Aventura laboral

Cuando llegué a esa empresa, el que sería mi jefe inmediato me parecía algo más viejo de lo que es, incluso bastante indiferente, más concentrado en su trabajo que en cualquier otra cosa...

Cuando llegué a esa empresa, el que sería mi jefe inmediato me parecía algo más viejo de lo que es, incluso bastante indiferente, más concentrado en su trabajo que en cualquier otra cosa.

Recuerdo que el primer día que trabajé, aún no tenía una computadora asignada, así que estuve todo el día sin hacer nada, sólo paseándome en la solitaria oficina, de la que me haría cargo de ahí en adelante. Era tedioso, sumamente aburrido, el solo pensar que me pasaría sola todos los días, haciendo uno que otro trabajo que para variar terminaba rápidamente, y sin nadie con quien platicar.

Después de un par de semanas, empezaba a entender los asuntos de esa empresa, me hacia cargo de los presupuestos en la computadora, y además archivaba todos los documentos en un viejo y sencillo librero que hay a manera de archivo. De cuando en cuando, mi jefe, a quien llamaré R., llegaba de sus múltiples ocupaciones fuera de la oficina y se sentaba en otro escritorio a trabajar en su lap top, casi sin dirigirme la palabra a menos que fuera por algún expediente que necesitara. Para mí este era un trabajo sumamente sencillo, pero tan aburrido!!! Sin embargo, el Internet que ventajosamente estaba conectado todo el día me servía de distractor.

Una ocasión, R. necesitaba alguien con carnet con foto para cambiar un cheque, y yo siempre cargo con el mío, así que pasó por mí a la oficina y salimos al banco. Esa ocasión, viéndolo con más detenimiento, noté que no estaba del todo mal, era alto. Mucho más joven de lo que había creído al principio, ya que solo contaba con 30 años, pero la presión del trabajo y el sol lo habían desmejorado. Por su ritmo de trabajo también se ha mantenido delgado y bajo las mangas cortas de su playera, se dejaban adivinar unos brazos macizos, no musculosos, pero sí bastante agradables.

Comenzó a hacerme la plática, preguntándome sobre mi familia, si tenía mucho tiempo de haberme graduado (que se supone me preguntó en la entrevista, pero en ese momento me di cuenta que no me había puesto atención), si tenía novio, a qué se dedicaba… cosas por el estilo. En realidad era una persona muy agradable. Él a su vez me platicó de su niñez, de cómo creció en un barrio pobre de la ciudad, de sus hermanas que viven en otro lugar y que recién había terminado con una novia, porque no podía dedicarle tiempo y ella lo terminó sin miramientos.

Después de ese día empezamos a salir más, siempre por asuntos de trabajo, él pasaba por mí a la oficina y nos íbamos al banco, a otras empresas, o con el contador fiscal… Y de a poco nuestras conversaciones se hicieron más libres y amigables. De momento, alguno soltaba un chascarrillo y ambos reíamos, incluso si pasábamos demasiado tiempo trabajando me llevaba a comer a algún sitio.

Digamos que nos hicimos buenos amigos. Pero esa supuesta amistad comenzó a cambiar cuando comenzó a hacer más calor por la llegada de la primavera. A mí nunca me ha gustado el calor, así que empecé a ponerme blusas escotadas y sin mangas para estar fresca. Entonces notaba claramente cómo R. se sentaba frente a mí en mi escritorio con el pretexto de revisar algunos precios y clavaba la mirada en mi pronunciado escote, entonces le llamaba la atención y él seguía trabajando como si nada.

A mí en lo personal no me molestaba esa actitud, yo por mi parte aprovechaba cuando se levantaba y se paraba frente a la ventana, para observar con detenimiento su moldeado cuerpo. Su espalda ancha y alargada, sus pectorales que casi siempre tenían los pezones erectos, lo que me hacía adivinar que no usaba camiseta bajo la playera. Su abdomen plano y sobre todo esas nalgas redondas que se dibujaban bajo el pantalón de mezclilla que casi siempre usaba.

Al paso de los días yo también comencé a ser más atrevida con mi ropa. Me ponía pantalones ajustados a la cadera, y blusas con escotes sugerentes que dejaban ver la redondez de mis senos. No es por presumir pero el par de tetas que me dio la naturaleza está bastante firme y en su lugar, no son muy grandes, pero lo suficiente para que mi escote muestre las suaves laderas de dos montañas redondas y cálidas listas para ser visitadas. Y eso es lo que quería mostrar.

