Atrapada Nina Capítulos 10 y 11

Un torrente de emociones recorrió su cuerpo mientras charlaba con Ricardo; deseo, excitación, miedo, remordimientos...

SEGUNDA PARTE

10

Aquella misma noche comenzó. Estaba totalmente dormida cuando el teléfono la despertó sobresaltándola. Miró el reloj, eran algo más de las cuatro de la mañana. Totalmente desorientada y con la vista aun nublada por el sueño, cogió el móvil preguntándose qué pasaría. Cuando descolgó no oyó nada. Preguntó quién era un par de veces y al no recibir respuesta miró la pantalla: Numero desconocido. Cuando quiso volver a preguntar, la llamada se había cortado.

Más enfadada que otra cosa, dejó el móvil en la mesita y se dio la vuelta para intentar dormirse de nuevo sin conseguirlo.  Se levantó pálida y ojerosa con un humor de perros. Solo faltaba que ahora el gilipollas de su ex se dedicase a hacerle llamaditas de madrugada para hacerle la puñeta.

—Pss. ¿Fernando? No creo, en mi opinión está tan enamorado de sí mismo que probablemente esté convencido de que todo esto es lo mejor que le ha podido pasar. —dijo Paula— ¿Oíste respiraciones o algún ruido?

—No, nada.

—Entonces no te apures, —añadió Paula abriendo su taquilla y sacando la ropa de calle— lo más seguro que sea alguna idiotez de alguna empresa de marketing que está haciendo llamadas automáticas. A mí me ha pasado un par de veces. Te llaman a cualquier hora y cuelgan sin decir nada, no sé con qué objetivo. En un par de días se cansan y no vuelven a molestar más.

—Eso espero, porque es un puto fastidio.

—Pues apaga el móvil por la noche, si Fer te molesta, que lo  haga a pleno día. —dijo Paula— Cuando empiece a escuchar el buzón de voz se cansará de hacerlo.

—Mierda, ¿Cómo puedo ser tan tonta? Creo que todo esto me está afectando. Espero no volverme loca.

—En fin, me gustaría discutir toda la mañana mis problemas vitales, pero ahora tengo una ocupación a tiempo completo. —dijo Nina terminando de vestirse— Me temo que a partir de ahora no vamos a vernos con tanta frecuencia.

—Joder, si al final voy a tener que verme obligada a reconciliaros, aunque sea solo por verte un poco más a menudo.

—Con eso ni bromees. Nos vemos mañana.

De nuevo hacía un día espléndido. Lo que menos le apetecía era encerrarse en su nuevo despacho, pero esta era su nueva vida. Cuando llegó a la nave, el guardia jurado la saludó, esta vez con más seriedad, consciente de que ahora era ella quien pagaba su sueldo.

Nina respondió con un asentimiento de cabeza y se dirigió a las oficinas. Las encontró bastante más ordenadas de lo que esperaba. Los hombres de Bianca habían recogido toda la documentación y le habían dejado un informe en la caja de seguridad de su despacho con toda la información financiera que habían conseguido.

Lo estuvo estudiando durante un rato hasta que una hora después llegó su primera visita. Era el delegado sindical. Felipe era un tipo alto y fornido, de unos cincuenta años, con unos labios finos y un bigote frondoso más gris que negro. Su gesto serio y sus cejas gruesas y oscuras le recordaron al Tom Selleck de Blue Blood, solo que con un montón de bolígrafos asomando por el borde superior de su camisa de manga corta. Cuando ella le invitó a sentarse, lo hizo a regañadientes, sin dejar de mostrar su desconfianza y su enfado.

Afortunadamente era un tipo listo y enseguida vio la voluntad que tenía de cooperar. Entre los dos diseñaron un calendario para poner de nuevo en marcha la planta. Era evidente que con el primer envío preparado, lo más importante era que la sección dedicada a la gestión de los pedidos de material y el mantenimiento de la maquinaria comenzase cuanto antes, mientras que la de producción tendría que hacerlo por fases ya que en aquel momento no había material para empezar a trabajar.

