Aurora & Iris
Pasamos la mejor noche de nuestras vidas cuando ambas descubrimos que éramos más parecidas de lo que nosotras mismas suponíamos.
AURORA & IRIS
Mi padre y su hermana siempre fueron inseparables desde la niñez. Se querían tanto que buscaron la forma de vivir juntos siempre, uno al lado del otro. Con el paso del tiempo consiguieron dos casas en un barrio a las afueras, que prácticamente estaban una al lado de la otra. Solo dos casas les separaban de ser vecinos puerta con puerta.
Papá conoció a Mamá antes de que mi tía conociese al que sería mi tío, pero fue mi tía la que concibió antes que Mamá, y así nacimos mi prima Iris, y yo misma, Aurora. Iris y yo éramos diametralmente opuestas en cuanto a aspecto se refiere: Iris era rubia, yo morena; Iris tenía los ojos claros, yo oscuros; Iris parecía una princesa y yo siempre he sido (ó por lo menos así me veía) un patito feo, pero en lo que sí hemos sido opuestas es en cariño: ella siempre lo tuvo de todos y de cada uno, y yo tenía que luchar a brazo partido por conseguirlo. Mis padres me querían, pero a ella la adoraban.
A pesar de que Iris siempre era la más querida, nunca la odié por ello, si no que nos llevábamos medianamente bien como primas que éramos. Rara era la semana que una de las dos no dormía en casa de la otra dos ó tres veces. Siendo sincera, ambas nos llevábamos bien pero había cierto muro entre nosotros.
Nuestra amistad, pese a conocernos de toda la vida, no era muy profunda, lo que era debido, pese a que ella lo negaba muchas veces, al aura de tristeza que muchas veces vi a su alrededor cuando estaba con los demás. Ella disimulaba, pero era demasiado obvio que, aún siendo agasajada y mimada cada día, era tremendamente infeliz, algo que yo, desde siempre, nunca había conseguido entender, ya que era mi gran sueño ser tan querida como ella.
Siendo jovencitas, Iris se quedó a dormir con nosotros como otras tantas veces. Era norma que si se quedaba a dormir lo hiciera conmigo en una pequeña cama en mi habitación, pero aquella fue la primera vez que pidió dormir en la habitación de invitados, lo que me dejó muy sorprendida. Le pregunté porqué dormir sola y me respondió que lo prefería así, que ya era mayor para dormir a mi lado y hacer “cosas de niñas”. Aquello me molestó y me pasé el día entero sin hablarla.
Cenamos sin intercambiar una sola palabra y nos fuimos a dormir cada una por su lado. Papá y Mamá me dijeron que mañana hiciera las paces con ella y respondí con un frío “tal vez”. Luego me metí en cama, pero era incapaz de dormir. Estuve dando varias vueltas intentando conciliar el sueño cuando, al otro lado de la pared, me pareció escuchar un sollozo. La habitación de invitados estaba al otro lado de mi cuarto y la pared no era muy gruesa, por lo que podía oír claramente un sollozo.
Yo sabía que era Iris, más que nada por qué no era la primera vez que me parecía oírla llorar. Fue cuando me arrepentí de haberme enfadado con ella, y en mi bondad me levanté para hacer las paces. Cuando abrí la puerta la vi incorporada sobre la cama y me senté en el lateral a su lado. Ella giró la cabeza como queriendo que no la viera.
-Iris, ¿estás bien?.
-Sí-contestó con la voz muy apagada-. Vete. No quiero que me veas.
-Iris, te he oído llorar desde mi cama. ¿Es por lo de esta tarde?. Lo siento, no debí enfadarme y quiero disculparme, ¿de acuerdo?.
-En todo caso fui yo la que debería disculparse por hablarte como te hablé-dijo mientras seguía sollozando-. Siento haberme portado tan mal.
-Y yo enfadarme. Venga bah, no llores más que me pones triste, ¿vale?.
-No lloro por lo de esta tarde-me dijo secamente-.
-¿Entonces por qué?.
-No importa, da igual.
Me acerqué un poco y la abracé para consolarla y que se tranquilizase. Un poco reticente al principio, Iris aceptó mi abrazo y con su cabeza en mi hombro descargó toda la tristeza que la estaba consumiendo. Yo me sentía tan mal por ella que me frustraba el no poder ayudarla.
