Aventuras con tetonas - 1. La madura discreta

Primer relato de de mis aventuras, con mujeres tetonas. Este es sobre Mercè, una mujer madura que conoció por casualidad.

Aventuras con tetonas – La madura discreta

Introducción protagonista/autor

Estimados lectores/as, mi nombre es Robert.

Soy del interior de Catalunya, zona rural. Actualmente tengo 30 años, pelo rubio, piel muy blanca y ojos marrones. No me considero guapo ni feo, no es algo que pueda juzgar yo.

En cuanto a lo que puedo destacar de mi persona y que la gente normalmente hace mención, es mi corpulencia, mido 1’88 y peso más de 110 kg (depende cuando me pese y de cuando cuente la historia, pero ese es mi peso actual). Todos pensarán que soy un gordo seboso, pero no es así, desde niño he trabajado en el campo y además desde aproximadamente los 15 años practico la fuerza 4 o 5 días por semana en un gimnasio “muy rural” que me hice en la granja y aún sigo teniendo y ampliando. Mientras estudié en Barcelona también fui a gimnasios comerciales, no me considero culturista ni nada por es estilo, simplemente tengo fuerza y tamaño muscular sin ser gordo ni tampoco muy definido, más bien “muy robusto”. He notado que algunas mujeres les gustan que seas grande, pero a otras les tira atrás, o no les gusta simplemente. Así que no se si todo esto es un beneficio o no. El último aspecto para mencionar de mi físico, y más importante en un relato de estas características, es que mi pene, está en equilibrio con el cuerpo, no lo he medido con exactitud, pero una “novia” lo hizo, y salieron 22 cm en erección. Aunque me han dicho que el grosor destaca incluso más, y esto último a veces puede dar problemas.

En cuanto a mi personalidad soy una persona muy tranquila, extremadamente tranquila, a veces puede hasta molestar, de hecho, si se cae un motorista o alguien en la calle, mi tiempo de reacción es el mismo que el de una persona de 95 años. Al mismo tiempo esto me permite tomarme las cosas con filosofía y sin estresarme. Recuerdo que me dormí el día de la selectividad, y no es una broma. Por otro lado, soy una persona con bastante humor, introvertida, y bastante solitaria.

Finalmente, en cuanto a mis gustos sexuales, me gustan las mujeres desde siempre bastante maduras. Por encima de los 40 años y menos de 55 años, puede parecer raro, pero es así. Aunque esos sean mis gustos, he tenido solo dos encuentros con mujeres de esas edades y el resto con chicas alrededor de mi edad. Lo que si me gusta por encima de cualquier cosa es el tamaño de los pechos. Me da igual que sean caídos, redondos, ovalados, de punta, blandos, duros, etc. Mientras tengan los pechos grandes o muy grandes y sean naturales, ya tengo suficiente.

Introducción

Esto pasó cuando tenía 20 años, entre octubre y febrero. Yo estaba estudiando ingeniería en Barcelona, vivía con un señor mayor viudo, que me alquilaba una habitación. Un señor originalmente del interior, con el que compartí mucho tiempo durante mi estancia en la ciudad condal. Hoy en paz descanse puedo decir que fue una de las personas que más me marcó en mi vida. Aprendía mas con el que en la Universidad.

Recuerdo aquel día como el día que el elixir de mis deseos tomo forma, yo bajaba por una calle céntrica de Barcelona muy cercana al piso donde vivía. Cuando cruzaba la calle delante mío había en el paso de peatones una mujer de aproximadamente 1,50 cm y de unos 50-60 años con dos bolsas de la compra cargadas una en la mano y la otra encima de un carro de la compra. De golpe una de las asas de la bolsa se rompió y cayó toda la comida al suelo, yo como estaba mirando ese panorama ya desde lejos, reaccione dentro de todo bastante rápido, mientras el resto ni se inmutaron, y mira que soy lento, pero al fin siempre reacciono. El problema poca solución tenía, pero cuando ya no sabíamos que hacer vino otra mujer con una bolsa de asas de tela y pudo poner todo ahí dentro. Como ya había ayudado le dije que si quería le podía ayudar, que donde iba. Por lo que después de insistir aceptó y le ayudé hasta 100 metros de donde estábamos.

