¿Aún se le levanta a tu abuelo? (1)
¿ Qué pasa cuando una chica joven se pregunta si le aún se le levanta al abuelo de su amiga?
Fernando estaba en el salón viendo la tele cuando vio pasar a Juanita, su nieta, dirigiéndose a la puerta. Al poco, ella regresó con Luz, una de sus amigas.
-Abuelo, me voy al cuarto a escuchar música con Luz.
-Vale, mi'jita.
Cuando las dos jovenzuelas le dieron la espalda, no pudo evitar mirarlas. A Luz ya la conocía de otras veces. Era una preciosa joven, de culito espectacular, y como lo sabía, lo hacía resaltar con ajustados pantalones, que sumados a unas camisas apretadas, la hacían apetecible. Juanita, su nieta, también era hermosa, aunque distinta a su amiga. No era tan espectacular, pero en cierta manera, era más atractiva.
-"Juventud, divino tesoro" - se dijo mirando come se meneaba el culo de Luz.
Fernando, viudo desde hacía años, vivía en casa de su hijo. Eran 4 en la casa. Él, Juanita, su hijo y su nuera, la bruja. Bueno, no tan bruja. Había accedido a que viviera con ellos, y no lo trataba mal, la verdad. Pero las tradiciones hay que respetarlas.
Siguió viendo la tele, que era casi lo único que hacía últimamente. Al poco le llegó el sonido de la música de las chicas.
-Se van a quedar sordas. Coño. - dijo, subiendo el volumen del televisor.
En el cuarto, Juanita y Luz se tumbaron en la cama y empezaron a hablar. Es extraño que a pesar del volumen de la música se entendieran, pero seguramente era un buen entrenamiento paras las discotecas. ¿Cómo si no iban a entender al galán de turno?
Empezaron a hablar de sus cosas. Chicos, por supuesto. Que si Manolito estaba bien bueno, que si Juan era un sobón y un pesado.
-La otra noche - contaba Luz - estaba con Juan en su coche. Nos enrollamos. Ya sabes lo pesado que se pone, pero esa noche me cogió con la guardia baja. Me calentó, así que le saqué la polla y le casqué una paja. Joder, Juanita, además de pequeña, no tiene aguante. Se corrió enseguida.
-Jajaja, Luz. ¿Qué pasó luego?
-No me hables. Con tanto besuqueo y manoseo me había puesto cachonda. Así que le pedí que me devolviera el favor. Mierda, el muy capullo no sabe ni tocar un coño. Ahí, dale que te pego todo el rato. ¿Sabes lo que hice?
-Jajajaja. No. ¿Qué hiciste?
-Fingir que me corría para que ese desgraciado me dejara en casa. Y encima él se creyó que había quedado como un machote. Al día siguiente me llamó para volver a quedar.
-Jajajaja, Luz. Si lo que no te pase a ti no le pasa a nadie. ¿Quedaste con él?
-Claro que no. Lo mandé a la mierda.
Las dos chicas rieron con ganas. De las dos, la más lanzada era sin duda Luz. Juanita era más, digamos, tranquila. Escucharon un rato la música en silencio hasta que Luz, de sopetón, preguntó.
-Oye... ¿Crees que a tu abuelo aún se le pone dura?
-¿Quéeee?
-Que si aún se le levanta la polla.
-Joder Luz, y yo que sé.
-¿Qué edad tiene?
-Creo que 68 ó 69.
-Me pregunto si a esa edad aún se les pone dura a los hombres.
-Luz, a veces me dejas perpleja. ¿A qué viene eso ahora?
-Y yo que sé. Se me ocurrió de repente. Pero seguro que sí. O no. No sé. ¿Para eso es la viagra no?
-Será.
-Es viudo, ¿No? ¿Sale con alguien? ¿Tiene novia?
-No creo. Apenas sale de casa.
-Pues me gustaría saberlo, jeje
-¿El qué?
-Si se le pone la polla dura. ¿Por qué no se lo preguntas? En plan...científico.
-Tú estás loca, Luz. ¿Cómo le voy a preguntar a mi abuelo si se le pone la polla dura?
-jeje, es verdad. Quedaría rarito. Se lo preguntaré yo.
-No te atreverás. -dijo Juanita mirando a su amiga. Conociéndola, se temía lo peor.
-A que sí!
Entre risas, Luz se levantó y salió corriendo hacia el salón. Juanita la siguió, para detenerla. La agarró por el brazo, y entre trompicones y risas de Luz, entraran en el salón. Fernando se sobresaltó.
-Déjense de jueguitos, que ya no son unas niñas. Se van a dar un golpe.
-Perdona, abuelo. Pero es que esta Luz es una idiota.
-Don Fernando. ¿Le puedo hacer una pregunta?
-LUZ! - gritó Juanita - No seas estúpida.
Luz se zafó del brazo que la sujetaba se acercó al hombre.
-¿Qué pregunta es esa?
-Verá, es que...Juanita se preguntaba una cosa. - dijo, mirando pícaramente a Juanita.
-Te mato, Luz. Yo te mato.
-¿Qué pregunta, mi'jita? - dijo el abuelo, mirando a su nieta.
-Nada abuelo. Tonterías de esa loca.
Juanita se acercó otra vez a Luz, la cogió por el brazo y tiró de ella, para llevársela otra vez al cuarto.
-Juanita quiere saber si aún se le pone la polla dura.
Fernando se quedó petrificado. Juanita se quedó petrificada, y Luz se volvió a zafar de su agarre. Se volvió hacia el abuelo, que tenía una expresión de asombro y vergüenza en la cara.
-¿Qué? ¿Aún se le levanta?
-Luz, eres una imbécil - gritó Juanita. - Cállate ya.
-¿Qué pasa? Sólo quiero saberlo. - Mirando a Fernando, insistió - ¿Me lo va a decir, don Fernando?
