Aventuras de Marta (9)

La aventura más morbosa y excitante de Marta hasta el momento. Esta vez en un tren.

Hola amigos,

Otra aventura más llenita de morbo. Esta se la debéis a Brison, pues la hacemos debido a una sugerencia suya.

Tuvo lugar la semana pasada en un tren. Nos dio tanto morbo leer la propuesta de Brison que inmediatamente empezamos a planear la forma de hacer un viaje en tren para llevarla a cabo.

Estuvimos mirando y decidimos dirijirnos hacia el Sur en un tren que pasaba por varios pueblecillos con pocos habitantes de esos perdidos enmedio de ninguna parte.

Llevábamos nuestra mochila (casi nunca salimos sin ella :-)) y yo iba con vaqueros, zapatos, un jersey de cuello vuelto y un abrigo. Cogimos el tren a las 3 y media de la tarde un Jueves porque supusimos que iría menos gente. Y acertamos. Como a la mitad del viaje quedaban solo 3 pasajeros en nuestro vagón. Dos amigos y un señor mayor que iba solo. Los dos chicos se bajaron como a la media hora y no subió nadie más, así que nos quedamos solos con el señor mayor. El señor estaba en un extremo de espaldas a nosotros, y nosotros hacia la mitad. Jorge me dijo que me pusiera de pie en medio del pasillo y que me desnudara completamente. Como podéis imaginar accedí encantada :-).

Primero me quité el jersey y el sujetador, quedándome desnuda de cintura para arriba. Después me bajé los pantalones y las bragas y me los quité del todo. Joge lo iba metiendo en la mochila. Por último metió los zapatos. Estaba en un vagón de tren completamente desnuda con un hombre al que no conocíamos de nada. Empezaba a empaparme. Jorge me hizo pasearme por el vagón e ir casi hasta donde estaba el señor varias veces mientras me tocaba y me exhibía. El señor no se dió la vuelta ni una vez pero yo estaba como una moto.

Entonces el tren aminoró la marcha porque parece que había obras. No iba parado pero sí bastante más despacio. Jorge y yo tuvimos la misma idea la instante. Era casi 100% seguro y jamás volveríamos a verlos. Además nos daba un morbazo a los dos de morirnos. Ya os habréis imaginado que el plan era exhibirme totalmente desnuda a los obreros (no sé por qué pero siempre me ha dado muchísimo morbo que me vieran obreros y camioneros, quizá porque tienen fama de estar bastante salidos). Así que me puse de pie al lado de la ventana. No tardaron mucho en verme y en empezar a gesticular desde besos lanzados al aire, hasta alguna que otra obscenidad. Yo me estaba empapando viva. Se avisaban unos a otros de modo que cuando pasaba por delante de ellos ya estaban preparados para no perderse nada. La verdad es que era el sueño de una exhibicionista. Allí en el tren completamente protegida, mostrándome totalmente desnuda a obreros que jamás volvería a ver. Buufff, ¡vaya morbazo!.

Jorge me dijo que me pusiera de pie en el asiento para que me vieran mejor el coño, las tetas y todo. Y que me masturbase. Así lo hice y no tarde en correrme mientras los obreros disfrutaban de un inesperado regalo (seguro que a partir de aquel día les costaría menos ir a trabajar, aunque solo fuese porque recordarían ese día durante mucho tiempo).

Algunos se acercaron mucho al tren para verme mejor y yo me abrí bien de piernas y les dejé ver como me metía los dedos en el coño y en el culo. No creo que me olviden en mucho tiempo. Ni yo a ellos porque estaba teniendo unos orgasmos bestiales.

Cuando el tren volvió a coger velocidad me senté agotada y habiéndome corrido varias veces. Jorge se había hecho una paja y el suelo estaba lleno de semen que limpiamos un poco con unas toallitas.

Me puse el abrigo porque dentro de poco llegaba una parada y nos preparamos por si llevábamos a cabo la segunda parte del plan de Brison.

Y hubo suerte, porque vimos que el señor mayor se levantaba para salir. En cuanto se bajó, le di el abrigo a Jorge y se bajó del tren para meterse en el vagón de al lado. De modo que me quedé completamente desnuda y sola. Ya me estaba mojando otra vez y eso que acababa de correrme.

Parecía que las puertas no iban a cerrarse nunca. Entonces vi que Jorge se ponía blanco y me hacía señas. Me di la vuelta y vi que por la puerta entraban dos viejecitos lugareños. De esos con boina y garrota. Las puertas se cerraron y el tren se puso en marcha. Miré a Jorge. También estaba un poco asustado pero tenía la cara esa de morbazo que conozco tan bien.

