Aventuras de verano - 4

Una excursión marítima por la costa y de nuevo me encuentro teniendo sexo con gente desconocida.

LANZAROTE 2

El siguiente caso ocurrió unos días después, en una excursión de grupo,  a la que nos apuntamos. Se trataba de un mini crucero alrededor de la isla; por la mañana se hacía una etapa corta, parando en una cala escondida y bastante difícil de llegar por tierra; allí se podía tomar el sol o volver a embarcar para hacer submarinismo unas horas, o bañarse en el mar, y luego comíamos en un chiringuito que estaba próximo a la playa, atendido por la tripulación del barco.

A bordo estábamos quince o dieciséis personas y la mayoría se apuntó a la pesca submarina. Mi marido se anotó y el de otra chica jovencita, con los que entablamos conversación. Nosotras dos preferíamos tomar el sol, además casi solas en aquella preciosa playita, mientras, los hombres del barco bajaron a tierra lo necesario para la parrillada que se completaría con lo que pescasen luego.

Quedamos solo nosotras dos y otras seis personas: una pareja joven, otra pareja algo mayor y dos marineros del barco, que se dirigieron a abrir y preparar el chiringuito.

Así emparejados todos, nos repartimos cada uno por un rincón. Nosotras dos nos colocamos próximas al chiringuito, cerca de unas palmeras. Mi nueva amiga me sorprendió quedándose desnuda del todo, a la vista de los marineros, que estaban colocando sillas y mesas que sacaban de una caseta, como un pequeño almacén, y disponiéndolo bajo una sombra.

Tenía un cuerpo muy bien proporcionado, alta, más que yo, un culo redondito y sobresaliente, que se veía liso y durito, el vientre con una suave redondez que subía de pronto al llegar al pubis, depilado totalmente, y unas tetitas pequeñas, demasiado para mi gusto. Eso fue lo que más me llamó la atención, el poco pecho que tenía y además rematado por dos pezones casi puntiagudos, incluso con la aureola sobresaliendo, y a cambio el abultado monte de Venus, que se marcaba descaradamente en la braguita del bikini hasta que se la quitó.

Me pidió que le echase crema solar, no quería ponerse roja y quemarse, el sol pegaba muy fuerte. Me daba un poco de corte, tocar a una desconocida desnuda en público y mas cuando noté que se excitaba al pasar mi mano por su piel, así que acabé rápido y me tumbé precipitadamente a su lado. Pensé que de esta manera se tranquilizaría, pero no fue así, ella estaba dispuesta a seguir jugando.

Cogió el frasco de crema y me lo empezó a extender desde los hombros hasta mi vientre, con especial atención a mi pecho, que al ser algo más grande que el suyo debía de atraerle especialmente. A continuación me bajó las bragas del bikini y dejando la crema a un lado me acarició el pubis con suavidad.

Mi cuerpo era bien diferente del suyo: soy un poco bajita, pero proporcionada, delgada mas bien, con unas tetas redonditas apenas caídas, el pezón casi forma parte de la aureola, no sobresale apenas, hasta que se le toca y entonces va aumentando hasta llegar al tamaño de un garbanzo y se vuelve sensible a cualquier toque o roce. Pocas veces uso sujetador, mi pecho es aun firme y su presencia de punta en una blusa fina es totalmente evidente. La gimnasia y algún masaje me han conservado el vientre muy plano, sobre todo si estoy acostada, y el pubis es una cortita mata de pelo, que me gusta recortar un poco pero sin depilarlo totalmente. Un bultito entre mis piernas y el sexo bien definido, visibles cuando queda a la vista los dos labios abultados.

Estaba claro que no era la primera vez que lo hacía y además lo estaba haciendo muy bien, me estaba dando un gusto tremendo así que me distraje mirando a las demás personas que andaban por allí. Las dos parejas miraban de vez en cuando hacia nosotras y supongo que comentarían algo porque al estar bastante separados no se apreciaba. Los dos tripulantes estaban muy ocupados, preparando las brasas con leña y carbón, y haciendo mucho humo.

