Aventuras de verano - 5

Mi encuentro de nuevo con mi prima da lugar a nuevas aventuras sexuales con un antiguo amigo.

PREPARATIVOS  DE  BODA - 1

Nada más llegar a casa después de las vacaciones recibí la llamada de mi prima Ely que esperaba mi vuelta para venir a Madrid a visitarme y hacer unas compras para el ajuar y quería que la acompañase.

Llegó al día siguiente y me contó sus planes para la boda, que sería en dos semanas. El otro día lo quería emplear en compras, marcharse por la tarde y que yo me fuera con ella, para ayudarla y hacerla compañía. Eso me parecía mucho tiempo, no sabía lo que pensaría mi marido, ni si podría hacerse cargo de la casa tanto tiempo.

En la mañana nos fuimos las dos al centro a pasar el día. Volvimos cargadas de bolsas, yo también me compré algo, y agotadas, pero encantadas de las cosas tan bonitas que habíamos encontrado y tan baratas y ya en casa, extendimos todo encima de la cama. Había algo de ropa blanca, pero casi todo era lencería y camisones. El traje de novia se lo hacia un modisto de su ciudad con las ideas que ella le dio.

Antes de cenar, mi marido sugirió que nos probáramos la ropa por si había que devolver algo y nosotras, que estábamos deseando ver cómo nos quedaba, pusimos manos a la obra. Se sentó en una silla, y como si no estuviera, nos desnudamos y fuimos poniendo y quitándonos cosas, preguntándole su opinión.

Animadas como estábamos con tantas cosas nuevas y bonitas ni nos acordamos que él estaba allí, a dos pasos mirando cómo nos desnudábamos, nos probábamos unas braguitas, nos las quitábamos para pasárselas a la otra, entre risas y exclamaciones. Creo que se excitó demasiado, porque dijo que se iba a hacer la cena mientras acabábamos.

Lo dejamos para cenar y luego mi marido recogió todo, mientras nosotras acabábamos de abrir todas las bolsas, después se sentó de nuevo para ver el siguiente pase y nos dio una solución para que pudiese acompañar a mi prima esos días.

El arreglaría para salir más tarde por las mañanas y antes del trabajo por las tardes, y como el chico comía en el colegio no habría problema. La siguiente semana tenía un festivo, el martes, y habría puente y el sábado se iban los dos a la boda.

Nos pareció bien a las dos y Ely, entusiasmada de que pudiera acompañarla tantos días, se tiró sobre él y le dio un beso. Pero mi marido, el pobre, estaba que ya no podía más, y se abrazó a ella, prolongando el beso y apretándola más de lo que se esperaba. Su verga se alzaba vertical bajo el pantalón del pijama y se le veía enardecido por la situación, y mas cuando mi prima acercó su vientre a ese bulto para sentir mejor tras la fina seda de sus bragas. Parecían una pareja de enamorados, mirándose a la cara y juntos sus cuerpos, sintiéndose y tal vez deseándose, hasta que al fin, él, más sensato, empezó a reír separándola un poco con lo que se rompió el momento.

Al día siguiente, cuando mi marido ya se había ido a trabajar, ella me confesó que había acordado con Juan no tener sexo hasta después de la boda y se sentía culpable por haber provocado a mi marido anoche así que le tuve que asegurar que no se había desperdiciado su calentura.

  • no te preocupes, pero la verdad es que dimos un espectáculo como si hubiéramos estado nosotras solas.

  • ¿pero y si hubiera pasado algo más? Me sentiría culpable por ti y por Juan.

  • ¿te hubieras acostado con mi marido?

  • ja ja ja, tu sabes que sí.

  • bueno, pues para la próxima, además, Juan tampoco es un santo, y a saber que estará haciendo.

