Autosecuestro fallido III

Empiezo a vivir cosas que nunca imaginé. La humillación se vuelve insoportable.

Mientras estuve en el baño me reclamé mi estupidez y mi inocencia. Yo sola me había puesto una trampa de la cual solamente saldría cuando mi papá pagara o cuando los tipejos se cansaran de mí. Me aguanté las ganas de llorar, no quería que Roque me viera débil.

Cuando salí Roque me ordenó:

  • ¡A ver puta, baila!
  • ¿Cómo?, pregunté sin entender muy bien lo que quería.
  • ¿Cómo que cómo? ¡Pues moviendo el culo, pendeja!, ¡Ándale, baila que quiero ver como meneas el culo y las tetas!
  • Pero es que yo no sé…
  • ¡Ah que la chingada!, dijo Roque molesto levantándose, ¡me vale madres lo que sepas o no, obedece o te pongo unos chingadazos!
  • ¡Está bien, está bien!, dije temerosa ¿Qué quieres que baile?
  • ¡AMO, pendeja, dime AMO!
  • ¡Si, si! ¡Amo! ¿Qué quiere que baile amo?, dije sintiendo miedo al verlo enojado.
  • A ver te voy a poner música, dijo él dirigiéndose a la lap top más tranquilo.

Roque puso reguetón. Es la música que más odio en la vida. Le iba a decir eso, pero supe que si me negaba podría irme mal, así que empecé a bailar la cochina canción que hablaba de un tipo que tenía sexo con varias y demás cosas tontas y denigrantes.

  • ¡Anda perra, perrea, perrea!, me gritó el Roque mientras el Tanque solo me veía con morbo.

Tuve que regocijarlos dándoles la espalda mientras movía las nalgas, colocando las manos en las rodillas y colocándome casi en cuclillas. Me di cuenta de que tengo facilidad para ese tipo de baile, aunque no me gusta.

Cuando estaba a punto de terminar la canción Roque puso otra y luego otra y otra, sin dejarme descansar. Desde la segunda canción él me dio órdenes de qué hacer:

  • ¡Las manos en las nalgas puta!, ¡Ábretelas!

Yo obedecía sintiéndome humillada, pero sabiendo que me tenían en sus manos y que si no lo hacía sería mi fin.

  • ¡Ahora de frente puta! ¡Agárrate las tetas!, ¡Muévelas!, ¡Chúpatelas!
  • ¡Ahora coloca las manos atrás en el suelo!, ¡Abre las patas!, ¡Enséñame la panocha!, ¡Eso es, que bien lo haces puta, se nota que tienes experiencia!
  • ¡Una mano en la panocha!, ¡Acaríciate el chocho!, ¡Eso perra!

Yo seguí todas sus instrucciones y noté como a ambos se les levantaba el bulto debajo del pantalón. No me agradaba que se estuvieran excitando porque seguramente me violarían de nuevo.

De repente sonó la bocina característica de las motos de los repartidores de pizza. Roque detuvo la música, le dio dinero al Tanque y le dijo:

  • Ve por la pizza.

Cuando el Tanque estaba a punto de salir, Roque esbozó una sonrisa maligna y le dijo:

  • Espera, tengo una idea. Dame el dinero y haz que entre el repartidor.
  • Pero… dijo el Tanque viéndome, como queriendo darle a entender a Roque que el repartidor me vería.
  • Tu ve, yo sé lo que hago, dijo Roque.

El Tanque salió no muy convencido y mientras Roque me habló:

  • Mira putilla, ahorita que entre el repartidor te le vas a ofrecer así como estás y quiero que lo dejes bien caliente.
  • Pero…
  • ¡Nada de peros!, recuerda que harás lo que te diga.

Una luz se encendió en mi cerebro; pensé que tal vez podría pedirle ayuda al repartidor y decirle que me tenían secuestrada para que él avisara y todo pareciera real. Así las autoridades atraparían a Roque y El Tanque y nadie les creería que yo planeé mi secuestro.

  • Párate ahí y pon las manos atrás, me ordenó Roque señalando el centro de la habitación.}
  • Cuando entre el tipo caminas sensualmente hacia él. ¿entiendes?
  • Si amo, respondí.

