Autosecuestro fallido I

De mala manera mis amigos me enseñaron que no se debe confiar en nadie y menos cuando se trata de dinero y de sexo. Advertencia: Este relato contiene palabras altisonantes, sexo forzado y violencia. Si eres sensible a estos temas, te recomiendo que no lo leas.

Todo comenzó una tarde de verano en que me encontraba de muy mal humor porque mis padres habían hablado conmigo: me dijeron que, debido a que había bajado mucho mis calificaciones en la prepa e incluso había reprobado un par de materias, estaba castigada; no podría salir de antro, no podría ir con mis amigas, me quitaron la tarjeta de crédito y las llaves del auto. Solo podía ir de la casa a la escuela y de regreso. Todos los días mi papá me llevaría a la prepa y de regreso yo tendría que regresarme sola en transporte público ¡Eso era lo peor! ¡Soportar a la bola de nacos que usan el transporte público todos los días, guácala!

También me quitaron mi Smartphone y me dieron un celular chafa de la época de las cavernas. Todo esto hasta que mejorara mis calificaciones y aprobara las dos materias que debía.

Estaba fastidiada, una chica como yo, de 17 años, con ganas de divertirme y pasarla bien no estaba para dedicarme a la aburrida escuela.

Me enojé mucho y me encerré en mi recámara, no quería hablar con nadie; ni siquiera tenía Internet o Whatsapp para comunicarme con mis amigas, así que esa noche no hablé con nadie, pero fue cuando se me ocurrió lo que en ese momento me pareció un fabuloso plan.

Al día siguiente estuve seria con mis papás, pero ya no reclamé nada, no como el día anterior que todo fueron gritos y reclamos, no; ahora estuve callada y me porté bien. Le pedí a mi papá que me enseñara a usar el celular viejo y que me grabara su celular, el de mi mamá, el teléfono de la casa y los de su oficina para poder estar en contacto. Él me enseñó a usarlo y me dijo que ya había grabado los teléfonos necesarios.

Mi papá me llevó a la escuela y durante el trayecto me dio las indicaciones para regresar en el transporte público. No le dije nada, me quedé callada como si estuviera resignada a mi castigo.

Pero no lo estaba. En cuanto llegué a la prepa busqué a mi novio Adrián y le conté acerca de mi castigo; le comenté lo enojada que estaba y entre pucheros le dije que se me había ocurrido un plan para vengarme de mis padres y sacarles dinero, pero que necesitaba su ayuda y la de sus amigos.

  • Claro que te ayudo mi amor, ¿qué quieres que hagamos?
  • Que finjamos un secuestro

Adrián me miró asombrado

  • Pe…pero ¿cómo?
  • Es fácil, mira, hacemos como que alguien me secuestra y le sacamos dinero a mis papás y sirve que se dan cuenta de lo importante que soy para ellos y así no me volverán a castigar.
  • Okey, me late. ¿Qué tienes pensado? ¿Cuándo lo hacemos?
  • Hoy no porque me acaban de castigar y pueden sospechar. Vamos a hacerlo el viernes.
  • Pero el viernes íbamos a ir al antro…
  • Por eso, como ellos no me van a dejar ir, nos vamos, nos divertimos y cuando me llamen no contesto y más tarde les llamamos diciendo que me secuestraron y que quieren dinero.
  • Me late. Pero yo no les puedo llamar, me van a reconocer.
  • No menso, claro que no, tiene que llamar alguien que no conozcan. ¿Tú no conoces así gente pobre o delincuentes que nos pudieran ayudar?
  • No, yo no, pero creo que Daniel sí.
  • Pregúntale, pero discretamente.
  • Al rato que lo vea le pregunto.

Daniel es un amigo común, pero Adrián lo conoce desde que iban en primaria; viven en el mismo desarrollo habitacional y juegan fútbol juntos. Por eso son confidentes totales el uno del otro.

Volví a ver a Adrián más tarde y le pregunté que había dicho Daniel.

  • Dice que sí, pero que cobran caro, que mejor lo hagamos nosotros.
  • ¿Cómo nosotros?, pregunté sacada de onda.
  • Si, dice que sus papás tienen una casa a medio construir en San Ángel. Que ahí te escondamos unos días y que finjamos el secuestro. El que llamaría a tus papás sería Roque; pero desde un celular nuevo que vamos a comprar de prepago para que no sepan de quien es y como a él no lo conocen, no reconocerán su voz.

Roque es un tipo que siempre me ha parecido muy feo y morboso. Es alto y flaco; tiene una nariz muy grande, granos en la cara, dientes chuecos y unos ojos saltones que siempre me han molestado, pues siempre que me veía no disimulaba nada que yo le gustaba y casi me desnudaba con la mirada, aunque estuviera Adrián conmigo. Por eso estuve a punto de decirle a Adrián que él no participara, pero necesitábamos a alguien que hiciera las llamadas y que mis papás no conocieran, por eso no podían ser Adrián ni Daniel. Además era amigo de Daniel y él le tenía toda la confianza, así que supuse que estaba bien.

Me quedé pensando unos segundos. No me pareció mala la idea, pero me preocupaba que mis papás descubrieran todo.

  • Yo preferiría que lo hagan unos profesionales, le dije.
  • ¿Para qué? Si lo hacemos bien nadie se va a enterar y no tenemos que pagarle a nadie y todo el dinero sería para nosotros cuatro. Además no sabemos quiénes sean esos tipos; ¿Qué tal si no nos dan el dinero o te hacen algo, te matan o te violan?

Las palabras de Adrián me hicieron reflexionar. Tenía razón, no era conveniente ponerme en manos de unos tipejos que ni conocíamos y exponerme a esos peligros.

  • Tienes razón, vamos a hacerlo como ustedes dicen, le dije.
  • Bueno, tú actúa natural en tu casa; nosotros nos encargaremos de todo. ¿Va?
  • ¡Va!, le dije emocionada y me despedí de él dándole un profundo beso.

Apenas era martes, así que tenía que esperar para llevar a cabo el plan; me sentía ansiosa por desquitarme de mis papás.

Lo malo fue que ese día me tuve que subir al transporte público. Saliendo de la escuela Adrián me acompañó a tomar un microbús; yo me subí al que creía que iba hacia mi rumbo. El apestoso micro iba repleto; desde que subí tuve problemas porque no tenía idea de cuánto costaba el pasaje. Le pregunté al chofer y me dijo: “cinco pesos”. Eso le pagué y caminé por el pasillo hacia atrás.

Yo no sabía que no era conveniente llevar en el transporte público una pequeña minifalda como la que yo había escogido ese día ni una blusa tan pegada como la mía. Me di cuenta cuando el chofer se me quedó viendo con morbo mis torneadas piernas mientras yo le pagaba y luego al ir pasando por el pasillo para avanzar hacia atrás sentí como una mano me rozaba las nalgas; me volteé para ver quien había sido, pero no alcancé a descubrirlo. Tuve que soportar otras tres manoseadas hasta que llegué un poco después de la mitad del micro. Me paré junto a un asiento en el cual iba un tipejo como de unos cuarenta años que no hizo ni el mínimo esfuerzo por levantarse y cederme el asiento; por el contrario, disimuladamente empezó a colocar su hombro en mi entrepierna con el pretexto de que el vehículo brincaba mucho.