Recogimos todo y emprendimos viaje hasta su nueva casa. Habían comprado un chalet de dos plantas, no muy grande, pero con un jardincito y piscina, y tan cerca de la ciudad que se podía ir andando en quince minutos. Lo tenían ya amueblado y poco a poco iban llevando la ropa y sus cosas. Ely y yo dormiríamos allí y Juan en el piso de la ciudad, que venderían o alquilarían cuando estuviese vacío.

Me dejó con todas las bolsas en la puerta y se fue corriendo al trabajo; todavía tenía que ir hoy y mañana en la mañana, y luego tomaría libre la siguiente semana. Llevé las cosas a su habitación, llamé a mi marido y a media mañana no sabiendo qué hacer, agarré un libro y una silla y me senté en el jardín a leer. Pensando en lo de anoche, confirmé que éramos las dos iguales, fáciles de provocar y excitar con el contacto de un hombre, nos gustaba el sexo y no pensábamos mucho en lo que pudiera ocurrir.

El sol pegaba fuerte y yo me iba quitando ropa, exponiendo mi cuerpo al sol, como a plazos. El calor pegaba en mi piel, reconfortante, y ya no era tan fuerte como el mes anterior, pero allí, al resguardo del viento, todavía se agradecía y decidí aprovechar lo más que pudiera. El invierno me adormecía y aletargaba, el frío no iba conmigo.

Cuando a mediodía oí llegar un coche, estaba en bragas dormitando con el libro en el suelo. Era Ely, así que no me vestí, la ayudé a sacar una mesa al jardín y mientras ella se cambiaba, calenté un poco de comida y nos sentamos fuera.

Tumbadas junto a la piscina después de comer me contó sus planes para los días siguientes: esa tarde iríamos a comprar víveres y a otra gestión que luego me contaría; al día siguiente trabajaba hasta mediodía y comíamos en casa juntas. Por la tarde iríamos a comprar las cosas que pudieran faltar y no sabía si Juan vendría a comer o a cenar con nosotras, para saludarme.

  • oye, pues me interesa saberlo, porque si viene a mediodía no quiero que me encuentre en bragas y no voy a estar vestida toda la mañana, con el calor que hace.

  • bueno, pues si viene te vistes, pero no sería la primera vez que te vea con menos ropa que las bragas.

  • ya, pero no quiero provocar. No desearía que por mi culpa rompiese el pacto que habéis hecho…

  • pues no sería mala idea que lo hiciese contigo, así estaríamos iguales y no me sentiría en deuda con él.

  • bueno… quedarte desnuda delante de mi marido tampoco fue una falta tan tremenda, pero… ¿es que quieres que me acueste con él?

  • no que te tires encima, pero sí que le provoques lo suficiente para ver si aguanta o caería como yo.

  • a mi no me importa, me lo pasé muy bien con él hace unos años y no tengo ningún problema en comprobar si sigue igual.

  • pues entonces de acuerdo.

El resto del plan era que el jueves llegaba la hermana de Juan, de Sevilla, posiblemente con sus hijos, y se alojarían con nosotras; y también que habían previsto dos fiestas: una el sábado, para los hombres y otra, para las mujeres, el lunes por la noche, aprovechando que el martes era fiesta. Esa era la otra gestión que haríamos en la tarde.

Anduvimos mucho y estábamos cansadas cuando al fin nos sentamos a hacer una cena ligera antes de ir a contratar el local. Ella había hecho ya la reserva del día y la hora, pero faltaban de precisar algunos detalles. Al entrar nos dirigimos a la barra y le contamos al camarero a qué íbamos, nos hizo pasar a un reservado, nos preguntó que queríamos tomar y se fue a avisar al encargado.

Llegó un chico increíble, con unos músculos que le reventaban la camiseta y guapísimo. Nos dio un beso a cada una y se sentó, poniendo un álbum de fotos, una libreta y un lápiz sobre la mesa, preguntándonos algunas cosas mientras llegaba el camarero; dejó los vasos, una cubitera con hielo, el whisky y el agua, y se fue. El chico nos sirvió y solo inquirió si lo queríamos con agua y luego empezó a explicar detalles y dar los precios de cada cosa.

