Aventura en Acapulco (II)
Diana y su nueva amiga se consiguen un amante y lo disfrutan delante de sus respectivos maridos.
A la mañana siguiente, casi al mediodía me despertó el timbre del teléfono. Era Marcia, para darme los buenos días y preguntarme que cómo me sentía y cómo me la había pasado. Le dije que muy bien en los dos casos. Me pregunto por Alberto, le dije que él aún estaba dormido, ella por su parte me dijo que Jorge había salido a buscar los periódicos.
Hablamos como una hora. De la suerte de habernos conocido, de la cena, de lo bien que habíamos compaginado. Después hablamos de nuestras experiencias pasadas. Ella me contó como empezó con esta actitud ante el sexo, me dijo que Jorge la había iniciado, que al principio ella se excitaba, pero que después dudaba mucho, pues a pesar del deseo su educación tradicional la frenaba, hasta que un día de copas se decidió a ir a un club y allí hicieron su primer intercambio. Por mi parte le platique de nuestra primera vez en un trío y de que a mí lo que más me gustaba era tener dos vergas para mí sola. Luego agregué que a partir de ahora también me gustaba mucho estar con una mujer, pero que fuera como ella. Y que lo ideal sería combinar las dos cosas: dos hombre y un mujer experta.
Las dos nos reímos y ella me decía que no quería nada, aunque por el momento los tenía, tenía a Alberto y a Jorge y también la tenía a ella. Después me preguntó por Alberto, qué si así era siempre, que si nada más le gustaba ver, que si nunca cogía con otras mujeres, que se le había hecho muy agradable pero un poco raro. Yo le dije que yo lo quería mucho, pues el siempre estaba atento a mi placer, que era como mi dueño. Que a lo mejor era que se daba a desear y que no se quejara pues también a ella la había hecho gozar. Y mucho, me contestó. Yo le dije que también había gozado mucho con ella, en especial cuando nos frotamos los coños y senti sus labios y sus pelitos, gracias a que Alberto me había rasurado por la mañana.
Se llama tijera me dijo y después me preguntó que como iba a ir vestida, yo le dije que no sabía pues saldría a comprar algo, pues no tenía un vestido para una noche tan especial, pero que sería algo bonito, ya que quería gustarle. Ella me dijo que se pondría un vestido similar al de la cena pero menos escotado, para no escandalizar, vengo preparada para todo, agrego. Nos despedimos y quedamos de que pasarían por nosotros a las 9 de la noche.
Hasta la comida nos la pasamos en la alberca, descansando, tomando el sol y refrescándonos con unas cervezas. Comimos en el hotel y salimos de compras. Me compré un vestido corto de tela delgada color azul turquesa, bastante escotado y ajustado de la parte de arriba y suelto desde la parte baja de los senos. Y como no tenía zapatos que combinaran, compré unas sandalias bastante altas del mismo color y una tanguita de hilo dental,, ya que desde el probador me empecé a humedecer y no quería arruinar mi vestido, porque me mojo mucho. Ya en el hotel me esmeré en mi arreglo y me apliqué autobronceante, pues todavía tenía color Ciudad de México, además de que quería que las marcas del bikini se notaran lo menos posible.
Marcia y Jorge pasaron muy puntuales por nosotros. Quedamos en ir primero a comer algo, nos dirijimos a un restaurante de la costera. Alberto y Jorge se veían muy contentos con sus reinitas o con sus putitas, o más bien para decirlo como Alberto me dice a veces: sus reinitas putitas, y no era para menos, yo ya les dije como iba, pero Marcia se veía preciosa. Como me había dicho, su vestido era muy similar al de la noche anterior, pero de color rosa pálido, el escote aún y cuando era menos profundo se veía más sexi por los pliegues que se le formaban en la parte de las nalgas, como invitando a meterle la mano. También se había bronceado por lo que el contraste con el vestido se veía muy bien. Llevaba sobre el vestido una mascada de seda, según ella para taparse un poco, en realidad lo que hacia era llamar la atención.
Cenamos muy rico, al contrario de nuestro primer encuentro en el que pedimos cuentas separadas, en esta ocasión Jorge y Alberto se disputaban el pagar la cuenta. Al final pagó Alberto, tenía dos argumentos: la cena anterior ellos habían invitado y además estábamos en México. Todo esto habla de lo bien que nos encontrábamos y del grado de empatía que habíamos logrado en tan poco tiempo. Alberto le preguntó a Marcia sobre el tipo de música que le gustaría bailar y Marcia entusiasmada le contesto que salsa o música tropical. Que ella sabía un poco, que le encantaba y que era la música que estaba de moda en Barcelona Todos estuvimos de acuerdo con ella.
