Atrapada Nina Capítulo 9
Nina intentó apartar la mirada, pero aquellos ojos grandes color avellana la atraparon. No sabía qué hacer, quería disculparse y explicarse, pero en vez de ello se estableció un incómodo silencio.
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Despertó en el sofá, un poco doblada, pero feliz. Por fin veía la luz al final del túnel. Aun quedaban dos escollos importantes, pero de momento todo parecía bajo control. Incluso se permitió pensar en hacer planes de futuro mientras tomaba el desayuno.
Paula era como un sabueso. Enseguida detectó que Nina estaba de mejor humor y alabó lo bien que se estaba recuperando de todo aquello.
—Supongo que lo rápido que está ocurriendo todo está ayudando. Estoy tan ocupada que apenas tengo tiempo de pensar. Espero que cuando todo se calme haya pasado lo peor y pueda tomarme todo esto con filosofía. —comentó Nina.
—Es un fastidio, yo esperaba que te lo tomases mucho peor, que te dieses cuenta de que todos los hombres son unas bestias libidinosas y me dejases enseñarte lo que puedo hacer por ti.
—Ya, bueno, la vida no es perfecta. Y yo no soy lesbiana. —replicó Nina recalcando la última frase e intentando inútilmente grabarla en la mente de su amiga.
Después de eso, Paula decidió dejarlo, al menos por el momento y charlaron de otras cosas mientras terminaban el café. Justo cuando salía a la calle recibió un mensaje de Ricardo diciéndole que la reunión seria a las seis de la tarde. Nina sintió una mezcla de alegría y nerviosismo.
No podía quitarse de la cabeza al abogado, se pasó el resto del día pensando en él. Ansiosa de verle y a la vez temerosa de qué pensaría de ella. Apenas pudo probar bocado durante la comida y estuvo cerca de una hora ante el espejo probándose ropa. Algo sexy pero no demasiado llamativo. Serio pero no soso. Que realzase su figura, pero sin enseñar demasiado...
Finalmente optó por unos pantalones de algodón, de talle alto y una blusa blanca de seda, cruzada entorno a sus pechos, realzándolos y que a la vez no impedían sus movimientos.
Llegó un cuarto de hora antes de la cita, prefería hablar antes con Ricardo para que los chinos no pudieran advertir ninguna mirada incómoda entre ellos, pero ellos se adelantaron también y cuando llegó ya estaban charlando amigablemente con su abogado.
—Lo siento, ¿Llego tarde? —dijo ella entrando en la sala mientras la secretaría del abogado se acercaba y la ayudaba a quitarse el abrigo.
—No, lo que pasa es que nuestros socios tienen un vuelo para esta noche y tienen el tiempo bastante justo, por eso han venido antes y se han puesto a estudiar el contrato. —respondió Ricardo dándole la mano.
El abogado estaba tan guapo como siempre y el traje gris acero, hecho a medida, con la corbata borgoña le sentaban como un guante. En ese momento Chan se apartó de la mesa donde estaba terminando de revisar los papeles, se acercó y la saludó sonriendo.
—Espero que no te haya molestado, pero llevamos demasiado tiempo fuera de nuestro país y tenemos negocios que atender. Cuando Ricardo nos dijo que estaba todo preparado conseguimos dos asientos en el siguiente vuelo que sale para Nanjing.
—Lo entiendo perfectamente. Siento que todo este asunto se haya demorado tanto, pero no te preocupes, a partir de ahora todo irá sobre ruedas. —dijo Nina obligándose a apartar la mirada de su abogado— Pasado mañana embarcaremos la primera remesa.
—Perfecto. Nosotros, en cuanto lleguemos a casa, haremos la transferencia.
—Muchas gracias. Por supuesto, en los próximos envíos, tendrás sesenta días para realizar los pagos.
—Muy bien. Por nosotros todo está en orden. Si quieres revisar el contrato, lo firmaremos y nos iremos... zumbando como decís vosotros.
—No hace falta, me fio totalmente de mi abogado. —dijo ella acercándose a los papeles y firmando dónde le indicaba Ricardo.
La firma llevó apenas unos minutos. Mientras tanto Fen había permanecido en pie, sonriendo discretamente y manteniéndose en segundo plano, pero la forma en que observaba todo el protocolo, le decía que había tenido bastante más que ver en el asunto de lo que mostraba.
Cuando terminaron se saludaron y la mujer se acercó a Nina. Ella le deseó un buen viaje de vuelta y la china, con una sonrisa enigmática, le dijo que esperaba que tuviese suerte y que los dioses le diesen coraje para afrontar la nueva vida que tenía por delante.