Fernando no sabía que decir. Aquella endiablada muchacha parecía querer reírse de él. Lo miraba, con una burlona sonrisa en los labios. Y entonces, la muy jodía se llevó las manos a las redonda tetas, empezando a tocarse.
-¿Se le pone dura mirando a una jovencita como yo? Mire que tetitas tengo. Los chicos me dicen que son preciosas. ¿Le parecen bonitas mis tetas, don Fernando?
Juanita miraba la escena, paralizada. ¿Cómo podía comportarse así Luz?. Miró a su abuelo, que tenía los ojos clavados en su amiga. Y la mirada de su abuelo era triste. Juanita comprendió que se sentía humillado.
-¿Ya se le está levantando, don Fernando? ¿Le pone cachondo mirarme?.
Ni Juanita ni Fernando se esperaban el siguiente movimiento de Luz, la cual, con rapidez, se acercó al sillón donde él estaba sentado, alargó una mano y le sobó la polla por encima del pantalón.
-Ummm, no. Blandita. El pajarito está muerto. - dijo, solemne, Luz.
Juanita pudo al fin reaccionar. Se acercó furibunda a su amiga, la cogió del brazo y la arrastró hasta la puerta de la casa. La abrió y de un empujón, la echó de la casa.
-Joder, Luz, te has pasado.
-Bah, no seas cría. No ha pasado nada, tonta.
-Lo has humillado.
-¿Yo? ¿Por sobarme las tetas delante de él? ¿Por tocarle la fofa polla? Jajajaja. Para muchos sería un regalo.
-Vete a la mierda. Ya hablaremos.
Dio un portazo.
-"Jodía Luz. En valla lío me ha metido" - pensó mientras volvía al salón, a disculparse con su abuelo. Pero al entrar, no lo encontró. Se había ido a su habitación. Ella se acercó y tocó la puerta.
-Ya se ha ido esa loca, abuelo. ¿Puedo pasar?
-No, déjame en paz, Juana. Yo os habéis reído bastante por hoy.
-Pero...no fue culpa mía. Fue todo por ella.
-Vete.
Juanita volvió a su cuarto, apenada. Casi se pone a llorar. Quería mucho a su abuelo, y lo que había hecho Luz fue horrible.
Fernando se quedó en su cuarto hasta la hora de la cena. Durante ésta, apenas habló, y después volvió a su cuarto.
-¿Qué le pasa a tu abuelo? - le preguntó su padre.
-No..no sé - respondió, desviando la mirada.
Más tarde, todos se fueron a acostar. La casa quedó oscura y en silencio.
Juanita no podía dormir, pensando en su abuelo. Tenía que hablar con él, disculparse, pedirle perdón por el comportamiento de Luz y por no haberla parado a tiempo. Sin encender la luz, se levantó y descalza, salió de su cuarto. A tientas, llegó hasta la habitación de su abuelo. Sin llamar, abrió la puerta y entró, cerrándola detrás de ella.
-Shhhh, abuelo..¿Duermes? - preguntó, acercándose a la cama.
Fernando, sorprendido, encendió la luz de la mesilla, para descubrir a su nieta, que se acercaba a su cama.
-Tengo que hablar contigo, abuelo. Me siento fatal por lo de esta tarde. Por favor, perdóname. No fue mi intención. Fue...Luz.
-Lo sé. No te preocupes, ya se me pasará.
Juanita llegó junto a la cama y se sentó. Fernando estaba bajo la sábana. Y cuando se fijó en su nieta, se tensó.
La chica llevaba un pijama corto, pues era verano. Cortísimo. Su barriga quedaba al aire, hasta por encima del ombligo. La parte de arriba era una camiseta ajustada, como una segunda piel, que hacía que sus juveniles pechos quedasen bien definidos. La aureola de los pezones era claramente visible bajo la fina tela. La mirada de Fernando fue fugazmente a la parte de abajo.
También era corta, ajustada, casi parecían más una braguitas que un pantalón de pijama. Juanita dormía siempre así cuando hacía calor. No se dio cuenta de cómo iba cuando salió hacia la habitación de su abuelo. Si se hubiese percatado, se habría puesto una bata o un camisón, pero estaba tan preocupada y deseando disculparse, que se había levantado de la cama tal y como estaba.
Seguía hablando a su abuelo, pidiéndole disculpas, pero él no la escuchaba. La miraba. Trataba de no hacerlo, pero no podía quitar los ojos de aquella preciosa chiquilla.
-Hablaré con Luz y le exigiré que te pida disculpas, o nunca más entrará en esta casa.
Fernando seguía sin escuchar. Cuando Luz le había hecho la pregunta de marras no le contestó. Si lo hubiese hecho, le habría respondido que no, que ya no se le ponía dura. Que aunque aún le gustaba mirar a las mujeres, hacía mucho tiempo que él ya no sentía excitación sexual, no al menos hasta el punto de tener una erección. Que esa parte de su vida había muerto con su mujer.
El corazón empezó a latirle con fuerza. Notó algo. La presencia de su preciosa nieta, vestida de aquella manera tan sexy, estaba haciendo que un parte que creía dormida para siempre, empezara a levantar cabeza (nunca mejor dicho).
Se le estaba poniendo dura la polla. Encima, estaba desnudo, sólo tapado con la sábana. Trató de concentrarse, de evitar por todos los medios que su polla siguiera creciendo. No quería que Juanita se diera cuenta.
Pero entonces, Juanita se movió. Fue algo natural, sin premeditación. Seguía hablando y se puso más cómoda, abriendo un poco las piernas. Fernando no quiso mirar, pero sus ojos se movieron solos.
-"JODER" - pensó.
El pantalón del pijama se pegaba al coñito de Juanita. Pudo ver claramente su rajita, dibujada tras la tela, separando en dos la zona. Aquello fue demasiado. La polla se llenó de sangre y empezó a levantarse. Miró asustado como la sábana comenzaba a elevarse.
