Aventuras de verano - 11
En la noche de boda acabo despidiéndome del chico, después de dejarle que disfrute un poco como fin de fiesta.
LA BODA - 1
Nos levantamos las tres de desayunar, teníamos mucho que hacer hoy, había llegado por fin el día. Los chicos andaban por ahí, no se les oía, pero hacía un buen rato que habían desaparecido. Pensábamos ir juntas a la peluquería, ya teníamos hora, pero todavía quedaba mucho tiempo, así que me metí en la ducha y luego me fui arreglando con tranquilidad, aprovechando que estaba sola en la habitación por el momento.
Llevaba media hora recogiendo cosas por la habitación, colocando la ropa, haciendo las camas y guardando todo, porque después de la boda ya no volvería por allí y aparece la niña, asomando la cabeza por una rendija de la puerta.
¿puedo pasar?
venga, entra. Que pasa ¿te aburres?
sí, no encuentro a Carlos ¿le puedo llamar?
pues no, todavía estoy desnuda.
Si quieres te ayudamos
no, hoy no. ¿Donde están los chicos?
estaban en la terraza pero luego se. furton y me dejaron sola.
¿y su primo?
estaban los dos juntos
Me había olvidado de la terraza y de las costumbres de ese crío. Allí estaba, detrás de los cristales, a saber desde cuanto tiempo, y yo medio desnuda y tan confiada. Anoche había hecho el propósito de no despistarme y ya había caído nada mas levantarme.
Bueno, corrí las cortinas, aunque para eso hubiera de ponerle las tetas casi en las narices y ahí le dejé intentando adivinar algo en las sombras. Hasta que apareció Carlos y tiró de él para llevárselo. La niña me dijo que él no estaba en la terraza y había regañado con su primo, diciéndole que no estaba bien lo que hacía y que me avisaría para que no me pudiese ver, pero el otro, mas grande, le amenazó con darle una paliza, y no se atrevió a decir nada. Bueno, habría que tener paciencia y más precaución una vez más, total, solo quedaba un día.
Me llevé a los dos pequeños a la piscina, el otro no aparecía y tal vez fuera mejor, colocamos una toalla grande en el césped y traté de distraerlos con algún juego, pero ellos solo querían bañarse, y yo estaba solo con las bragas y una camiseta, y decidida a no dar más espectáculo.
Les dejé hacer, y en ropa interior se lanzaron al agua, mientras yo permanecía en el borde viéndoles jugar. Todo estaba tranquilo, las chicas debían estar haciendo también las maletas, esta tarde ya nos iríamos todos, y en eso alguien me empuja y caigo de golpe al agua, para sentir a continuación que ese alguien se lanzaba a la piscina a continuación.
Tragando agua y asustada me enderezo como puedo, mi camiseta se ha subido hasta el cuello con la entrada repentina y esta empapada. Consigo salir a zona menos profunda para colocarme un poco la ropa, intentando bajarla para taparme el pecho, pero está pegada a mi cuerpo y toda recogida. Entonces siento unas manos que se pegan a mí por debajo y tiran de las bragas deslizándolas por las piernas, dejándolas casi en los tobillos. Intento subirlas casi introduciendo la cara en el agua, y ahora el ataque es más serio, sus manos en mi coñito y en el culo, masajeando sin darme tiempo a reaccionar.
Estoy presa con las bragas en los tobillos, no puedo mover los pies, y los chicos se acercan nadando para unirse a la juerga creyendo que todo es un juego, sin darse cuenta de lo que sucede por debajo del agua entre su primo y mi cuerpo desnudo.
Se abrazan a mí, pelean entre ellos y cuando pierdo el equilibrio mis bragas se deslizan suavemente y desaparecen en todo el jaleo, y si no me voy yo también al fondo es porque unas manos me sujetan en horizontal por la cintura mientras siento otra abarcando todo el vientre, con el brazo entre la raja del culo y jugando con el vello, hasta que los dos pequeños le separan echándole agua y salpicando sin darse cuenta todavía de lo que está sucediendo.