-¿Qué te ocurre Iris?, ¿por qué lloras así, por qué sufres tanto?.
-Es que…yo…
-No tengas miedo. Dime que te pasa. Quiero ayudarte.
-Es que me siento agobiada Aurora-me dijo, con la voz rota por el dolor-. Agobiada por todos: mis padres, los tuyos, los vecinos…no quiero ser más la “niña perfecta” de todos…estoy harta…
-¿Pero que dices-pregunté sin creerme sus palabras-?.
-Oh Aurora, no sabes la suerte que tienes. No sabes lo que es no poder hacer lo que quieres, no poder divertirte ni hacer las cosas que te gustan porqué tienes siempre que ser la eterna princesita dulce y encantadora. Me están destrozando Aurora, me están destrozando por dentro…
Aquello me produjo el shock emocional más grande de toda mi niñez. De todos los problemas que pudiera tener, tenía que ser eso. Me rompió los esquemas, y no solo los esquemas si no también mis ilusiones, y fui incapaz de contener unas lágrimas que pugnaban por salir a trompicones.
-¿Cómo puedes decir eso?, ¿cómo puedes decir que te están destrozando-pregunté mirándola a la cara con los ojos empantanados-?.
-¡Aurora, por dios!, ¿pero por qué lloras tú ahora?.
-¿Cómo puedes decir que ellos te están destrozando por que están queriéndote a todas horas?, ¿cómo puedes quejarte de algo así?. ¿Tienes idea de lo que acabas de hacerme, te das cuenta lo que me has hecho?.
-¿Pero que dices?, ¿¿qué he hecho??.
-¿Sabes lo mucho que yo deseo que me quieran como a ti?, ¿sabes cuantas veces he deseado cambiarme por ti?.
-¿Cómo puedes decirme eso?, ¿cómo puedes haber deseado cambiarte por mí?. ¿Para qué?, ¿para que todos te agobien?.
-Oh Dios, ¿pero es que no lo ves?, ¿es que no ves lo mucho que todos te adoran y lo felices que son estando a tu lado queriéndote?.
-Yo solo veo que me ahogan con tanto cariño, que no me dejan ser yo misma. Ojalá fuera tú. Si tú has deseado ser yo, has de saber que yo he deseado un montón de veces estar en tu lugar, libre de para hacer lo que quiera, para decir lo que quiera, libre para todo.
-¿Es que me tomas el pelo?, ¿libre, yo?. Sola, querrás decir. Sola todo el día, sin cariño, sin amor. ¿Tienes idea de cuanto debo hacer para ganarme un solo cariño de Papá, mientras a ti te lo da sin que hagas nada?. Yo quiero que me quieran tanto como te quieren a ti-supliqué presa de la angustia-.
-Aurora…oh dios mío…perdóname…yo no sabía nada…
-Iris…
Volvimos a abrazarnos para calmarnos con los ojos aún llorosos. Las dos estábamos sorprendidas por lo que estaba pasando, y tremendamente emocionadas por aquel momento de sinceridad. Habíamos abierto nuestras almas y estábamos muy conmovidas. El abrazo duró largo rato, hasta que ambas nos calmamos y nos echamos en la cama haciéndonos carantoñas.
-¿De verdad has querido ser como yo para que te dejaran en paz?.
-Sí, te lo juro. Cada vez que te miraba y te veía allí sola yo suspiraba por el día que fuera yo la que estuviera a lo lejos y tú recibiendo el cariño de todos. Aunque te veía algo triste, siempre te he visto tan libre…
-Yo también te veía tan triste Iris, tan deprimida. Los demás no se daban cuenta, pero para mí era tan obvio que no eras feliz, era tan evidente…
-¿Cómo hemos podido ser tan tontas y no hablar antes de todo esto?.
-¿Y como lo podíamos saber entonces?.
Iris frunció el ceño un momento y luego esbozó una sonrisa tierna al comprender mi pregunta. Me abrazó y me pidió que me quedara con ella durmiendo, que no quería estar sola. Yo acepté de buen grado y me arrimé a ella lo más que pude. Parecíamos dos niñas pequeñas.