Juanita seguía hablando, ajena a todo. Pero de repente, se calló. Tenía los ojos clavados en la tienda de campaña que su abuelo tenía a la altura de las caderas. La boca se le quedó en forma de 'O'. Sus ojos fueron de la sábana a los ojos de su abuelo y de nuevo hacia abajo. Fernando se encogió de hombros y dijo.
-Jeje, pues parece que sí. Aún se me levanta.
-A... buelo. Uf!
Los dos se quedaron mirando hacia el monte Everest que le había crecido a Fernando entre las piernas. Entonces, Fernando se fijó en las tetas de su nieta. Miró los pezones. Hubiese jurado que se le marcaban más que antes. ¿Estaría ella excitada también? Ese pensamiento terminó por endurecer al máximo su polla.
-Lo siento, mi'jita. Pero es que...estás tan... hermosa.
Juanita se miró. Y comprendió. Era casi como si estuviera desnuda.
-¿Se te ha puesto así... por mí?
-Me temo que sí.
El corazón de Juanita también latía con fuerza. Lo que se escondía debajo de esa sábana la atraía como una luz atrae a una polilla. Lentamente, alargó una mano hasta que llegó a la sábana. La cogió y empezó a tirar de ella. La sábana empezó a bajar por el cuerpo de su abuelo. Descubrió su pecho, velludo y canoso, después su barriga....
-Mi'jita... no creo que debas hacer eso.
Juanita no se detuvo. Tenía que verla. Tenía que ver lo que había debajo de la sábana. Apareció el vello púbico. Un último tirón y ante ella quedó la polla de su abuelo.
-Joder, abuelo. Vaya pollón.
Entre las piernas de Fernando, dura como una roca, estaba su polla. Debido a la edad, y aunque estaba dura, no se levantaba del todo. Además, su tamaño tampoco ayudaba. Era una polla grande, gruesa, venosa. Una polla que en su juventud le había dado muchas alegrías.
-Hacía mucho tiempo que no se me ponía así.
Ambos miraban la enorme verga, que debido a la excitación, daba pequeños saltitos solo. Juanita sintió los pezones duros, y el coño se le mojaba con rapidez. Tenía los labios resecos y se mordía el inferior.
-¿La puedo tocar?
-Ay, mi'jita. No es correcto.
-Sólo un poquito. Para ver cómo...está de dura.
Fernando miró como una de las manos de su nieta se acercó hasta su polla, y con dedos temblorosos, la agarró. La manita no abarcaba todo el grosor.
-Joder, abuelo. No puedo juntar los dedos.
-Agggg.
-¿Te duele?
-No no....no me duele.
La chica no soltó su presa. La sentía palpitar en su mano, dura, caliente. Su coño empezó a mojar su pantaloncito. Juntó las piernas y las frotó entre sí, estimulando su clítoris. Empezó a mover la mano que asía la tremenda polla.
-Ummmm mi'jita...esto no está bien. Pero...que rico....
-¿Te gusta, abuelo?
-Sí... me gusta. No me acuerdo de la última vez que....que hicieron algo así.
-¿Te refieres a una paja?
-Agggg sí, una....paja.
-¿Quien te la hizo? ¿La abuela?
-No. Ella estaba muy enferma al final. Fue...
-¿Quien fue? Dímelo, porfa. Dime quien fue la última persona que te hizo una paja.
-Fue la chica que teníamos en casa para ayudarnos. Ella fue la última.
-No. jeje. La última soy yo.
-Sí...ummm la última eres tú.
-Tienes la polla más grande que he visto, abuelo.
La paja fue lenta, profunda. La mano subía hasta la punta y agarraba la gorda cabezota. Luego bajaba por el tronco, para volver a subir. Fernando, apoyado en los codos miraba como su linda nieta lo masturbaba. Placeres olvidados que creyó nunca más sentir, se apoderaron de su cuerpo. De la punta de su polla manaba líquido transparente que lubrificó a la mano de Juanita, haciéndola deslizarse con más facilidad.
-Aggggg mi'jita...que gusto. Me voy a correr.
-Sí, sí. Córrete abuelito. Déjame ver como sale leche de tu enorme polla.
La polla se puso más dura. Empezó a tener espasmos. Y entonces, Fernando empezó a correrse. Su leche salía abundante por la punta de su polla, pero sin fuerza. Se deslizaba por la mano de Juanita, que no dejaba de subir y bajar. Ella tenía cierta experiencia en pajas, y con cada espasmo, apretaba y subía la mano, haciendo que el semen saliese con más facilidad.
Fernando gozó de su primer orgasmo en años, mirando con los ojos entornados como aquella angelical nieta suya lo hacía estremecer con su manita. Temió tener un infarto y quedarse tieso. Al menos moriría feliz, se dijo.
La polla dejó de manar. Juanita tenía los dedos llenos de leche. El pubis de su abuelo tenía un charquito blancuzco. La polla empezó a perder dureza.
-Estabas llenito, ¿Eh abuelo?
-Sí. Muchos años almacenando.
-¿Te ha gustado la pajita?
-¿Pajita? Ha sido un pajote en toda regla. Y me ha encantado. Gracias, mi'jita.
-De nada abuelo. Es lo mínimo que podía hacer por ponerte la polla dura, Jajaja.
La chica soltó la polla. Se miró la mano, que goteaba semen. Fernando le pasó un paquete de pañuelos de papel. Cogió unos cuantos y se limpió la mano y también el pubis de su abuelo. La polla, morcillona, descansaba sobre uno de los muslos del hombre.
-Vaya tranca que tienes abuelo. La abuela se lo debía de pasar en grande, ¿eh?
-Bueno, no creas. Tu abuela era bastante estrechita y al principio nos costó horrores hacerlo. Pero al final creo que sí, que llegó, que llegamos, a gozar bastante.
-Abuelo...
-Dime mi'jita.
-Estoy cachonda. Mira.