Ayudada por  Felipe seleccionó a los más adecuados y le prometió que casi toda la gente que había estado trabajando antes del ERE volvería a su puesto en condiciones similares. El sindicalista, que esperaba encontrarse una situación mucho peor, al fin sonrió satisfecho y se despidió dándole la mano y prometiéndole que al día siguiente mandaría a los primeros trabajadores para poner en marcha la factoría.

Contando que todos los antiguos trabajadores aceptasen el trabajo, solo le quedaban dos personas por contratar, un ingeniero y una secretaria. Lo de la secretaria podía esperar un poco más, con un solo cliente en esos momentos y sin apenas personal, podía hacer ella misma las tareas, pero el ingeniero lo necesitaba ya.

Cogiendo el ordenador envió un mail a un portal de trabajo y al colegio de ingenieros industriales ofertando un trabajo por seis meses, pero que podría convertirse en indefinido. Cuando terminó de añadir los detalles finales  a la oferta  cerró el ordenador con un suspiro. Eran casi las tres de la tarde. Tenía hambre y estaba cansada, pero todo parecía estar preparado. Se estiró y puso las piernas sobre la mesa. Estaba tan asustada como ilusionada. Era el principio de una nueva vida.

11

Los siguientes días fueron tan ilusionantes como agotadores. La empresa por fin iba cogiendo ritmo y además de tener a la plantilla de nuevo trabajando en el siguiente pedido de los chinos, había conseguido algún otro cliente. Felipe, el delegado sindical, a pesar de que se le veía satisfecho procuraba ocultarlo y la ponía a prueba constantemente. Aparecía por su despacho para puntualizar algo o hacer alguna demanda. Nina aceptaba algunas y rechazaba otras, demostrando que era razonable, pero no tonta.

Por otra parte, había contratado a un ingeniero, un joven que no tenía mucha experiencia, pero que pronto demostró tener talento y conocimiento suficiente para diseñar las modificaciones necesarias para producir nuevas herramientas y modificar las líneas de producción lo más eficientemente posible.

Pronto empezó a sentir la presión y no tuvo más remedio que tomarse un tiempo para contratar a una secretaria. Lorna, una mujer separada de cuarenta y ocho años y dos hijos fue la elegida. Hablaba tres idiomas y tenía dos másteres en contabilidad y marketing. Nina no se podía creer la suerte que había tenido al encontrarla y Lorna tampoco podía creer que después de dos años en el paro hubiese conseguido un trabajo decente.

Con la mujer ocupándose del papeleo, Nina pudo al fin relajarse un poco y dedicar parte de su tiempo a hacer clientes y también un poco a sí misma. No recordaba la última vez que había ido de tiendas.

El único lunar eran las llamadas. A pesar de apagar el teléfono por las noches para poder dormir este sonaba a cualquier hora del día y siempre con el mismo ritual; en la pantalla aparecía el número oculto y cuando contestaba nadie hablaba desde el otro lado de la línea. Había barajado rechazar todas las llamadas con número oculto, pero a veces algunos clientes recurrían a este medio para pedir información y no verse sometidos a llamadas no deseadas, así que no tuvo más remedio que aguantar aquello y tomárselo con filosofía. Después de todo las llamadas no habían aumentado en frecuencia y nadie la insultaba o amenazaba.

Había barajado hacer una denuncia a la policía, pero no quería sentirse como una idiota cuando descubriesen que era una torpe maniobra de marketing o la broma de algún adolescente granujiento. Quizás, cuando viese a Ricardo para liquidar sus deudas, podría consultarle y ese encuentro no podía retrasarlo mucho más.

