Autobiografía de una gran mujer (08)

Sentados en corro, empezamos a hablar y a beber bromeando sobre nuestro futuro. Alguien sacó “maría” y empezó a liar unos canutos. El ambiente fue aumentando de temperatura, real y mentalmente, y entre risas fuimos despojándonos de la ropa hasta quedar totalmente desnudos.

Capítulo 10: Piso para tres

El noviazgo con Roberto me costó repetir un curso. Nunca había tenido problemas con los estudios, sabía distribuirme bien el tiempo y me daba tiempo para estudiar y divertirme; pero Roberto me absorbió demasiado tiempo y lo acabé pagando.

Roberto acabó la carrera y no le constó nada encontrar trabajo. Era de fuera de Barcelona y mientras estudiaba había vivido en una residencia de estudiantes; ahora necesitaba un piso que pudiera pagar con su exiguo sueldo.

Alex también había acabado los estudios y tenía unas ganas locas de dejar la casa de sus padres; así que le propuso a Roberto compartir piso para economizar. Finalmente, se les unió Pedro; otro compañero con el que yo apenas había tratado.

Encontraron un piso antiguo en el Ensanche de Barcelona, con un alquiler razonable (¡qué tiempos aquellos!) y que no precisaba de demasiadas reformas.

Por aquella época, mi amiga Marta andaba "liada" con Alex y Pedro tenía una novia que se llamaba Blanca. Los seis limpiamos, pintamos y arreglamos el piso hasta hacerlo mínimamente habitable y al acabar el trabajo decidimos organizar una fiesta privada para inaugurarlo.

El piso estaba escasamente amueblado y en la sala de estar sólo había un mueble bajo en una de las paredes y tenía el suelo cubierto con una alfombra sobre la que se encontraban los cojines de todas las formas y colores que habíamos podido encontrar.

Sentados en corro, empezamos a hablar y a beber bromeando sobre nuestro futuro. Alguien sacó "maría" y empezó a liar unos canutos. El ambiente fue aumentando de temperatura, real y mentalmente, y entre risas fuimos despojándonos de la ropa hasta quedar totalmente desnudos.

Las tres parejas de manera espontánea se fueron separando de los demás. Roberto y yo estábamos tumbados de lado y mirándonos a la cara. Por encima de su cuerpo podía a observar a Marta cabalgando sobre Alex y a Pedro con las piernas de Blanca abrazando su cintura. El tiempo entre besos y caricias se me hizo eterno. Roberto frotaba su verga entre los labios de mi sexo y me encontraba como flotando en una nube, estaba en el paraíso y no tenía ninguna prisa en ser penetrada. En medio de un intenso beso, Roberto comenzó a penetrarme muy, muy lentamente haciendo que me estremeciera de placer.

En eso, escuché como entre sueños una voz que decía:

¡Cambio de pareja!.

A la vez que una manos me tomaban por detrás y sentía como nuestros cuerpos se separaban.

Abrí los ojos y me encontré que era Alex quién me tomaba por debajo de los brazos y me atraía hacia el, a la vez que Blanca hacía lo mismo con Roberto.

Alex me miró cara a cara, muy de cerca y muy fijamente con su sonrisa que yo tan bien conocía.

¡Por los viejos tiempos!.- Exclamó, hundiendo su cara entre mis piernas y devorando mi coño.

Busqué instintivamente a Roberto con la mirada, intentando entender lo que pasaba. Lo encontré tendido entre cojines boca arriba, con sus manos sobre la nuca de Blanca dirigiendo la mamada que le estaba haciendo. Junto a ellos, Marta, a gatas, me miraba fijamente mientras Pedro la follaba enérgicamente haciendo que sus tetas de agitaran con cada envite.

La excitación pudo a la sorpresa y Alex comprendió inmediatamente que buscaba con mis movimientos. Se giró lentamente sin dejar de beber de mi sexo, hasta que su polla alcanzó mi boca.

Apenas alcancé un orgasmo de los que Alex me tenía acostumbrada con su lengua y sus labios cálidos, volví a escuchar:

¡Cambio de pareja!.

Y nuevamente me vi privada del placer que me estaba proporcionando una polla, la jugosa polla de Alex que llenaba mi boca con su volumen y su sabor amigo.

Alex fue sustituido por Pedro, que directamente y sin más preámbulos coloco la cabeza de su glande en mi coño y con una mirada llena de lujuria me espetó:

¡No sabes el tiempo que hacía que me moría por hacer esto contigo!.

Su cara reflejaba un deseo incontenible de follarme y me sentí halagada, halagada de que un hombre sintiera eso por mí, según parecía desde hacía tiempo.

¿Qué esperas entonces para metérmela?.- Le dije arrastrada por un deseo de que me penetrara y me follara hasta quedar exhaustos.

Se escuchaba el sonido de su polla moviendose en mi vagina empapada de jugos, le miraba a la cara y veía como cerraba los ojos y se mordía los labios abandonado al placer de cumplir aquel oscuro deseo. Me la clavaba con golpes secos a los que yo respondía contrayendo los músculos de mi vagina sobre su palpitante polla.

Junto a nosotros, Alex estaba enculando a Blanca y Roberto a Marta. Ambas chicas gemían moviendo rítmicamente sus caderas y yo sentí celos, celos de que las pollas de mis dos mejores amantes llenaran sus culos y que ninguno de los dos nunca me lo hubiera hecho a mí.

Volví la mirada a Pedro, le besé con pasión y cruce mis piernas sobre su cintura haciendo que me penetrara todavía más profundamente. Sentía el roce de sus cojones y la presión de sus pubis contra el mío. Me corrí arqueando el cuerpo en un vano intento de sentir su polla más dentro todavía.

Tendida sobre el suelo, con los brazos y las piernas separadas, mientras Pedro seguía follandome, le dije:

No te corras en mi coño, dame tu polla.

Me obedeció como un autómata, tome su verga entre mis manos y por un momento estuve tentada de pedirle que me sodomizara; pero de inmediato comprendí que en aquella situación no sería posible. Así que me volví a recostar en el suelo colocando su sexo entre mis senos. Estaba caliente, húmeda y suave y se deslizaba lujuriosamente por el estrecho canal.

Pedro jadeaba, estaba a punto de correrse y con un rápido gesto libere su polla de la presión de mis tetas y me la metí en la boca. Varias descargas de semen espeso y caliente llenaron mi boca y yo seguí chupando y chupando hasta que dejo de manar.

Caímos exhaustos el uno junto al otro. Cuando abrí los ojos, Blanca y Marta estaban enzarzadas en un 69 lésbico, mientras que Alex y Roberto las observaban.

Los ánimos acabaron serenándose, cada uno volvió con su pareja y abrazados, nos dormimos. Nunca hemos hablado de aquel día y todavía tengo la duda de si fue algo espontáneo u organizado por los chicos para follar con todas, o incluso si Blanca y Marta estaban compinchadas con ellos.