Atrapada Nina Capítulo 7

El abogado las recibió con una amplia sonrisa. Besó a Bianca y Nina le dio la mano antes de indicarles el camino a una amplia sala de juntas donde Fernando ya les estaba esperando.

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Una llamada de Bianca la despertó. El abogado de Fernando la había llamado para tratar de llegar a un arreglo. Cuando Nina le dijo que había llegado a un acuerdo con Chan, Bianca aplaudió encantada y le contestó que ella tampoco había estado de brazos cruzados y tenía  una sorpresa preparada para aquel bastardo.

El optimismo de su abogada consiguió animarla un poco, aunque seguía sin poder quitarse de encima la sensación de haber vendido su cuerpo y aun peor era que Ricardo pudiese haberla visto hacerlo. No podía quitarse la figura del abogado apareciendo por la puerta. No estaba segura, pero podía haberla visto  antes de que las puertas del ascensor se cerraran. Aquellas sospechan eran dedos acusadores que habían penetrado profundamente en su cerebro y la martirizaban a pesar de que se esforzara en que aquello no le afectara.

Había pensado en llamarle para justificarse, pero ¿Qué podía decir? Nunca había tenido imaginación para inventarse excusas, no creía que se le fuese a ocurrir ninguna decente y ni siquiera estaba segura de que la Ricardo la hubiese visto en el hotel. Lo peor era que aun necesitaba sus servicios. Podía despedirle, pero confiaba en él y no conocía a nadie más. En fin, tendría que hacer de tripas corazón y llamarle después de la reunión para darle cuenta de las novedades y preguntarle por los siguientes pasos a seguir. Y hacerlo le aterraba.

La reunión con su marido era a primera hora de la tarde, así que tuvo tiempo de ir al gimnasio. Paula no tardó mucho en darse cuenta de que algo le pasaba. En realidad probablemente se había dado cuenta todo el grupo de zumba. Cada dos minutos perdía el ritmo y tenía que volver a empezar. Lo hacía en silencio con la mirada fija en la pared del fondo.

—¿Se puede saber qué coños te pasa? —preguntó su amiga— Pareces un alma en pena.

—No, nada, es que todo esto va a acabar conmigo. No quiero tener que depender económicamente de mi padre y para eso he tenido que hacer cosas que voy a tardar en superar. Y aun no se ha acabado todo esto, aun puede empeorar.

Tomaron un café mientras le contaba el resto de la historia y cuando mencionó que Ricardo le gustaba y que podía haberla visto besando al empresario chino, Paula le quitó importancia y le dijo que no se comiese mucho la cabeza. Las palabras de su amiga no le terminaron de convencer del todo, pero hicieron que se quedase un poco más tranquila. En realidad no conocía a Ricardo más que de una fiesta hacía varios años. No terminaba de comprender como estaba tan interesada en aquel hombre de quién apenas conocía nada.

La verdad es que Paula era una gran amiga. A pesar de tener que soportar sus insistentes ataques, la quería como si fuese su hermana y siempre encontraba consuelo en ella. Cuando salió de la cafetería se sintió con la suficiente energía como para enfrentarse a lo que el resto del día la deparara.

Bianca la recogió en su Mercedes justo después de comer y la llevó al bufete de Tino donde  iba a tener lugar la reunión. El bufete era más grande y la madera y los pesados muebles estaban todos dispuestos para impresionar a los visitantes. Bianca se rio y le dijo a Nina que Tino siempre había sido un exagerado.

El abogado las recibió con una amplia sonrisa. Besó a Bianca y Nina le dio la mano antes de indicarles el camino a una amplia sala de juntas donde Fernando ya les estaba esperando.

Su marido no pudo evitar un gesto de sorpresa y desagrado cuando vio aparecer a Bianca. Estuvo  a punto de decir algo, pero Tino le calló con un gesto. Tras sentarse frente a frente en la pesada mesa de nogal, Bianca les presentó un borrador de la demanda.

—¿No creéis que os habéis pasado tres pueblos? —preguntó Tino.

—Yo no lo considero nada exagerado. Fernando le ha sido manifiestamente infiel a mi cliente y ha hundido una empresa que montó en buena parte gracias al dinero de la familia de mi representada.

—Bueno, ella también le ha sido infiel a mi cliente, no creo que Nina lo pueda negar.

—Para ti, señorita Céspedes —le interrumpió su abogada— y tenemos una grabación en la que es su marido el que la incita a tener sexo con otra pareja para hacer negocios.

