Aventura en el metro
Fantasía con mi mujer en el metro un día de verano
Hola, en mi segundo relato no voy a explicar nada verídico porqué realmente no ha pasado nada de nada últimamente, simplemente es algo que tengo en mi cabeza que me gustaría que sucediera y quiero compartirlo con todos vosotros.
Era un día de verano, la niña estaba con sus abuelos y nosotros nos disponíamos a irnos a la capital a pasar el día, comer fuera, pasear y hacer algunas compras. Ese día mi mujer iba con un vestido de color azul con encaje y con algo de vuelo, era muy cortito, a mi me encantaba como iba. Como bajar a la capital en coche es bastante engorroso, decidimos ir hasta un punto y allí coger el metro. Ese día iba a reventar, nos esperamos a otro metro pero iba igual, con lo que decidimos subir sin más. Nos pusimos de pie en una de las esquinas del vagón. Yo me apoyé la espalda en la pared al lado de la barra de la puerta y mi mujer estaba delante mío. En ese momento había gente pero había un mínimo de espacio vital.
Mirando a mi esposa me entraron ganas de jugar un poquito, con lo que empecé a rozarle con la yema de los dedos sus piernas desnudas que mostraba con ese vestido. Ella me dijo que me estuviera quieto, que nos iban a ver, pero ya me había lanzado. Empecé a besarle y ella notó como mi bulto iba creciendo. Le acariciaba los pechos y las piernas con disimulo, ella empezó a medio mosquearse y medio excitarse. Mientras tanto, no paraba de subir gente, nos detuvimos con el coche a bastante distancia de nuestro destino, con lo que nos quedaban todavía varias paradas para bajar.
En medio de nuestros juegos un hombre mayor, algo gordo y con cara de cerdo mirón, se quedó mirando a mi esposa por detrás, ella obviamente no lo vio, pero él clavó su mirada en el culo de mi mujer y en lo sugerente de su vestido. Poco a poco se fue acercando más, hasta que por la cara de mi esposa, me di cuenta que había contactado con su objetivo. Mi mujer se acercó y me dijo al oído:
- Me están tocando el culo y estirando del borde de la tela de mi vestido.
-Yo, para su sorpresa le dije, hmmm, y te estás dejando.
Ella me miró con los ojos como platos, con una mezcla entre incredulidad, ira y lujuria.
-Te lo digo para que hagas algo!
-Quieres que haga algo, no te preocupes…
En ese momento, ni corto ni perezoso, poco a poco le fui levantando el vestido por detrás como invitando a nuestro compañero de viaje a que diera rienda suelta a sus deseos.
-Pero que estás haciendo? Estás loco?… Ahhhhhh, uffffff…
Los gestos de placer delataron que nuestro cómplice ya estaba en acción, mi mujer se retorcía ante las caricias recibidas, yo por mi parte intente ponerle más fácil la tarea apartando a un lado las braguitas para dejarle todo el campo libre a su sobeteo. Mi esposa se apoyaba en mi pecho mientras subía su culo para facilitar la tarea, estaba siendo sometida por un hombre al que no había visto ni la cara!
Antes de acabar con su lujuria, nuestro compañero paró el magreo, pero fue el preludio de lo que tenía que venir. Sacó de sus pantalones su polla y empezó primero a restregarla por la entrepierna de mi esposa. Ella por su parte ya no podía más, necesitaba tenerla dentro, mientras tanto, ella ya me había desabrochado el pantalón y me estaba haciendo una paja. De pronto dos hombres que teníamos a nuestro lado y que ni nos dimos cuenta que estaban contemplando la escenita, viendo la permisividad, se unieron a la fiesta, mi mujer tenía un hombre que ya había empezado a penetrarla detrás suyo, a mi me estaba haciendo una masturbación, y los hombres de los lados, uno empezó a tocarle las tetas mientras el otro buscaba su clítoris ya hinchado de placer.
Cuatro tíos para mi esposa, todo un reto conseguido, ella totalmente ida y yo ya no cabía en mi mismo. El señor de detrás acabó la faena dejando su rastro esparcido en su culito. A continuación le tocó el turno al de mi derecha, se puso en posición y continuó con el trabajillo, mi mujer totalmente abierta sólo tuvo que ponerse en posición para recibir otra polla. La segunda en menos de diez minutos, ésta era bastante más grande, se la metía muy suave, que placer le daba, yo me vine, ella también, ya por segunda o tercera vez, era lo más bestia que había experimentado nunca. Ya le tocó al último colaborador, éste ya se la encontró muy exhausta, pero también lo disfrutaron.
Acabamos el viaje con mi mujer hecha polvo, con la lefa de cuatro tíos encima y con una satisfacción mutua que no se puede comparar a nada.