Una vez llegamos al portal, dejo la bolsa en el suelo, cogió las llaves y le ayude hasta el ascensor. Me dio las gracias, y me preguntó si era de la zona, y dije que vivía a dos manzanas y que era estudiante. Me pregunto lo que estudiaba y le dije que ingeniería mecánica. Finalmente le dije que me llamaba Robert y ella me dijo su nombre, Mercè (En castellano Mercedes).

Me despedí amablemente de ella, pero mientras hablaba con ella me percaté que, a parte de las bolsas de compra, esa minúscula mujer tenía un par de bolsas bajo ese jersey de otoño, el tamaño era tan considerable, que era imposible no verlo, más aun, para un amante de pechos grandes. A juzgar en ese momento eran del tamaño de un balón de futbol sala sin exagerar. Cuando se agacho para coger la última bolsa aquello quedo suspendido por unos segundos, mientras se balanceaba con el movimiento y el peso. En resumen, la descripción a ese primer golpe de vista es que Mercè era una mujer de unos 55 años como máximo, su altura era inferior al metro cincuenta, tenía un tronco delgado tanto inferior como superior e incluso su espalda era muy estrecha. No obstante, destacaban esos enormes pechos que no quería ni imaginar a donde llegarían sin sujetador, y tampoco quiero imaginar sus problemas de espalda. En cuanto a su cara, tenía cabello oscuro sin pintar y con pocas canas, unos ojos marrones bastante grandes y tristes, que le acompañaban con su nariz y boca pequeña. La expresión era de una mujer separada o soltera, ya que no llevaba anillos ni muchas joyas. En general se veía arreglada, pero con ropa usada y un poco “pasada de moda” (si para mi era pasada de moda que soy de pueblo, imaginaros)

Después de aquella primera impresión, me quede un poco hipnotizado dando vueltas a la cabeza, al fin y al cabo, desde siempre me habían gustado las mujeres maduras y con pechos grandes, hasta ahora había visto algunas, pero nunca en las proporciones tan “extrañas” de Mercè. Seguro que antes me había cruzado con mujeres así, pero ni me habría percatado, ya que de Mercè solo me percaté en el ascensor. No soy de ir mirando todo lo que pasé, de hecho, si veo alguna que me gusta a veces hago lo contrario, no miro. El estereotipo de mujer que miran todos los hombres, nunca me ha llamado la atención y en Barcelona te cansas de ver mujeres estereotipadamente “guapas”.

Fueron pasando los días y no me encontraba a Mercè cuando salía de casa dirección universidad. Pero llegó el día de mercado y volví a ver a Mercè con su carga habitual. Ella de lejos ya me vio, tampoco es muy difícil verme. Cuando se cruzó se paró y me saludó, mientras yo le dije; - ¡Vas menos cargada hoy, Mercè! A lo que ella asintió con la cabeza con una sonrisa. Ese día llevaba chaqueta, pero incluso con la chaqueta se apreciaban esos dos bultos. Me despedí de ella, y seguí mi camino. Lo que me di cuenta de que ella también me dijo Robert por lo que alguna manera mi nombre ya estaba registrado en su cabeza.

Desde ese día y durante un mes la vi como 5 o 6 veces más, siempre con esa chaqueta desgastada y cargada o con bolsas del super, con el carro o con barras de pan. Al parecer no vivía sola porque llevaba dos barras. Por lo que empecé a pensar que era una mujer con familia, y por su edad tendría hijos adolescentes o ya por encima de los 20 años.

A finales de diciembre en plena época navideña, una vez que me la cruce, me paro y me dijo; - Robert, te voy a pedir un favor ya que me dijiste que eras ingeniero, perdona que te moleste. Yo le dije que para nada, no me molestaba. Que en que le podía ayudar. Ella me dijo que la caldera parecía que no funcionaba, que habían llamado al seguro y que no venía porque están muy ocupados y de vacaciones. Parecía bastante desperada, con el tema, y yo no desaproveche la ocasión para saber más de esa entrañable mujer.