Ajustamos por toda la noche, y barra libre: para mujeres era más barato que para hombres. Habría un portero/vigilante y dos o tres camareros, mas otro en la barra. Nos darían una pulserita de plástico para que la llevase cada asistente, además de la invitación, para poder acceder al local.

Respecto a la música, escogimos disc-jockey mejor que orquesta, era más discreto, pero cuando llegó el tema del espectáculo no sabíamos que hacer. Podía ser todo lo atrevido que quisiéramos: con chicas, con chicos, animadores, vestidos, desnudos. Aquí, el whisky y las fotos que nos estaba enseñando nos hicieron poner coloradas. En ninguna se les veía de frente, pero había una en que se le veía a él, desnudo, con un culito de infarto.

Al preguntarle si las fotos eran de los animadores o solo eran de propaganda, con la vista fija en su foto y dirigiendo la vista a su trasero nos volvimos a sonrojar, pero su reacción fue inmediata. Sonrió y se levantó, pidió perdón muy educadamente y se quitó la camiseta, dejando a la vista sus músculos. Me imagino que Ely pensaría lo mismo que yo: ¡que siga! Pero no siguió. Se acercó a nosotras y nos agarró las manos, poniéndolas sobre su pecho.

Era fuerte y suave, sin un pelo. Lo recorrimos un poco, avergonzadas, pero aprovechando la ocasión. Se volvió a poner la camiseta, pidiendo disculpas de nuevo, y nos volvimos a sentar. Ely estaba entusiasmada y quería contratar inmediatamente, pero yo le pregunté que hasta cuando teníamos de margen para decidir. Hasta el sábado por la noche; en menos tiempo le era imposible garantizar nada.

Quedamos en eso y nos fuimos a casa un poco alegres y algo calientes. Lo hablamos mientras nos preparábamos para ir a dormir. Ella estaba convencida de que teníamos que corrernos una gran juerga esa noche, pero yo pensaba que podía ser demasiado fuerte. Había muchas mujeres de la familia, muy conservadoras y anticuadas, y además al día siguiente se sabría en toda la ciudad lo que había pasado allí.

  • ¡qué va! Eso era en tus tiempos. Esta ciudad ha cambiado mucho en los últimos dos o tres años, y por las viejas esas de la familia no te preocupes: después de cenar se irán para su casa.

  • en cualquier caso ¿te imaginas quince o veinte mujeres, barra libre y cinco o seis chicos desnudos?

  • pero es una despedida de soltera y hay que hacer un poco de juerga ¿no?

  • juerga sí, pero eso sería una orgía

  • ¿por ver a unos tíos desnudos?

  • pero que tíos… si todos son como la muestra.

  • ¿tú crees que estaba bueno?

Puse su mano en mi pecho y le digo:

  • buenísimo. Toca.

Se debió de levantar pronto porque no la oí, y me despertó el timbre de la puerta de la calle. Me asomé a ver y era el de la tienda de ayer; solo me dio tiempo a ponerme una bata ligera encima y salí a abrirle, hecha un asco, sin encontrar el cinturón de la bata, sujetándola de cualquier manera y el pelo y los ojos de recién salida de la cama.

El chico entró todos los paquetes, mirando mis piernas mientras me agachaba buscando mi bolso para darle algo de propina. Intenté sujetarme el pelo hacia atrás para no tener tanta pinta de loca y la bata se abrió. Solté el pelo rápidamente y me la sujeté por la cintura, un pecho quedó fuera y lo guardé como pude.

El asistía a este trajín muy interesado y sin perder nada de vista, pero supongo que preocupado por su propina, cuya cuantía, desgraciadamente estaba en manos de una loca que no sabía qué hacer con sus manos y con su bata. Yo buscaba en mi monedero y pensaba que por lo menos ya no tenía que estar pendiente de él y podía estar en la piscina tranquilamente sin miedo a interrupciones.

