Autoescuela

Introducción a la sumisión de un joven aprendiz de conductor.

Siempre me han gustado lo coches. Desde pequeño recuerdo subirme en el coche de mis padres, ponerme en el asiento del conductor y sentir un escalofrío al tocar el volante con la punta de los dedos. Es por ello que en cuanto tuve 17 años y poco, me puse a dar el coñazo en casa con el tema del carné de conducir. Evidentemente a nadie le pillo por sorpresa, y tampoco les sorprendió que, pese a ser un estudiante más que mediocre, aprobara la teórica a las dos semanas de empezar las clases.

Mis padres son buena gente, y siempre se han preocupado por los que sus hijos estudiaran, así que las clases de conducir tendrían que respetar el horario escolar, y como por las tardes estaban a tope de futuros conductores me busque la vida para hacerlas por la mañana, y las 6.30h me pareció una hora tan normal como cualquier otra. Por fin llegó el día de empezar las prácticas. Como todos los chicos de mi edad ya había tenido alguna experiencia aparcando y moviendo un poco el coche, pero ese día iba a ser el PRIMERO. La primera sorpresa la tuve con el coche, no me esperaba empezar conduciendo una Audi 6 de color negro. Mejor pensé, me gustan los coches grandes. La segunda sorpresa no fue tan grande como la primera, pero siempre había pensado que tendría un profesor de autoescuela. La verdad nunca había pensado que también había profesoras. En concreto, la mía resultó llamarse Mª José, tener cincuenta y pico años, casada con 2 hijos y un aspecto de matrona, no por lo gorda, que no lo era, sino por lo adusto de su rostro. Pocas sonrisas y menos charla.

Los primeros días transcurrieron muy rápido, no aprendía, sino que ponía en práctica lo que siempre había imaginado. Todo iba fenomenal. Que la señora de mi derecha no hablara demasiado no era un problema. De hecho era una excelente profesora. Las cosas empiezan a cambiar un poco cuando entrando por una calle estrecha, un energúmeno abre la puerta de su coche y la “profe” tiene que frenar por mi de forma un poco brusca. Todo lo del asiento trasero se va al suelo con un cierto estrépito.

-         “Perdón, es que …”

-         “Tranquilo, no ha sido culpa tuya. Has de ir un poco más lento y anticipando los movimientos de los otros. Piensa siempre que todos te van a joder y así no te pillaran por sorpresa.”

Arranco de nuevo sin más dilación y continuo muy atento a la pandilla de capullos que me van a intentar joder el coche. Tensión, tensión. Algo rueda por el suelo y me molesta en los pedales. Al parar en un semáforo, me agacho y recojo el estorbo. Coño ! Un vibrador, y de un tamaño considerable. Lo pongo delante de mis cara sin entender que hace eso allí.

  • “No preguntes. No es asunto tuyo” dice Mª José mientras que me lo quita de las manos sin prisa y sin rubor ninguno. “Arranca” . Esa misma palabra me la ha dicho 100 veces, pero esa vez suena a orden inapelable. Arranco.

Los siguientes días son un desastre, no me concentro y ella no para de criticarme. Lo hago fatal.

  • “Mira chaval. Espabila. Yo no madrugo para perder el tiempo. Supongo que todo esto es por el puto consolador. Olvídalo. No es asunto tuyo, pero si te vas a sentir mejor pregunto lo que quieres y vuelva a concentrarte en la conducción. Dispara”

  • “Lo siento Mª José, pero no puedo imaginarte usando eso, pero tampoco puedo parar de pensar en ello.” Las palabras me han salido solas, No me puedo creer lo que he dicho, aunque sea tan cierto como las pajas que me tengo que hacer para apartar la imagen de mi mente.

  • “Que te hace pensar que es para mi. Lo uso con otra gente. Son juegos de adultos”.

Dios ! Estoy pasando una vergüenza de cojones, pero mi mente vuela y la imaginación se ha desbordado. Preguntaría más, pero si no puedo mirarla a los ojos, menos dirigirle la palabra.