Juanita abrió sus piernas, mostrándole a su abuelo la mancha de humedad que se había traspasado de su coño al pijama.
-Ummm, mi cosita linda tiene el coñito mojado. ¿Quieres que tu abuelo te devuelva la pajita?
-Sí, sí, porfa.
Recordó lo que le contó Luz que le había pasado con Juan, que tuvo que fingir su orgasmo para terminar rápido. Ella no tuvo que fingirlo.
Su abuelo la hizo acostar a su lado y se pegó a ella. Le puso la mano en la barriga, acariciando. Ella se estremeció. La mano empezó a bajar, lentamente, hasta llegar a su coño. Primero acarició por fuera, pasando un dedo a lo largo de la rajita. Después, se metió por dentro, desde arriba y acaricio el pubis, de escaso vello. Juanita no dejaba de gemir, cerrando los ojos y gozando de aquellas maravillosas caricias.
Por fin, los dedos llegaron al coño. Lo abrieron y se pasearon a lo largo ancho de los labios vaginales, pero evitando tocar el inflamado clítoris. Eso hacía que Juanita se desesperara, gimiera, menease las caderas buscando aumentar el roce.
-Agggg abuelito....que rico.
-¿Te gusta lo que te hace tu abuelo, mi'jita?
-Ummm me encanta. Qué bien lo haces.
El dedo corazón se adentró en la caliente raja de la chica. Escarbó con suavidad dentro de su vagina. Salió y subió, hasta llegar al clítoris, el cual fue atrapado entre dos dedos. Fernando empezó un suave frotamiento que provocó que Juanita empezara a gemir más fuerte, a arquear su espalda sobre la cama y, finalmente, estallar en un intenso y largo orgasmo. Él no dejó de frotar, en círculos, alrededor del clítoris, y cuando ella dejó de correrse, paró de frotar, quitando los dedos de la zona sensible, como había aprendido de su mujer.
Pero su nieta no era su mujer. Ella cogió su mano, y la apretó contra su coño.
-Más...abuelito..más...más,
Fernando, sorprendido y encantado, volvió a masturbar la linda muchacha. Sus dedos estaba muy mojados, y ella se contorneaba, se contorsionaba sobre la cama, con los ojos cerrados y una expresión de placer en su rostro. Él la miraba, acariciándola sin parar, hasta que la chica volvió a tensarse y estallar en un nuevo e intenso orgasmo. Tuvo que llevarse una mano a la boca para no gritar. Cuando el orgasmo pasó y su cuerpo se recuperó, miró a su abuelo, con los ojos brillantes.
-Ummmm no pares...dame más placer.
Fernando intensificó las caricias. Juanita parecía insaciable. Pedía más y más. Le metió dos dedos en la vagina, que chorreaba, y con el pulgar le frotaba el clítoris. Metía y sacaba los dedos, follándola. Ella se retorcía, gozando como nunca hasta ese momento.
El tercer orgasmo fue el definitivo. Todo su cuerpo se tensó durante largos segundos, con los músculos agarrotados, los puños cerrados, los dientes apretados, la respiración cortada. Parecía como si hubiese tocado un cable de alta tensión.
Juanita cayó sobre la cama, empapada en sudor, sin fuerzas. Ya no pidió más. Había quedado satisfecha.
Su abuelo sacó la mano lentamente, abandonando el tierno coñito. Se la miró, mojada de los abundantes jugos de su nieta. La acercó a su nariz, y aspiró el aroma. Un aroma que hacía tantos años que no olía. Miró hacia abajo, hacia Juanita, que estaba acurrucada en la cama, con los ojos cerrados, sin moverse. La estuvo mirando durante varios minutos.
-"Quien fuera joven" - pensó.
Juanita abrió los ojos y le miró. Sonrió.
-Abuelo... casi me matas de placer. Uf... nunca había gozado tanto de unos dedos.
-¿No tienes novio?
-Bueno, formal no. He tenido algunos rolletes. Pero ninguno me ha tocado como tú.
-Jeje, debe de ser la experiencia. Dicen que es un grado. Deberías volver a tu cama. Es tarde.
-Ummm, sí... me muero de sueño.
Juanita se levantó de la cama. Antes de irse le dio a su abuelo un beso. Primero en la mejilla. Después, tiernamente en los labios y se marchó. Fernando la miró marchar. Su redondo culete, de amplias nalgas que se meneaban sensualmente hacia los lados. Apagó la luz y cerró los ojos.
Jamás pensó que a estas alturas de su vida le pasaría algo como lo que acababa de ocurrir. Que una linda jovencita lo excitase, No sólo eso, sino que lo masturbara hasta hacerlo llegar a un maravilloso orgasmo y que después él hiciera lo mismo por ella. Y lo más asombroso, todo había sido con su adorada nieta.acr
Juanita se metió en su cama y enseguida se durmió hasta que el despertador la hizo levantar. Ducha rápida, desayuno a toda prisa y se marchó para la facultad, pero antes, fue al cuarto de su abuelo. Él estaba ya despierto.
-Buenos días, abuelo.
-Buenos días, mi'jita.
-¿Has dormido bien? - preguntó Juanita con pícara sonrisa.
-Estupendamente. ¿Y tú?
-Como un lirón. Me acosté... relajadita.
-jeje, y yo.
Los padres de Juanita estaban en la cocina, desayunando. Ella miró hacia la puerta, para cerciorarse de que no estaban por el pasillo, y metió la mano por debajo de la sábana, llevándola directamente hasta la polla de su abuelo.
-¿Cómo está tu pollita hoy?
-Dormida.
Juanita la agarró. Estaba fofa. La abarcó con su mano, y la acarició.
-Ay, mi'jita. Que ya no soy un chaval. Lo de anoche fue un milagro. No creo que se levante otra vez.
-Ummm, ya veremos, ya veremos. Bueno, me voy a clase. Hasta luego, abuelo.