A esa edad yo ya tenía el cuerpo bien desarrollado, mis medidas son casi perfectas: 92-62-91. Tengo buenas tetas grandes y firmes, mis nalgas están bien paradas y redondas, mis piernas son torneadas y siempre las depilo muy bien. Tengo una pequeña cintura y soy de cara ovalada con ojos grandes y boca pequeña. Mi nariz es recta, muchos dicen que perfecta. Mi cabello es largo y castaño claro, pero yo lo teñía de rubio cenizo porque como mi rostro es moreno claro, me quedaba muy bien el cabello claro también. Mi cuerpo atraía mucho a los hombres de todas las edades.

Eso no era muy bueno en el micro, pues la bola de nacos que ahí viajaban se aprovechaba de mi novatez en el transporte público. Estaba parada tratando hacerme hacia atrás para evitar al mañoso que intentaba meter su hombro en mi entrepierna cuando de repente sentí como un tipo que pasó detrás de mí para ir hacia la parte de atrás metió su mano debajo de mi pequeña falda y me agarró completamente las nalgas. Enojada reclamé:

  • ¡Oye puerco, ve a agarrar a la más vieja de tu casa!
  • ¡En mi casa no se visten como putas!, me contestó el rufián que era un hombre como de unos treinta y tantos años, delgado pero muy feo. Lo peor fue que con su otra mano todavía me dio una nalgada.

Traté de pegarle, pero él se movió rápido y se bajó del transporte. Empecé a llorar del coraje, sobre todo porque los demás pasajeros en lugar de ayudarme o defenderme se rieron. Alguien dijo: “se visten como putas y quieren que las respeten”.

Ese viaje fue un suplicio pues poco después de que el infeliz viejo me manoseó, otro desgraciado se paró detrás de mí, este no me manoseó, pero me hizo sentir su miembro erecto. Se me repegaba y hacía movimientos sexuales como si me fuera a penetrar. Yo le daba de codazos, pero no lograba alejarlo, por el contrario, cada vez se me pegaba más. Luego sentí como metió una mano debajo de mi falda y de mi tanga; el infeliz intentó meter un dedo en mi panocha. Yo apreté las piernas con fuerza pero el desgraciado estaba prácticamente encima de mí y enfrente tenía yo al miserable que iba sentado y aprovechaba los empujones que me daba el que iba detrás para meter su hombro en mi entrepierna. Prácticamente no me podía mover, casi sentí que me violaban entre los dos. Para mi fortuna, en un frenón del microbús el marrano que estaba detrás de mí casi se cae y se alejó un poco; yo aproveché para moverme de ese lugar y recorrerme hasta la parte de atrás, no sin sentir varios manoseos en el camino; al parecer todos los hombres que iban en ese transporte eran unos puercos desgraciados.

Por fin llegué a mi casa. Estaba muy enojada, pero cuando vi a mis papás disimulé para que no se diera cuenta y no se imaginara mi plan.

  • ¡Hola!, saludé sonriendo falsamente y le di un beso a cada uno.
  • ¡Hola! ¿cómo te fue?, me preguntó mi papá.
  • Bien, gracias. Ahorita vengo, me voy a cambiar, les dije mientras me dirigía a mi recámara como todos los días.

Ya en mi recámara respiré hondo y me tranquilicé. Me cambié de ropa y me fui a comer con mis papás.

El miércoles y el jueves llevé jeans para evitar los manoseos de los viejos depravados del transporte público pero ni eso los detuvo, de todos modos me toquetearon por todos lados en el maldito micro que siempre iba muy lleno a esa hora y en el cual nadie me dejaba sentar. Todos son unos patanes.

Todo eso me lo aguanté para poder llevar a cabo la venganza en contra de mis padres. No niego que en un momento dado dudé acerca de continuar con el plan. Pero ya Adrián y sus amigos habían preparado todo y la idea había sido mías. Además seguía enojada por los castigos y cada que veía el celular chafa que me dieron me convencía más de vengarme.

Así pues llegó el viernes. Salimos de la escuela y Adrián me acompañó a la parada del micro para que nadie sospechara y por si mis padres preguntaban, todo mundo diría que me vieron irme con él y subirme al micro. De hecho me subí al transporte pero me bajé a los pocos minutos, en un lugar acordado previamente con mis amigos y mi novio. Caminé unas cuadras hasta llegar a un supermercado. En el estacionamiento me esperaba Daniel en un auto viejo que no era el suyo. Me subí cuidando que nadie me viera; lo saludé y él me dijo que le diera mi celular; se lo di y él lo apagó y lo guardó. Me dijo que era para que no me localizaran mis papás. Luego arrancó el auto y me llevó por varias calles desconocidas de una colonia popular durante un buen rato. Vi que nos alejábamos de la zona de San Ángel; eso no me dio buena espina y le pregunté:

  • ¿A dónde vamos?
  • A la casa que quedé con Adrián.
  • Pero él me había dicho que era en San Ángel.
  • ¡No, yo le dije que en San Felipe!
  • Pero es que él me dijo…
  • Se ha de haber equivocado, pero no te preocupes, yo le explico luego.

Se me hizo extraño, pero como Daniel es de toda la confianza de Adrián pensé que no habría problema. Yo había acordado con mi novio que no nos veríamos durante todo el tiempo que durara el falso secuestro excepto en el antro para no levantar sospechas.

El recorrido fue de casi una hora y media en el cual fuimos por calles y avenidas que yo jamás había oído ni visto. De repente Daniel detuvo el auto y me dijo:

  • Pásate para atrás y acuéstate en el piso.
  • ¿Para qué?
  • Para que nadie vea que llego contigo, no queremos testigos que puedan echar a perder todo.

Se me hizo lógico lo que me dijo y me pasé a la parte de atrás del auto. Me tiré en el suelo y Daniel me cubrió con una manta oscura, me dijo que no hiciera ruido y arrancó de nuevo.

Avanzamos todavía un buen rato y luego se detuvo de nuevo y apagó el carro.

  • Ya llegamos, no te muevas, me dijo

Yo no dije nada, lo escuché bajar del auto y tardó unos segundos, luego se volvió a subir y lo puso en marcha, sentí como subíamos una especie de rampa y entrábamos en algún lugar. Daniel apagó el auto, se bajó de nuevo y escuché como cerraba algo como unas puertas. Luego escuché que abrió una de las portezuelas del auto y me dijo:

  • Ya puedes salir.

Me descubrí y me levanté. Salí del carro sin la ayuda de Daniel. Él estuvo todo el tiempo muy serio y lejano y no me ayudó en nada.

Estábamos en una construcción de ladrillo humilde, con un patio con piso de cemento habilitado como cochera que tenía un techo de lámina de plástico amarilla y con herramientas, llantas, tambos y demás basura alrededor, junto a las paredes. Ahí había metido Daniel el carro. Él abrió una puerta metálica que daba hacia el interior de la casa. No me dijo nada, pero yo supuse que tenía que seguirlo. Lo hice y entramos al lugar. Era una casa sin acabados, con las paredes de ladrillo blanco desnudas, sin más muebles que un par de sillones viejos y sucios, una mesa de madera, cuatro sillas de madera también alrededor de la misma. Había un televisor viejo sobre un mueble pequeño de madera y había mucha basura y trapos en el suelo. Olía a mugre y aceite, como un taller mecánico o algo así.

