Autovía Mudéjar
Regalo de despedida.
Había sido un fin de semana estupendo, era la primera vez que ella venía a España. Así que me la llevé al pueblo de la sierra dónde estaríamos solos. Follamos por toda la casa, follamos en el monte y follamos en la laguna. Hacía meses que no nos veíamos y estábamos dispuestos a recuperar el tiempo perdido.
Pero el tiempo voló, y cuándo nos quisimos dar cuenta estábamos conduciendo de vuelta a la ciudad, directos al aeropuerto para que ella pudiera volver a Italia. En el coche reinaba un espeso silencio. Los dos sabíamos que estos días juntos eran un paréntesis de nuestras vidas, ella tenía que volver a la universidad en Italia, y yo no podría ir a visitarla hasta dentro de unos meses. Pero aún así, la separación no se nos hacía menos dura.
Aprovechaba cada recta en la carretera para mirarla; su mirada estaba fija en la carretera, concentrada pensando en quién sabe qué. El pelo negro y corto lo tenía recogido en una pequeña coleta. Sus labios finos estaban entreabiertos. El jersey de vivos colores quedaba colgado solo del hombro izquierdo, dejando el otro desnudo y el cuello expuesto. Con las piernas envueltas en unos ajustados vaqueros y las manos escondidas entre los muslos. No de forma lasciva, si no para mantenerlas calientes, pues siempre tenía frío en las manos.
Se dio cuenta que la miraba, y una media sonrisa y un gesto de interrogación aparecieron en su cara.
— Ma che sei bella —le dije remolón. Acompañando mis palabras con una caricia en la rodilla. Avancé con mi mano en busca de las suyas, que seguían entre sus muslos. De forma involuntaria separó un poco las piernas, dándome acceso a su intimidad.
Aquella misma mañana habíamos hecho el amor, pensábamos que iba a ser nuestra última vez. Había habido ternura y cariño, pero muy poco morbo y pasión. Yo me había quedado con ganas de más. Le sonreí y ella se sonrojó. Interpreté su gesto como una invitación. Pasé de largo sus manos y me dirigí a su pubis, rozándolo por encima del pantalón y notando su calor. Gimió y se recostó sobre el asiento. Seguía con mis toqueteos por encima de la ropa sin perder de vista la carretera, cuándo sentí su mano en mi entrepierna. Me estaba gustando aquél juego, y quise ir más allá metiendo mi mano por dentro de sus pantalones, pero ella detuvo mi mano.
— Tranquillo. Lasciami fare —. Como me excitaron esas palabras. Sin duda, una de las cosas que más me excitaban de ella era ese acento italiano del sur. Era decirme esas cosas y mi pene se endurecía. Empezó a batallar con el botón de mi pantalón que mi incipiente erección no hacía más que dificultar. Tiré un poco el asiento para atrás para darle mayor espacio y diminuir la presión. Consiguió desabrocharlo y colar su mano en el interior. Pero yo quería sentir mi polla libre de la presión que ejercían mis pantalones, así que solté lo justo el volante para bajar lo justo mis pantalones. Dejando mi polla empalmada y mis huevos libres.
Con su mano empezó a acariciarme suavemente, de arriba a abajo. Para luego agarrarla con firmeza y empezar una suave paja, que comenzaba en la base de mi pene y terminaba con su pulgar estimulando mi capullo. Yo estaba en la gloria. Y cuándo oí que se desabrochó el cinturón de seguridad, y le vi ese brillo en los ojos de cuándo estaba realmente cachonda, empecé a intuir que todavía quedaba lo mejor. Se inclinó lentamente sobre mi regazo, con cuidado de no tocar la palanca de cambio. Noté su aliento en el pubis. Y una alarma empezó a pitar rompiendo la magia.