Obedecí y me paré con las piernas un poco abiertas y las manos en la espalda. El tanque entró seguido por el repartidor de pizzas; un muchacho moreno y gordito de unos 18 o 19 años que abrió los ojos como platos al verme totalmente desnuda, mostrándome sin ningún pudor. Traía su casco en la mano y puesto el uniforme que les dan en la pizzería.

  • Son ciento… este…, balbuceó el chico
  • ¿Qué pasa?, le dijo Roque
  • No, nada, es que… tartamudeó el muchacho sin dejar de verme.
  • ¿Te gusta?, preguntó Roque

Yo empecé a caminar como felina, una pierna delante de la otra, con mirada coqueta y sonrisa provocadora. Noté que al chico se le levantaba el bulto también.

  • Yo, este…
  • Tranquilo muchacho, ¿quieres tocarla?, le dijo Roque.
  • Pues… si, dijo él.

Yo me detuve un segundo, no esperaba que Roque me ofreciera al chico, pensé que solo se burlaría de él y ya.

  • Pues tócala, dijo Roque
  • ¿De verdad?, preguntó el chico sonriendo nervioso.
  • Sí, es más, manoséala si quieres, tócale las tetas y las nalgas, ella no se resistirá, ¿verdad perra?, indicó el infeliz de Roque.
  • No amo, no me resistiré, tu mandas amo, dije tragando saliva

El chico se acercó a mí y estaba a punto de tocarme cuando Roque le habló de nuevo:

  • ¡Oye, espera!, pero si tocas a mi puta, la pizza es gratis, ¿vale?

El chico dudó un segundo, pero viéndome de arriba abajo contestó:

  • ¡Vale!

Entonces colocó sus manos sobre mis tetas, yo cerré los ojos, eché la cabeza hacia atrás y, muy a mi pesar, coloqué mis manos atrás para que el muchacho pudiera tocarme a gusto aguantándome las lágrimas por la humillación.

El muchacho tocó mis senos como con cierto temor, entonces Roque lo arengó:

  • ¡Sin miedo amigo, tócala con ganas, a ella le gusta!

Al oír eso, volteé a ver a Roque con mirada de enojo, pero él me vio con su sonrisa burlona levantando una ceja y entendí que tendría que seguirle el juego.

  • ¿De verdad te gusta?, me preguntó el chico.
  • Si, toca, no seas tímido, contesté simulando una falsa sonrisa, tragándome mi orgullo y soportando la humillación.

Entonces el chico se destapó; me acarició las tetas un rato con ambas manos para luego bajarlas y tocarme las nalgas con una mientras la otra buscaba mi chocho. Abrí los ojos muy grandes y miré a Roque en señal de reclamación. Él y El Tanque solo miraban divertidos como se divertía el muchacho manoseándome.

El dedo del muchacho tocó mi clítoris y en una reacción instintiva di un pequeño brinco hacia atrás. El chico se quedó quieto, como apenado. Yo tragué saliva y volví a acercarme a él para que continuara. Él sonrió y volvió a poner una mano en mis nalgas mientras colocaba la otra en mi clítoris y empezaba a moverlo. Tal vez en otras circunstancias me habría agradado y hasta lo hubiera gozado, pero en ese momento estaba demasiado nerviosa para excitarme.

Roque dijo:

  • ¡Eh chico! ¿Cuántas pizzas nos regalas si esta puta te mama la verga?
  • ¿EN SERIO?, dijo el chico emocionado.
  • ¿QUÉEEEE?, grité yo sin pensar, reclamando lo que Roque decía.
  • Es muy buena mamador, la chupa bien rico, ¿verdad?, dijo Roque dirigiéndose a El Tanque.
  • Si ca’. Da unas mamadas bien sabrosas, dijo este último.
  • ¡OIGAN!, dije yo reclamando, no estaba dispuesta a chuparle la verga al repartidor de pizzas. Una cosa era que me tocara y otra que yo se la chupara.
  • Pues… no sé…unas cinco, dijo el chico.
  • ¡Oye! ¿Qué te pasa?, ¿Acaso crees que te la voy a chupar por cinco mugres pizzas?, ¡estás loco!, reclamé sin darme cuenta que me estaba humillando a mí misma.
  • No cabrón, esta puta es fina, dijo Roque, además sus mamadas son de diez.
  • Bueno, diez entonces, dijo el muchacho riendo.
  • ¡Veinte!, dijo Roque
  • ¡Quince!, dijo el chico.
  • ¡Va!, dijo Roque alzando una cerveza como cerrando el trato.