Por fin Daniel habló:

  • Todo está arreglado, tú te vas a quedar aquí. Más tarde va a venir Roque y otro amigo a cuidarte y a traerte comida.
  • ¿Y tú? ¿Y Adrián?
  • Nosotros no podemos estar aquí, porque si alguien se entera se echa a perder el plan. Todo tiene que parecer real. Tú haz lo que te digamos y verás cómo le sacamos el dinero a tu papá y cómo no te vuelve a castigar.
  • Pero habíamos quedado Adrián y yo de ir hoy al antro…
  • ¡Ah, de veras, se me había olvidado decirte! Acordamos que sería mejor que no vayas porque seguramente ahí te va a ir a buscar tu papá y se arruinaría todo el plan.
  • Pero ¿Y Adrián que dijo?
  • Estuvo de acuerdo; de hecho él si va a ir al antro y para que todos vean que no está contigo y si llegara a ir tu papá o alguien más a buscarte, él pueda decirles con toda certeza que no sabe dónde estás.
  • Pero él si sabe, ¿no?
  • ¡Claro!. Pero bueno, yo ya me tengo que ir. Tu cuarto es ese de allá, me dijo señalando una habitación de la casa con una puerta metálica negra la cual no tenía ninguna ventana, era totalmente cerrada.
  • Oye, pero mi bolsa y mi teléfono.
  • No, eso me lo quedo yo. Bueno, el teléfono se lo voy a dar a Roque porque de ahí mismo va  a hacer las llamadas a tu papá para que nos crea que estás secuestrada; al fin ese no se puede rastrear.
  • Pero mi bolsa…
  • No, todo me lo quedo para que parezca real, le vamos a mandar a tu papá tu credencial de la escuela para que nos crea, junto con un video que al rato vas a grabar. Obedeces en todo a Roque y a su compañero, ellos saben lo que hacen.
  • Bueno…
  • Muy bien, nos veremos cuando seas “liberada”. Ya verás que todo sale bien.

Daniel salió y cerró la puerta con llave, dejándome sola adentro de la casucha, sin nada más lo que llevaba puesto, que era un jeans, una playera negra sin mangas y tenis. Ni siquiera tenía un reloj para saber la hora.

Fui a la habitación que me indicó Daniel y empujé un poco la puerta; de solo ver lo que había ahí me dio escalofrío. Era un colchón viejo y sucio tirado en el piso con manchas oscuras y amarillas, había también un banco alto de madera y una cómoda desvencijada sin puertas ni cajones. Pero lo que más me llamó la atención fue que en el techo había unas poleas de metal colgando y en el suelo y en dos paredes había unas argollas clavadas. Me pareció muy extraño, pero supuse que tal vez pondrían un gimnasio en esa habitación.

Luego fui al baño y al entrar estuve a punto de vomitar; en primer lugar no tenía puerta, solamente una sucia cortina de tela colgada de un cordón; había un viejo lavabo sucio que alguna vez fue blanco a punto de caerse, un tambo con agua sucia y dos cubetas grandes. Pero lo más asqueroso era el retrete: se veía que también en algún momento fue blanco, pero ya no lo era; tenía manchas marrones adentro, en la orilla y afuera. No tenía tanque y supuse que las cubetas eran para vaciar agua del tambo cada vez que iba uno a hacer sus necesidades. Sentí un tremendo asco y salí corriendo de ahí. Fui a la habitación más grande, que se supone que era como la sala y me senté en una silla. Empecé a pensar que ya no me estaba gustando la situación y pensé en hablar con Roque en cuanto llegara para que me llevaran u otro lado o se cancelara todo.

Mientras pensaba vi que había otra habitación cerrada también con una puerta metálica negra. Me levanté y traté de abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave y no pude. En ese momento me di cuenta de algo: solamente había una ventana que daba hacia el patio y estaba cerrada, pero a través del vidrio pude ver que tenía herrajes que impedían que alguien entrara o saliera por ahí. Fui de nuevo al baño y vi que solamente había un pequeño cuadro en la pared muy arriba, a manera de ventilación. Luego fui a mi habitación y ahí vi que no había ni una sola ventana. Todas las paredes estaban totalmente cerradas.

De nuevo me fui a sentar en una de las sillas de madera que estaban junto a la mesa. Sentía una tremenda hambre y mucha sed, pues no había comido ni bebido nada desde la hora del desayuno, más que una pequeña botella de agua en la escuela. Empezaba a oscurecer y yo no tenía idea de a qué hora llegarían Roque y el otro tipo.

No supe a qué hora me quedé dormida sobre la mesa. De repente escuché que abrían el portón principal y el ruido de una camioneta negra que entró al patio. Un tipo alto y fornido había abierto el portón y lo cerraba cuando Roque se bajó de la camioneta.

Roque y el otro tipo bajaron bolsas y mochilas de la camioneta, luego él abrió la puerta con una llave y entraron los dos al lugar en el que yo me encontraba; de inmediato le reclamé:

  • ¡Vaya, hasta que llegaron!, ¡Me muero de hambre! ¿Por qué tardaron tanto?

Roque y el otro fulano se miraron entre ellos con extrañeza y sonrieron burlonamente. Él me dijo:

  • Oye, oye, cálmate, cálmate. En primer lugar, a mí no me vas a hablar con ese tono, ¿eh? No soy Adrián para que me trates como pendejo.
  • Pero es que…
  • ¡Eh, silencio!, en segundo lugar, a esta hora me dijeron que llegara tus amigos, así que a mí ni me reclames ¿estamos?
  • ¡Oye, no te voy a permitir que me hables en ese tono!, dije yo molesta.
  • ¡Mira, mira, mira, perrita, cálmate para que nos entendamos! Aquí los que mandamos somos nosotros; porque si te pones pesada simplemente nos largamos, te dejamos aquí encerrada y le hablamos a tu papi para que sepa todo lo que hiciste y venga por ti. ¿Cómo ves?

Me di cuenta de que Roque tenía razón. Me tenía en sus manos y yo no podía ponerme rebelde porque ellos tenían el control y en cualquier momento me podrían delatar. Pensé que era mejor calmarme y razonar con él. No sabía que estaba a punto de comenzar mi peor humillación y mi infierno.

  • Está bien, está bien, dije para no seguir discutiendo.
  • Así me gusta. Vamos a ver. Tenemos que empezar a hablar con tu papi y a mandarle cosas para que nos crea. De seguro ya debe de estar bien preocupado.
  • Si, seguramente le dije sonriendo al pensar que mi plan empezaba a marchar.
  • Bueno, mira te presento al Tanque. Se llama Jerónimo pero todos lo conocen como El Tanque, me dijo señalando al tipo fuerte que hasta ese momento no había hecho más que mirar.
  • Hola le dije moviendo la mano.
  • Hola, dijo él con voz ronca.
  • Bueno, a ver, vamos a llamar a tu papi para decirle que te tenemos y tú tienes que llorar y suplicar ¿entiendes?
  • Sí, pero primero vamos a comer algo, ¿no?, muero de hambre y sed.
  • No, no, no. Primero el trabajo y así con hambre y sed te va a salir mejor la súplica. A ver, vamos a ensayar; haz de cuenta que ya estoy hablando con tu papá. “¡A ver pendejo, tenemos a tu hija secuestrada y si no nos das lo que te pidamos, la vamos a violar y a cortar en pedacitos cabrón!”, dijo Roque, dejándome pasmada, pues no pensé que fuera a ser tan agresivo el asunto.

