Atrapada Nina Capítulos 20 y 21

Aquello le hizo sentirse sucia, además de culpable. Mientras le daba dos besos a la joven y le decía lo mucho que estimaba el trabajo que Dani hacía en la empresa se sentía como una vulgar puta.

20

El día siguiente fue una pesadilla. En cuanto se levantó pensó en ir al gimnasio, pero le pareció que solo quería aplazar lo inevitable, así que con un largo suspiro se puso un sencillo vestido de lana negro cogió el coche y se dirigió al tanatorio.

Hacía años que no acudía a un lugar como aquel. El mármol brillante y la gente paseando por los pasillos impolutos que apestaban a una mezcla de flores de invernadero y desinfectante, con las caras de sincero abatimiento, de alivio o incluso felicidad la hacían sentirse en una especie de manicomio donde las puertas no tenían cerrojo y los sofás no estaban reventados.

A aquellas horas de la mañana apenas había gente y Nina lo agradeció. Prefería hablar con los padres de Dani sin que hubiese gente a su alrededor escuchando.

Cuando entró en el salón que les habían asignado encontró a los padres de espadas a la entrada mirando el cadáver de su hijo y agarrándose con fuerza de la mano.  Esperó un par de minutos y les observó. Él era alto y delgado como su hijo. Desde detrás no se podía calcular muy bien su edad pero rondaría los cincuenta, mientras que su mujer, con el pelo corto y castaño, parecía al menos diez años más joven que él.

Tras un leve carraspeo de Nina el matrimonio pareció salir a regañadientes de su ensimismamiento y se giró par recibirla. El hombre no pareció reconocerla, pero al parecer Dani le había hablado de ella a su madre porque está la reconoció casi inmediatamente.

Poniendo una sonrisa de circunstancias se enjugó las lágrimas de aquellos ojos verdes y la saludó.

—Tú debes ser Nina, la jefa de Dani. —dijo la mujer.

—Así es. No sabe cuánto siento todo lo que ha pasado. —respondió ella abrazando a la mujer— Su hijo era una persona muy querida en el trabajo y a pesar de su juventud una de las personas más valiosas para mi empresa. Supongo que no servirá de mucho, pero quiero que sepáis que lo siento en el alma. —añadió intentando contener las lágrimas.

—Lo sé. Mi hijo me contó cómo creíste en él y le diste un trabajo que le ilusionaba y le permitió independizarse. Nunca le había visto tan feliz. Decía que no solo estaba aprendiendo un montón de cosas, si no que eras una persona de mente abierta y tomabas en cuenta sus propuestas y opiniones.

—Dani era un chico excepcional. Tenía un gran futuro. Y morir de esa forma... Por eso me parece todavía más injusto. —dijo ella sintiendo que aquellas palabras corrían como ácido por su garganta, consciente de que, de no haber sido por ella, aquel chico aun estaría vivo.

—Gracias, no sabes cuánto significa esto para nosotros. —dijo la mujer invitando con un gesto a Nina para que se acercase al cristal y observar el cadáver amortajado de su hijo.

A pesar del repelús que le producía ese tipo de escenas se paró a observar mientras fingía rezar algo. Afortunadamente el hijoputa no había tocado su rostro aun un poco infantil y simplemente parecía descansar rodeado por un montón de flores.

En ese momento el golpeteó de unos tacones contra el mármol del suelo les obligó a volverse. Una joven menuda y de gestos nerviosos con el pelo corto y unos ojos grandes y oscuros se acercó al matrimonio. No dijo nada, solo se limitó a abrazarse a ellos y llorar desconsoladamente. Los padres no pudieron evitar imitarla haciendo que la escena resultase desgarradora.

Tras un par de minutos lograron controlarse y la madre de Dani se giró hacia ella.

—Esta es Magdalena, la prometida de Dani.

Por un instante se quedó petrificada. No sabía que Dani tenía novia. Aquello le hizo sentirse sucia, además de culpable. Mientras le daba dos besos a la joven y le decía lo mucho que estimaba el trabajo que Dani hacía en la empresa se sentía como una vulgar puta. Sin poder evitarlo se abrazó a la joven y lloraron unos instantes juntas, mientras la joven con balbuceos intentaba explicarse quién querría hacerle daño de aquella manera a su novio. Cuando al fin recobró la compostura se separó y les dijo a los tres que si necesitaban algo no tenían más que pedirlo.

En ese momento llegó Felipe con su mujer y algunos de los compañeros de trabajo. Con alivio se retiró dos pasos y observó a Felipe vestido con un traje al que evidentemente no estaba acostumbrado intentaba consolar a la familia. Cuando acabó se acercó discretamente a ella:

—Había pensado que deberíamos enviar una corona en nombre de todos los compañeros... —le susurró el hombre.

