Aventuras de verano - 2

Encuentro otro huésped en el hotel bastante bien dotado con el que tengo sexo y descubro otra faceta en mi matrimonio.

TORREMOLINOS - 2

Entré lo mas sigilosamente que pude en la habitación, pero mi marido ya estaba despierto, sentado en un sillón y viendo la tele, casi sin sonido. Me quité la bata y me senté sobre él, que pasó un brazo por mis hombros diciendo:

  • la que te has perdido

  • ¿Qué ha pasado?

  • los vecino han montado una tremenda

  • y…y… ¿y qué han hecho?

(¡tierra trágame¡ ¡me ha pillado¡ ¿Cómo le explico yo ahora?)

  • me despiertan de pronto unos ruidos y gritos al lado como si matasen a alguien o se lo estuviesen pasando bomba. No me gusta fisgar, pero no me quedó más remedio que asomarme a ver.

Intento contener mi sobresalto, sujeto mi corazón a punto de salirse del pecho y sigue sin ocurrírseme nada que decir, tremendamente asustada por lo que pudiera haber visto allí al lado.

  • ¿y...?

  • un tío, desnudo, de espaldas a mí, entre las piernas de una tía a la que estaba bombeando como una locomotora y otro chico y una chica ocupados en sus tetas, volcados sobre ella. He estado a punto de saltar y pedir mi parte.

  • ¿y te has quedado viendo todo? ¿quién era ella?

Hice esta pregunta con miedo, pero ya no podía más.

  • no lo sé, solo se le veían las piernas. Me asomé un vez más y cuando vi que el otro se la estaba calzando también, me he metido dentro para no oírlos; hace un rato que han acabado.

  • tenemos que hacerlo tú y yo algún día

  • ¿el qué? ¿Traer otra pareja aquí?

  • no, hacerlo en la terraza, al aire libre, para que mire el que quiera y le dé envidia

  • ningún problema, ahora mismo, quítate eso y vamos afuera.

  • no, ahora no, estate quieto. Esta noche o mañana, que no se crean que queremos imitarlos.

  • te tomo la palabra.

Respiré más tranquila, parecía que no se había fijado que yo era esa mujer. No lo hicimos esa noche porque nos fuimos de juerga al pueblo y volvimos cansados y yo procuré no recordárselo. Al día siguiente, a mediodía, empezó los preparativos. Primero me desnudó y me tumbó sobre la mesa, tomándose su tiempo en forma de caricias suaves y lentas, intencionadamente sensuales.

Conoce mi cuerpo a la perfección, sabe como excitarme y casi obligarme e pedirle que me penetre, y justo entonces es cuando empieza a entrar despacito, un poco, se sale, entra de nuevo, y yo me muero de placer y gimo y le agarró fuerte para que entre más rápido… y cuando ya estoy medio loca y no veo ni oigo más que mi corazón saltando hacia fuera de mi cuerpo, empiezo con un calor en la cabeza que va descendiendo hacia mi vientre, y ahí se concentran todos mis sentidos.

Cuando nos recompusimos, oí a los de al lado y, sin vestirme, me asomé para darles envidia. ¡Qué corte! era una pareja de desconocidos; los chicos debían haberse ido esa mañana, después de la despedida que yo les ofrecí.

Les saludé y me metí corriendo, mientras mi marido se sentaba en la silla cerca de la puerta y cogía su libro. Me puse una camiseta y un short y volví a salir al cabo de un rato, para decidir si bajaba a tomar el sol. Vi la cabeza del vecino y se me ocurrió acercarme para pedirles disculpas por haberles saludado antes de esa manera, pero no me acerqué demasiado, para no mirar en su terraza.

Le conté que habíamos visto a los anteriores ocupantes en plena faena y que mi marido había querido hacer algo parecido y por eso estábamos desnudos. Su voz era fuerte y profunda.

  • pues debió ser algo soberbio, porque se les veía a ustedes muy motivados.

Comprendí que habían visto algo más que mis tetas al asomarme y me acerqué a la esquina para no tener que oír a voces la confirmación, mientras con una voz débil solo atinaba a decir:

  • ¿es que han visto…?

