Aventura con mi compañero de trabajo (2)

Esta es la segunda parte y desenlace del relato de mi infidelidad con mi compañero de trabajo.

Aventura con mi compañero de trabajo (Parte II)

Por Loreto

Llegamos a un lugar luego de caminar unos 10 minutos, entramos, mis nervios casi me traicionaban, él pidió una habitación y mientras esperábamos nos tomamos de la mano. Me besó en los labios. Noté que estaba tan nervioso como yo. Luego llegamos hasta la habitación, el lugar estaba poco iluminado, alfombrado de color Burdeos, tenía una pequeña mesita con un par de sillas, cortinas de color beige. La cama muy grande tenía un cobertor del mismo color de las cortinas y marrón. En su respaldo había controles para luces y la radio. También había un espejo en una de las paredes laterales a la cama. La habitación estaba perfumada suavemente, y olía muy bien. Andrés pidió algo para que bebiéramos, Pisco sour para él y vaina para mí. Mientras esto ocurría pensaba ¿qué estoy haciendo aquí? Andrés notó mi indecisión, trató de calmarme preguntándome si estaba arrepentida o si me sentía incómoda. Yo le respondí que ya que habíamos llegado hasta ahí, no deberíamos echar pié atrás. Aunque estaba muy, muy nerviosa. Pero mi excitación no me dejaba pensar con claridad, tenía un muy agradable cosquilleo en mi vagina, la sentía mojadita, palpitaba. Mi corazón se aceleraba. Llegaron las bebidas y eso me alegró pues necesitaba beber algo que me embriagara para darme el valor que necesitaba y dar el paso inicial. Bebí un par de sorbos y Andrés se acercó a mí, nos besamos en la boca, nuestras lenguas juguetearon en mi boca y en la de él, sentía su brazos acariciándome la espalda, y sus manos que me apretaban mis glúteos, sentía que me calentaba cada vez más. Por mi parte lo abrazaba, acariciaba su espalda, sus glúteos, y sentí su gran herramienta que crecía mientras nos besábamos. Luego, él tomo una de mis manos y me la puso sobre su bulto, me dijo que se lo tocara y averiguara si estaba rico, durito. En ese momento sorpresivamente Andrés mete su mano hasta mi vaginita, y por primera vez siento la mano de un hombre que no es mi marido tocando mi vulva, jugueteando con mis labios. Me dijo que lo tenía muy rico, todo mojadito para él y lo que vendría a continuación. Yo estaba a esa altura muy caliente. Y me quedé más caliente todavía cuando me dijo que quería pasar su lengua por mi vaginita mojadita. Me recosté de espaldas en la cama y Andrés comenzó a desvestirme lentamente. Primero los pantalones, luego la polera, quedé con mi ropa interior. Estaba realmente temblando de tanta excitación. Él me dijo que me veía hermosa en ropa interior, el color le encantó. Recorría mi cuerpo con su mano sobre mis calzoncitos, y de pronto pone sus labios sobre mi calzón que en ese momento ya estaba mojado por mis propios jugos.

Andrés se detiene, se pone de pié y comienza a desvestirse rápidamente, diciendo que estaba muy caliente, y quería probar luego mi entrepierna, pues mi humedad lo tenía muy excitado. Cuando le ví su pedazo de carne, muy grande, gruesa, de un hermoso color, no pude resistir y lo tomé con mi mano, estaba muy duro, se veían líquido saliendo por su punta. No resistí, me senté en la cama, y de una buena vez por fin lo introduje en mi boca. Mi vagina no dejaba de palpitar mientras se lo chupaba, Andrés sólo gemía, me decía que se lo hacía muy rico. Le sostenía su verga con una mano y con la otra le masajeaba sus huevos, luego bajaba con mi lengua hasta ellos y me los introducía en la boca, chupándolos suavemente. El alcohol en mi sangre había surtido efecto, ya no tenía nerviosismo ni preocupaciones, sólo estaba caliente y quería sentir a ese hombre que me había tenido inquieta durante meses.