-Te quiero mucho Aurora. Sé que nunca te lo he dicho, pero te quiero.
-Yo también te quiero Iris. Te quiero muchísimo.
La magia y el cariño de ese instante produjo un efecto inesperado: un beso. No sabía como pero de repente me encontré dándome un beso con Iris. Noté sus cálidos labios en los míos y un tremendo calor envolviendo nuestros cuerpos. Me sentí estremecer hasta la punta de los dedos de los pies. Allí abrazadas en la cama nos estábamos dando nuestro primer beso, que se nos hizo eterno. Llevadas por la pasión del momento y el amor que en aquel instante nos anegaba como una marea nos quedamos mirando al dejar de besarnos.
-Te quiero Aurora.
-Te quiero Iris.
Volvimos a besarnos sin malicia alguna, sin atisbo de perversión. Solo éramos dos niñas queriéndonos. Nos acariciamos un rato, recorriendo nuestros cuerpos por encima de nuestros pijamas, sintiendo la calidez de la otra. Besos, caricias, arrumacos, más besos…me sentía tan bien que pensé que estaba en un sueño. La mano de Iris me acarició un poco el culo y el pecho, pero en lugar de enfadarme como hubiera sido lo normal, me limité a sonreír consintiendo lo que me hacía. Mi mano también acarició su culo prieto y sus incipientes y firmes pechos cuyas curvas se me antojaban perfectas en comparación con las mías. Sus ojos brillaban de emoción.
-Aurora, eres tan hermosa…
-No digas eso Iris, no es cierto. Yo soy más bien feúcha-dije en tono triste-…
-No es cierto-y me dio un pequeño beso-. Lo que pasa es que nunca nadie ha estado a tu lado para decirte lo guapa que eres, y puedes creerme, que eres muy bella…
Su mano traviesa, que iba de un lado para otro, se metió debajo de mi pijama y se coló malévolamente entre mis piernas. Mi prima me estaba mirando con total devoción, maravillada de mi rostro. Me sentí verdaderamente halagada, y noté mis mejillas ardiendo de lo ruborizada que estaba, pero no era por sus palabras, si no por el placer que la muy pilla estaba dándome, con sus deditos apoderándose de mi clítoris y jugando con él, poniéndolo firme.
-Aaaaaahh aaaaaaaaaahh…mmmmm mmmmmmmm-me relamía-…Iris para por dios, para ya…aayy que me orino…
Iris miró a mi pantalón y me sonrió después.
-No es orina, si no tus fluidos vaginales, los que segregas cuando te mojas, como ahora que estás disfrutando tanto. Mira, te lo mostraré…
No tengo ni idea de cómo ella sabía eso, pero no me importaba. Yo solo quería que me siguiera metiendo mano horas y horas, me hacía sentir tan bien…Mientras seguía excitándome me besó el cuello y después sacó su mano y me la mostró, totalmente empapada. Me la acercó un poco más y curiosa la olí.
-Ppff ppff-olfateé-...huele muy dulce…muy rico…
-Dicen que sabe mejor…quiero probarlo…mmmmmmmmmm-gimió metiendo sus húmedos dedos en su boca-…me gusta…tómalos, prueba tu también…
-Mmmmmmm mmmmmmmmmmm…aaay es riquísimo…un poco raro, pero muy rico…me encanta…
-Yo me como todo esto ahora mismo-me dijo con picardía-.
Me desnudó con toda la prisa del mundo y metió su cabeza entre mis muslos. Los agarró bien fuerte y se puso a lamerme como una descosida. Casi me parecía un sueño lo que estaba pasando: yo desnuda, abierta de piernas y dejando que mi prima me lamiera mi pucha. Debería haber dicho algo, pero es que no podía. Su lengua hacía las delicias de mi cuerpo caliente. Me retorcía en la como una serpiente de un lado para otro mientras mis jugos salían como un torrente. Tendría que haberme enfadado con ella y haber protestado, pero entendí que solo éramos dos inocentes niñas que se estaban explorando y descubriendo a una a la otra.
-Aaaaaaaahh…Iris, ¡¡Iriiiiiiiiiiiiiiiis!!...Iris por amor de dios, no pares, no pares…sigue primita mía…me encanta, me chifla…mmmmmmm…
-Que guapa eres Aurora…te quiero, te quiero mucho…me encanta esto…
-¿Si?.
