Atrévete a quererme. - 4

¡Aliméntanos!

16 de mayo de 1683

Los reyes Venceslaus y Aalis, estaban emocionados por la boda de su hermosa hija, Ailén con el príncipe Eudes, hijo el rey Jehan. Que se llevaría a cabo a finales del mes. Pero, había algo malo en todo este compromiso… Ailén no quería casarse con Jehan, no con él… Estaba molesta, furiosa con sus padres pero ellos no debían saberlo. Ella al nacer ya le habían buscado su futuro esposo quien en ese tiempo tenía dos años de edad. Ahora ella tenía dieciséis años y su prometido y futuro esposo, casi diecinueve.

Ailén, Ailén, Ailén… Una hermosa princesa de porcelana, es aquella bella mujer que relatan en los cuentos de hadas... Es aquella mujer que todos alguna vez deseábamos que fuera realidad… Una belleza tan, pura… tan noble.

Su cuerpo era escultural desde los pies hasta la cabeza, pero no tampoco era muy alta. Tal vez de 1.60… Piel rosada, en contraste con su cabello rubio, largo y ondulado. Sus preciosos ojos eran azules celestes, un color claro e idéntico al color del mar. Sus labios eran los que más destacaban de su bello rostro… eran suaves, carnosos y en un color rojo carmesí, qué al sonreír… era como estar en el mismísimo cielo.

La chica suspiró frustrada mientras trataba de respirar en aquel ajustado vestido, el corsé le fastidiaba. Caminó hacia una de las ventanas que daban directamente al jardín que estaba a un costado del castillo y ahí la vio, por primera vez en su vida sentía curiosidad por una persona especialmente en una mujer. Una intriga le invadió a Ailén enseguida. Frunció el ceño mientras veía como la joven chica sonreía y hablaba animadamente mientras era acompañada por un chico de su edad. ¿Qué era lo que le llamaba la atención? ¿Su forma de sonreír mientras admiraba el cielo? ¿Su forma de vestir? ¿La forma en la que sus manos tocaban con suavidad las hermosas rosas?

« ¿Qué es lo que ella tiene? » - Se preguntó Ailén a sí misma mentalmente.

Sacudió su cabeza suavemente y miró a ambos lados mientras entrelazaba los dedos de su mano los cuales estaban protegidos por unos elegantes y largos guantes blancos hasta los codos. Agarro una parte del manteau un poco más debajo de la cintura y comenzó a caminar por los pasillos que eran resguardados por los guardias quienes vestían abrigos, pantalones y botas elegantes, ellos llevaban consigo una larga arcabuz y una ligera pero afilada espada con las iniciales de los reyes, H&Y (Hyutheson y Yveson).

La chica caminó hasta llegar a la cocina, los sirvientes trataron de darle la mejor impresión a la princesa pero esta no los trataba con los invitados que llegaban al castillo, ella era gentil con ellos y no merecían el desprecio que los demás sienten hacia ellos.

Salió por la puerta trasera de la cocina y llegó a la parte trasera del castillo en donde entraban las carrozas donde traían las cosechas de los campos que estaban en las afueras del reino. Rodeó el castillo y ahí estaba la chica, sola. Lentamente, Ailén comenzó a acercarse sin apartar la mirada de aquella chica quien le sonreía a las rosas blancas mientras las podaba con unas pequeñas tijeras.

Cabello castaño, casi rubio… Largo y ondulado. Tez casi pálida. Una mirada verdosa y clara… su nariz delgada y respingada de la punta. Pómulos prominentes y quijada cuadrada. Sus labios eran rojos intensos y delgados…

Ailén se aclaró la garganta obteniendo la mirada de la chica. Está se levantó rápidamente mientras se sacudía las manos las cuales se habían llenado un poco de lodo.

  • Su majestad – Suspiró asombrada la chica después de haber hecho una respetuosa reverencia – Que sorpresa que usted esté por aquí... – Dijo nerviosa la chica sin lograr mirarla a los ojos.

  • Dime, Ailén y trátame de tu… - Sonrió la bella chica - ¿Cómo te llamas? – Preguntó al verla recoger las tijeras que había dejado en el suelo con cierto nerviosismo.

  • Eire – Respondió con nerviosismo al ver a la reina acercarse por detrás de la hermosa princesa. Enseguida bajo su cabeza y siguió con su labor.

  • Cariño, te estuve buscando – La voz maternal de su madre la asustó un poco haciendo que se sobresaltará volteándola a ver – Vamos, necesito que te pruebes el vestido para la boda – Eire al escuchar esto frunció el ceño y sus ojos perdieron el brillo.

  • Ya voy, madre – Sonrió Ailén al ver a su madre alejarse de donde estaban ellas – Debo irme – Suspiró torciendo los labios – Nunca te había visto antes… ¿Es la primera vez que entras al castillo?

  • Sí – Respondió con la mirada abajo.

  • No me tengas miedo – Murmuró llevando sus manos al lindo rostro de Eire y fue ahí, cuando por primera vez sus miradas se encontraron y ambas sintieron algo extraño que lo dejaron pasar por alto – Eso es – Susurró cerca de su rostro – Tienes unos bonitos ojos – Sonrió Ailén al ver como la blanca piel de Eire se tornaba rosada ante el sonrojo – Espero volverte a ver aquí – Se acercó a la chica y besó su mejilla derecha. La soltó y se alejó pero al entrar al castillo llevo una de sus manos a sus labios logrando sentir la suave seda de los guantes. Acariciaba una y otra vez sus labios tratando de sentir de nuevo el suave tacto que tuvo con la tibia mejilla de esa hermosa chica mientras se le dibujaba una sonrisa en su rostro.


Mackenzie salió a la superficie agitada y miró a su alrededor. Estaba completamente oscuro y ella se encontraba sola en el rio, los únicos sonidos que escuchaba eran los sonidos de los insectos y el increíble sonido de la alta cascada que estaba detrás de ella.

Salió del agua rápidamente y se tiró al suave césped sentándose de golpe, con sus manos abrazo sus piernas y miraba con odio el agua… Sus ojos comenzaban a inundarse de lágrimas pero ninguna se atrevía a resbalar por su rostro. Recostó su cabeza en sus rodillas y los sollozos no se hicieron esperar… Llevo una de sus manos a su mejilla derecha y se dedicó a acariciarla lentamente hasta que el sol saliera.

El despertador sonó, Angelique se levantó con dificultad y lo apagó. Abrió uno de los cajones de su mesa de noche y sacó libro con la pasta negra y lisa. Agarro el bolígrafo y abrió el libro en la primera hoja la cual estaba completamente en blanco. La doctora le había dado ese libro para que escribiera sus pensamientos, sus sentimientos, cualquier cosa que quisiera hablar con alguien pero no pudiera expresarse a su gusto sin sentirse intimidada, asustada y/o juzgada.

Ese libro sería su mejor amigo por tres meses.

Se restregó los ojos y dio un largo bostezo antes de apoyar el bolígrafo en la hoja, suspiró y comenzó a escribir…

“Decidí no ir al viaje, a pesar de las suplicas de mis amigos no pude aceptar… No tengo ánimos de nada últimamente y eso a veces me frustra. ¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que este dolor se vaya? Aún tengo la estúpida idea de que ella regresara, que entrará por la puerta de mi habitación y me sonreirá con esa sonrisa ladeada para después abrazarme hasta hacer que mis pies abandonen el suelo.

Hoy tuve otro sueño, con ella. Estábamos bajo el árbol donde solíamos pasar el tiempo en el colegio. Ella se veía feliz y lucía radiante en ese vestido celeste, recuerdo como acarició mis mejillas y me sonrió.

Una lagrima mojó el centro de la hoja del libro, paso la yema de su pulgar tratando de secar la hoja pero le fue inútil, siguió escribiendo…

“Me  agarro de la mano e hizo que me sentará a su lado y así lo hice. Entrelazó nuestras manos y ella miraba hacia adelante, mirando a la nada. La imité, ambas nos quedamos en silencio, ni ella, ni yo decíamos nada. Solamente el sonido de nuestra respiración se escuchaba. La escuela estaba solitaria y de algún modo eso me tranquilizaba.

Volteó a verme y me acarició una mejilla, luego me abrazo y por un momento lo sentí real, comencé a llorar en su hombro y sentía su mano acariciar mi espalda, Blair trataba de tranquilizarme pero no podía porque yo estaba consciente de que todo era un sueño y que pronto me despertaría volviéndome a mi terrible realidad. Escuche un susurró haciéndome estremecerme, me dijo: “Debes tener cuidado, alguien quiere hacerte daño” dijo con miedo en sus palabras, me apretó fuerte y pude sentir su miedo, “Pretende ser parte de tu vida, no dejes que eso suceda  nunca, por favor” eso fue lo único que me dijo para después desvanecerse de mis brazos, ella completamente me había abandonado.”

