Aventuras con Sandra
Luego de los relatos que protagonicé con Sandra, autora destacada de TR, quise retribuirle los buenos momentos que habíamos pasado y la invité a un paseo por USA, Cualquier parecido con algún caso real, es pura coincidencia
Había firmado un contrato muy atractivo por un asesoramiento por seis semanas en USA. Era una muy importante cantidad de dinero más todos los gastos pagos.
Próximo a finalizar dicho contrato llamé a Sandra por teléfono.
-¿Sandra? Habla Ricardo. ¿Cómo estás?
-¡Ricardo! No esperaba tu llamado. ¿Dónde estás?
-Estoy trabajando en New York y desde aquí te hablo.
-¡Que suerte que tienes! Siempre es interesante viajar.
-¿Has estados aquí, en USA?
-No, nunca.
-Justamente tengo una propuesta para ti. Termino mi contrato en diez días y quería invitarte para que vengas unos días.
-¿Estás loco? ¿Gastar ese dinero con la situación actual en España? Prefiero guardarlo en el banco o en otro lado, pero no gastarlo.
-No me escuchaste bien. Te dije que te invito. Me hago cargo de todos los gastos.
-¿Me lo dices en serio? Es una cantidad de dinero muy importante.
-Reitero, te invito y me hago cargo de los gastos excepto las compras que se te ocurran hacer. Eso, con una mujer, me llevaría a la bancarrota.
-Dime ¿Qué estás tramando hacerme? Cada vez que me he encontrado contigo, terminé con el culo rojo.
-Justamente porque quiero compensar esos momentos es que he pensado en cogerte solamente.
-No te creo. Si mi invitas, algo has tramado.
-Te juro que nada, solamente estar contigo.
-¿Y estaremos los dos solos?
-Sí, los dos solos para disfrutar de momentos… íntimos. ¿Podrás conseguir permiso en tu trabajo?
-Creo que sí.
-Mi propuesta es estar unos días en New York, hacer un crucero por el Caribe y estar unos días en Miami. ¿Qué te parece?-
-Ricardo, no puedo aceptar que gastes semejante cantidad de dinero y yo no quiero hacerlo.
-¿Me vas a privar de tu compañía aquí? Estoy terminando el miércoles que viene el contrato.
-Por conseguir los días, no hay problema, pero el plan que estás haciendo es como de diez días.-
-Necesitas faltar a tu trabajo desde el jueves 12 hasta el viernes 27. ¿Lo podrás conseguir?-
-Mira, es una propuesta muy tentadora. Por los días de trabajo seguramente no tengo problema. ¿No me harás trabajar en algo indecente para pagar los gastos?-
-Sandra, no soy un proxeneta. Te hablo en serio. En cuanto consigas el permiso, hago todas las reservas.
-Insisto. ¿Qué me piensas hacer? Una oferta de ti como esa es porque me vas a castigarme hasta dejarme exhausta.
-Pues te equivoca. Ya te he dicho, solamente coger.
-Déjame ver. Mañana te llamo.-
-Te llamaré yo porque me resulta más fácil. Recuerda, mi plan es del 12 al 27. El crucero dura 7 días.
-Me has dejado casi sin habla. Espero tu llamado mañana.
Al día siguiente volví a llamar a Sandra.
-He hablado con mi jefe y no tiene inconveniente que me tome esos días. ¿Mantienes la invitación?
-Por supuesto Sandra. Cuando cortemos la comunicación hago las reservas. Yo te iré a buscar al aeropuerto. Trae puestas unas bragas fáciles de quitar.
-¡Ayyyy Ricardo! ¿No se ocurre otra cosa que dejarme en bolas?
-No, no se me ocurre, aunque no nos vamos a pasar todo el día en el hotel, pero las mañanas y las noches… podremos hacer nuestras cositas. Hago las reservas y te envío por mail el localizador y el programa de viaje.
Así finalizaba la conversación. Esa misma noche me senté frente a la computadora e hice las reservas correspondientes. En New York nos alojaríamos en el mismo hotel en que yo estaba, muy cerca de Times Square. En el crucero, contraté una suite muy cómoda y en Miami un hotel sobre la playa.
Estaba ansioso como chico unos días antes de Reyes. Podríamos pasar unos momentos muy agradables con Sandra, que siempre se mostró cariñosa conmigo y, por primera vez, su cuerpo no quedaría marcado por el látigo.
Finalmente llegó el jueves 12. La fui a buscar al aeropuerto JFK. Abordamos un taxi porque odio alquilar auto en New York. Poco más de una hora desde el arribo, estábamos en el hotel.
