Aventura en el mar
Un feliz intercambio con un matrimonio aleman
Hace años, al poco tiempo de llegar aquí, estando de vacaciones, íbamos diariamente a la playa. Un Viernes estábamos tomando el sol cuando llegó una pareja de extranjeros y pusieron sus tumbonas cerca de las nuestras. Nos dieron los buenos días; ella en un español perfecto; el ya no tanto. Se pusieron en bañador, ella en top-less y se tumbaron al sol.
Eran algo mayores. Calculé que el sería de mi edad; ella algo más joven, pero desde luego mayor que Angelines. Ambos estaban bien formados con unos cuerpos atracti- vos y muy bien cuidados. Seguramente irían al gimnasio. Los dos rubios; el alto y fuer-te; ella más menuda, con un pecho firme y bien puesto y un culo subido ya nada flácido. Estaban pero que muy bien.
Al irse a bañar nos pidieron el favor de que cuidásemos de sus bolsas. Cuando salieron de agua y nosotros fuimos a bañarnos, les pedimos el mismo favor y nos bañamos despreocupados, haciendo algún comentario sobre nuestros vecinos e intentando adivi-nar su nacionalidad. Llegamos a la conclusión de que debían ser alemanes y acertamos aunque no de todo ya que, según nos dijeron después, el sí era alemán pero ella era de origen francés.
Al volver a nuestra tumbonas y agradecerles el cuidado de nuestras bolsas, ella nos preguntó que si vivíamos aquí o estábamos de vacaciones. Le contestamos afirmatíva- mente a ambas cosas y entablamos una conversación sobre nosotros cuatro. Eran matrimonio; llevaban casados doce años y venía a España en todas sus vacaciones, ya que les gustaban mucho le gente y el ambiente de nuestro país.
Ella se llamaba Ingrid; el Ludwig (con una pronunciación dificilísima) así que nos di-jeron le llamásemos Luis que era el equivalente español.
Eran simpatiquísimos y charlamos con ellos sobre las costumbres de nuestros países. Angelines les comento que su hermana estaba casada con un alemán y que vivía en Munich. Ellos vivían en Nuremberg y estaban en un apartamento en La Pobla de Far-nals, porque tenía un barco fondeado en su puerto deportivo, pero que no les gustaba el ambiente de aquella playa y venían a ésta.
Así pasó la mañana y cuando nos fuimos nos preguntaron si vendríamos al día sigui-ente. Al decidirles que sí, quedamos en vernos en el mismo sitio.
El Sábado, cuando llegamos a la playa, nos llamaron y ya tenían reservadas tumbonas para nosotros.
Al desnudarnos Ingrid le comentó a Angelines que por qué no hacía top-less, tenien-do unos pechos tan bonitos como tenía. Le contestó que no lo había hecho nunca, que le daba vergüenza, sobre todo en aquella playa y que además, por lógica, tenía los pechos blancos y así aún llamarían más la atención.
Ingrid le dijo: -"Como mañana es Domingo y a nosotros no nos gusta venir los domingos a la playa, solemos dar una vuelta con el barco. Si os apetece podéis venir con nosotros, nos paseamos por el mar y, como estaremos solos, puedes ponerte los pechos morenos. Después comemos en el apartamento como despedida ya que el lunes nos va- mos ."- Aceptamos encantados.
Seguimos hablando los cuatro sobre la gente que pasaba, las distintas costumbres de cada país.
Ingrid y Angelines se levantaron para ir a bañarse y conforme avanzaban hacía el agua, notamos que la gente las miraba y comentamos que las dos estaban estupendas.
Luis me comentó que le gustaba mucho el tipo de la mujer española, con pechos es- pléndidos y caderas rotundas y, observé, como miraba ávido el cuerpo de Angelines que con su bikini negro estaba verdaderamente apetitosa. Comentó: -"Tu esposa, "la joven española es muy bonita".-
La misma atención despertaron cuando salieron de agua, una con las tetas al aire(no corriente en aquellos tiempos) y la otra, aunque las llevaba cubiertas, estaba toda ella deseable.
Seguimos conversando en amigable charla, a veces algo picante. Luis y yo hacíamos comentarios sobre las tías que pasaban y ellas, para no ser menos, lo hacían sobre los tíos e incluso en alguna ocasión aludieron al "paquete" de alguno.