-Sí. Yo por fin estoy haciendo lo que quiero, y tú estás siendo querida como deseas. Voy a mimarte por todos los años que has estado sola…
Aquello agitó todas las fibras de mi corazón y sonreí para pedirle que siguiera. Ella me devolvió la sonrisa y bajó su cabeza para continuar explorando mis ardientes carnes. Pegó su boca a mi cuerpo y con los dedos abrió un poco mis finos labios para meterme su lengua lo más que pudo.
-Goza Aurora, goza cuanto quieras…disfruta de mi lengua…
Sus lametones fueron ganando en fuerza y rapidez, y mis gemidos en volumen. Me encontraba en un estado de éxtasis total del que no quería salir jamás, y a cada nuevo lametón mi excitación aumentaba, crecía constantemente llevándome a la locura. No sabía como acabaría pero sólo deseaba llegar lo antes posible, y por largos e interminables minutos me lamió como la vida le fuera en ello hasta que, como si supiera lo que yo estaba sintiendo, aceleró más y más para hacerme explotar.
-Oooooohh…Sigue Iris sigue…es riquísimo…sigueeeeeeeeee…aaah aaaaaah aaaaaaaah…Mmmmmm voy a explotar…oh dios voy a explotar…
Suerte teníamos que el resto de los habitantes de la casa eran de sueño pesado y muy profundo, que si no se hubiesen despertado por mi grito cuando en efecto exploté debido al colosal orgasmo que mi prima me provocó. Quedé inmóvil en la cama, desnuda, sudorosa, jadeante, confusa, extraña, pero no podía dejar de sonreír. Al mirar a mi prima ésta me abrazó y nos dimos un largo beso en el que probamos el sabor de nuestras lenguas mezclado con mis fluidos. Divino. Me rodeó con sus brazos y me dio un beso en la frente, al tiempo que seguíamos perdidas en nuestra nube de felicidad, de la que tardamos en bajar un buen rato.
-¿Te ha gustado, primita?.
-Aahh ahh aaahh-jadeé-…sí amorcito…ha sido delicioso…
-¿Ya estás mejor ahora?, ¿ya te sientes bien?.
-Mejor que nunca-y nos reímos las dos-. Quiero devolverte el favor…
-Venga.
Poniéndose sobre mi cara, me aferré a ella por sus blancos muslos y saqué mi lengua para probar el sabor de su rajita. Sus rubios vellos me hacían cosquillas en la nariz. Su pucha era de color rosa, de seductora fragancia, y en lugar de estar escondida entre las piernas como la mía, la suya sobresalía notablemente. En cuanto la rocé con mi lengua mi prima se derritió de gusto. Miré hacia arriba y vi como Iris contraía su cara, mordiéndose el labio inferior, suspirando, acariciándose sus tetas, retorciendo sus propios pezones. Tanto me gustó verla así que me dediqué en cuerpo y alma a lamer el coño de mi prima para que gozase tanto como me había hecho gozar a mí. Probé a dibujar círculos en su rajita, a hacer letras, números, cualquier cosa me valía. Mi prima me correspondió con prolongados gemidos de satisfacción y tembleques de placer que recorrían su pálido y marmóreo cuerpo por los cuatro costados. Mi prima era una obra de arte, su cuerpo parecía haber sido esculpido a imagen de esas ninfas de los cuadros renacentistas.
-Uummmm…que rico, que delicia…estoy caliente…vamos mi amor, cómemelo todo…eres tan buena como yo…que bien lo haces…
-Quiero que goces como gocé yo primita, quiero que explotes…
-Si sigues así vaya si voy a explotar…
Cerré los ojos, posando a continuación mis manos en sus labios, sintiendo la enorme humedad que brotaba de ella, notando la fina línea de su rajita, que abrí para poder hundirme tanto como pudiera y meter mi lengua dentro. La lamía con glotonería para beberme todos los jugos que le salían en cascada, casi desbordándome. Me afanaba en satisfacer mi enorme apetito pero me costaba y eso me excitaba más aún. Su clítoris, prominente, era atacado por mis dedos y como resultado ella se retorcía como enloquecida, sentía que le faltaba poco para que tuviera el orgasmo que yo andaba buscando. Decidida a llegar al final proseguí mis avances, mientras en mis oídos resonaban maravillosamente cada uno de los gemidos guturales e incontrolados con los que Iris me premiaba por mis maniobras.