Carlos entonces se da cuenta de mi desnudez y se acerca y pega a mi espalda, poniendo las manos en mis pechos, para aprovechar la ocasión y el otro, buceando, mete su nariz en mi rajita y siento su lengua dando un lametón mientras pasa por debajo.
Intento agarrarle pero es más rápido y al descender en el agua, mi camiseta al fin se libera, pero hacia arriba quedando arrebujada sobre mi cabeza, hasta que alguien la retira para que no me ahogue con ella. Un jaleo de cuerpos, los cuatro echándonos agua, yo con los ojos cerrados para que no me entre en ellos, y siento manos por todos lados tocándome lo que pueden.
Consigo desprenderme de los dos, a manotazos, y salgo del agua totalmente desnuda hacia la toalla que dejamos sobre el césped. Todavía no se si estoy enfadada o asustada, no acabo de reaccionar, preocupada por no tragar agua y deshacerme de los chicos, me tapo un poco y les veo a los tres jugando, chapoteando y pasándoselo bomba y llego a pensar que a lo mejor no había sido mas que un juego de chiquillos, o que yo había sentido algo con mala intención y no era así, pero decido retirarme aprovechando que están jugando y que sea su madre quien se ocupe de ellos, yo ya había tenido bastante.
Las chicas ya estaban preparando la comida, porque teníamos muchas cosas que hacer a la tarde, así que me di una ducha rápida, un vestido cómodo y pasamos todos al comedor, después de oír los gritos de Maika a los chicos por haberse bañado sin su permiso.
En fin, después de comer nos fuimos a la peluquería. Estuvimos cerca de dos horas, y al acabar, ellas se fueron a casa y yo al hotel, donde había quedado con mi marido y mi hijo. Ely me había dicho que nunca habló con mi marido de aquellos días y yo le conté bastante, pero nunca le dije que aquel chico de la piscina con el que había hecho el amor hace unos años, fuera este Juan.
Me veía esplendida ante el espejo del baño mientras me maquillaba, la verdad es que me gusta como soy, me gusta mi cuerpo, aun después de haber tenido un hijo se mantenía joven. El pecho había recuperado su tamaño de joven, y apenas se veían estrías ya, el pezón oscurito se endurecía y agrandaba con el freso o la sensación de estar al aire, la tripita no tan lisa, pero redondita y suave daba un poco de volumen al cuerpo, y ese culito… me gustaba por detrás, un culo firme y redondo, sin exageración, no se veía grande, pero si sobresaliente lo justo, y las piernas con esos zapatos de tacón alto eran más largas y estilizadas.
Me puse un vestido negro, con la falda por encima de la rodilla y muy amplia, cubierta de tul para que no dejase demasiada pierna al aire y se abrochaba al cuello dejando media espalda al descubierto. Las bragas eran también negras, pequeñitas, de encaje, con unas florecitas rojas bordadas por el delantero que destacaban sobre la fina tela. Aunque el vestido era algo suave, no creí que se transparentasen, pero me gusta ir bien conjuntada.
No me puse sujetador, porque después de hacer la prueba mi marido decía que en cuanto hacia el más mínimo movimiento se veía. Tampoco lo necesitaba, pero me molestaba que se me advirtieran los pezones a través de la tela. En el espejo no parecía que se notasen, así que me olvidé y me puse el collar de perlas y los pendientes a juego, que contrastaban vivamente con el vestido. Me silbaron los dos al acabar y agarrada del brazo, uno a cada lado, salimos de casa hacia la iglesia.
Salió todo como habíamos previsto: la disposición en la iglesia, el banquete en el hotel, la música. Cuando se levantaron para partir la tarta, después de las fotos, el otro cuñado de Juan intentó, a voces, hacer el circo de la liga, pero Juan se le acercó, le puso su manaza en la cabeza y le sentó de golpe y bruscamente. Le debió de hacer daño porque no volvió a abrir la boca en un buen rato.
La intención de los novios era ir a la discoteca del hotel después del baile en el comedor, para que los más jóvenes y con ganas de marcha pudieran continuar la juerga hasta la hora que quisieran y ellos se quedarían esa noche en la suite del hotel, de modo que acompañarían a los invitados hasta que les pareciese bien.
