Aún no me lo creo (03)

Tras la llamada de Anna, empece la mayor locura sexual de mi vida...

Llamé a Carlos. -"Carlos…"

-"Si dime Arny"- sabía que odiaba que me llamasen así. -"Te necesito de coartada". -"Hecho. ¿Qué pasa?"

-"Tengo plan tío. Ya te lo explicaré más a fondo. El viernes voy a tu casa echamos unas plays y lo hablamos". -"OK"

-"Adeu"

-"Adeu" El tema estaba solucionado. Sólo tenía que decir en casa que me quedaría a dormir en casa de Carlos y punto, mis padres estaban acostumbrados. Era de esperar que mis padres aceptasen que yo pasase la noche en casa de Carlos. Lo había hecho desde pequeño con cualquier excusa. Bien porque teníamos que estudiar toda la noche o simplemente para pasarla jugando al ordenador o a la consola de turno. También me iba bien cuando salíamos de marcheta y así no tenía que coger la moto "medio" borracho (por no decir entero…) a las seis de la mañana. Mi madre se extrañó de que me perifollara tanto para ir a casa de Carlos. Creo que se pensó que había quedado con Sonia y simplemente me sonrió maliciosamente. Estaba algo equivocada y no me gustó nada que otra mujer estuviese pendiente de que yo me liara con Sonia. Esto había llegado a ser un complot. No me rompí mucho la cabeza con eso. No podría ser muy difícil evitar a Sonia y desde luego que en ese momento había cosas más importantes que hacer. No tenía la más mínima idea de a que hora se suponía que tenía que llegar, y mucho menos si tenía que aparecer con algo, flores, una botella de cava o de vino. Pensé largo y tendido sobre eso. En principio hubiese quedado mal no aparecer con un "regalo" a la casa de una dama, pero me daba muchísima vergüenza pasearme con una bolsa por aquel barrio de gente rica o encontrarme a alguien en el ascensor y que me viese bajar en el quinto piso con una botella de cava con un lacito rojo. Por alguna razón comprendí que lo importante era quedar bien con quien me tenía que dar una noche de placer y le robé una botellita de cava a mi santo padre. Al fin y al cabo tenía muchas y según él, lo que hay en casa es de todos. A las siete de la tarde aparecí ante la puerta de Anna muy nervioso todo lo bien vestido y perfumado que pude. Al llamar abrió la puerta con un camisón de seda blanco de tirantes y el pelo recogido diciendo tonterías: -"Perdona que esté con este aspecto, estaba a punto de darme una ducha. Pero entra…, entra y siéntate". No pude más que articular un simple "hola" y me senté en un sofá de la sala de estar. "Con este aspecto", ¿Qué coño quería decir con eso? Por lo que a mi respecta estaba para comérsela, con ese mini-camisón que le tapaba poco y dejaba entrever todo el resto. ¡Mujeres! -"Sírvete algo"-Me gritó desde el lavabo. Yo no me encontraba muy a gusto ahí sentado solo. Así que me levanté con la intención de tomarme algo, y no sé como se me ocurrió ir al baño a ver como se duchaba. No creí en ningún momento que le fuese a importar. No tenía ni idea en que baño estaría, pero oía perfectamente el agua correr, así que seguí al ruido y me encontré con un baño con la puerta abierta y un pedazo de mujer dándose una ducha sin correr la cortina. Me quedé un momento observando el espectáculo. Se enjabonaba cuidadosamente. Dándose unas caricias lentas y suaves. Al principio se manoseaba las tetas, luego empezó a acariciarse el coñito. En todo momento tenía los ojos cerrados y estoy seguro que estaba disfrutando del baño como nunca. Ver el jabón resbalar por sus grandes pechos hasta llegar a los pezones, duros por el efecto de sus propias caricias para desprenderse hasta el suelo hizo que mi desacostumbrado hermanito se pusiese de palo de reloj de sol. Supongo que yo me encontraba en un estado similar al suyo, algo más pasivo quizás, pero igualmente ausente, concentrado en lo mismo, hasta que me despertó: -"¿Qué coño haces?" -"Yo…" -"¡Sal de aquí!" Debo reconocer, para no faltar a la verdad, que yo ya me veía a mi mismo echando otro polvote bajo la ducha, y cómo esos no eran sus planes no me quedó más remedio que ahogar mis ganas en un cubata que yo mismo me preparé. Me sentía algo defraudado. Había salido de casa como un triunfador y estaba solo bebiéndome una copa después de ser rechazado…, las cosas no iban por donde debían. No lograba entender que le había pasado. Ya la