Autobiografía de una gran mujer (11)

Era realmente guapo, con un pelo rizado (lo que ahora diríamos a lo “David Bisbal”), unas facciones delicadas y un cuerpo que daban ganas de comérselo. Cuando quedó sólo con un diminuto tanga, las chicas comenzaron a levantarse a bailar con él apretando su vientre contra el mal disimulado y enorme bulto de la entrepierna del muchacho.

Capítulo 14: ¡Boy, boy, boy!

Ahora que se acerca la Navidad, ya empiezo a ponerme de mal humor pensando en lo que me espera. Me molestan mucho las convenciones sociales y las celebraciones marcadas por un modo de hacer preestablecido.

Las bodas organizadas como un espectáculo, cuyo único objetivo es sacar dinero a todo el mundo, me desagradan especialmente y si van precedidas de las respectivas despedidas de soltero / a, me resultan insufribles e intento escaparme. Pero a veces no tengo más remedio que ceder y participar en esas payasadas.

En una de esas circunstancias de imposible fuga, las que me conocían bien intentaron reconfortarme diciéndome que la despedida de soltera iba a ser simplemente una cena en un restaurante de la ciudad.

Habían reservado un salón en el sótano de un restaurante de la Ramblas que en aquella época empezaba a estar de moda. Era una sala demasiado grande para los que éramos y, para darle un aire más acogedor, la habían dividido con unos pesados cortinajes, como con un telón de un escenario.

La cena trascurrió de manera muy agradable y la comida era muy buena, correspondiendo a la fama que el restaurante iba ganando en la ciudad; pero en la sobremesa, el ambiente empezó a cambiar. Un grupito no podía prescindir de dar la nota y repartieron unas bolsas como de cotillón, llenas de supuestos artículos de broma de carácter sexual y de objetos de sexshop: Condones de colores y formas grotescas, frailes con penes enormes, vergas que saltaban solas sobre las mesas, ropa interior supuestamente erótica y otras lindezas por el estilo empezaron a correr de mano en mano en una de esas situaciones en las que parece que la gente tiene que reírse por obligación. A estas alturas, no quedará duda que no soy precisamente pacata, pero estas cosas me parecen de especial mal gusto.

En eso, se amortiguaron las luces, empezó a sonar música de strip-tease y de detrás de la cortina apareció un "boy" moviéndose y desnudándose al ritmo de la música. Parecía que no podían pasar sin el espectáculo completo. Estaba apunto de marcharme, pero el mirar con detalle al chico me entretuvo.

Era realmente guapo, con un pelo rizado (lo que ahora diríamos a lo "David Bisbal"), unas facciones delicadas y un cuerpo que daban ganas de comérselo. Cuando quedó sólo con un diminuto tanga, las chicas comenzaron a levantarse a bailar con él apretando su vientre contra el mal disimulado y enorme bulto de la entrepierna del muchacho.

El ambiente se iba calentando por momentos, mis amigas parecían que no hubieran catado macho en mucho tiempo. El clímax llegó a su máximo cuando una de ellas se le acercó y le arrancó el tanga delante de todas.

Los gritos y silbidos fueron generales, hasta yo lancé una exclamación de admiración. Su sexo, lejos de mostrar señales de excitación, colgaba libremente y se balanceaba como el badajo de una campana, a cuatro dedos de la rodilla.

Inicialmente sorprendido por la situación, perdió el ritmo de la música; pero, de una manera totalmente profesional, reaccionó rápidamente y continuó evolucionando frente a su público haciendo gala de sus atributos.

No sé que pasó por mi mente; pero decidí en un instante que tenía que ser mío y me deslicé con disimulo detrás de la cortina y, sin pensarlo dos veces, me quité las bragas.

No tardó demasiado en seguirme y al verme, absolutamente sorprendido, preguntó:

¿Qué busca aquí, señora?.

Eso que cuelga entre tus piernas. - Le respondí acercándome de manera provocativa y algo molesta por lo de "señora".

No cobro por tener sexo. - Añadió molesto. – Y además, tengo novia.

Yo no pago nunca por follar y también tengo pareja. – Continué diciendo, ya a escasos centímetros de su cuerpo. – Pero a nadie amarga un dulce. – Añadí poniendo la mano sobre su verga.

Me miró fijamente y no añadió nada más. Sentí su polla endurecerse entre mis dedos y supe que era mío. Me agaché y la tome en mi boca.

Se la chupé con la boca abierta casi al máximo que permitía mi anatomía, hasta que la tuvo rígida como una barra de acero. Le lamí los huevos y el glande hasta notar que palpitaba y como el líquido seminal aparecía de manera abundante. Hice que se deslizara de nuevo lentamente entre mis labios hasta casi ahogarme. Yo estaba muy excitada, tenía el coño empapado y tenía que hacer esfuerzos para no masturbarme y correrme en ese instante.

Me levante, me senté en una mesa con la falda levantada y las piernas abiertas y mostrándole mi sexo. Se acercó y me metió de un golpe su descomunal polla sin decir palabra.

Las paredes vaginales son muy elásticas, pero eso no significa que no se note cuando te atraviesan con semejante calibre. Sentía como mis músculos de dilataban a su paso y como me follaba llenándome el coño con su carne caliente.

Le tomé una mano, le humedecí los dedos y los dirigí a mi sexo. Él comprendió rápidamente lo que deseaba y los dirigió directamente a mis clítoris. Me corrí, conteniéndome para no gritar, zarandeada con sus envestidas.

No quería que se corriera en mi coño. Tenía dos razones: Una objetiva, no quería tener que caminar sintiendo su esperma resbalándome por los muslos; y otra subjetiva, pensé en aquel momento que sería demasiado para Roberto (vaya tontería, no). Así que intenté quitármelo de encima, pero evidentemente él no estaba dispuesto.

¡Lléname la boca!. - Le dije relamiéndome lujuriosamente.

Se apartó de mí velozmente, me tomó con brusquedad y me metió la polla en la boca, corriéndose casi al instante. Por muchos esfuerzos que hice, no pude contener toda la eyaculación y acabé manchándome el vestido.

Llegué a casa con más hambre de sexo que antes de follarme al "boy". Roberto dormía; me duché y me metí en la cama.

Empecé a besarle y a restregar mi sexo contra su cuerpo para despertarle. Todavía adormilado me preguntó.

¿Cómo ha estado?.

La cena estupenda, la sobremesa fatal; pero el final de fiesta la ha compensado con creces. – Le fui respondiendo entre besos.

Le expliqué con pelos y señales lo que había hecho y noté como poco a poco Roberto se iba poniendo a tono. Cuando acabé, me tomó y exclamó.

Pues ahora me toca a mí disfrutar de único agujero que me han dejado.

Me sodomizó, haciéndome llegar al paraíso dos veces antes de que él se corriera.

Estoy casi convencida de que no creyó nada de lo que le había explicado y de que pensó que todo aquello había una más de mis fantasías. Nunca he vuelto a sacar el tema y no he intentado aclarar lo que realmente piensa Roberto que pasó.