Eso fue lo último que escribió para luego cerrarlo y esconderlo debajo de sus almohadas. Se limpió las lágrimas y me metió a bañar. Al salir vio la hora, 10:52.

  • Ya habrán llegado – Murmuró.

Bajo a la cocina y como era de esperarse, no había nadie en casa. Su padre se había ido a las 5 de la mañana al recibir una llamada del trabajo y su mamá se había ido al hospital, ella era cirujana y todos los sábados se iba desde las 6 de la mañana hasta las 8 de la noche regresaba a casa.

Desayunó y salió de casa, caminaba sin rumbo hasta que sin darse ella cuenta, había llegado a la casa de Blair la cual estaba deshabitada. Respiró hondo y se alejó a paso lento de aquella casa que le traía hermosos pero dolorosos recuerdos.

“Because You Loved Me” de Celine Dion resonaba en sus audífonos y enseguida sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, recordó su primer beso con Blair mientras bailaban esa canción en el baile de navidad.

Angelique llegó a un parque infantil que se encontraba solitario y lo primero que hizo fue sentarse bajo la sombra de uno de los árboles para llorar hasta que no pudiera más mientras abrazaba sus piernas.

Había pasado, tal vez, minutos o hasta horas… No sé había percatado de la presencia de alguien que la observaba a lo lejos.

  • Hey… - Suspiró Mackenzie arrodillándose frente a ella – No llores – Murmuró tratando de tranquilizarla.

Mackenzie por un momento creyó que Angelique la atacaría como lo había hecho últimamente pero no, esta vez fue diferente. Angelique la abrazó con fuerza ahogando sus sollozos en su cuello. Ella se dedicó a tranquilizarla, la acariciarle la espalda con suavidad y a indicarle como tenía que respirar.

  • ¿Qué sucede? – Murmuró Mackenzie aun arrodillada frente a Angelique - ¿Por qué siempre estas llorando? Eso siempre quiero saber, para poder ayudarte… detesto ver a la gente sufrir.

  • Mi novia – Calló por un instante – Mi difunda novia, ella murió hace un año – Respondió limpiándose las lágrimas que aun resbalaban por sus mejillas.

  • Como lo siento – Murmuró mirando el suelo - ¿Cómo murió? ¿Enfermedad?

  • No… A ella la asesinaron en el lago de las cabañas de Salem.

  • ¿Pero, atraparon al responsable, no? – Angelique negó con la cabeza lentamente y Mackenzie frunció el ceño – Yo sé lo que se siente perder a un ser amado – Sonrió con nostalgia.

  • ¿Familiar?

  • No, el amor de mi vida – Ella levantó la mirada expectante – Sí, Angelique… Yo también perdí al amor de mi vida.

  • ¿Qué sucedió con ella? – Preguntó un poco apenada.

  • Es mejor no hablar de ella – Respondió mordiéndose inconscientemente su labio inferior con ansiedad – Es algo, triste y no quiero abrir el tema – Murmuró – Tengo que irme, ¿Quieres que te acompañe a algún lado?

  • No, estoy bien, me quedaré un rato más aquí y luego me iré a casa – Dijo tratando de dar la mejor sonrisa pero era inútil, en esa sonrisa se notaba la tristeza.

  • Ven conmigo – Sonrió de lado.

Angelique examinó con cuidado aquella sonrisa y se estremeció enseguida, le recordaba mucho a Blair.

  • ¿Angelique? – Mackenzie la llamó sacándola de su imaginación.

  • No creo…

  • Oh, vamos – La interrumpió – Tienes que despejarte de todo esto – Decía mirando a su alrededor – Ven, vamos – Dijo tratando de darle ánimos mientras la ayudaba a ponerse de pie – Colócate esto – Le dio su casco.

  • ¿Y tú que te vas a poner? – Preguntó al ver que era el único casco que había.

  • No te preocupes, estoy bien así – Sonrió subiéndose a la motocicleta de su hermano.

  • No, mejor colócatelo tú – Devolvió el casco.

  • Basta, Angelique – Dijo divertida Mackenzie sonriendo – Póntelo tú… - Angelique algo insegura se lo colocó y Mackenzie solamente se lo ajustó – Listo – Sonrió de lado – Súbete.

Angelique hizo caso y se subió aferrándose a la cintura de su conductora quien sonrió ante el acercamiento. Mackenzie encendió la moto pero antes poner en marcha la moto Angelique la interrumpió.

  • ¿A dónde iremos? – Preguntó curiosa.

  • A comer… A Johnny’s – Sonrió acelerando – En diez minutos llegaremos.

La brisa golpeaba el rostro de Mackenzie mientras manejaba por las tranquilas calles del pueblo. Más de una vez Angelique sintió miedo y sin percatarse encajaba sus largas uñas en el abdomen de Mackenzie pero está no sentía nada, apenas sentía un pequeño cosquilleo que la hacía sonreír ampliamente pero lo más peculiar que sucedió en el viaje fue la cercanía que tenían ambas chicas. Angelique no se había portado bien en un principio y ella creía que ahora, era una buena oportunidad para disculparse. Mackenzie era un caso distinto, el abrazo que Angelique le proporcionaba a ella por la espalda hacia que sus ojos se colocaran dorados y estos brillaran intensamente aun cuando traía sus lentes de aviador era notable pero lo bueno de esto, era que podía controlar aquellos raros instintos.

  • ¿Eres reservada? – Preguntó Mackenzie al verla callada en todo el camino.

  • No, sí, digo, no sé, creo – Contestó nerviosa ante la penetrante mirada de su acompañante mientras esperaban su comida en la barra del restaurante.

  • Respira, mujer – Rió burlescamente – Pregúntame lo que tú quieras – Dijo al escuchar el pensamiento de Angelique haciendo que por supuesto, está se sorprendiera un poco.

  • Eh… ¿Eres nueva en el pueblo, no? – Mackenzie asintió mirándola fijamente – ¿De dónde eres?

  • Port Angeles – Contestó – Vamos, pregúntame lo que quieras… sin miedo.

  • ¿Qué edad tienes? – El sonriente rostro de Mackenzie se borró, ahora era serio y tenía el ceño fruncido.

  • Tengo diecinueve – Dijo evitando la mirada de Angelique – Pregúntame otra cosa – Repitió volviendo a verla con una pequeña sonrisa tambaleante que significaba una cosa, incomodidad.

  • Bueno… – Suspiró – Tú… bueno, esté…. Eh… Mmmm – Balbuceaba nerviosa.

  • Dime, Angelique…

  • Eh, bueno… tengo una duda.

  • Ajá… - La miró sabiendo su pregunta pero quería escucharlo de los labios de Angelique los cuales veía consecutivamente.

  • Tú y… esta chica, Caroline…

  • ¿Sí?

  • Tienen… ¿Son algo? Así tipo, ¿más que amigas?

  • ¿Novias? – A completó Mackenzie con una sonrisa divertida al ver a Angelique sorprendida.

  • Ajá… - Susurró apenada.

  • Sinceramente, ahora puedo decirte que no, antes sí… teníamos algo pero ayer terminó todo eso.

  • Oh… - Suspiró sorprendida – Lo siento, no quería…

  • No te preocupes – Sonrió volteando a verla – Oh, mira… Llego nuestra comida.

Ambas se dispusieron a comer pero seguían intercambiando palabras. A Mackenzie le agradaba escuchar su voz y ver como su pequeña boquita se movía articulando palabras. Esa tarde Angelique se había dado cuenta que la compañía de Mackenzie era agradable y hasta divertida, ambas tenían cosas en común y otras que sin duda no.

Esa tarde se la pasaron en todo el centro comercial, probándose ropa, zapatos, jugando videojuegos en una tienda de discos. Casi se meten en problemas cuando ambas chicas casi rompen una enorme vitrina de una tienda de ropa. Todo era risas y sonrisas hasta que Mackenzie recibió una llamada de su hermano Shawn.

  • Gracias por todo – Decía Angelique bajándose de la motocicleta.

  • No te preocupes, me divertí – Sonrió Mackenzie mientras le ayudaba a quitarle el casco – Listo, hermosa…

  • Eh… Este… Gracias, Hm… ¿No quieres pasar? – Mackenzie abrió los ojos con sorpresa.