Fernando vio como Juanita salía corriendo. Se levantó la sábana y miró a su dormida polla.
-Jodía. En otros tiempos si una joven como Juanita te hubiese tocado, le habrías saltado un ojo al levantarte de golpe... y mírate ahora. Mustia. Joder con la vida, leche!.
+++++
Camino de la facultad, en el autobús, Juanita pensaba en la polla que tuvo en la mano la noche pasada. La polla de su abuelo. Recordó lo cachonda que se puso al ver aquella cosa tan grande, tan gruesa. Tenía que volver a verla, a tocarla. No pudo evitar reírse al pensar que como no se le pusiera tiesa otra vez, le daría un bote entero de viagra a su abuelo.
Andaba hacia su clase cuando Luz apareció de repente, a su lado. Le dio un suave golpe hombro contra hombro y caminó junto a ella.
-¿Qué? ¿Se te pasó ya el enfado?
-Te pasaste tres pueblos, Luz. ¿Cómo se te ocurrió semejante estupidez?
-Y yo que sé, chica. Me entró curiosidad. ¿Cómo está el viejo?
-Está bien. Pero espero que la próxima vez que lo veas, le pidas disculpas.
-Jajaja. ¿Disculpas? ¿A un hombre por preguntarle por su polla? ¿Por tocársela?
-Pues sí. ¿No se te ocurrió pensar que a lo mejor con su edad ya no puede? ¿Y que se sentiría humillado si una chica le hace esas preguntas?
-Bueno, no pensé en eso.
-Ese es el problema contigo, Luz. Que nunca piensas antes de actuar.
-Ta' bieeeen. Le pediré disculpas por sobarle la polla a tu abueeeelo. Jajaja.
Juanita la dio por perdida. Esa Luz era incorregible. Decidió no contarle nada de lo que pasó con su abuelo. No sabía con qué locura podría salirle.
La mañana pasó lente. No se concentraba en las clases. En su mente sólo había sitio para aquella polla palpitante. Deseaba que diera la hora de comer, para ir a casa y estar a solas con su abuelo.
-¿Quedamos esta tarde? - preguntó Luz.
-¿Eh? ah..no no...tengo cosas que hacer.
-¿Qué cosas?
-Pues cosas, no te jode. Ni que tuviera ahora que darte explicaciones de lo que hago o dejo de hacer.
-Uyuyuyuiiii. Has quedado con un chico para echar un polvo, ¿No?
-Pues no, graciosa, no.
-Sí, sí. Bueno, espero que me lo cuentes todo mañana. Con pelos y señales. Aaaaadios.
Y tal como vino, se fue, de repente. Juanita se marchó para casa.
Durante la comida, no dejaba de echarle miraditas a su abuelo. Sonrisitas.
-¿Has quedado hoy con Luz, tesoro? - le preguntó su madre.
-No. Hoy tengo cosas que hacer. Me quedaré en casa. Así le haré... compañía al abuelo.
-Ay, mi'jita. Por mí no te molestes.
-No es molestia, abuelo. - respondió, con una pícara sonrisa que hizo erizar el vello a Fernando.
Terminó el almuerzo. Su padre se echó una cabezadita viendo el telediario mientras las mujeres recogían la cocina ( todo muy moderno, repartiendo las labores del hogar) y Fernando salió al balcón a ver pasar a la gente por la calle.
Por fin, su madre y su padre se fueron y Juanita se quedó a solas con su abuelo. Fue a buscarlo al balcón, pero no estaba. Fue al salón, tampoco. Lo encontró en su cuarto.
-¿Qué haces aquí, abuelo?
-Nada...me iba a echar un poco a dormir
Juanita se sorprendió. Él nunca dormía por las tardes.
-¿No estarás huyendo de mí, abuelito?
-Claro que no mi'jita - mintió.
Sí que huía un poco de ella, por miedo. Por miedo a que si Juanita intentaba algo, él no pudiese responder. Miedo a que lo de anoche hubiese sido flor de un día. Se quedó sentado en su cama, mirando como su nieta se acercaba a él y se sentaba a su lado.
-Abuelito, no me puedo sacar tu polla de la cabeza. Necesito volver a verla. ¿Me la enseñas?
-Juanita, no sé si volverá a ponerse en forma.
-¿Por qué no? Anoche se puso muy en forma.
-Lo sé, pero ya no soy joven.
Dejó de hablar cuando una de las manos de Juanita se acercó a su paquete y empezó a acariciarlo, mirándole a los ojos y sonriendo. Se dejó acariciar. Su hombría estaba en juego, así que se esforzó por que la polla se le levantase, pero mientras más se concentraba, peor. Sentía la mano acariciar su fofa herramienta, sin que diera signos de despertar.
-Lo siento. No se va a levantar.
-Abuelito... ummmm tengo el coñito muy mojado. Mira cómo se me notan los pezones en la camisa. ¿Te parezco guapa?
-Eres preciosa, Juanita. Adorable.
La chica bajó la cremallera, metió la mano y sacó la durmiente polla. La acarició, la descapulló, esperando que aquello fuera tomando forma, pero sólo consiguió que se hinchara muy ligeramente.
-Espera un segundo. No te muevas de aquí.
Juanita salió corriendo y a los pocos minutos regresó con un pijamita parecido al de la noche anterior, igual de ajustado, sin nada debajo. Se quedó en la puerta, mirando a su abuelo.
-¿Así mejor?
-Uf, mi'jita. Eres la cosa más linda que he visto nunca.
Contoneándose sensualmente, se acercó otra vez a su abuelo y volvió a acariciarle la polla, pero nada. Sólo se puso un poco morcillona.
-Lo siento, Juanita. Déjalo ya, por favor.
-De eso nada, abuelo.
Si algo tenía Juanita era cabezonería. No se iba a dar por vencida tan fácilmente. Lo hizo levantar y se arrodilló delante de él. Le abrió el cinturón, desabrochó el botón y el pantalón cayó hasta los tobillos.
