Aventuras de verano - 12

Un impertinente invitado, algo bebido, abusa de mí en los baños del hotel, sin que yo pudiera evitarlo.

LA BODA  -  2

Salí rápidamente al pasillo, cerrando con cuidado y retorné a la sala de baile. La gente empezaba a retirarse y los que seguían con ganas de marcha bajaban a la discoteca, en un piso inferior, donde ya sonaba la música bien fuerte.

Cuando regresaron los novios, ya de calle, se despidieron de los invitados que quedaban y nos fuimos a la discoteca. Ahí me di cuenta de que Juan era tan torpe con la música moderna como mi marido. Solo salían cuando era algo lento, el resto nos lo pasamos Ely y yo bailando una con otra.

En honor al novio pusieron su tipo de música y mi marido me cogió de la cintura y salimos a la pista. Sus manos cálidas en mi espalda desnuda eran reconfortantes. Me sentía a gusto pegada a él, que me besaba la cara agachándose un poco.

Como penetrando en mi cerebro y adivinando mis pensamientos, él siguió a lo suyo, acariciándome y excitándome con sus dedos. Llegó hasta mi pecho, metiendo la mano por delante, por el escote y mis pezones se erizaron a su contacto. Sentía como si todo el mundo me estuviese mirando, pero la luz estaba casi al mínimo y cada pareja estaba dedicándose prácticamente a la misma labor.

Bailé con más gente, gracias a dios más comedidos. Lo más que notaba de vez en cuando era una mano bajando hasta mi culo. Y al final, aburrida, ahí las dejaba estar.

Juan se acercó a mi marido, que estaba en la barra recogiendo unas bebidas y al verme sola se acercó el cuñado torpe y me invitó a bailar, pidiéndome disculpas por su comportamiento de antes.

Se portó bien en la primera pieza y seguí un rato con él. El cuñado iba bajando su mano hasta mi culo, como todos y apenas me enteraba. Tampoco le hice mucho caso cuando me tocó el pecho por encima del vestido porque me estaba intrigando la conversación de Juan y mi marido y me empezaba a preocupar, no fueran a contarse algo del pasado que yo no deseaba se enterase ninguno.

Ambos tenían cosas que contar, tanto de Ely como de mí, que el otro no sabía, y no era el momento de sacarlas a la luz. Sentí un escalofrío y un toque de gusto en mi cerebro, pero yo seguía mirando a la pareja hablando en la barra. Cuando me dio el segundo toque, retiré la vista de la barra y cambié las ideas a lo que pasaba a mi alrededor.

Aprovechando que no le decía nada, como si consintiese, me había sacado un pecho fuera y me lo mordía y chupaba, agarrándolo con una mano, mientras la otra se aferraba con fuerza a mi culo. Me debatí dándole patadas, hasta que me soltó y regresé rápidamente a la mesa.

  • ¿Qué ha pasado?

  • estaba distraída viéndoos hablar y cuando me quise dar cuenta me estaba metiendo mano de mala manera.

  • ese tío es un pesado. Hay gente que no sabe comportarse.

Ya iba quedando menos gente y me di cuenta de que mi marido estaba con los ojos cerrados y dando cabezadas. Le agarré del brazo y le llevé a la habitación, ayudándole a acostarse.

Aproveché la poca luz, apta para confidencias, y me senté cerca de él para preguntarle por su conversación con Juan. Necesitaba saber cuánto se habían confesado y cuanto sabía de toda mi relación con él. Le pregunté, como si no tuviera para mí el más mínimo interés:

  • ¿de qué hablabais tanto rato?

  • nos estábamos conociendo, pero sobre todo de vosotras dos.

  • ¿no le habrás dicho algo comprometido…?

  • ¡no! Por supuesto que no. Eso se lo dirá ella si quiere.

  • ¿y de mi?

  • me dijo que os conocíais desde hace mucho tiempo, que casi fue novio tuyo.

  • sí, era compañero de un novio que tuvo Ely y a veces salíamos juntos.

  • no, él me dijo de después.

  • si, después, cuando venía los veranos con el chico a casa de mis padres, salimos los cuatro algún día, pero ya hacia lo menos cuatro o cinco años que no nos veíamos.

Intentó sonsacarme más sobre mi relación real con Juan, y hasta donde había llegado, pero estaba demasiado dormido para poder hablar con coherencia y ahí acabó todo y cuando le dije que me iba a despedir un momento de los novios y subía enseguida, me insistió para que me quedase lo que fuera, hasta que ellos se retiraran y no me preocupase por él.

