Auxilio Mecánico
Una sorpresa que viví una noche de mal tiempo, en una carretera, con un auxilio mecánico.
Era un día como todos, un día laboral más para mí, pero que me depararía grandes sorpresas. Así fue que salí en un vehículo de mi empresa, rumbo a un destino indicado, como tantas veces ya lo había hecho antes.
En la empresa contamos con vehículos nuevos, todos los años se cambian y se compran cero kilómetros, así que jamás tuve un desperfecto mecánico, hasta esa tarde que salí de Buenos Aires y a 190 kilómetros de esta ciudad, el auto me dejó a la deriva, en medio de una ruta.
Me comuniqué a la oficina mediante mi celular, que por suerte tenía señal en aquel lugar y me indicaron que permaneciera allí, que un camión grúa iba a buscarme y traerme nuevamente a la ciudad, remolcando el auto. Les cuento que yo soy una persona que tengo muy clara mi sexualidad, pero soy bastante tímido, no he tenido demasiadas "aventuras", he tenido 2 parejas y he sido fiel en ese tiempo de compartir el amor, tengo 23 años, soy delgado, de rasgos aniñados, ojos grandes y creo poseer un cuerpo bien proporcionado.
Así estaba en el automóvil, cuando ya pasadas unas 3 horas de espera, veo llegar el auxilio mecánico. Sentí un temblor en mi cuerpo, cuando miré la persona que lo conducía. Era un hombre de unos 29 años, morocho, con un cuerpo que envidiaría cualquier buen deportista, muy grandote, pero armónico, de voz muy hosca y ruda. Me explicó que el auto había que cargarlo en una bandeja que se deslizaba detrás de la cabina del camión auxilio, por lo que yo debía viajar con él como acompañante. A todo esto, la noche ya había llegado y el último atisbo de luz desaparecía en el horizonte. Comenzamos el viaje de regreso, y una neblina comenzó a inundar el camino de vuelta. En su vehículo tenía una radio, donde le indicaban que unos kilómetros más adelante, la neblina se ponía más intensa, lo que haría un viaje de regreso peligroso.
Comenzó a conversar conmigo, obviamente su primer tema fue el fútbol, pasión de la mayoría de los machos argentinos, pero yo desconozco el tema y se dio cuenta que no dominaba nada de lo que me decía. Entonces cambió su táctica y me invadió de preguntas personales, a tal punto que comencé a inquietarme, ya que me daba cuenta que deducía mi condición gay y yo no tenía ganas de estar tocando este tema con un desconocido, ya que me parecía que no iba a entender demasiado del tema, por lo que esquivé hacia lados menos densos para mí.
Así fue pasando el tiempo y cuando cruzamos un peaje, el personal recomendó no seguir adelante porque el camino se había puesto prácticamente intransitable, por lo que mi conductor decidió parar en la próxima estación de servicio a esperar la mejora del tiempo. Yo nada podía hacer, estaba a su merced, después de todo él era el que conducía. Buscó un lugar apartado y oscuro para estacionar, yo sospeché que algo guardaba, pero al mismo tiempo decía, no este tipo no se imagina nada del mundo gay.
Me dijo que iba a aprovechar a dormir un poco mientras esperábamos. Se acomodó sobre su asiento, y ahí quedamos los dos solos escuchando nuestra respiración. Lo observé minuciosamente cuando quedó dormido, al menos eso pensé yo, y aproveché para mirarlo en la penumbra, era un show increíble, que muchos amigos me envidiarían esa situación, estaba sólo con un macho verdadero, lindo, de muy buen cuerpo, y ví en un momento cómo su bulto, debajo de unos pantalones azules de trabajo, comenzaba a querer escapar de ahí adentro, moviendo la tela, como llamándome, también había observado desde el primer momento de nuestro encuentro, cómo se manoseaba su paquete, creo que en forma inconsciente, pero aún dormido lo seguía haciendo. Yo estaba a mil, no podía creer lo que estaba experimentando, entonces en un momento noto que el se acomoda sobre su asiento, se semidespierta y me dice que me ponga cómodo, así podemos descansar un rato y continúa durmiendo.