había visto desnuda e incluso me la había tirado en un escenario muy parecido a ese. ¿A que venía ese repentino cabreo? De nuevo sólo puedo decir una cosas, ¡Mujeres! "Sólo" tardó media hora en aparecer (nótese que lo escribo con cara irónica). Yo me había repasado la colección de música entera de su marido, de la que sólo se podía aprovechar algún CD del grandísimo Bruce; me había metido tres cubatas entre pecho y espalda y porqué no decirlo, empezaba a mantener un serio debate con la gravedad. Pero valió la pena, madre mía si valió la pena. Apareció como una diablesa. Peinada y maquillada de gala y vestida…, madre mía. Se había puesto unas braguitas rojas a juego con el corsé, y las medias. Por encima de eso llevaba un camisón de gasa que parecía flotar en el aire. -"No debes invadir la intimidad de una mujer". ¿Cómo coño me daba otro sermoncito? Me daba igual lo sucedido antes. ¡Al ataque mis soldados!. Como dice un amigo, "en tiempo de guerra un agujero es una trinchera" y por Dios que estamos en guerra. -"¿Has entendido?"-supongo que esperaba alguna respuesta por la pseudo-bronca que me acababa de llevar. -"¿Eh? Sí, claro, claro…"- balbuceé algo parecido a eso, no estoy muy seguro. Lo que sí recuerdo fue que me cogió de una mano y tiró de ella para llevarme a su cuarto. Repasé su cuerpo enterito. Las braguitas eran un tanga espectacular. No eran sólo un hilito por detrás, tapaban algo menos de medio culo. ¡Y qué culo! Increíble de nuevo, morenito, respingón…, perfecto. La tela de la bata se le pegaba al terminar cada paso mostrando al detalle todas y cada una de las perfectas formas de las que hacía gala y despertando en mí cierto sentimiento de envidia, pero sobre todo de admiración. Al llegar a su habitación me pegó un empujón y caí en la cama, me tumbé como es debido y con la cabeza levantada me quedé mirándola fijamente. Dejó resbalar la bata de gasa roja por su espalda hacia el suelo y levantó las manos, como mostrándome el producto. Sin bajar los brazos dio una vuelta sobre ella misma y al terminarla me hizo un gesto como pidiendo mi opinión. Alguno hubiese sido más explícito, pero no más sincero. Simplemente dejé caer la cabeza y entre dientes se me escapó: -"Joder". Supongo que se lo tomó como un piropo y me dijo: -"Gracias. Te has ganado un premio. Déjate hacer". Diciendo esto me cerró los labios con una mano mientras con la otra empezaba a manosearme el paquete. Me dio un largo y profundo beso. No lo creía necesario, no era amor lo que nos había llevado hasta ahí, pero la suma de los masajes y el beso era realmente placentera. No estaba yo en las labores de quejarme. Me desabrochó el pantalón, me quitó los zapatos y en un momento estaba desnudo. Yo tumbado y ella a cuatro patas sobre la cama, agarró lo que ese día era mi herramienta de trabajo y empezó con el duro trabajo de subir y bajar pieles. Iba cambiando la velocidad, e incluso paraba, sin apartar las manos, para darme besitos en la punta. Me acariciaba los huevos, las piernas y el torso. En ese momento yo sólo notaba caricias por todo el cuerpo sin que llegase a poder concentrarme donde las recibía. No llevaba mucho tiempo con eso cuando empezó a lamerme el glande como si de un helado se tratase. En ningún momento abrí los ojos ni intenté interactuar con ella. Estaba dispuesto a disfrutar de la primera gran mamada de mi vida. Mi ya nombrado hermanito se sumergió en su boca hasta la garganta para volver a salir a tomar aire en un momento. A partir de ahí todo fue arte. Entraba y salía de su boca lentamente sin que dejase de hacerme caricias. Quise avisarla, pero ella fue más rápida, se apartó y continuó haciéndome una paja a una velocidad de vértigo y en unos segundos…, no hace falta que diga lo que pasó. ¡Uhfffff! ¡Qué corrida! Me quedé con cara de tonto mirando al techo. Era un enorme espejo. Me gustó verme tumbado, desnudo y con mi hermano vencido. Ví como ella se quitaba el sujetador al lado de la cama y como se ponía encima mío a cuatro patas mirándome a los ojos. Me dio otro beso y empezó a restregar sus pezones contra mi pecho moviendo sutilmente la espalda. No pude resistirme y metí una mano por debajo del tanga para tocar su caliente y húmedo conejito. Antes de conseguir hacer nada, su mano detuvo a la mía y me susurró:

-"Tú quieto…, eso está fuera de combate, al menos por el momento"

-"Yo…"-intenté interrumpirla. -"Tranquilo, es lo que yo he buscado. Lo que quiero es que me devuelvas el favor.". -"¿Cómo?" -"Hombre, no es que no me gusten las caricias como las que querías hacerme bajo mis braguitas, pero estoy segura que te apañarás mejor con la lengua…". Yo me quedé algo atónito. Supongo que me resultaba difícil mantener una conversación a ese nivel. Se dejó caer hacia atrás, sentándose frente a mí y mi mano salió inevitablemente de entre sus bragas. Instintivamente me incorporé, quedándome con sus pies entre mis rodillas y me detuve para observar un momento el espectáculo. De repente, levantó su cadera, elevando el culo más de un palmo de la cama y me dijo: -"Venga, fuera tanga". Lo agarré por las tiritas de tela de las caderas y tiré muy suavemente. Podría parecer que lo hacía con miedo, pero tenía muchas ganas de alargar cada momento y grabar en mi memoria cada uno de los pasos que dábamos en lo que sería nuestra gran noche. Al ir quitándole el tanga fueron apareciendo lentamente pelos primero y después el fruto de todos mis deseos en aquel momento. En esa postura no podía quitárselo del todo y se lo dejé a la altura de los tobillos. -"Espera..." Sacó los pies de entre mis rodillas, lanzó el tanga al suelo de una patada al aire y se abrió por completo de piernas con una flexibilidad asombrosa, poniendo su coño justo enfrente de mi cara. -"Te toca..."- dijo muy melosa y con voz juguetona. Su postura no debía ser muy cómoda, pero a mí me daba igual. Acerqué mi boca a su mata recortadita. Empecé a acariciarla y a darle algunos lametazos con cierta torpeza. Metí un dedo lentamente y noté, por una especie de escalofrío que eso le gustó. En cierto momento me dio por lamerle un bultito, ya sabemos todos lo que era, y me agarró la cabeza. Supuse que no quería que dejase esas labores, así que me entretuve en eso y en seguir con mi movimiento de dedos en su interior. El sabor era indescriptible, algo extraño al principio, pero realmente gustoso después. A ella también acabó gustándole. Lo deduje porque arqueando de nuevo toda la espalda, abrazó mi cuello con sus piernas. Eso me obligó a quitar las manos de ahí, pero intensificó el trabajo que ella le interesaba. A ratos eran lametazos, a ratos eran más bien succiones. Fuera lo que fuese se lo estaba pasando realmente bien (imaginaos yo…). No sé cuanto tiempo pasaría, pero el suficiente para que mi polla recobrara la energía perdida. Estaba acariciándole el culo cuando se me pasó por la cabeza meterle un dedo por el ano. Así que poco a poco fui buscando el agujerito y cuando lo encontré empecé a presionar su culo con mi dedo. Noté mucha resistencia al principio, pero lentamente fue entrando. No pasó más de un segundo cuando Anna se estremeció y le vinieron una especie de convulsiones. Arqueó más la espalda si cabe, gritó como medio gimiendo y se dejó caer rendida.

La postura que quedó era ella tumbada boca arriba en la cama, con sus pies apoyados en mis hombros y yo sentado con las piernas abiertas (y Anna en medio de ellas), con mis manos apoyadas en sus rodillas. Me había dejado toda la boca y parte del cuello chorreando, lo que empezaba a mojarme también el tórax, y se me ocurrió una idea. Me puse sobre ella y le di un largo beso, esperando que ella me rechazase por el asco de sus fluidos, como me pasó a mí el día antes. Pero no me rechazó. Al contrario, lo alargó y en ciertos momentos parecía buscar con su lengua en mi boca sus propios restos. Admito que ese comportamiento ocasionó ciertas paranoias en mi joven cabecita. No quería mis fluidos pero degustaba los suyos como si fuese un caramelo. En fin, ¡Mujeres! -"¿Sabes que vamos a hacer antes de continuar?"