Y me quedé paralizada sin poder seguir: la mujer estaba desnuda, tendida en el suelo, aprovechando los rayos del sol y él, inclinado sobre la barandilla, también en pelotas, exhibía una herramienta que no le llegaba al suelo por un palmo. Vio mi mirada y mi asombro.

  • disculpe, pero nos ocurrió lo que me imagino les pasaría a ustedes. Oímos jaleo al lado, nos asomamos y ya no pudimos retirarnos

  • ¡qué vergüenza!

  • no, no, por favor. Todavía estamos impactados. Mi mujer se ha hecho una gran paja y está ahí tumbada recuperándose y espero que se espabile pronto para echarle el mejor polvo de su vida.

Me estaba poniendo colorada oírle con esa rudeza y viendo como su pene se iba poniendo horizontal. Debió de pensar que estaba sola en la terraza, porque siguió.

  • y está usted invitada a participar, porque con ese cuerpo y ese par de tetas, tiene un polvo fabuloso y mire lo que le ofrezco…

  • gracias, es usted muy amable.

Solo se me ocurrió soltar esa tontería antes de meterme para adentro. Mi marido me siguió y se sentó junto a mí en la cama, tocándome la cara.

  • me equivoco o esos ojillos y ese calor es que ese tío te ha excitado.

  • tenias que haber visto. Estaba desnudo y no sabes que pedazo de herramienta le colgaba.

  • y te ha calentado verle o imaginarlo y te estás pensando si aceptas la proposición de hacerlo con él.

  • pues a lo mejor las dos cosas, yo que sé. No me líes.

  • presiento que estas pensando que sentirías al tenerla dentro.

  • estás loco, me da vergüenza solo pensarlo.

  • solo estamos hablando. El que nunca hayamos tocado este tema no es obstáculo para que ahora lo hagamos y nunca nos ha dado vergüenza hablar de nada.

  • pues mira, me excitó un poco verle su pija, y cuando me invitó, me imaginé de pronto, tumbada, con eso dentro y me dio tal sofoco que me tuve que retirar a toda prisa.

En eso oímos el típico ruido de ñaca… ñaca…y despacito, nos asomamos a ver. Ahí estaban, en una especie de colchoneta, él de rodillas, sujetándole las piernas, totalmente abiertas y el culo levantado, bombeando con una fuerza y velocidad endemoniada.

Mi marido se agachó, me bajó las bragas y empezó a tocarme y chuparme, hasta que  entre el espectáculo y él, me hicieron doblar las rodillas y caer al suelo sin fuerza. Mi marido se me quedó mirando, porque yo me movía y me agitaba sola, sin su ayuda, nada más que oyendo a la pareja al lado, con los ojos cerrados y mil imágenes en mi cabeza.

Entonces se reclinó a mi lado y me dijo bajito al oído:

  • creo que sí que lo harías

  • mmm… no..., no sería capaz y mas contigo viéndolo y pensando cómo te sentirías

  • muchas veces te he dicho  cuando te dejaba sola que te divirtieras, no para que tuvieras sexo con cualquiera y porque si, pero si te vas a quedar pensando toda tu vida que hubiera pasado si lo hubieras hecho, te darías cuenta que no podrías volver a ese momento y lamentarías no haberlo intentado.

  • ¿de verdad quieres que lo haga?

  • sí y no. Pero sobre todo eres tú. Se ve que lo estas deseando

  • no puedo pensar ahora. Dame tiempo. No es tan sencillo.

Y nos quedamos allí tumbados, abrazados muy juntitos, hasta que se hizo de noche. Ya había sucedido sin que lo supiera, pero no estaba muy segura de cómo reaccionaría ahora haciéndolo con su conocimiento o viéndome él. Bueno, el otro día me vio, aunque no supiera que era yo. Claro que yo no sabía que él estaba mirando. Era todo muy complicado, lo pensaría por la noche.