Andrés me dice que me detenga, pues lo voy a hacer acabar, y todavía no quería eso, ya que deseaba lamer mi vagina y juguetear con ella, darme placer, hacerme sentir… Oír esas palabras fue como una orden para mí. Volví a recostarme de espaldas, separé mis piernas, él se arrodilló al borde de la cama, metió su cabeza, corrió mi calzoncito hacia un lado y comenzó a meter su rica lengua en mi interior, primero jugando con mi clítoris, Luego introduciendo su gruesa lengua hasta lo más adentro que podía. Yo gemía de placer, movía mi cadera para intensificar lo rico que estaba sintiendo, me retorcía de gusto, tratando de exprimir todo el placer que esa lengua me estaba entregando. Mis manos apretaban el cobertor, como estrujándolo, pues estaba teniendo mi primer orgasmo, muy rico, intenso, excitante, caliente. Con mi voz entrecortada le dije; Andrés me lo estás haciendo muy rico, me estás haciendo acabar. Él continua con más empeño hasta que siente que yo me calmo, mi respiración se normaliza.

Andrés se detiene pues ha hecho bien su labor, me quita mi brasier, el calzoncito y ve mi vagina depilada, me dijo que le encantó el corte de pelo, se veía muy lindo, le había encantado el color, el aroma, el sabor. Escuchar aquello me encantó.

Se recostó él de espaldas y me pidió que hiciéramos ahora un sesenta y nueve, puse mis rodillas cerca de su cabeza con mi sexo húmedo sobre su rostro, me fui recostando sobre Andrés sintiendo su piel, hasta que mi boca alcanzó su sexo, todavía duro, mojado, caliente. Lo metí en mi boca, masajeándolo con mi mano, succionando su jugo, sintiendo el rico sabor salado, y que cada vez se ponía más tieso. Por mi parte, sentía la rica lengua de Andrés recorrer mi labios, mi clítoris, y sus manos acariciando mis glúteos, de pronto deslizó sus dedos hasta mi culito, y comenzó a masajearlo muy rico, primero los humedecía en mi vagina y luego directo a mi sensible orificio. Me movía mucho sintiendo lo rico que jugaba con mis orificios, pero estaba atenta a detenerme si intentaba introducir sus dedos por mi culito. Eso restó un poco de placer a nuestro juego.

Luego, cambiamos de posición, me puse como una perra caliente de rodillas al borde de la cama, apoyando mis manos también sobre la cama, mi cadera estaba ligeramente más elevada que mi cuerpo. Entonces Andrés, comenzó con un jugueteo entre su lengua, mi clítoris, mi vagina, y mi culito. Se sentía delicioso, yo movía mi cadera, estaba temblando de caliente, deseaba que por fin apuntara su verga a la entrada de mi vagina y me lo metiera de una buena vez, deseaba sentir sus huevos golpeando mis labios, pero nada de eso pasaba todavía

Él lamía delicioso, en un momento sentí que venía otro orgasmo, el tenía toda su lengua introducida en mi chorito, sus manos estaban separando mis labios para llegar lo más profundamente posible, yo gemía, temblaba toda. De pronto miraba mi imagen reflejada en el espejo, yo como una perra caliente en cuatro patas, él como un perro también hurgando mi sexo con su boca, esa imagen me calentó de sobremanera. Entonces le dije; me estás haciendo acabar otra vez Andrés, a lo que respondió… que bueno que sientas esos orgasmos Loreto…me gusta tu cuerpo, tus pechos son hermosos. Mi respiración se aceleró y de pronto dejé de moverme. Había tenido mi segundo orgasmo.

