Atrévete a quererme. - 3
¡He regresado! Espero que sea de su total agrado, un saludo virtual a todos los que leen mi pequeña historia.
Los cuatro chicos iban riéndose y platicando de cosas sin sentido hasta que se encontraron frente a la cascada de un rio. Los cuatro chicos sonrientes decidieron nadar un rato.
Luego de dos horas de diversión siguieron rondando por el bosque hasta que se dieron cuenta que estaba a punto de anochecer.
Chicos, creo que debemos regresar a las cabañas – Comentó el chico con aspecto nerd.
Tranquilo, Steve – Rió uno de los chicos.
Damien – Se quejó Steve mirando al chico reírse – Mis padres me van a regañar – Avisó alarmado.
Vamos, Steve… No arruines el día, diviértete un poco – Dijo el chico con rasgos de ser el ‘Macho alfa’ del grupo.
Miren esto – Comentó el chico guapo del grupo, Damien enseguida se acercó – Ven aquí, Rob – Le llamó entusiasmado.
¿Qué es eso, Ray? – Preguntó Robert con cierto desagrado ante el hallazgo que estaba enterrado.
Es… - Comenzó a decir Damien sin dejar de escavar – ¿Una muñeca?
Ugh – Suspiró Robert asqueado – Y una fea – Malhumorado se sacudió las manos y volvió a ponerse de pie.
Tengo ganas de ir al baño, ¿Puedo ir? – Murmuró Steve.
Supongo – Comentó Damien riendo - « ¿Quién pregunta esas tonterías? » - Pensó ridículamente el chico con una sonrisa burlona en su rostro.
Steve tomo eso como un ‘sí’ y se alejó un poco del grupo para ir a unos arbustos que habían cerca.
Vámonos – Dijo Robert al ver a Steve desaparecer entre los arbustos. Raymond sin pensarlo dos veces se puso de pie después de haber tirado la ‘fea’ muñeca cerca de un árbol.
Tenemos que esperar a Steve – Recordó Damien sentando en tronco.
Vámonos, Damien – Dijo animado Raymond.
No creo que sea buena idea – Murmuró preocupado Damien - « A esto se refería Steve » - Pensó el chico mirando a los otros avanzar.
El chico dudo unos segundos hasta que decidió ir por su amigo a los arbustos, corrió hacia Steve pero su mirada estaba puesta en los otros dos que se alejaban a paso rápido.
- ¡Vámonos, Steve, nos van a dejar aquí! – Gritó Damien al llegar a los arbustos, pero no recibió una respuesta – Ya vámonos, Steve – Dijo furioso entrando a los arbustos pero como era de esperarse, Steve no estaba ahí. El chico más furioso salió de los arbustos y camino a paso tranquilo hacia el camino que habían tomado sus otros dos amigos – Esta me la van a pagar – Siseó entre dientes - ¡Yo soy el bromista! Sufrirán las consecuen… - Sus palabras fueron interrumpidas por unos crujidos de ramas detrás de él. Alarmado volteo a ver y no había nadie, poco a poco fue acelerando su caminata pero no veía a sus amigos pero se sentía perseguido por algo que no eran exactamente sus amigos.
Un gruñido de ultratumba resonó detrás de él. El chico comenzó a respirar ruidosamente, una capa de sudor comenzaba a adornar su rostro y, sus piernas y brazos temblaban frenéticamente. Lentamente se dio la vuelta y a lo lejos divisó una sombra, la sombra de una mujer. Detallo cada movimiento pero uno lo hizo aterrorizarse hasta los huesos, la sombra comenzaba acercarse a él caminando con lentitud hasta que levanto la cabeza hacia el sol que estaba escondiéndose y volvió a bajar la mirada para posicionarla en Damien y lanzó un rugido que hizo que la piel de Damien se erizara por completo.
