Aventura sexual con mi jefa

Así comenzó una serie de aventuras sexuales con mi jefa donde conocí todos los placeres. Aquí les cuneto el principio, cómo la conocí y como comenzó el sexo sin límites.

Todo comenzó el pasado otoño. Era nuevo en la oficina. Nuevos objetivos, nuevas tareas, nuevos compañeros, y por supuesto, nuevas compañeras. No era un chico muy simpático, tampoco muy hablador, así que me resultó complicada mi adaptación al puesto de trabajo. Me gustaba la labor, pero no me sentía en sintonía con mis nuevos compañeros.

Mi vida personal iba de lujo. Estaba casado con mi mujer de 32 años, no teníamos hijos, y vivíamos juntos en un pequeño apartamento a las afueras de la ciudad. Nos llevábamos muy bien y teníamos una extraordinaria conexión entre nosotros. La amaba, y daría mi vida por ella. En el ámbito sexual era una máquina. Le encantaba follar. Me era muy difícil estar a su altura, aunque por ponerle algún defecto, era demasiado clásica….no gustaba de fantasear ni salirnos de lo que llamamos “rutina”.

Yo en lo sexual era normalito (al menos eso creía yo) con hacer el amor una o dos veces por semana estaba saciado…y me costaba que me subiera la líbido entre cada uno de los actos sexuales que tenía con mi mujer, es decir, no era muy exigente en la cantidad ni en la variedad sexual…pero siempre me he sentido abrumado por la calidad sexual de mi mujer, que se sentía muy complacida cada vez que le hacía el amor.

Una mañana cuando terminé de trabajar, mi jefa me llamó a su despacho. Era rubia, pelo liso, tez blanquecina, de ojos marrones claros, siempre iba muy maquillada y elegante. Delgada, con un cuerpo muy atractivo. No era algo descomunal, pero no dejaba indiferente a nadie. Siempre olía a desodorante, nunca usaba perfume. Algo que me llamaba mucho la atención. Daba una imagen de mujer independiente, moderna, no sometida a ningún hombre. Lo cual en mi despertaba mis más bajos instintos.

Tenía un problema y se le veía seria. Me dijo que no encontraba la fórmula para cuadrar las cuentas de este año, necesitaba una forma de ahorrar en gastos, o si no, se vería obligada a despedir personal, entre ellos a mí. Yo trabajé en el aparato de gestión en mi antigua empresa así que tenía conocimientos, en ciertos aspectos, de finanzas. Le propuse algunos cambios y medidas que ayudarían a ahorrar sin disminuir prestaciones ni calidad en nuestros servicios. Muy seria, asintió y me despidió, diciéndome que no creía que mis medidas fueran eficaces.

No volvió a llamarme en meses. Los primeros días continuaba muy triste, se le veía estresada, pero poco a poco algo cambió…su cara y estados de ánimo eran distintos. La empresa se había salvado…..y por lo que la gente decía, alguna de mis propuestas tuvo que ser un éxito. Me sentía muy afortunado y contento, esperaba alguna felicitación o llamada de mi jefa. Al final esta llegó…y de una forma inesperada.

Un día la secretaria de mi jefa me dejó un sobre encima de mi mesa. Con suma excitación lo abrí, despacio, procurando no romper nada que se encontrara en su interior. Había una invitación, una cita, una dirección, un día a una hora determinada. Supuse que era una reunión del equipo de gestión en alguna oficina central para felicitarme. Me vestí con mi mejor traje y mi mejor corbata y conducí mi coche hacia un piso, alejado de la ciudad, donde sería mi cita.

Al llegar mi jefa me recibió en la puerta, vestida de calle muy normal. Me dijo que me acercara al despacho, que quería proponerme un asunto. Mientras ella tenía necesidad de ir al baño, que me pusiera cómodo. Cuando llegué al despacho, no vi ninguna mesa. Tampoco vi ninguna silla. Sólo había una enorme cama de matrimonio con un espejo encima de ella en el techo del tamaño de la cama. Me quedé helado. No sabía qué decir.

Cinco minutos después, apareció ella. Yo seguía exactamente en el mismo sitio y en la misma postura que cinco minutos antes. Iba muy maquillada, vestía una camiseta y un tanguita negro. No hablaba. Sólo miraba. Me miraba mi paquete.

  • Marcela, no sé qué hago aquí.

  • Estas aquí para follarme, Ariel.

  • Sabes que no puedo….no quiero

  • ¿Para qué te crees que te contrate? Desde la primera entrevista de trabajo te he deseado. Me gustaban tu voz, tus manos, tu cuerpo…y sobre todo tu culo y tu paquete. Me muero de curiosidad por saber que esconden tus pantalones.