Me relajé un poco, y cerré los ojos, dormitando al sol, con la braga del bikini casi sin cubrir nada y disfrutando de la tranquilidad del lugar, cuando en un momento que volví la cabeza, ahí estaban los dos marineros, casi al lado nuestro. Se habían bajado el pantalón y, con el pene en la mano, se estaban pajeando ante el espectáculo que les estábamos dando.

Entonces mi amiga me abandonó, dejándome allí tumbada y se arrodilló delante de uno de los chicos, apartó su mano y se lo metió en la boca de una manera asombrosa. Lo metía casi todo dentro y lo chupaba, relamiéndose: se la veía encantada.

El otro chico seguía con la polla en la mano, mirándome, mientras su compañero sin poder aguantar más, agarró a su chupadora, la recostó en una mesa recién puesta y busco una forma cómoda de follársela sin importarle nada todos los que estábamos por allí.

A pesar de las prisas le hizo un buen trabajo y si no la llega a tener bien sujeta se hubiera caído al suelo de los meneos que le pegaba. La verdad es que el espectáculo era casi una película pornográfica, a dos metros de mí, se oía perfectamente el golpear de los dos cuerpos, y el chapoteo del coño de ella, cuando entraba.

Habían conseguido excitarme, cuando sentí los chorros de leche caer casi en la toalla, vi como se colocaba la polla dentro del pantalón, luego los dos volvieron a su faena, más relajados, supongo, y un poco mas allá el hombre mayor se estaba poniendo morado haciendo fotos nerviosamente con su cámara.

Se asustó cuando mi nueva amiga se acercó a él y le sujeto de un brazo, pero se puso más nervioso aun cuando metió la otra mano en su pantalón y empezó a tocar.

  • ¿quieres tú también un poco? - me dice

Se la sacamos y le pajeamos entre las dos, hasta que se corrió casi en nuestras manos, y apresuradamente se subió el bañador, recogió la máquina de fotos y se fue casi corriendo.

Los dos marineros estaban ya a lo suyo, y mi amiga y yo, cogidas de la mano nos fuimos corriendo al mar y entramos hasta que una ola nos arrojó casi a la orilla. Allí sentadas, desnudas completamente con la mirada de la otra gente sobre nosotras, nos sentamos en la orilla viendo el barco que se aproximaba a lo lejos.

La pareja joven también estaban bañándose desnudos al lado nuestro y se integraron a nuestros juegos, y después nos sentamos junto a ellos a tomar el sol. Me pareció ver una mirada de asombro o de envidia en la cara de ella. Tuvo que ver forzosamente la juerga los marineros unos instantes antes, pero aunque hablamos de varias cosas, nadie comentó nada de lo sucedido.

Se empezaron a vestir y nos avisaron de que se acercaba el barco, de modo que cuando vimos el barco más cerca nos metimos en el agua para quitarnos la arena que se nos había pegado y fuimos saliendo del agua para buscar nuestra ropa que estaba cerca de la caseta.

Estaba atracando cuando llegamos hasta las toallas, así que no cabe duda que todos en el barco nos vieron bien el culo, pero no había manera de andar más rápido por la arena.

Subimos a bordo para ver la pesca, solo habían reservado las mejores capturas para la comida y devuelto al mar las demás, pero no se les había dado mal del todo. Vimos una especie de tiburón grandecito, que capturaron a caña y con un poco de reparo lo sujetamos entre las dos para que nos hicieran una foto, como grandes pescadoras que éramos.

Después de comer, nos tumbamos todos a tomar el sol y echarnos la siesta y cuando la tripulación había recogido el lugar y estaba todo impecable y preparado para la siguiente excursión, volvimos a embarcar para regresar al hotel.