El chico asustado comenzó a correr sin detenerse hasta que a lo lejos diviso una pequeña cueva, sin pensarlo corrió hacia la cueva y sin darse cuenta cayo a una profundidad de tres metros y medio. Damien gritó adolorido en la tierra, un tobillo y un brazo fracturado fueron la consecuencia de su error. Al levantar su vista vio que estaba en una cripta.
- ¿Una cripta bajo tierra? – Se preguntó a sí mismo.
Adolorido se puso de pie y apoyándose de la pared comenzó a adentrarse en esa horrible y espeluznante cripta en busca de alguna salida. Tenía que apurarse, ya era de noche y la poca luz pronto se iría.
El mismo pero ahora más fuerte, el rugido retumbó en todo el lugar en donde el chico se encontraba causándole dolores en los oídos y que su vista se distorsionara. Cayó al suelo y comenzó a arrastrase desesperadamente hasta que logro agarrar a ciegas algo, era… ¿Un zapato?
Giró quedando sobre su espalda y miro dos brillantes ojos que lo miraban fijamente, sus ojos eran iguales a los faros de un automóvil, dorados y brillantes. Por un momento pensó que era un animal, pero por lo alto que se encontraba la mirada, era la altura de una persona, se aterró al ver que la dorada mirada se acercaba a su rostro hasta que sintió la violenta respiración encima de él.
Damien trató de retroceder pero eso fue un error, lo único que consiguió fue una risa macabra y siniestra. Sintió algo en su pierna derecha, algo delgado y afilado a pesar de traer pantalón. Él grito con lágrimas en los ojos y con un nudo en la garganta al sentir los huesos de su pierna romperse a la mitad. El chico trato de golpear al causante de su dolor pero enseguida sintió los huesos de sus dedos romperse seguido por su muñeca.
- Por favor… - Suplicó el chico casi sin voz – No me hagas daño, hare lo que sea, por favor – Imploró una vez más – No diré nad… - Fue interrumpido al sentir una presión en su cuello, estaba siento ahorcado.
Sus ojos comenzaban a cerrarse lentamente hasta que vio una flama cerca de su mejilla izquierda que ilumino lo suficiente el rostro de su agresor pero eso lo único que consiguió fue más miedo, deseaba morir de una vez. Los parpados negros y la sonrisa lo aterraron como la imagen que había visto en internet, esa maldita sonrisa estaba frente a sus ojos.
Enseguida, el lugar fue iluminado lo suficiente para que Damien se dé cuenta de que ahí estaban sus tres amigos amarrados en sillas dándole la espalda. El monstruo notó la mirada de Damien y sonrió, una sonrisa tan al estilo Jeffrey Woods.
Lo levantó sin hacer mucho esfuerzo y con un pequeño impulso lo aventó contra la pared cayendo frente a sus amigos. Sus cuellos tenían gruesas y profundas costadas, y desde su tórax hasta su ombligo se encontraba cortado y completamente abierto dejando ver sus huesos. Sus órganos habían desaparecido al igual que su sangre.
- Y sigues tú – La maquiavélica voz lo hizo volver en sí. Volteo a ver a aquel monstruo quien enseguida le mostro sus blancos, apilados y puntiagudos dientes a su víctima.
La monstruosa criatura se acercó peligrosa y rápidamente hacia él, y los gritos del chico retumbaron en el solitario bosque quien ya era acompañado por la luz de la luna llena y de los sonidos de la naturaleza.
¿Por qué esa cara? – Preguntó Caroline viendo a Mackenzie guardar de mala gana sus libros en el casillero.
El estúpido profesor de Algebra – Respondió con una sonrisa sínica.
Ajá – Resopló Caroline cruzándose de brazos - ¿Es por eso que anoche también estabas así en el lago?
Por favor, Caroline – Se quejó Mackenzie cerrando su casillero – Hoy no, ¿sí? – Miró que venía detrás de ella – Siento que los ojos y las manos me arden – Se quejó metiendo sus manos en los bolsillos de sus Jeans.
¿Saliste anoche? – Preguntó en un tono entre molestia y nerviosismo - ¿A dónde fuiste?