-Bueno, ya estamos instalados. ¿Quieres bajar a tomar algo o prefieres descansar? El viaje no es muy largo, pero…quiero que estés en forma, vamos, tú sabes.
-¿Ya quieres sacarme el tanga?
-Tenemos varios días por delante para sacarte el tanga, si es que te dejo ponértelo.
-¡Joder! Eres obsesivo.
Sandra acomodó la ropa, se dio una ducha (le ayude a quitarse la ropa), bajamos a tomar algo y a caminar un poco. Cenamos algo liviano (Nada de hamburguesas con papas fritas) y regresamos al hotel.
Casi nos zambullimos a la cama. Me parece que no era solamente yo el que estaba cachondo. Luego lo comprobé. No demoré en desnudarla y cuando pasé mis dedos por la vulva, estaba completamente mojada. Sus pezones estaban duros como puntas de hermosos limones y no desaproveche la ocasión para posar mis labios sobre esas puntas que invitaban a morderlas.
Ya había comprobado que Sandra era muy buena mamando pollas, pero preferí usar su conchita, la misma que tantas veces había castigado y ahora se ofrecía como el más dulce melocotón. La penetré sin dificultad. Estaba muy lubricada.
Nuestros movimientos eran lentos, pausados, excitantes. Ambos queríamos prolongar el placer de ese momento. Su lengua jugaba dentro de mi boca.
Sandra se corrió con un temblor que hizo crujir la cama y casi de inmediato lo hacía yo. Quedamos abrazados un rato. Por mi parte hacía rato que no disfrutaba un polvo de esa manera. El jet lag estaba afectando a Sandra y la notaba cansada. No quise insistir y nos dispusimos a dormir.
Fue mi compañera de aventuras la que se despertó primero y comenzó a majadearme la pija, que no demoró en reaccionar. Fue entonces cuando Sandra recurrió a una de sus habilidades y comenzó a mamármela mientra le acariciaba las tetas. Continuamos con los juegos hasta que ella misma se puso en posición para ser penetrada. Fue otro polvazo magnífico.
Luego de desayunar y aprovechando que era un día diáfano, nos fuimos al Empire State Building y subimos hasta el piso 102. Los ojos de Sandra brillaban como dos soles y estaba más linda que nunca. Luego (cuando no en una mujer) quiso ir de compras. La acompañé aunque debo confesar que me resulta sumamente aburrido, pero no iba a dejarla sola. Ya estaba cayendo el sol cuando regresamos al hotel, bastante cansados.
-Ricardo, creo que esta noche vamos a dormir sin excitaciones.
-¡Ahhh, no! Coger es parte de la diversión.
-¡Pues claro que vamos a coger! Te lo dije par ver tu cara de enojado. No pensarás que me dormiré sin que vuelques la leche dentro de mí. Sería una verdadera lástima.
-Ahora nos entendemos mejor.
.-Ya te veo un bulto entre las piernas. ¡Mira que eres calentón!
Descansamos un rato, fuimos al restaurante del hotel y regresamos a la habitación. Ya en la cama comenzamos a acariciarnos y besarnos.
Mientras pasaba mis manos por el culo de Sandra, comprobaba una vez más la firmeza de sus carnes y la tersura de su piel. Acerqué un dedo al ano, que comencé a penetrar.
-¿Me la vas a meter por el culo?
-No lo tenía pensado pero no es para desperdiciar metértela por el ajustado agujerito. ¿Quieres?
-Sí, me gusta cuando me coges por el culo y me acaricias el chocho.
Ante tal invitación no dudé en comenzar a dilatar el ano y prepararlo para la sodomización. En un momento se puso en cuatro ofreciéndome su agujerito. Dado que no disponía de crema lubricante debí facilitar la entrada con un par de gotas de semen que escapaba de mi pija. Apoyé el glande y lentamente se fue clavando.
Una de mis manos buscaban esos pezones que tantas veces había acariciado mientras la otra masajeaba el clítoris, que a estas alturas era un prominente botón entre los labios vaginales. Poco después ambos no corríamos cayendo exhaustos sobre la cama.
Cuando ya nos disponíamos definitivamente a dormir, estando abrazados y Sandra con su cabeza sobre mi pecho, me dijo.
-¿Sabes? Me parece tan raro estar contigo y no tener el culo o las tetas doloridas por el castigo. Casi no lo puedo creer que estoy contigo así.
