Autobiografía de una gran mujer (12)
Me llamaba por teléfono casi cada noche y poco a poco nuestras conversaciones fueron tomando un cariz erótico. Un día, acabamos máturbándonos mientras hablábamos y desde ese momento montamos una línea erótica privada.
Capítulo 15: En la distancia
Por razones profesionales, Roberto tuvo que estar más de un mes fuera de casa.
Me llamaba por teléfono casi cada noche y poco a poco nuestras conversaciones fueron tomando un cariz erótico. Un día, acabamos máturbándonos mientras hablábamos y desde ese momento montamos una línea erótica privada.
Me compré un vibrador, que todavía conservo y que utilizaba hablando con Roberto. Con el aparato funcionando en mi coño, me acariciaba el clítoris y los pezones mientras nos decíamos guarradas y gemíamos y jadeábamos hasta el orgasmo.
La situación se mantuvo así, hasta que Roberto acabó confesándome que con eso no tenía bastante, que necesitaba sexo, que además de echarme en falta, añoraba mi coño, mi culo y mis mamadas. Casi sin pensarlo, le dije que le entendía, que se buscara una profesional, que follara pensando en mí y que luego me lo contará.
Roberto se quedó atónito y me respondió que olvidara lo que le había dicho, que eran tonterías provocadas por la distancia; pero yo insistí diciéndole que igual que comía y bebía todos los días, el sexo era una necesidad natural y yo no era quién para impedirle satisfacerla. Sólo le advertí que, aunque le saliera más caro, que se la buscara "de confianza".
Al despedirnos, me remarcó que o follaba conmigo o con nadie hasta que volviera; que si yo podía vivir un tiempo sin sexo, él también podría. Le llamé tonto, y le insistí en que le sexo no es una droga y que no hay que sufrir sin necesidad.
Pasados unos días, muy azorado, me confesó que había contratado a una chica para aquella noche. No pude contenerme la risa:
Bien hecho, tonto.
¡No te rías de mí!. Ahora me muero de vergüenza.- Tartamudeó.
Bueno amor, pues será mejor que por hoy lo dejemos. Quiero que hagas un buen papel. Le dije con sorna.
Menos cachondeo, que al fin y al cabo, la idea fue tuya.
Sí, cariño y me ratifico en todo lo que te dije. Así que espero que me lo cuentes todo con pelos y señales.
Me despedí con un beso y colgué el teléfono.
Me llamó aquella misma noche, cuando volvió a quedarse solo en su habitación. Parecía un niño que acaban de sorprenderlo en una travesura y le sonsaqué con preguntas hasta que me explicó con todo detalle lo que había sucedido.
Era una chica de revista: Guapísima de cara, grandes pechos, culo de ensueño, pubis con sólo una pequeña mata de pelo triangular suave y sedoso en el monte de venus y coño depilado. Al llegar, pidió permiso para ir al baño y saló de él con un atuendo bastante estereotípico: Un corpiño que le sostenía las tetas justo por debajo de los pezones, el culo y el coño al aire enmarcados por un liguero, cuyos tirantes acababan abrochados en las ligas colocadas a medio muslo.
Roberto la recibió de pie y ella misma lo fue desnudando entre caricias. Estaba tan excitado que le molestaba la presión de la ropa en la polla, que saltó como un resorte al quedarse totalmente desnudo.
Lo tumbó sobre la cama y se abalanzó sobre su verga erecta, metiéndosela en la boca e iniciando una mamada frenética. Estaba claro que quería que se corriera enseguida para dar por concluido el servicio; pero Roberto tenía ganas de mucho sexo y no estaba dispuesto a perder la oportunidad.
La separó de su sexo, se levantó, sentándose en el borde de la cama y le ordenó que se la volviera a mamar; pero ahora era él quién controlaba el ritmo.
Tomando el control, la acostó en la cama y empezó a pasarle el glande por el coño sin penetrarla. Es una cosa que a mí me vuelve loca y que hacía, según me relató, pensando en mí y musitando mi nombre entre dientes. Paró un instante para ponerse un preservativo, finalmente la penetró y lamentablemente para él, no tardo mucho en correrse.
Quedó sobre la cama mientras ella empezaba a recoger sus cosas para irse; pero Roberto le recordó que había pagado una hora y todavía quedaba casi media. Le miró con mala cara; pero se quedó en la cama a su lado.
Tomó su mano y la puso sobre la polla para que le masturbara y conseguir así una nueva erección, lo que no le costó demasiado. Sabía que tenía ordenes de cumplir todos sus deseos; así que la puso a gatas y la sodomizó como me lo hace a mí: acariciándole los pechos y el coño. Antes de correrse, la volteó de nuevo, acabó eyaculando entre sus pechos y haciendo que se la chupara hasta que perdió totalmente la erección. Follaba con otra; pero era todo un homenaje a mis gustos sexuales.
Mientras me lo contaba, me iba sintiendo más y más excitada imaginando a Roberto follando con otra y recuerdo que me corrí varias veces simplemente acariciándome.
El día que regresó, le tenía preparada una sorpresa. Fui a buscarlo al aeropuerto y al llegar a casa, mientas el se duchaba, me desnudé y me puse una ropa interior casi idéntica a la que llevaba la prostituta que se había acostado con él.
Ya sabes que no me gusta este tipo de lencería y Roberto nunca me había visto con nada parecido y nunca me la he vuelto a poner.
Yo me figuraba que saldría de la ducha con ganas de echar un polvo y el bulto bajo la toalla lo confirmaba; pero él no se esperaba verme así y no pudo ocultar la erección inmediata que tuvo.
Se acercó lentamente hacia mí, dejando caer la toalla y mostrándome su verga dispuesta a dar guerra. Me abracé a su cuerpo, murmurándole que cobraba por adelantado. Eso le excitó aún más y noté las palpitaciones de su polla prisionera entre nuestros cuerpos.
Fue un juego muy excitante, yo asumí el papel de puta y él el de cliente que me daba órdenes, que duró hasta altas horas de la noche. Nos devoramos mutuamente; me comió el coño hasta la extenuación; tuve su polla en la boca sintiéndola crecer una y otra vez; penetró en mi vagina y mi ano sin parar.
Roberto se corrió cuatro veces, yo perdí la cuenta de los orgasmos que tuve; pero más allá de los clímax, ambos manteníamos una sensación continuada de placer.
Nos dormimos abrazados, empapados en sudor y semen y con su sexo encajado en el mío.