El abogado de Fernando era bueno, pero a pesar de todo, no pudo evitar un leve gesto de sorpresa. Era evidente que su cliente no le había contado toda la verdad, quitándole casi toda la fuerza en la negociación y como era evidente que no iban a aceptar los términos de la demanda en la que prácticamente dejaba a Fer en calzoncillos, no tenía ningún sentido alargar la reunión.

—Bueno, creo que es obvio que no vamos a llegar a ningún tipo de acuerdo. Pero antes de despedirnos tengo algo para ustedes. —dijo Bianca alargando un papel de aspecto oficial a su colega.

Tino lo leyó y se lo pasó a Fernando, que se puso rojo como la grana.

—¡Seréis putas! No pienso consentir nada de esto. No voy a dejar que me quitéis todo por lo que he estado luchando estos años. Te juro que si te atreves a ir a juicio te...

Afortunadamente para su marido, el abogado se las arregló con una patada para interrumpir la frase justo a tiempo. Lo que no pudo interrumpir fue la mirada de profundo odio que hizo que a Nina le recorriese un escalofrío por toda la columna.

—¿Qué demonios era ese papel? —preguntó a Bianca, ya fuera del bufete.

—Era una orden del juez que nos autoriza a inspeccionar todos los archivos y cuentas de la empresa y así poder demostrar su escasa competencia para llevar un negocio. —respondió la abogada— En este momento tengo a un contable y dos pasantes registrando los archivos de tu marido de cabo a rabo.

—Nunca había visto a Fer tan enfadado. Me ha dado miedo.

—Sí, la verdad es que no me esperaba una reacción tan violenta. Tengo que decir a mis chicos que escarben bien profundo, me da la impresión de que tu maridito oculta algo. Y en cuando a las amenazas, no te preocupes, conozco a los hombres y sé por experiencia que el tuyo es un cobarde. No te hará nada. Lo que tienes que hacer es relajarte y disfrutar del espectáculo. Te garantizo que va a ser digno de verse.

—¿Tendremos que llegar a juicio? —preguntó Nina.

—No creo, la oferta actual es bastante generosa. Le dejas un quince por ciento de la empresa. Aunque no tenga poder de decisión, no se va a morir de hambre. Así que si se ponen gallitos e intentan llevarnos a juicio les amenazaré con bajar ese porcentaje a la mitad y acusarle de incitación a la prostitución. Eso bastará para que se lo piensen y no intenten buscarnos las cosquillas.

Nina sonrió y le dio las gracias, satisfecha con las explicaciones de su abogada. Tomaron algo en una cafetería del centro para celebrarlo y tras despedirse, Nina cogió un taxi que la llevó a casa.

El piso estaba a oscuras, las luces de los coches se filtraban por las ventanas creando sombras fugaces y fantasmagóricas. De repente se sintió vulnerable. Recordó las amenazas de Fernando y se dio cuenta de que no había cambiado la cerradura y que podía entrar cuando le diese la gana.

Un crujido en la habitación del fondo hizo que se le pusiesen los pelos de punta. ¿Había sido real o se había dejado llevar por los nervios y todo eran imaginaciones suyas? Por un momento se le pasó por la cabeza llamar a Paula, pero si al final resultaba ser una falsa alarma quedaría como una idiota. Temblando de arriba abajo se quitó los zapatos y avanzó en silencio hacia la cocina sin darse cuenta de que ya había delatado su aparición al abrir la puerta.

Sin atreverse a respirar, abrió un cajón al lado del fregadero y sacó un cuchillo. El acero brilló en la penumbra malignamente. A continuación inspeccionó el salón, las dos habitaciones de invitados y el comedor antes de dirigirse a la habitación del fondo, su dormitorio. Apretó con fuerza el mango del cuchillo, resbaladizo por el sudor de sus manos y abrió la puerta poco a poco.

No se veía nada. Respirando hondo encendió la luz y se encaró hacia el peligro con el cuchillo preparado. No había nada. Aun temblando, registró la habitación de arriba a abajo, miró bajo la cama, tras las cortinas, en el vestidor y en el baño. Se había dejado llevar por los nervios.

Corriendo, se dirigió a la entrada y cerró la puerta con llave, dejándola puesta en la cerradura para que Fernando no pudiese entrar, justo antes de correr hasta la cocina. Soltó el cuchillo que repicó contra el mármol de la encimera y se acercó al fregadero donde se inclinó entre arcadas. Cuando las náuseas pasaron, Nina se refrescó la cara y se las arregló para beber dos vasos de agua sin desmayarse.

Más recuperada, se preparó una cena rápida y se metió en la cama, recordándose a sí misma que lo primero que debía hacer al día siguiente era cambiar la cerradura de la casa.