Mientras ellos se ponían de acuerdo en el precio de mi mamada, yo me había alejado mostrando mi total rechazo.

  • ¡Anda puta, ven a chupárselo!, dijo Roque mientras el chico se bajaba el pantalón y la trusa, mostrando un negro gordo pene erecto, de tamaño regular.

Iba a negarme, pero recordé las amenazas de Roque y supe que tendría que obedecer, haciendo de tripas corazón, tragué saliva y mi orgullo y acercándome al repartidor contesté:

  • Si amo.

El muchacho volteó a ver a Roque, asombrado de que yo le hubiera llamado “amo”. Seguramente pensó: ¡Este es cabrón, mira la esclava que tiene!

Me hinqué frente al chico, cerré unos segundos los ojos, respiré hondo, abrí los ojos y tomé la verga enhiesta entre mis manos. Comencé a masturbarlo despacio, sin atreverme a meterlo en mi boca, pues de por sí ya sentía yo mucho asco tan solo de tocarlo, imaginé que si lo chupaba me vomitaría. Entonces él me tomó de la nuca y me acercó a su miembro. Sin más remedio cerré los ojos y abrí la boca; guie el horrible pene y lo introduje en ella. Me aguanté el asco que me ocasionaba y empecé a mamarlo despacio.

  • ¡Ah!, suspiró el chico.
  • Míralo a los ojos, me ordenó Roque

Levanté la mirada y lo que pude ver fue el abultado vientre del muchacho y apenas parte de su cara, se había agachado un poco para que sus ojos se encontraran con los míos.

  • Mámasela sin dejar de verlo, ordenó Roque mientras comía un pedazo de pizza.

Obedecí y seguí chupando la verga del repartidor, que solo atinaba a gemir un poco y de repente cerraba los ojos.

  • ¡Ah sí, así, que rico la chupas!, dijo el muchacho en un momento.
  • ¡Chúpale los huevos!, ordenó mi amo.

Lamí los testículos del muchacho y toda su verga, pasando mi lengua despacio por todo lo largo del miembro hasta llegar a sus huevos y de regreso. Hice eso varias veces y luego volví a meter el pene en mi boca y seguí mamándolo como sabía que le gustaba a Adrián.

Mientras le chupaba la verga al chico, estando hincada, desnuda y observada por mis dos captores pensé en lo estúpida que había sido para llegar a esa situación, como por un capricho estúpido y por querer sacarle dinero a mi papá estaba siendo humillada de esa forma. Cómo era que yo, una chica muy guapa y de magnífico cuerpo, de buena posición social, bien educada, que siempre había estado en buenas escuelas y había tenido lo que quería, estaba mamando el miembro de un simple repartidor de pizza desconocido, en una casucha de una colonia popular, siendo vista por dos tipejos que ya me habían violado y a los que tenía que obedecer en lo que me ordenaran, porque se habían convertido en mis amos.

Durante el tiempo que pensé todo eso, seguí chupando la verga del chico y de repente sentí como él comenzaba a sentir espasmos y de su gorda verga empezaron a brotar chorros de semen. Intenté sacar su miembro de mi boca y alejarme para no tragarme su semen, pero él me sostuvo de la nuca con fuerza, impidiéndome alejarme y no pude sacar su verga de mi boca por más que lo empujé, por lo que tuve que tragarme todo el asqueroso líquido. De cualquier manera, escuché como Roque me ordenaba:

  • ¡Trágatelo todo perra, no dejes nada!

Después de un rato en el cual sentí que me ahogaba con el viscoso líquido, por fin me soltó y pude alejar mi boca de su cochino miembro. Un hilillo de semen quedó unos segundos colgando desde su pene hasta mi barbilla. Tosí y respiré hondo, me llegaron unas arcadas que tuve que aguantar.

El chico se subió la trusa y el pantalón y se dirigió a la puerta. Roque le sonrió y le dijo:

  • Mañana vienes y me traes mi pizza.
  • Aquí estaré puntual, dijo el chico.