Dada nuestra estrecha relación, continuamente jugueteábamos en la oficina al famoso "Déjame pasar", poniendo de pretexto el reducido espacio entre escritorios para rozar un poco nuestros cuerpos, mis pezones erectos con su espalda… su entrepierna abultada con mi trasero... Lo más cachondo de este juego, es el aire de indiferencia que fingimos al hacerlo, y de cuando en cuando nos soltábamos una especie de piropo disfrazado de comentario sin importancia.

Fue un caluroso día de marzo, cuando me puse una blusa especialmente delgada, casi transparente, debajo de la cual siempre me gusta usar una especie de camisetita corta, sin sostén, lo que me hace ver muy sexy. La blusa sin mangas me cubre hasta la cadera, pero la camiseta me queda justo abajo del pecho, lo que hace que la piel de mi cintura se trasluzca por la delgada tela. Acompañé esta con un pantalón negro que moldea bastante bien mis redondas y voluminosas caderas, y delinea perfectamente mis nalgas. No sé qué me orilló a eso, pero debajo me puse una tanga negra de encaje que casi nunca uso. Pero ese día había amanecido muy cachonda y las ganas de dejar que R. me mirara a su antojo me hacían humedecerme abundantemente.

La oficina, como siempre, estaba sola cuando llegué. No había mucho trabajo, así que me puse a navegar en Internet. La carga de trabajo la tenia R. "allá afuera", como siempre le decíamos a sus actividades extramuros. Y tenía unos quince días que ya solo iba por las tardes, a terminar algunos asuntos, lanzarme una mirada lasciva al escote o el trasero, y volver al siguiente día a lo mismo. Sin embargo, eso no me molestaba, esa media hora de contacto me satisfacía. A final de cuentas, para jugueteos de oficina, hasta cinco minutos son suficientes.

Ese día llegó más temprano, a medio día. Sudando por el intenso calor que hacía en la calle, saludando agotado y buscando una botella de agua en el frigobar.

  • Buenos días.-

  • R. buenos días… ¿Que tal allá afuera?

  • ¡Uff! ¡Demasiado calor! Pero los asuntos están terminados…- Volteó a mirarme, aún parada junto a la puerta que cerré lentamente.- Linda blusa.- Admiró, tomando un poco de agua.

  • Gracias.- Le sonreí, mientras volvía a mi escritorio, obviamente pasando muy… muy cerca de él.

Pasé de espaldas a R. rozando mi trasero con su cuerpo, no pude evitar sentir una pequeña erección en su pantalón. Él fue un poco más descarado y aspiró suavemente mi cabello mientras pasaba.

  • Hueles bien…- Comentó, yo me senté en mi lugar.- ¿Es un perfume nuevo?

  • Sí… me lo regaló mi novio el fin de semana… Huele bien ¿no?

  • Sí… ¿tienes el expediente de C…?- Cambió el tema, como acostumbraba hacerlo. Me levanté inmediatamente y me dirigí al librero.

  • Sí lo tengo… dame un segundo.

Ahí, de frente al librero, sentí el calor de su cuerpo detrás de mí, mientras sus brazos se apoyaban en el mueble a mis costados, sin dejarme salida. Me perturbé, nunca había sido tan obvia su cercanía, pero no me moví. Sentí cómo poco a poco pegaba su cuerpo al mío, mientras paseaba su rostro por mi cabello, aspirando profundamente el perfume. El roce de su nariz en mi nuca me hizo cerrar los ojos, y con el peso de su cuerpo me empujó hasta dejarme presa entre el librero y él. Sus manos entonces se posaron en mi cintura, y su entrecortada respiración resoplaba en mi oído, eso me hacía estremecer, y noté que mi vulva comenzó a latir.

  • ¡R. por favor!- Susurré.

R. no respondió, solo hizo a un lado mi pelo con una mano y lamió lentamente mi cuello. Su pene crecía rápidamente presionando mis nalgas, empujando de cuando en cuando, provocándome oleadas de placer en el vientre. Con sus manos me recorría los desnudos brazos, y su contacto cálido contrastaba con la humedad de su lengua en mis hombros. Quería tocarlo, ¡necesitaba tocarlo!