Primero salieron a bailar los novios, solos, y después del vals empezaron a salir el resto. Yo bailé con mi marido, que me agarraba muy fuerte y me decía lo guapa que estaba esa noche. Juan bailó con sus hermanas, después de hacerlo con su suegra, que lo pasó muy mal la pobre. Mi marido entonces me dijo que iba a bailar con Ely, que estaba sentada viendo como Juan cumplía con su familia.
Los dos bailaban muy juntitos. Mi marido bailaba medio bien todo lo que fuera agarrado, pero parecía un pato ante cualquier ritmo moderno. Les miré dando vueltas por la pista y me recordó una vez en una discoteca de la playa, lo juntitos que bailaban y la cara ilusionada de ambos.
Juan se acercó a mí y me invitó a salir
¿quiere la chica más guapa de la fiesta, después de la novia, bailar con este admirador?
¡cómo no voy a querer bailar con el chico más guapo de la fiesta, después del marido de la prima de la novia!
me has liado. Eso último no lo he entendido.
Al estar en sus brazos me di cuenta que sería capaz de hacer otra vez una locura con él, a poco que me lo propusiera. No entendía muy bien cuales eran mis sentimientos, pero si estaba segura que me atraía fuertemente. Me excitaban esos recuerdos y el bulto pagado a mi pierna. Sus manos en mis caderas me traspasaban su calor a través de la tela del vestido. Me junté más a él y le miré con angustia, sentía mi deseo y le pedí que nos sentáramos un rato. No entendía como podía sentir eso, mientras bailaba a dos metros de mi marido que nos miraba, yo creo que reparando en lo evidente de mi actitud.
Regresé con mi familia mientras los novios iban por las mesas saludando y agradeciendo a los invitados su compañía. Mi marido me cogió la mano y me besó, observando mi cara con el color de la turbación todavía reflejado en ella.
se te veía radiante al bailar. Parecías tú la novia
que exagerado. ¡Estoy guapa con este vestido! ¿A que sí?
no lo decía por el vestido, tú lo sabes. Lo decía por tu cara, por cómo le mirabas.
¿estás celoso?
¿acaso tengo que estarlo? Tú sabes que no, pero si intrigado. Esa cara feliz solo la pones en casos muy especiales.
déjalo. Ya te contaré el por qué en otra ocasión. Ahora estamos de fiesta.
El baile seguía y mi marido a esas alturas ya no le apetecía bailar. Cuando vi acercarse al cuñado de Ely, me levanté y saqué a mi hijo a la pista. Nos lo pasamos muy bien, porque para él eso era juerga, aunque había salido a su padre y enseguida lo dejó.
Le acompañe a su mesa, y vi a Carlos cabizbajo, mirándome pero sin atreverse a hablar y le pedí que bailase conmigo. Se levantó un poco a regañadientes pero le cogí de la mano y salimos a la pista. Era una pieza lenta y sentía su mano rozándome apenas la cintura. Se juntó más a mí y sentí su mano más fuerte y un poco más abajo. Bailé bastante rato con él, porque le agradaba sentir mi cuerpo con sus manos y a mí me servía para rebajar un poco la calentura que me había entrado con Juan.
Después del baile se lo presenté a mi marido, diciéndole que era un novio que me había echado esos días. Se puso muy colorado, pero mi marido se portó muy bien, le saludó muy serio y le alabó su buen gusto por tener una novia tan guapa.
Ahí me pilló desprevenida el cuñado pesado, Jaime se llamaba, y ya no le pude decir que no. Nada mas salir se pegó a mí, me alejó un poco de la mesa y cuando estábamos casi solos en un rincón de la pista se dedicó a meter la mano por abajo del vestido, subiéndolo lo suficiente para que mis muslos quedasen a la vista de todos.
Ocultos por una columna y en el espacio casi más oscuro de la sala, se envalentonó, sus manos amasaban los cachetes del culo obsesivamente, sentía sus dedos por debajo de las bragas, entrando por la raja y abarcando toda la redondez, forzando la prenda y casi rasgándola, mientras yo intentaba salir de esa zona protegida para que no pudiera seguir con sus manoseos. Intenté bajarme la falda, o por lo menos taparme algo, ya entrabamos poco a poco en la zona iluminada, y sentí que mis bragas estaban sujetas casi solo por el elástico de la cintura.