La acompañé a su portal y nos metimos en el ascensor, dentro del ascensor reformado, de típica fina Regia de Barcelona, caben 3 personas justas normales, pero de mi tamaño cabe uno y medio como mucho, en este caso iba ella que era el medio, por lo que aun sobraba espacio. Pero por un momento cuando se cerraron las puertas tuve ese para de pechos a escasos centímetros de mi cintura, que es donde me llegaban más o menos. Cuando llegamos a su casa nos adentramos y yo me quede parado esperando indicaciones, ella me llevo hasta el lavadero y me dejó delante de esa caldera bastante deteriorada. Se fue unos instantes y ya volvió sin chaqueta y con zapatillas de estar por casa, por lo que aún era más bajita. Me explico que vivía con su madre y que al ser diciembre la caldera era algo esencial, yo le dije que no se preocupará que tendría solución. Ella asintió y sonrió esperando que les “salvara” el invierno.

Después de 20 minutos me di cuenta donde estaba el problema, y le dije que si podía esperar que a la tarde vendría con lo que necesitaba para cambiar la pieza.

Nudo

Fui a la universidad, y salí un poco antes, serían las 14:30, fui a una tienda bastante grande que estaba abierta todo el día. Me dirigí ahí y compré 4 cosas para arreglar aquella caldera. Cuando llegué a su piso otra vez, puede ver su felicidad, como si viniera un médico, en verdad, para el momento que estábamos arreglar una caldera era prácticamente lo mismo. La abuela estaba sentada en la cocina, pero al parecer su demencia era tan grave que ni se inmutó. Mientras yo reparaba la caldera ella seguía con un jersey de lana, la verdad que hacía mucho frio. La abuela estaba hasta con una manta encima de la chaqueta. Mientras la reparaba la mujer estaba conmigo ahí impaciente, y esperando el momento que dijera; ¡Ya funciona! Durante ese tiempo me ofreció 15 veces un café y otra 15 veces comida, de esas acepté 2 veces.  Era además de entrañable, muy agradable, y sobre todo muy tetona. Tenia todo el rato a menos de un metro esas tetas que cubiertas por ese jersey de lana, que esperaba algún día descubrir. No obstante, en aquel momento, si os digo la verdad, mi única intención era dejar a esas señoras con calefacción.

Llego el momento esperado y haciendo algunas pruebas conseguí arrancar esa caldera. Cuando eso sucedió, ella se alegro en gran manera, y la abuela siguiendo el rollo aplaudió, cuando la hija le dijo; ¡ ya tenemos calefacción!.

Mercé me dio mil veces las gracias, me pago las piezas, que no era gran cosa, y por ultimo se entero que no volvía para navidades a el pueblo, y me invitó a cenar el 24D. Por lo que sin dudarlo asentí con la cabeza, ya que el señor Agustí no estaría en casa porque pasaba las navidades con los hijos, por lo tanto, aunque me importa poco la soledad, iba a pasar noche vieja con esa mujer. En un día pasé de pensar que esa mujer estaba, amargada y casada con hijos, a entrar en su casa, arreglar su caldera y a recibir una invitación para una cena..

Llego el día 24 y me arreglé un poco para ir al evento, para aquel entonces tenía el pelo largo y solo me tenía que hacer una coleta. Cuando llegue a casa de Mercé y Joaquina (la madre). Aquello ya era otra cosa, estaba caliente y muy iluminada. La madre estaba sentada en el sofá mirando la televisión y Mercé estaba haciendo la cena. Me senté en el comedor y me puse a hablar con la abuela. Ella empezó a explicarme sus batallitas mientras me dijo 3 o 4 veces que me parecía a un guardia civil que había en su pueblo. Al parecer ese guardia civil se las hizo pasar canutas, por lo que para ella era una especie de pesadilla. Si que es verdad que tengo apariencia más de portero de discoteca o antidisturbios que de ingeniero, pero por eso llevo el pelo largo, para no parecerlo. No tengo nada contra esa gente, pero es que no quiero asustar.