La habitación estaba a oscuras y en total silencio. Hasta el tráfico de la calle parecía haberse esfumado sumergiéndola en la irrealidad. Haciendo que pareciese que el tiempo se había suspendido a su alrededor.

Una figura apareció de repente frente a ella. Era Fernando, el Fernando del que se había enamorado. Estaba desnudo, de pie, frente a ella, luciendo sus músculos de nadador. Se acercó   exhibiendo la sonrisa despreocupada que la había enamorado la primera vez y retiró con un gesto las sábanas que la cubrían. Ella también estaba desnuda.

Sin ceremonia se tumbó sobre ella, dejando que su miembro descansase entre sus vientres e incendiase su cuerpo con su dureza y su calor. Nina lo miró un instante a los ojos y acarició sus flancos con las puntas de sus uñas, haciendo dibujos sobre su piel. Poco a poco desplazó las manos hacia su espalda, bajó hasta sus caderas e hincó las uñas en aquel culo cincelado por el intenso ejercicio.

Fer gruñó y tensó los glúteos a la vez que se inclinaba y la besaba profundamente explorando su boca con violencia. A pesar de la brusquedad de su pareja, sintió como todo su cuerpo se inflamaba. Llevada por el intenso ansia de sentirle dentro de ella, deslizó la mano entre ellos y cogiendo la polla de Fernando, la guió a su interior.

Fer no se hizo esperar y se metió en su coño con fuerza, dilatando su sexo y provocándole un intenso placer. Nina separó un poco más las piernas y dejó que su marido estrujase y chupase sus pechos con fuerza, acariciando su pelo  mientras se mordía los labios para contener los gemidos.

Tras unos segundos, su marido se incorporó y cogiéndola por los tobillos comenzó a penetrarla con todas sus fuerza. Todo el cuerpo de Nina se estremecía con cada golpe e incapaz de contenerse más comenzó a gritar mientras observaba el miembro de Fernando entrar en su coño dilatándolo hasta extremos que parecían imposibles.

Cogiéndola por la cintura la levantó en volandas. Nina, sin ningún control solo podía agarrase a los hombros de su pareja dejando que él la ensartase una y otra vez.

A punto de correrse ,Fernando la soltó solo el tiempo justo para  ponerla de pie de cara a la pared. Nina separó un poco las piernas y se puso de puntillas para facilitarle a su marido el trabajo y esperó.

Las manos de su marido resbalaron por el culo terso y vibrante de Nina se desplazaron por su cintura demorándose un instante en sus pechos antes de pararse en su cuello. En ese momento con una rapidez que impidió a Nina reaccionar. Agarró su cuello con una mano mientras dirigía la polla a su sexo con la otra.

Los dedos se ciñeron con fuerza sobre su cuello, impidiéndola respirar mientras la polla de Fernando castigaba su coño con brutalidad. En un intento desesperado por coger aire, Nina apartó las manos de la pared e intentó separar la garra de Fer de su cuello, pero lo único que consiguió fue perder el equilibrio, haciendo que sus dedos se clavasen aun más en su cuello.

Jadeando roncamente, sintió como su marido, con un último y bestial empujón  la levantaba del suelo y se corría con un bramido. El calor de la semilla y la falta de oxígeno se unieron estimulándola hasta el punto de que...

Nina se despertó con un grito de angustia. Aun jadeaba como si tuviese las manos de Fernando en torno a su cuello, temblando de arriba abajo tan aterrada como enfadada por haber disfrutado de aquella pesadilla.

Tardó casi dos minutos en serenarse y darse cuenta de que apenas eran las tres de la mañana. Las luces del exterior volvían a filtrarse en la habitación y el rumor del tráfico la tranquilizó, pero no lo suficiente para quedarse dormida. Estaba sudorosa, su piel ardía y estaba tan sensible que hasta las sábanas la molestaban. Intentó relajarse y dormir un poco. Fue imposible. El camisón se subía hasta la cintura, se enrollaba y le impedía los movimientos. Se lo quitó y lo tiró al suelo quedando únicamente vestida con el tanga.

La humedad y las continuas vueltas en la cama hicieron que la pequeña prenda se hincase entre los labios de su sexo martirizándola y haciendo que flashes de la pesadilla volviesen a su mente.

Miró el reloj de nuevo. Apenas había pasado un cuarto de hora. Resoplando furiosa por su debilidad se quitó el tanga de un tirón y se dirigió al baño para darse una laarga ducha fría.

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Un saludo y espero que os guste.