-Me vengo…ay que me vengo, me vengo toda…
-Goza prima, goza de mi lengua…córrete…quiero que te corras…
-Síiiii me voy a correeeeeeeeer…oh dios, me corro, ¡me corroooooo!...
Tuve la sensación de que acababa de reventar por los aires. Iris gozó y su abundante corrida, mucho más que la mía, me dejó la cara mojadísima, casi anegada. Cayó a mi lado en la cama mientras se llevó la mano a la frente para quitarles las perlas de sudor que tenía. Al mirarme, me dedicó una amplia sonrisa y aún con sus jugos en mi paladar nos estuvimos besando largo y tendido. El sabor de nuestras lenguas, mezclado con el de nuestros fluidos, nos supo a bendición celestial. Al ver sus pezones duros se los toqué un poco para notar lo firmes que estaban y los lamí un poco. Allí las dos, totalmente desnudas, nos entregamos a ese mágico momento del abandono. En todo ese rato ninguna dijo nada. Nos limitamos a mirarnos a los ojos, incapaces de dejar de sonreír. El olor a sexo que sentíamos cargó la habitación de sensualidad. Debió pasar como media hora, antes de que volviéramos a la calma.
-¿Está bien lo que hemos hecho-pregunté frunciendo el ceño-?.
-Claro que sí. ¿Tú has disfrutado, verdad?.
-Sí, muchísimo-contesté esbozando una sonrisa de oreja a oreja-.
-Yo también. Por lo tanto, no hay nada de malo. Me ha encantado.
-¿Y ahora qué?, ¿qué pasará mañana?.
-No lo sé. Supongo que todo volverá a la normalidad, pero por lo menos nos tenemos a la una a la otra, ¿verdad?.
-Verdad.
-Aurora…
-Qué.
-Quiero repetir.
-¿No estás cansada?.
-Que va, lo que estoy es cachonda y quiero hacerlo más. No quiero parar.
Y no paramos en toda la noche. Aprendimos rápidamente a lamernos a la vez, haciendo el tan famoso 69 del que todos hablaban. Acabamos perdiendo la cuenta de cuantas veces acabamos gozando. Para no levantar sospechas, cuando ya no pudimos más, volví a mi cuarto para que nadie nos pillara juntas y me dormí en cuanto me metí en cama. Ambas estábamos agotadas.
Ella tenía razón. En cuanto llegó el nuevo día, todo volvió a la normalidad: Iris volvió a ser el centro de atención mientras yo seguía sola. La mañana pasó sin incidentes y esperaba lo mismo de la tarde, pero no podía estar más equivocada. Nos encontrábamos en los jardines de la calle, a pleno sol, yo sentada en una mesa disfrutando de la tarde e Iris como a diez metros, agasajada por todos, como siempre. En una de las veces en que la miré, ella me devolvió la mirada, y nunca había visto una mirada tan cargada de dolor. Fruncí el ceño intrigada, y de pronto, ocurrió lo impensable.
-¡¡BASTAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!.
¡Era Iris la que había gritado, dejando a todos perplejos, yo la primera!.
-¡¡Iris-protestó mi padre-!!, ¿se puede saber que pasa?.
-¿Cómo?, ¿que qué me pasa?. ¿¡Qué os pasa a vosotros!?.
-¿A nosotros-preguntó Mamá-?.
-¡¡SÍII!!. ¿Qué diablos os pasa?, ¿es que no lo veis?.
-¿Pero de que hablas-volvió a preguntar Papá-?.
-De ella.
Iris me señaló. Quedé estupefacta pero luego entendí lo que estaba haciendo.
-¿Pero que estáis haciendo?, ¿es que ella no existe?. Es tu hija, tío, y nunca te he visto abrazarla como a mí. ¿Es que os creéis que ella no necesita cariño como yo?, ¿creéis que es feliz así, sin más?. ¿Cómo la ignoráis de ese modo?.