Regresé al salón y encontré a los dos, despidiéndose de todos y con una botella de champán en la mano. Me senté en mi mesa, esperando que terminasen la ronda para despedirme con tranquilidad y poder hablar unos segundos con ella.

Se acercaron a mí y Ely se sentó un momento a mi lado, hablándome bajito, confidencialmente, como no queriendo que nos oyese Juan, de pie al otro lado de la mesa, con la botella en la mano. Quería que les acompañase a tomar champán en la habitación y despedirnos allí, pero le dije que solo había bajado para decirles adiós.

  • no, solo bajé a despedirme de vosotros, esperad que me despida del resto y estoy con vosotros.

Me doy la vuelta y ahí estaba el cuñado con la botella en la mano, intentando llenar mi copa pero que con su torpeza derramó sobre el vestido casi media botella, poniéndome perdida de arriba abajo.

Busqué un cuarto de baño para ver el estropicio que había hecho antes de regresar a la boda. Dejé el vestido sobre la encimera y con una toalla lo remojé y limpié un poco el pecho, que estaba pegajoso del vino, y luego lo coloqué debajo del aparato de secar las manos para que el aire caliente lo secase un poco para ponérmelo de nuevo.

No deseaba hacer todo eso en la habitación y despertar a mi marido con el ruido del aparato y seguro que llevaba ya un buen rato dormido, y si el vestido no estaba demasiado estropeado, podía regresar para despedirme. Mientras se secaba me miré en el espejo y vi restos pegajosos sobre mi pecho desnudo, de modo que con la misma toalla me remojé por encima para intentar limpiar un poco

Apareció de pronto, agachado por detrás; no le vi llegar y me agarró ambos pechos con sus manos pegando su cara a mi espalda y restregándose contra mí.

Di un grito, me volví de golpe y vi al agresor. Otra vez Jaime, el cuñado pesado y torpe. Se acercó más a mí, agarrándome de nuevo las tetas con fuerza y luego las soltó para sujetarme por la cintura. Le amenacé con gritar pero ni me oía.

No podía separarme, era más fuerte y yo estaba cansada de todo el día. Intenté liberar su brazo con todas mis fuerzas pero era imposible, me tenía atenazada contra él, arrinconándome contra la superficie del lavabo. Enterraba su cara en mi pecho, frotándose contra él, y me hacía daño con las manos y el borde del lavabo. Me estaba quedando sin fuerzas, y él aprovechó para subirme un poco el culo, sentándome en el canto de mármol y puso sus manos en mi rajita, sobando y metiendo los dedos por dentro.

Me encontró húmeda de excitación, por las caricias de hace un rato y creyó sin duda que era por él, porque me dijo algo así:

  • veo que estas dispuesta, te morías de ganas de follar conmigo, no te preocupes, yo te haré disfrutar.

Dejé de luchar, tenía que pensar otra forma de escaparme, por la fuerza era imposible. Me apoyé en el lavabo y aprovechó para soltarse el pantalón y sacar su herramienta, se quito los zapatos y el pantalón y el calzoncillo cayeron al suelo. Yo le miraba y pensaba, no se me ocurría qué hacer.

No acertaba, no estaba en una postura fácil para hacerlo sin manos, vi que realmente tenía un pene de buen tamaño, que descapullaba y meneaba para ponerlo en condiciones mientras yo seguía mirando como atontada. Tal vez si le ayudaba un poco fuera todo más rápido, o encontraba como salir de allí, así que me sorprendí a mi misma ayudándole a apuntar, dejándola justo a mi entrada, que ya se estaba ensanchada y deseosa de recibirlo y de pronto la metió de golpe y fácilmente, soltando un gruñido de satisfacción. Me agarró el culo con las dos manos, tirando hacia él y penetrándome hasta que su pene pegó en el fondo de mi vagina. Se movía con velocidad en mi interior y me di cuenta con terror de que me gustaba y que no solo acabaría disfrutando con él, sino que sería capaz de colaborar en mi violación.

Retiré mi vista de él, no quería ni verlo y entonces nos vi a los dos en el conjunto de espejos que bordeaban todo el frente del baño. Era una imagen tremendamente erótica, una película porno en directo, vi mi cuerpo desnudo y su culo blanco moverse mientras golpeaba entrando y saliendo de mi. Me estaba abandonando y estiré mis brazos, sacando el culo hacia fuera. Noté horrorizada los primeros espasmos. ¡Estaba disfrutando mientras un hombre me violaba! La verdad es que me estaba gustando, me gusta el sexo, no tenía remedio, y entre disgustada por el hecho en sí y caliente por sentir su polla dentro, empecé a colaborar y a moverme a su ritmo y me dejé llevar por la ola de calor y de gozo que ya sentía en mi interior.