Siguió mirando hasta que se fue, murmurando algo de que estaba muy buena cuando me levantaba y alguna otra cosa que no le entendí referente a mi pecho y a mi salud mental. Con el cinturón de la bata a medio atar y la cara de recién levantada no era mi mejor momento del día pues tenía el escote de la bata casi hasta la cintura, sin sujetador y los ojos medio cerrados y supongo que no perdió ningún detalle de ese panorama tan sugestivo. De hecho ni siquiera miró a ver cuánto dinero le di, se lo guardó en el bolsillo sin apartar la vista de mi dirección.

En fin, desayuné, me arreglé un poco, recogí los paquetes y los llevé a su sitio y me salí a leer un poco al jardín. Eran casi las doce y hoy también hacía calor, así que un rato después ya estaba casi desnuda, sentada en la silla y con el libro en las manos.

No le había preguntado a Ely si había alguien en los chalets de al lado, que parecían vacíos, porque tenían las ventanas siempre cerradas. Pero me alejé un poco de la valla y fui al otro lado del jardín, que además era más tranquilo, porque no se oía el ruido de la carretera, hasta que me cansé y entonces coloqué una toalla junto a la piscina, me quedé solo las braguitas y me puse a tomar el sol hasta que viniera Ely.

Las bragas, al mojarse en el agua, se hacían literalmente transparentes y se veía mi pelo y la línea de mi sexo con toda nitidez por debajo de la tela mojada. Pensaba si depilármelo, aunque ya no me iba a desnudar como en la playa; tampoco me iba a ver nadie de esta forma, pero bueno, a lo mejor antes de la boda, como tenía que ir a la peluquería y arreglarme y tal, le daba un toque y me lo cortaba un poco.

Pensando en estas cosas y medio adormilada, no oí como se paraba un coche junto a la verja, y donde estaba yo, y de espaldas, tampoco lo pude ver. Me sorprendieron unas pisadas detrás de mí y una voz fuerte, que me hizo dar un brinco, sobresaltada:

  • cuanto bueno por aquí…

Me había olvidado de Juan, y de que mi prima me dijo que iba a intentar venir algún día a saludarme. En cualquier caso mi reacción no pudo ser más natural, y desde luego, al ver el bote que di, él no podía llegar a sospechar que le estuviera esperando. Me levanté corriendo como loca a sus brazos, sin pensar en mi estado de desnudez, mis tetas dando botes y mis bragas trasparentes marcando todo, mientras él me recogía en los suyos en un gran abrazo y le apreté con fuerza, dándole un gran beso y mirándole con fijeza y alegría a la cara.

  • Juan… que susto me has dado y que alegría.

Se separó un poco de mí, mirándome de arriba abajo, observando mi cuerpo y mis pechos, duritos y con una suave coloración blanca en contraste con el resto de la piel, donde me había dado más el sol. Tenía la carne de gallina, de haberme metido en el agua hace un momento y mis pezones eran un pequeño botoncito, apenas sobresalientes en la mitad de mi pecho.

Me siguió mirando, teniéndome agarrada por las manos, con los brazos extendidos. Me parecía que miraba demasiado mis piernas y entonces caí en la cuenta de que todavía tenía las bragas mojadas y que el efecto de desnudez que había observado yo hace un momento estaba siendo igual de evidente para él.

  • la alegría es mía. Estás guapísima, no has cambiado nada.

Se sentó y se abrió la camisa y estuvimos contándonos cosas unos minutos, como dos antiguos amigos que hace años no se veían. Acerqué mi cara a la suya y no me pude aguantar más: me eché encima de él y le rodeé con mis brazos besándole fuertemente en la boca. El tampoco pudo disimular por más tiempo y correspondió con pasión, colocando sus manos por todo mi cuerpo, como intentando recordar cómo era.

