Aventura. Parte 4 y final

Seduciendo nuevamente al psiquiatra

Con nervios cómo siempre. Me arreglaba para ir dónde ti.

Tu secretaria me avisó que debía estar antes, eso me daba 20 minutos apenas para arreglarme. Me apuré y salí con mini falda y unos colaless con amarritas a los lados. Sabía que me llamaba más la atención un pequeño calzón a que no fuera con alguno.

Iba en la micro teniendo orgasmos pensando en cómo llenaría mi boca con tu pico, en tu mirada mientras gozabas, en los espasmos de tu cuerpo al sacar tu leche en mi boca o sobre mí.

Llegué a tu consulta y esperé unos minutos, antes de que salieras a abrirme.

Subí las escaleras y podía sentir tu mirada en mi culo, en cómo se podía asomar un poco de mis glúteos mientras subía.

Me senté en tu consulta y me preguntaste cómo estaba. Te puse al tanto de los últimos detalles

-Esta es la última vez que vendré a verte. Volveré a trabajar.

-Que bien te felicito, respondiste mientras escribías en mi historial “Alta”. Y bueno, claro. Será la última vez que nos veamos.

-Si tú quieres, me puedes llamar cuándo quieras.

No dijiste nada y sólo te reíste.

-A todo esto, no me llamaste.

-No -contestaste. No te llamé porque esto no está bien. No es posible. No se puede.

-¿Por qué no está bien?

-Bueno, tú sabes.

-No lo sé. No soy médico.

-Porque eres mi paciente, estoy faltando a mi ética.

-Pero después ya no seré tu paciente. De hecho si lees esa hoja, ahí dice “alta”, o sea desde ahora ya no soy tu paciente.

Tú me miraste, te ruborizaste por mi rápida respuesta y sonreíste.

-Bueno, si. Tienes razón.

Te miraba fijamente a los ojos mientras me acariciaba mis piernas y mi escote. Abrí un poco más mi blusa para que pudieras ver mis pechos y levanté un poco mis piernas para que alcanzaras a ver desde tu silla cómo me las tocaba.

-Por favor, no me mires así… Con esa cara de deseo. – Me dijiste mientras esquivabas mi mirada.

-¿Hagámoslo una última vez? Yo sé que tu quieres.

Ya estabas temblando y lo único que hiciste fue sonreír y asentir con tu cabeza.

Me levanté de mi silla y caminé tocando el escritorio hasta llegar a tu silla. Te desabroché el pantalón mientras tu me mirabas con cara de que estabas esperando que eso sucediera.

Bajé tus pantalones y podía ver cuan duro tenías tu pico. No me equivoqué al bajar tu ropa interior.

-Mmm… Que rico. – Dije mientras me lamía los labios del hambre a ver ese pico que me encantaba.- Se nota que estabas deseoso de mí.

Abrí mi boca suavemente y comencé a chupar dulcemente ese pico que tantos orgasmos me había dado y que quizás, sería la última vez que chuparía. Sin quitarte la mirada de los ojos, tú te contorneabas en la silla del placer al sentir mi boca y mis babas.

-Me encanta tu pico.

Seguí chupando, ahora aumentando la velocidad de mi mamada y succionándolo todo. Lamiendo, chupando, salivando. Parecía mi único alimento en ese momento.

Un pico de perro maduro que me hacía acabar por la boca.

-¿Tienes condon? – le pregunté.

-¿Quieres que te culee?

-Si, por favor. -Le dije mientras me ponía de pie y me levantaba la falda para que viera mi ropa interior y mi culo.

-Ven.

Te paraste y me llevaste a la oficina continua. De ahí sacaste un condon mientras yo, de rodillas te lo seguía chupando.

Te sacaste los zapatos y el pantalón completo, abriste el condon y yo estaba abajo, clavada en tus bolas, en tu ano, lamiendo cómo una perra desesperada, tratando de meter mi lengua en tu culo, saboreando lo que en ese momento, era mío.

Me levanté la falda hasta el ombligo y me solté el sostén para que vieras mis tetas, me puse de espaldas a ti para que me dieras contra el escritorio.

Me penetraste tan rico, mejor que la última vez. Te movías cómo en un baile de sexo y lujuria, y yo respondía meneándote el culo con tu pico dentro de mi zorra.

Te quejabas bajito, te desabotonaste la camisa y te la quitaste. Estabas completamente desnudo para mí en esa oficina, culeandome contra el escritorio, tomando mis caderas y sobándome las tetas.

Miraba hacía atrás para disfrutar de tu cara de caliente que tanto me gusta. Te tiraba besitos y te sacaba la lengua, para que supieras que lo estaba gozando. Lenguaje ya que no podía gemir para ti.

-Quiero acabar en tu boca. – Me dijiste mientras gemías.

Te sentaste en una silla y retiraste el condon. Yo me saqué la falda, me ubiqué de rodillas y me desnudé hacia arriba. Te chupe el pico y lo llené de babas. Bajé a lamerte las bolas y el culo, mientras te pajeabas.

Te miraba con desesperación.

-Dame esa leche de perro.

Tus ojos mostraban el deseo y las ganas que tenías de verme con tu leche sobre mí.

Gemía mientras te seguía lamiendo el culo, cuándo noté tus espasmos.

-Dame tu boca.

Metí tu pico en mi boca, chupé y sentí tu semen salir hacía mi boca, inundando toda mi boca y cayendo un poco por mi garganta. Abrí mi boca y te mostré todo tu semen que habías descargado en ella. Se me escurrió un poco por las comisuras de mis labios, pero para no perder nada, la tomé con mis dedos y los chupé.

Tú solo me mirabas y te reías, desnudo en la silla y sudado después de culear.

-¿Ves que te diviertes conmigo?

-Si, me divierto bastante contigo. – Me dijo.

Te pusiste de pie y yo también lo hice, pegando mis tetas a tu cuerpo para que las sintieras en tu pico, tu abdomen, tu pecho. Eso te volvió a calentar.

Te vestiste aprisa ya que tenías paciente pronto, mientras yo te tocaba entero disfrutando ese cuerpo que me había hecho gozar hace unos minutos.

-Me dejaste temblando, de nuevo. -Dijiste.

-Es que una es muy poquito, debemos culear unas 4 veces para que así quedes relajado.

-¿ Si?

Me vestí también, salimos de la pequeña oficina, ya dispuesta a irme y pensando en que sería la última vez que nos veríamos.

-Dame tú número de nuevo, - dijiste -, y lo anotaste en tu libreta digital.