.
Solo venia a saludar a su hermana y a confirmar a Ely que vendría a dormir en la noche, después de la fiesta y cuando se retirasen sus amigos. Maika le dijo que se trajese a un par de ellos para nosotras, que estaríamos solitas.
si lo decís en serio, sé de alguno que estaría encantado.
claro que va en serio, ¿verdad querida?
Lo de querida iba por mí, pero no me dio opción a contestar. Dijo que los trajera y ya veríamos lo que se podía hacer con ellos. Preferí no meter baza, porque no sabía si me estaba tomando el pelo o iba en serio.
Se fue Juan y poco después aparecieron los niños. Ely y yo nos fuimos a vestir y luego entre las tres colocamos la ropa de los chicos en los armarios y preparamos las camas. El resto de la tarde estuvimos repasando la lista de invitados y distribuyéndolos por mesas. Cuando acabamos era tardísimo y los niños ni siquiera nos dijeron que tenían hambre; eran buenísimos, jugando solos ni nos dimos cuenta de que estaban allí.
Se acostaron después de cenar y nosotras salimos de nuevo al jardín a charlar y disfrutar del fresco de la noche.
No pensé que lo fuera a hacer, pero a eso de las doce y media o una, apareció Juan con dos amigos, compañeros de trabajo. No venían borrachos pero si un poco bebidos, digamos que alegres, pero aceptaron otra copa cuando les ofrecimos. Maika se sentó al lado del más guapo y se agarró a su brazo, e inmediatamente se puso a charlar con él de mil cosas. Juan estaba muy cariñoso con Ely y yo mantuve una respetable distancia con el tercero que me tocó en suerte.
A partir de ahí todo fue bastante rápido. Juan y Ely se metieron dentro de la casa, Maika y su amigo empezaron a morrearse y él le subió las faldas llegando hasta su culo, y el mío, que le llamaban Pope, se contagió y me fue dando un repaso con la mano por mi pierna, despacio, como de tanteo.
Cuando Maika se metió dentro también, se lanzó, más descarado, subiéndome la falda hasta llegar a mis bragas, acercó su cara a la mía y nos besamos, mientras tiraba del elástico de las bragas para intentar quitármelas. Yo no me sentía atraída ni deseando acostarme con él, pero me daba no se qué quedarme sola en la juerga.
El amigo Pope, por su parte, venia decidido a acabar la noche bien, seguro que caliente después del espectáculo de la despedida y de ver que los otros dos ya estarían mojando. Me resistí un poco; no es que me sintiera agredida, pero si algo pillada a traición por la decisión de Maika.
Defendí un poco mis bragas y me miró desolado, acariciando mis muslos hasta donde mis manos le frenaban, sin querer rendirse todavía. Lo intentó un par de veces más, hasta que yo me cansé de tanto esfuerzo inútil y tomé la determinación de hacerlo con él, pero después de que trabajase un poco para conseguirlo. Era la manera de demostrarme a mí misma, mas que a él, que no era una mujer fácil, cosa de la que realmente no estaba muy segura
Me levanté y me quité las bragas yo sola, y nos dirigimos al interior, quitándome algo más de ropa por el camino y cuando llegamos al salón vimos que las otras dos parejas ya habían desaparecido. Llevé a mi amigo Pope al diván y le quite la camisa; de rodillas le bajé el pantalón y el calzoncillo y agarré su pene, acariciándolo, sintiéndolo crecer en mi mano, y tirando de su piel hacia abajo hasta que apareció su cabeza redonda y brillante.
Hice una cosa que no acostumbro, pero que empezaba a practicar a ver si le cogía el gusto: me lo llevé a la boca y le pasé la lengua, saboreando y dándole pequeños mordisquitos. Sentía que me mojaba de gusto y el también empezó a gustar de mis caricias porque soltó las primeras gotas de liquido sobre mi barbilla.