Llegó la hora de irnos y nos despedimos hasta el día siguiente.
Sobre las 10,30 llegamos al apartamento de La Pobla y ya nos estaban esperando, así que nos cambiamos, nos pusimos el bañador, nos dirigimos al puerto deportivo para su-bir al barco. Era grande, como un yate, con dos camarotes con baño y cocina.
Salimos a la mar y, una vez dejado el puerto, Ingrid y Angelines, que estaban abajo en los camarotes subieron a cubierta y ¡sorpresa! Iban las dos en top-less con los dos pares de tetas al aire. "-Por fin la he convencido dijo Ingrid- aunque me ha costado bastante.
Nosotros no dijimos nada de momento, pues nos quedamos embobados mirando aque-llos hermosos cuerpos, hasta que Luis dijo:
-"Nunca me he mareado en el mar pero, ahora viendo los pechos de la "joven españo-la" confieso que no estoy en condiciones de llevar el barco ya que estoy completamente embriagado.-"
"- Como sigáis diciendo cosas así saltó Angelines bajo y me tapo.
Dicièndole que eran bromas, que no hiciese caso y que estaba muy guapa, consegui-mos que olvidase su amenaza de taparse.
Puesto el piloto automático nos tumbamos a tomar el sol. Ingrid nos dijo que ella, en el barco, siempre lo tomaba desnuda, pero que hoy no lo hacía para no violentar a An-gelines.
Así estuvimos hasta que Ingrid preguntó si alguien quería bañarse con ella.
A Angelines le daba miedo hacerlo en alta mar. Luis se quedó con ella pues le había prometido enseñarla como se conducía el barco y yo acompañé a Ingrid.
Bajó por la escalerilla y, una vez cubierta por el agua, diciendo que la mejor sensación era bañarse desnuda, lanzó desde el agua la braguita del bikini, que cayó sobre cubierta y empezó a nadar. Yo bajé tras ella, me lance al agua y nadé para alcanzarla. Me costo bastante (era muy buena nadadora) y, cuando llegué junto a ella, bastante lejos del bar-co, empezamos a jugar en el agua, a chapotear e intentar darnos alguna aguadilla. Cuan-do yo lo intentaba, al cogerla, rozaba sus pechos con las manos y los brazos y mi cuerpo tocaba el suyo desnudo, con su culo y con sus piernas. Así la excitación empezó a inun-darnos y cada vez los toque y los roces eran más intencionados y descarados.
Le comenté: -"Ahora tendrás el coñito todo salado del agua-"
Riendo y lanzándome agua a la cara me contestó: -"¿Te gustaría probarlo, eh?. "Por supuesto"- le dije.
A lo lejos veíamos el barco y sobre cubierta, en la proa, a la rueda del timón las fi-guras difusas de Angelines y Luis.
Ingrid enlazó sus piernas con las mías y me pregunto si nunca habíamos hecho un intercambio de parejas. Le contesté que no; que si alguna vez yo había sacado la con-versación, Angelines no había querido seguir hablando de éllo.
Seguimos nadando y jugueteando en el agua hasta que decidimos volver.
Llegué primero; subí media escalerilla, balanceándose el barco, y esperé a Ingrid para ayudarla a subir. Una vez arriba, al ponerse la braguita del bikini, ví su coñito que lle-vaba arreglado con unos pocos pelos rubios en el pubis y depilado lo demás.
Por la escalera que subía de los camarotes apareció Angelines, toda sofocada y de-tras Luis con una gran erección que el bañador no podía disimular sino que la acentua-ba todavía más. Estaba claro que algo había ocurrido, pero ninguno de nosotros dos di-jimos nada.
Bajé al camarote a ducharme y, al momento, bajo Angelines, todavía sofocada y ner-viosa y, al preguntarle qué había ocurrido para que los dos estuviesen en aquel estado, me contó:
-"Cuando os habéis ido a nadar, Luis me ha dicho que iba a enseñarme a dirigir el bar-co. Me ha llevado a la rueda del timón y, explicándome su funcionamiento ha colocado mis manos en los pivotes que la mueven y como había que hacer cierta fuerza, para ayu-darme, se ha colocado detrás de mí; ha pasado sus brazos por debajo de los míos y sus manos sobre las mías para poder mover mejor el timón.