¿Desde cuándo debo darte explicaciones? – Preguntó volteando a verla y reanudo su paso – Ugh… No tengo porque seguir hablando contigo – Rodó los ojos al salir al estacionamiento.
Solo intento ayudar – Contestó molesta.
¡Entonces cállate! – Respondió volteando a verla. Los parpados de Mackenzie estaban volviéndose oscuros - ¿Sí? Así me ayudas mejor – Notó como los chismosos estudiantes estaban atentos ante esa discusión - ¿Vienes conmigo? – Preguntó en voz baja pero sin cambiar el tono de molestia.
No – Respondió secamente viendo como su novia se colocaba sus gafas de sol – Me iré con Bradley – Se acomodó su bolso en su hombro derecho y se dio la vuelta dejando a una aliviada y aun, molesta Mackenzie.
Subió a su auto y con su mano derecha apretó con fuerza el asiento del copiloto logrando quitar un gran pedazo de él.
Encendió el auto y a toda prisa manejó hasta llegar a una enorme cabaña rustica con un aterrador lago a un lado de ella.
¿Qué tal el colegio? – Preguntó una señora alrededor de unos cincuenta años quien se encontraba sentada en la silla mecedora que estaba en el balcón de la entrada.
Bien, abuela – Sonrió de lado - ¿Esta Shawn?
Tu hermano acaba de llegar, creo que está en el lago – Contestó con una pequeña sonrisa - ¿Todo bien?
Sí – Dijo desapareciendo a toda prisa entre los arbustos - ¡Shawn! – Lo llamó caminando por que pequeño muelle.
Su hermano salió de la superficie mostrando su puntiaguda y afilada dentadura y sus ojos dorados iguales a los faros de un auto con los parpados negros y pequeñas marcas que parecían grietas en la piel. Una sonrisa espeluznante adorno el rostro de su hermano.
Préstame tu motocicleta – Dijo Mackenzie tratando de ver lo que llevaba en sus manos bajo el agua.
Están en la cocina – Respondió sin borrar su horrible sonrisa.
Mackenzie salió corriendo a la cocina, agarro las llaves y el casco de su hermano, se despidió de su abuela y se dirigió al lugar en donde lograba quitarse el mal humor.
- Ya casi no te recuerdo… - Murmuró acariciando la placa metálica que estaba fija a la pared del granito gris, bajo su mirada al suelo y las lágrimas se dedicaron a mojar su rostro, era como si ella evitara la mirada de Blair en aquella fotografía en la que ella estaba con el uniforme del equipo de lacrosse y con el enorme trofeo de primer lugar en sus manos sin dejar esa media sonrisa que tanto la caracterizaba – Pero cuando te vienes a mi mente no puedo evitar llorar… No sabes lo jodida que me siento sin ti y siempre sueño con ese maldito día – Gritó golpeando con impotencia la pared haciendo un ruidoso eco en ese salón solitario – ¿Te echo de menos? – Se preguntó a sí misma y levanto la mirada viendo la fotografía y, sonrió con tristeza – Creo que todavía te espero – Se contestó a si misma con un nudo en la garganta – Lo único que pido ahora es sufrir un poco menos…
Angelique se quedó unos diez minutos más y después se fue a su casa, su padre no había llegado y su madre se encontraba haciendo la cena. Recordó enseguida que debía enviarle un mensaje a Keith para decirle que había llegado a su casa, sana y salva. Le envió el mensaje y subió a su habitación para cambiarse, y después bajo a la cocina.
Hola, mi amor – Saludó su mamá mientras colocaba en la mesa una bandeja de cristal con verduras hervidas al vapor.
Hola, mamá – Respondió Angelique ayudándola a colocar la mesa.
¿Qué tal estuvo tu día?
Normal – Se limitó a responder – Mamá – La llamó obteniendo su atención.
¿Sí?
Uh… este… Bueno, quería pedirte un favor, no me juzgues, por favor – Suplicó con la mirada, su madre no entendiendo del todo solo asintió.