Alberto le preguntó al mesero por los lugares de ese tipo y nos dirijimos a uno de ellos. El lugar estaba lleno de gente de todo tipo: acapulqueños y turistas mexicanos y extranjeros. Pedimos una mesa y sólo nos consiguieron una en un rincón, ya que las que tenían cerca de la pista ya estaban reservadas, a pesar de que le daban una buena propina no accedieron. Inmediatamente Marcia me saco a bailar, se movía con mucha gracia, no como las cubanas o las veracruzanas, pero si con mucho entusiasmo y con cierta sensualidad, bueno eso aunado a como estábamos vestidas hacia que llamáramos un poco la atención, no porque fuéramos las únicas mujeres vestidas de esa manera, ni las más guapas, sino porque el escote de Marcia era algo especial.
Después bailamos cada quien con su pareja, después yo con Jorge y ella con Alberto. En un momento Alberto me pidió que me quitara la tanga, le dije que iba al tocador. El me dijo que no era necesario que quería que me la quitara enfrente de Marcia y Jorge. Así lo hice y ellos sólo sonrieron, y Marcia me secundó, y le dio su tanga a Alberto, él la aspiró y se la guardo en la bolsa. Yo por mi parte también le di mi humedecida tanga a Jorge, quien repitió el gesto de Alberto. Para esa hora, la música se había vuelto más suave.
Volvimos a bailar juntas, pero ahora con las copas, la desnudez bajo el vestido, la suavidad de la música y el cuerpo de Marcia junto al mío, todo eso hacia que me sintiera cada vez más caliente. Tenía muchas ganas de besarla y de acariciarla, más aún al sentir su espalda desnuda, a lo más que me atreví fue a meterle la mano y acariciarle las nalgas aprovechando que la demás gente que bailaba nos cubría. Al regresar a sentarnos Marcia se sentó junto a Alberto y empezó a platicar con él. Yo me senté al lado de Jorge y este me empezó a acariciar las piernas, me preguntó por le higuito, abriendo las piernas le dije que ahí estaba y el me empezó a acariciar el coño que para ese entonces estaba ya bastante húmedo.
Jorge me metia los dedos mientras me besaba y yo sentí que me venía. Me limpie con una servilleta los jugos que me escurrían. Abrí los ojos y no vi a Marcia, me extrañe un poco y le pregunté a Alberto por ella. Nos dijo que había ido al tocador, yo pensé que estaba disgustada porque tardó mucho, pero Jorge me tranquilizó cuando nos dijo que estaba en la pista bailando y Alberto me dijo al oído, que Marcia le había dicho a él, que esta noche quería una noche diferente. Al terminar la música Marcia se dirigió a la mesa con su acompañante de la mano y nos lo presentó con una sonrisa traviesa, como un amigo de Acapulco. Esa Marcia es algo serio, yo difícilmente me atrevería a ligarme a alguien de esa manera. Jorge invito al "amigo" a sentarse y tomar un trago. Marcia no le soltó la mano en ningún momento. Se llamaba Alejandro y no estaba muy guapo que digamos, como de 30 años, moreno de estatura regular y delgado. Eso si un poco descarado porque no ocultaba la erección que le había causado Marcia y por lo que se veía su verga tenía un buen tamaño.
Marcia se sentó junto a mí y muy orgullosa me pregunto por mi parecer, le dije que no estaba mal y ella me dijo que lo íbamos a compartir si nosotros no teníamos inconveniente. Yo le dije que encantada, ya que para esas alturas no soy capaz de negarme a nada, bueno a casi nada, para no exagerar. Me dijo que mientras bailaban le había metido la mano y le había tocado el culo, que era un lanzado y que al sentir su verga de plano se le antojo. Marcia es como Alberto , toma la iniciativa y planea todo, en cambio Jorge y yo como que somos más pasivos. Me dijo que porqué no bailaba con Alejandro que me iba a gustar, por toda respuesta le di la mano y nos fuimos a la pista. Efectivamente Alejandro era muy desinhibido, porque me pegó a su cuerpo para que sintiera su verga y me tomó con las dos manos por la cintura. Yo le subí los brazos al cuello y el me acariciaba las nalgas sin mucho disimulo. Parecía que había entendido cual era su papel y sospecho que no era la primera vez que se encontraba con personas liberales y calientes.