  • « Acepta, te está invitando a entrar, no seas tonta y aprovecha la oportunidad » - Una voz retumbaba en la cabeza de Mackenzie – No, gracias – Dijo nerviosa - « ¡Tonta! ¡Tonta! ¡Tonta! No te va a volver a invitar a pasar » - Los gritos en su interior no se hicieron esperar – Tengo que ir a ayudar a mi hermano, como no está Bradley tengo que ayudarlo yo con su trabajo – Sonrió – Pero gracias por la invitación.

  • No importa, y de nuevo, gracias por todo – Sonrió sonrojada – Me divertí mucho.

  • Yo también – Admitió la castaña colocándose el casco – Hasta el Lunes.

  • Hasta el Lunes – Amabas se despidieron y Angelique vio como Mackenzie doblaba a la derecha para después perderse de su vista.

Desde ese día, Angelique se ha sentido extraña. Esa salida quedo en el olvido y jamás le comentó nada a su familia y mucho menos a sus amigos. Se había distanciado de Mackenzie. Y, obviamente, esta última cambio de actitud ante el olvido y el distanciamiento de Angelique. Se había vuelto más fría, más solitaria, más seca. Siempre andaba con unos lentes de sol y sus audífonos a todo lo volumen. Las clases que compartían juntas se sentaban en lugares distintos. Angelique en una de las mesas de adelante mientras que Mackenzie en las del fondo.

Los días, las semanas, los meses pasaban y el pueblo había entrado en una crisis de terror. Las personas desaparecían de los pueblos vecinos y estos, al día siguiente aparecían muertos en el bosque de Lexington. Todos creían que el asesino vivía en su mismo pueblo y esto los aterraba aún más, ¿Vivir en el mismo pueblo que un despiadado asesino? Todos los habitantes se sentían inseguros por más que estuvieran las patrullas rondando por las calles.


Un estruendo en la cocina la levantó aterrada, el ruido de platos romperse y ollas caer al suelo hacen eco en toda la casa. La chica asustada se acerca a la puerta de su habitación y con el menor de los ruidos la cierra y le coloca el seguro. Regresa a la cama y simplemente estaba en la esquina sentada con la mirada fija en la puerta. Pero los ruidos no cesaban, ¿Quién iba a estar abajo a altas horas de la noche? Sus padres habían salido a cenar y su hermano se había quedado en casa de un amigo suyo.

La puerta de la entrada se azotó, suspiró aliviada… Tal vez eran sus padres quienes habían llegado. Aun con un poco de miedo, caminó lentamente a la puerta y lentamente la abrió encontrándose los pasillos completamente oscuros. La ventana de su habitación se rompió causándole un gritó de terror a la bella chica. Esta bajo corriendo y a ciegas llego a la cocina para después abrir el ultimo cajón y extraer de su interior un largo y afilado cuchillo.

Se sentó en la esquina de la cocina agarrando firmemente el cuchillo con sus dos manos mientras miraba asustada sus costados. La puerta del patio trasero se abrió de golpe causándole otro gritó de terror. Vio una sombra por la ventana que estaba a un costado del refrigerador. Aun asustada no soltó el cuchillo, escuchó unos pasos al otro lado de la pared en la que estaba recostada.

Miró la puerta del patio trasero y pudo ver como la sombra se acercaba más a la entrada, pero al momento de atacar al desconocido vio que era su amiga.

  • ¡Dios, Jane! – Gritó al ver a su amiga con un cuchillo en la mano - ¡Baja ese maldito cuchillo que soy yo! – La chica aun nerviosa logro bajar el cuchillo hasta dejarlo a un costado suyo.

  • Alex – Suspiró aliviada mientras veía a su amiga arrodillarse frente a ella – Tenía miedo – Comenzó a llorar abrazando con fuerza a su amiga.

  • Tranquila, cariño… Estoy aquí – La reconfortó acariciando su cabello sin dejar de olfatearlo y sutilmente comenzó a apartar su cabello por un costado y metió su rostro en el cuello de su aterrorizada amiga.

  • Que bueno que estas aquí – La apretó con fuerza sintiendo un pequeño cosquilleo causado por la caliente respiración de su amiga.

  • Hueles delicioso – Susurró Alex con los ojos cerrados para después pasar su lengua a lo largo de la yugular derecha de su amiga.

Jane asustada ante el gruñido que dio su amiga agarro el cuchillo y con el mayor de los dolores se lo clavó al final de la espalda exactamente en el último hueso de su columna vertebral. Alex se quejó un poco y Jane aprovecho para empujarla. La chica asustada salió de su casa por el patio trasero pero antes de que pudiera salir por un costado de la casa vio a otra chica la cual estaba manchada de sangre desde su nariz hasta su cuello. La desconocida le sonrió enseñándole sus afilados dientes los cuales también estaban llenos de sangre.

  • Por favor – Suplicó Jane al ver Alex al otro extremo del pasillo quien se sacaba el cuchillo con furia en los ojos – No diré nada, hare lo que sea…

  • ¡Aliméntanos! – Gritó la otra chica tomándola del cuello para dar un pequeño impulso haciendo que entraran por la ventana de la habitación de sus padres.

Jane fue lanzada con fuerza hacia la cama de sus padres causándole un enorme dolor de cuerpo, con un poco de fuerza pudo divisar a ‘su amiga’ entrar por la ventana que habían roto al entrar. Detallo rápidamente a ambas y se asustó mucho más al ver sus ojos los cuales eran ojos como la sangre.

Ambas chicas, bueno, ambos seres sobrenaturales se colocaron por los costados de Jane y sonrieron. La desconocida con sus uñas desgarro la camisa de la pijama por la zona del abdomen pero no midió su fuerza y vio como empezaba a desangrar. Sonrió y atacó rápidamente con sus labios y dientes la piel desgarrada de la chica que comenzaba a colapsar.

Alex miraba como su ‘amiga’ tenía una muerte lenta y dolorosa, lo disfrutaba. Sonrió mientras pasaba con sus dedos el contorno de su rostro una y otra vez. Cuando vio sus ojos se iban apagando y enseño sus dientes preparándose para atacar. Se acercó despacio al cuello de su víctima y lamio desde la yugular izquierda y bajo por la clavícula para después subir por la yugular derecha. Colocó entre sus dientes la tráquea y aun sin perforar contó hasta tres y con una fuerza sobrenatural apretó la mandíbula partiendo la tráquea a la mitad. Los huesos crujían en su boca sonoramente mientras veían con deleite la sangre mojar el colchón con rapidez.

El sonido de unas patrullas las alertó, estaban a unas tres calles aproximadamente. Ambas se limpiaron con las almohadas y las sabanas y salieron por la puerta trasera pero antes de que pudieran abandonar la propiedad una de ellas recibió un disparo por el hombro pero como era obvio, no les iba a afectar en nada. Acababan de alimentarse y eso les fortalecía su resistencia.


  • ¿Occiso? – Preguntó el padre de Angelique mientras ingresaba a la casa y veía a los médicos forenses vestidos completamente de blanco subir al segundo piso.

  • Jane Wayland, 17 años – Respondió un joven oficial revisando los datos – Al parecer sus padres salieron a cenar pero hasta ahora no se sabe su ubicación. Ya pusimos una orden de búsqueda – Seguía diciendo mientras seguía a su jefe al segundo nivel – El hijo menor ya fue resguardado por Cuidados Infantiles. Se encontraba en casa de un amigo a unas calles de aquí – Chocó con la espalda del padre de Angelique quien se había detenido unos metros antes de llegar a la habitación principal.

  • ¿Qué sucedió con la chica?

  • Eh… Hmm… Señor, fue asesinada pero creo que no hay una palabra específica para describirle la escena – Balbuceó nervioso el oficial.

El padre de Angelique respiro hondo mientras se colocaba su cubrebocas y unos guantes blancos de látex. Dio un largo suspiro y camino por el largo pasillo hasta llegar a la habitación en donde se encontraban los médicos reuniendo evidencia, desde los vidrios rotos, las sabanas manchadas, las almohadas rasgadas, hasta fotografías en toda la habitación. El cuerpo ya se encontraba en la camilla forense dentro de una bolsa negra. Él admiró el centro de la cama la cual estaba completamente húmeda y manchada de la sangre de la occisa.

  • Sheriff Luster, el cuerpo será llevado a Boston – Decía uno de los forenses al padre de Angelique.

  • Oficial Seatiel – Dijo el Sheriff llamando al joven oficial que había subido con él – Necesito que usted ponga orden ahí afuera – Ordenó. El Joven oficial asintió y salió disparado de la habitación - ¿Cómo murió? – Preguntó el Sheriff viendo la bolsa negra.

  • Traigan una bolsa de evidencia, por favor – Dijo uno de los médicos que estaba iluminando con una lámpara debajo de la cama – Creo que encontré otro pedazo de hígado – Una chica se acercó a él y le dio su petición.