Esta bien – Comentó su mamá.
Esta bien – Se dijo a si misma mirando al suelo pero su mirada no podía estar fija en un lugar, estaba nerviosísima - ¿Recuerdas lo que me comentaste meses atrás sobre tomar unas sesiones con la doctora Bhaltair?
¿Quieres hacerlo? Por mí no hay problema y creo que tu papá apoyará tu decisión pero, no quiero que te sientas forzada…
No me siento así – Respondió ella – Quiero hacerlo, solo necesito… – Apuntó su pecho con lágrimas en los ojos – Tu sabes… - Murmuró casi sin voz – Sacar todo, siento que me estoy haciendo mucho daño guardando todo… y, y yo no quiero seguir sufriendo, no tanto, mamá… – Su mamá rodeó la mesa y la abrazó.
Hablaré con la doctora mañana temprano, ¿Sí? – Asintió Angelique limpiándose las lágrimas.
No pido olvidarla, solo deseo superar… su muerte – Susurró en un hilo de voz.
A los quince minutos ya se encontraban cenando en familia.
¿Qué tal tu día? – Preguntó el papá de Angelique.
Bien, ¿Y el tuyo? – Preguntó Angelique.
Bueno… Eh, hay cuatro desaparecidos – Murmuró el padre cortando una pequeña porción de lasaña – Ayer por la mañana fueron vistos por última vez.
¿Aquí? – Preguntó la madre.
No, en Belmont pero debemos estar alertas por si llegan a pasar por el pueblo.
¿Fueron secuestrados? - Preguntó Angelique.
Aun no se sabe, pero estaremos al tanto de esto… Es extraño.
¿Qué, cariño?
La gente está desapareciendo – Murmuró con el ceño fruncido – Si fueran secuestradores deberían tener un modus operandi especifico – Comenzó a hablar consigo mismo – Sus víctimas deberían ser especificas pero esto es al azar, ¿Será express? – Calló al sentir la mirada de su esposa y su hija fija en él.
Terminaron de comer y eran casi las siete y media de la noche cuando Angelique recibió una visita inesperada.
Hola – Saludó Hilary sonriente.
Hola, ¿Qué hacen aquí? – Preguntó mirando a sus dos amigas.
Queremos llevarte a pasear un rato, anda vamos – Suplicó Camille.
¿A dónde? – Preguntó Angelique sonriendo dejándolas entrar.
Iremos al Burlington, Camille quiere ir ahí porque hay un chico atractivo que trabaja en el Cheesecake Factory – Se burló Hilary.
Cállate, Hilly – Reprendió una avergonzada Camille.
¡Vamos! – Respondió rápidamente Angelique - ¿Veinte minutos? – Sus amigas asintieron sentándose en uno de los sofás de la sala - ¿No quieren subir? – Hilary y Camille se miraron entre ellas, no habían vuelto a entrar a la habitación de Angelique después de ‘eso’.
No, te esperamos aquí – Sonrió Camille.
Angelique subió rápidamente a su habitación y se fue a dar una ducha, al terminar busco en su armario algo casual y fresco para un clima de 24 grados. Y exactamente en veintitrés minutos ya estaba lista; una camisa desmangada de botones color blanco, unos shorts negros de cintura alta haciendo que luciera sus largas y tonificadas piernas quienes eran adornadas por unos preciosos peep toe negros de Forever 21. Su pelo estaba agarrado en una coleta alta dejando a mereced de todos su largo y delgado cuello. Agarró su teléfono, su bolso y bajo a reencontrarse con sus amigas en la sala de estar. Todas subieron a la nueva camioneta de la marca Meserati que Hilary había recibido al cumplir los dieciséis y se dirigieron al centro comercial.
Se detuvo en medio de la ruta fantasma y apagó el motor de la clásica Harley. Respiró varios minutos mientras veía uno que otro auto pasar por la angosta carretera de dos sentidos. Miró el sol ocultarse lentamente y volvió a encender la moto.