Me tumbó sobre el diván y abriéndome de piernas se acercó a mí. Al mover su mano por mi vientre me di cuenta de que estaba mas excitada de lo que pensaba. Me mojó todo el pubis con mi propia humedad, que repartió por mis muslos al acariciarme y en el intento de abrir mis piernas para la penetración. Entre los nervios y el alcohol no acertaba, tuve que ayudarle con mis manos, pero cuando la tuvo dentro parece que supo seguir solo, o el instinto hizo lo demás, de todas maneras le abracé con mis piernas por la cintura y apreté. Recuperó la forma y empezó el vaivén. Ahora iba perfecto, me estaba gustando y solté los primeros suspiros de placer.
Mas que perfecto, maravilloso: un espasmo, seguido del primer orgasmo; ya estaba en la cresta. Cuando llego a este punto no veo nada, solo siento mi placer, y me concentro en que dure lo más posible. Me agito, me retuerzo, gimo y casi lloro, todo mi cuerpo es un solo nervio que disfruta del roce y el placer que el miembro que está en mi interior me produce. Y luego la relajación absoluta, paz y ese estado de medio dormida, medio inconsciente y plenitud total.
Oigo los suspiros, jadeos y gemidos de las otras dos parejas a lo lejos y al poco tiempo los dos nuevos e inesperados amantes se visten y se van. Maika y yo nos encontramos en el pasillo cuando nos dirigimos cada una a nuestro cuarto. Caigo tal cual estoy sobre las sabanas y de esta manera pierdo la conciencia y, dormida, me olvido de todo con cara de satisfacción.
Soñaba con unas manos sobre mi cuerpo. Unas manos delicadas, que recorren mis pechos y mi vientre, excitándome con su suavidad e insistencia. Me oigo murmurar bajito y me muevo en la cama, respondiendo instintivamente al gusto que me dan. Entonces se paran bruscamente. Bajo mi mano para mantener las suyas sobre mi vientre y que sigan dándome placer. Me quedó yo también quieta de pronto, apretando esa mano sobre la entrada de mi sexo. La siento ponerse rígida, intentando soltarse. Es una mano muy pequeña, no es la de un hombre.
Abro los ojos lentamente y veo al hijo de Maika, sentado en la cama a mi lado, en pijama y con cara de susto.
Carlitos… ¿Qué hora es?
más de las diez, mi prima tiene hambre y no hay nadie despierto.
ve a buscarla mientras me levanto y enseguida os preparo el desayuno.
Estaba desconcertada y algo aturdida. No quería pensar que un niño me había metido mano aprovechando que estaba dormida. En realidad tenía cara de niño, pero su mirada sobre mi cuerpo era de adulto y su voz a veces parecía infantil y otras más grave. Pegó otro tirón de la mano y se la solté de inmediato. No me acordaba que estaba sujetándola sobre mi sexo, ni de que me encontraba desnuda.
Supongo que estaría tratando de despertarme, y yo, pensando en lo de la víspera, había asociado su mano con las caricias del tipo de anoche. Volvieron antes de que me diera tiempo a vestirme, no encontraba mi ropa. Carlos lo adivinó y me dijo que en el piso de abajo estaba mucha ropa por el suelo, y se fueron corriendo a recogerlo. Me puse la camisa y me calcé y entraron corriendo con mi ropa en una mano y la de los demás en la otra. La dejamos encima de la cama y salimos a la cocina.
Teníamos hambre los tres y ellos ya estaban más despiertos que ayer. Eran muy buenos los dos, no dijeron que no a nada de lo que les preparé y apenas ensuciaron. Les dije que no hicieran ruido y se pusieran algo por encima, que saldríamos al jardín para no despertar a los demás.
Coloqué una manta sobre el césped y nos sentamos, pero como hacía algo de fresco, levanté los bordes y nos la echamos por encima. Se juntaron a mí y jugamos a adivinar cosas; también me contaron de su vida, sus colegios, sus amigos. Les dije que tenía un hijo casi de su edad. Estábamos apretaditos y calentitos, los dos abrazados a mí, como si yo fuera su madre, y me entró morriña. Les cogí yo también con mis brazos y parecía que nos conociéramos de toda la vida.
