Aventuras con un admirador secreto

Cuando encontró aquella nota en su puerta no sabía de qué sería capaz aquel admirador secreto. Y es que la regaló una de las mejores experiencias de su vida...cargada de azotes.

La rutina era una mierda, de eso estaba segura, se había pasado toda la mañana sin perder de vista el movimiento de las manecillas del reloj de la oficina, como si eso pudiera hacer que el tiempo pasara más rápido… La semana había sido agotadora y no veía el momento de disfrutar del fin de semana, por lo que cuando llegó a casa ese viernes por la tarde, lo primero que Claudia hizo fue deshacerse de las botas, los vaqueros y la chaqueta para buscar su camiseta larga favorita y refugiarse bajo el edredón de su cama. No solía echarse al llegar del trabajo después de comer, pero todo el cansancio acumulado hacía mella y necesitaba tomarse un rato para sí misma. El silencio que reinaba por el piso la favorecía sin duda, fruto de que sus tres compañeros de piso habían decidido pasar el finde fuera, por lo que toda la casa era para ella. Respondió un par de mensajes seguidos de algún curioso mail que le había escrito uno de sus admiradores online, con el que se solía pasar chateando tardes enteras acerca de cosas bastante poco acordes a la imagen de chica buena que proyectaba en su día a día, todo el mundo tiene sus secretos, ¿no? Este le decía que aquella tarde no se iba a poder conectar debido a sus estudios, por lo que procedió a dejar el móvil en su mesilla y dejarse llevar por Morfeo.

No sabría decir que hora marcaba el reloj cuando un timbrazo a la puerta la hizo sobresaltarse. Al abrir sus ojos pudo apreciar que ya había anochecido en la ciudad y que eran unas horas muy extrañas para recibir visitas. La idea de dejarlo pasar se desvaneció de su mente cuando dos timbrazos más siguieron al inicial, forzándola a salir de la cama, colocarse unos pantalones deportivos que tenía a mano y acercarse a descubrir quién llamaba a su puerta a esas dichosas horas. Lo que iba a ser una contestación hostil se convirtió palabras mudas cuando no vió a nadie allí delante. Examinó todo el rellano en busca del culpable de haberla despertado, pero este parecía haberse esfumado, ¿se habría marchado mientras ella acudía? ¿por qué le tenía que pasar justo hoy? Con esos pensamientos se volvió a meter en casa oyendo un pequeño sonido a la hora de pisar, justo en el felpudo había una pequeña nota que había pasado totalmente desapercibida. Intrigada se agachó a recogerla, aprovechando para entrar de nuevo en su casa y cerrar la puerta. Apoyada contra el marco la desdobló poco a poco…

“Me temo Claudia que hoy no va a ser un día cualquiera… A las 23:30h pasa un Uber a por ti. Te quiero bien arreglada y preparada para mostrar ese culazo, te lo vas a perder?                                              Un beso, J.                                                                                                                                                                                         PD: Arriesgado eh? Que pena que te pueda la curiosidad…😉

Nada más acabar de leerla la convirtió en una bola y tiró al suelo, ¿qué coño era aquello? Esa inicial…sabía a quién podía corresponder, pero no tenía sentido que apareciera eso justo ahí, en ese momento. Empezando a dudar de que lo que hubiera leído fuese real se vio obligada a agacharse y volver a examinarla. Era una nota escrita a mano, con una caligrafía fina y curva que no le era para nada familiar. Pero las expresiones sí que lo eran, además de esa despedida simbólica…Solo podían pertenecer a quizá el más ferviente admirador que había conocido tras todas sus tardes de juegos y distracciones por un chat sexual, un jovencito estudiante de una ciudad bastante lejana a la suya con un clara predilección por su…culo. Esto era lo normal, amigos, compañeros de trabajo, siempre habían babeado por su precioso trasero, destacado por su prominentes nalgas y forma redonda, perfectas para una buena sesión de…

No, no debía pensar en ello, eso solo podía empeorar las cosas. Es cierto que disfrutaba mucho de hablar con él, fantasear, relatar, obedecer en algún juego que involucrase a su querida compañera de piso o provocarle en alguna situación comprometida… Pero diferenciaba muy bien entre juego y realidad y sabía que era peligroso, muy peligroso. No se sentía cómoda quedando con desconocidos por culpa de alguna experiencia previa, pero nunca se había enfrentado a una situación así y no podía negar una cosa, era morbosa.