Me invadió el sudor de mi excitación y me pegué a él lo mas que pude, dando pequeños botes y estirando mi cuerpo y mis brazos sobre el mármol frío del lavabo. Volví a fijar mi vista en los espejos y vi en directo como se movían mis pechos con los empujones que recibía y mi cara sofocada y sonrojada. Entonces mis manos, al extenderse por la superficie, tropezaron con la toalla mojada que acababa de utilizar.

La agarré con una mano fuertemente, para tener algo donde sujetarme, no quería tocarle más, pero el placer ya me venía en oleadas sucesivas, y dejé de resistirme para disfrutar de aquel polvo a traición pero que me estaba llevando al paroxismo, mi respiración se volvió entrecortada y ruidosa, me llegó el orgasmo justo antes que el suyo y me retorcí como siempre, incapaz de contenerme.

Se salió de golpe, tambaleándose todavía y echándome todo su aliento que casi me daban arcadas, mientras yo quedaba clavada en el duro y frio mármol de la encimera del lavabo. Se metió en un retrete con puerta, estábamos en el de señoras, y empezó a mear a chorros mientras me comentaba que sabía que me iba a gustar, se notaba que estaba deseando una buena polla, y que eso había que repetirlo.

Me acometió una furia inmensa, era un borracho pesado, había arruinado mi vestido de fiesta, me había violado y si no llega a ser por mí ni siquiera lo consigue y encima presume de follador y de que había caído rendido a su polla.

Agarré toda su ropa, incluido los zapatos y lo arrojé lo más lejos que pude por la ventana, luego según salía al oír que abría la puerta le di con todas mis fuerzas en la cara con la toalla que tenía en la mano, que al estar mojada le arrojó hacia atrás violentamente, cayendo sobre el piso como un saco, agarré mi vestido hecho un asco y el bolso y salí sin mirar atrás.

Salí así al pasillo, con las braguitas negras y los zapatos en la mano y el vestido tapándome por delante, no quería estar más tiempo allí, y ya no podía bajar a despedirme del resto de invitados ni de los novios, deseaba llegar a mi habitación lo antes posible, subir a mi piso por las escaleras y rezar para que no me cruzase con nadie. El pasillo era larguísimo, caminaba despacio para no caerme, todavía estaba algo aturdida. Justo cuando me faltaban unos metros para llegar a la escalera, se abre una puerta y todo el pasillo se ilumina. Aceleré el paso imaginándome la sorpresa del que fuera, viendo mi culo blanquito moverse con la carrera y desparecer de pronto.

Llegué por fin a la habitación sin más sobresaltos, me metí por fin con tranquilidad en el cuarto de baño y pude relajarme y lavarme un poco el sexo y el vientre, sucio por la leche de otro hombre y prepararme para ir a la cama. Mi hijo dormía plácidamente en la cama pequeña y al apagar la luz del baño me dirigí tanteando hasta la cama nuestra.

Al sentarme en el borde para separar las sabanas, mi marido encendió la luz de la mesita y se quedó mirando mi pecho, reluciente por el sudor y salpicado de gotitas de agua.

  • te estaba esperando ¿ya acabó la fiesta?

  • sí, les iba a haber acompañado hasta su habitación para tomar la última copa de champán de la noche pero como se han puesto muy acaramelados me he venido.

  • vienes sofocada, ¿te has pegado una carrera para llegar pronto junto a mi?

  • me pareció ver por el pasillo al cuñado de Ely, ese pesado del baile, y me apresuré un poco para no encontrármelo.

  • ven, quiero dormir contigo, metete dentro.

  • ¿solo dormir?

  • ahora verás si solo dormir.

Pasó la mano por mi pecho, secando la humedad y poniéndome los pezones erizados y sensibles. Que a gusto se estaba con mi marido, sobre todo después de un día tan largo y azaroso. Lo que siguió a continuación, fue como tantas noches de amor durante diez años de matrimonio. Tenía que empezar a sentar la cabeza y ver las cosas tan agradables que hay, aparte del sexo. Aunque en esos momentos no se me ocurría ninguna…