Aventura en el blablacar
Anécdota de este verano. Tuve sexo con el chico del blablacar cuando hacía un viaje Barcelona-Madrid.
Lo que voy a relatar a continuación sucedió este verano. A principios de agosto, Rebeca, una de mis mejores amigas, se casaba en Madrid. Mi marido, Tony, tenía compromisos laborales y no podía ir (tampoco es que le hiciera demasiada ilusión ir a la boda de Rebeca, la verdad), así que tenía que ir sola. El caso es que yo no tengo carné de conducir (es uno de mis asuntos pendientes) y decidí recurrir al Blablacar. Me puse en contacto con un chico que salía de Barcelona para Madrid a las doce del mediodía. Como era verano, me puse unos shorts vaqueros y una camiseta de tirantes. Los shorts eran muy shorts y mostraban un poquito de mis nalgas (como ya os he dicho otras veces, soy maestra de bailes latinos, así que permitidme que presuma un poco de ellas).
Cuando llegé al lugar acordado apareció un chico con un Nissan Juke color vino. Su propietario era un chico alto, delgado pero atlético, con una alopecia incipiente. Tenía los ojos marrones y risueños. Lo primero que me gustó de él es que parecía muy seguro de sí mismo. Me encantan los hombres así. Huelga decir que empecé a sonreírle como una tonta cuando nos presentamos. Uno de mis muchos defectos es que no sé disimular nada. Se llamaba Alejandro, Álex para los amigos, y tenía 28 años.
Era un viaje largo, y haríamos parada para comer, así que llegaríamos a Madrid sobre las ocho de la tarde o así. Sin embargo el primer tramo se me hizo corto. Álex era un buen conversador. Sobre las 14:00 más o menos paramos en una estación de servicio para almorzar. Para entonces, nuestras conversaciones ya se habían convertido en un evidente flirteo, y lo estaba disfrutando. Soy una mujer casada, pero nadie puede escapar de lo que le gusta, y a mí me gusta ligar. No es algo estrictamente sexual. Disfruto de todas las fases del proceso; conectar con alguien, conocerlo, seducirlo, coquetear y, para finalizar, el sexo. Antes, cuando mi marido no lo sabía, también disfrutaba la planificación, la aventura, el secretismo... Aunque también me hacía sentir culpable...
En cualquier caso, almorcé con Álex en cualquier sitio. Él se empeñó en invitarme. Luego proseguimos el viaje. Para entonces el coqueteo ya era muy, muy intenso. Álex puso una mano en mi muslo y comenzó a acariciarlo mientras conducía. Yo le decía de broma que se concentrara en la carretera, que quería llegar a la boda de mi amiga. Sus caricias consiguieron encenderme. Llevé mi mano a su paquete y comencé a acariciárselo. Luego, para su sorpresa, me quité el cinturón de seguirdad y con ambas manos le desabotoné los vaqueros, le bajé la cremallera y saqué su miembro, que ya estaba casi duro. Me bastó un par de sacudidas para que la erección fuese total. Luego me incliné y llevé mis labios a su glande. Dejé caer mi saliva sobre él y luego lo metí en mi boca, chupándolo como si fuese un caramelo. Pronto, mi cabeza comenzó a subir y a bajar de forma rítmica, mientras mi boca se llenaba de líquido preseminal. Podía oír su respiración agitada, lo que hizo que me encediera aún más.
Entonces noté que se desviaba y detenía el coche. Cuando me incorporé vi que nos encontrábamos en los aparcamientos de otra estación de servicios. Álex se bajó del coche y me pidió lo mismo. Usando el coche como parapeto ante posibles testigos (aunque no se veía a nadie en ese momento) comenzó a besarme y me bajó los shorts hasta las rodillas para amasar mis nalgas con sus manos. Yo llevaba un tanga, como siempre, pero tampoco duró mucho. Me dio la vuelta y me hizo poner las manos en el capó de su coche. Se puso un condón que sacó de su cartera y me tomó de las caderas para follarme como es debido. No es, ni mucho menos, la primera vez que tengo sexo en público, pero estaba algo nerviosa de que nos pudieran ver. Si a Álex le importaba eso no lo parecía, porque comenzó a darme como si estuviésemos en su casa. Me embestía con fuerza, gruñendo como un animal con cada empujón que me daba. Sus dedos apretaban con mucha fuerza mis caderas. Su cuerpo rebotaba contra mis nalgas con cada choque.
-Pégame -le dijo en tono de súplica.
Me dio un buen azote en el culo, como debe ser. Luego otro, y otro más, por si fuera poco. Cada vez me sentía más y más encendida, y notaba que el momento de explotar estaba cerca. Álex aceleró el ritmo, y yo casi no tenía fuerzas para sostenerme. Exploté en un maravilloso orgasmo, pero Álex parecía tener más fuerzas aún. Dejé que me siguiera follando por dos o tres minutos más hasta que él también se corrió. Nos quedamos un instante en silencio, pegados como animales, hasta que salió de mí. Nos dimos un dulce beso en los labios y continuamos el viaje.
Al cabo de un rato recibí un whatsupp de Tony. “¿Cómo vas, cariño? No te debe de quedar mucho para llegar, ¿no?”, me escribió. “En realidad, nos hemos retrasado un poco” le escribí, “me he entretenido follando con mi blablacar como una auténtica posesa”. No fue el único chico con el que follé en ese viaje. En la boda conocí a Marcos, pero eso lo dejaré para la próxima entrada...