Cuando llevábamos 15 minutos de charlas sobre la posguerra, se acercó Mercè con el pavo, el cuál alabé por su olor varias veces. Mercé llevaba un delantal alto, pero cuando vino a sentarse para comer casi me caigo de la silla del susto o del “shock”. Iba con un vestido de terciopelo fino de color negro, en el que se apreciaban su cuello y un pequeño escote donde saltaban como dos centímetros de sus enormes pechos, al ser negro el volumen se disimulaba, pero de perfil se podría comprobar claramente la dimensión de aquellos artefactos, que se balanceaban cada vez que se movía trayendo cosas a la mesa. El vestido terminaba por la rodilla, y continuaba con unas medias blancas suaves y unos tacones negros. La verdad que le quedaba muy bien ese color, además de ir muy guapa, sin un maquillaje exagerado, pero con un peinado de peluquería.

En un momento en que me crucé en la cocina le dije, vas muy guapa Mercè, me salió de dentro. Y ella sonrió tímidamente, respondiendo; “aunque la mona se vista de seda” . Quitando valor al cometido. Una vez nos pusimos a comer intenté en esa mesa redonda desviar todo el rato mi mirada de su escote, ya que la compresión era tal que salían dos bultitos de carne de sus pechos por encima del mismo. Seguimos con la comida mientras yo estaba haciendo el papel de interesante explicando un poco mi vida sin prestar atención a la “oportunidad” que tenía delante, pero pensando como podría en algún momento acabar cumpliendo mi sueño.

Mercè explico que estuvo 10 años casada y fue la primera vez que mencionó su edad (52 años). No mencionó la razón de la separación, pero tampoco me interesaba. Su madre, por un momento si que dijo que el hombre era un “cabrón”. La madre por la demencia decía auténticas barbaridades. Cuando Mercè llevaba ya dos copas de vino y la abuela uno, yo seguía sobrio, ya que nunca me gusto. Noté que Mercè cada vez estaba mas sociables y menos tímida, y cuando vi que se terminaba la tercera copa de vino, empecé a ver posibilidades latentes de conseguir que esa mujer me dijera algo, ya que yo al ser tan introvertido difícilmente digo cosas a las mujeres, y muchas veces he perdido oportunidades por ese mismo motivo, pero en este caso no iba a ser así.

Desenlace

Cuando llevábamos ya 20 minutos de sobre mesa, la abuela se caía redonda. Mercè la acompaño a su cuarto y seguimos Mercè y yo conversando. Pasado un rato y cerca de las 11:00, prácticamente media tarde en un 24 de diciembre, Mercè llevaba 4 copas de vino y aunque creo no tiene relación, en ese cuerpo tan pequeño debía ser bastante ya que Mercé empezó a tocarme el brazo cada vez que hablaba mientras se reía hasta cuando le decía cosas que no eran ni graciosas sobre mi entorno rural. No estaba borracha, pero si que estaba alegre. La botella ya se había terminado, y Mercè me soltó esto; “Un chico como tu debe tener a todas las chicas de la universidad locas”. Bueno, que tengo locas a nadie, por lo menos que yo sepa. Dije; - Se asustan de mí. Ella sonrió prolongadamente, hasta que me dijo; - lo que daría yo por haber conocido cuando tenía tu edad a uno como tú. En ese instante ya tenía claro que si decía algo dudo que tuviera un no como respuesta. Por lo que le dije; - pues a mi me pareces aún una mujer muy guapa, la edad es un número que la sociedad pone como freno . Ella me contesto; debes estar borracho . A lo que yo dije que no había ni probado el vino.

Después de un juego de palabras y risas, acabo diciéndome que tenía 53 años, algo que más o menos me había hecho la idea, y también me dijo que llevaba desde que se separo de su marido sin estar con otro hombre, y a ello, puse solución rápidamente y le solté; -Si quieres podemos romper esa racha. A lo que ella incluso con las copas, se quedó bastante inmóvil. Para no dar más rodeos, me acerque a ella y le bese en la mejilla, ella seguía inmóvil, y fue cuando sin pensarlo empecé a besarle en la boca, y allí ella siguió el guion. Pasados unos momentos se apartó y me dijo; - no pienses que soy así, ya te digo que, excepto con mi marido desde hace mucho tiempo no estoy con hombres, y menos aún con uno tan joven como tú, si quieres vamos a la habitación no vaya a ser que la abuela se despierte para ir al servicio.