Manejó por unos veinte minutos hasta que llego a la cabaña. A lo lejos pudo divisar a Caroline nadar en el lago con Bradley. Tenía que disculparse con ella por su comportamiento, iba a dejar su orgullo a un lado e iría a disculparse con ella.
Hola, extraña – Se burló Shawn quien se encontraba con unos shorts denim, unas botas de montaña y su camiseta en uno de los bolsillos de los shorts - ¿A dónde fuiste?
Por ahí – Respondió con una sonrisa torcida – Toma, pase a la gasolinera y llené el tanque – Comentó Mackenzie entregándole a su hermano las llaves.
Mackenzie miró hacia el lago y veía a su hermano salir pero Caroline seguía nadando.
Creo que… - Comenzó a decir obteniendo la mirada de su hermana – Creo que deberías disculparte, no sé de qué pero te siento arrepentida, ¿Sucedió algo?
Le… grité – Susurró – Y, bueno, la trate la mal y ella no se lo merecía – Cada palabra mostraba el arrepentimiento de la chica.
Esta sola, alcánzala – Sonrió de lado golpeándole el brazo.
Mackenzie sonrió y corrió deteniéndose en la entrada de la cabaña para quitarse su chaqueta y sus zapatos, y vació sus bolsillos. Sigilosamente se acercó sin hacer ruido y saltó cayendo a un lado de Caroline quien estaba sumergida desde hace diez minutos.
¿Pero, qué? – Gritó Caroline regresando a la superficie – Oh, eres tu – Murmuró molesta.
Oh, sí, soy yo – Dijo Mackenzie – Caroline, quería… bueno, te debo una disculpa y… lo siento.
Ajá…
Lo siento, en serio, mi actitud de la tarde no fue la mejor y por eso me disculpó.
Esta bien, Mack, no importa – Trató de sonreí pero no pudo – Debo… salir, hablamos luego…
Pero… ¿A dónde vas? – Preguntó incrédula.
¿Desde cuándo debo darte explicaciones? – Preguntó en el mismo tono que Mackenzie lo había usado en ella por la tarde.
Siempre me las das sin que te las pida – Sonrió de lado.
Me voy – Respondió saliendo del lago.
Mackenzie rodó los ojos y se sumergió quedándose bajo el agua por veinte minutos.
“Quisiera ser una pantalla para que me miraras todo el día” – Decía Hilary imitando la voz de Camille, Angelique carcajeó - ¡Me muero! – Exclamó la rubia carcajeando al subir a su camioneta.
Las cosas que dice una por los nervios – Murmuró Camille avergonzada.
¡Y desesperación! – Agregó Angelique sin dejar de reírse.
¡Te lo dije, Angelique! – Decía Hilary viendo por el espejo retrovisor a Camille rojísima de la pena en el asiento trasero – Casi se queda ahí parada en la puerta cuando nos íbamos…
Y nosotras ahí paradas en medio pasillo esperándola – Ambas chicas no dejaron de burlarse de su amiga.
¿Eso qué? – Suspiró confundida Camille – Ya dejen de reírse, parecen locas… Por favor, Hilary, déjame en mi casa – Dijo malhumorada.
Oh, vamos, Cam – Se quejó Angelique – Ya, nos calmamos, ¿sí?
¿Quieren un café? Vamos al Starbucks – Dijo emocionada Hilary sin apartar la mirada en el camino.
¿En Bedford? – Preguntó Angelique mientras revisaba su teléfono, le había llegado un mensaje de Keith.
Sí – Comentó Camille – Nos alejaremos mucho sí vamos al que está en Mario's.
Al entrar al estacionamiento un auto se le hizo familiar a Angelique, era el auto de Mackenzie. Bajaron de la camioneta y antes de llegar a la puerta vio a Mackenzie acompañada de Bradley y otro chico que se parecía a los otros dos salir de la cafetería con un vaso en la mano y una media sonrisa que le recordó a su difunta novia.
