Atrapados en un portal

Llueve tan fuerte que tengo que meterme en un portal para que no me arrastre el agua. Quedo atrapada con un chico hasta que la lluvia aminore... Espera, ¡creo que este chico me suena!

Empezó a llover sobre las ocho de la tarde. Había ido al centro de la ciudad después del trabajo para hacer algunas compras que tenía pendientes, algunas camisetas de invierno, que ya empezaba el frío y algunas bragas nuevas para reponer en el armario.

Al principio la lluvia comenzó desganada, nadie diría que acabaría lloviendo a borbotones como  pasó más tarde. Yo no traía paraguas, así que iba dando carreritas entre tienda y tienda para mojarme lo mínimo posible. Cuándo vi que se hacía tarde y que el tiempo no tenía pinta de apaciguar decidí ir ya hacia el coche, aunque sabía que me mojaría por el camino.

Había aparcado cerca del centro, pero fuera de la zona más concurrida, así que tenia al menos 10 minutos andando para llegar. Iba parando de vez en cuando en algún bar con porche. No sé porqué, pero me encantan los hombres mojados y me fijaba con todos los que me iba encontrando bajo el chaparrón.

En mi tercera parada de reposo estaba ya completamente empapada de la cabeza hasta los pies. El suelo de la entrada del bar estaba esmaltado, así que como llegué dando un salto, me desestabilicé. Mientras calculaba mentalmente cómo colocarme para el tortazo inminente y cerraba los ojos por puro instinto noté como dos manos firmes me agarraban de los brazos. Eran tan firmes que de un tirón me puso de pie otra vez. Era un hombre fuerte, iba con un polo, también empapado, como todos los que osamos pisar la calle aquella tarde. Se le marcaban tanto los pectorales que creo que no pude apartar los ojos de ahí.

-Gracias, mantengo mis dientes gracias a ti.

Le dije con media sonrisa para parecer simpática. Este tipo de hombres siempre me han abrumado tanto que parezco un fantasma cuando me hablan. Él me respondió con una sonrisa amable, y un:

-Siempre les digo que tienen que poner una alfombra aquí, pero nunca me hacen caso. -Bromeó.

Le sonreí y continué mi carrera. Nada más empezar a andar recordé que era mi semana sexual. Así le llamo yo a mi segunda semana del ciclo menstrual. No a todas las mujeres les pasa, pero yo noto mucho los diferentes cambios de mi cuerpo durante el ciclo. Sobre todo por mi apetito sexual. Durante la semana que tengo la regla me desaparece el deseo sexual por completo, pero justo una semana después tengo un despertar carnal que asusta. Me hierve la sangre, huelo las feromonas de los hombres con los que me cruzo, me rozas y me corro. Me acordé de eso porqué noté como mi flujo había despertado y había mojado mis bragas desde dentro tras en roce con el muchacho del bar. Solamente por oler un hombre tengo suficiente para ponerme hambrienta. Así que ahí estaba yo, mojada por dentro y por fuera y corriendo por la calle en plena noche, con una lluvia que no paraba de aumentar.

Cuándo quedaban solamente dos cruces para llegar por fin a la tranquilidad de mi coche, una señora salió por la ventana y nos gritó a los tres locos que aún corríamos por esa calle, cada vez más vacía:

-¡Ey, vosotros! Meteros en un bar que por la tele dicen que se están inundando las calles!

La señora tenía razón, hacía tanto rato que llovía a cal y canto que las calles bajaban exageradamente llenas.

-El tiempo está como yo -pensé -Chorreando

Se me dibujó una sonrisa en la cara, orgullosa de mi propia broma interna. Había dos chicos en la calle en el momento del aviso de la mujer del balcón. El que estaba más lejos se metió en un bar que tenía la persiana a medio bajar. Me giré y vi como el otro chico, que estaba mucho más cerca que yo, se metió en un portal justo detrás de mí. Pensé que era mucho más inteligente seguir al chico del bar para poder, al menos, tomar algo mientras esperaba que disminuyera la lluvia. Justo cuándo empecé a andar en dirección al garito, una fuerza empezó a dominar el cielo. Caía tanta agua que casi no podía ni abrir los ojos. Por un momento me asusté de verdad. Nunca había visto un temporal así. De repente, el bar me pareció una mala idea, estaba demasiado lejos, ya no había nadie en la calle y si tropezaba o resbalaba podía arrastrarme el agua. Por supuesto llegar hasta el coche estaba descartado, así que me dirigí rápidamente hacia el portal en el que había el segundo chico.