Me dirigí a la habitación con ella y una vez allí, en esa cama de matrimonio intacta desde su primera noche de bodas, la cogí como a un bebé en brazo y la deje en la cama. Me tire en la cama y ella se puso encima mío, esta vez ya besándonos como si tuviéramos los dos 15 años, la pasión era desmedida. Yo hacía varios meses que no me comía un rosco, y ella años. Además, para mí era la primera vez con una mujer madura, y aún mas con ese pedazo de tetas. En ese instante mi pantalón explotaba ya, llevaba un tejano y me dolía ya del impacto de mi pene en los botones metálicos. Mientras la besaba, tocaba su culo y ella mis brazos, la verdad que, aunque su culo era delgado, tenía carne y era blandito, no era flácido para nada. Después de varios tocamientos y de haber notado sus pechos apretando el mío, tenía ganas de poner al descubierto mi sueño…

Con aún la luz encendida, Mercè estaba como un jinete en mis piernas. Ella en ese momento debía estar notando mi enorme pene, porque su cara era de estar cachonda pero terrorífica al mismo tiempo. Empecé a subirle el vestido, pero debido a la imposibilidad le pedí que se sentara en el borde de la cama. Una vez allí, le desabroché por detrás la cremallera y ahí si que pude ver por primera vez el sujetador. El sujetador era de color carne y desgastado, era un sujetador de compresión, con unos aros enormes y unas tiras de 2 o 3 cm para sostener tal magnitud de carne. Ella se puso las manos delante para que yo no viera sus pechos desde atrás al descubierto. Después de esto, le susurré; -no tengas vergüenza de lo que tienes, a mi me encantan grandes . Ella sonreía y contesto; - Si, pero es que prefiero no quitármelo porque son demasiado grandes y me da vergüenza.

Ella pensaría que yo era el típico que dice “teta que mano no cubre…”. Pero aún no sabía que a mi me ponían de una forma exagerada las mujeres con pechos enormes. Por lo que ese hecho, me ponía aún más. Seguí mi cometido y cariñosamente le aparté las manos, quedándose ambas manos apoyadas en la cama. Cuando hizo eso, yo con ella entre mis piernas, por primera vez, puse mis dos manos encima de esas tetas. Al poner las manos note como era imposible abarcar eso con una mano, por encima podía ver como salían por encima de ese sujetador. Mi desesperación era tal, que, sin dudar, cogí ese sujetador desde su punto central y con bastante esfuerzo, lo levanté para arriba, provocando que se escuchara un- Plaff.

Dos enormes masas de carne blanca cayeron llegando hacía sus muslos, en posición sentada. Las tetas eran de dimensiones gigantes, nunca había visto algo así ni por internet. Eran como dos tetas de una mujer grande y pasada de peso, puestas en una mujer pequeña y delgada. Ahora entiendo su desesperación, y sus ojos tristes. Cuando vi esas masas de carne colgando, metí mis dos manos y empecé amansarlas. Primero una y después la otra a dos manos, cuando apretaba esas tetas mi mano se hundía. Su sujetador seguía abrochado pero esos melones habían sido liberados de él. Aparté mis manos de esas tetazas y le acabé de quitar el sujetador. Aluciné cuando vi en la etiqueta ponía 120-L.

Mi polla estaba a punto de explotar, mi sueño se quedaba corto al lado de lo que estaba viendo. Cuando termine de quitarle el sujetador. Ella seguía inmóvil. Por un instante mientras le tocaba gimió, y eso me puso aún más cachondo. Me puse de pie y me quité los pantalones y la camiseta, quedándome en calzoncillos, ella estirada con las tetas cayéndole para los lados y unos pezones rojos y enormes duros como piedras. Sonrió y dijo; - Vaya tiarrón que tengo delante, y menudo bulto que tienes, madre mía. Me tire en la cama y seguí con esas tetas, las chupe una y otra vez, las agarraba cada una con dos manos y le lamia los pezones provocando un ruido atronador. En cada chupetón ella gemía y sonreía.