- Chicas, creo que olvide mi teléfono en la camioneta, en un momento las alcanzó – Camille y Hilary entraron a la cafetería.
Angelique sonrió y regreso a la camioneta por su teléfono pero su mirada seguía en aquellos chicos que estaban sentados en el capote del auto.
Picarón... - Se burló Mackenzie con una risita contagiosa en cuanto su hermano, Shawn quien volvía a entrar a la cafetería.
¿Qué? - Bradley la miró sin entender nada.
¿Qué? - Mackenzie lo imitó - No te hagas el tonto, si me fije como miraste a las dos chicas que subían a su auto - Se burló.
Ay, ¡ya! – Bufó divertido – Déjame en paz - Gruñó Bradley con una sonrisa – Estaban lindas – La miró de forma picarona.
Detesto esa mirada tuya – Rodó los ojos - ¿Te puedo pedir un favor?
¿Tengo que levantarme? – La miró con una ceja levantada.
Sí – Contestó buscando algo en los bolsillos de su chaqueta.
Entonces, no – Dijo recostándose sobre el parabrisas de la camioneta.
Te odio – Siseó molesta yendo hacia la tienda de donas – Shawn, dos sándwiches de pavo con Havarti y un Latte, por favor – Le susurró a su hermano quien hacía fila faltando dos personas para llegar a la caja para ordenar.
¿Quieres quedarte? – Susurró al ver a su hermana colocarse a un lado suyo.
En realidad no – Susurró y salió de la tienda lo más rápido posible.
¿Qué sucedió? – Preguntó divertido Bradley.
Uh… - Balbuceó por un momento – Lo mismo de siempre –Murmuró caminando a su auto.
Eh… Hola – Escuchó un susurró.
Mackenzie giró mirando detrás de ella y era Angelique.
Hola – Sonrió de lado. Los ojos de Mackenzie brillaron aún mucho más. Aquel par de ojos verdosos querían volverse dorados.
Te vi ahí adentro – Dijo Angelique tambaleando su cabeza, refiriéndose a la tienda de donas detrás de ella. Mackenzie asintió mirando el enorme anuncio de Starbucks que estaba a la orilla de la carretera – ¿Irás al viaje?
Quiero ir, de hecho estoy juntando el dinero, ¿Tú iras? – Preguntó con una sonrisa ladeada.
Uh, Hmm… Aún no lo sé – Dijo haciendo una mueca.
Me gustaría que fueras… - Dijo en voz baja Mackenzie, pero lo suficientemente bajo para que Angelique no la escuchará o Angelique fingió no haberlo escuchado – Oye, lo del trabajo de química… ¿Te gustaría que lo hiciéramos mañana después de clases? – Preguntó tratando de ocultar su entusiasmo.
Eso… - Suspiró nerviosa – De eso quería hablar contigo, lo siento – Acarició el torso de su mano izquierda con su pulgar derecho, una señal de nerviosismo en ella – Hoy hice la practica con Keith después de clases – Confesó apenada.
Oh… - Murmuró y aquel brillo en sus ojos verdosos se había esfumado.
Me hubiera encantado haberlo hecho contigo pero Keith…
Bueno, no importa – La interrumpió un poco malhumorada – No debes darme explicaciones – Encogió de hombros y vio que Shawn ya estaba saliendo de la cafetería – Tengo que irme, adiós Angelique – Susurró con una sonrisa tambaleante, se dio la vuelta y se subió a su auto junto con sus hermanos.
Angelique caminó de nuevo hacia la tienda pero antes de entrar vio como salía primero una vieja camioneta roja y detrás de ella salía el auto de Mackenzie.
¿A dónde fuiste? – Preguntó Camille en cuanto Angelique se sentó a su lado.
Hablar por teléfono - Contestó enseñando su teléfono en la mano.
¿Tienen hora? – Preguntó Hilary acercándose a la mesa.