  • Un animal no pudo ser, es la trigésima persona que ha muerto así – Suspiró frustrado – Sheriff, ¿Qué está sucediendo? – Preguntó incrédulo y algo molesto consigo mismo al no saber nada.

  • No lo sé – Respondió mirando a su alrededor – Espero que con la evidencia que lograron reunir pueda haber una pista – Llevo sus manos a su cadera.

  • Eso espero, uno de sus oficiales le disparo a lo que según él, era una persona mientras esta trataba de huir por la parte de atrás… Los hospitales ya estaban al tanto de la situación.

  • ¿Pero encontraron sangre del asesino, no? – Preguntó con un poco de esperanza.

  • No era sangre, precisamente… Era un líquido negro y espeso pero aun así lo llevaremos a analizar y veremos los resultados – Dijo mirando a su gente retirarse de la habitación – Nos retiraremos, Sheriff, espero que su gente cuide bien la escena… No queremos que se dañe – Ambos estrecharon manos – Mañana vendrán unos analistas a recrear la escena.

  • Esta bien – Asintió con la cabeza el padre de Angelique.

Todos los médicos salieron con ayuda de los oficiales los cuales mantenían a distancia a los vecinos y reporteros.

  • Señor – Lo llamó el oficial Seatiel.

  • Dime – Dijo el Sheriff volteando a verlo.

  • Sé que lo que diré sonara una estupidez pero hay unos hombres que quieren hablar con usted, ellos dicen saber la cuasa de las muertes – Apuntó a los tres hombres que estaban a un lado de una enorme camioneta negra. El sheriff dudoso se acercó y uno de ellos hablo.

  • Buenas noches, Sheriff… Mi nombre es Joey Morrison y yo vengo siguiendo casos como estos desde años atrás, quisiera reunirme con usted en la comisaria y llevarle evidencia que comprueba que lo le estoy diciendo es verdad – Dijo uno hombre de unos cuarenta años, lucia joven. Cabello negro y una que otro cabello blanco por ahí. Alto y al parecer en forma.

El padre de Angelique miro a los tres sujetos por un momento y habló:

  • Esta bien, en quince minutos lo veo en la comisaria, ¿Sabe cómo llegar, no? – Los tres asintieron y subieron a la camioneta para después alejarse.

  • Señor, ¿Está seguro de lo que hace? – Preguntó nervioso el joven oficial.

  • Ahora veremos con qué me salen estos sujetos – Suspiró con cansancio.


  • ¡Mack! – Gritó a lo lejos Caroline al ver a su ex caminar hacia la entrada del instituto. Mackenzie giró su cabeza y rodó los ojos con fastidio y reanudo su paso - ¡Espera! – Volvió a gritar mientras arrastraba consigo a una chica un poco más alta que ella.

  • ¿Qué sucede, Caroline? – Preguntó volteando a verla fingiendo cansancio.

  • Mira, ella es Alex – Presentó a la chica que estaba a su lado – Es nueva – Sonrió ampliamente – Alex, ella es Mackenzie… Una amiga.

  • Mucho gusto – Dijo Mackenzie fingiendo interés pero lo único que quería ahora era llegar a su casillero.

Mackenzie la miro por unos segundos detallándola. Era casi de su altura, delgada, tez pálida y tenía un largo cabello color caoba.

La amiga de Caroline se quitó las gafas oscuras mostrando unos fríos y penetrantes ojos negros. A Mackenzie no le dio buena espina la chica nueva, tal vez era por como Caroline miraba a la chica o por como la chica nueva tenía a Caroline abrazada por la cintura. ¿Celos?

  • « Celos de amiga » - Pensó Mackenzie.

La chica nueva estiro su mano y Mackenzie con el ceño fruncido estiro el suyo y ambas estrecharon las manos. Algo tenía la chica nueva que lograba molestar e inquietar a Mackenzie, ¿Pero que era?

  • Tenemos que irnos – Dijo sonriente Caroline mientras jalaba a su nueva amiga – Nos vemos después, Mack.

Después del amargo saludo se dirigió a su casillero y no pudo evitar ver a lo lejos a la hermosa Angelique quien saca unos libros de su casillero mientras platicaba amenamente con Keith. Ella sabía las intenciones que tenía Keith con Angelique y eso le reventaba el hígado. Cerró con fuerza su casillero logrando hacer los casilleros vecinos vibrara con fuerza y estos hicieron un estruendoso eco por todo el pasillo causando la atención de todos.

Mackenzie se colocó sus gafas de sol y se dirigió a su clase de natación.

  • Esa chica es extraña – Se burló Keith mientras acompañaba a Angelique a su clase de computación.

  • ¿Qué chica?

  • Mackenzie Emmerson – Rió con cinismo – Esa chica es una freak, no niego que esta guapa pero lo que hace en el colegio, incluso en el pueblo logra obtener el cotilleo de la gente.

  • ¿Qué hace?

  • Actúa extraño – Murmuró – Una vez la vi cerrar con fuerza su auto y como si fuera por arte de magia el vidrio de este estalló y ella molesta pateó un enorme contenedor de basura haciendo que cayera hacia atrás… ¿Esta chica que es? ¿Superman? ¿Terminator? – Carcajeó.

  • No lo sé – Encogí de hombros – Nos vemos luego, ¿Sí?

  • Esta bien, pero si iras a la fiesta de esta noche, ¿No? – Angelique sonriente asintió – Bien, te pasare a buscar a las nueve y media, hasta luego – Se acercó a ella y le dio un beso en la comisura de sus labios quien sorprendida lo aportó rápidamente – Lo siento – Se disculpó y se fue a paso rápido.

  • Di que sí – Sonrió con picardía una guapa rubia mientras miraba con suplica a Mackenzie.

  • No lo sé, no es mi ambiente – Frunció el ceño confundida, sin apartar la mirada de la escultural capitana de porristas que estaba frente a ella.

  • Ay, por favor… Te vas a divertir – Decía la rubia de ojos celestes.

  • Zoelia, no lo sé – Se encogió de hombros mientras se terminaba de secar su cabello con sus manos.

  • Dime Lia – Se acercó a ella lo suficiente quedando a centímetros de su rostro - ¿Entonces?

  • Esta bien, Lia, creo que puedo ir un rato – Murmuró alejándose un poco incomoda. La rubia emocionada iba a darle un beso en la mejilla pero Mackenzie se había girado para agarrar su teléfono y ambas terminaron con los labios unidos. Lia un poco sonrojada se fue de los vestidores de las piscinas dejando a una molesta Mackenzie quien tecleaba con furia su teléfono. Miró la hora y prácticamente todo el día se había quedado ahí en las piscinas, no había entrado a sus clases. Encogió de hombros y caminó hacia su casillero para sacar las llaves de su auto pero en las escaleras se encontró con Angelique, sus miradas chocaron pero no se dijeron nada. Ambas subieron y cada una se dirigió por su lado, los pasillos solos y el único sonido que escuchaba eran sus pasos haciendo eco por el piso.

Angelique miró de reojo a Mackenzie quien estaba buscando algo en su casillero con desesperación hasta que vio a un sujeto con uniforme de conserje subir por las escaleras deteniéndose cerca y a espaldas de Mackenzie y obvio, esta no se daba cuenta. Vio como el desconocido sujeto metía su mano en el contenedor de basura que estaba en un costado de él y del interior saco lo que parecía ser una ballesta de tamaño mediano.

  • ¡No! – Gritó Angelique obteniendo la Mackenzie rápidamente. El sujeto aprovecho su oportunidad y disparo enterrando uno de los pernos de oro en la espalda baja de Mackenzie, exactamente por su cadera.

El sujeto con una sonrisa se dedicó a admirar a su víctima con un rostro que reflejaba dolor acompañados de gritos desgarradores. Mackenzie cayó al suelo tratando de sacarse el perno el cual quemaba su interior. El sujeto disparo en una de sus piernas y ella gritó con dolor mientras se arrastraba con lentitud dejando un rastro de líquido negro y espeso que abandonaba su cuerpo.

  • ¡Déjala! – Volvió a gritar Angelique corriendo hacia el sujeto  y este levanto la ballesta apuntándole para después accionarla rápidamente.

Angelique por instinto se detuvo y cerró los ojos. Sintió unas manos agarrarla fuerte por los brazos y una pequeña brisa de aire golpearle el rostro. Con lentitud los fue abriendo y era Mackenzie quien estaba frente a ella pero separada unos centímetros de su cuerpo con un rostro que reflejaba dolor puro. Ella asustada bajo la mirada y vio el abdomen de su defensora atravesado por el largo perno dorado.