-"Pues no, pero seguro que me parecerá bien". Yo sólo pensaba en follármela cuanto antes. -"Nos vamos a dar un baño los dos. Estamos empapados. Además, aprovecharemos para jugar en el yacuzzi que ha comprado mi marido". Volvió a reír pícaramente mientras se levantaba y salía corriendo de la habitación ofreciéndome un espectáculo tremendo. Fue como la visión de una Venus. Desnuda, corriendo hacia la puerta, con todas sus carnes moviéndose libremente. Yo estaba algo estupefacto y mi erección había decaído algo, aunque no me había movido aún, cuando ella volvió a la habitación. Se quedó en la puerta, con las manos apoyadas en la cintura y riendo me dijo, medio suplicando: -"¡Vamos…!" Me levanté de un salto al verla desnuda en una postura tan natural y hablando en un tono de niña buena. Al pasar por su lado se agarró a mi cuello y me volvió a besar. Empezamos a andar, con ella cogida de mi cintura, por el pasillo y me dijo mientras me levantaba el pene "medio" morcillón: -"Tenemos que limpiar esto antes de volver a trabajar con él". Y lo soltó. Me resultó realmente extraño que me lo tocase de aquella manera, como si no fuese ningún tipo de objeto sexual, como si fuese mi mano o algo parecido. Al entrar al baño me soltó y empezó a llenar el yacuzzi mientras yo me quedaba mirando como se movía por todo el baño completamente desnuda. Quiero decir que era realmente hermosa, no sólo estaba buenísima, lo que resultaría fácil, sino que era HERMOSA, con todas las letras de la palabra. Verla comprobar la temperatura del agua me recordó mucho a un cuadro que de pequeño ví en algún museo, puede que en El Prado. En ningún momento dejó de sonreírme y empecé a preguntarme cómo era posible que una mujer así se hubiese visto "obligada" a mantener relaciones con un muchacho como yo. Lógicamente no se lo pregunté. Me limité a seguir mirando y ella a seguir haciendo ver que yo no estaba ahí, comportándose con total naturalidad hasta que de pie dentro del yacuzzi me dijo: -"Ven, entra…".

Nos sentamos el uno al lado del otro, ella apoyada ligeramente sobre mí y empezamos a limpiarnos el uno al otro con unas esponjas que había por ahí. Como había dicho Anna antes, se entretuvo en limpiarme la polla con la esponja como si fuera un mueble más de su casa.

Estuvimos un buen rato sobándonos mutuamente, besándonos, a veces despacio y otras veces como dos adolescentes

Soltó la esponja y empezó a acariciarme el pene con mucha suavidad. No tardó en notar que ya había alcanzado todo su esplendor y se sentó encima de mí. Mientras me besaba me cogió a mi hermanito con una mano y se la acercó a la entrada de su rajita. Con un movimiento sutil de cadera se metió el glande dentro. Yo quería responder con otro movimiento y clavársela entera, pero pensé que quería hacerlo más despacio y la dejé hacer a su ritmo. Empezó con un movimiento lento de caderas, abarcando cada vez un trozo de mi polla más largo. Yo tenía mis manos agarradas a su culo y nos mirábamos fijamente a los ojos. Estuvimos así un bueno rato, no sabría decir cuanto, ella encima de mí moviéndose despacio y haciendo todo el trabajo mientras yo me limitaba a mirarla a los ojos y besarla de vez en cuando. Para algunos ese debió ser un polvo aburrido, pero les garantizo que no lo fue. Observar las expresiones de su cara mientras notaba como se movía…, mirarla a los ojos mientras notaba como entraba y salía de su interior fue una sensación mucho más enriquecedora de lo que muchos llegarán jamás a vivir. Comprendí entonces que para hacerlo de forma especial no hace falta que haya amor. Lo realmente importante es que no sea un hecho anónimo, es decir, hacerlo con alguien a quien conoces (o no) y a quien puedes mirar a los ojos mientras le haces el amor y sobretodo cuando notas la explosión de placer en su interior. Es realmente bonito acabar mirándola a los ojos sin que eso te pueda hacer sentir incómodo y poder fundirte después en un abrazo, quedándote dentro de ella unos instantes, hasta que ya no sea posible por razones obvias. Nos quedamos abrazados un buen rato hasta que ella se levantó y se dio una ducha al lado mío, haciendo ver que estaba sola. Al salir de la ducha entré yo y mientras yo me duchaba se puso otra vez el camisón blanco y se adecentó el pelo. Me molestó algo que saliese del baño, dejándome en la ducha sin decir nada. Pero volvió al cabo de un momento con mis calzoncillos en la mano y me dijo: -"Póntelos y baja a cenar". Ya ni me acordaba de la hora que era y la verdad es que estaba muerto de hambre. Cenamos tranquilamente pasta y una ensalada y nos bebimos la botella de cava que había llevado yo y empezamos otra. Estábamos tomando el café cuando rompí un poco con la conversación estúpida que estábamos manteniendo: -"¿Te puedo hacer una pregunta?" -"Ya estamos…" -"Tranquila, no quiero molestarte. Me la guardo". -"No es eso. Me había propuesto no mantener ningún tipo de conversaciones serias contigo para no encariñarnos, pero me apetece hablar de cosas que no sean tan triviales como de las que llevamos toda la noche hablando, va, pregunta". -"No sé como preguntarlo. ¿Qué haces conmigo?".