Roque me había acercado el celular a la boca, pero yo me quedé muda sin saber que decir y entonces me dijo:

  • ¡Ándale mensa, llora, dile a tu papá que te tenemos y pídele el dinero!”
  • Ah, sí, si… ¡Papá, ayúdame por favor! Dije, sin sonar muy convincente.
  • ¡Ay no mames! ¿Así gritas cuando estás asustada? ¡No chingues, tu papá se va a dar cuenta o va a creer que estás jugando!
  • ¡Perdón!, pero es que… ¿tienes que hablar así tan agresivo?
  • ¡Pues claro pendeja, para que nos crean! ¿O pensabas que le iba a llamar con todo respeto, así bonito y con palabras dulces? ¡No seas pendeja, tiene que parecer real!
  • Bueno, bueno, está bien, ya lo haré bien, es que me sorprendió.
  • Si lo necesitas, aquí El Tanque te puede dar unos madrazos o unas patadas para que chilles de verdad y suene más real, dijo Roque mientras El Tanque se me acercaba.
  • ¡No, no es necesario, ya lo haré bien, ya lo verás!
  • Bueno, más te vale.

De nuevo Roque tomó el celular e hizo como que llamaba:

  • ¡A ver pendejo, tenemos a tu hija secuestrada y si no nos das lo que te pidamos, la vamos a violar y a cortar en pedacitos cabrón!, repitió y me acercó el celular a la boca.
  • ¡PAPÁ, PAPÁ, AYÚDAME POR FAVOR, ME TIENEN SECUESTRADA, DALES LO QUE PIDEN POR FAVOR, NO DEJES QUE ME HAGAN DAÑO!
  • ¡Muy bien, muy bien!, dijo Roque mientras él y El Tanque aplaudían despacio. Perfecto.

Yo no dije nada, pero sí me sonrojé.

Yo no sabía qué hora era, pero calculé que serían como las ocho de la noche, pues ya había oscurecido y El Tanque prendió la luz del lugar y cerró una cortina que cubría la única ventana.

  • Bueno, ya va la llamada buena, tienes que hacer lo mismo ¿eh? Para que tu papi nos crea y suelte la lana.
  • Si.
  • Bueno vamos.

Roque marcó el número, esperó unos segundos y en cuanto le contestaron gritó lo mismo.

  • ¡A ver pendejo, tenemos a tu hija secuestrada y si no nos das lo que te pidamos, la vamos a violar y a cortar en pedacitos cabrón!, repitió y otra vez me acercó el celular a la boca.
  • ¡PAPÁ, PAPÁ, AYÚDAME POR FAVOR, ME TIENEN SECUESTRADA, DALES LO QUE PIDEN POR FAVOR, NO DEJES QUE ME HAGAN DAÑO!, grité de nuevo para que mi papá me creyera.

De inmediato Roque alejó el celular de mí, pero alcancé a escuchar que mi papá decía:

  • ¡Hija! ¿Dónde estás?, ¿Estás bien? ¿Qué te hicieron?
  • ¡Queremos tres millones de pesos o nos cogemos a tu hija y te la mandamos en cachitos cabrón!, dijo Roque y cortó la llamada.

Yo me quedé sorprendida ¿Tres millones de pesos? ¿Quién puso esa cantidad? Yo sabía que mi papá no tenía tanto dinero y que sería muy difícil que lo juntara.

  • ¿Por qué pediste tanto?, le pregunté a Roque.
  • Pues, porque eso me dijo Daniel. Pero no te preocupes, le vamos a ir bajando hasta un millón yo creo.

Yo ya no dije nada, pero pensé que aun un millón era demasiado para mi papá. Pero ya no había marcha atrás, el plan había comenzado.

Roque apagó el teléfono y me dijo:

  • Bueno, ahora va la segunda parte del plan. Le tenemos que mandar algo a tu papá; le vamos a mandar tu credencial de la escuela, pero también unas fotos tuyas, así que El Tanque te va amarrar a la silla.
  • ¿Para qué?, pregunté sorprendida
  • Pues para tomarte las fotos y mandárselas a tu papá y que crea que de verdad estás secuestrada.
  • ¿Y si nada más pongo las manos atrás para que parezca que estoy atada?, le dije porque no me gustaba la idea de estar atada con ellos dos.
  • ¡Qué no! ¡Tiene que verse real! ¡Además te vamos a tomar video y si se llega a notar que no estás amarrada, se cae todo, ya déjate de pendejadas y pon las manos atrás o nos harás usar la fuerza!
  • No, no, está bien, está bien, ya no te enojes, le dije tratando de calmarlo.

Mientras hablábamos Roque y El Tanque sacaron varias cosas de las mochilas que habían llevado: unas cuerdas, cinta canela, cinta plateada, una lap top, una cámara y un tripié y estaban armando todo.

Me senté e iba a colocar los brazos atrás, pero mi estómago me recordó que ya tenía mucho tiempo Sin comer y le dije a Roque:

  • Oye, ¿no podríamos comer algo antes? ¡Muero de hambre!
  • ¡OH que la chingada! ¡A ver dale algo de tragar a la pendejita esta!, le ordenó Roque al Tanque.

El Tanque dejó lo que estaba haciendo y de mala gana tomó una bolsa y sacó pan de caja, jamón y mayonesa. Los arrojó sobre la mesa y me dijo con voz ronca:

  • Hazte un sándwich.
  • ¡Oye, no me trates así! ¡Aparte de que me traen a un lugar mugroso y apestoso y que llegan a la hora que se les da la gana! ¡Mínimo háganme algo decente de comer!, les reclamé enojada.
  • ¡Ay ya cállate y deja de quejarte!, gritó Roque exasperado. ¡Aquí no eres nadie pendeja,  acuérdate que te estamos ayudando con el pendejo de tu padre, así que obedece y hazte tu chingada comida si no quieres que me enoje y te pongamos unos putazos y luego te  llevemos con tu papito y le expliquemos tu pinche plan!

Me quedé anonadada. Nunca nadie me había hablado de esa forma. Yo era una niña consentida a la que nadie le negaba nada y a la que obedecían todos sin chistar. Y ahora me encontraba sola con dos tipos rudos que me ordenaban lo que tenía que hacer gracias a mi brillante idea. Aunque trinaba de coraje no dije nada. Tomé lo que me dieron y me hice un sándwich como pude, pues no me dieron algo para embarrar la mayonesa siquiera.

Todo el tiempo Roque me estuvo apresurado,

por lo que me devoré el emparedado en 5 minutos. En cuanto terminé Roque me dijo:

  • Bueno, ya tragaste.  A lo que estábamos.