Entonces se apartó de mí, volteándome para quedar frente a frente, y me besó. Un beso intenso, desesperado, nuestras lenguas se debatían en una lucha de gigantes, y nuestras manos tocaban mutuamente el cuerpo ajeno. Varios gemidos escaparon a nuestras gargantas, inundando la soledad de la oficina en una atmósfera erótica y candente.

Dejamos de besarnos, y con frenesí besó mi cuello, estrujando mis nalgas con sus manos, mientras yo recorría su espalda de arriba abajo, consiguiendo sacar su playera del cinturón e introduciendo mis manos bajo la prenda. Tal como lo había pensado… no tenía nada debajo. Casi por instinto besé su cuello, saboreando la sal de su sudor, tan afrodisíaco en ese momento. Con mis uñas recorrí su espalda, mientras él volvía a besarme esta vez con más deseo.

  • ¿Qué buscas R.?- Pregunté entre jadeos.- ¿Qué vas a hacerme?

  • ¿Qué quieres que te haga?- Preguntó, tomándome por sorpresa. Me miró largamente, esperando seguramente que yo se lo pidiera.

Eso quería, que le pidiera que me follara, que me hiciera suya completamente, que me encajara ese suculento pedazo de carne hasta el fondo. Yo lo sabía, lo veía en sus ojos, lo sabía con cada apretón en mis nalgas, con cada embate de su bulto en mi monte de Venus.

  • Dime Mami… ¿Qué quieres que te haga mmm?- Volvió a preguntar, clavando sus dedos en mi trasero, arrancándome un gemido al sentir cómo conseguía que mi pantalón alcanzara a rozar mi agujero.

  • R… - Titubeé.-

  • Vamos Mamita pídemelo… yo sé que quieres, pídemelo muñeca.- Ordenó, clavando más sus dedos y haciéndome humedecer mientras me miraba fijamente.

  • Tómame R.- Le pedí con pasión.- ¡Cógeme con todo! ¡Soy toda tuya! ¡Hazme lo que quieras Papito!

Me volvió a besar, metiendo sus manos por debajo de mi blusa, subiendo por mi espalda buscando un tirante que no existía.

-¿Qué es esto Zorrita?- Preguntó con una sonrisa obscena, al no encontrar rastro de sostén.- ¿No traes nada debajo Mi amor?- Yo solo sonreí, pasando mis manos a su pecho, sintiendo por debajo de su playera el vello que lo cubría.

Acarició mi espalda, para luego pasar a mi vientre y subir hasta mis senos. Los acarició, luego los estrujó y los volvió a acariciar. Pellizcaba suavemente mis erectos pezones al tiempo que frotaba su aparato con mi pubis.

De un jalón, me sacó la blusa y la camiseta, dejándome desnuda de la cintura hacia arriba, frente a él. Se apartó un poco, y me observó, miró cada centímetro de mi cuerpo, y se sacó la playera. Pude ver sus marcados pectorales, con unos hermosos pezones obscuros y erectos, todo su pecho estaba cubierto por una delgada capa de vello, y más abajo… mmm… un abdomen plano con ligeras marcas musculares, su piel morena, brillante por el sudor, unos hombros bien formados, de sonde surgía un par de brazos masculinamente delineados. Pareciera que estaba mirando una obra de arte.

Me tomó de la mano y me llevó a uno de los escritorios, me hizo sentarme sobre los papeles que había ahí, y se colocó entre mis piernas volviendo a abrazarme, besándome las mejillas, el cuello, el pecho… hasta llegar a uno de mis senos y succionar suavemente la areola. Yo lo tomé de la nuca y lo empujé para que abarcara más… me estaba brindando un placer exquisito y sublime. Hábilmente consiguió bajar el zipper de mi pantalón y me recostó en el escritorio, para luego quitarme el pantalón y dejarme tan solo con la diminuta tanga que llevaba puesta.