Podría decir que se pasó las ¾ horas siguientes devanándose los sesos sin saber que hacer o que tuvo claro desde el principio que ni de coña correría un riesgo así, pero a la hora acordada se encontraba puntual en la puerta de su casa, deseando saber qué le podría deparar aquella noche. Se había decantado por un vestido simple y negro, quizá demasiado corto para estar en pleno invierno, un abrigo y unos botines negros a juego, que realzaban esa parte de su anatomía que tanto quería ver aquel extraño.

No tardó en percatarse de un coche oscuro que se acercaba y se detenía frente a ella. Al subirse pudo apreciar la silueta de un hombre en traje, de cuya boca salió un ronco “Buenas noches señorita” antes de ponerse en marcha. Una ligera melodía sonaba de fondo mientras miraba atenta por la ventana para descubrir el camino que estaba tomando aquello. Al internarse en una zona oscura de las afueras de la ciudad un atisbo de miedo empezó a crecer en su interior, empezando a arrepentirse de haberse dejado llevar por ese estúpido mensaje.

- Disculpe, ¿podría decirme a donde nos dirigimos por favor? – acabó por preguntar aparentando la mayor seguridad posible.

- No se preocupe, está a punto de descubrirlo. El señor se ha preocupado por todo…

Esa respuesta no hizo más que ponerla aún más nerviosa, aunque 2 minutos después vio que se aproximaban a un local con una larga cola de espera. El nombre le resultaba conocido, pero nunca había estado en él. El conductor se detuvo justo delante de la puerta, que se encontraba custodiada por un par de gorilas ataviados con sendos trajes negros y mirada amenazante controlando que nadie intentase colarse. Examinaban concienzudamente a cada uno que se disponía a entrar y parecían estar confiscando cada teléfono móvil, guardándolos en una pequeña cajita. Al bajarse del coche el conductor llamó a uno de los guardias y le entregó una pequeña nota similar a la que se había encontrado en su puerta solo unas horas antes. Al leerla cambió su semblante y clavó sus ojos en ella.

- Por aquí señorita, la estábamos esperando – dijo encaminándola al interior del local, haciendo que se librase de cualquier tipo de espera o control y ofreciéndole el recoger su abrigo para dejarlo en el vestidor.

Dentro pudo ver que en una primera apariencia aquel sitio se parecía a una discoteca cualquiera, había un pista de baile central donde sonaba música latina bastante conocida, con sendas barras para pedir a cada lado de ella y unas escaleras que parecían dar a pequeños habitáculos en un 2º piso en lo que parecían exclusivos reservados, cubiertos de una especie de cortinas rojas que les permitían gozar de la privacidad más absoluta.

El guardia que la había acompañado se acercó a susurrar algo a uno de los camareros que se apresuró a acercarse a ella para preguntarle si quería cualquier cosa de beber. A la respuesta de por ahora no dejó muy claro que estarían disponibles para cualquier cosa que necesitara y que tenía barra libre toda la noche. Parecía que su querido amigo desconocido se había preocupado por todos los detalles, pero no iba a ser tarea fácil encontrarle entre todo el gentío que se arremolinaba bailando por la pista. Ir buscando en un sitio así a una persona de la que solo conocía la forma de escribir era imposible. Por lo que se dejo simplemente llevar allí en medio, sintiendo el ritmo de la música.

Estaba asustada de estar allí completamente sola pero también estaba…excitada, tenía que admitirlo. Se consideraba una persona muy morbosa y le solía encantar fantasear sobre situaciones peligrosas como aquella, pero nunca había sido partícipe de algo así. Y el ver cómo estaba todo preparado para ella le hacía intuir de que aquel hombre no tendría ningún problema en encontrarla. Mientras contoneaba sus caderas al ritmo de la música con los ojos cerrados sintió un pequeño roce en su nalga derecha, al que no dio más importancia. Estaba rodeada de gente y era algo que podía pasar. El roce se volvió a repetir un par de veces, hasta que en la última vino sucedido de un buen agarrón sobre el vestido. Viendo la clara intencionalidad de que aquella caricia y con la intención que enfrentar a aquel que se hubiera pasado de listo se encontró delante suya a un joven chico que rondaba los 20 años, ligeramente más alto que ella y con una sonrisa socarrona que le empezaba a dar más pistas de quién se podría tratar.

- Lo siento mucho Claudia, sabes que a veces es imposible resistirse – dijo haciendo clara mención a su trasero – Aunque por lo que veo tú tampoco te has podido resistir, casi me tengo que plantar en tu casa para poder probar esto que tienes aquí…

Tenía pelo corto negro y ojos marrones, una ligera barba recubría su mandíbula pronunciada, adornada con una sonrisa. Vestía con camisa y vaqueros, que lucían su complexión delgada y porte seguro.