El Tanque se acercó a mí por detrás y coloqué los brazos atrás de la silla; él procedió a atarme con unas cuerdas, apretándolas bastante.

  • Están muy apretadas, ¿podrás soltarlas un poco?, le dije con voz melosa
  • No, dijo secamente.

Luego se hincó frente a mí y me ató los tobillos muy juntos y apretados también. Supe que sería inútil pedirle que los soltara un poco.

Una vez que El Tanque terminó de atarme, Roque me dio instrucciones:

  • Cuando te haga la señal vas a gritar llorando a la cámara pidiéndole a tu papá que pague lo que le pidamos y le dirás que te hemos amenazado con violarte y cortarte si no paga ¿entendiste?
  • S…si, contesté tragando saliva.

Realmente sentí miedo, me di cuenta de que estaba indefensa y de que si querían, podrían hacerme lo que estaban diciendo, pero me tranquilizó un poco el pensar que estaba atada con toda mi ropa puesta. Supuse que después de eso podría irme a descansar.

Roque colocó todo en posición; él y El Tanque se colocaron detrás de la cámara y de la lap top. Roque revisó que todo estuviera bien y me hizo la señal convenida, entonces empecé a gritar:

  • ¡PAPÁAAAAA, PAPÁAAAAA, POR FAVOR, AYÚDAMEEEEE, DALES LO QUE PIDEN O ME VAN A VIOLAR Y A CORTAR EN PEDACITOS, POR FAVOOOOOR, PAPÁAAAA, AYÚDAMEEEEE!
  • ¡Bien, bien!, me dijo Roque sonriendo, solo que tienes que llorar un poco más.
  • ¿Cómo?, pregunté, pasando del orgullo de haberlo hecho bien a la decepción por lo que me decía él.
  • Si, tienes que gritar pero llorando, como si tuvieras mucho miedo y no supieras con quién estás.
  • Bueno, lo intentaré.

Hicimos otros dos intentos, pero no quedaban del agrado de Roque. Yo no me explicaba por qué si siempre que he querido algo he actuado muy bien haciendo pucheros y berrinches; pero a él no le gustaba.

  • Tu llanto no convence, vamos a tener que hacer algo.
  • ¿Qué?, pregunté.
  • Te vamos a tener que maltratar un poco, me dijo Roque mientras El Tanque se me acercaba.
  • ¡NO, NO!, ¿Qué van a hacer? ¡Lo haré mejor, lo prometo!, grité asustada y empecé a llorar.
  • ¡Eso, eso, ahora!, dijo Roque y puso a funcionar la cámara.

Volví a gritar lo que me habían dicho, pero esta vez muerta de miedo, agitándome y llorando y por fin le gustó a Roque, que se estaba comportando como si fuera un director de cine profesional.

Quedé agotada y con llanto escurriendo por mi rostro mientras Roque revisaba la grabación y El Tanque comenzaba a desatarme.

Cuando quedé libre me sobé las muñecas y los tobillos pues me dolían de lo parteado que me había amarrado el tipo. Me levanté de la silla mientras Roque hablaba:

  • Perfecto, vas muy bien, ahora va la siguiente parte: Quítate la ropa.

De nuevo enmudecí. Me sorprendió mucho la forma en que me dio la orden

y me quedé pasmada sin hacer nada.

  • ¡Anda! ¿Qué esperas?, me apuró Roque con tono autoritario mientras El Tanque esperaba junto a él con las cuerdas en las manos.
  • Yo… no… es que… balbuceé sin atinar a articular bien las palabras.
  • ¿Qué pasa? ¡No tenemos toda la noche, encuérate rápido!
  • ¡No! Reaccioné

Los dos hombres se vieron entre sí y luego Roque dio un suspiro y dijo:

  • Mira, esto tiene que parecer real. Tiene que parecer que te tienen secuestrada unos desalmados que no se tientan el corazón.  Entonces le vamos a mandar a tu papá unas fotos y un vídeo conde estés desnuda y amarrada para que suelte pronto la lana.
  • Pero es que…
  • ¿Qué no te explicaron eso Adrián y Daniel?
  • No
  • ¡Ah que tontos! Bueno. Así es la onda así que quítate la ropa y déjanos hacer nuestro trabajo para que acabemos pronto.
  • Pero, pero… ¿toda la ropa?
  • ¡Pues si! ¿Qué esperabas? ¿Qué los secuestradores te dejarán en ropa interior?
  • Si. ¿No se puede? Es que tampoco quiero que mi papá me vea desnuda.
  • ¡Ay niña! Si creías que esto era un jueguito de adolescentes no te hubieras metido en problemas. Si no vas a hacer lo que te pidamos ya lo dejamos, te vas a tu casita y le explicas a tu papi que todo fue una broma. Pero eso si, a nosotros nos pagas tu o Adrián o Daniel lo que quedamos.
  • ¡No, no! Está bien. Voy a hacer lo que me pides, pero sin que me amarren y sin que me toquen.
  • Si, sí. Ya. Lo importante es que te apures.

De nuevo me levanté y empecé a quitarme la ropa frente a ellos. Les pedí que se voltearan y lo hicieron riéndose.

Escuché al Tanque decir entre dientes: “si de todos modos la vamos a ver, que pedo con esta vieja”. No hice caso y me quité la blusa, los tenis y los jeans. Me detuve un momento antes de quitarme el sostén y las bragas, pero pensé que ya no podía echarme para atrás y supuse que estos tipos solamente me tomarían fotos para mandárselas a mi papá y que el secuestro pareciera real. Así que continué y me desnudé por completo colocando mi ropa doblada sobre la mesa. No dije nada. Me quedé ahí parada sintiendo frío y cubriéndome los pechos y la entrepierna con las manos.

  • ¡Apúrate!, me dijo Roque
  • Ya, le dije con voz muy bajita.
  • ¿Qué?
  • Que ya, volví a decir en voz baja
  • ¡No se te oye nada, mejor…!

Roque y El Tanque voltearon y ambos se quedaron mudos y abrieron los ojos como platos. No disimularon nada; ambos abrieron la boca y casi babeaban al verme totalmente desnuda.

Yo me sentí muy avergonzada de estar desnuda frente a esos tipejos; tragué saliva y cerré los ojos como queriendo evadirme, pero Roque no me dejó hacerlo. Tardó unos segundos, pero me dijo:

  • De verdad que estás buena, mamacita. Ahora entiendo porque Adrián no te deja ni a sol ni a sombra. Pero bueno, vamos a lo nuestro. Siéntate y pon las manos atrás.

No quería hacerlo, pero obedecí mientras El Tanque se aproximaba con las cuerdas. Él se colocó detrás de mí y procedió a atarme de nuevo las manos detrás de la silla mientras Roque se regodeaba viéndome sin disimular; incluso noté el bulto que crecía debajo de su pantalón.

  • ¿No puede ser que solo ponga las manos atrás sin que me amarren, como si pareciera que estoy amarrada?
  • ¡Ya te dije que no!, tiene que verse real, me dijo Roque de nuevo sin dejar de recorrer mi cuerpo desnudo con su morbosa mirada.