Cuando ya no podía mas le dije; - Estoy tan caliente que casi me corro en los calzoncillos, no voy a aguantar ni un minuto. Ella contesto y me dijo; Tranquilo que, aunque llevo tiempo sin hacer nada tengo experiencia. Ponte tumbado…

Me puse tumbado en la cama y ella de rodillas me saco los calzoncillos, cuando mi polla salió de allí casi se desmaya, su cara era un poema. – ¿Madre mía como me voy a meter esto? Con sus pequeñas manos cogió mi pene y empezó a masturbarme. Yo le dije que parar, pero ella siguió. Se lo metió en la boca, pero es tan gorda que difícilmente se metía algo de mi pene en su boquita (esto a mi me pone incluso más). Finalmente le dije; - porque no me haces una paja con esas tetas, estoy a punto de explotar Mercè . Ella me dijo; - A mi ex le gustaba, pero me decía que eran demasiado grandes, a veces le hacía cubanas, pero muy pocas veces. Su polla ni se aguantaba de lo pequeña que era…

Le suplique que pusiera esas tetazas rodeando mi polla, y finalmente a su ritmo las puso. Una vez las puso con sus dos manos apretó mi pene entre sus tetas. Como era complicado, puse mis piernas rodeando su cintura y ahí fue donde la altura quedó perfecta para una cubana nunca imaginada. Mi pene quedaba encajado en esos melones y al ser tan grandes y alargados no era posible que saliera de allí.

Escupió varias veces para lubricarlo, mientras yo empujaba mi pene contra esas tetas. Ella continuó agtando de arriba abajo estas tetas mientras yo con las manos en mi nuca sentía el placer y un sonido continuo (plof,plof,plof…). Mi mente se perdió de placer y eso hizo que pudiera aguantar un poco más…evité mirar para no correrme. Pero llego el momento…le dije; - Mas fuerte Mercè, dale, dale..vamos, apreta más…siii, joder, apreta vamos, si Mercè. Ella no podía seguir mi ritmo y fue cuando, me puse semi-tumbado y con mi polla aún dentro, agarre esas tetas y las apretuje hasta sentir el elixir.

Sentí que se me paraba el corazón, mientras mis manos se hundían en esos melones, hasta que conseguí apretarlos por última vez haciendo el agujero cada vez más y más estrecho…

De golpe me dejé hacia atrás…dejando que ella simplemente aguantara sus enormes pechos acoplados a mi pene y en ligera agitación. En ese mismo instante, todos los pensamientos...Todo lo acumulado salió a luz y se manifestó. ¡El primer manifiesto fue directo a su mentón, se escuchó el ruido y el, haaay! El segundo tercero, cuarto, quinto fue saliendo sin control, por todos lados. Llené las sabanas de semen y su cara parecía un poema (me sentí mal por momentos, mi placer era tan exagerado, pero había soltado todo sin darle a ella nada de placer).

Mientras ella ya de pie en la habitación se limpiaba la cara con el papel de la mesita, vi aquella mujercilla de pie con esas tetas colgando, y sentí cariño enorme, puedo decir que sentí amor. Nunca en la vida me había corrido de aquella forma. Le pedí disculpas, pero ella me decía que no, que había disfrutado. Acto seguido se fue a la ducha y mientras sonaba el agua yo tumbado aún con mi pene cayendo a un lado no me podía imaginar lo que había hecho. Había cumplido mi sueño.

Mercè quedo dormida entre mis brazos toda la noche, no pasando nada más aquella noche…durante unos meses sucedieron algunas cosas subidas de tono con esa mujer, pero prefiero contarlo en una segunda parte.

Si queréis saber más, decirlo en comentarios y haré la segunda parte, en caso contrario seguiremos con la siguiente tetona.