Todo esto me lo decía al oído mientras me agarraba el culo. Solo la miré. Se lanzó a mi boca y comenzó a besarme. No me besaba. Derramaba su saliva literalmente a mi boca. Segregaba saliva como una perra excitada. Y ésta estaba en celo. Solo quería ser penetrada y fecundada.

Le quité la camiseta. Vi sus senos y sus rosados pezones. Sus tetas eran muy grandes para lo delgada que era, no pude más que morderlos, chuparlos y tirar de ellos hacia mí. Sangraban. Pero ella no decía nada…estaba extasiada de placer. Con una mano acariciaba un pezón y con mi boca mordía el otro. Bajé mi mano y su horno estaba listo para meter el bollo.

Le quité el tanga. Su coño era peludo, muy peludo. Necesitaba bucear en él. Lamí su clítoris, lo chupé, y lo mordí…me excitaba oírla gritar cuando le mordía el clítoris. “Así aprenderás a ser una jefa y no una zorra”. Babeaba. Me encantaba su olor, delicado, fuerte e intenso a la vez.

De pronto ella se abalanzó sobre mí. “A ver qué tal estas dotado” me dijo. Primero me quitó el pantalón. “Joder, tienes una polla enorme, llevas muy apretado el calzoncillo”. Se lanzó a él. Con la boca y con ayuda de sus manos me quitó los calzoncillos. Y de pronto la vió. 25 cms de placer solo para ella. No circuncidada. “Tu eso no me lo vas a poder meter, cabrón”. Se asustó. Su corazón iba a mil. La besé, la tumbé sobre la cama. Entonces vi porque realmente tenía miedo. Su coño era muy pequeño. Tenía una raja de 3-4 cms. “No te preocupes, si te duele, paro”.

Temblaba mientras lubricaba mi pene. Introduje parte del bote en su vagina, para abrirla levemente. Muy suavemente coloqué mi pene en la entrada y empujé

  • Ahh, cielo, no entra, no entra, pero tu sigue, sigue intentándolo cabrón

Fue a la tercera y tras un gemido desgañitante como el que nunca he escuchado.

  • Ahh, nunca vi un pene como el tuyo, no me imaginaba que podían existir pollas así. Sigue cabrón, sigue, y no pares hasta que me corra.

  • Toma, toma zorra - Gritaba mientras la saca y la metía.

  • Uff como follas cabrón, te voy a hacer esclavo en mi palacio…eres una máquina, una máquina para follar, como no me folles te despido hijo de puta.

La abrazaba mientras se la metía profundamente, intentaba llegar a lo más profundo de su vagina. Notaba como se ensanchaba, como la rellenaba con mi polla.

  • Después de follar contigo cualquier polla me va a parecer pequeña, me has jodido el resto de los polvos de mi vida, salvo que sean contigo cabrón.

Decidí sacarle la polla. Ya estaba bien. Quería ver que decía.

  • Ahhhhh, uffff, me ha encantado, vamos a cambiar de postura, soy tu perra….fóllame como una perra, lámeme el coño y lámeme el culo, como una perra en celo que soy.

Se coloco a cuatro patas encima de la cama, con la cabeza hacia abajo. Observe que su vagina expulsaba todo su flujo, el cual me dispuse a lamer cual perro esclavo suyo que era. Su ano estaba también delante de mí. Su olor era muy intenso, pero me gustaba, me atraía y comencé a lamérselo, a introducirle la lengua en su ano, como si fuera mi polla.

  • Uff, me está gustando mucho Ariel, me hace sentirme genial, me apetece que me la metas en el culo….es algo que nunca he hecho pero tú…me das muchísimo morbo y mi cuerpo me pide que perfores todos los agujeros que tiene y me llenes de ti.

Su culo me hipnotizaba, blanquito, sin pelo…coloqué mi pene en su ano y tras lubricarlo comencé a penetrarla suavemente hasta que entró completamente

  • Ahhhhhhh – sonó un grito de su boca- joder que polla, me vas romper el culo, no voy a poder cagar más después de que me hayas metido ese misil.

Como notaba su culo, notaba que lo abría. Tenía razón. Iba a tener dificultades para defecar después de hoy. Empecé a volverme loco, a empujar cada vez con más fuerza. Ella gritaba cada vez más y más yo pensaba que iba a reventar

  • Me corro, me corro- gritaba- sigue, sigue haz que me corra cabrón.

Junto con ella me corrí. Bien adentro de ella. Todo lo dentro q pude. Ambos gritamos  tan fuerte, tan intenso, como queriendo expulsar de nuestro interior nuestros más bajos instintos. Destrozados, ambos nos quedamos juntos y abrazados durante un par de horas

Desde entonces mi vida sexual cambió….pero eso se verá en la siguiente historia.