Andrés se detuvo, y me dijo ahora te lo quiero meter, con voz de caliente y agitado, entonces llegó el momento que había imaginado y esperado… dirigió la cabeza de su herramienta tiesa hasta mi chorito que todavía latía fuerte por el orgasmo anterior y comenzó a meterlo, lo guió con una mano, mientras que con la otra sostenía muy fuerte mi cadera. Yo observaba todo esto en espejo, y mi calentura comenzó otra vez. Entró suavemente, sentía como mi chorito se iba abriendo poco a poco, se sentía rico, ardiente. Al principio suavecito, pero luego el ritmo aumentaba, yo movía mi cadera hacia él cada vez que me empujaba, logrando un perfecto sincronismo. Sentía como sus huevos golpeaban mis nalgas. Él sujetaba mis caderas haciendo que a cada empujón lograra entrar más y más. Me decía que estaba muy rico, que ya casi terminaba, en un momento me lo sacó y dirigió la punta hasta mi culito, sentía que él tenía muchas ganas de meterlo por ahí, lo acariciaba mucho, y trataba de penetrarme. Entonces le dije que por ahí no, pues no me gustaba. Pero que si quería podría seguir acariciándome con su hermoso y todavía tieso instrumento. Me dijo que respetaría mi decisión, que no me obligaría a hacer algo que yo no quisiera.

Cambiamos de posición otra vez, yo me acosté de lado mirando hacia el espejo, con una pierna levantada y que él me sostenía. Desde mi posición podía ver la entrada de mi chorito. Andrés se puso de rodillas apuntando su arma a la entrada de mi ya muy mojada cuevita y comenzó a culearme más rápido, yo me calentaba de ver cómo me lo metía, entrecerraba mis ojos, sentía, miraba, respiraba agitada, movía mis caderas, sentía mi sudor, mi cabello humedecido, nuestros cuerpos húmedos bailaban una frenética danza de placer. Él besaba mi cuello, acariciaba mis senos, me preguntaba si lo estaba gozando, si me había gustado su verga, si me gustaba cómo se movía. A lo que yo respondía que me encantaba como se movía, como me hacía gozar, y a él le encantaba oír aquello, pues a cada respuesta mía se agitaba más e intensificaba su ritmo. Mi chorito ardía, su deliciosa verga entraba y salía con rapidez, entonces soltó mis caderas, redujo el ritmo de la penetración y dirigió una de sus manos hasta mi culito, comenzó a acariciarlo lentamente, mientras me penetraba más profundamente, yo ya estaba sintiendo que otra vez me iba a hacer terminar, pero cuando además llevó su otra mano hasta mi clítoris y comenzó a masajearlo, me fui directamente a las nubes. Se sentía tan rico, acariciaba mi culito, suavecito, me penetraba hasta el fondo de mis entrañas, sus huevos me golpeaban rítmicamente, y por último esa cosquilla en mi clítoris, me hizo estallar. Andrés … le dije … me estás haciendo terminar otra vez, me estás culeando muy rico, dame más duro, más profundo, hasta sentir tu mata de pelos, y tus huevos que me golpeen… me encanta la piel de tu carne tiesa que se mueve cuando me lo metes. Él aceleró el ritmo, su mirada estaba perdida, gemía, me decía que le encantaba mi chorito, mi olor, cómo me movía, lo caliente que era…. Yo había terminado, y recuperé el aliento, entonces vi la situación y me puse egoísta, quería hacer algo que había imaginado, pero debía evitar que Andrés acabara. Así que sin previo aviso, me liberé de él deteniendo toda la acción. Andrés me miró como pidiendo una explicación. Entonces lo empujé para que quedara apoyado de espaldas en la cama, con su miembro apuntando al cielo. Separé mis piernas, me monté sobre él y de un sólo movimiento me ensarté. Era una sensación distinta, ahora yo controlaba todo, esta vez yo me lo culeaba a él. Mis caderas hacían movimientos circulares mis manos se apoyaban sobre su pecho, él me tomaba de mis glúteos, los masajeaba, los separaba, de vez en cuando deslizaba sus dedos hasta mi orificio, y sentía delicioso. Yo agitaba mi cabeza, miraba hacia el espejo, observando esta bella escena. Prácticamente engullía a este hombre que tan caliente me había tenido. Apoyé mis manos al lado de su cuerpo, bajado mis pechos, quería que mi clítoris se restregara contra la base de su verga, mis pechos se movían al ritmo de mis caderas, hasta que de pronto, él atrapó el pezón uno de ellos entre sus labios, lo sujetó con su mano, y comenzó a besarlo y lamerlo, luego cambió al otro, y así continuo por unos minutos, yo sentía una conexión de placer entre mi pezón y mi vagina, sólo sentía, sólo me dejé llevar, sólo gozaba como una perra infiel, Andrés me vas a hacer terminar otra vez… le dije… él me dijo yo tampoco resisto más… también voy a acabar….