Oíamos que dentro ya se iban levantando y el ruido de tazas y platos. Apareció Maika, medio dormida pero con cara de preocupación, que cesó cuando nos vio a los tres riendo bajo la manta. Les dio un beso y les mandó a vestirse. Ellos no se movieron y la tranquilicé de que irían enseguida, cuando acabáramos el juego.
Eran cerca de las doce, ya hacía calor, pero a ellos les divertía estar así. Entré en casa para ver cuáles eran los planes del día. Ely quería llevar a Maika a ver a su familia, luego recoger cosas de la casa, porque a lo mejor venia algún invitado más, pasar por el restaurante…, pero no querían llevarse a los niños a todos los lados: ¿y si me quedaba yo con ellos esa tarde? No me importaba, encantada.
Se fueron antes de comer y regresarían a la noche. Nada mas irse subimos y les hice vestirse y asearse. Carlos ayudó a su prima a lavarse y recoger la ropa y les hice prometer que no se moverían del cuarto mientras yo me duchaba y arreglaba.
Me estaba peinando un poco ante el espejo cuando les veo asomar por la puerta.
¿Qué hacéis aquí?
nos aburríamos. Hemos venido a ayudarte
bueno, esperar un poco que enseguida termino.
Noté la mirada del niño fija en mi redondo trasero, o tal vez en el espejo que reflejaba mi figura desnuda y debí alzar un poco la voz porque salieron, asustados, y se sentaron en la cama. Yo no les oía con el ruido del secador, pero la niña muy seria le preguntaba algo y él le respondía al oído. La niña parecía a punto de llorar y el la abrazaba para consolarla. No me gustaba que me hubieran encontrado desnuda, entrando de repente en el cuarto, pero a lo mejor había sido muy brusca.
Salí pronto, me puse las bragas y el sujetador y llamé a Carlos:
- ven Carlos, ayúdame a abrocharlo por detrás.
Corrió aliviado y creo que contento. Seguía sin saber que pensar de él. Tenía reacciones de crío pero actitudes de hombre. La niña se acercó también, todavía temerosa.
venga, ayudarme. Tú acércame las zapatillas. Tú, Carlos, ¿acabas ya?
es muy difícil.
mira, se hace así. Eso está bien, vamos a buscar un vestido.
Cada uno dio su opinión y al final me puse una camisa larga, me recogí un poco el pelo con una goma y bajamos a ordenar un poco la casa. Jugando, me ayudaron a hacer las camas, recoger la ropa y les dejé elegir la comida que querían les preparase.
Comimos fuera. A la niña la echamos sobre la manta a dormir un poco de siesta, y Carlos y yo hablábamos bajito.
hoy no te tumbas a tomar el sol
sí, vamos a poner las toallas
¿no te pones como ayer?
y como estaba ayer
en bikini
bueno, pues me quedare en bikini. Y tú, ¿no te quitas la ropa?
no tengo bañador.
Pues en calzoncillos.
bueno, pero no mires.
vale, no miro.
De espaldas el uno del otro, nos quedamos en ropa interior y nos volvimos a tumbar en las hamacas.
estas muy guapa.
eh… que quedamos en no mirar
¿a ti también te da vergüenza? Creí que a los mayores no les daba.
a veces. Depende de quién te mire.
Hacía calor a esa hora de la tarde y él se quiso bañar. Le dejé hacerlo pero cuando salió empezó a tiritar. Se dio unas vueltas corriendo para secarse, pero cuando se sentó a mi lado estaba tiritando. Le dije que se quitara el bañador y le envolví en la toalla a mi lado.