-¿Qué haces, mi'jita?
-Tú déjame a mí, abuelito.
Le bajó los calzoncillos. Delante de ella quedó su fláccida polla. La miró. Levantó la vista y miró a Fernando. Con una sonrisa en los labios, acercó su cara a la polla y empezó a acariciarla con sus mejillas.
-Venga, pollita linda, ponte durita para mí.
Su abuelo miraba, embelesado. Aún con la polla así, medio muerta, la imagen de aquella joven, arrodillada delante de él y pasándose su polla por la cara era algo sublime. Le daba besitos, se agachaba un poco y se la pasaba por la frente.
-Ummm que calentita está, y que suave. Me encanta sentir tu polla en mi cara, abuelito.
-Mi'jita... eres... increíble.
Fernando se olvidó de todo, de tratar de lograr una erección, de 'cumplir', y se dedicó a gozar de la maravillosa visión de la linda y sonriente joven que lo estaba acariciando de una manera tan erótica.
Y entonces, la polla empezó a responder. Se empezó a llenar de sangre, a aumentar de tamaño, de grosor. Juanita empezó a sentir como aumentaba de peso.
-Mira abuelo, se está despertando.
-Ay mi vida. Se la despertarías a un muerto.
En menos de un minuto, la tremenda polla de Fernando estaba en todo su esplendor. Juanita la hizo descansar sobre su cara, y se la cruzaba de lado a lado. La sentía caliente, palpitante. Se separó un poco para poder verla mejor.
-Wow, abuelo. Me encanta tu enorme polla.
Acercó la mano derecha y la agarró. Luego, la mano izquierda. Sobraba un trozo de polla. Empezó una suave paja, mientras Fernando entornaba sus ojos, gimiendo de placer.
Casi se le para el corazón cuando Juanita acercó su boca y le dio un beso en la punta.
-Aggggg Juanita... mi niña...
-Besar esta hermosura.
Juanita ardía. El coño le mojaba el pijama. Recordó algo que había visto en una película y que le encantó a un par de novios a los que se lo hizo. Soltó la polla y se puso de cuclillas. La enorme polla, por la edad y el tamaño, penduleaba hacia abajo. Llevó sus manos a sus muslos y las dejó allí, mientras, lentamente, pasaba su lengua a lo largo del tronco de la polla. Tenía a cabeza levantada y Fernando tenía una visión en primer plano de la cara de su nieta, de su lengua recorriendo su polla. Jamás, en su larga vida, había visto algo tan erótico y sensual.
Se equivocó. Lo que hizo seguidamente Juanita lo era aún más. Abrió su boca y empezó a chuparle la polla, con sus ojos clavados en los suyos. La gruesa polla distendía la boca de la muchacha, que aunque lo intentó, solo pudo meterse una pequeña parte de la dura estaca en la boca. Cuando empezó a subir y bajar su cabeza, mamado la polla, Fernando creyó estar en el cielo.
-Ummm Juanita... me vas a matar de placer.
Ella siguió con su lenta mamada, moviendo la lengua alrededor de la cabezota de la polla, chupando con fuerza. De vez en cuando se la sacaba y la recorría con la lengua, hasta llegar a los colgantes huevos. Deshacía el camino recorrido por el otro lado y seguía chupando.
Fernando, en pie. Juanita, casi sentada en el suelo delante de él, con la cabeza levantada, mamando lentamente su polla, mirándolo, sin dejar de mover su lengua alrededor del glande. El hombre no sólo veía los ojos, la dulce boca, los labios, la lengua. Más abajo sobresalían sus tetas, con los marcados pezones.
Las piernas de Fernando le flaqueaban. Era demasiada tensión.
-Mejor me siento, mi'jita.
Se movió hacia atrás, sacando la polla de la cálida boca y se sentó en el borde de la cama. Juanita, sin levantarse, se acercó y se puso entre sus piernas. Con la boca, buscó la polla y volvió a engullirla. Le encantaba sentir la boca así de llena. Llena de una gruesa polla. Le hubiese encantado poder tragársela más, metérsela más dentro de su boca, pero era imposible.
Puso sus manos en los muslos de su abuelo, volvió a clavar sus ojos en los del más que maduro hombre y empezó a mamar en serio, subiendo y bajando la cabeza, serpenteando con la lengua. Fueron largos minutos de intensa felación, que acercaron poco a poco al hombre al orgasmo.
-Agggg Juanita....para... que me vas a hacer correr.
Juanita no paró. Siguió mamando, lamiendo, chupando. El cuerpo de su abuelo se empezó a tensar. Estaba llegando al punto sin retorno.
-Ummmm Mi'jita... para... para...que... me... corro
No paró. Lo miró con ojos brillantes, y Fernando se dejó ir. Los dedos de los pies se le agarrotaron. Cerró con fuerza los de las manos. Apretó los dientes y estalló. Su polla empezó a tener espasmos, y cada espasmo de placer lanzaba dentro de la boca de Juanita espesa y caliente leche. No salía con fuerza. Manaba con tranquilidad, pero el placer era muy intenso.
Cuando Juanita notó que se acababa el orgasmo, llevó sus manos a la base de la polla y las subió, apretando, para sacar hasta la última gota de semen que hubiese.
Despacito, se sacó la polla de la boca, apretando los labios para que no se le escapase ni una sola gota. Generalmente, cuando estaba con un chico, no se solía tragar sus corridas. Pero con su abuelo era distinto. Lo deseaba.
Primero, abrió la boca para enseñársela. Le enseño como su lengua era una isla en un mar blanco. Cerró la boca, y fue tragando, despacito. Luego, se relamió y volvió a abrir la ahora vacía boca.
-Ummm, que rica lechita tiene mi abuelito - dijo, sonriendo
Fernando no podía ni hablar. Se limitó a sentir latir su vetusto corazón y aquella maravillosa mujer que le sonreía entre las piernas, su adorada nieta, la primera mujer que se bebía su semen.