En un momento que vi solo al viejo de las fotos, me acerqué a él y le pedí una copia. Lo primero, se disculpó por su acto casi a traición, y me rogó discreción, pero al ver que yo no estaba enfadada y que no quería las fotos, solo una copia, me dijo que me las podía dejar en un disco, eran digitales, y que lo intentaría al llegar al hotel. Era el mismo que el nuestro, de modo que le di el número de nuestra habitación para que me llamase cuando las tuviera.

Era una persona muy agradable y tan aficionado a la fotografía como mi marido, así que cuando se acercó su mujer estábamos hablando de eso y ella siguió con la conversación. Me contó que era algo obsesivo: la había hecho fotos desnuda, en ropa interior, haciendo el amor…me resultaba casi familiar esa descripción, aunque mi marido no era tan exagerado.

Seguí con ellos hasta llegar al puerto y al llegar a la habitación, mientras me cambiaba para salir a cenar, mi marido me preguntó qué había pasado en la playa. Como no sabía por dónde iba el asunto y no quería meter la pata le pedí yo a mi vez la razón de su pregunta.

  • pues veras, vamos por partes. Esa chica me dijo, o más bien nos dijo a su marido y a mí, que os lo habéis montado con los dos marineros.

  • bueno, la única verdad, es que se pajearon delante de nosotras mientras tomábamos el sol desnudas..

Mi marido se rió de mi respuesta, y pasó de nuevo al ataque.

  • o sea, ¿que os habéis tumbado en bolas delante de esos dos tíos?

  • pues como siempre ¿no?

El que llamó al día siguiente fue el fotógrafo. Me las estaba copiando en un disco y quería saber cómo me los podía entregar. También me dijo que si iba a su habitación a recogerlas cuando estuvieran, podíamos hacer alguna fotografía más o toda una sesión.

Le pregunté por su mujer, para ver si se asustaba un poco, pero me contestó que ella estaría en la piscina. De todas maneras, siempre educado, añadió que si no podía o no quería ir me las entregaría donde yo deseara. Quedé en llamarle y le conté a mi marido todo el tema. No me acababa de convencer. Eso de que un desconocido te hiciera fotos, posando y con tu conocimiento… a saber que podía hacer luego con ellas. Si las hacia sin tu saberlo, siempre podías tomar medidas si las publicaban y así se lo dije a mi marido.

Quedamos con ellos en una mesa del bar para conocerlos y la verdad es que eran gente muy agradable y simpática. Ella se llamaba Maite y él Manolo. Mi marido y él se hicieron muy amigos y sobre todo por la afición común, tanto que quedamos en vernos en la playa al día siguiente y hacer una excursión juntos, en nuestro coche. Mi marido decía que teníamos que ver algunos sitios preciosos que poca gente conocía.

Encontramos una playa de piedras gordas y poca arena, vacía prácticamente y con el agua serena y transparente. Nosotras enseguida nos tumbamos a tomar el sol. Me fijé en ella y se veía guapa, sin la ropa estrafalaria que se puso el día de la excursión. Tenía la cara aniñada y unas tetas más bien grandes en un cuerpo delgado y firme, parecía más joven que él.

Ellos enseguida recogieron las maquinas de fotos del coche y se dedicaron a mirar por la orilla los peces o no sé qué. Supongo que también nos harían a nosotras, pero estábamos charlando y a lo nuestro. Si que nos hicieron cuando nos metimos en el agua a mojarnos un poco y a pasear por la orilla, que era menos incómoda con la arena más fina.

Pasó muy poca gente en todo el día, podíamos seguir paseando desnudas tranquilamente porque era mejor que estar tumbadas, y mientras seguíamos hablando de nuestras cosas. Le pregunté si sabía de que hubiera sacado fotos a otras mujeres, y me contestó que sí, porque luego se las enseñaba, pero que era solo como un hobby, y nunca se las había mostrado a nadie mas.

Ya en la habitación comenté a mi marido que me parecía gente seria y que no sabía si hacerme las fotos que quería cuando fuera a recoger las otras, pero que solo aceptaría hacérmelas vestida o en bikini.