Seguimos charlando, hasta que se despertó su prima y quiso que nos pusiéramos en su manta y jugáramos a algo. Nos metimos debajo de la manta y nos juntamos como por la mañana, con la diferencia de que todos íbamos más ligeros de ropa. Los dos estaban abrazados a mí, pero Carlos además tenía su mano sobre mi pierna. Disimuladamente quise confirmar que un niño tan pequeño podía sentir excitación por estar junto a una mujer y haciendo como que le frotaba con mi mano para darle calor, llegué hasta su pito. Fue un instante pero efectivamente, lo noté algo rígido.
Me hizo gracia y volví a bajar la mano más despacito, pero está vez algo más abajo, hasta que quedó pegado al dorso de mi mano. Pegó un ligero respingo y se apretó a mí, acercando su mano a mis bragas. Lo cogí con toda la mano y apreté un poquito, y la moví un poco de arriba abajo. El estaba totalmente quieto y rígido y sentí que le crecía un poquito más.
Ahí paré y les dije que íbamos a subir a ducharnos y arreglarnos para la cena. Dejé en el baño a la niña y luego, mientras se vestía, él fue a ducharse a nuestro cuarto. Después de ducharme y secarme, saqué el tarro de crema hidratante y me lo estaba extendiendo por las piernas, cuando la niña asomó la cabeza por una rendija de la puerta y me preguntó si quería que me ayudasen. Supongo que Carlos la había empujado a hacerlo, convenciéndola con cualquier excusa y me hizo gracia.
La niña me daba por las piernas, yo por delante y Carlos se dedicó a mi espalda y sobre todo a la parte de abajo: mi culo y mis muslos. Si no llega a tener puesto el pijama, seguro que habría podido confirmar de nuevo que a esa edad ya le afectaba el cuerpo de una mujer. De momento todos lo hacíamos de forma festiva e inocente y pensé que mi mente era la que deformaba un juego infantil, viendo malicia donde no la había.
Les di de cenar y cuando llegaron los otros estábamos jugando los tres a las cartas en el salón. Venían cansadas y sin hambre, de forma que, después de charlar un poquillo, nos retiramos todos a descansar. Maika se llevó a la niña, que sorprendió a todos dándome un abrazo y muchos besos antes de irse a dormir y los demás nos fuimos cada uno a su habitación.
Le hice lavarse los dientes mientras yo me desnudaba para dormir, pero me puse las bragas, no quería hacer mas exhibición, y casi siempre acababa destapada a lo largo de la noche: por lo menos tendría algo puesto.
Me metí en la cama antes de que saliera y cogí una revista para leer algo antes de dormir. Se acostó y apagué la luz pero me interrumpía continuamente, conversando de cualquier cosa. Me pidió venir a mi cama, para jugar a las adivinanzas hasta que le entrara sueño y me pareció bien, pero luego se iría a la suya.
No tardó mucho en quedarse dormido, abrazado a mí. Pasé mi brazo por detrás de él y le abracé, como hacía con mi hijo, pero entonces pasó una pierna por encima de la mía, quedando su muslo sobre mi sexo, por encima de mis bragas y subió un poco la mano, colocándola sobre mi pecho. Parecía que estaba dormido, porque no se movió más y en esta postura yo también me dormí.
Tuve que admitir que había sido muy mal pensada, porque no cambió de posición en toda la noche o por lo menos yo no lo advertí y me hubiera despertado de haberlo hecho. Cuando lo hice, mas tarde de las nueve de la mañana, seguía con su pierna sobre mi vientre y su mano en mi teta derecha, aunque ahora apoyaba también su cara en mitad de la otra teta, y su aliento sobre mi pezón lo había puesto de punta.
Su prima me estaba tocando la cara para despertarme. Cuando abrí los ojos y la sonreí se echó a mis brazos. Le hice un hueco en la cama y se metió junto a mí. Le puse mi brazo por encima y cerramos los ojos otro rato.
Esa noche tendríamos fiesta: haríamos la despedida de soltera de Ely. ¿Que habrá preparado Maika? Ya empezaba a temerla.