Él se fue; y yo me había quedado hincada, sintiéndome humillada. De repente sentí como El Tanque me levantaba de las axilas. Sin comprender que sucedía, volteé a ver a Roque, que dijo:

  • La mamada que le diste al chavo nos excitó perra, así que ahora te vamos a dar…
  • ¡No, no, esperen!, dije
  • ¡Silencio!, ¡Recuerda que eres nuestra puta, así que prepárate!, dijo Roque mientras se quitaba los pantalones.

El Tanque, que ya se había quitado el pantalón y la trusa, se había sentado en la silla y me había llevado junto con él; me tomó de las piernas y me hizo abrirlas; con maestría me hizo sentarme de tal forma que me clavé en su verga parada.

  • ¡Auch!, me quejé al clavarme sin ningún calentamiento previo.
  • Cállate y muévete, me ordenó El Tanque.
  • Pero…
  • ¡Obedece!, dijo él mientras me pellizcaba ambas tetas.
  • ¡Aaaay! ¡Si señor!, respondí sin poder hacer nada para defenderme.

Comencé a moverme, haciendo que la verga de El tanque entrara y saliera de mi panocha totalmente seca. Tuve que aguantar el dolor mientras él me lamía las tetas.

  • ¡MMMMGGGH!, me quejé en silencio.
  • ¡No te quejes perra!, me dijo Roque
  • ¡Di que te gusta!, me ordenó El Tanque

Quise desobedecer, pero recordé mi promesa y recordé que estaba en sus manos y pensé que si me negaba seguramente recibirían algún castigo cruel.

  • ¡Me gusta!, dije sin emoción.
  • ¡Así no puta!, me gritó El Tanque al mismo tiempo que me pellizcaba las tetas, ¡Qué parezca real!
  • ¡ME GUSTA, ¡ME GUSTA, ¡MÁS, ¡MÁS ASÍ, ¡ASÍ, PAPITO DÁMELO TODOOOOOO!, grité recordando cómo le gustaba a Adrián que le gritara de placer.
  • ¡Eso es!, dijo triunfante El Tanque, ¡Sigue!
  • ¡ASÍ, ¡ASÍ, ¡MÉTEMELO TODO PAPITO, ¡CÓGEME DURO, ASÍ PAPIIIIII!, grité para complacerlo.

El Tanque metió un dedo en mi culo mientras me ordenaba que siguiera gritando como si estuviera sintiendo mucho placer. Yo obedecía aguantando el dolor que me causaba su salvaje penetración vaginal y la humillación de que me “dedeara”.

Durante un buen rato El Tanque estuvo satisfaciéndose conmigo, y todo ese tiempo me hizo que gritara aparentando que lo estaba gozando.

De repente él se detuvo y me hizo levantarme. Se acostó en el duro suelo del lugar y señalando su miembro duro me ordenó:

  • ¡Súbete!

Yo obedecí sin chistar, recordando mi pacto con los desgraciados.

  • ¡Muévete y grita de placer puta!, me ordenó mientras me acariciaba las tetas.
  • ¡AH, ¡SI, ¡AH SI, ¡ASÍ, ¡ASÍ PAPITO, CÓGEMEEEEE!, grité fingiendo un placer inexistente.

Estuve dándome sentones en la verga dura de El Tanque, gritando con placer fingido durante unos segundos mientras él me sobaba las tetas. De repente me tomó de los hombros y me jaló hacia él, haciendo que mis tetas tocaran su pecho y mis manos quedaran en el suelo. El Tanque me abrazó y entonces sentí la verga de Roque colocándose en la entrada de mi ano. Iba a protestar, pero recordé de nuevo lo pactado y solo hice un pequeño ruido gutural:

  • ¡NNNGGGHHH!
  • Espera perrita, ya te la meto, me dijo Roque mientras empujaba su gorda verga, penetrando mi culo, produciéndome un fuerte dolor.