Estuvimos un rato más, ya sólo bailábamos Marcia, Alejandro y yo. Alberto y Jorge platicaban y tomaban muy quitados de la pena. Marcia y yo estábamos muy entretenidas con nuestro galán. Ella me dijo, al oído que ya era hora de disfrutarlo y les pidió a nuestros hombres la retirada. Pagamos la cuenta y salimos al estacionamiento, Alberto tomó el lugar del conductor y Jorge el de copiloto, nosotras hechámos en medio a Alejandro y este nos fue acariciando todo el camino. Le sacamos la verga y se la chupamos alternadamente y a veces lo besábamos y nos besábamos entre nosotras. Los vestidos se nos subieron tanto que descubrió que no traíamos nada debajo y se quedo sorprendido, quería tocarnos el coño pero no lo dejamos. Al llegar a la casa que rentaban Jorge y Marcia, ella y yo nos tomamos de la mano y ya no nos separamos. Pusieron música y bailamos juntas, nos besamos y acariciamos todo lo que no habíamos podido en el antro. Nos metimos los dedos y ahí bailando nos venimos.
Después alguien propuso un brindis por nuestro encuentro y tomamos de los tragos que Alejandro había preparado para todos. Marcia le pidió a Alberto que si la rasuraba y este aceptó, lo hizo ahí enfrente de todos. Los pocos pelitos de Marcia desaparecieron, cuando estuvo totalmente limpia su marido la empezó a besar, le metió la lengua y la hizo venir, ella me tomó de la mano nuevamente y me pidió que la besara. Después nos fuimos a sentar al sofá ahí entrelazamos nuestras piernas y nos frotamos los coños desnudos. Que sensación tan placentera, que calientes nos pusimos y que calientes pusimos a los tres. Se acercaron a nosotros pero Marcia con una seña les indico que nos dejaran gozar. Marcia me chupo los dedos de los pies y me vine, nos frotamos más fuerte y ella se vino enseguida.
Ellos nos felicitaron y nos sacaron a bailar, Alejandro con Marcia y yo con Alberto. Jorge se pego a mí por detrás y sentí las dos vergas duras. Alberto se sentó en el sillón y me dio su verga a mamar, me empiné y Jorge después de ponerse un condón me la metió en el coño por detrás. Lo que más me gusta: dos vergas para mi. Y también lo que tanto le gusta a Alberto, que se la mame mientras otro me la mete. Me vine primero, después Jorge, me la saco y yo me senté en la verga de mi Alberto. Así estuvimos cogiendo hasta que nos venimos los dos.
Jorge nos invitó unos tragos y nos sentamos a observar como Alejandro le metía una supercogida a Marcia: de espaldas al piso, le levantó las piernas. Le mamaba el coño y por el último le pidió se pusiera en cuatro para metersela por el culo. Yo le pedí calma y se la preparé como ella me había enseñado. Alejandro se la cogió con fuerza mientras Marcia le pedía más y más. Los dos se vinieron ante la calentura de los tres que los observábamos. Descansamos un rato.
Marcia le mamó la verga y puso de nuevo caliente a Alejandro, que rica verga, morena y de buen tamaño, lo agarró de la verga y me dijo, es toda tuya. Se la mamé con mucho gusto, se me había antojado desde que en el antro nos la presumió y ahora quería que me la sumiera a mí. Me acosté en el piso y le enseñe el higuito y el ni tardo ni perezoso me lo chupo hasta que me vine, Jorge me acerco su verga para que se la mamara y me puse en cuatro para sentir por fin la verga de Alejandro. Le pedí que se acostara y me le monte, quería sentir dos vergas adentro y Jorge me entendió. Me puso lubricante y poco a poco me la metió. Me vine rápidamente, Alberto me acercó su verga a la boca, mientras me decía lo mucho que le encantaba la verga a su putita. Yo me vine de nuevo no se cuantas veces más, nos cogieron como quisieron y lo que pudieron, porque por nosotras hubiéramos continuado. Ya con la luz del día, Marcia me tomó de la mano y me invitó a dormir a su cama, nos besamos otra vez y nos volvimos a tallar nuestro adolorido coño. Me encanta la tijera.
Al otro día nos despedimos, los invitamos a nuestra casa, pero nos dijeron que no irían a la Cd. de México y que ya tenían todo el viaje programado. Pero que esperaban que nosotros los visitáramos. Nos dimos nuestros datos y yo besé a Jorge en la mejilla y a Marcia en la boca con un beso apasionado y agradecido. La niña me había enseñado a gozar de otra manera.
Diana. Septiembre de 2002.