— Ma che cazzo? — Inquirió con mi pene en su mano y medio recostada sobre mí. La alarma del cinturón del copiloto. Cosas de la tecnología. Estiré el brazo hasta su cinturón y no sin dificultad introduje la hebilla en su sitio, callando la alarma. La miré con cara de “puedes seguir porfa?” y respondió con un lametazo en la punta que me hizo cerrar los ojos por un instante. Los volví a abrir recordándome que estaba conduciendo por una autovía y que a 120 km/h cualquier distracción podía ser fatal. Pero la morena italiana que tenía mi polla en su boca no parecía muy preocupada por ello.
Cuándo se la tragó hasta la mitad y empezó a jugar con su lengua en mi glande pensé en parar en cualquier sitio para echarle un buen polvo. Pero no había arcén dónde parar y a las dos de la tarde, cualquier merendero o venta que pasábamos estaban llenos de coche y camiones, así que me decidí a disfrutar y conducir.
Se la sacaba y metía a un ritmo lento pero constante. Y un par de veces se la sacó para lamer mis huevos, embadurnándolos bien de saliva. Solo para volver a meterse mi polla en la boca. Mi mano izquierda estaba fuertemente asida al volante y mi derecha reposaba sobre su espalda, acariciándola.
Entonces pasó lo que mas temía, un coche se acercaba rápidamente por el retrovisor y estaba claro que nos iba a adelantar. Le avisé, y rápidamente se recompuso volviendo a su posición habitual, con un gesto que me derritió se recogió la saliva de la comisura de los labios.
La familia que nos adelantó no nos prestó la más mínima atención y nosotros no podíamos parar de reír. Cuando el coche nos hubo pasado le acaricié con ternura la mejilla, y ella se dejo hacer como una gatita mimosa. Pero mi caricia se convirtió en algo más cuando avancé hacia su nuca y con una ligera presión la conduje hacia mi todavía desnuda entrepierna. No se hizo esperar y se lanzó con renovadas ganas sobre mi polla. Con mi mano enredada en su pelo sin empujar, pero acompañando el movimiento no pude más que estremecerme mientras sus labios subían y bajaban alrededor de mi polla. Pero parece que no me querían dejar disfrutar, otro coche estaba por adelantarme en aquella vacía carretera, pero yo estaba disfrutando demasiado de como mi chica me chupaba la polla, y no quería que parara, así que no le dije nada y aferré con más fuerza su pelo y el volante. Cuando la pareja del Seat gris estuvo a nuestro lado la copiloto miro hacía mi e hizo un gesto extraño, así que frené un poco para que nos adelantaran rápido. Vi como miraban para atrás. Pero nada más. Estas maniobras extrañaron a mi copiloto, que detuvo su mamada, pero sin levantarse de mi regazo y con la polla todavía junto a su boca preguntó
— Che succede?
—Nada nada, tranquila. Sigue por favor...Ya estoy cerca.
Beso la punta de mi pene y me miro con esos ojos verdes, que yo siempre le decía que eran marrones para molestarla.
— Si? Ti vuoi venire? — Otro beso— Vuoi venire in bocca?
No me dio tiempo a responder cuando se la volvió a meter en la boca y aceleró el ritmo de la mamada. Me la chupaba con fuerza, aspirando hacia dentro, a la vez que con su mano recorría el resto de polla que no alcanzaba a meterse. A mi el placer me estaba matando y empecé a a acelerar sin darme cuenta. Un impulso me recorrió la espalda. Ella lo notó y se la sacó lo justo para desencadenar mi placer con ese maravilloso acento.
— Dai vieni in bocca! Dai!
Y se la volvió a meter justo para sentir como mis lechazos se liberaban en su boca y como los recogía con la lengua. No detuvo su masturbación hasta que mi polla dejo de escupir leche. Y sin sacársela empezó a tragar.
El coche se me había puesto a 140 y las piernas me temblaban. Frené para besarla con pasión, sintiendo el sabor salado de sus labios 10 minutos después llegamos al típico atasco a la entrada norte de la ciudad y al desvió al aeropuerto. Fue el colofón perfecto para un fin de semana espectacular.
Me hubiera gustado que aquello no terminara ahí. Y después de aquello hubo otros momentos interesantes. Pero eso, ya es otra historia.