Auditor de calidad (1)

Iniciación sexual en un internado.

AUDITOR DE CALIDAD I

Me gustaría contarles una historia que me ocurrió hace varios años; yo estaba interno en un colegio, con habitaciones para dos personas; me tocó compartirla con un chico un par de años mayor que yo, que era titular en el equipo de fútbol, me sacaba casi una cabeza y era pura fibra; yo soy un poco rellenito y tengo gafas, vamos que éramos la noche y el día.

Desde el principio me trató correctamente, nada más; yo sacaba buenas notas y él tenía problemas con las mates, pero solía aprobar.

Todo empezó con las duchas obligatorias, martes y jueves (los viernes nos íbamos a casa, aunque excepcionalmente podías quedarte algún fin de semana); no había baños en las habitaciones, estaban en un extremo del pasillo, con cabinas individuales pero sin puerta, con un tabique que tapaba parcialmente la vista, donde debías llevar el albornoz obligatorio y el gel.

A mí me daba vergüenza ponerme después la ropa interior, y a los demás también, y me cambiaba después en la habitación, cuidando de hacerlo antes que mi compañero volviera, con las cortinas corridas; cuando llevaba más de un mes allí, me pilló justo cuando me ponía el slip; suponía que iba a decirme algo por los quilos de más, no sería la primera vez que un chico me llamaba culo gordo, pero no dijo nada, aunque no dejara de mirarme; después se desabrochó su albornoz, y vi su cuerpo desnudo por primera vez, tenía la verga morcillona, de un tamaño considerable; se acercó a mí y empezó a tocarme las nalgas sin disimulo, al tiempo que me decía:

"Tu culo me recuerda el de mi novia; menéamela, no quiero esperar hasta el sábado".

Yo balbucí algo, estaba muy nervioso, pero él cogió mi mano derecha con decisión y la llevó hasta aquella cosa; yo no sabía qué hacer, pero él era un chico popular allí y yo era nuevo, no quería problemas; me dijo que su novia le hacía aquello siempre que se lo pedía, y que se había acostumbrado, que era mejor que hacerlo uno mismo; el caso es que empecé a meneársela, y a los pocos segundos aumentó más y más en volumen, hasta alcanzar un tamaño que me pareció impresionante, aunque en realidad sólo había visto otro pene erecto, el mío; sigue así, vamos, me dijo, y desde luego yo seguí moviendo aquel trozo de carne hasta que alcanzo su tamaño máximo, como supe después; entonces me paró un momento, me bajó el slip hasta las rodillas y me pegó un par de palmetazos, no muy fuertes; no sé si lo hacía también con su chica, no me dijo nada, sólo volvió a acercarse y me dijo, con voz tranquila:

"Sigue, zorrita"

Yo alargué la mano, y sin hacer ninguna protesta volví a meneársela; en todo este tiempo yo no me atrevía a mirarle a la cara, sólo miraba hacia abajo, y podía ver su miembro, y ahora también el mío, que tenía una media erección; por eso me ha insultado, me dije; pero seguí con aquella cosa en la mano, viendo cómo su glande se enrojecía y, segundos después, al tiempo que me daba un palmetazo más fuerte que los anteriores, empezó a eyacular:

"No pares hasta la última gota".

Por supuesto obedecí; al acabar el me tocó el pene, que ya estaba casi erecto, pero no le dejé, volviéndome y subiéndome el slip. Él se rió, y me dijo:

"Eres como Ana, te gusta pero no quieres reconocerlo"

Sacó un rollo de papel de cocina de su armario, que yo había visto antes pero no sabía para qué lo quería, y limpió el semen. Después me dijo que me vistiera, y que no le contase aquello a nadie, cuestión que desde luego yo no me planteaba hacer.

Cómo me convertí en su auditor de calidad es otra historia.