Atrevimiento

Mi mujer pide pizza

Vestía un body trasparente negro y escotado por detrás, mientras bebía sentada en el sofá con las piernas cruzadas y algo nerviosa. “No creo que te atrevas” le repetía mientras ella respondía después de dar un sorbo a su bebida que ya vería como sí.

El tiempo transcurrió lento, y el silencio en el salón se hacía presente pues se notaba hasta las respiraciones, rápidas de ellas por los nervios y lentas las mías.

Suena el timbre que rompe el silencio de la casa. Mi mujer se dirige hacia la puerta no sin antes tomar aire y agitar las muñecas en señal de relajación.

Abre al repartidor de pizza que sólo es capaz de acertar a decir no sin tartamudear, “las pizzas”. Yo observo desde el salón invisible a los ojos del joven repartidor.

Mi mujer coge las pizzas y las deja en el mueble de la entradilla mientras le indica que pase para que no se vaya el aire acondicionado por la puerta. EL joven espera intentando mirar disimuladamente a mi mujer. Hace que busca dinero para pagarle. El chico está nervioso. “No tengo dinero”.

El chico no responde apenas todo le pilla desprevenido. Mi mujer le pregunta que puede hacer y solo consigue que el chico farfulle una palabra difícil de entender.

Mi mujer se pone de cuclillas delante de él. Le agarra de los pantalones mientras el chico se deja hacer. De varios tirones consigue bajarle los pantalones hasta los tobillos. Agarra su polla morcillona pero no erecta del todo y se la lleva a la boca.

Se la traga despacio y se nota el vaivén de su cabeza mientras el chico gime. Vaivén que aumenta poco a poco según el falo del chico se va poniendo erecto. Vaivén que desaparece cuando la inseguridad del chico termina por desaparecer y agarra la cabeza de mi mujer y empieza a follársela él.

Un leve atragantamiento detiene las embestidas. Mi mujer empieza a pajearle mientras le empieza a lamer los huevos. AL chico le tiemblas las piernas, gime con fuerza y mi mujer que sabe lo que se viene le pajea con fuerza mientras se lleva el glande del chico a la boca. El chico se corre, fuertemente al parecer por la fuerza de sus gemidos.

Vuelvo al sofá, mientras escucho un portazo señal de que mi mujer a echado al chico sin contemplaciones y posiblemente con los pantalones por los tobillos.

Aparece por la puerta del salón sonriente y con la boca llena de semen mientras la observo desnudo en el sofá y con mi pene tieso. Se acerca, se arrodilla ante mí y vierte el jugo de los dioses recién extraído en mi falo.

Me sonríe, se sube encima de mí y aprovechando que mi miembro esta lubricado se lo mete hasta el fondo de una sola estocada. Cabalga abrazada a mi cuello. Nuestros cuerpos empiezan a sudar mientras se rozan constantemente. Me proporciona un beso con sabor a sexo. Los gemidos de los dos suenan armoniosos y compenetrado como si una pieza maestra de la música se tratase. Ella grita de placer, mientras mi bufido preavisa mi descarga en su interior.

Nos quedamos congelados durante un momento hasta que decide levantarse y veo como las dos corridas fluyen de su coño por sus muslos mientras se aleja rumbo a la ducha.