-Abuelito...
-Dime, mi'jita.
-Me quema el coñito. Tu polla me pone muy caliente. Casi me corro cuando me empezaste a llenar la boca de esa rica leche.
-Levántate, preciosa.
Juanita obedeció, quedando de pie entre las piernas abiertas de Fernando. La recorrió la mirada.
-¿Puedo acariciarte?
-Claro, abuelo. Lo que quieras.
Llevó sus manos a sus redondas tetas, sobre el pijama. Las acaricio con dulzura, notando los duros pezones. Juanita se acercó a él, le cogió la cabeza y lo atrajo hacia ella. Fernando metió las manos por debajo de la blusa y las llevó a las desnudas tetas. Se estremeció al notar su dureza, su firmeza. Era una delicia pasar sus manos por ellas, apretarlas con suavidad entres sus dedos, pellizcar los duros pezones.
-Ummmm que bien sabes acariciar, abuelo.
No era impetuoso como los jóvenes con quienes salía Juanita. No le apretaba y sobaba las tetas con prisas. Iba con cuidado, despacito. El coño le palpitaba.
Cerró los ojos cuando sintió bajar una de las manos, que fue hacia atrás, hacia su culito y fue también acariciado con dulzura.
Se estremeció cuando lentamente, le fue bajando el pantaloncito del pijama, que cayó hasta los tobillos.
La manera en que él la miraba le llegó al alma. La miraba con devoción, con admiración. Ella misma se quitó la parte de arriba, quedando completamente desnuda ante su abuelo.
-¿Soy guapa, abuelo?
-Uf, eres la cosa más linda del mundo. Eres...perfecta.
-Bueno, me sobran unos gramitos aquí - dijo, apretando un pequeño michelín de la barriga.
-Quita, quita. No te sobra nada. Dichosa juventud que quiere parecerse a esas escuálidas modelos que ven en la tele.
Miró el pubis de su nieta. Casi depilado, sin pelos. Tan distinto del de su querida esposa, salvaje, a la antigua. Pero era hermoso. Recordó como olía la noche anterior. Ahora, deseaba saber cómo sabía.
-¿Sabes mi'jita? Hay algo que le encantaba que le hiciera a tu abuela, y a mí hacérselo.
-¿Qué cosa, abuelo? ¿Me lo harás a mí?
-Es lo que más deseo ahora. Acuéstate en la cama.
Juanita se lanzó, más que acostarse. Se tumbó en la cama, boca arriba, y abrió sus piernas. Fernando no pudo sino admirar aquel juvenil y hermoso sexo, abierto, mojado, sonrosado. Con sus manos, empezó a acariciarle los muslos, acercándose lentamente aquel atrayente coñito.
-¿Qué le hacías a la abuela que tanto le gustaba?
-Esto.
Fernando se acercó al coño, sacó la lengua y dio un lametón, de abajo a arriba. Juanita sintió como si una corriente eléctrica le atravesase el cuerpo.
-Agggggggggggg Abuelito...¿Es lo hacías a la abuela?
-Sí.
Él se acomodó, tumbándose boca abajo. Empezó a lamer los labios vaginales, a llenarse la boca con su exquisito sabor. Juanita llevó sus manos a su cabeza y empezó a acariciarlo, empujándolo con suavidad hacia ella.
-Ummmm que rico...así que la abuelita Carmen le gustaba que le comieras el coño.
-Ujummmm
Recorrió cada pliegue, cada centímetro. Lamió y chupó el clítoris. Se ayudaba de su nariz para frotarlo, estimularlo. No era la primera vez que le comían el coño a Juanita, pero desde luego, sí la mejor.
Los muchachos solían hacerlo con prisas, como preludio a una mamada o a un polvo. Su abuelo se tomaba su tiempo, iba con calma. Sentía la lengua hacer círculos alrededor de su clítoris, apenas rozándolo. La sentía penetrar en su vagina
-Aggg abuelito..que rico...me voy a correr en tu boca...
-Hazlo mi'jita. Dame todos tus ricos juguitos.
Juanita se empezó a tensar. Sus músculos se fueron agarrotando hasta que su espalda se separó de la cama, arqueándose. Empujó con fuerza la cara de su abuelo contra su coño y estalló, intensamente, mojándole la cara. Fernando buscó, ávido, esos olorosos y sabrosos jugos con su boca.
Si hubiese sido su esposa la que acababa de correrse en su boca, habría parado. o ella, con suavidad, lo hubiese separado de su sensible coño. Pero no era su esposa, sino su nieta. Y por lo que pasó la otra noche, siguió lamiéndola.
Ella siguió gimiendo, meneando las caderas, frotando su coño contra su cara, contra su boca, hasta que a los pocos minutos, volvió a correrse, con más intensidad.
-Agggggg abuelito...que... rico...
No hizo falta que se lo pidiese. Siguió, y siguió, incansable, haciéndola tener orgasmo tras orgasmo, cada uno más fuerte que el anterior, hasta que al quinto o sexto, Juanita tuvo el definitivo, el que la dejó sin visión, sin respiración, sumida en puro placer.
Su abuelo supo que ya era el momento de parar. Apartó la cara de donde había estado tantos minutos, y miró hacia arriba. Juanita estaba como dormida, con los ojos cerrados, una ligera sonrisa en los labios. Era una chiquilla tan hermosa.
La miró, sin hablar, durante unos minutos, hasta que ella empezó a reaccionar. Abrió sus ojos y lo miró.
-Abuelo. Jamás había sentido nada así. Gracias.
-Para mí ha sido un placer, mi'jita.
Se sentaron los dos en la cama, mirándose, riendo.
-Vaya dos - dijo Fernando.
-Jajaja. Sip.
Y entonces, de repente, Juanita se acercó y lo beso. En la boca. Un beso de mujer a hombre, no de nieta a abuelo. Llevó una mano a su polla, acariciándola.