-Habrás visto que puedo ser duro pero que también puedo ser amable y ser capaz de pasar unos días contigo en paz, sin castigos, solamente cogiendo.
-Por supuesto que me gusta, pero siempre que me escribes o hablamos, te despides con alguna maldad para conmigo. Retorciéndome los pezones, una palmada en el culo o apretándome la concha. En cambio ahora…
-Es así. Quería sorprenderte y compensarte por las cosas que te he hecho.
-No era necesario compensarme de nada. Todos los castigos que me has inflingido han sido con mi pleno conocimiento y aprobación. Ya sabes como soy.
-Por eso me atreví a hacerte algunas cosas, absolutamente impensadas cuando te conocí.
-Vamos a dormir que mañana quiero ir al Metropolitan Museum of Art.
Los días en N.Y. pasaron casi sin darnos cuenta. Nuestra rutina era un polvo al despertarnos, salir a pasear y recorrer la ciudad, ver las cosas curiosas que pueden verse allí, cenar temprano, al uso norteamericano y luego otro polvo para relajarnos y descansar. Al finalizar esos días nos fuimos a Miami, para abordar el crucero por el Caribe.
Quizás el ambiente del barco, el clima tropical u otra misteriosa razón, hacía que Sandra estuviera más suelta. Cuando se puso el traje de baño para ir a la pileta, casi me desmayo. La parte del corpiño apenas cubría los pezones, dejando ver sus hermosas tetas que tantas veces había acariciado. La parte de abajo apenas cubría su coño, mostrando un hermoso y firme culo. Demás está decir que muchas miradas se dirigieron a su cuerpo.
Cuando estábamos dentro del camarote lo pasábamos besándonos, acariciándonos y, por supuesto, cogiendo. No era necesario ir al gimnasio. El ejercicio físico dentro de ese espacio era suficiente para quemar las calorías extras que consumíamos. Una de las noches fuimos a la disco, para bailar un rato. Debo reconocer que siempre he sido un tronco bailando, pero en esta oportunidad me dejé llevar por mi compañera, que me apretaba y apoyaba su pubis contra mi pija que se ponía cada vez más dura. No estuvimos mucho tiempo. Corrimos al camarote.
Como ya he comentado las habilidades de Sandra con su boca y lengua son inigualables. Me hizo una mamada que no pude evitar correrme en su boca. No era mi intención ya que lo quería hacer en su vagina. Poco después comenzó otra vez con la pija en boca y para ponerla en forma y esta vez sí se la metí en la concha.
Cuando yo estaba a la mitad de mi camino Sandra se corrió. Continué con el movimiento y poco antes que yo llegara al orgasmo, ella volvió a correrse. Fue un polvo para recordar.
Más o menos así transcurrieron esos días en el barco. Sus tres agujeros fueron visitados y penetrados reiteradamente. Hacía tiempo que no tenía una seguidilla de polvos así. Su cuerpo estaba siempre dispuesto ofreciéndolo con esa dulzura que la caracteriza.
Desembarcamos y nos quedamos unos días en Miami, otro lugar en el que debía acompañarla en sus compras. Debió adquirir otra maleta (que seguramente yo debería cargar por lo menos hasta que se despachara en el aeropuerto). De todas maneras, no me puedo quejar. De regreso al hotel tenía mi compensación. Sandra es incansable separando sus piernas…
Finalmente llegó el día de regreso a nuestros respectivos lugares. Ya en el aeropuerto (efectivamente debí cargar la pesada valija, más de los 23 Kg permitidos) era el momento de despedirnos. Nos fundimos en un prolongado beso. Habían sido unas de las mejores (y más activas) vacaciones de mi vida. Sandra también lo había pasado bien, aunque me reprochó que ni una vez le hubiera calentado el culo, aunque fuera con la palma de la mano.
-Ya te he dicho, éste era un viaje de placer distinto. Solamente polvos, sin castigos.
-Has logrado calentarme sin necesidad de maltrato, sin látigos, cadenas y ataduras.
-Mi querida Sandra, las rosas tienes espinas, pero también un perfume hermoso. Otras veces que nos encontramos has estado con las espinas. Espero que esta vez hayas estado con los perfumados pétalos.
-¡Ricardo! ¿De dónde sacaste eso? ¡Te desconozco!
-Tú conocías solamente una faceta de mí. Quizás has visto la otra.
Nos dimos el beso final y Sandra se encaminó a la puerta de embarque que la llevaría a Barajas y yo a la que me llevaría de vuelta a Ezeiza.