La noche no me resolvió mis dudas y encima no pude dormir. Estuvimos toda la mañana en la playa y seguía dándole vueltas. Después de comer, me echó la crema y se sentó con su libro. Yo salí a la terraza brillante y medio desnuda como siempre. Mi marido levantó la cabeza al verme entrar precipitadamente.

  • ¿Qué pasa?

  • me ha vuelto a decir que pasara, poniendo su aparato casi en mis ojos.

Se levantó, cerró el libro y mientras hablábamos tiró de mis bragas hacia abajo, mientras me acercaba hasta la puerta.

  • ve. Tienes que probarlo. Pasado mañana nos vamos y habrás perdido tu oportunidad.

  • vamos los dos.

  • no. No quiero ver como otro te toca, solo quiero ver tu cara cuando acabes. Me fascina ver tu rostro cuando llegas al clímax y nunca lo he podido observar bien. Me asomaré a la terraza cuando oiga que estas llegando.

  • ¿estás seguro de lo que vamos a hacer?

Durante esta conversación me había dejado completamente desnuda. No me contestó: me ofreció una camisa, abrió la puerta, me dio un beso y me sacó al pasillo.

Llamé a la puerta de al lado y me abrió ella, recogiéndose el pelo. Me hizo entrar, se pegó a mí y, rodeándome con sus brazos, comenzó un morreo de campeonato, que yo correspondí como pude. Nunca me había excitado una mujer, pero yo ya iba caliente, más que nada por la situación tan extraña y esa idea de que iba a engañar a mi marido, solo porque él sabía que lo iba a hacer.

Sentí como me sacaban la camisa quedando ya desnuda ante ellos y luego su boca, entre mi culo y mi sexo, jugando con mis partes más sensibles. Entre los dos me recostaron en la cama y comenzaron un calentamiento meticuloso. No tardé mucho en sentir que estaba perdiendo el control, al advertir como agarraba la cabeza de ella que, pegada a mi concha, hacía maravillas y él se separaba, empezando a desnudarse. Se acercó a mí mientras ella me besaba la boca y la fue introduciendo. Eso hizo que reaccionase y me levantase, saliendo a la terraza, donde me recosté en su colchoneta.

Acerco entonces mi cara a su pene, que la mujer agarraba con la mano. Me tenía tan obsesionado que llegué a lamerlo y besarlo, incluso me lo metí un poco en la boca, saboreándolo para intentar coger el gusto. Sentía su calor y suavidad, pero no me acababa de agradar, aunque lo intenté. Yo prefería tenerlo en otro sitio, si bien conseguí que se empinara casi vertical, adquiriendo un tamaño tremendo. Lo sujeté un poco con la mano mientras ascendía hacia su pecho para que llegara a mis tetas. Me recorrió con los dedos los pezones o los acercaba a su boca y mi cuerpo empezó a responder.

Ella, que había cogido mi lugar con su pene, consiguió que creciera un poco mas y rasgando un sobrecito le fue colocando un condón (se veía que lo hacían con frecuencia con otra gente)  que apenas le llegaba un poco mas de la mitad; luego, cogiéndome por las caderas, me fue colocando contra él.

Iba introduciéndose despacito, le costaba entrar, hasta que sentí que no podía seguir más, y todavía le quedaba un buen trozo fuera. Me moví lentamente, me notaba llena. Mientras la mujer nos atendía a ambos, metiendo a veces la cabeza entre nuestros sexos, él me agarró por las caderas para que no perdiera el equilibrio.

Empezó a subir y bajar, pero me costaba, y eso que el condón lo debía hacer más fácil. Cuando miré hacia abajo no me podía creer lo tremendamente ensanchada que tenia la vagina. Su pene era más ancho que mi brazo. Ver eso contribuyó más a mi excitación y me moví más rápido, hasta que sentí que el dolor se transformaba en placer. Él lo notó y empezó a moverse también, jadeando al unísono conmigo, clavándome sin piedad y si no me destrozó fue porque su mujer colocó su mano en la base de su pene para frenarlo un poco.