Le aparté la mano como pude y durante unos segundos se comportó más o menos correctamente. Volvió a intentarlo otra vez, acercando su boca a mi oreja y dándome besitos, pero su aliento olía demasiado a alcohol, y resultaba tremendamente desagradable.
No sirvió de nada que le regañase ni me apartase, debía estar además un poco bebido, y se puso excesivamente pesado. Me encontraba violenta y enfadada, no podía organizar un follón en mitad de la boda y este tío se estaba pasando y encima se creía gracioso. Me salvó el otro cuñado.
Se acercó por detrás de él y le dijo que le llamaba su mujer, cuando se volvió para ver, me agarró y me separó de él bailando de nuevo hacia la mesa. Me comentó que su mujer era una joya pero que el hombre se consideraba irresistible y en realidad nadie le aguantaba. Bailé con Jesús, que era además de un gran bailarín, un tío gracioso y ocurrente. Me junté a él e hicimos una perfecta exhibición. Me estaba divirtiendo de verdad y volví a estar contenta y alegre de nuevo.
El apuro de estar violenta al lado de Juan desapareció y el enfado por el atrevimiento de Jaime, se fue diluyendo hasta olvidarme por completo de él. La verdad es que el marido de Maika era un gran tipo, simpático y buena persona, y bailaba francamente bien, pero era tan corpulento que empezó a sudar y a cansarse. Le sugerí que descansáramos un poco y me acompañó a la mesa.
Al acercarme a ver a mi hijo, descubrí que había hecho muy buenas migas con Carlos y me alegré. Les dije que cuando quisieran se podía ir a la cama, ya estaban aburridos, era muy tarde y se les notaba cansados, pero me pidieron que les acompañase, se perdían entre tanto pasillo y puertas.
Dejé a mi hijo en nuestra habitación y recogí unas bragas nuevas de la maleta para cambiarme cuando pudiera y luego llevé a Carlos a la suya. Hizo lo de siempre conmigo, se lavó los dientes, se desnudó y… se metió en la cama sin pijama.
- quédate un poco conmigo…
Me senté en la cama a su lado. Al inclinarme, mi vestido abierto dejaba ver mi pecho desnudo. Su vista no se apartaba de mi escote.
¿me dejas ver un poco más?
bueno, desde el baño, pero tu quieto aquí.
Entré, necesitaba hacer pis y me quité el vestido, cosa que no era necesaria, por supuesto, pero quería refrescarme un poco en el lavabo, estaba demasiado acalorada y al acabar retiré las bragas rotas en el baile y me puse las nuevas.
Cuando me di la vuelta para ponerme el vestido estaba en la puerta, esperándome en calzoncillos y viendo toda la operación de desnudarme y cambiarme de bragas. Quedamos mirándonos de frente el uno al otro, dejé que pudiera verme un poco mas antes de vestirme y entonces me abrazó y se pegó a mí, sus manos en mi espalda y en el culo y mis tetas casi en su cara.
- basta Carlos, esto se ha acabado, a dormir.
Pero él presentía que esa era su postrera ocasión, era la última noche que estaríamos juntos y se pegó más a mí, sus manos impacientes recorrían mis pechos, sentía su boca en mi vientre, sus labios besaban mi pubis a través de la fina tela de las bragas recién puestas, y yo no quería alargar mas aquello, no esa noche, con mi marido esperando en la otra habitación.
Le separé suave pero firmemente, y le dije claramente que no, que ya estaba bien, y que todo había terminado. Su rostro casi con lagrimas en los ojos reflejó una pena infinita, pero se retiró tal y como le pedía.
Le llevé de nuevo a la cama, y dejé que me viera poner el vestido, luego me acerqué a él, le coloqué las sabanas, le di un ligero beso cariñoso en la frente, apagué la luz y cerré la puerta al fin.
Creo que como despedida podía valer, y ya estaba bien, tenía que volver a la fiesta y rescatar a mi pobre marido que estaría charlando con un montón de gente desconocida y supongo que algo bebidos ya.