Yo quedo sentado a la altura de sus rodillas, ya que él se había estirado a lo largo del asiento, entonces decidí acomodarme y entregarme a sus instintos machos. Mi cola la apunté muy cerca de su pelvis, pero sin tocarlo, yo le daba la espalda, por lo que pienso que en algún momento, él se percató de mi posición y se acomodó mejor como para apoyarme.
Ahí fue cuando sentí que se pegaba a mi cuerpo, como distraídamente. Al minuto, sentí como su pene hacía un suave vaivén sobre mí y también sentí a través de su ropa que el mismo quería explotar de esos pantalones azules, mi corazón latía a mil, mi excitación era máxima, mi cuerpo había respondido al estímulo propuesto, pero no sabía como avanzar. Por suerte, el muchacho que tenía más experiencia que yo y sin duda ya había manejado situaciones similares, me dijo con un susurro de voz, que me relajara y que me recostara al lado de él, poniéndole mi espalda junto a su pecho.
Así fue como en un abrir y cerrar de ojos, yo estaba entregándome a mi mecánico, él sin perder tiempo se había bajado los pantalones y comenzó a bajar mi pantalón. En realidad todo lo hacía con bastante dulzura, yo estaba tan excitado, que me entregué a sus instintos.
Me tomó del hombro suavemente, me reclinó de tal forma que quedé boca abajo y comenzó a pasar su lengua por mi cuello, y fue bajando hasta llegar a mi cola, ahí se detuvo, me dijo que era la cola más linda que había visto (supongo que ya lo había dicho muchas veces) y comenzó a pasar su lengua por mi tímido ano, que como es regalón, se dejó llevar por el placentero pasaje de esa suave lengua en ese orificio.
Luego, me levantó con una sola mano, tenía bastante fuerza, y me dio un beso donde mi lengua se entrelazó a la suya, seguía diciéndome palabras lindas y dulces, aunque su dicción era de un hombre con poca instrucción, su comportamiento era muy dulce.
Metió su dedo en mi esfínter anal, después dos e inmediatamente quiso introducir su falo, yo le pedí un preservativo el cual sacó de su gabinete del tablero, se notó que era un hombre con mucha previsión, y ahí aproveché para ponérselo yo y obviamente, a comerme ese chupetín, grande, cabezón y grueso en todo su tallo, no sé qué medidas decirles, pero les aseguro que era enorme, con sabor intenso a macho, tenía unas bolas muy peludas y enormes, todo pasó por mi lengua, por mi boca y trabajé la zona como mi experiencia me indicaba, a tal punto que me pidió que me detuviese, porque sino acabaría ahí nomás. Nuevamente me dio vuelta, ahora él tenía el preservativo puesto, y me introdujo suavemente su falo dentro de mí, comenzó a manearse y yo pude sentir como todo el esplendor de su pene estaba dentro de mí.
Ahí fue cuando comenzó con un entre y saca cada vez más rápido, nuestras lenguas se juntaban, nuestro sudor y aromas se entremezclaban, las ventanillas se nublaron por completo y sentí el éxtasis y placer enorme de lo que estaba viviendo, hasta que en un momento él se estremeció e inundó mi interior con su néctar blanco.
Casi al mismo tiempo y yo sin tocarme, sentí que también expulsaba de mi falo totalmente erecto, hacia el piso del camión, un chorro enorme que manchó gran parte de la butaca.
No podía creer lo que estaba sucediendo, fue maravilloso, luego nos limpiamos como pudimos y continuamos la marcha a Buenos Aires como si nada hubiese pasado, hablando de temas triviales. Cuando llegamos me saludó muy cordialmente y me dio anotado en un papel su teléfono celular, para que lo llame cuando lo necesite. Ahora yo me pregunto si es por auxilio mecánico ó por auxilio sexual. Para sacarme las dudas, seguramente en unos días lo llamaré.
Espero que les haya gustado, y quiero que sepan que esto que me pasó, fue real. Escucho sus comentarios en danyoscar2001@hotmail.com Chau, Daniel.