Era un portal alto. Tenías que subir 4 o 5 escalones para llegar a la puerta, así que al menos ahí no llegaría el agua. Ese portal en el que tendríamos que esperar hasta que aminorara la lluvia era un cubículo de 2 metros cuadrados como mucho, en el que tendríamos que estar dos personas, así que más valía que oliera bien, el chico. Cuando sonreí por segunda vez por mi segunda broma interna en menos de 5 minutos alcé la cabeza para saludar y presentarme al chico y me quedé sin voz al instante.

-No puede ser ¡Que ilusión verte!

¿!¿!Quéé!?!? No me lo podía creer. Tenía delante a Max, ni más ni menos que a Max. ¡A MAX!

-Hola.

Le contesté en tono seco y escueto. No por falta de ganas de entablar conversación, sino por el estado de shock en el que me encontraba. Max había sido mi crush durante la adolescencia. Fuimos a la misma clase en algunas asignaturas de ciencia del instituto. A mí me encantaba, pero durante los meses que estuvimos en contacto yo tenía pareja, así que solamente llegué a coquetear con él ligeramente. De hecho, él nunca mostró demasiado interés por mí. Al menos a nivel sexual. Solamente me hablaba sobre biología y química.

-Joder, que bien te veo. Cómo estás? Mojada, no? Quiero decir, con la que está cayendo...!

Balbuceó. Y yo sonreí. Sonreí mucho. En ese momento recordé lo que tanto me gustaba de él. Esa torpeza que tenía al decir cosas fuera de lugar, y de seguir hablando para arreglarlo y meter más la pata. Era absolutamente adorable.

-¡Bien! Sí, estoy bien, mojada sí. Como tú, por lo que veo. Uau, cómo has cambiado, estás guapísimo.

Lo estaba. Más alto y con barba, y una sonrisa con los dientes perfectos.

-Y ¿Qué es de tu vida?

Habiendo ya superado mi estado taciturno inicial intenté tomar el control de mi tono de voz. Me encanta parecer segura de mi misma cuando hablo con tíos que me gustan, aunque no siempre lo esté. Me gusta la sensación de tener el control. Así que le conté los datos actualizados de mi vida, y él los suyos. Trabajo, amigos en común... Intercambiamos los datos durante unos minutos en ese cubículo de 2 metros cuadrados. Era ya de noche y una cortina de abundante lluvia nos separaba del resto del mundo.

-Y qué, ¿Aún estás con Cabrera? -Preguntó.

-¡No! ¡Pero qué dices! Hace mucho tiempo de eso. Lo dejamos unos meses después de terminar el insti.

-¿En serio? ¿Cuántos meses?

-Pues no lo sé, 3 o 4.

-¿En serio? Joder, qué lástima, no me enteré.

-Lástima de qué. Era un chulo, ya lo sabes, SUERTE que se acabó.

Cabrera era el típico malote de instituto, repetidor y fumador en chupa de cuero. Es cierto que en su momento me gustaba, pero por suerte maduré a tiempo y me alejé de aquella vida de decadencia y mediocridad.

-Lo sé, no lo digo por él. Lo digo por mí. Lástima que no me enterara que habíais roto, quizá te hubiera escrito, ya sabes que me molabas en el insti.

Muerta me quedé. ¿!Que yo le molaba a él?! Nada tenía sentido. Mis recuerdos me traicionaban, no es así como lo recordaba yo. Todo lo contrario. Siempre buscaba la forma de sentarme a su lado, aunque siempre tuve la sutil sensación que él me rehuía un poco. Aunque admito ciertos momentos de filtreo por su parte, siempre fui yo la que lo buscaba y le hablaba muy de cerca mientras me tocaba el pelo.