Sus brazos rozaban mis pechos desnudos y, como estaba completamente junto a mí, poco a poco, iba sintiendo como su pene, pegado a mi culo, iba aumentando de tamaño y endureciéndose cada vez más.
Aquello me iba excitando y mi coño se iba humedeciendo de cachonda que me estaba poniendo. Entonces me besó el cuello y me sobó las tetas. Yo, excitadísima, miraba a lo lejos donde estabais vosotros y dije: -"Déjame, por favor, van a vernos"-
Me separé y para calmarme bajé a la cocina a beber algo fresco. Luis bajó también y cuando estaba cogiendo un vaso del armario superior, volvió a enlazarme por detrás, co-gió mis pechos y volví a sentir en mi culo su pene erecto y duro como una piedra.
Me acariciaba y me besaba el cuello. Yo iba perdiendo la noción del lugar y solo sen-tía que el chocho me ardía de deseos. Me dio la vuelta, me besó largamente en la boca y bajó las manos cogiéndome el culo y, pasando sus manos por debajo, me levantó con fuerza y me dejó sentada sobre el mueble de la cocina.
Separó mis piernas y, apartando la braga, hundió su cabeza en mi pubis y su lengua la-mió mi coño de arriba abajo, dándome un placer inmenso. En aquel momento, cuando ya me estaba entregando a aquellas sensaciones tan intensas el barco se balanceó al su-bir vosotros por la escalerilla y, aprisa y corriendo, nos recompusimos como pudimos y subimos a cubierta, a reunirnos con vosotros, en ese estado en que nos visteis. Si tardáis mas nos encontráis follando y si esto sigue así no sé que puede pasar.
Todo esto que me contó me encendió sobremanera y me provocó una erección.
La besé y le dije que se quitase las telarañas de la mente, que no pensase en nada y que se dejase llevar por los acontecimientos y por sus sensaciones.
Hice que subiesen a cubierta con los otros mientras yo me duchaba para bajar la ere-cción que me había producido lo cachondo que estaba.
Volvimos a puerto. Subimos al apartamento donde ya estaba preparada una comida fría a base de aperitivos, regada toda ella con champán francés de marca cara que, frío como estaba entraba sin sentir. Bebimos unas cuantas botellas.
Ingrid, diciendo de nuevo que en casa ella se encontraba más cómoda desnuda, se qui-tó la braga del bikini y se quedó sin nada encima excepto las zapatillas.
Pusieron en el tocadiscos varios discos de música alemana a base de violines y bala-das que sonaba tenue amenizando la comida.
Bajamos las persianas y en una agradable penumbra comenzamos a comer entre bro-mas que, conforme el champán iba haciendo efecto eran cada vez más subidas de tono y con más intención. El sexo ya flotaba en el ambiente, Luis no se cortaba en requebrar a Angelines y comentar lo que le excitaban sus pechos y cada parte de su cuerpo.
Ingrid contó lo que yo le había dicho cuando nos bañamos sobre que su coño con el agua del mar estaría salado y que ella me había provocado preguntándome que si me gustaría probarlo. Yo la llamé chivata.
Así con dichos más o menos calenturientos acabó la comida.
Como la música seguía sonando, Luis dijo que le gustaría bailar con Angelines. La enlazó por la cintura, el en bañador y ella con la parte de abajo del bikini. Rodeó el cue-llo de el con sus brazos; su pecho desnudo se aplastó se el pecho de Luis y balanceando-se al compás de la música se fueron hacía el fondo del salón donde la penumbra era más intensa.
Mientras Ingrid recogía algunas cosas que debías guardarse en el frigo, me senté en un sillón y con los ojos entornados miraba, unas veces el cuerpo desnudo y deseable de In-grid y, otras, a la pareja que bailaba; tan juntos que en la semioscuridad parecía uno so-lo. Las manos de Luis recorrían, acariciando, los brazos y la espalda desnuda de ella; bajaban hasta el culo al que también acariciaban.
Contemplar aquello y sobre todo pensar en lo que estaban sintiendo me produjo un ca-lentamiento y una erección bestiales que el bañador delataba.