—Sí claro. Dos coronas una de parte de los compañeros y otra de la empresa. Encárgate tú de todo. Yo corro con todos los gastos —dijo Nina alargándole la tarjeta de la empresa antes de despedirse apresuradamente de la familia y salir a punto de derrumbarse.

Salió de aquella atmósfera agobiante y se sentó en un banco que había a la entrada del tanatorio. Por primera vez en su vida tenía unas abrumadoras ganas de fumar un cigarrillo, dos... o todos los del mundo hasta acabar asfixiada. Ni siquiera aquel frío cortante proveniente del norte lograba despejar su cerebro embotado. Sabía que no era culpa suya y que de saber que Dani estaba prometido no le hubiese tocado, pero no por eso dejaba de sentirse despreciable.

—Hola. Un mal trago, ¿Verdad? —dijo la teniente Rodríguez sentándose a su lado.

—No lo sabes bien. —respondió ella— No te imaginas lo impotente que me siento y además acabo de enterarme de que Dani estaba prometido. He tenido que abrazar a su novia consciente de que, por si fuera poco, no solo he sido la causa de su muerte sino que encima contribuí a ponerle los cuernos. Me he sentido la mujer más hipócrita del mundo. Ahora soy la mujer que jamás he deseado ser. ¡Ojalá pudiese ir atrás en el tiempo!

—¡Deja ya de martirizarte y piensa con claridad! —dijo Mía perdiendo la paciencia— Odio que las mujeres piensen como les gustaría a los hombres que lo hiciesen. ¿Tenías alguna manera de saber que Dani estaba prometido?

—No. —respondió Nina sorbiendo los mocos.

—Según mi punto de vista, aquí el único cabrón que engañaba a sabiendas a su novia era él. Detesto que haya acabado muerto, pero tú, ni eres culpable de los cuernos de la chica, ni de la muerte de Dani. Dios o la casualidad han querido que tú estés en el medio de este drama, pero no puedes cargar con los pecados de los demás solo por encontrarte en el lugar equivocado en el momento equivocado.

—¿Tendrás que contarle todo esto a la novia de Dani? —preguntó Nina temblando.

—No, es obvio que la chica no sabía nada, si no, no te hubiese abrazado. Además ambas sabemos que esto viene de bastante antes de tu relación con Dani y si algo tenemos claro y tú también, es que el agresor es un hombre.

Nina miró a la policía y suspiró un tanto aliviada. No deseaba que el último recuerdo que tuviese la joven era que su novio se la había pegado justo antes de morir. Aun así no podía quitarse de encima aquella sensación de culpabilidad que probablemente le acompañaría el resto de su vida. Quizás solo si conseguían atrapar al asesino aquella sensación consiguiese aliviarse un tanto.

—¿Y cómo va la investigación? —preguntó Nina cambiando de conversación.

—Lenta, pero creo que tenemos una pista solida. Al parecer el muy... —la detective pareció contener el insulto en el último momento— después de matar a Dani se tomó tiempo para beber un refresco. Cometió un error y no la limpió antes de tirarla a la basura. Ahora mismo estamos procesando las huellas.

Nina la miró esperanzada. Quizás después de todo aquella pesadilla tuviese fin. Le dio las gracias a la teniente y la dejó ir para que ella también presentase sus condolencias a la familia. Un poco más confortada se levantó del banco y se dirigió a una cafetería cercana, dispuesta a dejar pasar el tiempo hasta que llegase la hora del funeral.

El cura fue sensible y no les castigó con una larga ceremonia. Cuando salió el viento del norte había despejado las nubes dejando que un sol radiante hiciese resplandecer el féretro camino de su último destino. Nina se despidió rápidamente de la familia y volvió a casa.

Exhausta, se deshizo de los tacones y se preparó un poco de pasta. Comió mecánicamente, delante de la televisión haciendo un esfuerzo por no pensar en nada. Cuando terminó se tumbó en el sofá y justo cuando estaba a punto de quedarse dormida sonó el teléfono.

21

—Hola, Nina.

Otra vez aquella voz bronca y rasposa cargada de veladas amenazas la obligó a encogerse aterrorizada. Estuvo tentada de colgar. Pero sabía que aunque no fuese probable, el asesino podía cometer un error que ayudase a atraparle, así que puso el manos libres para evitar que pareciese que el hijoputa la susurraba al oído cerró los ojos e intentó que todo aquello no le afectase.