Ricardo les acompañó a la salida mientras ella se quedaba en la sala de conferencias recogiendo su contrato y metiéndolo en el bolso. Cuando Ricardo llegó, ella ya estaba preparada para irse.
—Trabajo concluido. —dijo el abogado con una sonrisa.
—Muchas gracias, ha sido un gran trabajo. Si no hubiese sido por ti y por Bianca estaría perdida. —dijo mirándole a los ojos agradecida.
Nina intentó apartar la mirada, pero aquellos ojos grandes color avellana la atraparon. No sabía qué hacer, quería disculparse y explicarse, pero en vez de ello se estableció un incómodo silencio.
—¿Qué te parece si salimos a cenar para celebrarlo? —dijo Ricardo finalmente.
—¡Oh! Yo... —se sentía insegura y no creía estar preparada para una cena de la que no sabía que esperar— Lo siento, pero la verdad es que estoy un poco cansada. Estos días han sido una locura y ahora lo que quiero es darme un baño y meterme en la cama dos días seguidos.
—Lo entiendo. —dijo Ricardo ocultando muy bien su decepción— Quizás otro día.
—Por su puesto, aun tienes que darme la minuta. —replicó Nina aliviada y a la vez un poco decepcionada al ver que él no insistía.
—Ya hablaremos entonces. —dijo el abogado abriéndole la puerta de la sala de conferencias y acompañándola hasta la salida.
Cuando llegó a casa se dio cuenta de que realmente estaba exhausta, física y emocionalmente. Estaba a punto de meterse en el baño cuando llamaron a la puerta. Se puso apresuradamente un albornoz y se dirigió a la entrada.
Observó por la mirilla con precaución descubriendo a un hombre con el uniforme de una empresa de paquetería esperando y moviendo la pierna nerviosamente. Antes de que pudiese abrir volvió a tocar el timbre.
Saludándola apresuradamente le entregó un paquete y le ofreció una tableta para que firmase la recepción. Con un "que tenga un buen día" el hombre desapareció dejándole un paquete del tamaño de un balón de balonmano.
Cuando le quitó el papel de la empresa de paquetería descubrió que debajo estaba envuelto con papel de regalo y llevaba una tarjeta pegada.
Cerrando la puerta se dirigió al baño mientras leía la tarjeta.
" Un regalito para que no te sientas tan sola. No lo tires en el cajón. Cuando te veas desesperada, deja que él te ayude a pasar los peores ratos. Cuídate, querida"
La nota no estaba firmada, pero cuando rasgó el papel no tuvo duda de Paula era la remitente. Dentro de una caja transparente había un consolador de respetable tamaño y de un color escandalosamente dorado. Un extremo estaba moldeado en forma de un glande mientras que el otro terminaba en un tapón de rosca de color negro.
Lo posó en el borde y se metió en la bañera. El agua caliente y la espuma le ayudaron a relajarse. Fue entonces cuando se volvió a fijar en la caja. En el exterior había dos pegatinas en las que ponía "sumergible" y "pilas incluidas".
Sin pensar en nada abrió el envoltorio y extrajo el aparato y un paquete con dos pequeñas pilas recargables. Las miró un instante y abriendo la tapa las introdujo en él. Cuando conectó el chisme este revivió con un zumbido. Lo observó y descubrió una pequeña ruedecilla. La giró y el consolador vibró con más fuerza.
Nunca había usado un trasto de aquel tipo. Lo observó y con más curiosidad que deseo lo acercó a uno de sus pechos. La suave vibración hizo que su pezón se endureciera emitiendo un chispazo de placer.
Sin dejar de recorrer sus pechos con el consolador bajó su mano libre y la enterró entre las piernas. Una cálida oleada de placer recorrió su cuerpo. Se acarició el clítoris con suavidad y separando los labios de la vulva se introdujo lentamente aquella pequeña bestia zumbante.
Por un instante, con el reflejo dorado bajo el agua, le vino a la mente la película de Austin Powers y el Miembro de Oro. Cerró los ojos y sustituyó en su mente a aquel gilipollas por Ricardo.
Se concentró y masturbandose con suavidad se imaginó tumbada y desnuda, con las piernas abiertas mientras a sus pies avanzaba el cuerpo oscuro y brillante del abogado, con los músculos tensos como si fuese una pantera a punto de atacar.
Con un movimiento rápido se colocaba a gatas sobre ella, dejando que su miembro grande y palpitante, rozase su vientre. Su cabeza se inclinaba y le besaba el cuello mientras cogía su polla y la acercaba a su coño y entonces con un gruñido se la metía de un solo golpe.