Por sus ojos corrían auténticos lagrimones. Me fui hacia ella e intenté evitar todo aquello, pero yo también había comenzado a llorar.
-No Iris, déjalo…Por favor, no lo hagas…ya basta…
-No es justo Aurora, no es justo lo que te están haciendo. ¿Es que no veis como sufre por la falta de cariño que tiene-preguntó a los demás-?, ¿es que no veis que eso la está matando?. Yo he tenido amor de sobra, suficiente para años y años, ¿pero que hay de ella?.
Estaba a punto de decirle a Iris que parase de nuevo, cuando giré la cabeza y miré a Papá al notar el mortecino silencio que cayó fulminante en ese instante. Fue la primera vez en toda mi vida que le vi llorar.
-Oh dios mío…lo siento hija mía…lo siento…yo no lo sabía…mi niña…te quiero mi niña…mi niña, mi niña preciosa, mi niña linda…lo siento lo siento…
Me rodeó con sus brazos y nos pusimos a llorar como dos bobos. Mamá también me abrazó y de pronto todos estaban a mi alrededor pidiéndome perdón por haberme ignorado toda la vida. Estaba tan emocionada por aquel momento que llegué a pensar que era un sueño. Tras tantos años de desamparo emocional y afectivo por fin había ocurrido el ansiado milagro. Aún abrazada a Papá busqué a Iris y la encontré en la misma silla donde yo estaba sentada, mirándome. Me sonrió enjuagándose las lágrimas y asintiendo levemente con la cabeza. Yo también asentí, y me abracé más fuerte a Papá para disfrutar el momento. El resto de aquella tarde fue la mejor que pasé nunca, siendo el centro de atención de todos. Jamás había tenido tanto cariño y abrazos de una sola vez. Me era imposible no llorar de vez en cuando por tanta emoción que me embargaba. Lo mejor fue también lo más inesperado: todos se disculparon conmigo por haberme dejado de lado tantos años y me dieron su palabra de honor de que en adelante ambas seríamos queridas en igual medida, para que ninguna volviese a estar desamparada, y también me juraron que me compensarían por tanto tiempo de soledad. Incluso montaron una pequeña fiesta a la noche en mi honor (y eso que mi cumpleaños hacía tiempo que había pasado). Iris volvió a quedarse a dormir cuando la fiesta acabó a altas horas de la noche, pero esta vez no fue al cuarto de invitados, si no que durmió conmigo, en mi cama.
-Tienes que perdonarme prima, pero tenía que hacerlo. Ya no podía aguantar más aquella situación.
-Claro que te perdono, boba. Al principio me molestó lo que dijiste, pero luego agradecí al cielo tu gesto. Fue muy valiente.
-Por lo menos estaré sola una buena temporada. Al fin podré respirar tranquila, y tú tendrás lo que tan desesperadamente anhelabas. Ha sido un buen día…
-Sí Iris, ha sido un buen día…
-Pues vamos a celebrarlo.
Se levantó un momento de la cama (sin dar la luz) y volvió instantes después con algo en la mano que no conseguí distinguir bien. Era negro y de plástico, con algo de color blanco ó carne.
-¿Qué es?.
-Tócalo y lo sabrás.
Lo palpé por todas partes hasta que lo comprendí: un cinturón con una verga de plástico.
-¿¿De donde has sacado esto-pregunté divertidamente sorprendida-??.
-De Mamá. Ella lo guarda en su dormitorio y lo usa a veces cuando está sola, ó cuando ella y Papá lo hacen, y lo esconden a cal y canto, creyendo que no les he descubierto. Me costó traerlo sin que los demás se dieran cuenta.
Me quedé anonadada. Iris me guiñó un ojo.
-¿Y porque la verga es doble, una hacia dentro y otra hacia fuera?.
-La original va solo hacia fuera-me explicó-. Si una mujer quisiera penetrar a otra solo tendría que ponérselo, pero yo puse ésta doble(Mamá guarda varias para masturbarse en secreto) para que nos penetremos a la vez, tú y yo.
-Mmmmmmmmmmmmm-gemí relamiéndome, mordiéndome los labios con ojos brillantes-…vamos a probarlo…
-Vale.
