Aventura en el taxi
El sol relucía, hacía calor. Subí en el taxi y dije la dirección, me acomodé en el asiento, me esperaba un viaje algo largo.
Terminé de pintarme los labios, me dirigí a la habitación, cogí el bolso... Llaves, cartera, móvil... Bien, todo perfecto. Salí al pasillo y me dí un último repaso en el espejo del recibidor. Decidí ponerme para esa ocasión un vestido azul turquesa, corto, ajustado, con escote pronunciado y tirantes, zapatos con un tacón de vértigo, el pelo liso caía como cascada por mí espalda. Sonreí, sabía que le iba a gustar. Cerré la puerta trás de mí y salí a la calle, de camino a la parada de taxi, no pude evitar sonreir al oir las palabras obscenas que me lanzaban los hombres que pasaban por mi lado y al escuchar los pitidos de los coches.
El sol relucía, hacía calor. Subí en el taxi y dije la dirección, me acomodé en el asiento, me esperaba un viaje algo largo. Me coloqué las gafas de sol y me distraje mirando por la ventanilla a los peatones que deambulaban por la ciudad bajo el sol abrasador. Miré al retrovisor, el taxista era un chico joven, bastante apuesto, algo extraño ya que casi todos los taxistas son mayores y nada parecidos, sonreí, él me miró y aparté la mirada azorada. No sé si fue a causa del calor o por saber que dentro de un rato estaría con " mi chico", el caso es que me excité al sentir los ojos del atractivo joven sobre mí. Giré la cabeza a la ventanilla, pero de vez en cuando miraba de reojo al retrovisor, me seguía mirando cada vez que podía con una sonrisa en los labios.
Seguía excitada, así que decidí jugar un poco. Me llevé una mano a la nuca deslizándola suavemente hasta llegar a mis pechos, ahora mirando descaradamente al joven conductor, lanzé un suspiro, oía su respiración agitada, sonó el móvil, descolgué y respondí con la voz más sexy y caliente que pude.
" Si cielo, ya estoy en camino... si, no imaginas hasta que punto estoy excitada... Muero por verte y que me hagas tuya de nuevo... Ok... Un beso, Bye."
Salimos a una carretera convencional, por lo que la velocidad del auto disminuyó un poco, no tenía prisa en deshacerse de su pasajera. Seguía mirándome, que descarado, quería más y yo estaba dispuesta a darselo. Deslicé mi mano por las piernas, movió el espejo para poder ampliar sus vistas. Humedecí uno de mis dedos y muy despació lo escondí bajo el vestido, otro suspiro, mi cabezá se apoyó en la almohadilla del asiento, mi mano se mecía suavemente, oía su respiración... De repente el coche paró, oí cómo se cerraba su puerta y abría la mía, me tomó del brazo y me sacó del coche bruscamente, temí lo peor. Cerró la puerta y me lanzó cotra ella, quedamos frente a frente, ¡¡ Dios!! Era más atractivo de lo que había visto por el pequeño espejo, se acercó a mí y me miró fijamente a los ojos, los suyos eran de un verde intenso, su mandíbula era prominente, sus labios carnosos, su piel morena y su olor me transportaban a otra galaxia.
"¿ Es que has decidido volverme loco?... Y sin darme tiempo a responder me besó, su lengua se introducía en mi boca, una de sus manos me aferraba por la nuca, mientras que la otra bajaba hasta mis piernas, introduciéndola en el vestido y tirando del tanga hasta casi hacerme daño. Quisé protestar, mis puños golpeaban su pecho para intentar zafarme, pero cuanto más me revolvía, con más fuerza me besaba, me estaba excitando, mis golpes se convirtieron en caricias apresuradas. Me volvió a tomar con fuerza por el brazo y me llevó hasta el asiento del copiloto, cerró la puerta y subió a su asiento. Arrancó el coche y salimos de la carretera hacia un camino de piedras, estaba claro que buscaba un lugar escondido, lejos de miradas indiscretas. Llegamos hasta un pequeño bosque, paró, salió y abrió el maletero sacando una manta de viaje, se estaba tomando muchas molestias para echarme un polvo, ese gesto me gustó. Nos adentramos en el bosque y andamos hasta llegar a la orilla del rio.