16 de mayo de 1683

Los reyes Venceslaus y Aalis, estaban emocionados por la boda de su hermosa hija, Ailén con el príncipe Eudes, hijo el rey Jehan. Que se llevaría a cabo a finales del mes. Pero, había algo malo en todo este compromiso… Ailén no quería casarse con Jehan, no con él… Estaba molesta, furiosa con sus padres pero ellos no debían saberlo. Ella al nacer ya le habían buscado su futuro esposo quien en ese tiempo tenía dos años de edad. Ahora ella tenía dieciséis años y su prometido y futuro esposo, casi diecinueve.

Ailén, Ailén, Ailén… Una hermosa princesa de porcelana, es aquella bella mujer que relatan en los cuentos de hadas... Es aquella mujer que todos alguna vez deseábamos que fuera realidad… Una belleza tan, pura… tan noble.

Su cuerpo era escultural desde los pies hasta la cabeza, pero no tampoco era muy alta. Tal vez de 1.60… Piel rosada, en contraste con su cabello rubio, largo y ondulado. Sus preciosos ojos eran azules celestes, un color claro e idéntico al color del mar. Sus labios eran los que más destacaban de su bello rostro… eran suaves, carnosos y en un color rojo carmesí, qué al sonreír… era como estar en el mismísimo cielo.

La chica suspiró frustrada mientras trataba de respirar en aquel ajustado vestido, el corsé le fastidiaba. Caminó hacia una de las ventanas que daban directamente al jardín que estaba a un costado del castillo y ahí la vio, por primera vez en su vida sentía curiosidad por una persona especialmente en una mujer. Una intriga le invadió a Ailén enseguida. Frunció el ceño mientras veía como la joven chica sonreía y hablaba animadamente mientras era acompañada por un chico de su edad. ¿Qué era lo que le llamaba la atención? ¿Su forma de sonreír mientras admiraba el cielo? ¿Su forma de vestir? ¿La forma en la que sus manos tocaban con suavidad las hermosas rosas?

« ¿Qué es lo que ella tiene? » - Se preguntó Ailén a sí misma mentalmente.

Sacudió su cabeza suavemente y miró a ambos lados mientras entrelazaba los dedos de su mano los cuales estaban protegidos por unos elegantes y largos guantes blancos hasta los codos. Agarro una parte del manteau un poco más debajo de la cintura y comenzó a caminar por los pasillos que eran resguardados por los guardias quienes vestían abrigos, pantalones y botas elegantes, ellos llevaban consigo una larga arcabuz y una ligera pero afilada espada con las iniciales de los reyes, H&Y (Hyutheson y Yveson).

La chica caminó hasta llegar a la cocina, los sirvientes trataron de darle la mejor impresión a la princesa pero esta no los trataba con los invitados que llegaban al castillo, ella era gentil con ellos y no merecían el desprecio que los demás sienten hacia ellos.

Salió por la puerta trasera de la cocina y llegó a la parte trasera del castillo en donde entraban las carrozas donde traían las cosechas de los campos que estaban en las afueras del reino. Rodeó el castillo y ahí estaba la chica, sola. Lentamente, Ailén comenzó a acercarse sin apartar la mirada de aquella chica quien le sonreía a las rosas blancas mientras las podaba con unas pequeñas tijeras.

Cabello castaño, casi rubio… Largo y ondulado. Tez casi pálida. Una mirada verdosa y clara… su nariz delgada y respingada de la punta. Pómulos prominentes y quijada cuadrada. Sus labios eran rojos intensos y delgados…

Ailén se aclaró la garganta obteniendo la mirada de la chica. Está se levantó rápidamente mientras se sacudía las manos las cuales se habían llenado un poco de lodo.

  • Su majestad – Suspiró asombrada la chica después de haber hecho una respetuosa reverencia – Que sorpresa que usted esté por aquí... – Dijo nerviosa la chica sin lograr mirarla a los ojos.

  • Dime, Ailén y trátame de tu… - Sonrió la bella chica - ¿Cómo te llamas? – Preguntó al verla recoger las tijeras que había dejado en el suelo con cierto nerviosismo.

  • Eire – Respondió con nerviosismo al ver a la reina acercarse por detrás de la hermosa princesa. Enseguida bajo su cabeza y siguió con su labor.

  • Cariño, te estuve buscando – La voz maternal de su madre la asustó un poco haciendo que se sobresaltará volteándola a ver – Vamos, necesito que te pruebes el vestido para la boda – Eire al escuchar esto frunció el ceño y sus ojos perdieron el brillo.

  • Ya voy, madre – Sonrió Ailén al ver a su madre alejarse de donde estaban ellas – Debo irme – Suspiró torciendo los labios – Nunca te había visto antes… ¿Es la primera vez que entras al castillo?

  • Sí – Respondió con la mirada abajo.

  • No me tengas miedo – Murmuró llevando sus manos al lindo rostro de Eire y fue ahí, cuando por primera vez sus miradas se encontraron y ambas sintieron algo extraño que lo dejaron pasar por alto – Eso es – Susurró cerca de su rostro – Tienes unos bonitos ojos – Sonrió Ailén al ver como la blanca piel de Eire se tornaba rosada ante el sonrojo – Espero volverte a ver aquí – Se acercó a la chica y besó su mejilla derecha. La soltó y se alejó pero al entrar al castillo llevo una de sus manos a sus labios logrando sentir la suave seda de los guantes. Acariciaba una y otra vez sus labios tratando de sentir de nuevo el suave tacto que tuvo con la tibia mejilla de esa hermosa chica mientras se le dibujaba una sonrisa en su rostro.


Mackenzie salió a la superficie agitada y miró a su alrededor. Estaba completamente oscuro y ella se encontraba sola en el rio, los únicos sonidos que escuchaba eran los sonidos de los insectos y el increíble sonido de la alta cascada que estaba detrás de ella.

Salió del agua rápidamente y se tiró al suave césped sentándose de golpe, con sus manos abrazo sus piernas y miraba con odio el agua… Sus ojos comenzaban a inundarse de lágrimas pero ninguna se atrevía a resbalar por su rostro. Recostó su cabeza en sus rodillas y los sollozos no se hicieron esperar… Llevo una de sus manos a su mejilla derecha y se dedicó a acariciarla lentamente hasta que el sol saliera.

El despertador sonó, Angelique se levantó con dificultad y lo apagó. Abrió uno de los cajones de su mesa de noche y sacó libro con la pasta negra y lisa. Agarro el bolígrafo y abrió el libro en la primera hoja la cual estaba completamente en blanco. La doctora le había dado ese libro para que escribiera sus pensamientos, sus sentimientos, cualquier cosa que quisiera hablar con alguien pero no pudiera expresarse a su gusto sin sentirse intimidada, asustada y/o juzgada.

Ese libro sería su mejor amigo por tres meses.

Se restregó los ojos y dio un largo bostezo antes de apoyar el bolígrafo en la hoja, suspiró y comenzó a escribir…

“Decidí no ir al viaje, a pesar de las suplicas de mis amigos no pude aceptar… No tengo ánimos de nada últimamente y eso a veces me frustra. ¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que este dolor se vaya? Aún tengo la estúpida idea de que ella regresara, que entrará por la puerta de mi habitación y me sonreirá con esa sonrisa ladeada para después abrazarme hasta hacer que mis pies abandonen el suelo.

Hoy tuve otro sueño, con ella. Estábamos bajo el árbol donde solíamos pasar el tiempo en el colegio. Ella se veía feliz y lucía radiante en ese vestido celeste, recuerdo como acarició mis mejillas y me sonrió.

Una lagrima mojó el centro de la hoja del libro, paso la yema de su pulgar tratando de secar la hoja pero le fue inútil, siguió escribiendo…

“Me  agarro de la mano e hizo que me sentará a su lado y así lo hice. Entrelazó nuestras manos y ella miraba hacia adelante, mirando a la nada. La imité, ambas nos quedamos en silencio, ni ella, ni yo decíamos nada. Solamente el sonido de nuestra respiración se escuchaba. La escuela estaba solitaria y de algún modo eso me tranquilizaba.

Volteó a verme y me acarició una mejilla, luego me abrazo y por un momento lo sentí real, comencé a llorar en su hombro y sentía su mano acariciar mi espalda, Blair trataba de tranquilizarme pero no podía porque yo estaba consciente de que todo era un sueño y que pronto me despertaría volviéndome a mi terrible realidad. Escuche un susurró haciéndome estremecerme, me dijo: “Debes tener cuidado, alguien quiere hacerte daño” dijo con miedo en sus palabras, me apretó fuerte y pude sentir su miedo, “Pretende ser parte de tu vida, no dejes que eso suceda  nunca, por favor” eso fue lo único que me dijo para después desvanecerse de mis brazos, ella completamente me había abandonado.”