Nos desnudamos rápidamente, luego ella se colocó el cinturón, se puso encima mío con expresión perversa y usando las manos ambas acogimos en nuestras ardientes puchas una verga de plástico que nos desvirgó a las mil maravillas. Tuvimos que gritar debido al dolor de esa primera vez, quedándonos muy quietas un tiempo, dejando que nuestras panochas se acomodasen al tamaño de aquellos garrotes de plástico.
-Aaay…me duele mi amor…me duele mucho…
-A mi también me duele…se siente muy feo, nos hemos partido en dos…
-Mejor lo dejamos, no conviene seguir…dueleeeeeee…
-Noooo, no te salgas…esperemos a ver si se pasa…por favor-supliqué-…
Atendió mi súplica y seguimos muy quietas, íntimamente abrazadas, con nuestras tetas rozándose, besándonos para aplacar aquel monstruoso dolor. Poco a poco se fue retirando y suspiramos cuando vimos que ya había desaparecido. Con la mirada me preguntó si quería seguir y asentí. Se movió con lentitud al principio, procurando no lastimarnos más de lo que ya lo habíamos hecho en nuestra inconsciencia. Lo cierto fue que al poco tiempo, ya no nos dolía, todo lo contrario: lo disfrutábamos.
-Mmmmmmm que rico está ahora…uufff que calor…estoy ardiendo prima…mi cuerpo me arde…
-Yo también ardo prima…ooooh como me gusta…
-Es fantástico, fantástico de verdad …quiero gozar, quiero correrme…uuufff que gusto…
-No sabía que esto fuera tan bueno…ooooohh dios mío, ¡¡dios mío!!...es divino, divino ooooohh…
Las embatidas de mi prima, tiernas y profundas, nos tenían en pleno delirio. Yo llevé una mano adonde estaba su cinturón para agitarlo un poco y que la verga que ella tenía se le moviera un poco. Ella correspondió con jadeos, mientras pasaban largos, eternos minutos de placer. Literalmente nos estábamos consumiendo en los infernales fuegos de la pasión, nos estábamos abrasando, y el que esa pasión fuese incestuosa era algo que nos traía sin cuidado. Ni siquiera pensábamos en ello. Solo podíamos limitarnos a dejarnos llevar por aquella creciente marea de placeres que nos llevaba inexorable a la cima del mundo.
-Vamos mi amor, vamos allá…ya me viene…me vengo, me vengo…
-Yo también voy a venirme…espera, ¡espera!, ¡¡corrámonos juntas!!...corrámonos juntas mi vida…así, así….
-Empuja más, más, ¡¡máaas!!...lléname mi pucha de verga, métela toda…eso es…sí, asíii…Iriiiiiiiiiiiss…
-Ya está prima…ya…ya viene…ya vieneeeeeeeeeeeeee…
-Me corro Iris me corroooooooooo…
-Me vengo…ooh dios míoooo me vengooooooooooooo…
Muerta de cansancio Iris quedó derrengada sobre mí, cuerpo con cuerpo. En pleno paroxismo nos dimos un largo y profundo beso de tornillo que casi nos hizo desencajar la cabeza como si fuésemos la niña de El Exorcista. El olor de su cuerpo rezumaba tan dulce y fragante que me parecía estar en una nube. Ella me llenó la cara de besos, por todas partes, con sus ojitos emocionados.
-Que bella eres Aurora…te quiero…
-Yo también te quiero…
-A partir de hora haremos esto más a menudo ¿verdad?.
-Claro que sí, cuando tú quieras. Me encanta hacer el amor contigo.
-Y a mí también me gusta. Pasaremos muchas noches felices tú y yo.
-¿Aunque nos casemos y tengamos hijos de mayores?.
-Aún así.
-Iris…
-Dime mi amor…
-Quiero pasarme esta noche jugando contigo. Hagamos el amor otra vez.
-Venga-me contestó sonriendo-…
Nos sonreímos con mucho cariño y alegría, complacidas al ver nacer una larga y hermosa relación entre nosotras, relación que dicho sea de paso aún dura, al cabo de tantos años que pasaron y de las respectivas familias que hemos formado. Desde aquel momento hasta ahora, soy feliz en sus brazos, y ella en los míos. Muy felices.