  • ¿le vas a dejar que te haga las fotos al fin?

  • bueno, así tendrías otro punto de vista, otra mirada ajena a ti, y podrías comparar…

  • ¿quieres que te acompañe?

  • pues mejor no, la verdad

Me puse un vestido ligero y unas bragas bonitas, porque aunque había decidido que no iba a permitir nada fuera de unas fotos de estudio, en mi fuero interno estaba segura que intentaría hacerme alguna más atrevida por si acaso tenía que presentarme lo más apetecible que pudiera y me dirigí a su habitación a la hora convenida. Estaba solo, como me dijo, y ya con todo preparado.

Primero me fue enseñando las que hizo en la playa y la verdad es que me veía bastante guapa y luego me entregó el disco y entonces me preguntó si había pensado lo de hacerme alguna mas, me explicó mas o menos que eran para su placer, para verlas de vez en cuando, y que le encantaban las caras nuevas y las modelas tan guapas y encantadoras como era yo.

Bueno, era su papel, halagarme un poco, aunque aun me hice un poco de rogar a pesar de que había acudido previamente convencida

En un principio yo me colocaba a mi aire, me subía un poco la falda, me soltaba un botón, pero todo normal, hasta que sugirió algo más picante. Dejé que se me viera el sujetador, como al descuido, o la braguita, hacia poses, todo muy correcto, y de nuevo una invitación:

  • ¿y si te quitaras el vestido? ¿O te lo soltaras un poco?

Si, sabía que llegaría el momento, y no me hice mucho de rogar, me fui desabrochando y poco a poco lo dejé caer al suelo. Mostrando mi cuerpo con tan solo la ropa interior.

El escaso conjunto negro que me había puesto destacaba todavía un poco sobre mi piel morena y tostada por el sol del verano. El sujetador de copa pequeña dejaba la parte superior del pecho a la vista, dos suaves redondeces que se disolvían cerca del cuello y que el corpiño separaba hasta el broche, marcando aun más el volumen. El pecho todavía firme era uniforme en su color miel. Un poco más abajo el vientre redondito y apenas marcado se acentuaba por la braga pequeñita y de cintura baja, una tira de tela unía casi imperceptiblemente los dos triángulos que ocultaban lo más interesante, y el ombligo redondito destacaba en mitad de la parte desnuda que quedaba.

  • ve quitándola despacio, sin mirar a la cámara - me ordenó ahora – no pienses en mi, ni en las fotos, haz como todos los días cuando te va a acostar, pero más lentamente, imagina eso.

Y yo le hice caso: me quité el sujetador, y lo deposité con cuidado en una silla, me rasqué un poco con las uñas por debajo del pecho, siempre lo hago cuando lo uso, me pica de llevarlo puesto, y después dudé antes de quitarme lo único que quedaba de mi pudor sobre el cuerpo expuesto ante el objetivo. Este era el paso definitivo, a partir de que despareciera éste, no habría nada que me ocultase ante las miradas de todos los que vieran en el futuro esas fotografías, pero dejé que antes tomara unas cuantas de mi culo redondito y apetecible, apenas oculto por la fina gasa transparente con dibujitos de la parte trasera de la braga

Preferí hacerlo de espaldas, mostrando el culo redondito envuelto en ese trocito de tela oscura, calada, que revelaba entre su fino encaje partes más blancas de piel, suave y lisa. Me costaba dar el paso y dudaba, se trataba de exhibirme a propósito y esto que era natural ante mi marido, no lo era para mí ante un extraño, o ante miles, pensaba yo en ese momento.

Al final me bajé la braga como hago siempre, y estirándola un poco, la deposité junto al sostén.

Bueno, ya estaba desnuda otra vez delante de un extraño, y con eso me empecé a dar cuenta de que me gustaba exhibirme, que me miren con agrado o con deseo incluso, así que cuando me pidió lo siguiente, no dudé y tumbada en la cama, empecé a tocarme y a adoptar posturas.