La relación con Ricardo era... en realidad no sabía si había una relación. A Nina le gustaba aquel abogado, siempre atento e impecable, además le atraía físicamente y deseaba estar en sus brazos, pero el hecho de que posiblemente hubiese sido testigo de sus manejos la hacía sentirse vulnerable. Lo deseaba tanto como lo temía.

Aquel día, cuando llegó a casa cogió el teléfono, dispuesta a llamarle y acabar con aquella sensación de incertidumbre de una vez. Tras borrar tres llamadas perdidas del número oculto se sentó en el sofá con una copa de vino blanco y deshaciéndose de los zapatos se tumbó y buscó en la agenda el numero del abogado.

Mientras lo hacía, no pudo evitar imaginarse a Ricardo sobre ella desnudo con sus músculos contraídos por la excitación. Durante un instante Nina cerró los ojos y deslizó una mano entre sus piernas para acariciarse su sexo suavemente. Se imaginó el peso de sus cuerpo sobre ella y la piel oscura del abogado, cubierta de sudor. Sin pensarlo apartó un el tanga y se  metió dos de sus dedos en la vagina mientras que con el pulgar se acariciaba el clítoris con suavidad.

Nina comenzó a gemir excitada y dejó el teléfono sobre la mesa del salón para tener la otra mano libre y así acariciarse el resto del cuerpo.

Ardía de deseo. Sin dejar de masturbarse, con la mano libre se estrujó los pechos a través de la blusa, pegando un pequeño grito.

Hambrienta, retiró los dedos de su interior y se los acercó a la boca deseando saborear su excitación.  Abriendo aun más la boca se metió tres de sus dedos profundamente mientras imaginaba que era la polla de Ricardo la que estaba invadiendo su boca. Estaba tan excitada que no sabía lo que hacía.

Fue en ese momento cuando su fantasía tomo las riendas. La polla de Ricardo penetró aun más hasta impedirla respirar. Nina apenas podía hacer otra cosa que mantener la boca abierta y esperar a que su amante retirase el miembro. Lo hacía, pero solo un par de segundos antes de volver a invadirla con su enorme polla.

Nina solo podía abrir la boca escupir la saliva que se le acumulaba y dar una angustiosa bocanada de aire antes del ser invadida de nuevo.

Con un gemido lograba apartarse finalmente. Era entonces cuando Ricardo, aprovechando su debilidad le daba la vuelta y poniendo su culo en pompa acercaba aquel glande con el aspecto de un martillo pilón a la sensible abertura de su ano.

Nina gritaba indignada e intentaba revolverse impidiendo que él la penetrase y era entonces cuando él le echaba a la cara que se dejase sodomizar por dinero y no lo hiciese por amor. Nina se ponía rígida al escucharlo y era entonces cuando Ricardo aprovechaba para forzar su esfínter de un solo empujón.

Nina pegó un grito. Aquella ensoñación había sido tan real que la había dejado sin aliento. Jadeando, intentó reponerse de las imágenes de Ricardo sodomizándola con una sonrisa diabólica cuando el teléfono sonó.

Por una vez hubiese deseado que el que llamaba fuese el desconocido, pero era el abogado. Con las manos aun temblando y sucias de sexo y saliva lo cogió y respondió al cuarto timbrazo.

—Hola Ricardo. —dijo Nina— Precisamente estaba a punto de llamarte. Debería haberlo hecho antes, pero han sido unos días de locos.

—Me imagino. Manejar una empresa como la tuya, con un equipo humano tan grande no es fácil y para una persona sin experiencia menos aun.

—En efecto, pero afortunadamente, todos están tan contentos de haber recuperado su trabajo que de momento casi no he tenido problemas hasta ahora. Así que todo ha ido bastante bien y quería liquidar la deuda que tengo contigo... con tu bufete.

—Me alegra oír eso. Pero no te preocupes por el dinero. La verdad es que te llamaba por negocios, pero no por eso. —dijo Ricardo diplomáticamente—  Quería quedar contigo para cenar y explicarte las ventajas que tendrías si abrieses una cuenta con nosotros y dejases todos los aspectos legales del negocio en manos de nuestro bufete.