Poco a poco me fue empalando hasta que tuve hasta adentro las dos vergas de los desgraciados. El Tanque dejó de abrazarme y me dijo al oído:

  • Quiero oír fuerte tus gritos de placer puta

Entonces ellos comenzaron a meter y sacar sus miembros con una fuerza tal que hicieron que me brotaran lágrimas de dolor. Abrí la boca para quejarme, pero tuve que hacer lo que me pedían:

  • ¡AAAAAAHHHH, AAAAAHHHH, ¡Q-QUE RICOOOOO, AAAAHHH, ME ENCANTAAAA!
  • ¡Sigue perra, sigue, no pares!, me ordenó Roque
  • ¡ASÍ, ¡ASÍ, ¡MÉTANMELO LOS DOS, ME ENCANTA QUE ME COJAN POR LOS DOS LADOS!, ¡ASÍ, ¡MÁS, PÁRTANME EN DOS!, ¡CÓGEME DURO PAPI!
  • Eso es perra, sigue así, me decía Roque.
  • ¿De verdad te gusta, no putita?, dijo El Tanque.
  • ¡SI, ¡SI, ¡ME ENCANTA QUE ME LA METAN POR TODOS LADOS, ¡QUE ME COJAN ENTRE LOS DOS, DÉNME DURO POR FAVOR!, grité solo para complacerlos y que no me castigaran.

Después de un buen rato en que los dos me estuvieron cogiendo por ambos lados, obligándome a gritarles que me gustaba lo que me hacían, El Tanque se vino dentro de mí, gritando:

  • ¡AH, ¡SI, PUTAAAAAA, ESO ESSSS!
  • ¡SALTE POR FAVOR, NO TE VENGAS ADENTRO!, grité desesperada, pero ya era demasiado tarde.

Sentí los chorros de semen entrando en mí sin poderlo evitar, traté de moverme para sacar el miembro de El Tanque de mí, pero al tener a Roque encima me fue imposible.

El miembro de El Tanque se hizo flácido y se movió para salirse de debajo de mí; Roque me movió un poco y él se arrastró para salir. Después Roque me hizo ponerme en cuatro y de igual forma, volvió a meterme su dura verga hasta el fondo de un empujón por el ano.

  • ¡Qué rico culo tienes perra!, me dijo.

Yo no contesté, cerré los ojos y esperé para que me violara a su gusto.

  • ¡Grita puta!, me ordenó Roque.
  • ¡AH, ¡AH, ¡AH, ¡SI PAPITO, ¡MÉTEMELO TODO, ME ENCANTA QUE ME DES POR EL CULO!, grité para complacerlo.
  • ¡Eso es!, dijo él y siguió metiendo y sacando con fuerza desmedida su miembro.

Me violaba con tanta fuerza que yo sentía que me iba a partir en dos y me ardía el culo; mis pechos se bamboleaban con cada empujón que me daba. Yo tenía la cara hacia abajo y mi cabello caía sobre ella. Roque me ordenó:

  • ¡Levanta la cara perra!

Lo hice sin abrir los ojos y él me quitó el cabello de enfrente. Volvió a colocar sus manos en mis caderas y continuó cogiéndome por el culo.

  • ¡No dejes de gritar perra!, me ordenó.
  • ¡AH SI PAPI, ¡SI DÁMELO TODO, ¡CÓGEME POR EL CULO, MÉTELO TODO…!

El desgraciado Roque siguió cogiéndome y obligándome a gritar como si me gustara. Fue un tiempo eterno para mí; me dolió la garganta de gritar fingiendo placer, hasta que Roque sacó su verga de mí y mientras soltaba grandes chorros de semen en mis nalgas y mi espalda gritó:

  • ¡AAAAAAH, ¡ESO ESSSSS, ¡ESO ES PUTAAAA, AAAAAHHHHH!

Roque se levantó dejándome tirada, desmadejada, adolorida, cansada. Me dolía la garganta y moría de hambre y sed. El Tanque me aventó un pedazo de pizza al suelo y me dijo:

  • Come
  • ¡Oye!, reclamé, ¿acaso pensaba que yo me iba a comer un pedazo que tocó el suelo?
  • ¿QUÉ?, me gritó El Tanque desafiante.
  • Nada… dije temerosa.

Tomé el pedazo de pizza, me levanté y me iba a sentar a la mesa a comer cuando Roque me preguntó:

  • ¿Qué haces?
  • Voy a comer, le contesté con naturalidad.
  • No, no, no -me dijo- las perras como tú comen en el suelo, no junto a sus amos.
  • ¡Pero…!
  • ¡Pero nada!, ¡Al suelo perra!, me gritó Roque.