El Tanque terminó de atarme las manos y esta vez también me colocó una cuerda en el vientre atándome al respaldo de la silla. Cuando terminó me ató de nuevo los tobillos; el infeliz durante todo el tiempo recorría con su sucia mirada desde mis pechos hasta mi entrepierna mientras me ataba. Supuse que cuando me ataba las manos no dejó de verme las nalgas. Me sentí muy avergonzada y cerré los ojos, pero no podía hacer más.

El Tanque terminó de atarme y se levantó pero no se alejó, se quedó delante de mí viéndome morbosamente. Yo no me di cuenta hasta abrí los ojos porque Roque le gritó:

  • ¡Ya quítate que tapas la visión!

El Tanque se movió hacia un lado, pero no dejó de verme. Tomó mi ropa y la regó por el suelo; después sacó un celular y comenzó a sacarme fotos.

  • ¡Oye, dile que no haga eso!, le dije a Roque enojada.
  • Tranquila, es parte de la chamba, son las fotos que le vamos a mandar a tu papá
  • Pero….

Ya no dije nada, estaba avergonzada y quería que acabaran pronto.

Roque se colocó detrás de la cámara de video y me dijo:

  • Vas a hacer lo mismo de hace rato, pero agrégale algo acerca de que te obligamos a desnudarte para que sea un poco diferente.
  • Está bien, dije en voz baja.

Roque dio la señal y empecé a retorcerme tratando de soltar las amarras y grité:

  • ¡PAPÁAAAAA, POR FAVOR, DALES LO QUE PIDEN, MIRA COMO ME TIENEN Y DICEN QUE SI NO PAGAS ME VAN A VIOLAR ENTRE TODOS, POR FAVOOOOR, AYÚDAMEEEEEE!
  • ¡Perfecto!, gritó Roque y sonrió mientras el desgraciado de El Tanque seguía tomando fotos por todos lados.
  • ¡Ya desátenme!, les grité desesperada.

Roque y El Tanque intercambiaron unas miradas que no me gustaron. Ambos sonrieron y Roque levantó una ceja; movió la cabeza hacía mí y le dijo a El Tanque:

  • ¿Cómo ves?
  • Pues de una vez, contestó él.
  • Voy primero, dijo Roque
  • No, voy yo.
  • Ni madres, ¿por qué?
  • Porque si no te madreo.
  • Ah no mames, así no se vale, dijo Roque
  • ¡Oigan! ¿De qué hablan? ¡Ya desátenme!, les grité.

Ellos siguieron ignorándome y hablando entre ellos, supe lo que vendría enseguida y desesperada intenté soltarme de las amarras, pero el infeliz de El Tanque me había atado con las cuerdas muy apretadas y la cuerda que me detenía a la silla me impedía todo movimiento al intentar levantarme.

Roque le hizo una propuesta a El Tanque:

  • Un volado
  • Sale, dijo el segundo
  • ¡Oigan!, les grité al darme cuenta de que se estaban jugando quién me iba a violar primero en un volado, como si fuera yo cualquier objeto.

De cualquier forma me ignoraron como a un perro, Roque sacó una moneda y la lanzó al aire.

  • Águila, dijo El Tanque

La moneda cayó en la mesa y El Tanque sonrió, levantó la mano triunfante y gritó:

  • ¡Yes!
  • ¡Carajo!, dijo Roque molesto. ¡Pero me dejas el culo!
  • A ver, no lo sé, dijo El Tanque.

¡Los desgraciados hablaban de cuál de ellos me violaría por el culo! No podía creer lo que escuchaba y en ese momento me arrepentí de mi estúpida idea del auto secuestro. Yo misma me había puesto en manos de esos desgraciados y ahora no podía escapar.

El Tanque se acercó a mí rápidamente mientras yo trataba de soltarme desesperada y le gritaba:

  • ¡No, aléjate, vete desgraciado, no te atrevas a tocarme!
  • Me encanta como se te mueven las tetas, me dijo el desgraciado parándose delante de mí mientras empezaba a desabrocharse el pantalón.
  • ¡Lárgate! ¡Ayúdame Roque!, supliqué, pero Roque no hizo nada, por el contrario, lo vi preparando de nuevo la cámara.

El Tanque se bajó el pantalón y la trusa enfrente de mí y dejó ver un tremendo falo largo y gordo. Me asustó mucho de pensar que el infeliz deseaba meterme eso.

  • ¿Quieres darle una chupada primero?, me insinúo el desgraciado.

Por toda respuesta yo apreté los labios y volteé la cara hacia mi lado derecho.

  • Anda, te va a gustar, ya verás, me dijo el infeliz.

Yo no quería voltear, no accedería a la cochina petición del desgraciado.

  • Bueno, ni pedo, entonces normal, dijo él, se hincó y me desató los tobillos.

Intenté patearlo, pero aun con su corpulencia, el tipo se movía rápido, así que no pude darle. Él se levantó y fue hacia atrás de mí; desató la cuerda que me amarraba la cintura a la silla, pero no las manos. Me tomó de las axilas y me hizo levantarme. Yo me agitaba tratando de zafarme de él, pero era muy fuerte y me sujetaba de tal forma que no me permitía alejarme.

Con facilidad me empujó dos pasos hasta la mesa de madera y una vez ahí me empujó de la espalda, obligándome a empinarme sobre el mueble. Con una de sus manazas me sostuvo de la espalda impidiéndome levantarme mientras con la otra me sujetaba de las manos atadas y metió una de sus piernas entre las mías, obligándome a abrirlas.

  • ¡NO, NO, SUÉLTAME INFELIZ, DÉJAME!, gritaba desesperada, pero fue inútil.

Sentí como el gordo miembro de El Tanque se colocaba en la entrada de mi panocha seca y como penetraba poco a poco.

  • ¡AAAAAIIIIIIGGGGGHHHH, NOOOOOOO!, grité al sentir el dolor de ser penetrada sin lubricación alguna.

La verga de El Tanque entraba despacio pero sin misericordia en mi pobre vagina seca sin que yo pudiera hacer nada y sin nadie que me ayudara, por el contrario el infeliz Roque había quitado la cámara del tripié y filmaba desde varios ángulos como me violaba el desgraciado de su compañero.

  • ¡Aaaaaaahhhhhh, sabrosaaaaaa!, gritó El Tanque cuando terminó de empalarme.
  • ¡AAAAAAHHHHH, SÁCALO POR FAVOR, ME DUELEEEE, AAAAAYYYYY!, gritaba yo.

El desgraciado dejó su miembro unos segundos hasta adentro de mí y luego comenzó a moverse, metiendo y sacando su largo y gordo falo con fuerza, empujando hasta el fondo de tal forma que sus huevos pegaban contra mí.

No conforme con humillarme con la violación, El Tanque decía cosas aún más humillantes como: “¡Ah, qué buena chamba conseguiste cabrón, hay que conseguir más de estas, pero que las viejas están igual de sabrosas!” o “¡De seguro esta putilla estaba esperando que nos la cogiéramos, se ve que le encanta!” o “¡Espero que la tengamos aquí varios días mientras su jefe junta la lana, para cogérmela seguido!”. Esta última frase me dio mucho miedo, pues yo sabía que mi papá no juntaría pronto el dinero y tal vez eso significaría que yo estaría mucho tiempo a merced de esos desgraciados y por lo visto, me harían lo que quisieran.