Se acercó a mi oído y me dijo con voz algo ronca…

  • ¿te gustaría algo mas fuerte?

Bien, ya habíamos llegado a donde él quería y yo casi me esperaba, así que asentí con la cabeza. Colocó la cámara sobre un trípode que tenía ya preparado, manipuló algo para ponerla en automático, y se desnudó a toda velocidad.

Me olvidé que había una cámara a un lado y me dejé hacer por sus hábiles manos que recorrían mi cuerpo, tocaban mis pechos o bajaban hasta mi pubis, buscando con mimo por donde entrar, en qué lugar escondido estaría mi botón del placer, hasta que notó mi primera contracción y supo que lo había descubierto entre mis pliegues.

Bajó hasta ese punto y metió su lengua hasta el fondo, hasta que volvió al lugar sensible que ya conocía y suave y húmeda, se retorcía por todo mi interior, dándome un placer exquisito. Mis manos apretaron su cabeza contra mí, no quería que saliera de ahí nunca, y clavé mis uñas en su nuca, desesperadamente.

Esa lengua ahora ascendía ahora por mi vientre y jugaba suave y delicadamente con mis pezones erguidos, sensibles hasta el paroxismo, mis piernas se alzaban para enseñarle el otro camino, pero no fue su lengua lo que volvió abajo, sino ese pene que yo había tocado ya en la playa, y que en su máximo esplendor apuntaba ya en la entrada, mientras mi mano le guiaba con impaciencia y deseo.

Yo estaba lista para el orgasmo con todos sus manejos linguales, y en cuanto su punta llegó hasta el final del recorrido, me vino el primer espasmo, que continuó sin parar mientras entraba y salía y su boca chupaba mis pechos, y no paró hasta que viendo que se iba a correr salió apresuradamente y escupió sobre la sabana toda su leche.

Estuvimos unos minutos sin movernos, recuperándonos de tanto ejercicio, y cuando el placer y la fatiga disminuyeron, y la cabeza recuperó su sentido común, nos levantamos, yo al baño y él a recoger el equipo fotográfico.

Desde ese día hasta que nos fuimos me convertí en una exhibicionista. En la playa lo normal es que estuviera desnuda y en la piscina con las tetas al aire. Si era en la cafetería, con la falda un poco subida o asomando el pecho por el escote, siempre amplio. Algún día no me ponía las bragas, para que al sentarme se pudiera ver todo por algún curioso. Supongo que yo ya era así, pero aquella sesión fotográfica me desveló ese placer de ser observada.

Ya era la víspera de la partida y mi marido fue a devolver el coche y a hacer algunas compras antes en la ciudad y yo me quedé en la habitación, echándome la siesta, estaba cansada del día anterior.

Por la noche el problema fue al revés: él tenía sueño y se acostó enseguida y yo estaba desvelada y sin saber qué hacer en la habitación. Al día siguiente nos marchábamos de modo que decidí bajar a la playa a despedirme y pasear un rato. Me puse unas braguitas, me enrollé un pareo por el pecho y bajé hasta la orilla del mar.

Paseé descalza, el agua estaba calentita y la noche agradable. A veces me cruzaba con alguna pareja, incluso había bañistas disfrutando de un baño nocturno. Me dio envidia y pensé en meterme en el agua. No había nadie cerca. Me quite el pareo y las bragas y me tiré al mar. Era una sensación fabulosa.

Apenas pasaba gente y suponía que no se podía percibir en la oscuridad que estaba desnuda.. Llegaron tres chicos y una chica y se pararon al verme. Luego les vi desnudarse y en calzoncillos meterse en el agua. Eran españoles y me acerqué a ellos, que estaban jugando con el agua, cuando les oí hablar y comentaron que buena idea bañarse a esa hora.

Una ola un pelín más grande me cubrió y chillé asustada. Se acercaron riendo y gritando, hasta que me levanté con el pelo empapado y secándome los ojos. Al ver que no era nada empezaron a reírse de mí y echarme agua. Yo se lo intenté devolver y la chica hizo causa conmigo.