Aguantándome el coraje y las ganas de llorar, me senté en el suelo dándole la espalda a Roque y El Tanque que comían sentados en la mesa y comí la rebanada de pizza.

  • Oye perra, tráeme una cerveza, dijo Roque.
  • Si amo, dije apretando los dientes.

Me levanté y caminé hacia un paquete de cervezas que había en el suelo; supe que los desgraciados me miraban porque sin ninguna pena comentaron:

  • De verdad que está bien sabrosa.
  • Si cabrón, y la tenemos para nosotros toda la pinche semana.

Tragué saliva, pero no dije nada, solo pensaba en lo estúpida que había sido al meterme yo sola en ese problema y en cómo le haría para salir bien de ello.

Me agaché para tomar una cerveza y ellos comentaron:

  • ¡Ah cabrón, que rico culo, estás de verdad buena puta!

No dije nada, saqué la cerveza, me volteé y caminé hacia ellos.

  • ¡También me encantan tus tetas!, dijo El Tanque
  • ¡Brinca puta!, me ordenó Roque

De nuevo tragué saliva y comencé a brincar hacia ellos.

  • ¡Mira nada más!, dijo Roque

Al llegar a la mesa vi que no había ninguna rebanada de pizza y pregunté:

  • ¿Se acabó la pizza?
  • Si, estaba rica ¿por qué?, ¿querías más?, ¡me hubieras dicho!, dijo Roque burlonamente.
  • Es que tengo mucha hambre.
  • Híjole, pues solo que comas del pan que sobró porque no hay otra cosa.
  • También tengo sed.
  • Ahí hay agua en el baño.
  • Pero es que…
  • Si quieres puta, si no, aguántate.

Llorando de impotencia y coraje me dirigí al baño y entonces escuché mi propia voz gritando:

  • ¡ME GUSTA, ¡ME GUSTA, ¡MÁS, ¡MÁS ASÍ, ¡ASÍ, PAPITO DÁMELO TODOOOOOO!,
  • ¡ASÍ, ¡ASÍ, ¡MÉTEMELO TODO PAPITO, ¡CÓGEME DURO, ASÍ PAPIIIIII!
  • ¡AH, ¡SI, ¡AH SI, ¡ASÍ, ¡ASÍ PAPITO, CÓGEMEEEEE!, grité fingiendo un placer inexistente.
  • ¡AAAAAAHHHH, AAAAAHHHH, ¡Q-QUE RICOOOOO, AAAAHHH, ME ENCANTAAAA!
  • ¡ASÍ, ¡ASÍ, ¡MÉTANMELO LOS DOS, ME ENCANTA QUE ME COJAN POR LOS DOS LADOS!, ¡ASÍ, ¡MÁS, PÁRTANME EN DOS!, ¡CÓGEME DURO PAPI!
  • ¡SI, ¡SI, ¡ME ENCANTA QUE ME LA METAN POR TODOS LADOS, ¡QUE ME COJAN ENTRE LOS DOS, DÉNME DURO POR FAVOR!,
  • ¡AH, ¡AH, ¡AH, ¡SI PAPITO, ¡MÉTEMELO TODO, ME ENCANTA QUE ME DES POR EL CULO!, grité para complacerlo.
  • ¡AH SI PAPI, ¡SI DÁMELO TODO, ¡CÓGEME POR EL CULO, MÉTELO TODO…!

Me di cuenta de lo que había pasado: los infelices me habían grabado y me habían hecho gritar para que pareciera que me gustaba hacerlo con ellos. Regresé corriendo a la mesa en la que Roque y El Tanque manipulaban un video.

  • ¡PERO…! ¿QUÉ HACEN?, ¿ME GRABARON?
  • Si perrita, dijo Roque sonriendo burlonamente,
  • ¿Pero por qué?
  • Para que no te quieras pasar de lista mamacita, y para tenerte cuando queramos. Si no nos obedeces estos videos irán a parar a la web. Mira que bien se ve tu cara gozando perra.
  • ¡NO! ¡MALDITOS!, dije y me abalancé sobre la lap top tratando de destruirla.

Roque apartó la máquina, evidentemente sabían cómo iba yo a reaccionar. El Tanque se levantó, me rodeó y me sujetó desde atrás pasando un brazo alrededor de mi cuello y torciéndome un brazo en la espalda.