Estiró la manta y me hizo un gesto para que tomara asiento, le sonreí, se arrodilló frente a mi y tomando mis piernas me despojó de mis zapatos lanzándolos al aire, ahora su comportamiento era más tierno, más juguetón, me besó hasta hacer que me tumbara por completo. Sus manos recorrían mi cuerpo, levantó el vestido y me lo quitó dejandome en ropa interior, sus labios se separaron de los míos y se dirigieron hasta mis pechos, besándolos, acariciándolos con ambas manos, arqueaba mi cuerpo, su tacto, el ruido del agua fluyendo, el cantar de los pájaros, su respiración, mis suspiros, su cuerpo, el mío, todo era un conjunto armonioso, nos fundimos hasta formar parte de la naturaleza. Sus labios recorrian cada rincón de mi cuerpo, mis manos se enredaron en su pelo espeso, no pensaba en nada, no podía pensar en nada, salvo en ese extraño que me estaba haciendo suya, nada sabía de él, nada sabía de mí. Sólo podía sentir placer.
Le abracé y haciendo girar sobre mí acabe encima suyo, levanté la mirada, le sonreí, su sonrisa me enloqueció, le despojé de su ropa, dejándole completamente desnudo, su cuerpo era perfecto, su piel morena y su erección más que evidente. Bajé hasta su verga que apuntaba hacia las copas de los árboles y con una sonrisa picarona y perversa le lanzé un lametazo, gimió y tomándome de la cabeza me la introdujo por completo en la boca hasta casi asfixiarme, lentamente fuí subiendo, para volver a bajar apretando su glande en lo más profundo de mi garganta, con mi mano izquierda acariciaba sus testículos duros y llenos del elixir de la vida, mientras que con la derecha me ayudaba metiendola bajo su culo duro y apretado. Sus gemidos lograban excitarme cada véz más, aceleré el ritmo de mí boca y cuando creía que acabaría la sacó de golpe. No quería terminar tan pronto, aún no.
Hizo que me puesiera a cuatro mirando hacia el rio, me besó la espalda, me abrió las nalgas y su lengua jugó con mi coño totalmente excitado, me lamía con tanta pasión que mis gemidos se convirtieron en gritos, me estaba atormentando, quería sentir su polla llenándome cuanto antes y adivinando mis pensamientos me penetró, fue brutal, sus palabras eran lascivas, sus manos aferranban mis hombros mientras me embestía una y otra vez, una y otra vez, sentía desfallecer de placer, el sonido de su pelvis chocando en mis nalgas era música celestial, le pedía más, me llenaba los oídos con un lenguaje impúdico, libinidoso que me fascinaba.
Me fornicaba con exasperación, levanté la miraba hacia el rio y ví a un par de jovenzuelos al otro lado mirándonos con descaro, el joven taxista les bramó sin disminuir el ritmo de sus embestidas y los pobre huyeron despavoridos, yo sólo pude sonreir.
Estaba gozando como nunca y los dos al tiempo llegamos al más placentero y armonioso de los orgásmos. Sentía sus fluidos escurrirse por mis piernas sintiéndome totalmente mojada y sucia. Caímos sobre la manta fatigados, sudorosos. Cuándo el agotamiento y el sueño amenazaban con apoderarse totalmente de mí, oí a lo lejos una melodía conocida... ¡¡¡ El móvil!!! Me levanté dando un respingo y me vestí lo más aprisa que pude y salí corriendo con los zapatos en las manos. Llegué antes que colgaran...
¡¡¡ Holaaa, te iba a llamar ahora, no voy a poder llegar, he tenido un accidente.... No, nada grave, no te preocupes... Ya te contaré... Un beso...Bye.!!!
Colgué con una sonrisa mientras veía aparecer al joven de entre los árboles con la manta sobre el hombro y una sonrisa en los labios.
Este sería el primero de los muchos encuentros que mantendría con mi joven y apuesto taxista. No lo voy a negar, no me puedo resistir, cuándo cada tarde salgo a la calle y le veo ante mi puerta con esa sonrisa que me enloquece.