-Pero que dices, yo no te molaba, tú ibas detrás de Sonia que lo sé yo. Las miraditas que le echabas.

-jejej -se sonrojó- Bueno es cierto, Sonia me gustaba, pero lo tuyo fue distinto, tía. Tú fuiste algo más.

Una luz brillante relució a través de la cortina de agua que aún caía delante de nosotros. Le siguió un estruendo brutal, que nos sobresaltó y nos erizó el pelo. Max me miró con cara de preocupación. Mi chaqueta era vaquera y estaba empapada, y el frío me había inundado por dentro, estaba temblando. Él llevaba un buen anorac de plumón impermeable.

Lo miré temblando esperando un gesto por su parte. Igual me ofrecería la chaqueta, o podía darme el jersey que llevaba debajo. En lugar de eso, abrió su cremallera y se abrió el anorac:

-¿Compartimos?

Sonreí. Max era un buen muchacho, siempre lo había sido. Sabía que no hacía eso para sobarme o aprovecharse de la situación, al contrario. Quería ayudarme de verdad, compartir su calor conmigo, y eso me puso bastante cachonda. No me lo pensé dos veces. Me saqué la chaqueta vaquera empapada y la solté. Cuando llegó al suelo sonó como si pesara 10 kilos, nos reímos. Llevaba una camiseta blanca, y como nunca llevo sujetador se me transparentaba todo. Cuando Max lo vio se ruborizó claramente y miró a través de la lluvia, intentando disimular su estado o quizá intentando olvidar los pezones marcados en el algodón blanco.

Me acurruqué a su torso y él me abrazó con su chaqueta. Estaba caliente, emanaba calor humano, calor de hombre. Olía de fábula. Podía oler sus hormonas, estaba segura. Mierda, otra vez. Noté como un borbotón el flujo que salía de mi vulva y era absorbido por mis bragas.

Le miré, su cara estaba a menos de 10 centímetros de la mía. Le dije, bajando el tono de voz:

-Así que yo fui algo más,  ¿no? Pues no me lo creo. Yo siempre intentaba sentarme contigo, pero siempre pensé que a ti no te molaba mucho, notaba como me rehuías.

Sus ojos se quedaron como platos. Tardó unos segundos en salir de su sorpresa..

-¡Claro! ¿Tú sabes lo que me desconcentraba tenerte al lado? Tía, suspendí las tres asignaturas en las que coincidimos ¡Las tres!

Y de repente todo encajó. Ahora entendía muchas cosas. Ahora todo tenía sentido.

-Joder, si lo hubiera sabido... Todo habría sido distinto. -Dije.

Sonrió.

De repente noté como algo se movía. A la altura del monte de venus noté un movimiento sutil pero fuerte. ¿Que hace con la mano ahí? Bajé la cabeza para mirar. No era su mano.

-Uau. -Dije de forma seca. No lo pensé, solamente me salió.

Le miré, su cara era un cuadro. Estaba super serio y avergonzado. Me cogió de la cadera con las dos manos y me apartó con cuidado.

-¡Lo siento!

-¡Lo siento!

Dijimos al unísono.

Lo que estaba pasando era un puto sueño. Me había encontrado a mi mayor crush de la adolescencia años después y me había confesado que le gustaba. Estábamos en la intimidad un portal del que no podíamos salir, una cascada nos separaba del exterior. Y encima estaba buenísimo. Así que cogí el toro por los cuernos y decidí que era mi oportunidad.

Me apoyé en él. Coloqué mis manos en su cadera y abalancé levemente mi torso hacia él, era una pose infalible que mostraba mis pechos a través de la camiseta, y le dije:

-Tranquilo, no pasa nada. Pero déjame entrar, hace mucho frío fuera de tu abrigo. -

Puse la voz tan sexi como pude. Y me acerqué a su oído:

-Es una pena que de adolescentes fuéramos tan tontos. Si nos hubiéramos atrevido a decírnoslo nos lo hubiéramos pasado muy bien.

-Bueno, nunca es tarde para atreverse a decir lo que uno piensa. ¿No crees?

-Bien, ¿y qué estás pensando tú ahora? -Le miré, estábamos tan cerca que sentía su respiración en mi boca.