"Joder. Me parece que está claro…". Suerte que se rió, sino hubiese pensado que era demasiado frívola. No me gusta la gente así, que le da igual todo sin darle importancia a nada. Por suerte continuó hablando: -"Supongo que te refieres a porqué engaño a mi marido…"- esperó a que asintiese con la cabeza y continuó -"Espero no destrozar la imagen que tengas de mí…que digo, si acabas de hacer el amor conmigo, no creo que te quede ningún respeto por mí…"

-"No digas eso mujer. No te he perdido el respeto. Nada más lejos de la realidad". -"Me parece extraño. De todos modos quiero que sepas que es la primera vez que engaño a mi marido. No creo que él pueda decir lo mismo…"

-"¿También te engaña?"

-"A diario"

-"¿Y por qué no os divorciáis?"

-"Las cosas son más complicadas de lo que parecen a tu edad…. Pero responderé a tu pregunta. Yo me casé de muy jovencita, con unos veinte años y por aquel entonces mi marido era un apuesto caballero de cuarenta años".

  • "La gente dirá que no estaba enamorada, que sólo lo quería por su dinero, pero te aseguro que no es cierto. Lo cierto es que era un galán que enamoraba a todas las mujeres que pasaban por su lado con sus aires de superhombre".

  • "Jamás he negado que el verlo con tanto dinero me impresionase y que influyera en mí en cierto modo, pero mis sentimientos eran completamente sinceros, como creo que eran los suyos al principio. El hecho es que yo me fui haciendo mayor y perdiendo atractivo…"

-"No digas tonterías". -"Gracias, pero es así. Él…"

-"Que no digas tonterías mujer, eres preciosa"

-"Gracias de nuevo, también tu eres un caballero, pero no soy la que era con veinte años". -"A que me enfado"-dije con una sonrisa. -"Está bien. Yo sigo estando bien" - también ella sonrió halagándose a ella misma – "Pero mi marido las sigue prefiriendo de veinte años, lo que significa que llevo unos cuernos enormes". -"Lo siento". -"Al principio yo también, pero ahora me da igual. Reconozco que me ha costado mucho tiempo engañarlo, pero al final lo he hecho y me siento satisfecha". -"Me alegro". -"Créeme, yo también"

-"Y siguiendo con la sinceridad, ¿Qué esperas tú de esto?"

-"¿De qué?"