  • “Eh ! Tú ! Deja de imaginarte tonterías. Que piensas que hacen tu mami y tu papi por la noche, eh? Es normal” Sus palabras me turban muchísimo, Tengo la polla empalmada. Un frase más y me corro sin que me toque nadie. Que no diga nada más. Que no diga nada más, por favor. “La verdad es que estos juegos me gustan desde niña “ añade. Y yo no puedo más. Suelto un gemido y me corro como loco. Las manos me tiemblan y el volante también. Gracias a Dios Mª José lo sujeta y lo pone en el lateral. Estamos en un polígono en construcción. “Gilipollas que haces. Baja del coche y límpiate los pantalones. Capullo”

Avergonzado bajo del coche, y ella lo hace por el otro lado. Estoy casi llorando. Ella me da un Kleenex.

  • “Límpiate, y joder no tengas vergüenza, que acabo de ver como te corres. Espabila nene”. Me bajo los pantalones un poco y limpio lo que puedo. Están empapados. Como ve que no voy ha acabar nunca. Mª José saca un trapo del maletero y me restriega los pantalones y los calzoncillos. Allí estoy yo, con una mujer que podría ser mi madre agachada delante de mi, con los pantalones bajados y llenos de semen.

  • “Para evitar futuros problemas, quiero que te casques una paja ahora”

  • “Pero que dices…”

  • “He dicho ahora nene”

  • “No voy a poder contigo delante” titubeo, pero mi polla me traiciona levantándose desafiante. Joder, que hago? Pongo mi mano en ella y empiezo a masturbarme como un mono delante de mi profesora de autoescuela. Ella me mira, con un aire condescendiente. No tardo ni un minuto en volver a correrme. Esta vez sin mancharme. Toda la leche sale con fuerza y cae al suelo. “Ya estᔠdigo como un gilipollas. Ella se acerca, pone un dedo en la punta del capullo, y se lo lleva a los labios y lo lame con la punta de la lengua. Tranquila y serena. Ella es la reina. Ahora lo sé.

  • “Ahora conduce, y como lo cagues te vas a enterar. Vale nene?” su voz no es alta, pero no deja lugar a dudas. Lo puede hacer y lo hará.

Lo siguientes días son un tormento. Con ella no me puedo concentrar. Incluso tengo miedo. He hablado con el autoescuela y he pedido un cambio de profesor. Pero de momento nadie hace clases de madrugada. Estoy pensando en dejarlo. Pero no quiero..no puedo. El día antes del examen, estoy atacado. Ella actúa como siempre, pero me siento examinado cada minuto. Y la verdad es que estoy conduciendo como el culo. Volvemos a pasar por el polígono maldito.

  • “Para a la derecha” ha vuelto la reina. No es una petición. Es una orden, y no me puedo negar y nadie me va a ayudar. “Nene, estás fatal.  Vas a suspender y eso me va a dejar en mal lugar en la autoescuela. Mis alumnos nunca suspenden” Es verdad todos han aprobado. Chicos y chicas. Me pregunto si… “No me vas a joder el currículum. Tienes que aprender más. Si obedeces aprenderás. Tu decides .“

Mi silencio me delata. Quiero aprender y quiero que me enseñe ella. Ella sonríe. Es una sonrisa felina. De depredador. La cagué.

  • “Sal del coche. Ponte junto al maletero y cáscate una paja. Vigila no manches el coche” Mudo salgo del coche, voy atrás y cuando ya me he sacado la polla ella me dice desde dentro: “Primero desnúdate y mete la ropa en el siento trasero. Los zapatos en el suelo. No manches” su voz sigue siendo suave, pero inapelable. Me desnudo muerto de vergüenza y si me ven? Me empiezo a menear la polla que ya está loca por correrse. Ella sigue dentro mirando distraídamente por la ventana. Esta esperando que acabe la muy zorra. Poco tardo en complacerla y cuando me voy a vestir se oye un ligero clic y se abre el maletero:

  • “Adentro nene” de nuevo no hay derecho a réplica. Estoy mudo, desnudo y me siento un capullo, pero me meto en el maletero. Ella sale, rodea el coche, sin mirar cierra el maletero se pone al volante y arranca. El trayecto no dura más de 10 minutos. Parece que bajamos por una rampa. El coche se para, ella baja del coche y se aleja. No me irá a dejar aquí. Tengo que ir a clase. Soy un capullo, soy el más capullo de los capullos. No tengo mucho tiempo para lamentarme ya que al poco rato se abre el maletero. La luz me ciega “Sal, nene” ordena con firmeza. Salgo y me pongo de pie acojonado. Parece otra. Lleva un corpiño muy ajusto. Negro. Con las tetas muy levantadas y los sujetadores rematados en punta de metal pulido. Las piernas las lleva enfundadas en unas medias, también negras, sujetas con un liguero. Bragas negras abiertas enseñando unos labios grandes y unos remolinos de pelo rizado. En los pies zapatos de talón alto. Muy alto. Tatuado en el hombro derecho asoma la cabeza de un dragón, que le ocupa casi toda la espalda.

  • “Perdona, pero es que ..”. Me planta una ostia en la cara. Fuerte y seca. La mejilla me arde. Los cojones se me han arrugado y la polla parece una colilla arrugada.

  • “Eres un capullo. No hables y no me mires. Ponte de rodillas y chupa la suela del zapato” El zapato esta apoyado en el suelo, así que tengo que chupar el suelo también. Al principio me asquea, pero huelo sus pies, su carne y me pongo a cien. Estoy en esta posición humillante unos 10 minutos. No se si estoy en el cielo o en el infierno. Tengo la polla a tope otra vez.

  • “Nene, como te corras te la corto. Concéntrate en tu trabajo.” Me deja así. De 4 patas y se dirige al coche. Saca su bolso, y saca la polla de plástico, pero además tiene una especie de arnés. No me dice nada, solo me mira y ya sé lo que me espera.

  • “Levanta, apoya las palmas en el coche y separa las `piernas. Relájate porque esto te va a doler”. Quiero quejarme, pero no puedo, sé que en el fondo deseo que me folle. Me acerco al coche. Pongo las manos en el maletero y espero. Ella se acerca. No tiene prisa. Los huevos me estallan. Me coge las caderas y las separa del coche. Me abre las piernas. Ahora tengo el culo en pompa. Su mano me empuja la cabeza hacia abajo, y la hace resbalar por el cuello, la espalda hasta el culo, y de un rápido movimiento me mete un dedo en el culo. Nunca lo había sentido, y me parece que no me gusta. Lo mete y lo saca lentamente. Escupe en su mano y me mete otro dedo. Duele, pero no mucho, pero ya verás la polla. Lo estoy deseando. Los dedos se mueven firmemente. Tras un ratito los saca. Yo me muerdo los labios. Allá va. Noto la polla de plástico abriéndome el culo. Ella me coge de las caderas para empujar. Duele mucho, pero me encanta ser follado por ella. Sentir sus manos moviéndome es lo más excitante que me ha pasado nunca. Me folla lento al principio, pero va acelerando. Ella está gimiendo mientras sus dedos se me clavan. Noto su sudor salpicándome el culo. No para de moverse. Ya no siento dolor, solo quiero correrme y cuando ya casi lo consigo, ella me clava las uñas y gimiendo se restriega por mi espalda. No me lo puedo creer. Se está corriendo. Al poco rato para. Me saca la polla de un golpe. Me coge la cabeza y me hace agacharme delante de su coño:

  • “Limpia. Que no quede nada. “ Su coño está detrás del consolador, pero rezuma líquido por todas partes. Le chupo las piernas. El olor es increíble. Mezcla de sudor y jugos del coño. Me estoy volviendo loco. Chupo la polla. Chupo el liguero y el limite de las medias. Están empapadas. Ella se quita el arnés y el vibrador cae al suelo. Me lanzo a por el coño que chorrea. Nunca lo había hecho antes, pero me guía una sed salvaje. Ella está recuperando la respiración, aunque noto ligeros espasmos en su entrepierna. “Ahora, túmbate en el suelo. Boca arriba”. Su voz sigue imperativa, pero además es que ahora sólo quiero oír sus órdenes. Su voz anula mi voluntad. Como en trance me dejo caer. Ella pasea a mi alrededor. Pone un pie a cada lado de mi cabeza. Se agacha:

  • “Cómete mi culo, cabrón”. Saco la lengua y empiezo a lamer las cachas, y poco a poco me acerco al oscuro agujero. Está muy prieto y no puedo meter la lengua, pero cuando intento usar las manos para separar las nalgas, un seco golpe, no muy fuerte pero sí consistente, en los cojones me indica que no es el buen camino. “Solo con la lengua” apunta. Noto que el ojete se va abriendo a cada embestida de mi lengua. Noto el calor de su interior. Estoy apunto de perder el sentido. De repente se pone en pie y dándose media vuelta dice:

  • “Abre la boca y que no caiga una gota, perro”. Está apunto de mearse encima mío, y en vez de darme asco, estoy dispuesto a bebérmelo todo. No me puedo creer lo que estoy haciendo. Con un ligero suspiro empieza a manar un líquido cálido y de color ámbar. Las primeras gotas caen por toda mi cara y me desespero intentando cazarlos con la lengua. Al final sale un chorro definido y constante que entra en mi boca como un rio. Tiene un sabor amargo pero embriagador. No consigo tragarlo todo, pero casi. Su meada me empapa cuello y cara. El caudal es abundante. Noto el sabor salado en la nariz.

  • “Limpia” dice mientras se agacha. La lengua la noto agotada, pero consigo limpiar sus labios y la pelambrera. Paso del coño al culo que también ha sido mojado de su meada. Ahora si que noto el culo abrirse y cerrarse al ritmo de mi lengua. Ella vuelve a suspirar entrecortadamente y sus manos refuercen sus tetas con fuerza. Sacándose los pechos sus pezones se rigen ingrávidos. Deben de medir más de un centímetro. Haciendo un último esfuerzo meto la lengua entera en su culo, notando el estremecimiento de su corrida en el ojete antes de desplomarme. Sus espasmos acaban al rato, y sin mediar palabra sus pasos se alejan indolentes. Veo sus zapatos, ligeramente mojados de si misma, caminar hacía donde ha dejado la ropa. Al poco vuelve. Es la profesora de autoescuela otra vez. Se pone al volante. Arranca, y bajando la ventanilla dice:

  • “No llegues tarde mañana”, y con un ligero rechinar de ruedas se aleja. Humillado, cojo la ropa, me intento secar con los calzoncillos (la única prenda que nadie notará que no llevo), me visto y salgo hacía la calle.

Al día siguiente nos encontramos en el lugar del examen. Ella me trata como si nunca hubiera pasado. Repasamos las pautas del examen y cuando me toca el turno. Noto que las piernas me tiemblan. Ella también lo nota:

  • “Recuerda lo que te he enseñado”. No se refiere a las clases. No. Sus palabras son una amenaza velada. Pero me ayudan a concentrarme. El examinador es un capullo, pero he tenido una profesora excelente así que el examen es un puro trámite. Evidentemente apruebo. Ella no esperaba otra cosa. No se si estoy contento.

  • “Gracias por las clases y por el carné”,

  • “No hay de que. Es mi trabajo”

  • “Ya, pero me has enseñado mucho”

Ella se gira, me mira directamente a los ojos. Su mirada me traspasa

  • “No has aprendido nada todavía. Si quieres aprender algo. Llama aquí” Dicho esto me da una tarjeta blanca, en la que solo hay un número de teléfono impreso.

Llevo tres días manoseando la tarjeta. Sé que no debería hacerlo, pero no puedo pensar en las opciones futuras. Es una puerta que no debería abrir, pero soy débil y estúpido.

  • “Diga ? ”