Se puso tenso y nervioso, lo noté. Y dijo:

-Eva, no puedo decirt...

Apoyé mi cadera sobre él, rozando el bulto que había crecido dentro de sus pantalones momentos atrás.  Con esto quería enviarle un mensaje. Decirle que ya sabía lo que estaba pensando, pero quería oírlo de su boca.

Max hizo una respiración profunda, como si absorbiera del ambiente el valor que necesitaba para decirlo.

-Ahora estoy pensando que ojalá me beses y que ojalá esta tormenta no termine nunca.

Mi boca se acercó lentamente a la suya. Rocé sus labios con los míos y le di un beso tierno y sensual. Le miré a los ojos sin separarme de él. Le besé, mi lengua quería encontrarse con la suya. Quería saber a qué sabía Max, tantas veces deseado. Su sabor era pura adrenalina. Noté como mi clítoris le llamaba, pequeños espasmos salían de mi vulva. Notaba su pene duro clavado en mi monte de venus, Él y yo, dentro de esa chaqueta en aquel cubículo cerrado solo para nosotros.

Nos besamos cada vez más apasionadamente durante un minuto, hasta que con sus manos agarró mi cara, apartándome ligeramente para frenar el siguiente beso.

-Aún no me has dicho qué estás pensando tu. -Soltó

Aunque estaba más que claro lo que yo pensaba en ese momento, me lo tomé como un juego. Me estaba retando. Estaba poniendo a prueba mi valentía y osadía. Y yo estaba dispuesta a jugar.

-Cierto. -Le dije mientras pensaba cómo organizar las palabras para que sonara lo más sensual posible. -Estoy calculando si mis bragas están más mojadas por dentro que por fuera-solté, sonriéndole picarona.

-Bueno, pues me parecería de muy mala educación no ayudarte a resolver el problema. -Dijo justo antes de darme un beso con lengua.

Después sacó sus brazos de la chaqueta, que se mantenía colgada de sus hombros, pero ahora solamente a modo de cobertor. Me besó de nuevo, esta vez más apasionadamente y me cogió el culo con las manos con suavidad. Con la mano derecha buscaba el borde del pantalón, dónde se paró y me miró, como pidiéndome permiso con los ojos. Yo asentí con una sonrisa que no se me iba de la cara, y él metió su mano por debajo de mis jeans, tocando mis bragas por la parte exterior. Estando así, dijo.

-Calculo que por la parte exterior, las bragas tienen un 70% de humedad. -Dijo, divertido. -Te apetece que averigüe cuál es el dato en la parte interior? -me besó en la mejilla, picarón.

-Por favor, por el bien de la ciencia -repliqué.

Con cuidado me desabrochó el botón del pantalón, y con las dos manos bajó mi bragueta. Por un momento pensé que podían vernos, pero la lluvia no había aminorado, así que estaba segura de que no habría nadie en la calle, y aunque lo hubiera, con tanta lluvia era difícil ver algo, y además estábamos apoyados en la pared y tapados por una gran chaqueta, así que me calmé enseguida. Y su mano se hizo camino entre la tela de la braga y mi vello suave, y bajó poco a poco mientras me besaba. Cuándo pasó por la parte alta de mi clítoris con sus dedos un pequeño sonido salió de mi boca, y noté como me mojaba aún más. Sus dedos llegaron por fin a la entrada de mi vagina, que estaba absolutamente empapada de un líquido transparente y fino. Su dedo corazón se metió un poquito dentro de mi agujero, y con él empezó a dar surcos en la entrada de mi vagina que me hicieron poner los ojos al revés.

Con la mano rozaba mi clítoris, pero su dedo se centraba en la obertura de mi vagina. Escalofríos recorrían mi cuerpo, sentía muchísimo placer. Tenía tantas ganas que me metiera el dedo entero que mi cadera empezó a hacer movimientos hacia adelante y hacia atrás para enviarle un mensaje. De repente dejó de besarme y dijo:

-Puedo decir con total seguridad que hay un 100% de humedad aquí. -Se rió. Qué guapo estaba cuando se reía. -Ahora estoy pensando en lo que me ha gustado oírte gemir.-

-¿Quieres que gima más? Puedo hacerlo por ti. -Coqueteé

-Te juro que me encantaría- Dijo mientras me besaba apasionadamente y me empotraba contra la pared. Ahora sí, noté como su dedo entraba más y más dentro de mi vagina, y ella lo abrazaba, lo pedía. Mientras él movía su dedo en mi interior con una soltura sorprendente, yo gemía. Gemía mucho. Quería que se excitara más, y gritar tan desbocadamente también me ponía más a mi misma.