  • ¡Ya déjame desgraciado o le diré a Adrián! ¡NOOOOOOAAAYYYY!, les grité tratando de detenerlos por el miedo a que mi novio se enterara de lo que me hacían.
  • ¿A Adrián? ¡Ja! ¡Si él sabe todo y está de acuerdo!, ¡Esto es parte del pago que nos prometió tu noviecito!, dijo Roque burlándose de mí.
  • ¡No, mientes, no es cierto! ¡AAAAAAAAYYYYYYY YAAAAAAA!, grité sin creerle al infeliz mientras El Tanque seguía con su mete-saca salvaje.

El Tanque ya no me sostenía de la espalda ni las manos, me tenía tomada de las caderas mientras me violaba sin compasión.

No supe cuánto tiempo fue, pero se me hizo eterno. El Tanque me estuvo cogiendo con fuerza hasta que de repente sacó su miembro y lanzó chorros de semen sobre mi espalda mientras gritaba:

  • ¡AHHHH, AHHHHH, YAAAAAA, YAAAA!

Me dio un tremendo asco al sentir su cochino semen en mi espalda, pero agradecí en silencio que no se hubiera venido adentro de mí.

Al sentir que El Tanque me soltaba hice por levantarme para huir, pero no me dieron tiempo a nada; el mismo Tanque me puso una mano en la espalda para evitar que me enderezara. Yo me empujaba hacia arriba, pero como tenía las manos atadas atrás no tenía punto de apoyo y no pude levantarme. Me di cuenta de que Roque le daba la cámara a El Tanque y de inmediato se colocó detrás de mí. Sentí como el desgraciado colocaba la punta de su pene en la entrada de mi ano. De inmediato intenté patalear y grité:

  • ¡NOOOOO, POR AHÍ NOO, NO SEAS DESGRACIADO, NOOOOOO! ¡AAAAAAAAIIIIIGGGGHHH!

El gordo miembro de Roque empezaba a abrirse paso en mi ano virgen, pues jamás le había permitido a Adrián metérmelo por ahí, aunque él lo deseaba muchísimo.

  • ¡Está muy apretado!, dijo Roque, ¡Pero no importa, ahorita lo abrimos! Ya verás que cuando regreses a tu casa no vas a poder sentarte y hasta un pinche camión te va a entrar en el culo jajajaja.
  • ¡NO POR FAVOR, POR LO QUE MÁS QUIERAS DETENTE!
  • Ni madres mamacita, no sabes desde cuándo te tengo ganas. Siempre he soñado tenerte así y culearte hasta que me harte.

Ya no dije nada, sabía que estaba perdida, solo pude llorar mientras sentía como el gordo falo de Roque empezaba a entrar poco a poco desgarrando las paredes de mi pobre ano y El Tanque filmaba desde atrás como la verga me entraba inmisericorde.

El infeliz de Roque logró empalarme por completo sin importarle mis gritos, mi llanto ni mis movimientos desesperados por hacer que me soltara. Todavía el desgraciado me dijo:

  • Me dan ganas de quedarme aquí para siempre.
  • ¡POR FAVOR SÁCALO, POR FAVOR, ME DUELE MUCHO!, supliqué.
  • Está bien, si eso quieres dijo él y sacó despacio su miembro de mi ano desvirgado.

Pero no hubo respiro, una vez que sacó todo su miembro, Roque volvió a meterlo, pero ahora empujando con fuerza, penetrándome de un solo golpe y haciéndome aullar del dolor:

  • ¡AAAAAAAAAUUUUUUUGGGGGGHHHHH, NOOOOOOOO!

Se quedó unos segundos quieto y luego repitió la operación: sacó lentamente su verga totalmente y luego la volvió a meter hasta el fondo con un solo movimiento. Lo hizo así muchas veces y en todas me hizo llorar y gritar de dolor, pues sentía como si me metieran un hierro caliente en el culo.

  • ¡YAAAAAA, YA NOOOOO, POR FAVOOOR, TE LO SUPLICOOOO, YAAAAA!
  • Recuerdo como me veías con desprecio cuando llegaba a donde estaban Adrián, Daniel y tú, me dijo al momento que la clavaba de nuevo con fuerza.
  • ¡AAAAAAIIIIIGGGGGHHH, NO ES CIERTO, AAAAAYYYY!
  • ¡Cállate perra!, siempre noté el asco que te daba y solo esperaba una oportunidad para cogerte y hacerte sentir un verdadero hombre, no el putito de Adrián o la verguita de Daniel.

Me extrañó que mencionara a Daniel, pues él era el mejor amigo de Adrián y nunca se había propasado conmigo. Roque notó mi extrañeza, pero la malinterpretó, porque me dijo:

  • ¿Creías que no sabía lo de Daniel contigo? ¡Él me lo contó puta!, me dijo como primero engañaban al pendejo de Adrián y como luego lo convencieron de hacer el trío y de cómo te los coges a los dos por todos lados.
  • ¡NO, AAAAAYYYY, NO ES CIERTO, AAAAAIIIIIGGGH!

Roque hablaba mientras sacaba despacio su verga y luego se callaba para empalarme de un empujón de nuevo.

  • Mira a mí me vale madres que cojas con quien quieras, pero de aquí a que te vayas vas a ser mía las veces que se me hinche la puta gana y verás que cuando te vayas me vas a pedir que te vaya a coger todas las noches.
  • ¡NOOOO, CÁLLATE, MENTIRAAA, AAAAYYY, YA NOOOO, POR FAVOOOOOR!

Roque ya no dijo nada y yo lloré al saber que tenía razón y al pensar que tal vez Daniel había contado mentiras sobre mí para presumir y me había hecho quedar como una puta. También me dolió que me dijeran que Adrián me había ofrecido en pago por el trabajo que hacían estos tipejos. No sé qué me dolía más el dolor físico o el dolor en el corazón destrozado.

Él siguió violándome un rato más de la misma manera y luego empezó a moverse rápido y con fuerza, haciéndome llorar y gritar de dolor, lo cual parecía gustarle mucho.

De igual forma, no supe cuánto tiempo duró, pero se me hizo una eternidad, hasta que Roque clavó sus uñas en la carne de mis nalgas y caderas y soltó grandes chorros de su leche mientras gritaba:

  • ¡Auuuugggghhh, siiiiiii, aaaauuuuugggghhhh!

Yo sentía como si me estuvieran metiendo líquido en las entrañas y un terrible ardor en el ano. Ya había dejado de moverme y así me quedé aun cuando él sacó su verga chorreante y me embarró las nalgas y los muslos.

  • Bueno mamacita, ya gozaste suficiente, es hora de que te vayas a dormir, me dijo Roque de manera cínica y burlona mientras se ponía de nuevo la trusa y el pantalón.
  • ¿No me van a desatar?, pregunté aun sollozando
  • ¿Cómo ves? ¿La desatamos?, le preguntó Roque a El Tanque.
  • No, que se quede así, dijo el desgraciado grandulón.
  • ¡No sean desgraciados!, ya me violaron ¿qué más quieren?, les dije enojada.
  • Pues… no sé… reírnos de ti, dijo el infeliz Roque.
  • ¿Y cómo me voy a vestir?
  • Ya llévatela, tenemos trabajo que hacer le dijo Roque a El Tanque mientras se conectaba la cámara a la lap top y se sentaba frente a ella.