-Ahora sí que no se va a levantar, Juanita.
-Bueno, puedo esperar. Seguro que mañana la levanto otra vez.
-Jajaja. Vas a mandar a tu abuelo a la tumba, chiquilla.
-Jajajaja, no creo.
++++++
Esa noche, Fernando se fue a la cama feliz, contento, pensando en la maravillosa mujercita que era su nieta. Pensó en como hubiese sido su vida si la hubiese encontrada de joven. No es que la vida con su amada Carmen hubiese sido mala, al contrario, pero nunca había conocido a una mujer como Juanita, tan sensual y erótica, tan llena de vida.
Generalmente, le costaba dormirse y ponía la radio. Esa noche no le hizo falta. Cerró los ojos y en seguida se durmió.
++++++
Sintió que alguien le tocaba el hombro.
-¿Eh? ¿Qué pasa?
-Abuelito, soy yo - oyó decir en voz baja a Juanita, en la oscuridad.
-¿Qué quieres, mi'jita?
-Es que...no podía dormir, abuelito.
-¿Te encuentras mal?
-No, mal no. Estoy..cachonda. ¿Me lo comes otra vez?
-Claro, preciosa. Ven aquí.
A oscuras, Juanita se subió en la cama, buscó el cuerpo de su abuelo y se puso sobre él, con las rodillas a cada lado de la cabeza. Lentamente fue bajando, hasta que a Fernando le llegó el intenso aroma de su excitado coño.
El hombre alargó las manos para acariciarla, y se dio cuenta de que estaba desnuda.
-Pero..Juanita... ¿Estás loca? ¿Y si se despiertan tus padres?
-Cómeme el coño, abuelito. Lo necesito.
Fernando no pudo seguir hablando. Juanita le puso el coño en la boca. Sólo pudo lamer, chupar, oyéndola gemir. Fue una lenta y sabrosa comida de coño, que hizo estremecer a la chica y tener varios orgasmos, apretándose las tetas, pellizcándose los pezones.
Al final, se quedó un rato tumbada junto a su abuelo. No habían encendido la luz.
-Te quiero mucho, abuelito - le dijo, acariciando su fláccida polla.
-Y yo a ti, Juanita.
-¿Crees que se pondrá en forma?
-No, no lo creo. Quizás mañana
-Ok. Tenemos una cita, pues. Hasta mañana.
En la oscuridad, se besaron. Juanita probó su sabor de los labios de su abuelo. Se levantó y se fue a dormir.
Los dos se durmieron enseguida.
+++++++
-¿Qué tal ayer? ¿Folla bien? - preguntó Luz.
-¿Folla bien quién?
-¿Quién va a ser? El chico con el que estuviste ayer follando por la tarde.
-No estuve follando con ningún chico. Estuve en casa, estudiando.
-Y yo que me lo creo. ¿No me lo vas a decir?
-No seas pesada, Luz.
-¿Fue con Juan? ¿Con Luis? O...¿Con alguien que no conozco?
-Fue con tu padre.
-Jajajaja. Ya le gustaría, ya. No te quita ojo cuando vas a casa.
-¿En serio?
-No me cambies de tema. Venga, cuenta, cuenta.
Estaba claro que no la iba a dejar, pero tampoco estaba dispuesta a contarle la verdad. Así que decidió ponerle los dientes largos.
-Está bien. Estuve con alguien. No lo conoces.
-¿Está bueno?
-Ummm, tiene su atractivo, sí.
-¿Que tal folla?
-Pues...no lo sé. Pero es el mejor comecoños que he conocido. Me hace derretir con su boca.
-Joder, que suerte, tía. Yo no consigo encontrar a un buen lamedor.
-Y....
-¿Y qué? No me dejes así.
-Su polla...
-¿Qué le pasa a su polla?
Juanita puso sus manos describiendo el tamaño de la polla.
-¿Quéee? No me lo creo - dijo Luz, con los ojos abiertos como platos.
-Uf, no puedo abarcarla con los dedos. Y Sólo me puedo meter la punta en la boca.
-Me lo tienes que presentar.
-Jajajaja. Ni loca. Me voy, que llego tarde a comer.
Salió corriendo, dejando a una estupefacta Luz tras ella.
++++++
Es tarde, Fernando no huyó de su nieta. Esperaba que llegase la hora de estar a solas con ella. Aunque no se le levantase, al menos podría comerle ese jugoso y tentador coñito. Podría darle placer.
Pero se le levantó. Con las caricias y los besos de Juanita, su polla se puso dura como una piedra. Los dos se desnudaron y formaron un 69 en la cama de Fernando.
Cuando él se corrió en la boca de su nieta y ella bebió con placer todo lo que él le dio, ella se había corrido ya varias veces sobre la cara de su abuelo, quien la siguió lamiendo hasta hacerla correr en ese último orgasmo que la dejaba sin fuerzas sobre la cama.
Y por la noche, la esperó despierto, regalándole otra placentera serie de orgasmos.`
++++++
-¿Quién es ese portento de la naturaleza?
-No insistas, Luz. No te lo voy a decir.
-Cabrona. Lo quieres solo para ti. Tremenda polla hay que compartirla con tu mejor amiga.
-Ja!
-¿Ya te la metió en el coño? ¿Qué se siente?
-No, aún no. Pero no tardará.
++++++
Después de comer, nieta y abuelo se echaban miraditas cómplices, esperando a quedarse solos y dar rienda suelta al placer.
Fernando estaba sorprendido. Se sentía excitado. Notaba que su polla estaba un poco dura, sólo con pensar en que en poco tiempo tendría a su preciosa nieta para él.
Se le puso dura del todo cuando Juanita se le acercó y le enseñó algo que tenía en un bolsillo. Un preservativo.
-¿Estás segura, mi'jita?
-Abuelito, ardo en deseos de que me llenes el coño con tu polla.
CONTINUARÁ.