Metió las manos por debajo de mis bragas, tocando mi culo y bajando los dedos entre mis muslos hasta llegar a mi vagina, que empezaba a humedecerse. Cuando nos separamos un poco se dedicó a acariciar el pelo de mi sexo, separando un poco más la braguita. Yo le desabroché el pantalón y tiré un poco de él hacia abajo. Se lo quitó del todo, mientras yo me deshacía de las bragas y me colocó encima de él, abrazándonos de nuevo, para sentir cada uno el cuerpo del otro.

Nos frotábamos frenéticamente, sin parar de mover las manos, recorriendo todo el cuerpo, con ansia. Noté rápidamente como el contacto de su pene en mi vientre se iba haciendo más notable y adquiría ese tamaño que tanto me gustó en su día y que me hacía perder la cabeza.

Entonces él tomó la iniciativa y yo solo me dejé llevar, separó mis piernas y acercó su pene a mi abertura. No había cambiado, seguía siendo el mismo hombre delicado; apuntó y metió un poco la punta; me acariciaba las tetas mientras empujaba despacio, dándome tiempo para que mi vagina se adaptase a su tamaño.

Me excitaba la forma lenta de ir entrando, como me iba ensanchando poco a poco; sentía cada centímetro que avanzaba. Tardó tanto que nada más tocar fondo sentí el primer orgasmo. Estaba llena y repleta con su pene, que empezó a mover cuando vio que estaba lubricada lo suficiente como para no dañarme.

Tardó más de diez minutos en correrse, poco tiempo para él, lo que demostraba que también lo deseaba desde antes de aparecer por la puerta. Durante ese tiempo yo pasé de un orgasmo a otro, no sé si fueron cuatro o cinco, o uno solo sin interrupción.

Caímos derrengados y él se echó a un lado, me miró con ternura y me volvió a besar desde una postura forzada y sin soltar mi pecho. Su pene se iba deslizando hacia fuera y lo agarré con las manos, intentando que siguiera dentro un poco más. No perdía tamaño, pero si firmeza y acabó deslizándose fuera del todo, al caer su cuerpo a un lado de mí.

  • es como si no hubieran pasado todos estos años. Sabes… quiero a Ely, tenía que haber tenido más fuerza de voluntad

  • supongo que nos deseamos y sabíamos que cuando nos viéramos volvería a pasar.

Y para que no me pudiera replicar, le volví a besar y me levanté. Entré en la casa, para asearme un poco, su semen se me escurría por las piernas y me tapé un poco con la braguita, sin ponérmela.

Me lavé un poco en el bidé y cuando vi la hora que era, solo me puse un delantal por encima y fui corriendo a la cocina a calentar la comida y mientras sacaba los platos y cubiertos al jardín le dije a Juan que pusiera la mesa. El se había bañado en la piscina y estaba con unos bermudas que debía traer en el coche.

Mi prima llegó puntual, y efectivamente, me pilló en la cocina acabando de hacer la comida. Me dio un beso como siempre y otro a Juan, que entraba y salía con las cosas de la mesa y sin hacer ningún comentario, sobre todo por mi atuendo, fue a cambiarse para comer.

Debió de suponer lo que había ocurrido porque se la veía contenta y distendida y más cuando veía a Juan serio y un poco cabizbajo.

Al acabar de comer no le dejamos que nos ayudara, y entre las dos recogimos todo y lo lavamos, aprovechando para hablar. Le conté como había surgido todo, sin premeditación ninguna y como él se sintió culpable, igual que le había ocurrido a ella unos días antes, pero le recomendé que no se confesase con él, porque al perdonarle, siempre le llevaría un poco de ventaja. Consejo de casada veterana.

Me dejó que acabase sola y se fue con Juan afuera y cerca de media hora después aparecieron los dos, con cara satisfecha y abrazaditos acarameladamente. Juan me dio un beso y se despidió hasta la noche; Ely le acompañó hasta el coche y luego se sentó a mi lado.