Entre las dos les teníamos a raya y para detenernos  lo único que pudieron hacer fue echarse sobre nosotras y sujetarnos. Uno sujetó a su amiga, que al ser menos pesada que yo podía solo, y los otros dos intentaron agarrarme a mí.

Al fin me acorralaron y mientras uno me sujetaba las manos por detrás, el otro pasó un brazo entre mis piernas y me elevó del agua, sujetándome con el otro por la cintura. Intenté soltarme haciendo fuerza hacia atrás para que perdiera el equilibrio, pero su compañero pasó sus manos por mis sobacos y así me sacaron del agua entre risas y saltos, y caímos los tres en la arena, cansados, sin parar de reír.

Quedamos en una postura muy rara: con mi cuerpo aprisionaba el brazo que estaba entre mis piernas y sentía su bíceps presionando mi rajita y su mano algo por encima de mi culo, y aunque él estaba echado a un lado de mi, su cara estaba sobre mi vientre. El otro estaba en dirección contraria, tumbado boca abajo sus brazos también enganchados en los míos y sus manos sueltas justo por debajo de la espalda, con la cara entre mi pelo.

Poco a poco dejamos de reír y recobramos el aliento. Yo intentaba salir de esa postura, pero era muy complicado y ellos al principio no hacían nada pero luego pareció gustarles y sentí la presión de sus manos, sin cambiarlas de sitio, sobre mi cuerpo. Al fin uno consiguió zafarse y fue a buscar a la otra pareja, y yo continué entrelazada con ese cuerpo que pesaba casi el doble que yo.

Noté como el brazo prisionero iba saliendo hasta que su mano quedó exactamente en mi culo, al tiempo que su cara bajaba hasta mi sexo y me olía y besaba. Abrí las piernas para que pudiera trabajar mejor y vi como la otra pareja se besaba, ella sobre él, que le iba bajando con torpeza las húmedas bragas, enseñando su culito para tocarlo mejor, mientras el tercer chico salía del agua y se acercaba a nosotros.

Se colocaron a ambos lados de mi cuerpo, ligeramente recostados mientras el agua bañaba nuestras piernas incansablemente y continuaron sus caricias sobre él. Sus vergas crecían y se apretaban contra mis muslos y poco a poco me fueron entrando ganas de hacerlo ahí y en ese momento, sin importarme que alguien me pudiera ver.

Está bastante claro que me encanta el sexo, y si es improvisado, más aun, así que me quedé allí tumbada sobre la arena mientras ellos se iban preparando, con la polla en la mano se arrodilló el primero frente a mí, ya con las piernas bien separadas y lista para recibirle. Mi cuerpo húmedo y brillante en la noche debía ser como un faro, y mi rajita bien abierta y lubricada lo esperaba ansiosa.

Enseguida lo empecé a sentir y apoyando las manos sobre la arena subía el pubis hacia arriba para que no se separase demasiado, y pronto aumentó la intensidad de sus movimientos y todo mi interior se puso al rojo, ardiendo y mis terminaciones nerviosas en esa zona tan sensible trasmitían todo al cerebro, que me ordenaba seguir y seguir, gozar y disfrutar, y enseguida comencé a sentir el orgasmo. Noté cuando se tensó, pero no quería que me lo echase dentro y le empujé un poco con las manos en el pecho.

Él lo entendió y soltó todo lo que ya pugnaba por salir sobre mi vientre y mi pecho, mientras el que me estaba acariciando a mí y a él mismo, también sintió que se venía y su corrida se mezclo sobre mi cuerpo con la del anterior.

Les dejé sobre la arena, me lavé un poco, recogí mis cosas y me fui; me puse el pareo antes de entrar en el hotel, porque aunque no se veía a nadie, era de suponer que el de recepción estaría en su puesto y me acosté junto a mi marido, que estaba ya profundamente dormido.