Son casi las ocho de la noche – Murmuró Camille mirando la hora en el teléfono de Angelique – Es tarde, debemos ir a dejarte a tu casa – Le dijo a Angelique quien tenía la mirada perdida en el porta servilletas de la mesa.
Terminaron sus respectivas bebidas y al salir de la tienda se dirigieron a casa de Angelique. Al no tener auto para ir a dejarla rápido, decidieron caminar. Iban platicando de todo y Angelique sonreía sin tener que fingir más pero también se acordaba de una decepcionada Mackenzie, aquella brillante mirada apagándose lentamente. Camille y Hilary estaban felices por ver a su amiga quien comenzaba a recuperarse poco a poco de aquella trágica perdida.
Angelique se cambió su ropa y se acostó a dormir pero al cerrar los ojos, una y otra vez venían los recuerdos, la invadían con agresividad y eso le llegaba a aterrar ya que sentía una presencia en su habitación, como… sintiéndose observada en su propia habitación cuando ella estaba consciente de que sus padres estaban en su habitación que quedaba al final del pasillo. Ella siempre sentía una presencia cerca de ella mientras soñaba y eso hacía que sus sueños, que en realidad eran pesadillas, fueran más fuertes y oscuros a la vez.
La mujer de veinticuatro años se levantó adormilada al escuchar la puerta de su habitación cerrarse pero no hizo ella un esfuerzo para girarse, era su esposo, aun con los ojos cansados miró la hora digitalizado en su despertador, 1:15 de la mañana. Respiró hondo y volvió a cerrar los ojos pero no había pasado dos minutos y escucho el teléfono sonar.
« ¿Quién carajos llama a esta hora? » - Se preguntó mentalmente – Cariño, contesta – Susurró pero no obtuvo respuesta de su esposo.
Hizo un esfuerzo sobrehumano y se levantó sin prender la luz a buscar el teléfono que lo había dejado en el mueble de la TV que estaba frente a su cama.
- ¿Hola? – Murmuró la atractiva mujer sentándose al borde de la cama.
- Mi amor, soy yo, llegaré un poco tarde – Una voz varonil retumbó en la bocina del teléfono, era su esposo – Tengo una cirugía en veinte minutos, quería avisarte para que no estés despierta toda la… - Eso fue lo último que escuchó en el teléfono para después dejarlo caer al suelo.
Enseguida, una capa de sudor adorno su rostro y su pesada respiración podía hacer ecos en toda la habitación. La voz de su esposo retumbaba en la bocina del teléfono pero ella no entendía nada de lo que decía. Sus manos comenzaron a temblar y sus lágrimas a inundar sus ojos pero aún seguía sin voz… El ambiente se volvió frio y aterrador, el viento golpeaba las ventanas cerradas y la luz de la luna con dificultad iluminaba la habitación. El típico sonido de la llamada finalizada sonaba en aquel ambiente.
Sintió un leve movimiento en las sabanas, ella sabía que aquella presencia estaba acercándose a ella y las ganas de llorar la invadían con desesperación. Un pequeño gemido salió de los labios de la aterrorizada mujer quien fue correspondida por un bajo gruñido cerca de su hombro derecho. La chica suspiró muy bajo en cuanto sintió una fría respiración cerca de su cuello.
Apretó sus manos con nerviosismo y se echó a correr pero antes de que lograra llegar a la puerta ya estaba siendo arrastrada de los pies hacia abajo de su propia cama.
Muchas gracias por sus valoraciones y sus comentarios, se aprecian mucho y aprovecho para disculparme por tardar y espero que este capitulo no haya defraudado a todos aquellos que han leído esta historia desde su primer capitulo. Espero con ansias sus comentarios buenos o malos, tambien estoy tomando en cuenta sus puntos de vista y se aprecia todo eso.
Un abrazo especial para todos aquellos que comentaron:
Condesa de Rostau (ID: 1313368)
*Dann Mistery Rhode (ID: 1353272)*
Y, obviamente, un abrazo a todos aquellos que no comentaron pero se tomaron su tiempo para leerlo, muchas gracias.