Yo no sabía como reaccionarían si me veian y tampoco sabía que hacer. Pensé en encerrarme en el servicio que estaba más cerca de mi que de ellos pero si me levantaba para ir, me verían casi seguro.

Claro que podía echar a correr y entre que dudaban si lo que habían visto era una tía desnuda o no, ya estaría dentro y luego me encerraría hasta que viniese Jorge. Estaba dudando que hacer y mirando a Jorge entre muerta de morbo y muerta de miedo cuando oí un grito: "Cago en Dios, Paco. Ven a ver esto". Uno de ellos se había levantado para ir al servicio y me había visto. Pronto estuvieron los dos delante de mí, y yo completamente desnuda. Eran dos viejecitos como digo con pinta de las típicas buenas personas de pueblo. Creo que me entendéis. Pero claro, nunca se sabe. "Cago en la Virgen, hija, ¿qué haces así". Me apresuré a contarles que estaba haciendo una apuesta, señalándoles a Jorge que estaba con la cara pegada al cristal y sin perderse nada, diciéndoles que era mi marido por si las moscas. Me dijeron que no tenía de que preocuparme aunque no me quitaban ojo de encima.

Entonces me dijeron que querían pedirme un favor. Y me dijeron que si no me importaba quedarme así sin taparme un rato, que hacía mucho que no veían una mujer tan bonita desnuda. Yo les expliqué que no tenía inconveniente y que de todas formas aunque quisiera no podía taparme porque toda mi ropa la tenía Jorge. Pasamos los siguientes cinco minutos charlando mientras me lo miraban todo y yo no hacía ningún intento de taparme. Les dejé que se pusieran las botas. No hacían más que decirme que tenía unas tetas increíbles. También me dijeron que les gustaba que tuviera el coño sin afeitar. Yo estaba en mi salsa, totalmente desnuda delante de dos extraños y, aparentemente, con la situación controlada. Después de otros diez minutos o así en los que les me inventé una historia para la supuesta apuesta que estaba haciendo. Me dijeron que estabamos a punto de llegar a la siguiente estación y que ellos vigilarían para ver si no me veía nadie. Me dijeron de todas maneras que en esa estación no solía haber casi movimiento de pasajeros.

De todos modos le dijimos a Jorge por señas que estuviera preparado para cambiarse de vagón a toda prisa. Cuando estábamos llegando, Jorge se fue hacia la puerta y los dos viejecitos y yo nos pusimos también cerca de la nuestra. Yo sentada y ellos de pie. No sé que me pasó por la cabeza entonces, o si fue el exceso de morbo acumulado, o la gratitud que sentía por aquellos dos viejecitos tan buenas personas. El caso es que les dije, "¿Les gustaría tocarme un poco para luego poder contarlo? No me gustaría que se quedasen con las ganas, después de lo bien que se han portado". Se volvieron con los ojos como platos.

Me miraron un rato, se miraron entre ellos y dijeron, "Sí, claro que nos gustaría, ¿no le importará a su marido?" "Ahora no nos ve", les dije. Y efectivamente desde donde estaba Jorge no nos veía. Entonces se acercaron y me tocaron un poco las tetas. Al principio como con miedo y despues sobándolas bien. Después de un poco se miraron y me miraron el coño. Yo dije, "Adelante, lo que quieran, no hay limitaciones". Entonces uno de ellos me puso la mano entera en el coño y me lo restregó un poco. El otro mientras me sujetaba una de las tetas y miraba a su amigo. El amigo quitó la mano del coño y me la puso en el pecho y el otro me sobó un poco el coño. Me corrí. Era demasiado notar aquellas dos manos extrañas y callosas en mi coño y en mis tetas mientras estaba comletamente desnuda en un vagón de tren a punto de llegar a una estación. Nunca me había tocado nadie que no fuera Jorge. Me corrí en las manos de aquellos dos viejos. Casi me desmayo del morbo. Al final todo duró un minuto como mucho, quizá ni eso. Pero era demasiado morboso, no pude aguantar.

Me dieron las gracias y les sonreí dándoselas yo también porque me habían hecho correrme aunque no lo sabían.

Llegamos a la estación y no había nadie en el andén. Jorge entró y me dió el abrigo. Nos despedimos de los viejecitos y nos cambiamos de vagón. No creo que se me olvide en mi vida esta aventura. Cuando le conté a Jorge lo que pasó, me obligó a hacerle una paja y se corrió como una bestia mientras me obligaba a contarle con detalle lo que me hicieron los viejos.

Espero que os haya gustado. Yo creo que ha sido mi aventura más morbosa y excitante hasta el momento.

Besos a todos y especialmente a Brison por habérnosla propuesto.

Hasta la próxima,

-Marta-