Nina se retorció e hincó el vibrador más profunda y violentamente mientras se imaginaba lo que sería sentir la potencia de Ricardo avasallándola hasta dejarla sin resuello. Se imaginó agarrándose a sus brazos y arañando sus nalgas brillantes de sudor, mientras un intenso placer irradiaba de su sexo cada vez que la monumental polla de Ricardo entraba hasta lo más profundo de su ser.
En medio de un intenso chapoteo siguió metiendo y sacando el artefacto de su coño, sin abrir los ojos para que aquellas imágenes no escaparan de su mente, hasta que con dos últimos golpes con el consolador se corrió. Su cuerpo se combó hasta salir del agua y apartando las manos de sus ingles se estrujó los pechos y gimió, dejando que el consolador vibrase dentro de su cuerpo hasta que la última chispa de placer se hubo apagado.
Cuando todo terminó, abrió los ojos y se sintió más sola que nunca. Se sacó aquel cacharro aun zumbando y lo apagó preguntándose cuantas noches aquel aparato sería su compañero de soledad.
Un poco más relajada salió de la bañera y se secó rápidamente, deseando meterse desnuda y limpia entre las sábanas. Justo cuando apagaba la luz recibió un mensaje de Bianca citándole para la mañana siguiente.
Se levantó llena de energía. Iba a poner por fin un punto y aparte en una etapa de su vida y dejaría de depender de nadie. Al salir de la ducha se maquilló y se vistió con sus mejores galas. Quería que su marido se diese cuenta de lo que se perdía.
Se miró al espejo justo antes de salir de casa, había elegido un vestido con un profundo escote en V que le quedaba genial. Satisfecha con lo que veía, se puso unas botas de Jimmy Choo vertiginosas, pero que le quedaban de miedo y salió a un día frío pero espléndidamente luminoso.
Su marido y el abogado tardaron en llegar, así que Bianca aprovechó para contarle todos los detalles de la reunión de hacía dos días. La cara de sorpresa de Tino al enterarse de otra cosa más que su cliente no le había contado y la subsiguiente discusión telefónica que solo pudo ver a través del cristal de la sala de conferencias, fueron antológicas.
Al parecer, tras la discusión, el abogado con la cara roja como la grana, no tuvo más remedio que acceder a sus peticiones y preparar a su cliente para la firma de los papeles.
Cuando finalmente llegaron, el rostro de Fernando lo decía todo. Sin mirarla siquiera, se sentó a la mesa de conferencias, frente a ellos y no dijo ni mu mientras los abogados leían las condiciones de la demanda de divorcio. Solo cuando terminaron de leer y firmó los papeles se dignó a abrir la boca:
—Felicidades, ya tienes tu empresa en quiebra. —masculló su ya exmarido.
—Gracias por todo. Mañana mismo empezaré de nuevo. Tengo el contrato con los chinos, así que el trabajo está asegurado para los próximos meses, —respondió ella sin levantar la mirada de los documentos que estaba firmando— de todas maneras gracias por los ánimos.
—Serás puta. —replicó él poniéndose en pie— No cuentes con ello. Hablaré con Chan, no vas a vender nada a ese puto amarillo.
—Demasiado tarde, ya esta camino de china con un contrato bajo el brazo. —dijo Nina sin poder evitar regodearse— Lárgate y disfruta de lo que has robado, es la última vez que me jodes.
—¡Puta! —estalló Fer abalanzándose desde el otro lado de la mesa— Pienso hacerte la vida imposible, te acordarás de lo que me has hecho. ¡Te mataré!
Nina sintió como un escalofrío recorría su espina dorsal. Fernando intentaba zafarse de los brazos de su abogado que intentaba calmarle, con un gruesa vena latiéndole en la sien y tratando de agarrarla.
A pesar de estar del otro lado de la mesa, Nina se levantó y reculó varios pasos hasta que tropezó con el cuerpo de Bianca que la abrazó por el hombro y la ayudó a salir de la sala de conferencias mientras le decía que lo de Fernando solo eran bravuconadas.
Tras dejarla en su despacho, volvió a la sala a ayudar a Tino a calmar a su cliente y no volvió hasta que los hubo despedido.
—Tranquila cariño, —dijo Bianca mientras se sentaba en la mesa— es una reacción bastante habitual. Estoy acostumbrada. He presenciado cientos de situaciones como esta y se cuando un tío va en serio y tu ex solo es un gilipollas. Se largará con su pelirroja a una isla del Caribe y se dedicará a gastar el dinero duramente robado. Es una lástima que no podamos echarle mano, pero así es la vida.
—No te preocupes, el dinero no es lo que más me importa ahora, lo que quiero es tranquilidad. —dijo Nina suspirando aun un poco impresionada por el ataque de furia de Fernando.
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Un saludo y espero que os guste.