Entonces nos detuvimos, él se incorporó y fue en busca de un preservativo, mientas tanto yo me masturbaba, jugaba con mi endurecido clítoris apoyada de espaldas en la cama, mis piernas dobladas y separadas, esperando a que mi hombre regresara a mí. Andrés se puso sobre mí, comenzó a lubricar su pene con mis jugos, pues aunque el preservativo estaba lubricado, se sentía algo áspero, esto lo hizo pasando de vez en cuando su verga sobre mi clítoris, me preguntaba si estaba rico, si sentía cosquillas, si me gustaba su verga, si me habían culeado antes así. Hasta que de pronto me dice toma esto perra caliente y me lo mete otra vez… estuvimos así un rato, luego me pidió que pusiera mis piernas sobre sus hombros, lo que acepté de inmediato, una primero y luego la otra, sin que él abandonara mi jugosa cueva, entonces sentí otra profunda penetración, traté de seguir el ritmo de Andrés, pero me sentí inmovilizada, sólo él podía controlar la situación. Eso me gustó muchísimo, ese hombre podía hacer conmigo lo que quisiera, ya estaba muy loquita de tanta calentura, comencé a sentir que su herramienta se engrosaba, se endurecía, él se arqueaba, de placer, y me decía que ya soltaría su leche dentro de mí. Eso fue suficiente para que comenzara otra vez a sentir que tendría otro orgasmo… Siguió moviéndose, cada vez más enérgicamente, diciéndome puta, te gusta que te lo metan hasta los huevos, que te den leche, que te haga terminar muchas veces… a lo que yo sólo podía asentir con la cabeza, ya que no me salían las palabras, eres una perra muy caliente y me encantas por eso, me encanta tu cara cuando estás acabando… entonces sentí su leche tibia dentro mío, a través del preservativo… lo que dio pié a que yo terminara por última vez… nuestros movimientos se fueron calmando, hasta que quedó recostado sobre mí…. Bajé mis piernas, y nos acomodamos mientras recuperábamos el aliento.

Andrés quedó acostado y me abrazó, mientras yo me acurruqué a su lado sin abrazarlo y nos dormimos lentamente… no alcancé a pensar en nada.

De pronto despertamos asustados, vimos la hora, ya era muy tarde, cerca de las siete y media. Yo debía haber estado en casa a las cinco a más tardar. Nos levantamos, nos duchamos juntos, pero rápidamente, de todas formas yo lo miraba, como tratando de retener todas las imágenes de ese hombre, lo enjaboné aproveché de acariciar sus partes íntimas, él hizo lo mismo conmigo, y en cuanto estuve lista salí envuelta en una toalla a vestirme.

Terminamos de vestirnos, él pagó la cuenta y salimos caminando hasta el lugar donde nos habíamos encontrado cuatro horas antes. Nos despedimos con un beso en la mejilla y nos dijimos adiós.

En casa todo estuvo normal y aunque me interrogaron sobre la hora de llegada, pude salvar la situación sin mayor problema. Logré fingir durante el fin de semana, y reflexionar sobre lo vivido aquel viernes. En resumen, siento que todavía soy una mujer apetecible, tengo mucha experiencia en el arte de amar, y puedo dar un inmenso placer a un hombre que me guste, Me encantó haber tenido cuatro orgasmos, y eso debido a la situación clandestina vivida, Andrés resultó ser un macho muy caliente, y experimentado por la forma en que me hizo acabar esas cuatro veces, considerando también que tenía cinco años menos que yo. Respecto a los remordimientos, los siento de vez en cuando pero tengo claro que tendré que aprender a vivir con ellos para siempre.

Para finalizar esta historia, les puedo contar que el lunes nos vimos con Andrés y tratamos de llevar la jornada lo más normal que pudimos, no sin mediar algunas miradas cómplices durante el día. Hasta que me enteré que él sería transferido a otra ciudad, entonces supe que ya no lo volvería a ver más.