- Vaya, veo que ya sabes quién soy. Encantado de conocerte por fin preciosa… - Dijo aprovechando para darle un par de besos y colocar la mano en su espalda, o algo más abajo.

- Lo mismo digo Jorge, aunque creo que esas manos se están pasando – le reprochó con tono firme seguido de un pequeño manotazo.

-Ya te he pedido perdón, pero no esperarás que después de tantos km me iba a que dar solo mirando, ¿no? – comentó divertido.

- No lo dudaba, aunque aún me tienes que decir qué es lo que estamos haciendo aquí…

Su risa resonó en el silencio producido en el cambio de canciones.

- ¿No me digas que no te ha gustado? Tengo una pequeña sorpresita para ti, ¿por qué no me acompañas a un sitio más…tranquilo? – dijo sonando misterioso y tirando de su mano ligeramente hacia la escalera.

Se dispuso a seguirle entre el gentío, aprovechando que él iba abriéndose paso para evitar cualquier tipo de empujón o molestia. A la hora de empezar a subir la escalera la esperó para que se pusiera a su altura, encontrando abierta únicamente una puerta que daba a uno de los reservados con vistas a la pista principal. Estaba compuesta de un par de sofás junto a un botellero y una pequeña mesa de cristal, acabando con una barandilla en la que uno podía sujetarse para ver lo que ocurría mientras abajo. Claudia se sobresaltó al oír la puerta cerrarse y ver a su acompañante con dos copas en la mano sentándose en uno de los sofás.

- ¿Te vas a quedar ahí toda la noche? – preguntó – Me he tomado la libertad de pedirte una copa, espero que no te importe…

Claudia se fue acercando poco a poco hasta sentarse a su lado.

- ¿Así que crees que emborrachándome te voy a dejar hacer lo que quieras con este culito? – dijo para picarle.

- No te preocupes, que me lo vas a dar tú solita – contestó con otra vez aquella risa socarrona - ¿Hoy no ha sido un buen día?

- Por ahora no, aunque espero que pueda mejorar… - respondió Claudia dando un pequeño trago a su copa.

Ambos se dejaron llevar por la situación, fluyendo de un tema a otro sin parar y riéndose a carcajadas. Ocurría parecido que cuando se pasaban chateando toda la tarde entera, estando el morbo siempre presente en el tema de conversación. Las bebidas se fueron acabando y cuando Claudia se quiso dar cuenta había una mano recorriendo su culo de arriba abajo sin ella poner ninguna resistencia. Notaba que, mientras con una mano seguía agarrando la copa que les habían repuesto unos minutos antes, la otra trataba de agarrar por completo sus nalgas sobre la tela, pasando de una a otra indiscriminadamente. De vez en cuando la propinaba algún pellizco, o introducía parte de la mano bajo el vestido, pero ella acabó haciendo como si nada.

De repente el chico se levantó, hasta quedar apoyado en la barandilla, mirándola fijamente. Le había sorprendido que parara ya que…no quería que lo hiciera.

- Quiero saber lo que llevas debajo Claudia, enséñamelo – dijo con voz autoritaria.

Se puso de pie lentamente, seguramente por culpa del alcohol, y empezó a subirse la falda del vestido poco a poco.

- Date la vuelta, ya sabes lo que quiero ver…

- Cómo tú quieras Jorge- respondió coqueta mordiéndose el labio.

El vestido siguió subiendo hasta mostrar sus redondas y deliciosas nalgas apenas cubiertas con un tanga de hilo negro que dejaba muy poco a la imaginación.

Ahora era él el que se relamía mientras cerrada la cortina de terciopelo roja para tener más intimidad y se acercaba poco a poco a ella, como un depredador hambriento. Al llegar a su altura dirigió cada mano a una de esas dos gemelas mientras acercaba su boca a la oreja para besarla suavemente y susurrarla:

- Mmmm así me gusta, todas para mí. Apóyate en el sofá Claudia, quiero ese culo en bandeja.

Ella no tardó en cumplir sus órdenes, dejando el culo en pompa a la vez que apoyaba ambas manos sobre el sofá, ofreciéndoselo en bandeja. Pegó sin cintura contra él y tiró de la goma superior del tanga para soltarla y propinarle un buen gomazo, secuencia que repitió una vez tras otra con su mano izquierda mientras que la derecha pasaba de nalga a nalga acariciando y agarrando sin vergüenza ninguna. Dejando su tanga de lado aprovechó para volver a agarrar a esas dos y tirar levemente de ellas hacia arriba para después soltarlas y hacerlas botar.