Ingrid acabó enseguida; vino hacia mí y, sin decir palabra, alargó su mano invitándo-me a levantarme. Lo hice; abracé su cuerpo completamente desnudo y bailamos lenta-mente muy lentamente. Sentía su pubis pegado a mi pene, solo separados por mi ba-ñador y, esto junto a la excitación tan grande que ya sentía por contemplar a la otra pa-reja, elevó mi calentura a unos extremos que el pene me dolía y pensé que iba a reventar de la dureza que tenía.
Ingrid que sentía mi polla dura y erecta pegada contra su coño, lo ardiente que yo esta-ba y que mis manos sobaban todo su cuerpo, fue poniéndose más y más cachonda y un leve temblor la recorría toda. Metía sus piernas entre las mías y sus manos también em-pezaron a recorrer mi cuerpo.
Bailando, nos fuimos acercando más a la otra pareja. Estaban ya moviendo los cuer-pos sin cambiar de sitio, besándose y sobándose con los ojos cerrados. Ingrid me dijo por lo bajo: -"Lo mismo que te pasó a ti antes me pasa a mí ahora. Contemplar los ca-chondos que están estos dos, me hace subir tanto la excitación que tengo los muslos completamente mojados. Bajé la mano a su chocho y, efectivamente, lo tenía chorre-ando y la entrepierna completamente mojada.
Seguimos los cuatro acariciándonos de todas las formas posibles, con manos, boca y piernas en aquel simulacro de baile hasta que Ingrid, no pudiendo resistir más, acercán-donos más a Angelines y Luis, los separó y dijo: -"Esta mañana, en el agua, le he pre-guntado a Miguel si alguna vez habíais hecho intercambio de parejas y me ha dicho que no. Yo creo que en la situación y el estado en que nos encontramos los cuatro ha llegado el momento de que sea la primera vez.
Angelines me miró. "Tú decides"- le dije y le cogí de la mano, apretándosela en un gesto cariñoso de complicidad. "Lo que tú digas"- me respondió -. La besé y, diri-giéndome a Ingrid y Luis les conteste: -"Adelante"-
Volvió Luis a pasar su mano por la cintura de Angelines y se dirigió hacia el dormitorio. Ingrid cogió mi mano y me llevó tras ellos al mismo dormitorio a pesar de que había otro libre. "Es mejor así"- me susurró al oído.
Luis sacó del cajón de la mesilla dos pastillas de Viagra. Me dio una y me indicó que la tomase pues podía hacerme falta. El hizo lo mismo.
Había dos camas. Luis tendió en una a Angelines y, arrodillándose a su lado, empezó a besar y lamer todo su cuerpo, haciéndola estremecer de deseo conforme su lengua re-corría sus orejas, cuello pechos, vientre, muslos, piernas, pies y acabó chupando su cho-cho que se abrió, ofreciéndose a aquella lengua que lo encendía de deseo de que pene-trase en su interior y le lamiera lo más profundo.
Aquella escena que presenciamos nos convirtió, a Ingrid y a mí, en una pura llama de deseo. Imitándoles le "comí" el coño que, depilado en todo su interior, excepto un poco de vello rubio en el pubis, parecía el chochito de una adolescente.
Mientras la seguía haciendo gozar con mi lengua, oía los gemidos de la otra cama. Le-vanté la vista un momento y ví a Angelines retorciéndose y con unos movimientos convulsivos que le provocaban los orgasmos que le producían la lengua de Luis.
Aquello ya me hizo perder completamente el dominio de mí y, cuando Ingrid me pi-dio que la penetrase, lo hice con violencia, entrando y saliendo mi polla de su coño, has-ta provocarle un intenso orgasmo, mientras yo también me corría.
Quedamos abrazados y mirando los dos a la otra pareja que estaban ya follando con intensidad.
El le bombeaba una y otra vez su pene en el coño, sacàndolo completamente y metién-doselo hasta el fondo, haciendo que se corriese varias veces seguidas en un orgasmo sin fin, hasta que Luis derramó el semen en su vagina.
Estuvimos los cuatro jadeantes, tumbados, sin hablar unos cuantos minutos para recu-perar el sosiego.
Ya recuperado extendí la mano hacia la otra cama, cogí la de Angelines y tiré de ella hacia mí. Se pasó a mi cama, a la vez que Ingrid se levantó y fue a la de su marido.
Juntos empezamos a besarnos con amor y ternura; a acariciarnos con delicadeza hasta que, nuevamente nos excitamos; mi pene volvió a ponerse tieso; su chocho volvió a en-cenderse y colocándome encima la penetré con mucha facilidad pues además de estar muy cachonda, su vagina aún conservaba el semen de Luis.