—Te he visto hoy en el tanatorio, paseándote con ese vestido de punto que permitía a todo el mundo ver como tus nalgas y tus pechos se estremecían con cada unos de tus pasos... ¡Eres tan lasciva! ¡No tienes una pizca de vergüenza!

—Y luego al salir te has puesto a hablar con la buena de la detective... Siempre tan atenta y eficiente. Seguro que te ha dicho que tiene nuevos datos y que está cerca de detenerme.

Nina no respondió pensando que lo que quería aquel cabrón con la llamada era información sobre la investigación.

—¿Que le has prometido si me coge? Conociéndote, seguro que una noche de diversión haciendo la tijera... Nina, eres una continua decepción.

—Déjame en paz. Tú no sabes nada de mí.

Una bronca carcajada la interrumpió.

—Tú tampoco de mí, querida,  —dijo subrayando la última palabra con otra risa cascada— pero voy a contarte algo. Hasta ahora nunca había matado. Antes de que me obligaras con tu comportamiento de fulana a matar a ese chico, creía que matar era algo sucio, difícil y peligroso, pero en realidad ha sido el mayor subidón de mi vida. Mientras clavaba el cuchillo una y otra vez en el cuerpo de Daniel sentía como la sangre que brotaba de él hacía que la mía corriese con un ímpetu como nunca lo había hecho en mi vida, haciéndome sentirme fuerte e inmortal...

Nina se retorció con las lágrimas corriendo por sus mejillas y a punto estuvo de colgar, pero se armó de valor y siguió escuchando, se lo debía a Dani.

—... Es una sensación tan soberbia que mientras volvía a casa y me limpiaba la sangre del chico de mi cuerpo no podía evitar pensar cómo me sentiría si la víctima fueses tú.

Un escalofrío recorrió la columna de Nina y la hizo encogerse adoptando una postura fetal. Se tapó los oídos intentando no escuchar, pero era como un ciervo hipnotizado por los faros de un coche.

—Te arrancaría la ropa y te ataría. Pasaría horas recorriendo tu piel con el filo de mi cuchillo, pero no te mataría a cuchilladas, no lo mereces. Te cogería por el cuello, te metería la polla en el culo y te sodomizaría mientras aprieto mis manos en torno a tu garganta, solo para saber si tus gemidos serían de placer o dolor, aunque me temo que ya sé la respuesta... Después de todo una puta es una puta...

No pudo aguantar más y de un manotazo cortó la comunicación, no solo porque el miedo que le inspiraban las palabras del asesino, sino también porque sentía que estaba empezando a creer sus palabras y a pensar que realmente merecía un castigo semejante.

Cerró los ojos intentando calmarse, pero solo consiguió que las visiones de un hombre sodomizándola mientras le ponía un cuchillo en la garganta se hiciesen a un más vívidas. Sabía que si se quedaba en casa se volvería loca así que con las manos aun temblorosas llamó  a Paula y quedó con ella para tomar algo.

El Rembrandt era un bar tranquilo no muy lejos de su casa. A pesar de su decoración recargada le gustaba porque el ambiente era acogedor y nunca estaba demasiado lleno con lo que siempre encontraban una mesa libre. Mientras esperaba pidió un Whisky con hielo. Al final iba a terminar por aficionarse a ese mejunje, pero era el único que conseguía calmar un poco sus nervios.

Paula llegó dos minutos después. Llevaba unos vaqueros, unos tacones y una cazadora de aviador. Cuando se sentó se la quitó mostrándole una camisa blanca con los tres o cuatro primeros botones sueltos. Paula la miró con una sonrisa descarada moviendo su torso de forma que ella pudiese ver una buena porción de piel morena a través de aquel profundo escote.

—Hola cariño. —dijo ella cogiéndole la mano mientras con la otra llamaba al camarero que se dedicaba a limpiar la barra con desidia.

Durante un instante se le pasó por la cabeza que ella fuese la asesina y lo estuviese haciendo para acercarse a ella y no se pudo sentir más culpable. Aquello iba a acabar con ella. Tenía los nervios de punta y todo aquel que fijaba la mirada más de dos segundos en ella le parecía sospechoso. Esperaba que la teniente Rodríguez tuviese razón y estuviese tras la pista definitiva porque sentía que estaba a punto de derrumbarse.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó Paula— Nunca te había visto tan abatida.

—Ha sido un día muy duro. —el calor del whisky corriendo por su garganta le ayudó a continuar— Hoy ha sido el entierro de Dani y en el tanatorio descubrí que estaba prometido.