  • ¡AAAAUUUUCHHH!, grité de dolor. ¡ME LO VAS A ROMPER, SUÉLTAME!, le dije mientras trataba de zafarme.
  • ¡QUIETA PUTA!, me gritó El Tanque impidiendo que me moviera.
  • ¡Qué pendeja eres! -dijo Roque colocándose enfrente de mí- Tan bien que estabas y tan bien que la hubiéramos pasado perrita, continuó mientras me apretaba las tetas.
  • ¡Pero es que me estaban grabando!, reclamé.
  • ¡Ya cállate!, dijo El Tanque mientras apretaba mi cuello con su fuerte brazo.
  • ¡GGGGGGGGHHHH!, me quejé.
  • Qué pena, dijo Roque, ahora tendremos que regresar a lo de antes.
  • ¡GGGGGGGGHHHH!, volví a decir tratando de pedir perdón, pero ya no me escuchaban.

Roque tomó unas cuerdas, se colocó detrás de mí, juntó la mano que yo tenía suelta con la que me sujetaba El Tanque y procedió a amarrarme. Luego El Tanque me llevó hasta la mesa y me empinó en ella. Entonces Roque me mostró un cinturón, se colocó detrás de mí y soltó un fuerte cinturonazo en mis nalgas.

  • ¡AAAAAIIIIIIGGGGHHHHH!, grité de dolor.
  • ¡Muy bien perra, ahora quiero que grites de dolor y que supliques y que le pidas a tu papito que mande el dinero o te vamos a violar cada que se nos antoje!
  • ¡Noooo, por favor, no!
  • ¡Grita hacia la cámara y pídele a tu papá que te salve!, me ordenó
  • ¡AAAAAYYYYY!, ¡PAPÁA AAAAAAAAHHHHHH, ¡AYÚDAME, DICEN QUE SI NO LES DAS EL DINERO ME VAN A VIOLAR!, ¡SÁLVAME POR FAVOOOOOR!
  • ¡Eso es!, dijo Roque satisfecho.

Yo supuse que al hacer lo que pedían pararían el castigo, pero no fue así, Roque siguió dándome cinturonazos mientras me decía:

  • ¡Para que aprendas a obedecer perra! ¡Y para que entiendas que vamos a hacer contigo lo que se nos de la chingada gana!
  • ¡AAAAAAYYYY, ¡YA NO POR FAVOOOOR, AAAAAYYYY, BASTAAAA!

El castigo duró un buen rato, hasta que Roque se cansó de pegarme. Le dijo a El Tanque:

  • Ya llévala a su cuarto,
  • ¡Por favor!, ¡tengo sed!, dije llorando.
  • Dale agua, dijo Roque.

No vi la expresión de El Tanque, pero me imagino que sonrió malévolamente mientras me llevaba casi a rastras al baño.

Entramos al baño y El Tanque me tomó de la nuca; me empujó con fuerza metiendo mi cabeza en al tambo de agua sucia mientras me decía:

  • ¡Anda, toma agua puta!
  • ¡Glog, glog!, sentí que me ahogaba pues me tomó desprevenida.

Él me sostuvo un rato en esa forma, yo pataleaba y me agitaba pues no podía respirar. Luego me sacó del tambo con el agua escurriendo en mi cabello y mi cara y me dijo:

  • ¿Quieres más?
  • ¡NO, POR FAVOR!, grité jalando aire desesperada.

El desgraciado volvió a meter mi cabeza en el tambo, me sostuvo un rato y otra vez pataleé desesperada al sentir la falta de oxígeno.

Después de un rato me sacó y volvió a preguntar:

  • ¿Quieres más?
  • ¡NO, ¡YA NO POR FAVOR, YA NO!, grité mientras escuchaba mis propios gritos “de placer” en la lap top que veía Roque.
  • ¿Ya no qué?, preguntó El Tanque.
  • ¡Ya no me metas al tambo, por favor!

El infeliz volvió a repetir la operación, y mientras me ahogaba alcancé a escuchar que me decía:

  • ¡Ya no SEÑOR, por favor!

Cuando me sacó, ya había yo entendido.

  • ¿Quieres más?
  • ¡NO SEÑOR, YA NO POR FAVOR!
  • Muy bien putita, dijo y me sacó del baño.