Eso fue lo último que escribió para luego cerrarlo y esconderlo debajo de sus almohadas. Se limpió las lágrimas y me metió a bañar. Al salir vio la hora, 10:52.

  • Ya habrán llegado – Murmuró.

Bajo a la cocina y como era de esperarse, no había nadie en casa. Su padre se había ido a las 5 de la mañana al recibir una llamada del trabajo y su mamá se había ido al hospital, ella era cirujana y todos los sábados se iba desde las 6 de la mañana hasta las 8 de la noche regresaba a casa.

Desayunó y salió de casa, caminaba sin rumbo hasta que sin darse ella cuenta, había llegado a la casa de Blair la cual estaba deshabitada. Respiró hondo y se alejó a paso lento de aquella casa que le traía hermosos pero dolorosos recuerdos.

“Because You Loved Me” de Celine Dion resonaba en sus audífonos y enseguida sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, recordó su primer beso con Blair mientras bailaban esa canción en el baile de navidad.

Angelique llegó a un parque infantil que se encontraba solitario y lo primero que hizo fue sentarse bajo la sombra de uno de los árboles para llorar hasta que no pudiera más mientras abrazaba sus piernas.

Había pasado, tal vez, minutos o hasta horas… No sé había percatado de la presencia de alguien que la observaba a lo lejos.

  • Hey… - Suspiró Mackenzie arrodillándose frente a ella – No llores – Murmuró tratando de tranquilizarla.

Mackenzie por un momento creyó que Angelique la atacaría como lo había hecho últimamente pero no, esta vez fue diferente. Angelique la abrazó con fuerza ahogando sus sollozos en su cuello. Ella se dedicó a tranquilizarla, la acariciarle la espalda con suavidad y a indicarle como tenía que respirar.

  • ¿Qué sucede? – Murmuró Mackenzie aun arrodillada frente a Angelique - ¿Por qué siempre estas llorando? Eso siempre quiero saber, para poder ayudarte… detesto ver a la gente sufrir.

  • Mi novia – Calló por un instante – Mi difunda novia, ella murió hace un año – Respondió limpiándose las lágrimas que aun resbalaban por sus mejillas.

  • Como lo siento – Murmuró mirando el suelo - ¿Cómo murió? ¿Enfermedad?

  • No… A ella la asesinaron en el lago de las cabañas de Salem.

  • ¿Pero, atraparon al responsable, no? – Angelique negó con la cabeza lentamente y Mackenzie frunció el ceño – Yo sé lo que se siente perder a un ser amado – Sonrió con nostalgia.

  • ¿Familiar?

  • No, el amor de mi vida – Ella levantó la mirada expectante – Sí, Angelique… Yo también perdí al amor de mi vida.

  • ¿Qué sucedió con ella? – Preguntó un poco apenada.

  • Es mejor no hablar de ella – Respondió mordiéndose inconscientemente su labio inferior con ansiedad – Es algo, triste y no quiero abrir el tema – Murmuró – Tengo que irme, ¿Quieres que te acompañe a algún lado?

  • No, estoy bien, me quedaré un rato más aquí y luego me iré a casa – Dijo tratando de dar la mejor sonrisa pero era inútil, en esa sonrisa se notaba la tristeza.

  • Ven conmigo – Sonrió de lado.

Angelique examinó con cuidado aquella sonrisa y se estremeció enseguida, le recordaba mucho a Blair.

  • ¿Angelique? – Mackenzie la llamó sacándola de su imaginación.

  • No creo…

  • Oh, vamos – La interrumpió – Tienes que despejarte de todo esto – Decía mirando a su alrededor – Ven, vamos – Dijo tratando de darle ánimos mientras la ayudaba a ponerse de pie – Colócate esto – Le dio su casco.

  • ¿Y tú que te vas a poner? – Preguntó al ver que era el único casco que había.

  • No te preocupes, estoy bien así – Sonrió subiéndose a la motocicleta de su hermano.

  • No, mejor colócatelo tú – Devolvió el casco.

  • Basta, Angelique – Dijo divertida Mackenzie sonriendo – Póntelo tú… - Angelique algo insegura se lo colocó y Mackenzie solamente se lo ajustó – Listo – Sonrió de lado – Súbete.

Angelique hizo caso y se subió aferrándose a la cintura de su conductora quien sonrió ante el acercamiento. Mackenzie encendió la moto pero antes poner en marcha la moto Angelique la interrumpió.

  • ¿A dónde iremos? – Preguntó curiosa.

  • A comer… A Johnny’s – Sonrió acelerando – En diez minutos llegaremos.

La brisa golpeaba el rostro de Mackenzie mientras manejaba por las tranquilas calles del pueblo. Más de una vez Angelique sintió miedo y sin percatarse encajaba sus largas uñas en el abdomen de Mackenzie pero está no sentía nada, apenas sentía un pequeño cosquilleo que la hacía sonreír ampliamente pero lo más peculiar que sucedió en el viaje fue la cercanía que tenían ambas chicas. Angelique no se había portado bien en un principio y ella creía que ahora, era una buena oportunidad para disculparse. Mackenzie era un caso distinto, el abrazo que Angelique le proporcionaba a ella por la espalda hacia que sus ojos se colocaran dorados y estos brillaran intensamente aun cuando traía sus lentes de aviador era notable pero lo bueno de esto, era que podía controlar aquellos raros instintos.

  • ¿Eres reservada? – Preguntó Mackenzie al verla callada en todo el camino.

  • No, sí, digo, no sé, creo – Contestó nerviosa ante la penetrante mirada de su acompañante mientras esperaban su comida en la barra del restaurante.

  • Respira, mujer – Rió burlescamente – Pregúntame lo que tú quieras – Dijo al escuchar el pensamiento de Angelique haciendo que por supuesto, está se sorprendiera un poco.

  • Eh… ¿Eres nueva en el pueblo, no? – Mackenzie asintió mirándola fijamente – ¿De dónde eres?

  • Port Angeles – Contestó – Vamos, pregúntame lo que quieras… sin miedo.

  • ¿Qué edad tienes? – El sonriente rostro de Mackenzie se borró, ahora era serio y tenía el ceño fruncido.

  • Tengo diecinueve – Dijo evitando la mirada de Angelique – Pregúntame otra cosa – Repitió volviendo a verla con una pequeña sonrisa tambaleante que significaba una cosa, incomodidad.

  • Bueno… – Suspiró – Tú… bueno, esté…. Eh… Mmmm – Balbuceaba nerviosa.

  • Dime, Angelique…

  • Eh, bueno… tengo una duda.

  • Ajá… - La miró sabiendo su pregunta pero quería escucharlo de los labios de Angelique los cuales veía consecutivamente.

  • Tú y… esta chica, Caroline…

  • ¿Sí?

  • Tienen… ¿Son algo? Así tipo, ¿más que amigas?

  • ¿Novias? – A completó Mackenzie con una sonrisa divertida al ver a Angelique sorprendida.

  • Ajá… - Susurró apenada.

  • Sinceramente, ahora puedo decirte que no, antes sí… teníamos algo pero ayer terminó todo eso.

  • Oh… - Suspiró sorprendida – Lo siento, no quería…

  • No te preocupes – Sonrió volteando a verla – Oh, mira… Llego nuestra comida.

Ambas se dispusieron a comer pero seguían intercambiando palabras. A Mackenzie le agradaba escuchar su voz y ver como su pequeña boquita se movía articulando palabras. Esa tarde Angelique se había dado cuenta que la compañía de Mackenzie era agradable y hasta divertida, ambas tenían cosas en común y otras que sin duda no.

Esa tarde se la pasaron en todo el centro comercial, probándose ropa, zapatos, jugando videojuegos en una tienda de discos. Casi se meten en problemas cuando ambas chicas casi rompen una enorme vitrina de una tienda de ropa. Todo era risas y sonrisas hasta que Mackenzie recibió una llamada de su hermano Shawn.

  • Gracias por todo – Decía Angelique bajándose de la motocicleta.

  • No te preocupes, me divertí – Sonrió Mackenzie mientras le ayudaba a quitarle el casco – Listo, hermosa…

  • Eh… Este… Gracias, Hm… ¿No quieres pasar? – Mackenzie abrió los ojos con sorpresa.