-"Coño, de lo nuestro". -"Ahhh, poca cosa, no lo sé. Divertirme supongo. Yo me estoy divirtiendo". -"Te aseguro que yo también". -"Pues eso es lo importante. Más adelante ya veremos. Supongo que tendré bastante con que de vez en cuando nos divirtamos como hemos hecho hoy, y como continuaremos haciendo de aquí un ratito". Recuerdo perfectamente su mirada en ese momento. ¿Cómo alguien puede parecer tan dulce y malvada a la vez? No lo sé, os lo juro, lo que sé con toda seguridad es que me puse como una moto y empecé a recoger la cocina para volver a lo nuestro. -"Ya lo hará mañana la chacha. Sígueme" Nadie dudará, espero, que la seguí como un corderito. Fui detrás de su bamboleante culo hasta su habitación esperando ser sorprendido con algo. Cuando llegamos a su habitación me echó de un empujón a la cama. Eso empezaba a ser una costumbre y me apetecía mandar un poquito aunque lo de dejarse dominar hasta el momento no me había ido del todo mal. Fue sexy incluso para poner música. Tenía la esperanza de que me premiase con un striptease al más puro estilo Kim Basinguer y por su sensual baile al son de la banda sonora de "Molin Rouge" deduje que eso era lo que se proponía hacer. Hubiese sido la leche el gran Joe Cocker, pero el mensaje de la escogida por ella no dejaba lugar a dudas. Los movimientos superaban de mucho a los de las cuatro tías del video musical. Cuando se giró ofreciéndome todo su culo me volví loco, pero al soltarse el pelo…, fue una especie de visión verla mover la cabeza rítmicamente para liberar todo el pelo. Sólo faltaba poderlo ver a cámara lenta como en el capítulo de "Friends" (Ross, era tu prima coño). Se giró y dejó caer el camisón dándome la espalda y cubriéndose los pechos con las manos se dio la vuelta de golpe. Recuerdo que de una manera u otra se tapó los pechos durante un rato, yéndolos descubriendo poco a poco. Cuando los tenía completamente descubiertos, se acercó a mí y me los restregó por toda la cara, luego se alejó y siguió bailando y al rato se volvió a girar para quitarse un tanguita blanco. Se lo quitó muy despacio, agachándose a medida que se lo quitaba, quedándose al final completamente doblada mostrándome todo su culo y su precioso chochito. Me tiró el tanga y como hacemos todos los tíos, lo empecé a oler. Me miraba entre sus piernas sonriendo. Paseó un dedo por toda la raja del culo, y al llegar a su "puertecita" se lo metió entero de golpe cerrando los ojos. Fue un show de esos que no se ven ni en "noche de fiesta" que terminó con unos movimientos muy sensuales y ella agarrándose la cabeza con las dos manos. Al acabar la canción saltó a mi lado y susurrándome me preguntó si me había gustado. No sé como podía dudarlo… es más, no creo que lo dudase, sólo necesitaba que se lo dijese: -"Muchísimo, ha sido genial". -"Me lo dices tú y me lo confirma esto"- dijo agarrándome a mi hermanito que se había puesto peleón. - "Seguro que esa niñata no te haría nada parecido". No sé porqué lo había estropeado metiendo a Sonia por el medio. ¡Menudo absurdo instinto de competencia! Ya me tenía y seguía compitiendo… No le hice mucho caso al comentario, pero me sentó mal. Antes de que continuara la conversación se puso a horcadillas sobre mi vientre y empezó a frotarse, arrastrándose arriba y abajo dejando rastro como si de una perra en celo se tratase. Me quité como pude los calzoncillos y me incorporé tirándola y dejándola abierta de piernas y tumbada sobre su espalda. Apoyé la punta de mi polla sobre su conchita y cuando estuve a punto de entrar a matar me interrumpió: -"Por ahí no…, busca otro agujerito…". ¡Qué le vamos a hacer…me ví obligado por su sonrisita a metérsela por detrás. Siempre me había dado muchísimo morbo y no me pude negar. Empecé empujando suavemente, sin ni siquiera entrar. Os juro que lo intenté, pero entre los nervios y la inexperiencia, me jugaron una mala pasada y fue imposible. Ella, al darse cuenta, me dijo:

"Espera…", e incorporándose un poco, llevó un dedo hacia su boca, lo humedeció bastante y luego buscó su agujerito para meter y sacar su dedito dos o tres veces. De nuevo llevó su mano hacia su boca, pero esta vez fueron dos los dedos que mojó con su lengua. Repitiendo la operación del mete saca con dos dedos y con mirada entre perdida y pensativa, se recostó de nuevo y me dijo:

"Prueba ahora…". De nuevo coloqué la punta sobre su ano y empecé a empujar suavemente, pero seguía la resistencia, aunque menos que la primera vez. Anna colocó sus piernas en mis hombros, para facilitar el acceso a su culo. Como dice el refrán "El que la sigue la consigue", y tras unos instantes de presión, logré meter la puntita y poco a poco fue desapareciendo de la vista toda la extensión de mi polla, hasta que ya no pude meter más. Tengo que reconocer que al principio me dolía bastante y al juzgar por su cara a ella también. Con el paso de los segundos fui acostumbrándome a esa situación y comencé con el vaivén, aumentando el ritmo muy lentamente. Me encantaba la sensación de calor y estrechez que me daba su culito, y eso, mezclado con la imagen de una mujer bellísima gozando me proporcionaba un enorme placer. Tras un buen ratito follándole el culo y mientras nos besábamos, ella me susurró: -"Vuelve a correrte dentro…" Básicamente fue una orden, pero la cumplí como buena persona que soy, je je je. Pero lo que no entendí fue que se conformase con eso. Estoy convencido que ella no tuvo un orgasmo ni por asomo, pero se conformó con la excitación de lo vivido. Supongo que estaba acostumbrada a no acabar siempre. Y eso fue todo por esa noche, nos dormimos completamente desnudos, al principio abrazados, aunque fue durante poco tiempo