—¡Joder! Es increíble. Los hombres son lo peor. Él le pone los cuernos a su novia y tú cargas con la culpa.

—Yo...No sé. Siento que todo esto me supera. —dijo Nina mirando las piedras de hielo que reposaban en el vaso vacio— No puedo salir a la calle sin que todo el mundo me parezca sospechoso o amenazador y cuando estoy en casa me siento muy sola.

—¿Quieres venir a vivir unos días conmigo?

—No, gracias. Ahora soy radiactiva. Prefiero no tener demasiado contacto con nadie, no quiero que nadie más salga herido y menos tú.

—De acuerdo, pero quiero que me prometas que si tienes una crisis o te pasa cualquier cosa me llames, no importa la hora. Soy tu amiga y no quiero que te pase nada. —dijo Paula volviendo a estrecharle la mano.

Nina la sonrió agradecida. Siempre había confiado en Paula, pero ahora sabía que era una amiga de verdad. De no ser por ella se sentiría tremendamente sola sin tener a nadie a quien confiarle sus problemas.

—¿Y a ti qué tal te va? ¿Cómo te va con la chica del metro?  — cambió de tema intentando olvidarse un poco de sus problemas. Aquellas últimas semanas había estado tan preocupada por si misma que apenas sabía nada de la vida de su amiga.

—La verdad es que el otro día volví a verla. Tuvo un problema con el ordenador y allí fue tu amiga Paula al rescate.

—¿Cómo se llama?

—Cristal.

—Buf, ¿Qué clase de nombre es ese?

—Eso mismo le pregunté yo —respondió Paula— Al parecer sus queridos padres adoraban ese culebrón y le cayó la china. Cuando me respondió dijo que estaba tan harta del asunto que hasta había pensado en cambiarse el nombre.

—No me extraña, si mi padre me hubiese puesto ese nombre yo me hubiese vengado. —dijo Nina mientras pedía otra copa al camarero.

—Bueno, el caso es que el nombre es lo único que no me gusta de la chica. Es de esas mujeres que exuda sensualidad. Medio cubana, medio española, tiene el pelo castaño, los ojos negros y grandes, una nariz pequeña y chata, unas curvas de infarto y todo eso aderezado con una piel de color caramelo que dan ganas de pasarse el día besando.

—Ya veo y yo que creí que era tu tipo. —bromeó Nina.

—Vamos, cariño, no te pongas celosa. Tú siempre serás la primera en mi corazón. —replicó Paula con una sonrisa irónica antes de continuar— El caso es que cuando terminé de arreglarle el trasto me invitó a un té y charlamos un rato. En cuestión de segundos me tenía enamorada con ese dulce acento caribeño y por lo que pude detectar ella también se sentía atraída por mí así que la invité a tomar algo al Lagoon y ella aceptó rápidamente.

—Vaya, el Lagoon, sí que eres rápida. —comentó Nina que sabía que era uno de los locales de moda para todo el que se moviese en los ambientes LGTB.

—Yo, al contrario que tú. No le doy vueltas a las cosas. En vez de pensar en lo que podría ser, yo me limito a experimentarlo, ya me conoces. El caso es que se puso un vestido corto y blanco de tirantes y me acompañó.  A la segunda copa ya no podía aguantarme más y alargando mi mano acaricié su rostro. Ella sonrió como si hubiese estado esperando todo el día que lo hiciese y acercando su cara entreabrió los labios invitándome a besarla.

—Y tu lo hiciste, claro. —dijo Nina.

—Pues claro que no. Apenas rocé sus labios antes de susurrar a su oreja que nos fuésemos a un sitio más tranquilo. Cristal volvió a sonreír, mostrándome unos dientes blancos como perlas y me cogió de la mano dispuesta a dejarse llevar. Diez minutos después estábamos en mi casa. En cuanto cruzamos la puerta, no pude evitarlo...

—No hace falta que me cuentes todos los detalles. —intentó interrumpirla Nina.

—Tú has preguntado, ahora te aguantas. —respondió ella continuando con su narración— Como te estaba contando, apenas traspasamos el umbral la arrinconé contra la puerta y le di uno de esos besos largos y húmedos capaces de derretir un iceberg. Ella gimió y se agarró a mi culo mientras yo sin dejar de besar sus labios y saborear su lengua sedosa deslizaba la mano bajo la falda de su vestido.

—Tras unos minutos ambas estábamos tan excitadas que cogerla por la mano y llevarla a la habitación resultó de lo más natural. Incapaz de contenerme le quité el vestido y la ropa interior y me dediqué unos instantes a observar su cuerpo. Era precioso, con unos pechos grandes y morenos de pezones pequeños como guisantes, las caderas rotundas y el pubis totalmente rasurado.