El Tanque me llevó al cuartucho que me habían asignado y encendió la luz, como la noche anterior, me aventó a la sucia cama. Me quedé boca abajo esperando que se fuera, pero escuché e ruido de los grilletes.

  • ¡No, por favor, señor, no me los ponga!, supliqué volteándome boca arriba.
  • Lo siento, no confiamos en ti, me respondió

Me colocó los grilletes de igual forma que la vez anterior, sin que yo pudiera hacer nada. Luego se fue, apagando la luz al salir, dejándome de nuevo en completa oscuridad. En cuanto salió lloré desconsolada. Mi situación era terrible, estaba desnuda, atada, con un grillete en el pie, sucia, llena de semen, son hambre y sed, adolorida y hecha una piltrafa. Pero lo que más me dolía era que fue mi idea la que me llevó ahí.

Una ola de pensamientos invadió mi mente: ¿De verdad Adrián sabría todo?, ¿Él habría aprobado la violación de los desgraciados o ellos se estaban aprovechando sin que ni él ni Daniel supieran nada? No dejaba de pensar también en que Daniel le había contado a Roque que me había acostado con él y que hacíamos tríos con Adrián. ¿Sería cierto?

Afuera del cuarto escuché la grabación de mis gritos “de placer” repitiéndose una y otra vez. No pude dejar de llorar. No supe a qué hora me ganó el cansancio y me quedé dormida.

Desperté al sentir que alguien me acariciaba. Al abrir los ojos me di cuenta de que un hombre estaba encima de mí, besándome el cuello y acariciando mi cuerpo. Iba a gritar, pero me tapó la boca. Sentí como me obligaba a abrir las piernas y sin ningún miramiento, igual que la noche anterior, me metió su verga de un solo golpe hasta el fondo de mi vagina, provocándome un intenso dolor que me hizo quejarme:

  • ¡MMMMMPPPPFFFF!

Esta vez no dijo nada, pero estaba pestilente a sudor otra vez.

El desgraciado me violó a placer; se aprovechó de mi total vulnerabilidad. Me dolía tanto que no pude dejar de quejarme:

  • ¡MMMMMMMNNNNNNNGGGGGGG! ¡MMMMFFFF, MMMMFFFF, MMMMFFFF!

El violador nocturno repitió lo de la noche anterior: mientras me violaba me estrujaba una teta y con la boca me mordisqueaba la otra. Yo no aguantaba el dolor, deseaba morirme, no podría aguantar lo que me hacían mis captores más lo que me haría este desgraciado cada noche. Trataba de adivinar quién era, pero no lo reconocía.

Después de un buen rato de estarme violando el infeliz se detuvo con su verga aún dentro de mí. Me dijo al oído:

  • Te voy a destapar la boca, pero si gritas te mato.

No dije nada, traté de reconocer la voz, pero fue imposible.

El desgraciado sacó su verga dura de mí, me hizo acostarme de lado en la cama y se colocó detrás de mí, de inmediato supe lo que vendría. El maldito me dijo al oído en voz muy baja:

  • Ni un ruido o te mueres.

Cerré los ojos y sentí como su verga se colocaba en mi ano adolorido; él empezó a empujar metiéndola poco a poco, yo me mordí los labios y me quejé tratando de no hace mucho ruido:

  • ¡MMMMJJJPPPP!
  • ¡Shhhh!, me calló.

Metió su verga hasta el fondo, provocándome un gran ardor y empezó a entrar y salir despacio, de manera que me desesperaba, pues yo deseaba que acabara lo más pronto posible.

Después de un rato el infeliz empezó a meterlo y sacarlo con fuerza, provocándome más dolor. Me mordí los labios y apreté los puños aguantando los embates del infeliz violador.

No supe cuánto tiempo fue, pero se me hizo eterno, hasta que por fin el desgraciado se vino, soltando su asqueroso líquido dentro de mí sin que yo pudiera evitarlo. Ya ni me quejé, supe que era inútil.

El infeliz sacó su verga y sentí como escurría su cochino semen embarrándome las nalgas. Se levantó y, como la vez anterior, se fue, cerrando la puerta detrás de sí y poniéndole llave.

Me quedé en la misma posición, no sabía que pensar, estaba desolada. Otra vez no supe a qué hora me venció en cansancio y me dormí.