—Sabes perfectamente que no hace falta que me cuentes las excelencias de tu bufete. Solo con lo que has hecho por mí, te has ganado esa cuenta, pero no he salido a cenar desde el divorcio, así que fingiré que atiendo a tus explicaciones mientras me invitas a una suculenta cena. —replicó Nina preguntándose si no estaría mostrándose demasiado agresiva— En cuanto a lo del dinero, insisto, trae la factura contigo y al día siguiente te haré un ingreso en cuenta.

—Está bien. Entonces ¿Qué te parece si quedamos mañana a las nueve en el Marva?

—Me parece perfecto. —respondió ella  intentando que no le temblase la voz.

Un torrente de emociones recorrió su cuerpo mientras charlaba con Ricardo; deseo, excitación, miedo, remordimientos... Todo se juntaba. Se sentía tan atraída por Ricardo, que con solo oír su profunda voz de barítono, todo su cuerpo despertaba y vibraba de placer anticipado, pero por otra parte no sabía cómo afrontar una relación con aquel hombre cuando este podía haber sido testigo de su relación no del todo comercial con su cliente chino. Además con su divorcio tan reciente tampoco tenía idea de la clase de relación que deseaba con un hombre.

En las relaciones con los hombres, prefería ser ella la parte pasiva, la princesa vulnerable a la que rescata el príncipe azul, pero no creía que Ricardo se tragase el cuento si la había visto besarse con Chan. Quizás era el momento de cambiar y convertirse en una mujer nueva, una empresaria de éxito, segura de sí misma, que cogiese lo que quería sin esperar a que se lo ofrecieran...

Cuando colgó dejó el móvil sobre la mesa del salón y con la falda aun subida a la cintura acomodó su cabeza sobre el brazo y se preguntó si sería capaz de un cambio tan radical. ¿Y Ricardo? Antes del incidente del hotel estaba segura de que se sentía atraído por ella, pero después apenas se habían visto y nunca a solas, así que ni siquiera sabía si seguía interesado en ella.

La llamada podría ser una excusa para volver a verla o simplemente un intento por hacerse con una buena cuenta. El hecho de que hubiese sido ella la que hubiese dado a entender que sería un placer además de una cena de negocios le había impedido saber que era lo que opinaba él.

Por lo que había sacado del resto de la conversación telefónica, parecía no desagradarle, pero ¿Quién podría estar seguro? Lo que le llevaba de nuevo a la siguiente cuestión, ¿Qué actitud debería adoptar? Ir en plan dama en apuros o vestirse de cuero y llevarse a Ricardo a la cama a base de latigazos...

En ese momento el teléfono volvió a sonar. Estaba tan ensimismada que lo cogió pensando que era Ricardo llamando para comentarle algo que se le había olvidado:

—Hola Ricardo...

En seguida se dio cuenta de su error. De nuevo el vacío, aunque esta vez le pareció escuchar algo así como una especie de suspiro. Cabreada, reprimió un torrente de insultos y apagó el teléfono.

Se acostó aun con la imagen de Ricardo dando vueltas en su cabeza. Allí, tumbada sola en la cama, su necesidad de aquel hombre se agudizaba aun más. Cuando se separó de Fer sabía que sería duro, pero no tanto. Durante casi catorce años había estado durmiendo abrazada a un cuerpo cálido y acogedor y lo echaba tanto de menos que a veces hasta se le pasaba por la cabeza llamar a Paula a altas horas de la madrugada solo para sentirse un poco acompañada.

Se revolvió inquieta en la cama, incapaz de dormir víctima de la agitación provocada por el inminente encuentro y deseó que pasase el tiempo y encontrarse de una vez frente al abogado... o no. Su cabeza era un torbellino del que apenas surgía un pensamiento coherente.

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Un saludo y espero que os guste.