—Cristal dejó que la observara unos instantes mientras sonreía y se mordía el dedo índice juguetona antes de  quitarme los vaqueros. En ese momento yo estaba un poco cohibida. Después de un día entero de trabajo, me sentía un poco sucia y sudorosa, pero ella no pareció molesta y se limitó a acariciarme el sexo con sus dedo largos y finos. Aquel contacto hizo que todo mi cuerpo se estremeciese y apresuradamente me deshice del resto de la ropa. Ella pareció impresionada y apartando la mano de mi pubis me acarició el vientre, los muslos y el cuello mientras me decía lo mucho que le gustaba mi cuerpo.

—Yo como una chiquilla flexioné el brazo para mostrarle mis bíceps y ella los tocó y los besó un instante antes de empezar a bajar por mi pecho, mordisquear mis pezones y explorar mi ombligo. En ese momento yo ya estaba en el séptimo cielo, así que casi ni me di cuenta cuando de un empujón me tiró sobre la cama. De lo que si me enteré fue cuando enterró la cabeza entre mis piernas. Su lengua y sus labios acariciaron mi vulva y se introdujeron en mi vagina haciendo toda clase de diabluras hasta el punto de llevarme al borde del clímax.

—Deseando retrasarlo, la aparté y me tumbé sobre ella mientras introducía mis dedos en su coño. Estaba húmedo y era deliciosamente suave. Mirándola a los ojos, la besé y empecé a masturbarla con fiereza. Cristal gritaba y se revolvía, sus pechos saltaban y sus muslos se contraían con cada oleada de placer.

—Dándola un respiró cogí su pierna y besé sus muslos, sus pantorrillas y sus tobillos antes de tumbarme y entrelazar sus piernas con las mías. Cuando nuestros sexos contactaron fue maravilloso. Las dos comenzamos a mover las caderas como locas, nuestros pubis chocaban produciendo relámpagos de placer. A punto de corrernos de nuevo, me aparté. Cristal gritó enfurruñada, pero yo me levanté de la cama y tras acariciar su cuerpo sudoroso Me dirigí al armario de los juguetes.

—Ya tardabas. —dijo Nina con una sonrisa recordando el consolador dorado que su amiga le había regalado.

—Hurgué un momento en el cajón, saqué un consolador doble y me acerqué de nuevo a Cristal. Nos besamos de nuevo mientras con el juguete golpeaba suavemente su sexo. Cristal se estremecía y gemía con cada golpe. Finalmente me lo arrebató se metió uno de los extremos en la boca mientras me obligaba a tumbarme y con el otro extremo penetraba en mi vagina.

—Recibí el dildo con un largo gemido. Cristal, con el otro extremo en la boca, comenzó a empujar con suavidad obligándome a retorcerme de placer. Sin quitarme el juguete de la vagina la agarré del pelo para apartarla y la puse a cuatro patas. Separando sus piernas la penetré con el consolador y comencé a mover mis caderas, esta vez con violencia. Ambas gemíamos al sentir como aquel trasto se hincaba profundamente en nuestros sexos con cada empujón. Separándome un momento le di la espalda y volví a penetrarla. Esta vez, culo con culo, agitamos las caderas con todas las fuerzas que nos quedaban hasta que Cristal no aguanto más y se corrió. Yo ansiosa me acosté a su lado y mientras observaba el cuerpo de mi amante contraerse por efecto del orgasmo, seguí apuñalándome con el consolador hasta que me corrí. Cristal que ya se había recuperado un poco se acercó a mí y me comió el coño prolongando aun más mi placer.

Paula abrió los ojos como si despertase de un placentero sueño.

—¿La has vuelto a ver? —preguntó Nina.

—La verdad es que sí y de repente tengo una ganas inmensas de estar con ella. —contestó Paula.

—Pues anda, ve con ella y diviértete. —dijo Nina contenta de que al menos su amiga fuese feliz.

Su amiga se quedó un poco más, pero finalmente las ganas que tenía de ver a su nueva novia acabaron por decidirla y tras prometerle que se la presentaría pronto se alejó con una sonrisa en los labios.

Un poco más relajada, Nina terminó su copa y se dirigió a casa. No sabía por qué, pero Paula siempre le ponía de buen humor.

Cuando llegó apagó el móvil. No quería saber nada más de nadie por aquel día. Al día siguiente iría por comisaría para llevarle la grabación de la llamada y aprovecharía para saber si por fin avanzaba la investigación.

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Un saludo y espero que os guste.