Diciéndole "te quieros", otras expresiones de amor y besándola continuamente, la fo-llaba despacio, muy suavemente, entrando y saliendo de su coño muy lentamente en un polvo largísimo que hizo que nos corriésemos a la vez, con un placer inmenso en el que estaban perfectamente mezclados el sexo y el amor.
En la otra cama Ingrid y Luis también follaron y también quedaron abrazados y rendi-dos.
Descansamos como una hora largay ya duchados y vestidos nos despedimos de nues-tros amigos alemanes. En la despedida estuvieron cariñosísimos. Nos invitaron a visi-tarles en su casa de Alemania e Ingrid dijo:
-"Siempre os recordaremos con mucho cariño. Con vosotros hemos vivido la expe-riencia más maravillosa que recordamos y estamos encantados con vuestra amistad.
También recordaré una fantàstica contestación que me hizo Miguel, que me apunto y que quizá yo misma usaré alguna vez. Cuando en la cama, usando una frase muy fran-cesa y que se usa en todo el mundo le he pedido "hazme el amor" me ha respondido:
-"Voy a follarte. El amor solo lo hago con mi mujer."- Fantástico.
Os queremos. Adiós."-.
Nos besamos y nos fuimos.
Ya en el camino de regreso hablamos de ellos y fuimos recordando lo que habíamos vivido. El rememorar algunas escenas y quizá que la viagra seguía haciendo efecto, hi-zo que nuevamente me fuera excitando y que al llegar a casa tuviese una nueva erec-ción. En el ascensor besé largamente a Angelines y al entrar la llevé hasta el dormito-rio y, diciéndole requiebros, fui desnudándola poco a poco y prenda a prenda.
Cuando le bajé las bragas le pedí que se tumbase porque deseaba "comerle" el coño de una forma más excitante.
La puse boca abajo. Mi lengua fue posándose, en toques rápidos y leves sobre su culi-to y, dejándolo, chupaba el espacio que separa el culo del coño, para volver de nuevo al culito y otra vez fuera. Así un rato. Después ya pase la punta de la lengua por fuera de su "rajita" dos o tres veces y lo dejaba para volver al culito. Este juego fue prolongando-se y excitándonos sobremanera. Angelines deseaba con ansia que mi lengua penetrase en el coño y le lamiese se interior y su clítoris. Su cuerpo se arqueaba, jadeaba y se mo-vía hacia los lados cada vez más excitado hasta que se giró completamente, quedando boca arriba; abrió totalmente sus piernas deseando que le chupase todo el chocho que temblaba de deseo.
Otra vez pasé la lengua por el exterior de la "rajita" y, ahora también por el exterior del capuchoncito del clítoris. "Cómeme el coño".- pedía.
Abrí algo sus labios y mi lengua penetró ligeramente chupándole los labios interiores y alrededor de la base del clítoris, dando círculos sin tocar su botón.
Ella empujaba su coño contra mi boca y el climax de su excitación ara tan alto que ge-mía de deseo. Cogió mi polla con su mano y cada movimiento convulsivo de su pelvis se trasmitía a mi pene a través de su mano, produciéndome placer extremo.
Seguí todavía un rato introduciéndole solo poco más de un centímetro de lengua sin tocar el botón del clítoris, solo su alrededor, lo que exacerbaba mas su excitación y su deseo.
Cuando comprendí que había llegado al máximo de lo que podía soportar, metí toda la lengua, le chupé todas sus carnes interiores varias veces; le rodeé los labios su clítoris y puse la punta de la lengua sobre su botoncito. Le introduje dos dedos en lo profundo de la vagina y empezó a correrse con varios orgasmos que le producían tal placer que ja-deaba, gritaba y se movía con impulsos incontrolados, lo que hacía que la mano que tenía rodeándome el pene se moviera también. Cuando sentí que llegaba su orgasmo mayor, yo, sin poderme controlar ya, también eyacule con una corrida majestuosa.
Así nos quedamos, con mi cara pegada a su coño, rato y rato, hasta que fuimos recupe-rándonos de todo lo que tan fortísimamente habíamos sentido.
Así acabó la aventura que empezó en el mar.-