El Tanque se acercó a mí y eché a correr.

  • ¡No me vuelvas a tocar infeliz!, le grité.
  • Pues entonces ve tu sola a tu cuarto.
  • ¿Mi cuarto? ¿esa pocilga? ¿Acaso…?
  • ¡YA CÁLLATE CARAJO!, gritó fuerte Roque y caminó rápidamente hacia mí

Yo hui hasta el rincón más lejano y hasta ahí me fue a alcanzar Roque. Me apretó una teta, puso su cara frente a la mía y me gritó:

  • ¡MIRA PENDEJA, YA ME TIENES HARTO, VAS A OBEDECER CALLADITA O DE AQUÍ NO SALES VIVA! ¿ENTIENDES? ¿QUERÍAS JUGAR AL SECUESTRO?, ¡PUES ESTE ES TU JUEGO, SE HA CONVERTIDO EN REALIDAD PUTA Y VAS A OBEDECER O DE VERDAD TE VOY A CORTAR EN PEDACITOS Y SE LOS VOY A MANDAR A TU PINCHE PAPI CABRONA!

No pude hacer ni decir nada, me llené de miedo y de dolor al saber la realidad. Me dolió saber que mi novio, su amigo y estos dos desgraciados usaron mi estúpida idea para aprovecharse de mí y hacer un secuestro real. Lloré al pensar que mi papá iba a estar muy angustiado por mí y al saber que estos infelices me iban a violar hasta hartarse si no les daban lo que pedían o, en su defecto, me violarían hasta que les pagaran.

Roque me soltó y me ordenó:

  • ¡A TU CAMA, A DORMIR, PERRA!

Tenía hambre y sed, pero ya no me atreví a decir nada, humillada y adolorida caminé hacia el cuartucho en donde me habían preparado una mugrosa cama con El Tanque detrás de mí. En cuanto crucé el umbral de la puerta él me aventó al sucio colchón; caí boca abajo y supuse que me violaría de nuevo, pero no fue así. El Tanque encendió la luz, como pude me volteé para quedar boca arriba y vi que el desgraciado traía en la mano unos grilletes. Se agachó y abrió uno de los grilletes para colocarlo en una de las argollas que había en el suelo; luego abrió el otro grillete y se acercó a mi pierna izquierda.

  • ¿Qué vas a hacer?, le pregunté

No obtuve respuesta, él colocó el grillete en mi tobillo y lo cerró, dejándome apresada de tal forma que no podía alejarme ni siquiera del colchón. Luego se levantó y se alejó.

  • Oye, pero ¿y si quiero ir al baño?, le dije con la esperanza de que me quitara el grillete.

El Tanque no dijo nada, regresó, fue hacia la cómoda desvencijada y se agachó. Del anaquel de hasta abajo sacó una sucia bacinica y la aventó junto al colchón. Luego se fue, apagando la luz al salir, dejándome en una completa oscuridad. Yo iba a alegarle que no podría hacer ahí, pero supe que sería inútil y me callé. En cuanto El Tanque salió y cerró la puerta con llave por fuera me eché a llorar. Estaba en la peor situación de mi vida: desnuda, atada de manos, con un grillete en el tobillo, lejos de mi casa, de mi familia, de mis amigos y de mi novio. Me acababan de violar dos hombres que me tenían secuestrada. Lo peor del caso es que todo surgió de mi estúpida cabeza. ¿En qué momento pensé que esto podría funcionar? Me recriminé a mí misma por ser tan idiota. Pero lo que más me dolía eran las palabras de Roque cuando me dijo que Adrián sabía todo y que yo era parte del pago por sus “servicios” y que Daniel había contado que yo hacía tríos con él y con mi novio. No sabía si creerlo o no, pero la duda estaba sembrada.

Afuera del cuarto escuché como Roque y El Tanque destaparon unas botellas, sonaban como cerveza. Luego pusieron música y apenas alcanzaba a escuchar sus voces y de vez en vez sus risotadas. Imaginé que estarían burlándose de mí, diciendo lo que sintieron cuando me violaron y lo que ganarían con mi secuestro. El agotamiento me hizo quedarme dormida.

No supe cuánto tiempo pasó, desperté cuando escuché que se abría la puerta de metal. No me moví ni hice nada, de cualquier manera no podía, pues estaba totalmente indefensa; desnuda, con las manos atadas en la espalda y el grillete en el tobillo.

El individuo que entró cerró la puerta y se acercó a donde yo estaba. El ataque fue sorpresivo. De repente y sin decir nada se subió en mí, con una mano me tapó la boca, se metió entre mis piernas obligándome a abrirlas y sin ningún miramiento me metió su verga de un solo golpe hasta el fondo, provocándome un intenso dolor que me hizo llorar y gritar:

  • ¡MMMMMMJJJJJJGGGMMMM!
  • ¡Cállate!, dijo.

Traté de reconocer la voz, pero no supe si era Roque o El tanque. Su aliento olía a alcohol y él apestaba a sudor. Quise vomitar, pero pude aguantarme.

Los embates del desgraciado violador eran fuertes y salvajes, metía y sacaba su verga con una fuerza bruta total, lastimándome y haciéndome quejarme y llorar.

  • ¡MMMMMMMNNNNNNNGGGGGGG! ¡MMMMFFFF, MMMMFFFF, MMMMFFFF!

Por más que intentaba detenerlo nada pude hacer, él se aprovechó de mi total vulnerabilidad. En ese momento entendí porque quisieron dejarme desnuda y atada, para violarme cuando lo desearan y que yo no pudiera hacer nada.

El violador nocturno entró y salió salvajemente de mi panocha adolorida durante un buen rato. Yo sentía que su verga me calaba hasta el vientre. Con la mano libre me estrujaba una teta y con la boca me mordisqueaba la otra. El dolor era insoportable; estaba a punto del desmayo cuando afortunadamente por fin el desgraciado terminó. Pero el infeliz no sacó su mugroso miembro y se vino dentro de mí, soltando grandes chorros de semen. Yo pataleaba y me quejaba tratando de decirle que no se viniera adentro, lo que menos quería era quedar embarazada de uno de esos tipejos.

  • ¡MMMMMGGGGGGFFFF, MMMMGGGGGFFFF!
  • ¡Ssssssshhhhhhh, yaaaaaa!, lo escuché decir en mi oído.

El infeliz se vació dentro de mí y sin destaparme la boca cayó desmadejado, aplastándome con su cuerpo. Yo deseaba quitármelo de encima, pero no podía, me era imposible dadas mis circunstancias.

El desgraciado duró unos segundos encima de mí sin destaparme la boca; luego se levantó y sin decir nada se fue, cerrando la puerta por fuera con llave.

En ese momento vomité, pero no sabía que apenas era el principio de una horrible pesadilla que yo misma me había provocado.

Continuará...