Aunque paradójico

Después de una ceremonia religiosa por un sepelio, pasó lo que ya de alguna manera se manifestaba entre los dos. Ella y yo casados. Quien iba a pensar que esta mujer tan juiciosa, era tan ardiente.

Aunque paradójico, fue al final de nuestra asistencia a unas honras fúnebres. Ya en el ambiente que nos rodeaba desde meses anteriores se manifestaba una necesidad de que algo pasara entre los dos. Sin embargo nuestra situación por ser dos personas con compromiso con otra persona y además, ella con un hijo, no había permitido que algo sucediera. Pero ese día, aunque no lo planeamos, sencillamente se fueron dando las cosas.

Fue al final de la ceremonia cuando me ofrecí a llevarla hasta su casa. Sin embargo, ella me dijo que quería hacer algo, quería tomar algo y le dije que me acompañara un momento hasta mi casa. Cuando llegamos allí, en mi sala no pudimos contenernos y comenzamos a besarnos, era intenso, muy fuerte y ella permitió que yo comenzara a acariciarla.

Permitió que tocara sus senos pero inmediatamente colocó mis manos en sus nalgas, por encima de su pantalón. Quería sentirme, quería sentir como yo las apretaba y quería sentir mis dedos sobre su sexo, aunque fuera por encima de la ropa. Yo no me atrevía mucho porque en uno de los pisos inferiores de la casa se encontraba uno de mis familiares. Sin embargo ella quería que continuara tocándola. Ya no pude aguantar más y la llevé a mi cuarto y allí se nos olvidó todo; mi esposa, su esposo y su hijo. Solamente queríamos vernos y sentirnos.

Comencé por soltar su pantalón y desabotonar su blusa. Pero sabíamos del riesgo que había porque en cualquier momento podría entrar alguien. Yo sentía temor de hacer algo; sin embargo me pidió que bajara su pantalón que la tocará, era ella quien pedía y guiaba todo. No me podía contener. Comencé a sentir la humedad de su vagina en mis dedos cada vez que entraban allí y me daba cuenta de lo suave que era; no podía con las ganas. Mientras yo quería continuar acariciándola, tocándola, chupándola ella solamente me pedía una cosa: que se lo metiera aunque fuera tan solo un momentito, ella anhelaba tenerlo dentro y recuerdo su cara pidiéndolo, yo le decía que quería que sintiera muchas cosas con mis caricias, con mi boca, pero era tal su insistencia que también quise hacerlo. Busqué un preservativo de los que siempre mantenía en mi mesa de noche y como pude, a las carreras, lo coloqué en mi pene.

Hasta el momento no había acabado de bajar su pantalón negro así que lo hice hasta que quedo un poco debajo de sus rodillas. Bajé también sus panties y todo se descubrió delante de mi; un par de piernas que me había imaginado pero nunca había visto realmente, sus muslos eran tan provocativos, tan bien formados, me quedé apreciándolos y tocando su suavidad y de pronto me concentré en apreciar su vulva, sus vellos que permitieron parar mis dedos por ellos y como pudo por la incomodidad del pantalón, ella abrió sus piernas. Lo que se reveló delante de mi fue una cuquita linda, rosada como mis dedos permitían verla al abrirla, húmeda y brillante. Mis dedos quisieron entrar nuevamente y otra vez ella me pidió que se lo metiera. También corriendo bajé mi pantalón hasta las rodillas y ella se recostó encima de la cama. Yo me tiré encima de ella mientras su mano guiaba mi pene hacia ese camino natural, hacia ese túnel de placer. Recuerdo la forma como se iba hundiendo, la suavidad de esa vagina que estaba siendo atravesada por mi verga con la suavidad de un cuchillo caliente en mantequilla.

Comencé a mover mis caderas para entrar cada vez más profundo en ella aún con la incomodidad en la que estábamos. Ella y yo casi vestidos totalmente y solamente permitiendo rozar sus piernas con las mías y mi pene entrando y saliendo completamente mojado de dentro de ella. Creo que el tener la ropa puesta nos permitió tener un acercamiento más íntimo, más cercano. Ella trató de abrir un poco más sus piernas para recibirme mientras se agarraba de mis nalgas para que yo la pudiera penetrar mejor y más adentro. Ella me decía que le encantaba mi verga, que la sentía muy suave y gruesa y que la estaba llenando como le gustaba.

Después de un rato de sentirme de esa manera, me dijo que se quería hacer encima, que se quería venir. Yo me retiré hacia el lado y deje que ella se acostará encima de mí. En una forma diferente de hacer el amor, se tiró encima de mí, separó sus piernas para acomodarse de manera que mi pene, ya sin su mano, encontrara el camino que acababa de conocer. Fue deslizando su cuerpo hasta que mi pene se metió otra vez en ella. Se hundió nuevamente y ella comenzó a hacer un movimiento muy suave de sus caderas para que mi verga comenzara a resbalarse adentro y afuera.

Enseguida, y esto es lo diferente, o al menos yo no lo había vivido así, ella colocó sus manos debajo de mi y se agarró de mis nalgas, completamente acostada sobre mi, y comenzó a mover su cadera en movimientos muy cortos y pegando su pubis con mucha fuerza al mío, podía sentir como el sudor resbalaba y como nuestras zonas genitales también lo sentían. Sus movimientos cortos hacia que sintiera ese sexo muy suave pero con fortaleza por la intensidad con que lo estábamos viviendo.

Ella cada vez se mojaba más; eso, los gestos de su cara, sus gemidos, su respiración, me dejaron saber que ella estaba apunto de venirse. Se agarró más fuerte de mí y en vez de sentir un movimiento acelerado, ella comenzó a buscar que mi pene entrará con más fuerza en su cuca mientras que su pelvis también rozaba mas fuerte la mía, pero el movimiento era corto. Finalmente su orgasmo se dejó venir, pude ver su cara y sus ojos cerrados para ahogar un grito que evitara ser escuchados. Cuando la sentí comencé yo ahora a acelerar mi movimiento para que casi alcanzara a venirme al tiempo, me habría encantado llenarla con mi leche pero el tener que utilizar el preservativo, por obvias razones no me lo permitía.

Duramos unos dos minutos así, extenuados pero ella comenzó a moverse nuevamente, ya con mi pene algo flácido, cosa que no importó, y nuevamente su movimiento la llevó a otro orgasmo en muy corto tiempo en el que nuevamente pude vivir su sexualidad y todo lo que esa mujer me iba a ofrecer durante el tiempo que duró nuestra relación a escondidas.