  • « Acepta, te está invitando a entrar, no seas tonta y aprovecha la oportunidad » - Una voz retumbaba en la cabeza de Mackenzie – No, gracias – Dijo nerviosa - « ¡Tonta! ¡Tonta! ¡Tonta! No te va a volver a invitar a pasar » - Los gritos en su interior no se hicieron esperar – Tengo que ir a ayudar a mi hermano, como no está Bradley tengo que ayudarlo yo con su trabajo – Sonrió – Pero gracias por la invitación.

  • No importa, y de nuevo, gracias por todo – Sonrió sonrojada – Me divertí mucho.

  • Yo también – Admitió la castaña colocándose el casco – Hasta el Lunes.

  • Hasta el Lunes – Amabas se despidieron y Angelique vio como Mackenzie doblaba a la derecha para después perderse de su vista.

Desde ese día, Angelique se ha sentido extraña. Esa salida quedo en el olvido y jamás le comentó nada a su familia y mucho menos a sus amigos. Se había distanciado de Mackenzie. Y, obviamente, esta última cambio de actitud ante el olvido y el distanciamiento de Angelique. Se había vuelto más fría, más solitaria, más seca. Siempre andaba con unos lentes de sol y sus audífonos a todo lo volumen. Las clases que compartían juntas se sentaban en lugares distintos. Angelique en una de las mesas de adelante mientras que Mackenzie en las del fondo.

Los días, las semanas, los meses pasaban y el pueblo había entrado en una crisis de terror. Las personas desaparecían de los pueblos vecinos y estos, al día siguiente aparecían muertos en el bosque de Lexington. Todos creían que el asesino vivía en su mismo pueblo y esto los aterraba aún más, ¿Vivir en el mismo pueblo que un despiadado asesino? Todos los habitantes se sentían inseguros por más que estuvieran las patrullas rondando por las calles.


Un estruendo en la cocina la levantó aterrada, el ruido de platos romperse y ollas caer al suelo hacen eco en toda la casa. La chica asustada se acerca a la puerta de su habitación y con el menor de los ruidos la cierra y le coloca el seguro. Regresa a la cama y simplemente estaba en la esquina sentada con la mirada fija en la puerta. Pero los ruidos no cesaban, ¿Quién iba a estar abajo a altas horas de la noche? Sus padres habían salido a cenar y su hermano se había quedado en casa de un amigo suyo.

La puerta de la entrada se azotó, suspiró aliviada… Tal vez eran sus padres quienes habían llegado. Aun con un poco de miedo, caminó lentamente a la puerta y lentamente la abrió encontrándose los pasillos completamente oscuros. La ventana de su habitación se rompió causándole un gritó de terror a la bella chica. Esta bajo corriendo y a ciegas llego a la cocina para después abrir el ultimo cajón y extraer de su interior un largo y afilado cuchillo.

Se sentó en la esquina de la cocina agarrando firmemente el cuchillo con sus dos manos mientras miraba asustada sus costados. La puerta del patio trasero se abrió de golpe causándole otro gritó de terror. Vio una sombra por la ventana que estaba a un costado del refrigerador. Aun asustada no soltó el cuchillo, escuchó unos pasos al otro lado de la pared en la que estaba recostada.

Miró la puerta del patio trasero y pudo ver como la sombra se acercaba más a la entrada, pero al momento de atacar al desconocido vio que era su amiga.

  • ¡Dios, Jane! – Gritó al ver a su amiga con un cuchillo en la mano - ¡Baja ese maldito cuchillo que soy yo! – La chica aun nerviosa logro bajar el cuchillo hasta dejarlo a un costado suyo.

  • Alex – Suspiró aliviada mientras veía a su amiga arrodillarse frente a ella – Tenía miedo – Comenzó a llorar abrazando con fuerza a su amiga.

  • Tranquila, cariño… Estoy aquí – La reconfortó acariciando su cabello sin dejar de olfatearlo y sutilmente comenzó a apartar su cabello por un costado y metió su rostro en el cuello de su aterrorizada amiga.

  • Que bueno que estas aquí – La apretó con fuerza sintiendo un pequeño cosquilleo causado por la caliente respiración de su amiga.

  • Hueles delicioso – Susurró Alex con los ojos cerrados para después pasar su lengua a lo largo de la yugular derecha de su amiga.

Jane asustada ante el gruñido que dio su amiga agarro el cuchillo y con el mayor de los dolores se lo clavó al final de la espalda exactamente en el último hueso de su columna vertebral. Alex se quejó un poco y Jane aprovecho para empujarla. La chica asustada salió de su casa por el patio trasero pero antes de que pudiera salir por un costado de la casa vio a otra chica la cual estaba manchada de sangre desde su nariz hasta su cuello. La desconocida le sonrió enseñándole sus afilados dientes los cuales también estaban llenos de sangre.

  • Por favor – Suplicó Jane al ver Alex al otro extremo del pasillo quien se sacaba el cuchillo con furia en los ojos – No diré nada, hare lo que sea…

  • ¡Aliméntanos! – Gritó la otra chica tomándola del cuello para dar un pequeño impulso haciendo que entraran por la ventana de la habitación de sus padres.

Jane fue lanzada con fuerza hacia la cama de sus padres causándole un enorme dolor de cuerpo, con un poco de fuerza pudo divisar a ‘su amiga’ entrar por la ventana que habían roto al entrar. Detallo rápidamente a ambas y se asustó mucho más al ver sus ojos los cuales eran ojos como la sangre.

Ambas chicas, bueno, ambos seres sobrenaturales se colocaron por los costados de Jane y sonrieron. La desconocida con sus uñas desgarro la camisa de la pijama por la zona del abdomen pero no midió su fuerza y vio como empezaba a desangrar. Sonrió y atacó rápidamente con sus labios y dientes la piel desgarrada de la chica que comenzaba a colapsar.

Alex miraba como su ‘amiga’ tenía una muerte lenta y dolorosa, lo disfrutaba. Sonrió mientras pasaba con sus dedos el contorno de su rostro una y otra vez. Cuando vio sus ojos se iban apagando y enseño sus dientes preparándose para atacar. Se acercó despacio al cuello de su víctima y lamio desde la yugular izquierda y bajo por la clavícula para después subir por la yugular derecha. Colocó entre sus dientes la tráquea y aun sin perforar contó hasta tres y con una fuerza sobrenatural apretó la mandíbula partiendo la tráquea a la mitad. Los huesos crujían en su boca sonoramente mientras veían con deleite la sangre mojar el colchón con rapidez.

El sonido de unas patrullas las alertó, estaban a unas tres calles aproximadamente. Ambas se limpiaron con las almohadas y las sabanas y salieron por la puerta trasera pero antes de que pudieran abandonar la propiedad una de ellas recibió un disparo por el hombro pero como era obvio, no les iba a afectar en nada. Acababan de alimentarse y eso les fortalecía su resistencia.


  • ¿Occiso? – Preguntó el padre de Angelique mientras ingresaba a la casa y veía a los médicos forenses vestidos completamente de blanco subir al segundo piso.

  • Jane Wayland, 17 años – Respondió un joven oficial revisando los datos – Al parecer sus padres salieron a cenar pero hasta ahora no se sabe su ubicación. Ya pusimos una orden de búsqueda – Seguía diciendo mientras seguía a su jefe al segundo nivel – El hijo menor ya fue resguardado por Cuidados Infantiles. Se encontraba en casa de un amigo a unas calles de aquí – Chocó con la espalda del padre de Angelique quien se había detenido unos metros antes de llegar a la habitación principal.

  • ¿Qué sucedió con la chica?

  • Eh… Hmm… Señor, fue asesinada pero creo que no hay una palabra específica para describirle la escena – Balbuceó nervioso el oficial.

El padre de Angelique respiro hondo mientras se colocaba su cubrebocas y unos guantes blancos de látex. Dio un largo suspiro y camino por el largo pasillo hasta llegar a la habitación en donde se encontraban los médicos reuniendo evidencia, desde los vidrios rotos, las sabanas manchadas, las almohadas rasgadas, hasta fotografías en toda la habitación. El cuerpo ya se encontraba en la camilla forense dentro de una bolsa negra. Él admiró el centro de la cama la cual estaba completamente húmeda y manchada de la sangre de la occisa.

  • Sheriff Luster, el cuerpo será llevado a Boston – Decía uno de los forenses al padre de Angelique.

  • Oficial Seatiel – Dijo el Sheriff llamando al joven oficial que había subido con él – Necesito que usted ponga orden ahí afuera – Ordenó. El Joven oficial asintió y salió disparado de la habitación - ¿Cómo murió? – Preguntó el Sheriff viendo la bolsa negra.

  • Traigan una bolsa de evidencia, por favor – Dijo uno de los médicos que estaba iluminando con una lámpara debajo de la cama – Creo que encontré otro pedazo de hígado – Una chica se acercó a él y le dio su petición.