Tensé mi cuerpo al sentir el orgasmo y aguanté la respiración hasta que mis convulsiones acabaron, bajando la cabeza, sudando y desmelenada. El sintió mi flacidez y, sin sacarla, se separó un poco para poder seguir su ritmo, hasta que explotó también.

Yo lo sentía en todo ese tiempo y me agitaba quedamente, pero ya sin fuerzas para alcanzar más placer que el que sentía en ese momento. No pudo sacarla, me arrastraba con él, por lo que quedamos los dos tumbados en el suelo, como dos perritos, hasta que perdió tamaño y pudo echarse hacia atrás.

Entré en mi habitación y, dejando la ropa a un lado, caí en la cama junto a mi marido que tenía la cara roja y los ojos brillantes.

  • perdona, - le dije – te he avergonzado.

  • no, yo sabía lo que iba a pasar cuando te dejé ir, pero cuando te sentí jadear y me asomé, ver tu cara en éxtasis y tus movimientos de placer ha sido lo más increíble que he presenciado en mi vida. No creí que alguien pudiera transformase así, ni un rostro reflejar lo que vi en el tuyo.

  • ¿te ha gustado verme…? - (no quise añadir: ver follar con otro, me pareció un poco fuerte)

  • ha sido una mezcla entre sonrojo por lo que estábamos haciendo y asombro. Me han entrado unos celos tremendos, pero me excitaba; me arrepentía de haberte dejado ir, pero quería ver qué pasaba Era como si fuera yo el que estaba debajo de ti, pero al mismo tiempo pudiera verlo todo. Nunca mas volveré a hacerlo, es demasiado para mí.

Se agachó y me tocó un poco los labios del sexo, con cuidado, pero aun así me tuve que contener un poco.

  • pero no hablemos de mi, cuéntame que tal tú. Ufff ¿te has visto como lo tienes?

  • no. ¿Qué pasa?

  • esta dilatadísimo. ¿Tan grande era?

  • me temo que sí. Más de lo que creí al principio.

  • entonces: ¿lo has disfrutado? ¿Estás satisfecha?

  • sí; y me alegro que me animaras, si no, no me hubiera atrevido. Para mí ha sido también increíble y diferente y cuando pensé que me estarías viendo no sabía cómo esconderme, pero me excitaba. Fue tremendo.

  • no cabe duda que eso del sexo es un invento formidable

  • sí, cuando quieras repetimos.

  • ¿a qué te refieres, con otro o conmigo?

  • ya veríamos, según viniera la cosa.

Así, entre bromas, acabó el día. No lo hicimos esa noche. Supongo que quiso respetar un poco que todavía estaba dolorida e hinchada, aunque también pudo ser para evitar que yo hiciera comparaciones. Dormimos abrazados y felices.

Pasamos toda la mañana siguiente en la playa, aprovechando el último día. Me puse mi bikini más pequeño, como a él le gusta, y me colmó de atenciones todo el rato, pero ninguno de los dos sacó el tema que nos rondaba por la cabeza; de hecho, apenas hablamos de nada.

Cuando salimos a la terraza por la tarde, los vecinos también estaban fuera. Él me vio y yo creo que asimismo me oyó hablar con mi marido, pero a pesar de todo me hizo una seña. Me acerqué a la esquina de siempre, con solo las bragas puestas, y el tío me dice, sintiéndose el amo:

  • qué. ¿Te apetece otra sesión?

  • pues veras… es que lo de ayer fue un poco decepcionante. Mucho tamaño, pero poca habilidad. Tuve que pedirle a mi pareja que me lo hiciera bien a continuación.

Y me retiré muy digna y moviendo el culo provocativamente, me pareció oír las risas de la mujer al otro lado.

Regresamos a casa al día siguiente, y no hablamos del tema aunque al final yo creo que todo se reducía a una idea: una cosa es hacer el amor, con la persona que quieres, y otra muy distinta tener sexo.

Y una conclusión:

Si en una ocasión determinada ocurría, prefería que no se lo contase, porque siempre me vería disfrutar como el día anterior, no se le olvidaría en muchos años esa imagen. Me dejó confusa, pero esa noche hicimos el amor en nuestra cama como hace mucho tiempo.