  • ¿habéis hecho las paces?

  • hemos aclarado el pacto, la idea era no hacerlo con otros, pero yo le he dicho que tú no eres otros, y que no tenía nada que perdonarle.

  • bueno… ahora soy yo la que se siente culpable, no debería haberle provocado. No estuvo bien lo que hice.

  • no, si no me importa, de verdad, y tú lo sabes; de hecho le he dicho que puede hacerlo contigo siempre que quiera.

  • pero oye, algo tendré que decir yo. Eso es como si me prestases.

Se la vio como desconcertada y me contesto atropelladamente algo así como:

  • bueno, no lo vi de esa manera… quería decir que no me importaba que lo hubiera hecho contigo, que me alegraba de que hubieras sido tú… bueno, no se… algo así le dije, qué más da.

  • bueno, mejor hablamos de otras cosas, vamos a tomar un rato el sol.

Le pregunté por los vecinos, y me confirmó que solo estaban en verano y algún fin de semana de vez en cuando, que podíamos desnudarnos tranquilamente

Cuando se hizo un poco tarde, nos arreglamos y nos fuimos a ver al modisto; con el coche, por si teníamos que traer algún bulto y para no venir andando si volvíamos muy tarde.

El vestido era muy bonito, como todos los vestidos de novia, con un escote amplio, cuadrado y un velo corto de gasa y en la prueba se exhibió bien. Se tenía que probar las medias y como las bragas eran de color y no pegaban, se las quitó. Luego se quitó el sujetador, para ver si no quedaba mal y no utilizarlo ese día. El modisto estaba un poco colorado y algo hizo al fin. Le puso las ligas un poco mas arriba del muslo para ajustar las medias y que no hicieran arrugas y le metió bien la mano entre las piernas para hacerlo, tocando su chochito como al descuido. Me pareció que sacaba el dorso de la mano un poco húmedo, pero bien pudiera ser que yo me estaba ya imaginando demasiadas cosas.

Nos aseguró que lo llevaría a casa el miércoles, y luego cenamos con Juan, que invitó, y con un par de amigos del trabajo que también irían a la boda. No quisieron contar nada de la despedida de soltero que iban a hacer: Juan porque no sabía nada y los amigos porque decían que era demasiado picante para nuestros oídos, sólo que iba a estar bien animada, pero que iban a intentar que acabara pronto.

Cuando volvíamos para casa Ely me dijo que Juan iría a dormir a casa; se lo había pedido y a ella le pareció bien. Me propuso que me acostara con ellos, pero no me pareció oportuno. Bastante cosas habían ocurrido en dos días y no quería meterme en su relación y menos antes de la boda.

Desde mi cuarto no le oí llegar y pensé que a lo mejor no había venido anoche, pero por si acaso no entré en su dormitorio. Cuando me levanté, ya tarde, por la mañana: me aseé y desayuné yo sola y como ya había buen sol me fui a tumbar a la piscina.

Mucho tiempo después me sobresaltó la voz de Juan acercándose:

  • ¿y esa costumbre de provocar, tomando el sol en ropa interior?

  • es que no traje bikinis. Buenos días.

  • hola. Me alegro de que no los trajeras; estas mucho mejor así.

Está naturalidad al hablar me dio a entender que después de una noche de buen sexo, se había normalizado la situación y supongo que aclarado cualquier malentendido.

  • no os olvidéis de que hay que recoger a mi hermana en el tren.

  • si no te preocupes. ¿Se ha levantado Ely?

  • está todavía en la cama, medio dormida. Yo me tengo que ir. Nos veremos a la tarde.

Me dio un beso, acariciando mi espalda desnuda. Alargó demasiado la despedida, pasando la mano por mi culo encima de la braga. Al final, casi con un tremendo esfuerzo, se levantó y se fue.

Estaba claro que seguía habiendo una atracción o afinidad física indudable entre los dos.