  • Un animal no pudo ser, es la trigésima persona que ha muerto así – Suspiró frustrado – Sheriff, ¿Qué está sucediendo? – Preguntó incrédulo y algo molesto consigo mismo al no saber nada.

  • No lo sé – Respondió mirando a su alrededor – Espero que con la evidencia que lograron reunir pueda haber una pista – Llevo sus manos a su cadera.

  • Eso espero, uno de sus oficiales le disparo a lo que según él, era una persona mientras esta trataba de huir por la parte de atrás… Los hospitales ya estaban al tanto de la situación.

  • ¿Pero encontraron sangre del asesino, no? – Preguntó con un poco de esperanza.

  • No era sangre, precisamente… Era un líquido negro y espeso pero aun así lo llevaremos a analizar y veremos los resultados – Dijo mirando a su gente retirarse de la habitación – Nos retiraremos, Sheriff, espero que su gente cuide bien la escena… No queremos que se dañe – Ambos estrecharon manos – Mañana vendrán unos analistas a recrear la escena.

  • Esta bien – Asintió con la cabeza el padre de Angelique.

Todos los médicos salieron con ayuda de los oficiales los cuales mantenían a distancia a los vecinos y reporteros.

  • Señor – Lo llamó el oficial Seatiel.

  • Dime – Dijo el Sheriff volteando a verlo.

  • Sé que lo que diré sonara una estupidez pero hay unos hombres que quieren hablar con usted, ellos dicen saber la cuasa de las muertes – Apuntó a los tres hombres que estaban a un lado de una enorme camioneta negra. El sheriff dudoso se acercó y uno de ellos hablo.

  • Buenas noches, Sheriff… Mi nombre es Joey Morrison y yo vengo siguiendo casos como estos desde años atrás, quisiera reunirme con usted en la comisaria y llevarle evidencia que comprueba que lo le estoy diciendo es verdad – Dijo uno hombre de unos cuarenta años, lucia joven. Cabello negro y una que otro cabello blanco por ahí. Alto y al parecer en forma.

El padre de Angelique miro a los tres sujetos por un momento y habló:

  • Esta bien, en quince minutos lo veo en la comisaria, ¿Sabe cómo llegar, no? – Los tres asintieron y subieron a la camioneta para después alejarse.

  • Señor, ¿Está seguro de lo que hace? – Preguntó nervioso el joven oficial.

  • Ahora veremos con qué me salen estos sujetos – Suspiró con cansancio.


  • ¡Mack! – Gritó a lo lejos Caroline al ver a su ex caminar hacia la entrada del instituto. Mackenzie giró su cabeza y rodó los ojos con fastidio y reanudo su paso - ¡Espera! – Volvió a gritar mientras arrastraba consigo a una chica un poco más alta que ella.

  • ¿Qué sucede, Caroline? – Preguntó volteando a verla fingiendo cansancio.

  • Mira, ella es Alex – Presentó a la chica que estaba a su lado – Es nueva – Sonrió ampliamente – Alex, ella es Mackenzie… Una amiga.

  • Mucho gusto – Dijo Mackenzie fingiendo interés pero lo único que quería ahora era llegar a su casillero.

Mackenzie la miro por unos segundos detallándola. Era casi de su altura, delgada, tez pálida y tenía un largo cabello color caoba.

La amiga de Caroline se quitó las gafas oscuras mostrando unos fríos y penetrantes ojos negros. A Mackenzie no le dio buena espina la chica nueva, tal vez era por como Caroline miraba a la chica o por como la chica nueva tenía a Caroline abrazada por la cintura. ¿Celos?

  • « Celos de amiga » - Pensó Mackenzie.

La chica nueva estiro su mano y Mackenzie con el ceño fruncido estiro el suyo y ambas estrecharon las manos. Algo tenía la chica nueva que lograba molestar e inquietar a Mackenzie, ¿Pero que era?

  • Tenemos que irnos – Dijo sonriente Caroline mientras jalaba a su nueva amiga – Nos vemos después, Mack.

Después del amargo saludo se dirigió a su casillero y no pudo evitar ver a lo lejos a la hermosa Angelique quien saca unos libros de su casillero mientras platicaba amenamente con Keith. Ella sabía las intenciones que tenía Keith con Angelique y eso le reventaba el hígado. Cerró con fuerza su casillero logrando hacer los casilleros vecinos vibrara con fuerza y estos hicieron un estruendoso eco por todo el pasillo causando la atención de todos.

Mackenzie se colocó sus gafas de sol y se dirigió a su clase de natación.

  • Esa chica es extraña – Se burló Keith mientras acompañaba a Angelique a su clase de computación.

  • ¿Qué chica?

  • Mackenzie Emmerson – Rió con cinismo – Esa chica es una freak, no niego que esta guapa pero lo que hace en el colegio, incluso en el pueblo logra obtener el cotilleo de la gente.

  • ¿Qué hace?

  • Actúa extraño – Murmuró – Una vez la vi cerrar con fuerza su auto y como si fuera por arte de magia el vidrio de este estalló y ella molesta pateó un enorme contenedor de basura haciendo que cayera hacia atrás… ¿Esta chica que es? ¿Superman? ¿Terminator? – Carcajeó.

  • No lo sé – Encogí de hombros – Nos vemos luego, ¿Sí?

  • Esta bien, pero si iras a la fiesta de esta noche, ¿No? – Angelique sonriente asintió – Bien, te pasare a buscar a las nueve y media, hasta luego – Se acercó a ella y le dio un beso en la comisura de sus labios quien sorprendida lo aportó rápidamente – Lo siento – Se disculpó y se fue a paso rápido.

  • Di que sí – Sonrió con picardía una guapa rubia mientras miraba con suplica a Mackenzie.

  • No lo sé, no es mi ambiente – Frunció el ceño confundida, sin apartar la mirada de la escultural capitana de porristas que estaba frente a ella.

  • Ay, por favor… Te vas a divertir – Decía la rubia de ojos celestes.

  • Zoelia, no lo sé – Se encogió de hombros mientras se terminaba de secar su cabello con sus manos.

  • Dime Lia – Se acercó a ella lo suficiente quedando a centímetros de su rostro - ¿Entonces?

  • Esta bien, Lia, creo que puedo ir un rato – Murmuró alejándose un poco incomoda. La rubia emocionada iba a darle un beso en la mejilla pero Mackenzie se había girado para agarrar su teléfono y ambas terminaron con los labios unidos. Lia un poco sonrojada se fue de los vestidores de las piscinas dejando a una molesta Mackenzie quien tecleaba con furia su teléfono. Miró la hora y prácticamente todo el día se había quedado ahí en las piscinas, no había entrado a sus clases. Encogió de hombros y caminó hacia su casillero para sacar las llaves de su auto pero en las escaleras se encontró con Angelique, sus miradas chocaron pero no se dijeron nada. Ambas subieron y cada una se dirigió por su lado, los pasillos solos y el único sonido que escuchaba eran sus pasos haciendo eco por el piso.

Angelique miró de reojo a Mackenzie quien estaba buscando algo en su casillero con desesperación hasta que vio a un sujeto con uniforme de conserje subir por las escaleras deteniéndose cerca y a espaldas de Mackenzie y obvio, esta no se daba cuenta. Vio como el desconocido sujeto metía su mano en el contenedor de basura que estaba en un costado de él y del interior saco lo que parecía ser una ballesta de tamaño mediano.

  • ¡No! – Gritó Angelique obteniendo la Mackenzie rápidamente. El sujeto aprovecho su oportunidad y disparo enterrando uno de los pernos de oro en la espalda baja de Mackenzie, exactamente por su cadera.

El sujeto con una sonrisa se dedicó a admirar a su víctima con un rostro que reflejaba dolor acompañados de gritos desgarradores. Mackenzie cayó al suelo tratando de sacarse el perno el cual quemaba su interior. El sujeto disparo en una de sus piernas y ella gritó con dolor mientras se arrastraba con lentitud dejando un rastro de líquido negro y espeso que abandonaba su cuerpo.

  • ¡Déjala! – Volvió a gritar Angelique corriendo hacia el sujeto  y este levanto la ballesta apuntándole para después accionarla rápidamente.

Angelique por instinto se detuvo y cerró los ojos. Sintió unas manos agarrarla fuerte por los brazos y una pequeña brisa de aire golpearle el rostro. Con lentitud los fue abriendo y era Mackenzie quien estaba frente a ella pero separada unos centímetros de su cuerpo con un rostro que reflejaba dolor puro. Ella asustada bajo la mirada y vio el abdomen de su defensora atravesado por el largo perno dorado.