El placer crecía y crecía con cada movimiento de su dedo dentro de mí. Y mi excitación estaba totalmente fuera de control. Así que le dije, otra vez, lo que estaba pensando:

-Si metes el segundo oirás mi gemido final -le dije entre <¡ah!> y <¡oh dios mío!>

Mientras pronunciaba mi petición, me bajé un poco los pantalones y las bragas, justo por debajo del culo. Y le cogí de la muñeca para indicarle el movimiento que quería en ese momento. Un movimiento de penetración, de fuera para adentro. Quería que sus dedos me penetraran y me hicieran gritar y gozar hasta lo más alto.

Así lo hizo. Ahora con dos dedos, el corazón y el índice. Salía y entraba en mi vagina completamente lubricada sin ningún esfuerzo.

Con mi mano le guiaba el ritmo. Cada vez más rápido. Cada vez golpes más secos y fuertes. Quería que llegara muy adentro, sentirlo dentro de mí. Mi Max. Aún no lo podía creer. Mi mente entró en un estado letárgico previo al orgasmo. Mi brazo dejó de darle indicaciones sobre qué hacer. Y él aumentó el ritmo, me estaba follando con sus dedos, me miraba con deseo, él estaba gozando tanto como yo.

Empecé a notar la explosión en mi vagina, ya llegaba. Los ojos se me giraron de tanto placer. Volví a coger el brazo de Max por la muñeca y le moví la mano para que acariciara mi coño. Me encanta alargar los orgasmos con unos movimientos por encima del clítoris.

Segundos después abrí los ojos. Su cara era de amor puro. Sea lo que fuere lo que sintió alguna vez por mí acababa de volver, lo veía en sus ojos. Nos reímos juntos, por la situación y porqué nos dimos cuenta que la lluvia había empezado a aminorar, por lo que nuestro portal ya no era un sitio tan íntimo como antes.

Sacó su mano de mis bragas y yo me subí el pantalón.

-Bueno, me llevaré un bonito recuerdo tuyo. -Dijo mientras se miraba la mano, llena de mi flujo.

-No hace falta que te vayas aún, tenemos otra conversación pendiente. -Expuse mientras le tocaba la polla por encima del pantalón, que seguía tan dura como al principio.

Aunque ya no me atrevería a hacer nada en ese portal, porqué cada vez llovía menos y ya empezaban a asomarse personas en las ventanas, tenía el coche cerca y podíamos ir a algún lado.

-Creo que mi pene necesita masturbarse varias veces con lo que ha pasado hoy antes de embarcarse en otra aventura más. -Sonrió

Joder, que puñeteramente sexy era este hombre.

Max se volvió a poner las mangas de la chaqueta mientras le contaba que tenía el coche a dos calles y él me contaba que su casa estaba en la otra dirección. Cuándo ya nos encaramos a la salida de aquel maravilloso portal, dijo:

-Me encantaría que esta vez no desaparecieras de mi vida

-Me encantaría no desaparecer de tu vida esta vez -Contesté -¿Me das tu número?

Sonrió durante unos segundos -que se me hicieron eternos- y soltó, antes de dar media vuelta e irse:

-Hablamos por instagram

Y nos fuimos, cada uno por su lado. Cada uno con una sensación de desahogo distinta. Yo con muchas cosas en qué pensar, y él también. Era uno de los hombres con el olor más sensual que había conocido nunca. Y por suerte su olor arrapado a mi camiseta me daría para unas cuantas masturbaciones en mi cama. Ojalá fueran con él al lado.

¿Quién será el primero en abrir una conversación?

<¡clicling!>

En mi bolsillo, una notificación de insta saltó.

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