Lamió lentamente mi vientre… castigándome con ese delicioso placer que desespera y deleita. Mientras bajaba con su lengua, sus manos acariciaban mis muslos, logrando abrir mis piernas y apoyándolas en la orilla del mueble. Pasó a besar mis rodillas, y luego recorrió con su lengua cada centímetro del interior de mi muslo, hasta llegar a la ingle. Dejé de mirarlo, sólo cerré los ojos y me dediqué a sentir

Aspiró profundamente el aroma de mi sexo, y besó mi vulva sobre la tanga, proporcionándome un rico masaje íntimo con los labios, sus manos acariciaban mis muslos, luego mis nalgas, mi cadera, y de nuevo los muslos. Ya no podía más… ¡Necesitaba sentir su lengua! Mi coñito lo deseaba con ímpetu. Pero siguió con su juego haciéndome desesperar.

  • ¡Ay Amor! ¡Cómemela Papi! ¡Cómemela yaaaa!

En ese momento se detuvo y se apartó… ¿Ahora cómo me torturaría? Me enderezó y me hizo arrodillarme. Entonces lo sacó, ese enorme y brillante pene que me intrigaba. Largo, grueso, con una descomunal cabeza que brillaba y segregaba líquido haciéndola ver realmente apetitosa.

Me la acercó a la cara y me tomó del cabello. Sin decir nada la tomé entre mis manos y con la punta de mi lengua, limpié el exceso de líquido que escurría de ella. Besé la punta, la acaricié con la lengua, con las manos bajé hasta sus tobillos el pantalón y el bóxer en un tiempo, y acaricié sus piernas, sus muslos… gimió.

Ya con luz verde, me la fui metiendo lentamente a la boca. Ahora sería yo quien lo haría sufrir; si él empujaba, yo me apartaba, tenía que desesperarlo así como él me desesperó a mí. Con la punta de los dedos di pequeños pellizcos a sus duras nalgas, y me la metí un poco más. Con la lengua jugaba en su cabeza, aunque el resto de mi boca no se moviera. Lo estaba volviendo loco… la cantidad de líquido que emanaba me lo demostraba. Sus gemidos me lo confirmaban

Me detuve… me levanté y me volví a sentar en el escritorio, mirándolo sonriente y desafiante. Su expresión de perplejidad era adorable. A mí no me la iba a hacer… si me dejaba con las ganas, yo a él también. Y lo comprendió perfectamente.

Se acercó a mí, recostándome bajo el peso de su cuerpo lamiendo todo mi cuerpo, besándome ardientemente; su pija desnuda y dura empujaba en mi coño tratando de abrirse paso, pero aún estorbaba la tanguita, la cual me bajó despacio hasta quitármela. Se recostó sobre mí, colocó su inquietante cabeza en mi vulva, acariciando e impregnándola de mis líquidos, y una vez encontrada la entrada, empujó fuertemente.

Grité, más de placer que de dolor, sintiendo que en un segundo se abría paso por mi interior, metiéndomela toda de un golpe. Sin dejarme tiempo a recuperarme, empezó a bombear frenéticamente, fuerte, continuo, salvaje. A cada embestida sentía con claridad que chocaba con el fondo de mi vagina, provocándome un delicioso dolor que expandía la sensación en toda mi cadera.

El sólo mirarlo, meciéndose sobre mí, mirar ese torso perfecto balanceándose furiosamente encima mío, me provocó un morbo que aceleró mi éxtasis y llegué al orgasmo casi de inmediato, bañándolo de mis líquidos, que se desbordaban y escurrían por mi trasero y seguramente bañaban los papeles que había debajo. Él no dejaba de atacar, seguía embistiéndome con una furia tal que me calentó de nuevo. En un momento se enderezó, quedando de pie y penetrándome de manera perpendicular. De ese modo podía observar completamente cómo me follaba, podía ver todo mi cuerpo y masajear libremente mis pechos, y yo podía bajar la mirada y observar esa enorme lanza que me traspasaba. En un segundo sentí que creció mucho más dentro de mí… dos… tres movimientos, y la sacó completamente, descargando chorros de semen caliente y espeso sobre mi cuerpo, jadeando exhausto y casi sin sentido. Después de un par de minutos, me miró y con la lengua limpió mis senos y mi vientre.

  • Tienes un cuerpo hermoso.- Dijo mientras me limpiaba. Yo sonreí

A pesar de lo que ha ocurrido, ambos sabemos bien que no tenemos un futuro juntos. Así que yo sigo con mi relación, y el sigue buscando a la mujer de sus sueños. No hay que involucrar los negocios con la vida personal… aunque de vez en cuando el placer se cuele entre las ventanas