ZAS sonó de repente cuando, al ver como botaban delante suya, aprovechó para propinarlas un buen azote con ambas manos a la vez.

- Ufff joder – aulló ella – ¿ a eso has venido verdad? ¿Es eso lo que llevas tantos meses queriendo hacer conmigo?

ZAS ZAS, pudo oír como respuesta.

- ¿Por qué coño crees que estás aquí hoy? ¿Qué mejor manera hay de empezar el año que dándote lo que te mereces…una buena paliza.

ZAS, ZAS, ZAS volvió a propinar sobre ambas nalgas a la vez, aprovechando para acariciarlas y masajearlas después del último impacto, notando que tenía la piel de gallina.

- Auuuuuu me haces daño, ¿no crees que ya has tenido suficiente? Bastante que te dejo tocarlas un poco… - exclamó ella, en un intento por tener algo de racionalidad.

- No he hecho más que empezar, así que prepárate preciosa – le contestó comenzando con una secuencia ininterrumpida de azotes, en este caso alternando una nalga y la otra.

ZAS ZAS ZAS, ZAS ZAS ZAS, ZAS ZAS ZAS, ZAS ZAS ZAS. Las nalgas empezaban a escocerla pero su acompañante no daba ningún indicio de querer parar. La música se oía perfectamente, y el hecho de percibir a tanta gente cerca solo estaban aumentando las sensaciones que estaba teniendo, tanto de dolor, como de…placer. Sí placer, porque ese cabrón sabía su punto débil y su fuerza de voluntad no había tardado en desaparecer cuando le había puesto la primera mano encima. Trató de encoger ligeramente el trasero y el azote que recibió en respuesta le hizo olvidar cualquier idea que no fuera dejarle hacer con su culo lo que le diera la puta gana, provocándole un fuerte grito al recibirlo.

- Parece que hemos perdido los modales preciosa, acaso no sabes que tienes que decir después de cada azote mmmm. Creía que te lo tenías bien aprendido cuando jugábamos – ZAS ZAS ZAS ZAS.

- Gra-gracias uff gracias, Jorge.

- Mmmmm así me gusta – exclamó el chico, arremetiendo otra vez con más fuerza contra el culo de aquella preciosa mujer, el cuál empezaba a mostrarse bastante irritado por culpa de los golpes que recibía sin parar.

ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS, se sucedían, era lo único que se podía escuchar en aquel reservado junto al sonido de la música, seguidos del profundo agradecimiento de la aquella chica azotada, cuyo coño empapado desvelaba que estaba disfrutando de lo lindo.

- ¡Más alto joder! ¡Quiero que lo digas aún más alto Claudia! – le grito entre azote y azote

- Mmmmm nooo, cualquiera podría escucharnos… - sollozó ella.

- Jajajajaj, ¿crees que eso es un problema? – se rio él a la vez que la agarraba del antebrazo y la llevaba hasta la barandilla del reservado, para hacer que se apoyara sobre ella. Descolocada intentó descubrir cuales podían ser sus intenciones, acabando por abrir los ojos de par en par cuando vio como su acompañante volvía a abrir la cortina y la dejaba expuesta a toda la sala de baile.

- ¡Qué coño haces! – vociferó ella intentando escabullirse, sintiendo como la grandes manos la agarraban y apretaban contra la barandilla, dejando en nada su intento de ocultarse.

- Tssss quietecita, que ahora viene lo mejor – volvió a susurrarla muy cerca, a la vez que con su mano se encargaba de deshacerse de su tanga y hacerlo caer hasta los tobillos.

ZAS ZAS, ZAS ZAS, ZAS ZAS, sintió mientras volvía a ser azotaba como hacía solo un instante atrás, salvo que ahora estaba completamente expuesta a la sala, y veía como alguna cabeza curiosa empezaba a girarse hacia su posición.

-¡Qué pasa zorra¡ ¿No me vas a dar las gracias por azotarte frente a todo este mundo? – le gritó sobre la música, asegurándose que le oyera y propinándole golpe tras golpe.

Auuuuuuuu gracias Jorge aaaaaaaaa – gritó, con lágrimas en los ojos por el dolor, sintiéndose complemente expuesta y usada de forma implacable.

ZAS ZAS, ZAS ZAS, ZAS ZAS, ZAS ZAS, ZAS ZAS, ZAS ZAS y no paraba de agradecerle cada maldito azote sintiendo como le empezaban a fallar las piernas y no pudiendo evitar fijarse en la cantidad de personas que ahora no perdían ojo de como la estaban zurrando sin parar, algunos visiblemente excitados por la situación.

- Mmmmm, ¿te gusta tu público? Fíjate que no somos los únicos – la dijo tirándole ahora del pelo y obligándola a mirar en dirección del resto de reservados que rodeaban la pista, donde, con las cortinas abiertas de par en par, se podían ver todo tipo de situaciones ocurriendo en ese instante. Desde parejas follando, mamadas, orgías y prácticas de todo tipo similares a la suya, completamente expuestos a cientos de espectadores que habían venido aquí a eso.

Descubrirlo la empapo por completo y empezó a pedir más y más azotes, buscando su propio límite. Momento que aprovechó su acompañante para centrarse en azotarla en el centro de las dos gemelas y acabar por dejarle una buena marca que la durase días.

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Al sonar el último notó como sus piernas cedían y caía al suelo, quedando su culo, rojo y amoratado, expuesto en la barandilla, emitiendo con la poca voz que le quedaba las gracias a aquel que le había propinado esa deliciosa paliza. Se quedó inmóvil durante unos minutos, en los que pudo ver como su acompañante la observaba desde el sillón mientras olía y examinaba el tanga del que se había apropiado un rato antes y se lo guardaba en un bolsillo. Al haber acabado de espaldas a la barandilla en el suelo, sabía que su culo sobresalía por esta aunque no podía ver directamente que era lo que estaba ocurriendo allí abajo. Su vestido, arrugado, dejaba también a la vista su espalda por completo.

Fue escuchando como el ambiente fue descendiendo y solo reaccionó al notar a su acompañante otra vez a su lado, ayudándola a recuperarse y ponerse de pie junto a él y a salir de aquella estancia. Llevaba en su mano el abrigo rojo que había ella dejado al entrar, poniéndoselo por encima y guiándola con cuidado hacia una salida por la parte de atrás que evitaba volver a recorrer la estancia central. No hacía falta hablar, pero ambos eran conscientes de lo intensa que había sido aquella experiencia, ya que les llevaría mucho tiempo el poder olvidarla.

Nada más abrir la puerta que daba a la calle se encontraron al mismo coche que la había traído allí con la puerta trasera abierta para que pudieran entrar. Jorge fue delante, guiando a Claudia para que al entrar se colocase tumbada en su regazo, dejando su culo otra vez a su alcance.

  • ¿ Has traído lo que te he pedido? – le preguntó al conductor, a la vez que volvía a subir ligeramente la parte de abajo del vestido, para encontrarse aquellas dos nalgas amoratadas frente a él.

- Sí señor, lo tiene justo al lado, en el hueco junto a la puerta – le respondió servicial, al momento que el chico agarraba un pequeño bote de crema hidratante que tenía preparado para la ocasión.

- No te preocupes preciosa, te va a quedar como nuevo. Te has portado muy bien hoy, ¿sabes? – le susurró con voz dulce al momento en el que empezaba un lento y suave masaje sobre sus nalgas para intentar suavizar el dolor causado.

La forma en la que las trataba distaba mucho de cómo las había golpeado sin cesar en aquel local, pero se notaba que estaba disfrutando igualmente del momento. El masaje la empezó a adormecer, prácticamente sin enterarse de gran parte del trayecto, solamente cuando el conductor les deseo unas buenas noches a la vez que se encargaba de abrir la puerta para que pudieran salir. Jorge cubrió ligeramente las nalgas de la chica y encargó de sacarla suavemente del coche y cargarla hacia la puerta, momento en el que buscó en los bolsillos de su abrigo y sacó las llaves para poder dejarla en casita, sana y salva.

No le costó dar con su habitación, reconocible gracias a las detalladas descripciones que le había hecho la chica sobre la estancia. Mientras ella dormitaba la dejó suavemente sobre la cama y la ayudó a deshacerse de su vestido, cubriéndola con una camiseta ancha que había encontrado sobre la almohada cuando habían llegado. Así boca abajo y con las dos gemelas al aire fue como como la dejo durmiendo, no sin antes aprovechar para dar una beso a cada una, abandonando la casa sin hacer ruido y perdiéndose entre las calles.

Y así fue como Claudia se despertó, como cualquier otro día en su habitación, con su camiseta favorita y tras algún sueño bastante curioso. Al tratar de girarse notó un intenso picor sobre sus nalgas desnudas producto de una sesión bastante intensa de…azotes. Sin bragas y con el culo enrojecido sonrió pensando en que ni de coña era una mañana cualquiera, y cogió el móvil deseando encontrarse un mail de su admirador favorito…

FIN